29 mar 2019

Ayax

Para Celeste, que duerme hasta Sexta sin sospechar peligro alguno


Celeste dormía tapada casi hasta la cabeza. Medio de costado, medio boca arriba, media despatarrada, todo a medias. Salvo lo de estar tapada. Ahi se tapaba del todo o casi del todo. Muchas veces se le destapaban los pies y entonces corria peligro.
Fuerte, hermosa, valiente, Celeste era como Aquiles pero en version femenina. Y no el talon, sino ambos pies, enteros, eran su punto debil. Estaba escrito en el oraculo de Delfos que Celeste moriria el dia en que otro ser vivo tocase sus pies desnudos. Y cuando los pies de Celeste quedan vulnerables aparecen los caracoles.
Como es sabido, los caracoles son fieles servidores de Apolo. Apolo fue enemigo acerrimo del Pies Ligeros y odia a muerte a todos los que se le parecen. No fue otro sino este funesto dios de Pestes el que profetizo lo de los pies.
Mas de uno podria preguntarse: ¿Por que caracoles?. ¿No seria mas efectivo enviar las tradicionales serpientes? Bueno, resulta que los caracoles son mas faciles de encontrar en una ciudad humeda como Buenos Aires. Si el Dios quisiera enviar serpientes tendria que hacerlas venir desde San Miguel del Monte por lo menos. Tardarian dias en llegar y seguramente moririan de hambre y sed en el camino, o serian atropelladas por camiones o capturadas por inescrupulosos tratantes de animales. En cambio los caracoles, ademas de ser increiblemente asquerosos, son tan silenciosos como el mas silencioso de los reptiles. Trepan por las paredes, los demas insectos no los molestan, practicamente nada puede detenerlos.
Sin que Celeste lo sospeche, ya son numerosas las veces que este miserable diosucho intenta acabar con ella. Para desgracia y verguenza suya tenemos nosotros tambien poderosos aliados. Cypris y su escudero, amigos del bello Paris, se encuentran entre ellos. Siempre es mas dificil terminar con alguien que tiene enamorados que la protejan. Muchos no comprenden pero es justamente por eso que los troyanos tuvieron que matar a Patroclo antes de matar a Aquiles. Conmigo no la van a tener tan facil, y ya son varias las veces que he frustrado los intentos homicidas de Apolo y sus caracoles.
Para proteger el sueño y la vida de mi amada, mis luchas con los caracoles son cortas y frecuentes. La mayoria de las veces los descubro a tiempo. Por ejemplo, cuando recien estan ingresando a la pieza, trepando por la entrada o queriendo encontrar algun hueco en una ventana bien cerrada. Entonces, dependiendo de la cantidad (puede ser uno como veinte) y del tipo (puede ser el tipico caracol de jardin como una variante venenosa de Australia o Vietnam) Una vez, para mi completa incredulidad, el vengativo numen envio un horroroso ejemplar de Conus Geographus. Estos animalitos, del tamaño de una taza de Te, tienen un peligrosisimo veneno a base de insulina.
Otras veces los descubro cuando es ya casi demasiado tarde. Los veo trepando la cama con cara de inocentes (o mas bien, con caras que no tienen expresion en absoluto porque no son caras), con las antenitas oscilando y buscando siempre los pies de Celeste; o en el techo, cabeza abajo, justo encima de ella, listos para dejarse caer cual si fueran paracaidistas militares.
Esta mañana, por ejemplo, Celeste se tapo un poco mas de la cuenta, tanto que su cabeza de gorgona quedo casi en tinieblas bajo el acolchado. Ese tiron dejo al descubierto, naturalmente, ambos pies y tambien la parte baja de las pantorrillas. Para completar la desgracia, Celeste no llevaba medias.
Apenas quedaron los pies al aire aparecio, desde abajo de la cama, un gigantesco caracol. Nunca en mi vida habia visto semejante leviathan con antenas y caparazon. Era un magnifico ejemplar de Achatina Fulica, soberbio y regordete. Tenia el tamaño de una pelota de Rugby. Su color era de un pardo negruzo. Su aspecto, decididamente infernal. En mi interior me alegre de que Celeste, protegida por los suaves brazos de Morfeo (este dios siempre ha sido nuestro aliado) no tuviese que presenciar semejante horror. A medida que avanzaba iba dejando un oscuro charco de baba sobre el piso de madera. Iba a ser un tedio tener que limpiar el piso. De todos modos tenia que apresurarme: el Caracol habia comenzado a trepar.
Luchar a mano limpia con semejante coloso no iba a dar buenos resultados. Si bien no me considero un luchador exesivamente malo, lo cierto es que soy flaco tirando a enclenque, y ese caracol... bueno, tendrian que haberlo visto. No era cosa de tomar a la ligera. Si volvemos a la mitologia, yo me veo a mi mismo mas como un Ulises que como un Aquiles.  Y Ulises nunca hubiera peleado de frente contra Hector o contra Diomedes. Pense lo mas rapido que pude y se me ocurrio una idea.
Fui corriendo al comedor y descolgue mi maravillosa Claymore Escocesa. Para el que no este enterado de estos temas, la Claymore es una espada a dos manos oriunda de las tierras altas de Escocia. Pesa alrededor de 10 kilos. Mas que suficiente para partir al medio a cualquier caracol en la faz de la tierra. De todos modos, no queria dejar nada al azar. Corri a la cocina y rocie toda la hoja de la espada con abundante sal gruesa. Llegue a la pieza a los saltos, pensando que tal vez era demasiado tarde, y en que todo iba a terminar como una de esas horribles historias de Quiroga en donde el narrador llega siempre demasiado tarde para salvar a la victima pero siempre justo a tiempo para verla degollada o ahorcada o comida por las hormigas. Por suerte para mi, el caracol, en su intento de trepar verticalmente hasta el borde de la cama, habia resbalado y se habia caido al suelo sobre su caparazon. Y dado que el peso del caparazon del caracol, comparable al escudo de Ayax, no le permitia levantarse, este habia quedado fuera de combate cual si fuera una tortuga o un escarabajo. Usando toda la fuerza de mis brazos, levante la espada con ambas manos, listo para partir al monstruo al medio de un golpe limpio y seco. Pero viendolo asi, invalido para defenderse, con las antenitas olisqueando el aire y las ventosas como queriendose aferrar a la nada, senti piedad por el. Seguro de que no podia levantarse, baje la espada y procedi a limpiar la hoja con una servilleta. Luego volvi a colgarla en la pared. Volvi a la pieza y me lleve a Ayax (asi habia nombrado al Caracol) a la cocina. Despues de parlamentar un buen rato con el, decidi del todo perdonarle la vida.
Ahora Ayax vive en la terraza, y se encarga de mantener a raya a todos los caracoles que vienen, por encargo de Apolo, a atentar contra nuestra felicidad.

Los dioses siempre envidian la felicidad humana, por eso nos envian desgracias, pestes y Caracoles

26 mar 2019

Pequeños horrores (I)

- La barbarie empieza en casa (Morrisey)

En Bernal hay una casa. En la casa viven madre, padre e hija. Es una casucha derrumbada, casi una tapera. Se la alquilan a otro, a un tercero. Pero hay crisis, hay hambre, hay deudas. E ideas. Ideas nunca le faltan. Al proximo mes solamente viven en la casa padre y madre. Hija, cumplidos a la sazon los 13 años, ahora vive en la casa del tercero. Al menos por un mes no van a tener problemas de alquiler. Despues dios dira.

- Centro de Jubilados

En Mar del tuyu hay un centro de jubilados. Lo administran Rosa y Juan, porque el centro es su propia casa. Es un centro recreativo y social. Todos los dias muchos abuelos felices van a pasar el rato. La mayoria van por Eliana. Pagan la mensualidad y le hacen cosas. Eliana tiene doce años y siempre atiende a los ancianos. Ya esta acostumbrada porque trabaja desde los nueve.

- Segunda Generacion

En Ostende hay una madre y una hija que son a su vez madama y prostituta. En el barrio las conocen de toda la vida y no son pocos los vecinos que se acercan a tomar mate con las chicas durante las largas y aburridas tardes. La hija/prostituta tiene a su vez una hijita a la cual le auguramos un nada envidiable futuro.

- Escuela de Modelaje

En San Miguel de Tucuman muchas chicas quieren ser modelos. No se resignan a que solo las blondas de las colonias de polacos y alemanes lleguen a la tele y a las pasarelas. Muchas cometen el error de recurrir a cierta agencia de la calle San Martin. La escuela cobra mil pesos por mes y a eso de los dos o tres meses consiguen trabajo. Estos trabajos son casi siempre en el extranjero. Al parecer les va muy bien modelando en los paises limitrofes, porque nunca vuelven.

- 792

El 792 para a tres cuadras de la estacion de Moreno. Casi de madrugada una chica llego caminando a la parada del colectivo. No le gustaba caminar sola por la zona. Por suerte habia otra chica. Ambas eran muy jovenes, casi de la misma edad. Se miraron y en la mirada de ambas hubo un alivio.
- Al menos si pasa algo y grito hay alguien para correr y pedir auxilio - dijo la chica que ya estaba
- ja ja ja - se rio la chica que habia llegado.
- Cuando yo grite estaba sola y nadie me escucho - dijo la chica que ya estaba, y se desvanecio en el aire.

- La basura de algunos es el tesoro de otros

Pedro queria coger sin forro y Graciela queria tener su plata. Hay muchas combinaciones posibles, partiendo de estos dos deseos, que podrian culminar en la innegable realidad de un pequeño departamento de paredes rojas y sillones negros en donde Graciela le abre, ahora mismo, la puerta a Pedro.

