28 dic 2018

Estar Muerto

Puedo concebir, sin problemas, un mundo sin dios.
No existe y se acabo, es lo mas facil del mundo.
Pero no puedo concebir un mundo sin yo.
La negacion del yo es la muerte
No puedo concebir la muerte
Pero morir
morir si. 
Un proceso corto o largo
rapido o lento
sucio o asceptico
aburrido o alucinante
rapido como un disparo
o tortuoso como un laberinto
la muerte siempre un poco como la vida
¿tal vez por eso concebible?
Quizas quizas pero despues
y antes
el abismo de atras y el abismo de adelante
A veces pienso que es realmente imposible 
estar muerto
del todo
Pero en el caso de que sea posible
no lo imagino como una nada
es decir como un inmenso impenetrable
charco de negrura
ni como flotar  sin cuerpo en una pieza
tapiada sin puertas sin ventanas
Sino mas bien como una pared blanca
sin lineas sin muescas solo blanca
que se extiende por todos lados
no deja pasar nada ni el aire ni el agua
ni el amor ni el odio ni la venganza
ni, por supuesto, tampoco los billetes
parece obvio pero hay que aclararlo
que la muerte es una cerca blanca
tan blanca como el lirio en el campo
"Dejar de existir" es solo una frase
Es horroroso lo se, pero
seguir viviendo a veces
es horroroso tambien
o peor

