21 feb 2021

Mañana de un domingo cualquiera

Abro los ojos. Primero uno, luego el otro. Izquierdo, derecho. Luego vuelvo a cerrar el derecho. Miro el mundo como un ciclope. Por alguna extraña configuracion de mi cerebro, solo puedo cerrar el ojo derecho a voluntad. Si cierro el izquierdo, tengo que cerrar ambos ojos. 

Me levanto, quiero levantarme, no me levanto. Pienso, creo que me levanto. Que voy al baño. Que empujo la puerta con la cabeza, cabizbajo como un sonambulo. Que entro. No necesito abrir los ojos, no necesito mirar nada. Lo conozco, conozco ese baño. De memoria. Cada detalle. Es pequeño, humedo, levemente verde. Como una caverna. Entonces, si fuera al baño - sigo acostado - haria pis. No levantaria la tapa, pues seguramente estaria levantada. Muchos hombres, creo que la mayoria, necesitan llevarse una o dos manos al pito para dirigir el chorro, pero yo no. Es una extraña habilidad la de poder mear sin agarrarse el pito, lo se. Ademas, es inutil teniendo dos manos, pero de todos modos estoy ridiculamente orgulloso de ella.

Vuelvo a abrir un ojo. Naturalmente, todo era un sueño. Si cierro los ojos, siento y veo que estoy en un barco, sobre las aguas. Si abro un ojo el mar se desvanece. Celeste duerme al lado mio. Su pose es increible. Boca arriba, su pelo negro, tan hermoso, naturalmente rizado, cinotico, pletorico de ondulaciones, me recuerda a las dunas del desierto. Su cara, levemente regordeta, a la de un querubin. Tiene una expresion placida, identica a las de cualquier doncella durmiente de un cuadro renacentista. Su piel blanca, su pelo oscuro, sus parpados suaves y sin dureza. Conserva todavia, casi intactos, muchisimos de los rasgos de la juventud. Andaba por los veinte años cuando nos conocimos; Ahora anda por los treinta. No diria que ha perdido nada, sino mas bien que ha ganado algunos rasgos. Los siete u ocho filamentos plateados que serpentean entre los cientos de filamentos oscuros, cual estrellas en la noche, es uno de ellos. Por supuesto, hay tambien dos o tres vulgaridades en su expresion. Las suficientes para mantenerla humana. Dos o tres vulgaridades, en cualquier rostro, son las que permiten anclar ese rostro a la tierra y comparar. Sentar la similitud. Algo completamente hermoso, perfecto, se me antojaria hasta repugnante. Antinatural. Robotico. Alienigena. 
Hay gente que es horrenda cuando duerme - yo, por ejemplo - pero Celeste es terriblemente hermosa. Los rasgos de su cara, ahora que duerme, estan libres de los gestos desdeñosos que hace desde que se levanta hasta que se acuesta. Por supuesto que esos gestos - cinicos, duros, afilados - tambien me gustan, pero su cara cuando duerme es totalmente otra cosa. Quizas sea porque la amo, o quizas la ame porque es hermosa. Paradoja dificil de resolver. De todas formas, pienso, no es mi culpa.
El resto de su figura tambien me recuerda a los cuadros de la escuela prerrafaelita. Quizas es la luz de la pieza. Una luz tenue, que varia entre el azul metalico y un naranja desteñido, lo que le da a la escena el aspecto de cuadro. La sabana se enrieda entre sus piernas, como una serpiente. Comienza por los tobillos, y sigue una increible linea de torsiones y vueltas, para volver a apresarla por la cintura, cubriendo el abdomen, el estomago, el diafragma, y casi todo el pecho. Uno de los brazos se pierde entre las sabanas. El otro yace a un costado, levemente flexionado. Para completar el cuadro renacentista queda el hecho de que el pecho izquierdo escapa no solo de las sabanas, sino tambien del sosten. 

La examino un poco mas, agudizando la vista de mi unico ojo, y dictamino en mi calidad de soberano que tiene lindas piernas. Bien formadas, diria para ser preciso. Me sorprende que pueda mantenerlas pese a no hacer ningun tipo de ejercicio. Si hiciera algun deporte - futbol, por ejemplo - tendria unas piernas fantasticas. Tambien me gustan sus hombros. Ahora que se ha dado vuelta - para evitar los constantes asedios de la gata, que ya nos ronda como una fiera que acecha a la presa, recordandome a las manscupias de Cortazar - y me da la espalda, puedo apreciar la suave curva de sus hombros. La espalda de una mujer es casi siempre hermosa. Una mujer cuyos hombros desnudos no son atrayentes es una mujer que decididamente no es para mi.