- Triangulo

Maira lo habia visto a Landriel dos o tres veces. Landriel, para ella, era un señor mayor que, no entendia bien por que, era el novio de su hermana. Un dia su hermana le dijo que en realidad Landriel queria ser novio suyo y no de ella. El se lo habia pedido y como su hermana lo queria mucho le habia dicho que si. Entonces cuando Maira cumplio doce los tres se fueron a vivir a Rafaela. Vivieron los tres por un tiempito en la casa de Landriel. Un dia su hermana y Landriel se pelearon y desde entonces vivieron solo ellos dos. A Maira la volvieron a ver unos meses mas tarde en una conocida esquina del lugar en donde siempre las chicas se subian a los autos.


la calle verde

El teniente era sin dudas el terror del penal.
Primero supe de el de a oidas, escuchando aca y alla las cosas que contaban los presos. Despues un dia lo vi recorriendo los pasillos con uno de los guardias. Parecia una persona mas del monton. Alto, flaco, pelo cortado bien corto y de un rubio casi ceniciento. Es decir, no habia nada en la fisionomia del teniente que lo denunciara, que le avisara a los demas del monstruo que era. Tal vez lo unico destacable de este hombre su aspecto energico y decidido, pero nada mas. 
Al ser el teniente bastante lampiño daba la impresión de ser un enorme fideo. Asi le deciamos muchos de los presos. Claro que no en la cara y ni siquiera en su presencia. Sino entre nosotros. Deciamos "fideo" esto y "fideo" lo otro. Casi siempre "fideo" era seguido de categoricas calificaciones de las cuales "mal parido" o "sorete mal cagado" eran las mas benevolas.
Si bien yo repetia las chanzas y los insultos y me reia de ellos como el resto de los presos, no comprendia del todo el odio obsesivo que muchos de mis compañeros sentian por el teniente. Viendolo aquella vez caminar asi, tan despreocupado, charlando y riendo con los escoltas, sin un atisbo de miedo o de asco hacia los presos, hasta me parecio simpatico. Mas tarde me entere que hasta los mismos oficiales le tenian al teniente una mezcla de terror y respeto. Ellos tambien lo consideraban un monstruo. Y eso que entre ellos, los guardias, habia verdaderos animales.
Entonces paso lo de Bibiani. Bibiani era un moreno de casi dos metros. Lo habian traido de Mato Grosso por homicidio multiple y estaba alojado en la seccion mas jodida del penal: "criminales peligrosos". Al contrario de lo que pasaba con el teniente, Bibiani me daba la impresion de ser una verdadera bestia, un ser incapaz de razonar. A lo mejor era por cuestiones de idioma, pero el negro era mudo como una pared. Era de no decir nada durante una o dos semanas y, de repente, comenzaba una pelea por cualquier ridiculez. Era inmanejable. En el penal de Cuiaba se habian cansado de el.

- Vos dale tiempo. A la primera que arme vas a ver-. Le habia escuchado estas palabras al teniente mientras tomaba unos mates con un guardia en el paredon del patio mientras nosotros haciamos los ejercicios. Lo dijo casi como en chanza, como si contara un chiste. Pero en su tono habia algo tan sosegado, tan gelidamente tranquilo, que me dio mala espina. Era casi como si Bibiani ya hubiera roto algo, como si de alguna forma ya estuviese endeudado. De cualquier manera, no tardo mucho en hacerlo, es decir, en generar un quilombo. Fue en el mismo patio y unos dias despues. No llegue a entender porque pero el negro casi lo mata a golpes al Tucu. Y no es que el Tucu sea muy querido de nadie, sino todo lo contrario. Pero resulta que el Tucu, aun siendo un pedofilo y un soberano cacho de caca respirando, sigue siendo Argentino y residente de este penal. Muchos (no piensen mal de mi, yo no me cuento entre ellos) no estaban dispuestos a permitir que un carioca recien llegado de otro penal se las tomase con un local. Varios saltaron dispuestos a jugar el superclasico. Bibiani al parecer tenia una faca y el superclasico termino como termina casi siempre, con victoria Brasilera. 

Oficialmente este tipo de cosas se castigan distinto: Aislamiento por tantos dias, reduccion de salidas y otros privilegios, aumento de la condena. Las torturas y los castigos fisicos estan totalmente prohibidos por el codigo penal. Claro que  Empiricamente es otro pajaro el que canta. Lo mas comun, cuando uno mea afuera del tarro, son las palizas. Se dan siempre entre dos o tres, y siempre en las celdas de aislamiento. Imaginen tres o cuatro gorilas mal dormidos y mal pagados, calzando botas y llevando cachiporras de madera (con suerte estaran revestidas de cuero) dandole duro y parejo a un pobre infeliz descalzo y mal alimentado. Claro que este pobre infeliz es casi siempre un asesino o un proxeneta o un ladron o un violador. Despues, hay otras cosas. La mas tipica es el submarino. O la manguera, aunque esta mas que nada en invierno. Si el preso mato algun guardia o cometio alguna falta grave contra el personal del penal, puede darse por muerto. En esos casos a alguien "se le va la mano" en la paliza y en el obituario se escribe: "muerte por traumatismo" y la explicacion es una pelea entre internos. O aparece logicamente ahorcado en el baño y entonces casi no hay que explicar nada. 
La parrilla y la picana eran cosas muy propias del tiempo de la dictadura y luego, con la vuelta de la democracia, habian quedado completamente prohibidas hasta en el codigo no escrito. Claro que siempre hay algun romantico que piensa que todo tiempo pasado fue mejor, y el teniente era uno de estos de los que ya no hay. Supimos entonces que Bibiani iba a caminar la calle verde.

¿Alguna vez jugaron al veinticinco? En mi barrio, al que perdia le tocaba o quemarropa o puente chino. En el caso del puente chino (lo del quemarropa se los explico otro dia, a lo mejor cuando necesite una parabola del fusilamiento) lo que haciamos era ponernos en fila contra la pared (que ironia las vueltas de la vida) y colocar las manos contra el muro. Formabamos asi una especie de tunel. Entonces el perdedor tenia que pasar caminando (o corriendo, si era vivo) por debajo de ese tunel de brazos, recibiendo claro toda una lluvia de patadas y coscorrones. La calle verde era, en esencia, bastante parecido. Salvo que el no iba a poder correr, porque iba a estar atado de brazos a la culata de alguno de los guardias. Y salvo porque los que le iban a dar para que tenga no eran nenes jugando a la pelota, sino personal penitenciario armado de palos, varas de acero y dios sabe cuantas mierdas mas. Nunca entendi muy bien lo de "verde". Seguramente haga referencia al uniforme de los militares, a quienes seguramente debemos la invencion de este jueguito. 

Cuando el negro se entero se puso palido. Bueno, es decir, tan palido como se puede poner un nativo de la selva amazonica. En ellos la palidez es mas una expresion de la cara, de infinita desolacion. Entonces me di cuenta que a pesar de todo lo bestia que pueda llegar a ser, un hombre siempre es capaz de sentir miedo. 

El dia del castigo nos enteramos que su ejecucion iba a ser publica. Lo iban a hacer en el patio y mientras al negro lo molian a palos nosotros ibamos a formar y a mirar, como si fueramos escolares.

- Y cuidadito con hacerse el vivo. La guardia va a estar armada y el primero que haga algo o diga esta boca es mia se va a llevar una bala de recuerdo, ¿ta claro? - nos dijo uno de los guardias. Cuando llego la hora nos hicieron formar a punta de pistola. Lo cierto es que no hacia falta. Bibiani no nos caia bien y nadie, por mucho que odiasemos al teniente y al resto de los guardias, se iba a sacrificar para ayudarlo. Muchos formaron de hecho con aires de querer ver el espectaculo. 

Apenas lo vi al teniente, comprendi todo. Todo lo que se decia. Estaba transformado. Pasaba revista a los soldados, comprobando la dureza de las varas y garrotes. Hacia chistes de naturaleza futbolistica y lo exhortaba a cada uno, medio en broma medio en serio, a cumplir a conciencia con su deber para con la patria y con Dios. En la cara de los soldados pude ver que al que no cumpliera con las espectativas no lo salvarian ni todos los santos juntos. Y Mientras el teniente pasaba revista supe que disfrutaba con todo eso de una manera increible. El teniente era teniente de una manera accidental. Esencialmente, sustancialmente, era un verdugo, un verdadero especialista en la tortura, un artista del suplicio ajeno. Mirandole los ojos comprendi que le importaba muy poco la falta, que le importaba muy poco el castigo. Lo suyo era el arte por el arte.

Ahi nomas lo trajeron a Bibiani. Estaba descalzo y desnudo de la cintura para arriba. Cuando este vio la cara del teniente lo comprendio todo. Lo iban a matar a palos. Justo cuando paso por delante del teniente, Bibiani se detuvo.