27 dic 2018

La Muerte de Arlequin


Cuando Arlequin hubo cometido todos los crimenes posibles los ciudadanos se cansaron de el y decidieron eliminarlo. No apelarian a ninguna justicia conocida, pues era sabido que Arlequin tenia amigos poderosos y terminaria por burlar los complicados mecanismos de Temis.
Sus atrocidades eran tan abominables como innumerables, y tan innumerables como las estrellas del firmamento. Habia cometido tantos asesinatos, robos, estafas, violaciones, abusos, incendios, desfalcos, suplantaciones, disturbios y demas latrocinios que, a decir verdad, nadie podia recordarlos todos. A Arlequin se lo suponia parricida, matricida, magnicida de amados monarcas, seductor de virtuosas reinas, corruptor profesional de principes y princesas, raptor de niños pequeños. Era conocido como un despidado torturador de personas y animales, como un brillante piromano, como un sagaz escapista y un ladron rapaz e inescrupuloso. Tambien era desertor en cuanta guerra peleo el pais, y por supuesto subersivo a veces y servil otras, ademas de un traidor a la patria y, como si todo lo anterior fuera poco, Arlequin era un ateo declarado.
Como tenian miedo de que escapara, se cuidaron muy bien de ponerlo en aviso y organizaron una turba. O mas bien deberiamos decir que la turba, fiel a su naturaleza popular, estallo de manera espontanea. Nadie puede predecir cuando estallara una turba. La cosa ocurrio asi: Arlequin fue sorprendido un jueves por la tarde, en el callejon de la pescaderia, intentando violar a la hija del pescadero, que a la sazon tenia doce o trece años. Es facil imaginar la natural indignacion que succito el crimen en el alma sencilla pero honrada de vecinos y mercaderes (por no hablar del pescadero, que apenas recibio la noticia salio disparado a buscar su arpon). Tal vez lo curioso es que este estallido de sana rabia no hubiese ocurrido antes ya que, hablando en serio, Arlequin habia sido pescado cometiendo crimenes mucho peores que lo que en ese momento intentaba hacerle a la pobre hija del pescadero. Algunos suponian que Arlequin era un consumado brujo negro ya que, al menos hasta esa fatidica tarde, todos los hechos y dichos concernientes a su persona parecian caer rapidamente en una extraña bruma. Y si bien las noticias siempre indignaban al pueblo, este parecia olvidarlas misteriosamente rapido. Y dado que las noticias siempre eran reemplazadas por otras nuevas (ya que crimenes y hazañas no faltaban) parecia que el pueblo vivia en una rabia constante pero moderada, nunca lo suficientemente fuerte como para estallar en una accion justiciera contra el que ellos mismos denominaban monstruo, adefecio, asesino, sodomita, engendro infernal y de otras mil maneras. Incluso habia quien, detras de su honrado asco contra el criminal, alimentaba una avidez constante de novedades. Por esas extrañas relaciones que se forman en la mente de los gentiles, Arlequin era a un tiempo chivo expiatorio y principal distraccion de la plebe.
O al menos asi lo era hasta que fue aprendido por la turba en el callejon. Fue linchado inmediatamente por los comerciantes y habitantes del lugar. Le dieron una paliza con palos, azadas, rastrillos y con todo lo que tenian a mano, desde cucharones de madera a pesados cocos. Fue llevado a rastras hasta la plaza del mercado, y atado al mastil en donde flameaba el escudo de su majestad. Y fue entonces cuando el agraviado pescadero, que hasta ese momento habia sido retenido y sujetado por dos o tres fornidos panaderos, fue dejado a sus anchas para que tomase su merecida venganza. Y es que si lo hubieran dejado desde un principio, el resto se hubiera privado del placer del linchamiento. Y como dijo la rubicunda hilandera (que se compadecia del pescador a pesar de que odiaba secretamente a su linda hija) : "con los del genero de Arlequin no hay que ahorrarse las palizas". Y asi fue que el pescadero, que antes habia sido pescador y mas atras aun habia sido marinero, tomo su afilado arpon y de un solo arponazo le atravezo el pecho a arlequin, generando un reguero de sangre que muchos suponian que vendria de su atravesado corazon, pero que otros, los que lo suponian brujo, demonio o alguna especie de reptil, aseveraban que venia sencillamente de algun otro organo cualquiera, pero nunca de uno que no tenia.
Y aqui termina la historia... o bien, aqui podria haber terminado. Segun fuentes oficiales, no ocurrio mucho mas. El Rey en persona condecoro al valiente pescadero, y al enterarse que habia sido marinero le ofrecio un puesto honorifico en la armada real. Los linchantes anonimos fueron tambien debidamente identificados y premiados, y hay quien dice que mas de uno que no habia tenido nada que ver, que solo habia mirado o que ese dia ni estaba en el mercado salio a decir que tambien habia pegado cierto numero de palazos o golpes de azada. Por miedo a quedarse corto en su magnanimidad, el rey no escatimo felicitaciones ni monedas de oro con su cara. Eso si, una monedita para cada uno, porque el tesoro real no era infinito aunque se dijiera lo contrario. En cuanto a la desdichada hija del ahora brigadier, sabemos que por lo menos no quedo deshonrada. Su horrible situacion conmovio a un compasivo Noble local que, si bien la doblaba en peso y la triplicaba en edad, no tuvo reparos en casarse con el pobre angelito.
Ahora bien, es bien sabido que ademas de las fuentes oficiales, hay muchas otras. Apocrifas se puede decir. No le podemos prestar atencion a todas, porque son muchas y la mayoria falsas y como dice aquel refran de españoles, "beber de muchas fuentes desvanece el vientre". Claro que beber de una sola es igual de peligroso, por mas sellos reales con las que venga.
Entonces, hay quien dice que fue el mismo Arlequin el que, despues de haber cometido todo los crimenes que podia imaginar, sencillamente se canso (porque tanto va el cantaro a la fuente y ustedes ya entienden) y se dejo aprehender. Esta version de la historia en su favor un solido argumento: Era vox populi que Arlequin tenia los ojos de un aguila, el oido de un perro de caza y tambien la velocidad de la liebre que los deja atras. Tenia ademas una verdadera estrella para encontrar los momentos justos y practicamente una constelacion entera para escaparse. Si lo seguian a caballo, llovia o nevaba. Si iba en barco, habia bancos de niebla. Si lo seguian de noche nunca habia luna, y siempre asi. Realmente era raro que un truhan tan experimentado, que habia penetrado palacios para acostarse con reinas, y fortalezas para robarse joyas familiares, hubiera sido atrapado en un callejon del mercado como cualquier gorrion adolescente. Hay quien dice que lo hizo aproposito, que ya estaba cansado. Que a proposito la dejo gritar, cuando tan facil hubiera sido la mordaza o la daga en la garganta, y que luego de que gritase,  a proposito se quedo donde estaba, magreandola y diciendo groserias, y que obviamente los vio venir, ya de lejos, oliendolos, escuchando los pasos que se acercaban y las puertas que se abrian. Los pregoneros oficiales decian que habia sido sorprendido en flagrancia, literalmente con los pantalones bajos, y que por eso no pudo correr. A la gente le gustaba esta version por lo comico de la escena: el gran criminal intentando correr con un grillete de calzones en los tobillos, cayendo y siendo apaleado, era sencillamente genial. Las castas hijas de los mercaderes, bien aconsejadas por sus madres, decian que habia sido un castigo del cielo; Pero las picaras del bajo mundo: prostitutas, gitanas, videntes, ladronas, comadronas, brujas, envenenadoras profesionales; Todas estaban seguras de que habia sido el diablo cobrandose el contrato. Pero otros, los mas avispados, los cazarrecompensas y alguaciles que habian intentado, sin exito, atraparlo por años, recelaban de esta version que los dejaba en ridiculo a ellos mismos. Pero eran los otros truhanes, los que habian planeado con Arlequin robos y atentados, fugas y estafas, los que estaban convencidos de que la historia oficial, como ocurre muchas veces, era falsa.
Pero claro, estos tambien sabian que el apetito de Arlequin por los vicios de la carne, por la sangre, la aventura y la riqueza eran tan insaciables y huecos como el tonel de las Danaides. ¿Arlequin, cansado de los robos? ¿cansado de los secuestros, de los asesinatos, de las borracheras? ¿cansado de su mala fama, la cual celebraba hasta caer rendido en las tabernas? Esto les parecia aun mas increible, mas inexplicable, mas inverosimil que el asunto de los pantalones. Habia que encontrar una tercera historia, algo que estuviese entre el una y otra. Asi fue que surgio otra version, la version de los criminales, de los de abajo, la version del mundo de las sombras: A Arlequin lo habian traicionado, lo habian vendido, lo habian emboscado. Si, asi tenia que ser. Habian sido los Nobles, o el Obispo, o los Reyes, o alguna mujer despechada, o cualquier combinacion entre estos. Aqui hablaban los viejos zorros, los arabes vendedores de alfombras, los guias de caravanas y los asaltantes de caravanas tambien: habia sido una conspiracion, alguien le habia avisado a los guardias reales, el pescadero y su hija eran en realidad mercenarios contratados, ese dia alguien habia envenenado la comida de Arlequin, un tal Pierrot, viejo compañero de andanzas de Arlequin lo habia vendido por dos taleros de oro. Claro que nadie sabia a ciencia cierta quien era ese Pierrot, y los que decian saber tambien decian que Pierrot habia desaparecido hacia años o incluso que la historia era ridicula porque Pierrot habia sido asesinado por Arlequin en una trifulca ocurrida hacia una decada. Pero claro, no faltaba quien aseveraba que ese dia en la plaza vio a Pierrot sonriente y entonces o el estaba loco o era el fantasma de Pierrot cumpliendo su venganza. Fenechka, una antigua amante de Arlequin, le dijo a sus amigas entre risotadas que Pierrot no era otro que el mismo Arlequin, que como era sabido habia usado una gran variedad de nombres artisticos en su larga carrera;  Y si bien es cierto que Fenechka estaba bastante borracha cuando lo dijo, no por esto su version es menos creible que las del resto. Y de cualquier modo, esto no impidio que los honorables asesinos y ladrones de renombre iniciaran en todo el bajo mundo una caceria del supuesto Pierrot, asi como de otros posibles sospechosos de traicion y enriquecimiento ilicito, es decir, ilicito hasta para los ilicitos enriquecimientos de los bajos fondos. Todo aquel que aparecia con una bolsa de oro era mirado con recelo y entonces alguien se preguntaba: ¿no seran esos los taleros de Pierrot? La llamada "caceria de los taleros", tambien conocida como "venganza de Arlequin" genero una considerable escalada de violencia intercriminal, en donde sospecho que mas de uno aprovecho el contexto para degollar a su compañero de habitacion y robarle la bolsa o la mujer. Uno de los caidos fue el desafortunado brigadier-ex-pescadero-ex-pescador-ex-marino, quien aparecio misteriosamente envenenado en sus flamantes nuevos aposentos. Aqui las versiones tambien varian, y los culpables van desde los vengadores de Arlequin, hasta los propios altos mandos de la armada real, que supuestamente no toleraban que un simple pescadero se considerase Brigadier.
