15 abr 2015

I - Descripcion del territorio

El mundo era demasiado pequeño, y era otoño. Habia pasado dias y dias viendo caer las hojas por el balcon, viendo caer el tiempo por la pendiente, sintiendo como todo se achicaba. Hacia dias que no salia de ese cuarto, semanas que no iba mas que al mercado a comprar una bolsa de arroz o una lata de porotos. No queria hacer nada, no queria ver a nadie, no me apetecia ir a ningun sitio: El mundo entero se habia reducido al espacio exacto de mi departamento.
Y aunque no soy geografo o geologo, habia desarrollado no obstante, y con infinito cuidado, la cartografia del mundo. La cama era la capital, con sus distritos artificialmente delimitados por los dibujos cuadriculados de la frazada. El distrito federal se encontraba en la zona de las almohadas, suerte de acropolis de algodon, desde donde mi cabeza inmovil contemplaba el pais con el desden propio de los emperadores Micenicos. Partiendo de mi cama, el resto del territorio (pues el mundo era "el territorio", y mas alla del territorio empezaba el inmenso oceano que llevaba a las tierras de los muertos y a la Isla de Mann, que era entonces el mercado o la farmacia de la otra cuadra, pero nunca mas alla) se desplegaba en circulos concentricos, como el Infierno de Dante o la ontologia de Plotino.
Primera Hipostasis: la dimension de los laberintos. La alfombra verdogrisacea, cortada por los arabescos violaceos conformaba lo que era la provincia principal. Estaba poblada de medias, zapatos, pantalones, cajas de cigarrillos y colillas, vasos vacios o a medio vaciar, y tambien por algunas botellas de cerveza y agua. Las botellas conformaban casi una ciudad, con sus rascacielos y avenidas. Hacia el este, la cadena montañosa de placard de cedro constituia algo asi como las columnas de Hercules. 
Segunda Hipostasis: El valle de la serpiente. Solo un color pardusco. El pais de las tinieblas, yermo, vacio. Solo alguna moneda se constituia en riqueza minera, prueba de que en algun tiempo corrio por el pasillo un caudaloso y desbordante rio. Tambien es posible que ese rio, ahora y hace cuanto tiempo ya seco, se llamase Vida, o tal vez no.
Tercera Hipostasis: Iudeca. En algun tiempo, parte del paraiso, ahora no queda ningun azulejo, y lo que en otro tiempo debio de haber sido blanco, cayo en un pecaminoso verde grisaceo. Aun mas yermo que el valle, rocoso. Apesta a azufre o a mierda, y practicamente esta desierto. Fin de la Noesis. A medida que nos alejamos del centro, la multiplicidad se resquebraja mas y mas, y puesto que la multiplicidad es el mal, no es de extrañar que la ultima hipostasis sea el comedor, con su caos indefinido y su constante fluidez de objetos, restos de comida, sillas, papeles y libros. Al final del comedor se halla el balcon, a un tiempo fin de mi mundo conocido y puente con lo indefinible. Mirando hacia ese indefinible, como un mistico mirando al vacio, veia caer las hojas. Caian regularmente y con desgano, danzaban un poco pateticamente y como por compromiso, y luego se depositaban sobre la cinta gris, ya muertas. 
El territorio se generaba a si mismo, era su propio centro. Desde la cabecera de la cama emanaba el ser mismo, y en cada hipostasis el ser se reflejaba y recreaba... Yo era la unica conciencia, el unico dios en el mundo. Como Asterion, caminaba y caminaba en mi laberinto. No queria victimas ni sacrificios (En efecto, ¿que doncella franquearia mi puerta para ser sacrificada?) y por lo tanto no temia la intrusion de ningun Teseo de uniforme y gorra, y ni siquiera me preocupaba la intromision de algun amigo ocasional que pasase a saludar. Ya lo habian intentado antes, sin resultado. La frecuencia de los timbrazos habia ido disminuyendo con el correr de las semanas. Finalmente el timbre habia dejado de funcionar o bien ya nadie venia al territorio.
Ese dia me fue desde el principio particularmente tedioso, tal vez por el otoño. La belleza ocre del remolino de sombras amarillas que danzaban afuera, bajo la fria luz de la mañana, contrastaban demasiado con el la habitual disposición de las provincias del territorio. Por primera vez, la logica del territorio se me mostraba absurda, sus leyes burocraticas, su historia un total hastio. Casi sin pensarlo me puse un impermeable raido, un par de zapatos en iguales condiciones, una camisa que mas bien era un trapo con botones, y un pantalon de pana. Era la primera vez en meses que sentia ganas de caminar. Con la misma decision con la cual me habia constituido en sumo soberano del territorio, baje por las escaleras los dos pisos que me separaban de la calle, y sali. Al cerrar la puerta vi a lo lejos un relampago.