- Perdoneme - le dijo. Para ser Brasilero tenia un acento bastante bueno. El teniente lo miro con aire ausente.
- ¿perdon? No le entendi - dijo el teniente.
- No se ensañe conmigo asi - dijo Bibiani. Miraba al teniente a directamente a los ojos. Tenia un tono de arrepentimiento, casi de suplica. Pasaron unos segundos. Como el teniente no dijo nada, el guardia le dio un empujon a Bibiani para que siguiera hasta el principio de la "calle". El negro volvio a frenarse.
- Ya se que estuve mal, pero tenga un poco de compasion. Le prometo que no va a tener mas problemas conmigo - dijo Bibiani. Le hablaba directamente al teniente, como si no hubiera nadie mas en todo el patio. - No me mate... sea compasivo...
Dos guardias se proponian a hacerlo avanzar por la fuerza cuando el teniente hizo un gesto para detenerlos. Dio unos pasos hacia Bibiani y entablo un dialogo con el.
- A ver. ¿que queres que haga? Vos mandaste al hospital a otro preso, apuñalaste a dos mas. Esas cosas se castigan sabes...
- No digo que no me castigue, pero esto... asi...
- ¿y te parece que a mi me gusta? - lo increpo el teniente - Lo que pasa es que ustedes son unos animales y no aprenden mas que a los palazos. Necesitan una guia... un padre, por decirlo asi. Y ese padre tiene que ser severo.
- Un padre tambien puede ser misericordioso - dijo el negro. No podiamos creer que semejante charla estuviese teniendo lugar. Mi perplejidad no obstante duro poco, porque entendi que el teniente le estaba tomando el pelo al condenado.
- Es cierto - dijo el teniente - ¿y entonces? ¿no voy a tener mas problemas con usted?
- Ninguno - le aseguro Bibiani.
- ¿Ninguno? ¿esta seguro, macaco? ¿Ninguno lo que se dice ninguno?
- Nemhun problema, ninguno - volvio a prometer Bibiani.
El teniente lo miro a los ojos por unos segundos. Parecia querer comprender algo. Respiro hondo y lanzo un largo suspiro.
- Bueno - dijo luego de volver a tomar aire - por esta vez voy a hacer la vista gorda. Te la voy a dejar pasar. Espero que te acuerdes siempre de este gesto y te sirve de freno para dejar de hacer barbaridades.
- Si.. si... - decia Bibiani agachando la cabeza.
- ¿va a caminar derecho de ahora en mas? - lo sonsacaba el teniente.
- Si
- ¿me lo promete?
- Se lo prometo.
-Bueno, bueno. Llevenselo nomas - ordeno el teniente. Dos guardias tomaron a Bibiani por los brazos y comenzaron a llevarlo adentro. No habian llegado a la mitad del patio cuando sono muy fuerte el pitido de un silbato. Inmediatamente seis o siete guardias se lanzaron sobre Bibiani con sus varas y garrotes. Instantaneamente el negro cayo al piso cubriendose la cabeza, pero los garrotazos y patadas llegaban con tal saña que era completamente inutil. 
El teniente se carcajeaba a viva voz y cada tanto pitaba el silbato con los ojos desencajados.
- ¡Duro! ¡Duro! ¡Denle con todo a este negro hijo de puta, haganlo mierda! - les gritaba a los guardias. Tales arengas ensordecian mas a los ya bestiales golpeadores, que renovaban con brios los pisotones y garrotazos. 
- ¡Denle, denle sin asco! ¡que no le quede un hueso sano al mierda este! ¿que hace Gutierrez? ¿quiere que le enseñe como se da con el garrote! ¡Eso! ¡Asi, carajo, asi! ¡¿para que carajo nace uno hombre?! ¡sin asco que esta mierda se tiene que acordar! -. El teniente frenaba sus arengas solo para mirarnos y desternillarse de la risa. Cuando terminaron con Bibiani estaba muerto. Estaba muerto mucho antes de que terminaran.    

21 mar 2019

La catedral: caida y reconstruccion

La catedral estaba, desde tiempos inmemoriales, emplazada en un hermoso prado.
Cuando la catedral comenzo a a arder, los campesinos corrieron hasta el rio a buscar agua a un rio cercano. Lamentablemente era demasiado tarde. Las cubetas de madera eran demasiado pesadas para trasladar el agua a tiempo. Por la prisa, muchos derramaron casi toda el agua en el camino de vuelta.
Algunos albañiles habian propuesto, a lo largo de la historia, la idea de construir canales que acercaran el agua a la catedral. Los campesinos siempre habian desestimado las ideas de estos masones. Seguramente muchos se arrepentirian de esto mientras veian arder los muros y desmoronarse los techos.
El derrumbe de la catedral fue interpretado como la señal inequivoca de que Dios habia abandonado la comarca a su suerte. Una tierra sin dios es una tierra desprotegida. Eso lo sabian todos los caudillos de las tierras circundantes. Tambien los campesinos lo sabian. Entonces el campesino rey ordeno a todos que corrieran a los aserraderos a fabricar picas y lanzas. Los maderos de las ruinas de la catedral se usaron para fabricar escudos. Los metales para fabricar lanzas y espadas. El oro para adornar los fastuosos yelmos. Los campesinos trabajaron dia y noche en la industria de la guerra.
Los señores de las tierras circundantes, que aun conservaban sus catedrales y por ende tambien sus dioses, no tardaron en atacar las tierras sin dios, como ahora llamaban a la comarca de los campesinos.
Las batallas fueron cruentas y sanguinarios sus combates. Los lagos se llenaron de cadaveres y se volvieron cienagas, asi como pantanos las antaño tierras fertiles que los circundaban. Cayeron para siempre los arboles de antaño. Los cultivos se tornaron ceniza tras los incendios ocasionados por invasores y defensores.
La guerra se volvio el estado natural de la comarca. Ya no habia campesinos, pues nadie trabajaba ya otra tierra que el cuerpo del enemigo. Ahora solamente habia soldados. Atraidos por la guerra, numerosos mercenarios de lejanas tierras barbaras se asentaron en la region. Estaba el Vandalo arrasador y el temible Visigodo. Estaba el terrible huno y tambien el Mongol, que arrasaba los campos con su caballo.
Con el tiempo estos mercenarios se casaron con las esposas e hijas de los muertos. El linaje de los campesinos desaparecio por completo.
Alguien dijo entonces que toda la guerra se hubiese evitado con reconstruir la catedral. Pero ya nadie recordaba, despues de tanto tiempo, a que se referia con reconstruir ni de que catedral estaba hablando. Esa era una tierra de guerreros y alli siempre habia habido guerra, guerra y mas guerra. Los señorios de las tierras circundantes, tataranietos de aquellos que habian empezado las guerras, se habian olvidado ya completamente de los dioses, tanto propios como ajenos, y abandonaron la invasion tan sorpresivamente como sus progenitores las habian empezado. Despues de todo la comarca de los barbaros no tenia nada para ofrecer. Era una tierra yerma, desolada por las enfermedades. No tenian rios ni bosques, y sus habitantes solo vivian del pillaje conseguido en la batalla.
Sin enemigos externos era cuestion de tiempo para que las tribus de mercenarios comenzaran a pelear entre ellas, y asi lo hicieron. Pero no por mucho tiempo, pues pronto les llegaron noticias de otras grandes guerras en tierras lejanas. Guerras en donde estaban las riquezas y el renombre. Pronto armaron sus carros y aprovisionaron sus naves. Una a una las tribus fuerzon dejando la comarca.
Cuando hubo zarpado la ultima de las naves, algunos viejos habitantes, lisiados y demas descendientes de los barbaros que por alguna u otra razon no habian podido viajar, comenzaron a salir de sus chozas, que eran practicamente como cuevas. Utilizando las maderas de escudos y arietes comenzaron a construir un edificio. Aun lo lo sabian. Estaban construyendo la Catedral.



14 mar 2019

A Tambor cerrado.

Fueron llegando uno a uno, a intervalos de diez o quince minutos. Se habían citado a la hora exacta, pero sabían que ninguno llegaría a tiempo. Aunque todos concurrían al evento por propia voluntad, era como si de algún modo quisieran retrasarlo. Tal vez pensaran aquello de primero en llegar, primero en irse. Y, sin embargo, por fuerza uno tenía que llegar primero que el resto. A medida que iban llegando se internaban por un marco sin puerta que daba a unas escalinatas.

Una vez que estuvieron los seis, alguien le puso llave a la puerta. No es que realmente creyesen que alguno pudiese escaparse antes del evento, pero de todos modos había que asegurarse. Entonces varios se reconocieron. Había cinco de la partida anterior. El sexto era un sujeto de esos que suelen pasar desapercibidos.
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Los cinco sabían que estaban en el mismo sótano de la última vez. Para el sexto solo era un sótano en el que nunca había estado. Los otros ya conocían las paredes de piedra, cargadas de humedad, el piso de tosca madera de pino, las sillas destartaladas contra las paredes y, justo en el centro, un enorme carretel de madera que volteado operaba como única mesa. La habitación era iluminada por una luz fría proveniente desde varios puntos con faroles de gas.

Cambiaron entre ellos los saludos de cortesía y las miradas vacías que eran tradicionales en las partidas, mas para matar el silencio y la incomodidad que para conocer o empezar una relación con el otro. Nadie miraba nunca nada con detenimiento. Entre ellos todo era oblicuo, indirecto, disimulado como en una partida de naipes. Y si bien el aura del lugar no era lo que se dice triste, lo cierto es que había demasiado en juego como para que alguno se animase a algo más que una vaga sonrisa.

Y así como no mirarse a los ojos era una regla no escrita, estaba también terminantemente prohibido dar sus señas o sus apellidos, o siquiera sus nombres de pila. Si no concurrían enmascarados era porque tradicionalmente se jugaba siempre a cara descubierta. Cuestión de confianza. Nadie iba a jugarse la vida con un enmascarado que fuese ser un agente de policía o un soplón potencial. Dar la cara era como demostrar que uno jugaba no para terceros o cuartos, sino para sí mismo. ¿había habido ya casos de infiltrados en las partidas? Claramente que los hubo. También casos de escapes. Estos últimos ocurrían cuando se jugaba a tambor cerrado y pasaban más de tres turnos sin desenlace. Entonces aquellos que no sabían perder por lo general alegaban todo tipo de pretextos para no seguir adelante y, en caso de no convencer al resto (cosa que siempre ocurría) intentaban directamente salir por la fuerza de la habitación. Los infiltrados eran incluso peores. Si se los descubría eran automáticamente liquidados.

Por esto es que en los últimos tiempos se habían extremado las medidas de seguridad. Por ejemplo, aunque estaba prohibido que los jugadores se conocieran entre si (podía haber trampas y hasta molestas ejecuciones, eso también había ocurrido) el organizador solía tener (bien guardados) los datos de todos los que alguna vez habían participado en una partida. La deserción o cualquier irregularidad (ir armado, hacerse seguir hasta el recinto, delaciones a autoridades, revelación de detalles a terceros) era severamente castigada por el organizador. Todos los jugadores expertos daban por descontado que, aunque los organizadores se presentaban a sí mismos como emprendedores particulares estaban en realidad asociados en una oscura red sindical que a su vez fichaba dentro de la gran estructura del crimen organizado. De otro modo la ruleta no hubiera seguido existiendo. Y menos aun hubiera llegado al grado de organización que tiene hoy en día. Algunos creen que la ruleta tiene incluso protectores y hasta aficionados en las más altas esferas de la justicia. Después de todo, cualquier negocio de alta rentabilidad (sobre todo los ilegales) nunca tarda en desarrollar toda una infraestructura, en su gran parte secreta y tan ilegal como la actividad misma, que garantice su cómodo funcionamiento. Lo único que podía acabar con la ruleta, paradójicamente, era la falta de jugadores, que era precisamente lo que había de sobra y en continua renovación.