Prosigamos. Siganme, oh lectores, en este razonamiento: de todas las historias, solo puede haber una verdadera. El resto, claro, serian falsas. Tambien puede ocurrir que, como en este caso, todas las historias sobre un hecho sean falsas. Es decir, todas las que hasta ahora hemos contado. Pero, ¿como identificar una historia falsa? Los filosofos han escrito muchos y muy sabios tratados sobre este tema, y todos concuerdan en lo siguiente: no hay ningun sistema, mas alla de las faltas contra la logica de Aristoteles, que pueda servir para impugnar un relato. Un sabio Escoces escribio no hace muy poco un brillante tratado en donde explicaba que, dado que bajo la tierra pueden ocurrir milagros y cualquier hecho fantastico, uno puede estar seguro de que cualquier cosa imaginable por el hombre es factible de succeder en la realidad, y por lo tanto de narrar. En nuestro caso, vemos que todas las versiones del asesinato de Arlequin estan de acuerdo con la logica del ilustre discipulo de Platon y que, por lo tanto, son iguales de verosimiles. Aqui, nuestro sabio y rechoncho amigo Escoces nos ayuda nuevamente. Y es que siendo todos los relatos igualmente probables - nos dice - seran solamente los hechos los que den validez a uno por sobre otro. Entonces, ¿como identificar una historia falsa? La posiblidad de hacerlo es solo una: conociendo la historia verdadera, es decir, conociendo los hechos. Y por suerte para usted, que me ha seguido hasta aqui perdonando incluso mi aburrida disquisicion filosofica, yo conozco la version verdadera porque conozco los hechos.
En efecto, amigo o amiga, en efecto. Se sorprenderian ustedes, que por mi modo de escribir este relato me imaginaran un noble o al menos un profesional de gremio, si supieran que no soy mas que un inmundo borracho. He tenido dias mejores, sin duda. Pero no los aburrire con mi historia. Les basta con saber que que ese dia jueves yo estaba, como el resto de los dias del año, empinando el codo en uno de los bancos aledaños al callejon. Aunque la zona es un poco sucia y apesta a pescado, a col y a tierra, es tambien bastante sombria y fresca, lo cual es ideal para las tardes polvorientas del mes de la divina Juno. En fin, ahi estaba yo empinando el codo y riendome de la vida, imaginando historias y tapandome los ojos con el dorso de la mano, cuando de repente escucho pasos, conversacion, forcejeo. Supongo que el malevolo Arlequin habria llevado a la hija del pescadero hasta el callejon con algun truco o engaño, para luego proponerle toda clase de suciedades, las cuales la pequeña pescadera, que en ese momento era mas bien la pequeña pescada, si se me perdona el juego de palabras, rechazo inmediatamente para intentar volver con su padre. Yo no pude ver si esto fue asi porque estaba mas bien a la vuelta de la esquina, en el banco. Pero al escuchar el forcejeo me acerque, mas curioso que indignado, a ver en que terminaba todo. Ya se lo que estan pensando, y dejenme decirles que si, que tienen toda la razon: soy un ser inmoral y despiadado. A decir verdad, no me preocupaba mucho la suerte de la hija del pescadero. Jovenes engañadas y deshonradas las hay por montones. En cambio, noten ustedes que pese a toda su fama y notoriedad, a todo lo que supuestamente hizo y a todo lo que se dice de el, yo nunca habia visto a Arlequin cara a cara. Como ocurria con la gran parte del pueblo, yo solamente imaginaba a Arlequin asi y asa. Los afiches que se pegaban en las plazas y en los ayuntamientos, en donde se ofrecian cuantiosas recompensas por su cabeza, lo mostraban como un ser basto y horroroso, con todos los rasgos del barbaro medieval, una cara que mas se parecia a la de un orco o un troll que a la de un ser humano de a pie. Y los grabados populares, que aparecian en libros prohibidos o en obras de artistas malditos (porque Arlequin era tambien o mas que nada un personaje del imaginario popular, un cuco de los niños pequeños y el villano de las historias que corrian de boca en boca) lo representaban como un ser elfico o diabolico, de angulosas facciones, ojos rasgados y malignos, cabellera larga o encrespada como las llamas de una fogata, barba de chivo o una tupida barba como la del pirata. Estas pintorescas y variadas representaciones de Arlequin deben haber contribuido mas a su libertad que a su captura, pues dejenme decirles que Arlequin, es decir, el rostro de Arlequin, era un rostro comun y corriente. Hasta se puede decir que era un rostro bello. Pero comun y corriente, perfecto para pasar desapercibido. Rubio cenizo, con el pelo corto y ordenado, barba apenas incipiente y una edad que oscilaba entre los 20 y los 50 años. Los ojos, que hacian temblar a las damas de alcurnia en su reuniones puesto que o eran soles o eran teas candentes, eran sencillamente unas canicas avellana sin ningun signo caracteristico. Me dan enormes carcajadas cuando pienso que Arlequin pudo haberse sentado en la taberna al lado de cualquiera de ustedes, o pedido habitacion en su posada, o haberle cedido caballerosamente el paso en el puente del Castillo, y usted no habria sospechado nada.
No habia visto a Arlequin y me acerque. No dejandome ver, me escondi tras de un seto que ridiculamente crecia en ese callejon de sombra. Desde ahi vi el rostro que les describo, colocado en un cuerpo menudo. Fue ese cuerpo el que detuvo a la pescaderita cuando esta quiso marcharse, para comenzar un corto forcejeo que termino con el tumbado sobre ella, y ahi fue cuando ella pudo dar el grito de alarma que atrajo a la chusma. Aqui es donde comienzan las diferencias con las historias anteriores. Efectivamente, Arlequin supo que vendrian apenas escucho el grito. Pero, primera cuestion, la hija del pescadero se desvanecio inmediatamente despues de gritar. Para decepcion de muchos, Arlequin no habia llegado a bajarse los pantalones cuando ella grito. E inmediatamente salio de encima de la joven. Aqui fue donde su buena estrella volvio a ayudarlo, pues justo un ebrio de mi clase, es decir un don nadie, doblo tambaleandose por el callejon de donde yo venia, y se encontro de frente con la escena. Entonces Arlequin, rapido como una pantera, se arrojo sobre el borracho y, luego de darles dos sendos golpes en el riñon y uno en la barbilla, lo arrojo sobre la hija del pescadero y acto seguido salio corriendo por una calle lateral.
Podran deducir ya, a este punto, como ocurrieron las cosas. La chusma, que jamas habian visto el rostro de Arlequin, vio al pobre borracho intentando incorporarse sobre la joven desmayada, y dando por sentado lo que deberian haber indagado, procedieron a darle una soberbia paliza que dejo medio muerto al pobre hombre, que luego quedo muerto del todo al ser ensartado como una ballena por el arpon del pescador. El rigor mortis, sumado a la desfiguracion de la paliza, ayudaron a que la identificacion del cadaver fuese imposible por algun perito que conociera el rostro de Arlequin, en el caso de que hubieran llamado a alguno, lo cual no ocurrio. Solamente la hija del pescadero podria haber notado el error, pero a los pios caballeros de su majestad les parecio indecoroso someter a una joven al reconocimiento de un cadaver. Y ademas, no era necesario, porque Arlequin habia sido pillado con las manos en la maza.
Segun las costumbres de nuestra querida tierra, el cadaver fue incinerado la noche de su misma muerte, por lo cual no fue posible ninguna rectificacion posterior. 
Se preguntaran ustedes por que yo, unico conocedor de la verdadera historia, no di a conocer la forma real en que ocurrieron los hechos. Bien, para esa pregunta hay varias respuestas. Aqui algunas. Primero que nada, porque no tengo pruebas de ello. Arlequin desaparecio ese dia y hasta el dia de hoy (ya han pasado varios años) no ha vuelto a aparecer. Si el apareciera o fuese visto o reconocido, tendria pruebas para apoyar lo que digo, pero claro que entonces ya no seria necesaria mi historia. Supongo que, este donde este, debe haber cambiado nuevamente su nombre. Quizas ya no este en el reino, quizas haya muerto. Ahora que lo pienso, hay rumores de que un tal Pierrot ronda el camino a Bastion. Quien sabe. Quizas, querido lector, el borracho que les habla sea solo una invencion, quizas yo soy Arlequin. Ja ja ja. No se alarme, solo fue una broma. De cualquier manera, no revelare mi nombre. Me gustaria seguir anonimo, solo un vagabundo mas tomando sol entre las sombras del mercado.
En segundo lugar, no lo revelo porque es peligroso. Al rey, a los nobles y al pueblo le gusta pensar que Arlequin murio luego de recibir su merecido. Venir a decirles yo, un simple gentil, que Arlequin les ha tomado el pelo una ves mas, que se ha reido y se sigue riendo, si aun vive, de ellos, bueno... eso no seria bueno para nadie, pero sobre todo no seria bueno para mi. ¿contradecir un edicto real y arriesgarme a la picota? No gracias.
Y en tercer lugar, porque como ya se imaginaran, simpatizo con los malvados. No me da la gana desbaratar un engaño tan brillantemente perpetrado. Siempre he creido que el pueblo, y tambien la nobleza y hasta el mismisimo Rey, son una tropilla de imbeciles. Solo confio en los criminales y en los ebrios como yo.
Hay, amigo o amiga mia, una cuarta razon que, si se quiere, es mas extraña: y es que yo soy pobre. Despues de todo lo dicho, no dare mayores pistas sobre mi pasado, pero les alcanza con saber que si bien nunca fui lo que se dice rico, si fui mas rico de lo que soy ahora: un hombre que vive con lo puesto. Es por eso que jamas perdi el gusto por la possesion de cosas valiosas. Teniendo como tengo, poco y nada, ¿no seria demasiado cruel por su parte pretender que yo comparta con el vulgo mis posesiones mas valiosas? Sere borracho pero no tonto, es decir santo. Y diganme ustedes ¿hay en esta vida algo mas valioso que un secreto?