Lamentablemente, la ilusion del cuadro no dura mucho, pues la gata ronda y ronda. Da vueltas en el colchon, ronroneando, emitiendo pequeños maullidos de walkie talkie, demandando nuestra atencion como una pequeña monarca, como una reina caprichosa y exigente. Sus pasos acolchonados hunden levemente el fornido colchon de resortes. Es sigilosa, pero de todas formas puedo sentirla. Y Celeste tambien. Noto que su respiracion se interrumpe. Vuelve a girarse una, dos, tres veces. Emite un quejido y comprendo que ya esta despierta. Va a levantarse en cualquier momento. A la una, a las dos, a las tres. Se ha levantado. Su cara expresa fastidio. Pero la gata, contenta, corre a refregarse contra ella. Ha conseguido su cometido, al igual que lo consigue todas las mañanas. A veces pienso que sencillamente matariamos a la gata si no tuviera un pelo tan hermoso y si no fuera tan pequeña, si no tuviera la cabeza del tamaño de una pelota de tenis. Tambien nos gustan muchas otras cosas de la gata: que sea destructiva, que sea desdeñosa, que tenga innumerables caprichos. Necesitaria otro texto para describir todas las cosas que nos gustan de la gata.

Celeste ya se ha ido rumbo al comedor. Exactamente como yo, ella no abre los ojos. Puede ir y volver del comedor con los ojos completamente cerrados; Descalza y arrastrando los pies; Con el pelo enmarañado moviendose con vida propia, cual Medusa. Va a ponerle comida a la gata. Es la unica forma de que nos deje tranquilos, aunque sea por un rato. Luego vuelve y se acuesta. Se sumerge en el sueño casi al instante. Es otra de las cosas que le envidio: su increible capacidad para desvanecerse, para dejarse ir como en un rio. Su rostro pierde inmediatamente todo el fastidio. Vuelve, como por un hechizo, a adoptar el aire de querubin. Le diria que es hermosa, pero no quiero despertarla. Se lo digo de todos modos, porque claramente no me escucha. Y si me escuchara no lo creeria. Se molestaria si se lo digo. Se molestaria si supiera incluso que lo pienso. Seguramente se molestara cuando lea esto, si es que lo lee. Ya veremos. 

15 feb 2021

 Estaba en la parada del 34 waiting the bondi. Con el barbijo puesto y la mirada perdida en algun punto del suelo. Mi cerebro divagaba en el analisis que Hume hace del criterio racional para evaluar un milagro: la negacion del hecho debe ser mas milagrosa que el milagro mismo.

En eso siento una mano en el hombro. Una mano pequeña, que mi cerebro intuye tiene que pertenecer a una criatura. La mano me da dos o tres toquecitos, gesto universal de llamado de atencion.
Me giro y levanto la vista. Espero ver un nene o una nena, pero mi cerebro inmediatamente ajusta y calibra, y lo que tengo delante es una anciana.
Es bajita, no debe medir mas de uno cincuenta. Da la impresion de haberse encogido, de ser una version mas pequeña de si misma, una version concentrada, depurada, que a lo largo de su vida fue perdiendo sutilezas y vanidades. El eslabon interior de una muñeca rusa. Tiene ojos saltones y pequeños, que de algun modo me recuerdan a los las ardillas o a cualquier roedor pequeño y curioso. Las pupilas son muy oscuras. Me recuerda un poco a mi propia abuela. La expresion es leprechaunesca, y diria burlona, pero para esto seria necesario verle la boca y la anciana lleva barbijo.
¿que quiere? ¿dice algo? Creo notar que habla, pero o habla muy bajo o habla un lenguaje diferente. Su brazo apunta al cielo, en cierta direccion. Miro y comprendo. Comprendo inmediatamente.
¡el arcoiris, el arcoiris!
Eso es lo que murmura, eso queria comunicar la emocion que veo en sus ojos de ardilla. Muevo la cabeza, devuelvo la mirada. Gesto x gesto. Que comprenda que comprendo. Le digo alguna estupidez, como "no se ven muy seguido", cuando en realidad lo que quiero decirle es gracias. Gracias, porque no cualquiera comparte un arcoiris. No cualquier ser humano siente esa necesidad, tan natural para mi, de no poder pasar la felicidad a solas, de tener que transmitirla de algun modo.
Solo soy feliz, pero con el otro soy completamente feliz. La anciana lo entiende tan bien en su gesto como Aristoteles en su politica.
Balbuceamos alguna otra cosa, yo en español porteño y la muñeca en su ruso natal. Entendimiento mas alla del lenguaje tipico del momento complice.
Cuando subimos al 34 al menos le dejo el asiento. Cierto: en comparacion con un arcoiris un asiento no es nada.
Reflexion de san valentin que se escribe sola. Elija su metafora favorita: el amor es como la lluvia en febrero, el amor es como un arcoiris en un cielo tormentoso, el amor es querer compartir lo bueno con el otro. Porque si. A lo fito en dar es dar.
Pero sobre todo el amor es amor a la vida, es capacidad de maravillarse como un chico a los 70 años. 
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Joaquin Armental, Ana Chazarreta y 2 personas más
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