Por estas razones ninguno de los cinco pensó siquiera en mencionarle al sexto que ellos ya se habían visto en la partida anterior. Después de todo, ellos mismos estaban sorprendidos. Era raro ver repitientes en la ruleta. Por lo general la gente que sale bien librada no repite la experiencia. ¿fue tal vez la perspicacia del organizador? ¿habría visto en ellos una valentía, un arrojo fuera de lo común? ¿o simplemente había sido el destino, ese falso remedo de la suerte, el que los había juntado nuevamente? También era rara la repetición del sótano. Normalmente se solía cambiar la locación de una partida a otra. Esto era así por razones obvias, pero también por motivos de superchería que los organizadores tenían el buen tino de respetar.

El mismo tipo que había cerrado la puerta, un rubio alto y desgreñado que en la partida anterior había sorprendido por su aplomo, pregunto en voz fuerte y clara la contraseña. Esta era una de las más recientes medidas de seguridad. Con motivo de comprobar la identidad de cada jugador sin revelarla, el organizador les hacía llegar, apenas unas horas antes de la partida, una contraseña.

Cada cual tenía una contraseña diferente:

- Paupalankatama - Dijo el sexto.
- La Cena está servida - dijo uno que era bajito y calvo.
- There's a Angel Standing in the sun - dijo el rubio desgreñado.
- Espiritismo - dijo sencillamente el cuarto, que era un señor ojeroso y pálido.
- 2 de Abril por la mañana - dijo el quinto, que en realidad era la quinta y una de las dos mujeres que había.
- Re-re-re-re... reinventa o dese-dese-desecha - dijo la otra chica, que al parecer era tartamuda o estaba demasiado nerviosa.

La ruleta, como todo juego en el que se apuesta, tenia numerosas variaciones en sus reglas y formas. Podía jugarse con una bala, con dos, con tres y hasta con cuatro. Lógicamente, a mayor cantidad de balas mayor era la probabilidad de muerte, y mayor la cantidad de dinero mínimo para entrar. Tanto es así que solo un industrial de tamaño considerable podría permitirse participar en una partida con tres balas. Con cuatro balas se hicieron contadas pero legendarias partidas en donde participaron poderosos elementos de la sociedad.

Una variación importante era si se jugaba al estilo circular o al estilo Mosquetero. En la variante "Mosquetera" o "Fusilamiento", un grupo de apostadores iba contra el que disparaba. Si el ruletista se volaba la tapa de los sesos, entonces el organizador, que era siempre su padrino y albacea, debía pagarle a cada apostador cuatro o cinco veces más de lo apostado. En cambio, si luego de jalar el gatillo la bala no salía, el organizador se quedaba con todo. De este todo debía pagar tanto al ruletista, que solía llevarse entre el 20 y el 30 por ciento, como el alquiler del lugar, los sobornos, la seguridad, la comida y la bebida si es que la había, y diversos gastos extra. Algunos organizadores, sobre todo los que tenían deudas enormes, eran muchas veces organizadores y ruletistas a un tiempo. Dado que la cantidad de balas en el revolver aumentaba siempre el riesgo de paga para el organizador, estos exigían apuestas enormes para tomar el riesgo de organizar las partidas. Lo particular de la Mosquetera era estaba más focalizada en las apuestas y en la emoción del morbo voyerista de la lluvia de masa encefálica y huesos que en el riesgo en si mismo. Aquí había una clara diferencia entre los apostadores, casi siempre burgueses aburridos y en busca de emociones fuertes pero seguras, y el ruletista, que era el que realmente estaba en el filo. Los apostadores apostaban su dinero contra el ruletista, que apostaba su vida. Era Valor contra riqueza, desesperación contra aburrimiento.

En la variante circular la cosa era muy diferente. Aquí todos los participantes eran a un mismo tiempo apostadores y ruletistas, por lo que la emoción del juego era máxima. Uno no solo apostaba el dinero, sino que también la vida. La emoción, al igual que las apuestas, solían ser mucho mayores en este estilo. El arma se disparaba una vez por persona. Se introducía la bala en uno de los orificios y luego se hacía girar el tambor. Se cerraba el arma con un movimiento rápido mientras el tambor aun giraba como en una ruleta. Así se aseguraba que la bala quedase alojada de forma segura pero indefinida en uno de los seis agujeros del tambor. Luego, por sorteo o alguna otra forma, se decidía el orden en el que cada jugador iba a gatillar el arma sobre su sien.
Esta variante circular podía ser abierta o cerrada. En la cerrada, que era la más común, cada uno disparaba una vez. Si la bala no salía en esa ronda, el juego acababa. En este caso el organizador tenía que pagar un monto idéntico al que ponía cualquier participante para ingresar, y este monto se dividía entre los seis. Era un caso de "paga la banca" muy poco usual. En la variante "abierta" de la circular, si la bala no salía en la primera ronda, esta volvía a empezar hasta que la bala saliese. Esta versión también era conocida como "muerte súbita" o "danza macabra". Algunos ex jugadores de los viejos tiempos, todos borrachos perdidos, narraban épicas danzas macabras en donde se habían oído veinticinco o treinta martillazos hasta la mortal detonación.
La variante circular cerrada tenia, a su vez, una variación. Las circulares cerradas normales, cada jugador hacia girar el tambor antes de dispararse. Con esto, teniendo en cuanta que un revolver clásico tiene seis orificios, estadísticamente cada jugador tenía un 20% de probabilidades de matarse si se jugaba con una sola bala, 40% si se jugaba con dos, 60% si se jugaba con tres. Probabilidades de supervivencia de 80-20 eran bastante bien vistas por los jugadores. Muchos de ellos bromeaban diciendo que era más seguro ganarse la vida a la ruleta que trabajando en el centro de Londres o Paris, donde los robos y asesinatos estaban siempre a la orden del día. Cuando la circular era abierta, la estadística demostraba que la probabilidad aumentaba por cada ronda que pasaba pero, haciendo siempre girar el tambor antes del disparo, siempre había un ochenta por ciento hipotético de salir con vida.

- Se juega a tambor cerrado, dijo el rubio. Y era cierto. Habían recibido la noticia de parte del organizador. "Tambor cerrado" era sin dudas la nueva moda entre los ruletistas "de vanguardia". Era también un paroxismo de la locura humana. En esta variante de la circular, el tambor se giraba solamente una vez, al principio. Luego cada participante tenía que disparar el arma. A medida que iba girando el tambor, las posibilidades aumentaban de la siguiente manera:

El primero tenía un 20% de probabilidades de descerrajarse la tapa de los sesos.
El segundo tenía un 25% de probabilidades
El tercero de un 25 a un 30%
El cuarto por encima del 30%
Al quinto, si le llegaba el turno, solo que solo le quedaban dos orificios y, en uno de esos dos, estaba la bala, por lo cual tenía idénticas posibilidades de salvarse como de morir.
El sexto era al mismo tiempo el más afortunado y el menos afortunado de todos. Porque si bien era cierto que las probabilidades de que el disparo no saliera en los primeros cinco gatillazos era muy baja, también era cierto que si no salía él estaba condenado a una muerte estadísticamente implacable.

- ¿algún problema con tambor cerrado? - volvió a preguntar el rubio. Su voz tenía un tono monocorde, desprovista de inflexiones. Nadie había dicho nada la primera vez que lo pregunto. Nadie dijo nada esta vez. Jugar a tambor cerrado exigía apuestas altísimas y daba también una mayor ganancia. Por lo general se apostaba prácticamente todo lo que se poseía: terrenos, bienes, esclavos, títulos. Los bienes del muerto se repartían a partes iguales entre los cinco sobrevivientes. Como nadie espera realmente morir por mas que se juegue la vida, nadie tenía reparos en hacer apuestas tan elevadas. Al fin y al cabo, perder la apuesta era perder la vida y los bienes poco sirven cuando uno no tiene un cerebro intacto para disfrutarlos.

El rubio, que era al parecer el que llevaba la voz cantante, puso cara satisfacción. El había llevado el papel de mediador en la partida anterior y parecía que también lo iba a llevar en esta. Declaro complacido que efectivamente estaban de acuerdo todos presentes y que iban a comenzar. Todos asintieron. Entonces el rubio hizo un gesto de abanico señalando a la mesa de carretel. Los presentes vieron entonces lo que ya sabían que estaba allí. Sobre la mesa había dos cajas. La primera era una caja de madera grasienta del tamaño de un cuaderno. La segunda, una pequeña caja de cartón, del tamaño de un puño.

- ¿Alguien quiere revisar primero? - pregunto el rubio. Hubo un pequeño silencio.
- Yo - dijo una de las chicas. Era la que tenia anteojos y trenzas. Esta vez no tartamudeo. El rubio le paso la caja. La chica la abrió y tomo el revolver con ambas manos. Lo sopeso unos segundos. Le sorprendió lo pesado que era. También lo aceitado que estaba. Abrió el tambor y miro con cuidado por cada uno de los agujeros. Luego le paso el arma al rubio. Este la examino más a rápidamente. Abrió y cerro el tambor. Luego lo retiro del eje y lo tanteo con los dedos con ademanes precisos. Uno a uno fueron examinando el arma. Todos se mostraron conformes con su estado.

- Ahora las balas - dijo el rubio.
- Examinemos una sola - dijo uno de los hombres. Era un señor de edad. Había permanecido casi en el fondo de la habitación. Tenía un aspecto sombrío y enfermizo. - Alcanza con una.
- ¿Todos están de acuerdo? - pregunto el rubio. Todos lo estuvieron, y la bala fue pasando entre las manos aceitosas por el contacto con el arma. Al sexto le asombro lo frio que estaba el proyectil. El resto, que ya habían examinado balas en partidas anteriores, ya estaban acostumbrados a esa diferencia de temperatura. A consideración general, la bala parecía estar bien.