26 nov 2018

Humor Proletario


Sebastian entra caminando al edificio. Cielo nublado, una puerta de vidrio. Parece el universo de Huxley. Como siempre, saluda al recepcionista, que en realidad es un tercerizado de seguridad recientemente ascendido o descendido (quien sabe, dichoso quien entienda las oscuras jerarquias laborales) al puesto. El pibe (que en realidad tiene la edad de sebastian, poco mas, poco menos) esta sentado tras el mostrador. Caminando se acerca Ochoa. Ochoa es el encargado de mantenimiento. Tipo cuarenton, casi por los cincuenta. Ni una cana. Tambien morocho. Sebastian, que tambien es morocho, le hace un saludo con la cabeza. Se siente comodo con ambos. Un poco esa solidaridad proletaria que te hace sentir mas cerca de la gente de mantenimiento, limpieza o seguridad que del ejecutivo de cuentas que habla espanglish, vivio o vivira en Miami y vacaciona en Tailandia. Cosas en comun, supongo.
Se forma un triangulo invisible entre los 3. El recepcionista ve a Ochoa, Sonrie. Ochoa se Acerca. Sebastian se para un poco entre los dos. Se ajusta la mochila al hombro. Espera. Sabe que viene algo, que algo tiene que venir. ¿vendra por el lado del boca river?
- Che, vos tene cuidado con este - le dice el recepcionista a Sebastian, al mismo tiempo que con un gesto de cabeza lo señala a Ochoa.
- ¿Por que? - pregunta Sebastian, con fingida sorpresa.
El recepcionista hace un gesto con la mano, como tanteando algo.
- A este le gusta tantear el bulto - dice el recepcionista. Los tres rien un poco, chiste barriobajero, el tipico humor de clase baja: O misogino o homofobo. Ochoa dice algo, o hace una cara, como diciendo "a cada cual le gusta lo suyo". Sebastian piensa en el interesante fenomeno de que los hombres heterosexuales, casados y padres de familia son los que mas bromean con su propia sexualidad, como si su lugar de patriarcas con hijos y esposas consumadas les dieran la seguridad psicologica para bromear impunemente sobre su propia sexualidad.
- El problema es - dice sebastian, mirandolo a Ochoa y llamando al ascensor - que un dia se va a encontrar a alguien al que le guste que lo tanteen, y ahi lo quiero ver.
Nuevas risas. La puerta del asensor se abre y sebastian entra, dejando libre el espacio entre Ochoa y el recepcionista. Por el rabillo del ojo, ve que se acercan. Lo ve casi en camara lenta. Casi puede sentir la conversacion a punto de generarse, como si fuese una pelicula ya vista muchas veces, como si pudiese anticipar el dialogo. Esa maravillosa funcion predictiva del cerebro. Sebastian aprieta el boton que lo lleva al segundo piso.
Cuando la puerta amaga a cerrarse, la detiene con el brazo.
- ¿y vos como te enteraste que le gusta toquetear bultos? - le pregunta sebastian al recepcionista. El viejo Ochoa entiende y rie primero. La puerta se cierra.

14 nov 2018

Cuento Inconcluso.

La pulpa detrás del iris (que debería ser blanca, que fue blanca en otra época) casi amarillenta. Ojos cansados y amarillentos como las paginas de un libro viejo; De esos libros circulares emanaba toda la cara; absorta, condenada, presa de la paralisis que se iba del rostro a la expresion y de la expresion, como una segunda cara, de vuelta al rostro en una mueca de tristeza. La mueca tenia sus flores en la cara, si. Pero las raices, en los ojos. Y mas alla de los ojos, se hundian en estos y atravesaban la amarillenta pulpa hasta llegar al papel sobre la mesa. Papel Blanco, brillante, inmaculado, puro como una sabana recien tendida, oreada por el sol y acariciada por el viento.  El dedo, fino, demasiado corto (daba la impresion de no haber crecido demasiado, de haber sido podado, de ser una herramienta de la talla inadecuada para la tarea) hacia el gesto de querer rasguñar. La uña, pintada de verde, rascaba la textura corrugada de la hoja, y la yema del indice sentia la friccion microscopica y placentera entre los surcos de sus dactilares y las fibras de celulosa. La yema iba y venia, junto con la uña, y segun la presion estuviera en esta o aquella ella notaba una ligera variacion en el sonido. Un sonido como de lija, mas susurrante o mas punzante segun el caso. Asi se formaba una marca en la hoja, una mas, y luego otra: una muesca, una grieta de grandes profundidades. Pero las letras no venian, no estaba la magia de las oraciones, los delfines no saltaban sobre las olas. Empezaba a sentirse desdichada.
Y la tristeza, o mas bien la incertidumbre, cuando no el fastidio, también la sentia  él (Antoine) en su departamento del 10 de la Rue Casimir Delavigne. Y Lena tambien, en el puente Azul, sobre el helado espejo del Moika, tambien sentia algo asi: que los delfines no saltaban, que los pajaros no cantban lo suficiente, un nudo en la boca del estomago.
Antoine, especimen Galo. Desgarbado, rubio, ojos celeste palido. (¿que mas, que mas?) un aire al joven Rimbaud. Inclinado en la baranda, la cabeza en sobre el vacio. los anteojos a punto resbalar por su nariz, como un nene en un tobogan. La mirada fija en la calle de enfrente, quizas en el cartel de Le Immobilier L' Oddeon. Letras frias y sobrias de un hermoso añil.  Los codos sobre la baranda del balcon frances. Esos balcones, identicos todos, como huevos en el maple o margaritas en el parque. Identicos balcones en identicas ventanas, con identica mamposteria y postigos de acero, uno de ellos (el de Antoine) se cierra impulsado por una rafaga de viento (en invierno el viento es fuerte) pero el lo detiene justo a tiempo con el antebrazo, como sabiendo que iba a cerrarse. El viento le sacude el flequillo, los anteojos tiemblan peligrosamente sobre el puente de la nariz. ¿y que mas, y que mas? Antoine siente (casi puede verlo) que se erige ante el un muro invisible, que aplasta acciones y pensamientos. La rueda rechina, los engranajes crujen, los pistones se detienen. ¿que hara a continuacion? Bajar ¿comer en el Lepidon? Vino, pan, Jamon. ¿Volver a subir? Apoyar los codos en la baranda. Ser uno mas de los cientos, de los miles que apoyan en Paris los codos en las barandas, como si las barandas fuesen palomas o dirigibles y hubiera que cargarles el peso para que no vuelen, para que no salgan disparados. ¿Mirar una vez mas las letras, tan hermosamente añiles, de L' Oddeon? Y esperar, ¿a que, a quien? ¿para quien son las flores (ahora las ve) que yacen, todavia envueltas en celofán, al costado de la cama? Pero los engranajes crujen y las cadenas chillan, la uña rasca la textura blanquecina y corrugada, recorriendo la marca, y entonces hay que esperar a que el muro desaparezca.
Mientras tanto o mas bien simultáneamente Lena, sobre el puente azul, mira el agua congelada. Y mientras mira siente que algo empieza o termina en algún sitio. Pero no ahí, no el el puente azul, donde ella (¿casual, intencionadamente?) espera. Se entretenía, se lanzaba a si misma preguntas, como el niño que se cuenta cuentos, como un malabarista con palos y pelotas: ¿como había llegado al puente? ¿iba o venia? ¿recien llegaba o estaba por irse? ¿pasaria algo, en ese puente? - Y si no era en ese, ¿en cual? ¿seria en el puente rojo, en el verde, en el morado? - se preguntaba Lena en la ciudad de los puentes de colores.
Pero tambien estaba el puente blanco con su muesca, que ella, la otra, aun no podia o no sabia cruzar. El puente que una vez atravesado pondria a Antoine de patitas en la calle, por fin fuera de la celda sobre la Rue Casimir Delavigne; Iria entonces rumbo al Sena o la fuente de San Miguel ; O al Palais du Luxenbourg, todavia no era claro. Lo que era indudable, pensaba Antoine, era que nada lo detendria una vez que empezara a moverse por el barrio Latino, a cruzar sus plazas, a atravesar sus galerias, esquivando chejovianas señoras con perritos y vendedores de flores (ya habia comprado y estaban sobre la cama envueltas en un celofan aguamarina). Avanzaria como las legiones de Vercingetorix. Cualquier cosa podia ocurrir entonces, todo era posible. Solo era necesario romper el muro, hacer fuerza con la mente para ayudarla (¿pero a quien? - se decia Antoine) a desatarse, a abrir la trampa para osos, a sacar los pies del barro, la uña del fibroso papel rayado para que Lena pueda oir los pajaros sobre el puente y para que por fin los delfines salten sobre las olas.
Cuando las ruedas giren Lena abandonara su aire ausente y como de maniqui. Sentira frio y hambre y sueño y se restregara los ojos verdes como manzanas, o por lo menos sentira el rasgado de la filosa pluma que, en algun sitio lejano, bosqueja letras, hila palabras, teje oraciones para que ella baje y salte al agua, es decir al hielo, rogando que que el impacto no lo quiebre, que sea (por favor dios por favor) lo suficientemente grueso para aguantarlo. Lena entiende que el hielo no va a romperse, que las heladas de la ciudad son cruentas y despidadadas; Entiende que el miedo al deshielo le viene de otro lado ¿tal vez de la otra, que no sabe lo cruento de los inviernos Rusos? Ya sobre el hielo se quitara los zapatos y las gruesas medias. Y sentira la muerte entre los dedos de los pies, tan finos y blancos como hojas de lirio  ¿que haria luego, mas adelante?  ¿caminaria en ese universo polar? Intentaria hallar la linea que separa, en el horizonte, el blanco suelo del banco cielo. ¿se perderia en la noche? ¿la encontrarian congelada entre los setos, como a aquella turista? Seguiria caminando por el rio ¿hasta donde? Hasta el proximo puente ¿hasta que Antoine llegara al Lepidon, al Palais o al fondo del Sena? Iria por lo menos hasta el proximo puente, eso lo tenia claro. Intentaria llegar. Tenia que hacerlo por ella misma. Pero tambien, y sobre todo, por la otra, la que no conocia ni podia conocer pero que aun asi sentia o presentia, lejana, intentando hacer girar las ruedas de su mundo mientras los ojos cansados, buscando la fuerza para escribir la proxima linea, se volvian cada vez mas y mas amarillos, tomando ya el color de una pera madura.

9 nov 2018

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Para Celeste Grispo, que detesta que escriba de otras mujeres, sean reales o ficticias. Pero sobre todo ficticias. 


Carajo, Celeste, ya van diez años. ¿Diez años? Año mas, año menos. Ya va un monton de tiempo. Hay un monton de instantaneas de momentos y lugares. Te hablo en primera persona, como si estuvieses aca, sentada al otro lado de la mesa, con un cafe o un agua que nunca vas a tomar porque jamas pedis agua en los bares. Gaseosa y jugo de naranja a veces, cuando te lo traen, o un cafe o muy cada tanto un licuado o un capuccino, pero agua nunca. Agua nunca aunque despues termines sintiendote mal y tirandote contra las paredes como una pelotita de pinball, haciendo tilt tilt tilt por dos o tres dias y oh maldito licuado maldito cafe con crema malditos alfajores o pordiosera torta pero de todos modos seguire pidiendo jugo o cafe o torta o lo que sea menos agua, menos una vil ensalada, porque las ensaladas son para las vacas y los conejos o para mi cuando estoy aniquilado del estomago en Necochea o en Bariloche, porque Celeste vos sabes que los bares y los soles y los paisajes y las frases y las personas giran y giran en la memoria, son intercambiables como figuritas de un album de figuritas, hermosas pero indiferentes como luciernagas o motas de polvo bailando en un rayo de sol, filtrandose por una persiana polvorienta como la de la pieza de mis viejos, roja y avejentada pero totalmente hermosa cuando el sol la incendiaba una mañana de verano.
Verano. Nunca te gusto el calor. A mi tampoco. Te imagino (porque no estas aca, aunque te hable como si estuveras) dando vueltas en la cama, pateando la sabana o intentando atrapar al gato (mucho mas rapido que vos, es inutil) pero finalmente vencida por el calor, o mas bien no tanto vencida sino efectuando una retirada tactica al baño a lavarte la cara, a intentar poner en orden (pero infructuosamente, siempre infructuosamente, oh Celeste, si supieras que toda tu belleza radica en) tu pelo negro como el ala de un cuervo y ensortijado como el rastro de una serpiente, como las guirnaldas de las fiestas infantiles, enreverado como un nudo celta. 
Las figuritas se intercambian, elegi una carta, ¿en que mano tengo la moneda? ¿bajo que vasito esta la bolita? Me cuesta detenerme en algun dia especifico (¿el dia que nos conocimos? ¿un paseo agonico por plaza once cuando ambos creiamos que estabas emabarazada y habia que planear la escapada a Mexico o Sebastopol o Kuala Lumpur o al otro mundo? ¿La noche en el Saint James o en La cima del Catedral? ¿o el Balcon en San Rafael? ¿cual te parece mejor? ¿podrias elegir? Seria como intentar darle un orden definitivo al mazo de cartas. Siento que hay que repartir y dar baraja, abarajar constantemente el mazo. Claro que por mas que cambien las figuritas vos estas siempre en algun lado, generalmente cerca mio pero a veces no tan cerca y otras veces, Celeste, decididamente lejos pero siempre ocupando un espacio: dormida, despierta, caminando, con anteojos o sin ellos, con el pelo suelto o atado, con pantalones o pollera o minifalda o con el pijama de Mickey Mouse que tiene las manos, esas manitos enguantadas y como de maitre de restaurante, exactamente sobre la parte de la remera que te queda sobre las tetas, y bueno, ya sabes como me gustan las coincidencias como me gustan los chistes como me gustan tambien tus tetas pero mas que nada todo lo que queda expuesto a una palmada.
Supongo que ya no hablamos de estas cosas, pero claro hay que preguntar que son estas cosas y si te soy sincero, Celeste o Fantasma de Celeste que construyo frente a mi con los mismos ojos marrones que tienen la luz la luz la luz y con la misma sonrisa y la misma cara de coneja, te digo que si te soy sincero yo tampoco se muy bien que son estas cosas, que es lo que estoy dieciendote o diciendole aire; Esto es como un baile en una habitacion cerrada, es como arrojar semillas al campo labrado o soltar un pañuelo desde el borde de un traslatlantico. No sabria como describirlo mas que como un eterno mezclar y mezlcar de pasiones que rebotan como bolas de pinball haciendo tilt tilt tilt, que se mezclan y entremezclan como la baraja en las manos del crupier, que bailan en el aire como las motas de polvo en el rayo de sol.
Supongo que es maravilloso haberte encontrado. Maravilloso que lo hayamos intentado todo juntos, casi sin quererlo. Habernos lanzado a la vida de a dos, como dos paracaidistas que se encuentran en el aire y que no estan muy seguros de cual de los dos lleva el paracaidas. Supongo que amarte es seguir asi, cayendo o volando con vos, hasta que alguien o algo nos diga que tenemos el suelo cerca o que, por el contrario, estamos a punto de salir de la ionosfera.
Pero ahora es demasiado tarde (en el cuento) o demasiado temprano (son las once de la mañana, el sol incendia todo) y ya casi es imposible detener la realidad, congelar su movimiento, intentar meter el pasado y el futuro en este presente de letras y espacios. En cualquier momento este cuento va a romperse, a autodestruirse, Celeste, va a ceder ante la realidad como cede una presa mal construida (porque este cuento esta mal construido, aceptemoslo) ante la presion del agua. O como cedo yo ante tu sonrisa o ante tu falso enfado, oh falso si falso pero mucho mas hermoso que tu enfado verdadero, porque tenes esa capacidad de ser Demeter y lograr llevar con vos la primavera y el invierno, de llevar como la Eva de Twain, adonde quieras que vayas, el infierno o el cielo, segun sonrias o lo contrario porque, fijate Celeste, ¿alguna vez te diste cuenta? No hay antónimo de sonrisa. 
Y cuando ceda este cuento, solo quedara la vida, como un rio, como un viento, arrastrando arboles y rocas. 