- ¿Algún voluntario para cargar el arma? - pregunto el rubio. Casi nadie respondió. Pero el señor de aspecto enfermizo había visto la precisión y rapidez con la cual el rubio había manipulado el arma. Si bien no sospechaba alguna intención oculta, le generaba cierta desconfianza que terminara cargándola. Era una desconfianza similar a la que se podría sentir en un casino de un Croupier demasiado hábil.

- Yo lo hago - Dijo el señor sombrío.
- No estoy de acuerdo con que lo haga el - dijo la chica de las gafas. Sabía que el señor había sobrevivido al encuentro anterior. La seguridad con la que había gatillado en aquella partida le había parecido primero admirable, pero ahora que quería cargar el arma comenzó también a parecerle sospechoso.
- Parece que tenemos un problema - dijo el Rubio. - Podría cargarla yo si les parece...
- No lo tome a mal caballero, pero tampoco me sentiría seguro si usted la carga - le dijo el señor sombrío. - Si le parece, podría cargarla el.- dijo señalando al sexto. Este se asombro ante la propuesta. Tardo algunos segundos en contestar.
- Seria la primera vez que toco un arma en mi vida, pero por mí no hay problema siempre y cuando me expliquen cómo hacerlo -. Todos estuvieron de acuerdo en esa solución. El rubio entonces procedió a enseñarle el procedimiento. Le mostro, haciéndolo el mismo, la forma de abrir el tambor. Luego inserto la bala en uno de los agujeros. La mano hizo girar el tambor sobre el eje correctamente engrasado. El giro del tambor hacia un ruido crocante y fino. Sonaba como el canto de algún insecto, como si en uno de los orificios hubiese un grillo metálico y no una bala.

- Mientras aun gira se hace esto - dijo el rubio, y dando un rápido empujón con la palma cerro el tambor. - Es importante hacerlo rápido, mientras el tambor aun gira rápidamente. Si puede, hágalo mirando para otro lado. Como sabrá es importantísimo que nadie pueda intuir la ubicación de la bala.

- Entendido - dijo el sexto.

- De todos modos, no se presione - dijo la chica de anteojos - Cualquiera puede pedir abarajar de vuelta si sospecha algo raro. Incluso usted. El sexto se tranquilizo un poco al saber que la responsabilidad era compartida. Procedió entonces a imitar lo mejor posible los movimientos del rubio. Abrió el tambor y le dio un par de giros antes de meter la bala. Encajo la bala. Le sorprendió lo pulidas que estaban las paredes del orificio. La bala entraba en el cilindro con una justeza maravillosa. Nunca había pensado en lo terrible que era la inteligencia humana, que podía aplicarse con demoniaca perfección para casi cualquier objetivo. Le dio un empujón al tambor y este comenzó a girar. El cri cri metálico se oía en completo silencio. El sexto sintió seis pares de ojos, los suyos incluidos, enfocados fijamente en el giro del tambor. Luego hizo el giro de la mano y el tambor se cerró. Estaba cerrado. Había una muerte y era para alguno de ellos.

La chica de las gafas fue completamente consciente de esto. Era como si el aire se fuese agotando poco a poco. Llegado un momento, se agotaría completamente y uno de ellos moriría. Eso era fatal e impostergable. Solamente les restaba saber cuál de ellos seria.

El hombrecillo calvo no pensó en eso ni en ninguna otra cosa. Su filosofía era hacer el mayor esfuerzo posible para no pensar en nada. El sexto estaba demasiado concentrado en el revólver, que ahora había quedado apoyado peligrosamente en el centro de la mesa-carretel. El rubio tenía una completa confianza en que sobreviviría a la ronda, por lo cual, si bien pensaba en la muerte la concebía enteramente como algo que le ocurriría a otro, a alguno de los demás.

El señor de aspecto enfermizo estaba acostumbrado a pensar en la muerte. En su última visita al doctor, hacia algo de dos meses, este le había dicho que su dolencia no tenia mas cura que una paciente espera de la muerte. Desde entonces se había dedicado a pensar en su esposa y sus hijas, a las cuales quería dejarles la mayor cantidad de dinero posible. En lo único que pensaba era en que, si muriese ahora, las pobrecitas quedarían en la ruina.

La otra chica estaba demasiado asustada para pensar.

- Señores, Señoritas. Solamente nos queda decidir el orden. Para lo cual espero que todos hayan traído su dado. Evidentemente, los habían traído. Cuando todos asintieron el rubio fue hasta la puerta y le dio unos golpecitos. La puerta se abrió desde afuera y entro en la habitación un sujeto de aspecto peligroso. El sujeto vestía de manera desprolija y sus ropas eran las típicas del borracho perpetuo o del jugador empedernido. Con actitud altanera el sujeto se acerco a la mesa y sin mirar a nadie se dirigió a todos.

- Pongan los dados sobre la mesa - les ordeno. De manera inconsciente todos miraron al rubio.
- El caballero va a revisar la integridad de los dados - les explico - Como se imaginarán tenemos que descargar la posibilidad de que haya algún dado cargado. Por supuesto, no creo que ninguno de nosotros sea tan estúpido... pero uno nunca sabe, ¿no?
- Claro - dijo el hombre calvo tirando su dado sobre la mesa - uno nunca sabe.
- mejor prevenir que lamentar - dijo la chica de anteojos, y dejo su dado. El resto entrego su dado sin decir una palabra. Entonces el sujeto fue examinando los dados uno a uno. Los paso, con gran agilidad, de un dedo a otro. Varios los arrojo al aire y los atrapo como si fuese un gato jugando con su presa. Algunos los tiro sobre la mesa y vigilo como rebotaban. Luego, como última prueba, mordió cada dado de manera extraña. Hizo un gesto que no se sabía si era de aprobación o de desprecio, y escupió al piso.

- Todos buenos - dictamino, y sin siquiera despedirse con un gesto salió por la puerta de la habitación, la cual volvió a cerrar. El rubio, que había recibido todas las instrucciones por parte del organizador, procedió a explicarles como sortearían, usando los dados, el orden en que se dispararía.

- Cada uno tira el dado. Solamente una vez. Podemos tirar todos a la vez o tirar de a uno. El organizador recomienda, y yo lo apoyo, que tiremos de a uno. Si tiramos todos juntos los dados pueden mezclarse o chocarse entre sí, lo cual trae siempre disputas y pedidos de volver a tirar. Estimados, hay que evitar esto a toda costa. Si empezamos a pedir relanzamientos podríamos estar todo el día. Solamente puede haber una tirada. ¿están de acuerdo en tirar de a uno?

- Yo estoy de acuerdo - dijo el sexto.
- Si ningún dado está cargado, no hay problema en quien tira primero y quien último, será cuestión de suerte - el hombrecillo calvo.
- A mi me da lo mismo tirar ultimo - dijo el señor de aspecto enfermizo.
El resto no dijo nada.

- Si les parece, podemos tirar en el orden en que estamos ubicados ahora, de derecha a izquierda. Primero tiraría yo y luego en ese orden. Ultimo tiraría el caballero que dijo que no tiene problemas en hacerlo. ¿les parece bien? -. A todos les pareció bien. - Una vez que tiramos, el que saca el numero más alto será el ultimo. Si hay empate entre dos o tres, estos dos o tres vuelven a tirar para desempatar. Si hay empate entre dos de tres, vuelven a desempatar hasta quedar escalonados. De ese empate de tres quedaran el sexto, el quinto y el cuarto. Si hay empate entre otros números, también deberán desempatar hasta que todos quedemos escalonados. ¿entienden? -. En este punto hubo varias preguntas y respuestas, pero al cabo de unos minutos a todos les quedo claro. Entonces empezaron a tirar.

El rubio tiro primero, tal como habían convenido. Su dado era un dado de marfil autentico de tamaño estándar. Saco un 3. Luego tiro el sexto. tenía un dado común y corriente, de esos que podían verse en las timbas. También saco un 3. El hombrecillo calvo, que tenía un dado de vidrio pulido, algo gastado en las puntas, saco un 6. La chica de gafas saco un 1. Palideció y tuvo que sentarse. La otra chica, que estaba mortalmente aterrada, pareció perder una ínfima parte de su terror ante el uno de su compañera. Saco un 6 y reprimió una sonrisa por mera superchería. El señor de aspecto enfermizo tiro con su dado de madera y saco un 2. Se encogió de hombros.

Como había dos empates había que desempatar. El primer desempate fue entre el rubio y el sexto. El rubio saco un 1 y el sexto un 6. En el desempate entre el calvo y la chica aterrada dio un 2 para el calvo y un 3 para la afortunada chica. El orden quedo como sigue: Chica de gafas, señor pálido y ojeroso, el sexto, el rubio, el hombre calvo, la chica asustada.

El rubio tomo el arma y se la tendió a la chica de gafas. Esta la tomo con ambas manos y volvió a sentarse. temblaba ligeramente.

- Cuando quieras, podes tomarte tu tiempo - dijo el rubio con una voz que translucía algo de compasión. Sorpresivamente, la chica se quito las gafas, se puso de pie e instantáneamente apretó el gatillo. Por un segundo creyó estar muerta. Era sabido que el suicida nunca llega a oír la detonación que precede al proyectil que lo aniquila. Por un segundo, tuvo la sensación de que absolutamente todo, desde la visión de la habitación hasta el peso del arma en su mano, era una mera ilusión. Solo el miedo que sentía, ahora convertido en feroz alegría, la convenció de que seguía viva. Aun temblando, dejo el arma sobre la mesa.

El rostro de los presentes se ensombreció. Era el turno del señor de aspecto enfermizo. Este tomo el revolver por la culata e inmediatamente volvió a dejarlo. Mirándose de arriba abajo, se aliso la ropa y se acomodo la camisa y el saco que llevaba encima. Volvió a tomar el arma y pareció meditar algo.

- En el bolsillo de mi saco tengo una carta. Esta carta tiene en el sobre las instrucciones de lo que sería mi última voluntad. Si los favorezco con mi muerte, les pido como un amigo que le hagan llegar esta carta al organizador. ¿de acuerdo?