5 nov 2018

Sentada en un tren

Sentada en un tren. No podria describirla mejor. Lo mas importante era esto: una sandalia balanceandose en su pie, sostenida solamente por la tira de cuero que, sujeta entre su primer y segundo metatarsiano, asemejaba a un hueso entre las mandibulas de un perro. La parte de la sandalia que en donde deberia apoyarse el arco y el talon, flotaba en el aire. Parecia estar apoyado en una tarima invisible, como si fuese una obra expuesta en algun museo de vanguardia. El pie era largo y combado, y me recordo a los arcos compuestos con los cuales los persas batian a los helenos de las costas del mediterraneo. Aunque lo realmente hipnotizante, a fin de cuentas, era el bamboleo de la sandalia, el movimiento pendular, siempre cayendose del pie pero siempre sin terminar de caerse. La frase "pie descalzo" iba y venia en mi cabeza como una pelota de Ping Pong. Que molesta esa sensacion de no saber si un pie esta calzado o descalzo.
La vi, despues de un buen rato de mirar en torno al vagon, casi al final del mismo. Habia estado regodeandome en un grupo de ancianas chillonas y francamente desagradables. Todo el malestar del que era capaz se habia agotado en un odio sostenido hacia las ancianas. Agotado mi mal humor en un torrente de insultos y juicios perversamente demoledores hacia las viejas, mi mirada se pasaeaba como un estoico se habria paseado por la Stoa. Me preguntaba entonces si no existiria ya alguna secta que buscase hallar la tan ansiada paz del alma en un desahogo mediante el odio, a traves de un odio puro y destilado, trabajado a traves de los años como el acero de los herreros japoneses, un odio puro como el acero de alto carbono.
Entonces que vi el pie y la sandalia. Y la cabeza. Una cabeza voladora, pense. Una cabeza que, como un diente de leon, hubiese entrado volando por la ventanilla abierta del tren, para quedar accidentalmente depositada sobre el respaldo de un asiento. Alguna vez, en otro tren, habia leido un relato japones que hablaba de una cabeza en una caja. Moryo no hako, se llamaba. Era una novela policial y de misterio. Como siempre, habia un asesino. Como siempre, un detective debia atraparlo. Y habia cuerpos, cuerpos de mujeres descuartizadas. Torsos, brazos, piernas, muslos, costillares que aparecian aqui y alla diferentes partes de la ciudad. Jack the Ripper Style. Pero las cabezas no aparecian. Luego habia una escena, donde el narrador viajaba en tren. Tenia los ojos cerrados, dormitaba. De repente, siente que alguien se le sienta enfrente. Nada raro. Tren de media distancia, asientos enfrentados para cuatro personas, como si fuese una mesa de poquer. Escucha voces, dos. Una de hombre, otra de mujer. No le presta atencion. Dormita. En un momento, como es obvio, se despierta. Abre los ojos. Solo ve a un hombre. Piensa que se quedo dormido. Tal vez soño la voz de la mujer, tal vez la mujer ya se bajo del tren, tal vez el hombre es ventrilocuo. Vuelve a cerrar los ojos, a los pocos segundo escucha nuevamente la voz de la mujer, susurrante, clara como un arrollo en primavera. Sobresaltado, abre los ojos. Solo esta el hombre de traje. Lleva galera, como Jack. Pero en vez del maletin, lleva una caja. Es una hermosa caja de madera pintada con motivos de pajaros, el estilo es el de la escuela Kano o alguno muy similar. La caja es rectangular, un ortoedro. La lleva en las manos como una urna o un jarron, de forma horizontal. Se le ocurre que es una jaula para algun animal, aunque no lleva ningun tipo de abertura. Siente un escalofrio. Vuelve a escuchar, muy quedos, como si vinieran de otro mundo, gemidos que parecen venir sepultados por metros y metros de algodon. Hay algo cristalino, enloquecedor en esa voz. Algo que nunca antes habia oido. Una idea terrible se le ocurre. Es tan descabellada, tan pesadillesca, que no puede expresarla. Ni siquiera sabe que la tiene, a la idea. Entonces mira al hombre, que a su vez lo observa a el, con una sonrisa de tiburon. Los ojos del hombre brillan con locura, tienen la fijeza de los locos. Hay algo de chivo en sus facciones. Asi, sonriente y risueño, parece el presentador de algun circo de variedades. El protagonista nota que hay una pregunta en los ojos del hombre. Los ojos, como la boca, se contraen en una sonrisa muda. Hay una pregunta en el silencio; hay una pregunta en los ojos. El hombre no la hace, pero el protagonista entiende. ¿tuvo la idea terrible antes o despues de ver los ojos del hombre? ¿fue la pregunta la que catapulto la idea, esa idea imposible, impensable? La pregunta decia: "¿quieres ver lo que tengo en la caja?". El hombre se lo pregunto con los ojos. El protagonista no dijo nada, pero tambien respondio con solo una mirada. Una mirada casi involuntaria, pero sincera al fin, porque los ojos no mienten. "Si, quiero", dijo el protagonista en esa charla muda e intima, entre el pasajero con la caja y el pasajero sin la caja. El hombre de la galera hizo entonces una reverencia, o tal vez un asentimiento, y entonces, lenta, tortuosamente, comenzo a levantar la tapa corrediza de la caja. A medida que se formaba el cuadro, todo alrededor se desvanecia, se desdibujaba en un sudor frio en donde no existia nada mas que la sonrisa del hombre y sus manos palidas levantando poco a poco la tapa de la caja. Poco a poco, poco a poco... y ahi estaba, la cabeza.
Asi veia yo la cabeza (claro que era una ilusion optica, el respaldo del siguiente asiento ocultaba el cuerpo de la mujer, de la que solo sobresalia la cabeza por arriba, y el pie con la sandalia por el costado, en el pasillo.
¿que diremos de la cabeza? ¿era hermosa, como la de la diosa Izanami? ¿o era candido y resplandeciente como el de Amaterasu? ¿era, como en el cuento de antes, una belleza palida y languida, que susurraba cosas desde el interior de la caja? Bueno, para ser sinceros, ninguna de estas y, al mismo tiempo, una mezcla de todas. Una cara mas ancha que larga, de facciones duras y angulosa, de tono pardusco, mas bien olivacea. En todo su conjunto, bastante vulgar. Y pese a todo, era una cara que relucia como una perla, como una mascara mortuoria. Su expresion era vaga, ¿como saber si esa sonrisa era la que antecede a la risa o al llanto? La belleza de la cara se constituia un poco por superposicion de capas, como en los cuadros impresionistas. Una cara a lo Monet. Eran lo vago de sus expresiones (las cejas, los movimientos de la nariz, el gesto ambiguo de la boca) sobre esa cara esculpida, demasiado delineada sobre el hueso, lo que la hacia atractiva.
Instintivamente supe que escuchaba. Estaba escuchando a alguien. Cada tanto amagaba palabras, replicas que yo imaginaba desdeñosas, incisivas. Estaba soportando. Aguantaba una reprimenda, un sermon, una historia ya oida muchas veces. La fijeza de sus ojos, perdidos en un punto como los de un ciego (a lo mejor era ciega realmente) parecian delatar que estaba ausente. Hablaba pór lo bajo, mirando para otro lado, entre suspiros y chasquidos de lengua. Susurraba replicas como la cabeza en la caja. Los dientes eran blancos y pequeños, cada uno identico al resto, por lo cual, para el relato que les cuento pero que en ese momento me contaba a mi mismo, la bautice Berenice, en honor al Gran Poe. Por lo cual ahora puedo pasar a tercera persona y decir que Berenice escuchaba con impaciencia a su madre (porque ahora veia a la otra, sentada al lado, en el asiento de la ventanilla). La escuchaba como si ya estuviera acostumbrada a estar harta de ella. Acostumbrada a no terminar de acostumbrarse. La otra mujer era vieja. No tanto como para ser su abuela, pero si su madre o su tia o una hermana demasiado mayor. La reprimenda podia venir por cualquier lado. Tal vez Berenice, que podia tener tanto quince años como treinta, no habia respondido una llamada. Quizas su madre odiase a su yerno, o vicerversa. Podia ser cuestion de pitos o cuestion de plata. A lo mejor Berenice era una inutil, a lo mejor no lo era, a lo mejor no llenaba alguna de las descabelladas ambiciones maternas. Porque un solo vistazo a su madre me alcanzo para comprenderlo. Era de esas mujeres que viven, como una tenia o alguna especie de parasito, directamente de la sangre de sus hijos. Quizas Berenice no era bailarina ni abogada ni cantante. A lo mejor todavia no se habia mudado. O se habia mudado demasiado pronto.
Hacia un calor terrible arriba del vagon. El polvo se arremolinaba, entraba y salia por las puertas y ventanas. El vagon era un avispero de polvo. Berenice cabeceaba. Decia "si Mama" y "bueno mama" y "esta bien mama" (en realidad no podia oirla, esto era pura especulacion, puro cuento) mientras por lo bajo apretaba sus hermosos dientes, y cuando los apretaba toda la mandibula cobraba forma, una forma de pera, dura y redonda, y viendola sonreir con los dientes apretados yo pensaba en la malefica sonrisa de las calaveras. Y entonces "Si mama" y "no mama" y "esta bien mama", y seguramente por lo bajo un "morite mama", "metete en tus asuntos mama", las estaciones pasaban una tras otra y yo ya comenzaba a sufrir por Berenice. Mi corazon se inclinaba hacia ella como se inclinarian ante cualquier animal luchando con su parasito; Como se inclinaria ante la pobre vaca asediada por los tabanos. Varias veces pense en levantarme, en caminar directamente hacia ella, ¿para que? No lo sabia muy bien. Podia tener tanto quince años como treinta. Cualquiera de las dos opciones era inconveniente. La autoridad de la madre resultaba justificada en la primera, vergonzosa en la segunda, ¿cual seria la tercera? Estaba buscando esta tercera posibilidad, la que me facilitara la apertura cuando, vencido por el calor o la modorra, me quede dormido.
Dormi casi media hora. Sentia el sol, rojo mar de sangre, pasar a travez de mis parpados. Mi cabeza repiqueteaba contra el sucio cristal de la ventanilla. Parpadee y me restregue los ojos como haria un niño, que por cierto es lo que siempre soy apenas me despierto. El sueño que tenia tardo aun unos segundos en desintegrarse. Entonces recorde a Berenice, y volvi a buscarla con los ojos como si volviera a abrir un libro en la hoja señalada. Aun estaba ahi. Se habia dormido. Las piernas, cruzadas, se extendian a lo largo del pasillo. Llevaba un pie descalzo. La sandalia rodaba por el piso del vagon.

Ejemplo de Interseccion de Conjuntos

El tren vuelve a campo traviesa. Recorro con mis ojos las figuras (algunas charlan, otras van como yo, absortas) de los pasajeros de mi vagon. Hace un sol esplendido. El vagon esta lleno, en su mayoria de señoras. Hay un grupo de viejas chotas con remeras coloridas. Son turistas, turistas urbanas. Las agrupo mentalmente, hago de cada una de ellas parte de un conjunto. Destruyo su individualidad. Hago que todas ellas provengan de Caballito, de Villa Crespo, de San Telmo, de San Isidro. Me doy cuenta por sus voces, por la ropa que llevan puesta (calzas de marca y camperas deportivas Montagne, Columbia o Scandinavian). Todas van de anteojos negros. Jubiladas, viudas de militares, divorciadas de exitosos empresarios o todavia infelizmente casadas con ellos. Algunas llevan casos de ciclismo. Imagino, en el fondo o el comienzo del tren, un furgon lleno de bicicletas importadas. Yo tambien llevo anteojos negros que, fabulosos, le dan a mis ojos la intimidad que exige mi indiscreción de silencioso narrador que observa sin ser observado.
Ahora que las viejas estan disueltas, aglutinadas en un conjunto, me es mas facil odiarlas; Mas facil de lo que me seria odiarlas una a una, particularmente a cada una, con sus peculiaridades, con lo que hace de Celia Celia y de Marita Marita, y asi con cada una. Pero no me interesan sus particularidades. De hecho, me estorban. No quiero conocer las particularidades o lo que ellas creen que las hace unicas y diferenciadas, lo que demarca la frontera entre una y otra, aunque sean tan evidentemente lo mismo. Intercambiables. Por eso mientras las miro y mientras las odio le una bendicion a Porfirio y a Aristoteles. La categoria elimina lo especifico, elimina a Marita y a Celia o Cleta o como se que se llame realmente, y deja la masa indiferenciada y diferenciada a un tiempo, no ya en cuanto a individuos, sino a un grupo. Ahora son un bloque homogeneo, sin aristas, una caja con su correspondiente etiqueta. Disuelve y venceras. Es muchisimo mas facil odiarlas asi; Muchisimo mas facil ejercer mi odio de proletario de clase media-baja. Cerrar los ojos ante sus situaciones y odiarlas por su tono, por sus expresiones asquerosamente afectadas, por sus falsos bronceados de camas solares, por sus conversaciones insulsas, por sus vaginas ya resecas dedicadas a toda una vida de prostitucion al capital en general y a los capitalistas en particular. El odio encaja facil y rapido. Directo. Como una pieza de mecano con otra, como un sello recien cargado de tinta sobre la inmaculada blancura de una hoja de papel lisa.
Enfundado en mis lentes negros, desvio la mirada hacia la ventanilla, hacia el campo. Hay vacas. Mis ojos son dos armas cargadas, disimuladamente enfundadas en una larga gabardina. Cuando llegue el momento, abriran fuego sobre el mundo. El mundo no vera venir las balas. Saldran con un fogonazo ahogado, como si pusiera una almohada en la cabeza sobre la que disparo.
Una parte de mi (¿mi razon?) me dice que tal vez, solo tal vez, mi odio hacia las viejas sea injustificado. Una mezcla de Gerontofobia y odio a los ricos en general; (Nota aparte: el odio a los ricos no tiene nombre, y no es porque no exista, sino mas bien porque existe de manera invisible, velado. Y tambien porque son justamente estos ricos los que crean el lenguaje que, a su vez, crea los conceptos. Fin de nota) Algo asi como una necesaria interseccion de conjuntos entre los dos prejuicios antes mencionados. Porque puede ser que haya viejos buenos y puede ser que hay Burgueses bondadosos, pero todo el que tenga un minimo respeto por la estadistica tiene que concluir, si maneja mis hipotesis iniciales, que un viejo burgues es casi con seguridad un hijo de puta.
Pero hay otra parte de mi (¿mi instinto, mi intuicion?) que me lleva a creer que este odio y su consecuente operacion de empaquetamiento estan enteramente justificados. Miro las vacas. Pienso. Primero se me ocurre un metodo analitico. Voy a las premisas: "Los viejos son malos" (evoco como justificacion la nocion de KaloKagathia de Platon, con algunas observaciones Jungianas del miedo a la muerte)  , "los ricos son malos (sostengo con enfoque empirico-inductivo), y finalizo con la ya apelada logica estadistica. Sonrio y me quedo tranquilo unos segundos. Sigo escuchando hablar a los viejos. No, no es eso. Es otra cosa lo que sanciona mi odio como valido. ¿que es? Es la operacion misma, la disolucion, el mero hecho de que sea posible abstraer sus individualidades en una masa o conjunto prueba que sus individualidades son basura, porque solo la basura se presta al descarte. Pienso en la definicion de basura y se me impone justamente esto: Aquello lo cual se presta al descarte. Tal vez odie a los viejos solo por eso, por dejarse categorizar asi, sin que nada en ellos grite protestando, ejerciendo resistencia a mi pensamiento. Busco y rebusco en cada uno de ellos. Pienso ¿quien es este, que tiene para ofrecer? Pero solo veo gestos, caras, palabras vacias. Modos y formas irritantemente intercambiables al punto tal que creo fervientemente que si, utilizando alguna de las artes oscuras, tomara la voz de Cleta y la pusiera en Esther o Marita, nadie lo notaria. Ni siquiera la misma Cleta. Y lo mismo con sus ideas, ojos, bocas, formas de pararse o sentarse o cualquier otra cosa que hagan o dejen de hacer.