Todos le aseguraron que en caso necesario se encargarían de ejecutar el mandato. Entonces el señor se coloco el arma en la sien y, suspirando, apretó el gatillo. El cric del martillo golpeando contra el orificio vacío del tambor resonó en los oídos de todos. Para el señor de aspecto enfermizo fue el sonido más hermoso del mundo. Sonrió de manera apocada al mismo tiempo que suspiraba. Dos o tres mas de estos golpes de suerte y podía morirse tranquilo.

- Sera la próxima - dijo pasándole el arma al sexto.

Para el sexto todo era una pesadilla. Había perdido su hacienda apostando y la ruleta fue la única solución que había encontrado para sus problemas. Pero ¿no valía la vida más que una casa y algunos bienes? Ciertamente. Pero, ¿valía tanto la vida como para vivir el resto de sus años como un pordiosero, sufriendo mil penurias? Ciertamente no. La vida era para él un amante ocasional. La amaba pero no lo suficiente como para sacrificarse por ella. Si se le volvía tediosa, la dejaría sin dudarlo. Esta reflexión lo asistió en juntar el valor necesario. Apretó el gatillo y la bala no salió. El sexto se sintió inundado al mismo tiempo por una enorme felicidad y por un gran cansancio. Sentía volver sus bienes y las pequeñas comodidades que disfrutaba. También volvieron, por desgracia, el largo pasillo de los aburridos días que le quedaban por vivir como empleado de comercio.

- Mierda - dijo el rubio pasándose nerviosamente la mano por el flequillo.  - Mierda mierda mierda - repitió. Se sonó primero los nudillos de una mano y luego los de otra. La chica de gafas supo instantáneamente lo que hacía: intentaba calcular las probabilidades. La chica de gafas pensó que el rubio era bastante lindo y que si sobrevivía lo invitaría esa misma tarde a tomar un café a alguno de los bares del puerto.  El rubio se sonó la otra mano y luego hizo crujir la espalda. Recién ahí tomo el arma y se la coloco en la cien. Por un tiempo que se le hizo eterno, dudo. Luego apretó el gatillo sin que mediase su voluntad, como dirigido por una voluntad superior. Estaba convencido de que moriría. Pero junto a esta certeza, la confianza que siempre lo acompañaba clamaba que no lo haría, que sobreviviría. En el último segundo, justo cuando en el arma el tambor giraba perfectamente sincronizado con el martillo que caía, esta confianza se impuso. El martillo golpeo en el vacío y el rubio supo que lo había logrado. Se juro a si mismo que no volvería a intentarlo. Una parte suya sabía que mentía.

Ahora solo quedaban el hombre calvo y de baja estatura, y la chica asustada. La chica había vislumbrado, primero con algarabía, luego con sorpresa y finalmente terror creciente como sus compañeros se arriesgaban a la muerte y salían indemnes. Si bien todavía no estaba completamente aterrada, se aferraba como nunca en toda su vida a una sola idea: que el próximo gatillazo dispararía la bala.
- La bala está en la recamara, la bala está en la recamara, en la recamara, la bala seguro que esta, seguro, está en la recamara, por favor que este, que este en la recamara - murmuraba la chica tapándose la boca para evitar que la oyesen. Rezaba. Le estaba rezando a la muerte para que (por favor, por favor, por favor) se llevara a su compañero.

Por su parte, el señor calvo y bajito estaba incrédulo. No podía creer en su mala suerte. No solo había nacido pobre, bastardo y de poca estatura. Además, se había quedado calvo casi en su adolescencia, lo cual, siendo ya poco agraciado físicamente, le había deparado una soledad casi absoluta. Como si todo lo anterior fuese poco, esta nube negra que lo perseguía se había ensañado con él en los últimos años. Lo poco que había conseguido tras años de esforzada labor lo había perdido en los últimos meses en dos o tres inversiones que habían salido increíblemente mal. Había llegado a la partida anterior con la certeza de que esa mala suerte iba a terminar matándolo. Al parecer solo lo había dejado vivir para matarlo ahora. Antes de apretar el gatillo pensó que una vida con tanta mala pata no valía la pena de vivirse y, cuando la bala no salió, comprendió que si seguía vivo era justamente porque morirse era la mejor opción.

- Porca miseria - dijo el hombre calvo y bajito. Era casi injusto que tuviera que morir una chica tan joven y tan mona. Pensó en decirle estas palabras a modo de consuelo final, y sin dudas lo hubiera hecho si no fuese porque la chica se había desmayado apenas comprendió que la bala no había salido, lo cual fue inmediatamente después del clic del martillo mordiendo en falso.


Entre el rubio y el sexto colocaron a la chica, que por suerte era bajita y liviana, sobre la mesa carretel. La mesa era demasiado chica incluso para su pequeño cuerpo, por lo cual las pantorrillas y la cabeza le quedaban colgando en el aire. Casi inconscientemente se formo un circulo en torno a ella. El arma había quedado en el suelo.

- ¿ qué hacemos? - pregunto la chica de gafas - ¿esperamos a que se despierte?
- Las reglas claramente dicen que se tiene que matar ella - dijo el rubio.
- Cierto - dijo el hombrecillo calvo - no es justo que uno de nosotros se convierta en un asesino solo porque esta tiene nervios sensibles.
- Esperemos a que se despierte - dijo el rubio.
- Y después se pega un tiro y se acabo - dijo el calvo.
- Espero que tenga muchos bienes a su favor - dijo el señor de aspecto enfermizo.
- ¿queres ir a tomar un café cuando salgamos? - le susurro la chica de gafas al rubio
- Podríamos dispararle ahora - dijo el sexto. Hubo un silencio incomodo. Todos lo miraron.
- ¿vos le vas a disparar? - pregunto incrédulamente el calvo.
- Estaba aterrada, la pobrecita - dijo el sexto. - Ya sabemos que se va a morir. ¿qué sentido tiene hacerla sufrir? Si de despierta va a ser como si despertase de una pesadilla en otra pesadilla, solo para saber que le espera la peor pesadilla de todas. ¿no les parece cruel? - argumento el sexto.
- Acá el caballero tiene un buen punto - acepto el señor de aspecto enfermizo.
- A mi me da lo mismo - dijo la chica de gafas. El calvo pareció meditar unos instantes y finalmente se encogió de hombros. – Lo que sea para que terminemos cuanto antes - dijo.
- Páseme el arma por favor - le dijo el sexto al rubio. El rubio se agacho y tomo el revolver. Apunto y efectuó un único disparo, preciso y sorpresivo. La bala salió del arma y trazando una diagonal ascendente, paso a través de la cara del sexto, haciendo un túnel entre la carne y la materia gris que terminaría por salpicar las paredes, el suelo y las gafas de la aterrada chica de gafas. La bala terminaría incrustada en el techo. El cuerpo del sexto yacía inerte en el suelo. Hubo un silencio absoluto. Todos miraban el arma humeante que aun estaba en las manos del rubio. Nadie atinaba a moverse, como si hubieran olvidado que el arma solo tenía una bala.

- Este tenía el triple de propiedades - dijo el rubio mientras se agachaba y acomodaba el arma en la mano derecha del sexto, que ya comenzaba a agarrotarse. Era obvio que el rubio tenía datos precisos, quizás era amigo del organizador. Era imposible saberlo. El rubio lanzo una mirada a su alrededor. Buscaba objeciones. Pregunto si todos estaban de acuerdo con ese resultado. Como siempre, el resto solo asintió.

12 mar 2019

Amigos, lo que se dice amigos, tengo pocos. ¿han escuchado esta frase? Se suele decir en los asados, en los fideos del domingo, generalmente golpeando el vaso contra la mesa. Es cierto que este golpe no es muy fuerte, no hay que exagerar. Es solo un ligero aceleramiento del vaso que desciende, lo suficiente como para que el golpe sea un acento a ese "pocos". Tambien, por lo general suele exagerarse la palabra "amigos", mas que nada remarcando en acento en la letra i. Amiiiigos, lo que se dice amiiiigos, de esos tengo pocos. Lo cuento con los dedos de mi mano derecha.
Porque los amigos, los de fierro, son siempre pocos. Yo hasta lo he escuchado en entrevistas de trabajo, se los juro. ¿Pasatiempos? pasar tiempo con mis pocos amigos, que seran pocos pero equiparan en calidad lo que pierden en numero. Los amigos, si son pocos, dos veces amigos. Hasta Aristoteles, ese tipo que invento practicamente la mitad de las ideas de occidente, estaba de acuerdo. Puedo citarles la fuente: Etica a Nicomaco, Capitulo X, "de la cantidad de amigos". La postura del mejor alumno de Platon, si no quieren leer el capitulo, se puede sintetizar en dos frases: "Jamas con muchos sera posible tener una verdadera amistad" y "los que tienen muchos amigos pasan a no ser amigo de nadie".
Como en muchisimas otras cosas, los occidentales somos Aristotelicos sin siquiera saberlo. Pensamos que, como dice el refran, quien mucho agarra poco aprieta. Y si esto es asi en la amistad, ni que hablar del Amor, ese tipo tan raro y tan sobrevalorado de amistad con condimentos sexuales, del que tanto se ha hablado, tanto se habla y seguramente tanto se hablara. Si los amigos son pocos y duran mucho tiempo, el amor es uno solo y dura para toda la vida.
Si me preguntan a mi, les cuento que cuando estoy en un asado o en una reunion de cualquier tipo, y alguien dice, con evidente orgullo, que tiene pocos amigos, me pasa que siento algo raro. Hay algo que me extraña, que me hace ruido. No es tanto la frase como el tono, como el orgullo que un poco se esconde y un poco se muestra. Al decir que sus amigos son pocos, el que habla quiere dar a entender que son verdaderos. Son verdaderos... ¿por que? ¿porque pasaron, entre otra decena de personas, ciertas pruebas que los acreditan? a mi no me consta. Hay que decirlo: se puede tener pocos amigos y que esos pocos amigos sean falsos. Y si tener pocos amigos fuese signo de su calidad, entonces el mejor amigo seria siempre nuestro unico amigo, y el mejor amigo de todos seria no tener ninguno, seria uno mismo. Y por ridiculo que parezca, ideas tales como "existe un mejor amigo" y "uno mismo es el mejor amigo" son defendidas por mucha mas gente de la que a simple vista, leyendo las frases, podria o querria creerse.
A mi me parece, sin animo de ofender, que el hecho de tener pocos amigos no demuestra mas que la ineptitud que tenemos para las relaciones sociales. Asi como la falta de ideas demuestra la falta de libros, la falta de dinero la incapacidad de conseguirlo, y asi y asi. Ademas, si es bueno tener un amigo, mucho mejor lo sera tener dos, y muchisimo mejor tener veintiocho.
Sere un Bakuninista irredento o un mal imitador de Roberto Carlos, pero no veo un limite definido para la cantidad de amigos que se puede tener. Si yo pudiese tener un millon de amigos los tendria sin dudarlo. Si no puedo tenerlos la culpa es enteramente mia. Las relaciones sociales son, por ahora, completamente gratuitas. Y cuando no lo son dejan de ser sociales y pasan a ser relaciones de produccion.
Yo, si alguna vez digo que tengo pocos amigos, lo diria mas con verguenza que con orgullo.

8 mar 2019

carta 3

Amigo Portero, gracias por su respuesta. ¿puedo llamarlo asi, amigo? Supongo que si sostenemos una correspondencia es porque ya tenemos ese tipo de relacion. Claro que para usted, un ser que supongo centenario, las relaciones tienen una valor completamente distinto que para mi, que soy treintañero a gatas.
Respondiendo a su ultima invitacion, por supuesto que me gustaria juntarme a tomar unos mates. Claro que, en estos momentos, la reunion se dificulta un poco. Me he mudado nuevamente. ¿sigue usted en Buenos Aires? me imagino que cuando uno vive tanto tiempo ya no tiene sentido cambiar de sitio, sobre todo si conoce tan bien la ciudad.
Por mi parte, yo he salido de la urbe. Usted bien adivinaba cuando decia que yo trabajo en el micro centro porteño. Bueno, trabajaba. Tiempo felizmente pasado.

Me habia olvidado de Proserpina. Ella, como Victor Sueiro, tenia la costumbre de ir y volver periodicamente al infierno. Victor Sueiro, no se si lo recuerda, termino por irse al infierno definitivamente, tal vez por eso de que quien mal anda, mal acaba. Dicen que Proserpina, tambien llamada Persefone, tenia un novio alla. En el infierno, quiero decir. Al parecer al novio no lo querian mucho en la casa de ella, por lo cual la picara se escapaba siempre que tenia la oportunidad. No me sorprenderia que usted la conozca, al menos de vista.

Pero volviendo a mis cosas, le cuento que he conseguido escapar bastante a la vigilancia a la que me tenian sometido. Apenas sali de Buenos Aires, la vigilancia bajo considerablemente. Mucho me temo (aunque en realidad me alegro) que el infierno, como tantas otras instituciones burocraticas, esta centralizado en la capital. Se ve que no tienen personal en las provincias. O al menos no en la Patagonia, que es donde actualmente estoy. Otra teoria, que le confieso me gusta mas, es que aqui en el sur rige una mitologia completamente diferente a la Cristiana. Una mitologia mas clasica y pagana, no se si me entiende. Aqui hay mucho culto a los arboles, y es mas factible ver cosas como hadas y duendes a ver demonios o sucubos. Quizas mucho de la vigilancia que percibia en la ciudad era solamente paranoia. Todo el que viva un buen tiempo en alguna metropoli tiene, por fuerza, que sentirse mas o menos vigilado. Sobre todo ultimamente, cuando hay tanta policia que uno se siente casi en una inmensa penitenciaria.
Me llama poderosamente la atencion lo que me cuenta del cielo. Tambien me desilusiona un poco. Yo creo que la suerte es algo que se arrastra mas alla de la tumba. Aqui naci en un barrio bajo y tengo la seguridad de que, cuando me toque ir al otro lado, no ire a parar precisamente a un buen barrio. De todas formas, como le dije en la primera carta, nunca albergue muchas ilusiones de ir al cielo. Como ultimo recurso, siempre puede uno convertirse en Nimrod y tomar el cielo por asalto, como quien dice en una entradera bancaria.

De todas formas, y aunque aqui me sienta bastante seguro, seguire su consejo acerca de mantener el perfil bajo. Respecto a la regla, lo mejor es que no hablemos mas de ella, al menos por el momento. No sea cosa que de tanto revolver el guiso terminemos por arruinarlo. Por cierto, he revisado los pliegues de las cartas anteriores y no note mayores modificaciones, por lo cual no hay razones para creer que ellos estan censurando este carteo. Es sin dudas como usted dijo: somos peces demasiado chicos para una vigilancia extrema.

Antes de despedirme, quiero contarle algo. Tal vez sea lo mas importante de toda la carta, y por eso lo he dejado para el final: He capturado un demonio. ¿le interesa? Succede que son bastante mas debiles de lo que comunmente se cree. O quizas sea que estan en territorio hostil, lejos del poder diabolico que los sustenta. Observandolo comprendo que se trata de un demonio menor, de un ayudante apenas. Debe ser la primera vez que sigue a alguien. Esto pasa por mandar a un cadete con poca experiencia. Actualmente lo tengo atrapado en un frasco de mermelada tamaño mediano. Confeccione un sello con una estampita del Papa Francisco. No se si es efectivo o no, pero el efecto comico es innegable.
Una vez que se vio atrapado, el demonio intento algunos metodos de escape. Primero intento convencerme ofreciendo tratos suntuosos y muy convenientes para mi. Pero yo he caminado muchas veces por las grandes avenidas porteñas, y he escuchado innumerables cantaletas de fanaticos religiosos, vendedores de tarjetas de credito, esbirros de prostibulo y tarjeteros de la mas diversa calaña y, en fin, que se cuando me estan metiendo el perro.
Cuando vio que no iba a picar con eso, procedio a hacer ruidos molestos para que lo liberara. Primero empezo a llorar como un recien nacido. Usted hubiera visto que buena imitacion hacia de ese berrinche insoportable. Luego cambio la tonada y empezo a sonar como la alarma de un celular. Le admito que era bastante molesto. Cuando comenzo a sonar como musica electronica de bajo presupuesto se me hizo insoportable. La solucion me vino magicamente a la mente. Cabe un pozo y lo enterre. Es sabido que soterrar un cuerpo ahoga cualquier tipo de sonidos. Lo deje enterrado dos o tres dias, a ver que pasaba. Cuando lo desenterre, dejo de hacer ruidos. Lo que hace ahora es cambiar de forma cada diez o veinte minutos. No entiendo por que lo hace. Quizas busca una forma que me conmueva, o alguna que pueda romper el frasco de vidrio. Hace un rato era un cangrejo hermitaño, y ahora es una mantis religiosa. Me imagino que cuando se canse se ira a dormir un rato.

Volvere a escribirle cuando ande por Buenos Aires. Actualmente, le confieso, no tengo demasiadas ganas.

6 mar 2019

Otra variacion sobre la puerta del infierno

En esta ciudad hay una puerta que da directamente al infierno. Bueno, no directamente. Hay que seguir una serie de tortuosos pasillos zigzagueantes en los que mas de uno puede perderse para siempre. Si se atraviesa esta serie de pasillos que muchos han dado en llamar laberinto, se llega al mismisimo infierno. Asi como lo oyen. O al menos eso cuenta la leyenda.
Hay quien dice que el infierno no es otra cosa que el laberinto mismo. Que no hay diferencia entre el pasillo y el infierno. Que nunca se llega al infierno realmente, que la esencia del infierno es justamente su eterna ausencia. Pero esta es solo una variacion de la Leyenda original, la cual hablaba efectivamente de un infierno. En la leyenda original ( o al menos en la mas difundida, porque hablar de "original" en un mito es casi irrelevante) el infierno es un oceano. Un oceano aplastante y denso, negruzco como la pez. Un oceano de alquitran. Si uno anda desprevenido y abre la puerta el oceano se le viene encima.
La leyenda se dice asi, "La Leyenda" con mayusculas; Porque leyendas hay, cada una con su nombre, muchas y muy variadas. Pero asi como Aristoteles es siempre "El Filosofo" y Averroes es siempre "El comentador", asi tambien "La Leyenda" a secas es siempre el secreto de que, aqui y ahora, en esta ciudad de cien mil puertas, hay una de ellas (no se sabe cual y entonces puede ser cualquiera) que conduce al infierno. Hay quien dice que esta puerta va cambiando continuamente, dia tras dia, y que nunca es la misma puerta dos noches seguidas. Algunos adivinos han propuesto que la puerta cambia con las fases de la luna. Algunas Hetairas han dicho, susurrando y entre sonrisas sugerentes, que "puerta" es solo una metafora de raja, y que ellas saben bien como abrir y cerrar la puerta.
El origen de la leyenda se pierde en el tiempo. Es, como minimo, tan vieja como la ciudad misma. Hay quien dice que es incluso mas vieja, es decir, anterior a la fundacion de ciudad, que es lo mismo que decir que es anterior a la fundacion del mundo, porque la ciudad o es el mundo o es su orden perfecto. ¿Que habia antes de la ciudad?, preguntan los niños; Uno les dice que un bosque o que no sabe, pero la verdad es que antes de la ciudad no habia nada, no podia haber nada. En todo caso si habia algo es mejor no darse por enterado. Si habia algo antes de la ciudad entonces ese algo es el infierno. 
Nuestra hermosa ciudad, con sus murallas, torreones, zigurats, palmeras, maravillosos jardines colgantes y estanques, fue fundada hace siglos por los dioses del cielo y de la tierra. Y si bien nos hemos hecho ilustres por nuestra cerveza y nuestras prostitutas, lo cierto es que son las puertas de la ciudad las que la hacen unica y diferente. Y no me refiero a las ocho grandes puertas, tan elogiadas por los sabios y arquitectos, y ni siquiera a la luminosa puerta de Ishtar (de la cual, dicho sea de paso, se dice que es una copia exacta de la puerta del cielo) sino a todas y cada una de las puertas. E incluso, con especial enfasis, me refiero a las puertas insignificantes, a las puertuchas comunes y corrientes. La puerta del fondo de la pescaderia, el tabique del callejon. Claro, esto solo lo perciben los habitantes, no los turistas. Estos buscan lo espectacular. Nosotros sabemos que el diablo esta en los detalles.
Como toda sensacion cotidiana y familiar, es muy dificil de explicar a lo que me refiero cuando hablo de lo especial de las puertas de mi ciudad. Supongo que se puede hablar de un constante sentimiento de vertigo ante las puertas. Y aunque, como  es obvio, la ciudad esta plagada de miles de puertas de todos los tamaños y colores (puertas de palacios, puertas de barracones, puertas de comercios y puertas de templos) lo cierto es que, si uno se fija bien, hay algo en comun entre todas ellas. Algo asi como una sombra o una esencia de puerta, como si un mismo fantasma se escondiera detras de todas ellas pero de ninguna en particular. Hay en la ciudad una parabola que reza: Preferible es la inseguridad de la puerta abierta a la certeza de la cerrada.
Es aqui donde la ya mencionada leyenda toma relevancia. A nosotros los babilonios nos encantan las puertas abiertas y, si nos dan a elegir, preferimos las cortinas a las puertas y los marcos a las cortinas. Nuestros templos poseen hermosos arcos que dejan entreveer las salas acojinadas en donde nos esperan las enloquecedoras Hetairas de Inanna. Aborrecemos las puertas cerradas y tapiadas, los tabiques y las cerraduras. En cada puerta cerrada vemos un oceano listo para aplastarnos, para ahogarnos en alquitran no sin antes quemarnos las entrañas. Nuestra ciudad esta plagada de ladrones. Nosotros los odiamos, pues la delincuencia nos obliga a cerrar las puertas, generando asi potenciales entradas al abismo infernal. Los ladrones extranjeros se aprovechan de nuestra locura y saquean nuestros templos y recintos sagrados. Nosotros los maldecimos y, cuando los atrapamos, nos regocijamos sacandoles los ojos y cortandoles las manos.
Odiamos vivir con este miedo, siempre en la proximidad del infierno. Ni siquiera nos atrevemos a cerrar la puerta de nuestro cuarto. Los mas supersticiosos arrancan de cuajo las puertas de sus casas. Tampoco confiamos en los espejos que, como se sabe, son una subespecie de las puertas. Si de nosotros dependiera, abririamos de par en par todas las puertas de la ciudad. Mas como siempre una de estas contiene nuestra destruccion, no nos atrevemos siquiera a empezar.
Por supuesto, se nos ha dicho que bastaria con no abrir nunca mas cualquier puerta que se cierre. Esto, nos dicen, eliminaria la posibilidad de inundaciones y, mas importante aun, acabaria con el miedo. Los que asi hablan no conocen el final de la leyenda.
Y es que esta escrito: la puerta no esta hecha para que nosotros entremos, sino para que algun dia el infierno salga. 

Estimado Portero:

¿Ha leido mi carta anterior? P Tengo la esperanza de que si y, de todos modos, espero se encuentre usted bien. Yo por mi parte no estoy lo que se podria decir "de maravilla". Es mas: ha succedido lo que mas temia: he dado con la regla esoterica.
Es decir... no estoy seguro de ello al cien por ciento. De hecho, si di con la tercera regla, la esoterica, fue de forma fortuita. Tan fortuita que ni yo me di cuenta. ¿se da cuenta? Se que la se, pero no se que es lo que se. Pero si no se lo que se supone que se, ¿como se que efectivamente poseo el conocimiento? Porque cuando uno sabe algo, verifica que lo sabe precisamente en la forma y contenido de lo sabido. Se que usted asi lo piensa, y efectivamente yo tambien. Es decir, este silogismo se aplica a la gran mayoria de los casos pero, como usted tambien sabra, cada regla tiene la excepcion que la confirma. En este caso, deduzco que conozco la regla porque estoy siendo perseguido. A
Doy por descontado que usted, mas versado que yo en las jerarquias infernales, sabe de que hablo. Es decir, que conoce mejor que yo la identidad y el cargo de los seres que me acosan. Le confieso que ese es uno de los motivos, sino el principal, que me motivan a escribirle esta segunda carta. Por supuesto que mi interes hacia usted y la curiosidad por el estado de sus cosas son tambien motivos poderosos pero, al final de cuentas, la propia seguridad es lo primero.
¿que dice, podria y querria S usted ayudarme? Cualquier informacion, sea burocratica o biologica, sobre la naturaleza de mis perseguidores me seria de vital ayuda, ya sea para escapar o para pensar en alguna contramedida y ¿por que no? , en alguna confrontacion. Para exorcisar un demonio lo principal es saber su nombre.
Mientras le escribia esta carta me he puesto a cavilar acerca de su silencio. En efecto, nunca respondio mi primera carta. ¿a que se debe esto? ¿puede usted justificarse? Por supuesto que puede ser que en primer lugar nunca la haya leido, que jamas haya llegado a sus manos. Si es asi, estoy perdido, porque esta carta C correra igual suerte.
Tambien puede ser que le haya llegado la carta pero que asi como llego fue arrojada a la basura, sin siquiera ser leida. Pero, ¿y si la leyo? Entonces o le intereso o no le intereso. En este punto las posibles bifurcaciones, dependiente cada una de la interpretacion de mi carta, son casi infinitas. Muchas de esas intrepretaciones hubieran motivado una esquela de respuesta y muchas otras no. De las segundas hay una que me preocupa, y es la posibilidad de que usted me haya denunciado con sus ex jefes o, en otras palabras, que usted haya alcahueteado con las autoridades infernales. Dado que estas mismas autoridades lo despidieron sin O contemplaciones, quiero creer que este no fue el caso porque, de ser asi, usted seria un carnero ademas de un alcahuete.
Lo se, lo se. Me estoy dejando llevar por mi paranoia. Le pido disculpas. Pero pongase en mi situacion. Yo le escribi y al hacerlo tome un riesgo. Mi direccion estaba en el remitente. El cuerpo del a carta hablaba de cierto posible descubrimiento: una regla esoterica para salir del infierno. Pondere, sopese usted el valor, tanto espiritual como economico, que tal regla tendria para los cientos de millones de condenados. Quien estuviera en 2 posesion de esa regla podria no solo ponerse una empresita de traslados ida y vuelta por el Leteo, sino que tendria el monopolio de la fuga de almas. En fin, como le decia, yo tome este riesgo. Le envie la carta. No recibi respuesta. Y al poco tiempo comence a ser asediado por una verdadera tropa de seres del inframundo. Duendes, sombras espeluznantes, ruidos sordos en la noche, trasgos, demonios menores en forma de gatos, perros, ratas y murcielagos, elementales de fuego y aire, sucubos de dudosa reputacion. ¿puede asegurarme usted que no tiene nada que ver, que no me ha denunciado, que efectivamente destruyo el remitente de la carta? Y es que solo leyendo la carta anterior podrian ellos, sus jefes, saber al mismo tiempo mi descubrimiento y mi direccion... aunque tambien 3 es posible que ellos hayan interceptado la carta antes de que llegara a sus manos. Bien pensado, esto es muy posible.
¿nota usted, querido portero, estar bajo vigilancia? ¿ha escuchado algo acerca del servicio de inteligencia del infierno? Parece improbable que una institucion milenaria dedicada al suplicio de los seres humanos no posea un departamento encargado de espiar a sus futuros huespedes. Solamente asi serian posibles las torturas a medida de las que tanto se habla en los textos de oriente. Minos, Radamantis y Aiakos pueden ser grandes magistrados, 6 pero jamas podrian dictar sentencia sin un gran equipo de trabajo que les recolecte pruebas y evidencias. Trabajo de hormigas, ya sabe.
Lo mas seguro, señor mio, es que usted se encuentre bajo estricta vigilancia desde el momento mismo en que fue desvinculado de su celula. Es logico que asi sea. Sabe usted nombres y lugares, sabe contraseñas, conoce procedimientos. Ha visto caras y escuchado apellidos o al menos apodos. En resumen, tiene usted demasiada informacion.
Llegados a este punto, le advertire de lo obvio 3A: ¡no confie en nadie! De hecho, ¡no confie en mi carta anterior! ¡no confie tampoco en esta carta! Si ellos la interceptaron, es seguro que no se han limitado a leer. Seguramente han suprimido pasajes y alterado otros. Incluso pueden haber agregado parrafos enteros que no son de mi autoria. ¿que le han dicho en esa carta? Empiezo a pensar que ellos han añadido insultos o agravios tales que motivaron su falta de respuesta. Incluso puede que hayan modificado el remitente y, si usted contesto, le haya enviado una carta a un habil espia de ultratumba.
Le pido que en su respuesta a a esta carta, si la hay, me envie una copia manuscrita de la primera carta que recibio, asi como tambien de esta misma. Yo tengo la mania de guardar siempre los originales de las cartas que envio, con lo cual si hubo cambios o adulteraciones, podre comprobarlo y rectificarlas en una tercera carta. En caso de no haber diferencias, estaremos seguros de que todo esto de la vigilancia es producto de mi paranoia.
Va llegando el tiempo de despedirme. Debido a los acontecimientos que le narre, me vi obligado a abandonar mi domicilio anterior, por lo que el remitente que le figura en el sobre es totalmente falso. Si quiere responderme, debera buscar el remitente oculto en el cuerpo de esta carta. Actualmente me hallo habitando un cuartucho de pension en el conocido barrio del once. Es bien sabido que esta zona es un inferno por si mismo y que, como infierno autonomo, tiene cierta inmunidad frente a otros infiernos, sean estos pretendidos o reales, por lo cual me siento seguro al menos momentáneamente.
Supongo  que esto es todo por ahora. Espero asiduamente su respuesta.