1 nov 2018

Cafe Doncella

Sebastian anoche se acosto sin comer. Hoy a la mañana, como es de suponer, tenia hambre.
Sebastian entra a la YPF a eso de las once de la mañana. Se acerca al mostrador. Lo atiende una chica con flequillo rollinga y cara de mapache.
Sebastian mira los carteles. Siempre le gusto lo salado mas que lo dulce. Pide un cafe con un trenzado de queso y jamon. Un trenzado de queso y jamon es un sanguche de jamon y queso. Pero ahora, nadie sabe por que, le dicen trenzado. Supongo que seguir diciendole sanguche era aburrido. Sebastian piensa que seria mas divertido empezar a decirle "torta de jamon", como en el Chavo. Porque las tortas siempre son ricas e imaginense una de jamon. La expresion "torta de jamon" es como la expresion "bife de chorizo". Pura Poesia Gastronomica.
- Un TRENZADO de jamon y un cafe - dice Sebastian, acentuando lo de trenzado.
- ¿algo mas? - pregunta el mapache
- Nada mas - resuelve Sebastian, y le paga los 132 $ pesos de la siguiente manera: un billete de cien, uno de veinte, uno de diez y una moneda de dos pesos. A Sebastian le gusta pagar justo.
La chica le dice que lo espere en las mesas, por lo que Sebastian asiente con la cabeza y se va a las mesas donde la gente come o desayuna mientras mira los goles que Boca le hizo al Palmeiras la noche anterior.
Al cabo de unos cinco o diez minutos, Sebastian siente que lo llaman. Se acerca al mostrador. El mapache ya no esta. Ahora hay una treintañera de gorrita y una cara que, si tuvieramos que jugarnos con una definicion, seria "cara de idiota".
- El trenzado - dijo la treintañera, a quien de ahora en mas apodaremos Slowpoke. Sebastian mira el trenzado y nota que falta algo. Slowpoke nota la espera.
- ¿tenias algo mas?
- Si, un cafe. Un cafe para llevar. Pedi el combo de 132 - se explica Sebastian, señalando estupidamente el cartelito de la promocion, en donde se ve, sobre un confortable fondo de madera marron algarrobo, una suculenta taza de cafe con el logo de YPF y un apetitoso bocadillo de pan, queso y jamon tostado. Slowpoke comprende pero pone cara rara. Mas rara aun que su cara normal, la que no refleja extrañeza o contradiccion. Algo le molesta, como si una tuviera una espina en el dedo o un pedazito de corteza de pan en la garganta.
- Ay... no - comienza a decir - lo que pasa es que la promocion es para comer aca.
- ¿como?
- Si. El cafe tiene que ser para tomar aca, en la taza.
Sebastian mira el cartel: Efectivamente hay una taza de porcelana, no un vasito descartable.
- Pero... ¿no es el mismo cafe? - pregunta Sebastian, incredulo. Lo pregunta mirando la maquina de cafe. Se da cuenta de lo estupido de la situacion. La unica diferencia es si se pone el vasito o la taza abajo del surtidor. El mismo cafe, el mismo grano, el mismo proceso, el mismo costo. Ahora es Sebastian el que siente una piedrita en el zapato o unas ganas de rascarse en alguna parte de su ser. Es la parte en donde reside el sentido comun, ese que Rene Descartes decia que todos poseian en igual medida.
- Si, pero si es para llevar tiene otro precio... - dice Slowpoke. Sebastian nota que el problema de Slowpoke es su cara. Su cerebro, se da cuenta, funciona bien. El problema, lo que le daba ese aire estupido a su rostro, era lo tardio de su reaccion a los pensamientos del cerebro. El cerebro y la cara estaban descordinados. Una cara con lag. Era increible. ¿era la cara demasiado lenta o el cerebro demasiado rapido? Imposible saberlo. Ella tambien nota lo estupido de la situacion. Es como un guardia real de la reina de inglaterra. Esta obligada a no moverse, a sostener una estupida regla burocratica establecida sabe dios por que perverso gerente de ventas. El mismo cafe. Pero si se lo quiere llevar, señor, tiene que pagar un poco mas. El cafe es rehen nuestro. Sebastian piensa que el Cafe de la YPF es un poco como la hija virgen de algun campesino o de algun rey. No solo hay que pagar por ella, hay que pagar por llevarsela de las tierras. El Cafe es tambien como un rehen. O como una bailarina erotica: Este precio por mirar, este precio por tocar, este otro por pasar a la piecita del fondo.
- El Mapache no me dijo nada - dice Sebastian. Pero no dijo el mapache, obviamente. Dijo "la otra chica". - Bueno, te pago la diferencia - ofrece, magnanimo. Se siente ridiculo. Tiene ganas de irse, comprar un vaso de plastico en el kiosko, y pasar el mismo el cafe de la taza de porcelana al vasito.
- No, deja, esta bien - le respondio Slowpoke, tambien con un tono magnanimo, como el que usaria un Juez indulgente con un abogado novato que comete su primer error. Slowpoke tecleaba algunas cosas en un misterioso teclado negro. Parecia un contador publico. - Ya te lo preparo - le dijo, y se puso a preparar el cafe.
Sebastian salio de la YPF con el cafe y la torta de jamon. El sanguche estaba bastante bien. El cafe era de malo a regular.

30 oct 2018

Devachan

Era una vision del infierno. El salon, un galpon de chapa tapizado de pesados y polvorientos cortinados rojizos, colmado de humo violaceo casi hasta el techo, como un organismo extraterrestre o un pulmon de pesadilla. Volutas de humo en forma de espirales y tirabuzones salian de los cigarrillos en las bocas de los condenados.
En el escenario, la banda tocaba una musica dantesca con tintes de jazz. Los musicos no tenian caras. Estaban ocultos entre el humo violeta. Eran sombras del hades, meras siluetas que se movian, que pasaban de la luz a la oscuridad y de la oscuridad a la luz, erratica,  espasticamente. El guitarrista sonaba como John McLaughin. La banda era una Mahanavisnu Crimsoniana, algo epileptico y demoniaco. La melodia sonaba como el velo de maya, pero con unos saxos oscuros de fondo que le daban a toda la tonada un aire a callejon de New Jersey.
El fumaba. Se escondia detras de una columna, como un criminal regresando a la escena del crimen, como un cura en el vestibulo de una casa de putas. Se que esta acá adentro, pensaba. Lo había seguido durante meses. Durante un año y ocho meses, para ser exactos. Lo había rastreado por los bajos fondos, preguntando aqui y alla, indagando a este y a aquel, y tambien a aquel otro, siempre taciturno y sin mostrar su juego. Habia dejado el trabajo, habia dejado los amigos. Para llegar a esa noche, habia dejado casi todo. No se habia desesperado, se tomo su tiempo. Confiaba en el tiempo, no se si ciegamente pero si con una ceguera parcial, probabilistica, estadistica. Sabia, habia sabido, que si seguia buscando, tarde o temprano lo encontraria. Y lo habia encontrado; Y ahora no se arrepentia.

Esa noche habia tomado mucho; Primero en la barra, luego de pie parado entre las sombras danzantes. Ultimamente tomaba todas las noches. Aquella vez tambien, tambien habia tomado mucho. Pero antes no, y tampoco despues. Algunas veces, muy espaciadas, si un poco. Pero como esa noche, nunca, ni antes y despues. Esa noche habia estado ciego,sordo,nulo, muerto. Esa noche habia estado muerto. Un muerto articulado. Un muerto con sangre que circula, que fluye, un fetiche que expire y exhala y excreta, que vive y no deja vivir, porque el no habia dejado vivir. Luego nunca o casi nunca habia vuelto a ser el de aquella noche. Pero recientemente, si. Y ahora, escuchando los saxos habia vuelto, de vuelta, a ser el de antes. Tenia en los ojos un furor ciego, tenia las manos torpes, con dedos que se abrian y cerraban como se abren las manos del anestesiado que despierta. Los pensamientos que tenia, si es que los tenia, se asemejaban a enormes y punzantes figuras de madera. A enormes conos pulidos bañados en sangre, en grasa, en pelo. Fuerte, como si tuviera una tenaza en la nariz, su cerebro evoco con pasmosa ferocidad el olor de la grasa humana. Primero fresca, entre las manos. Luego la sebosa sensacion fria, el hormigueo de la solidificacion, de esa pasta como de cera. Y luego, finalmente, el olor agrio y casi putrefacto de la grasa quemada. El olor a parrilla, a crematorio, a chimenea vomitando humo de huesos. Entonces lo supo, como lo sabia siempre que le ocurria. Simplemente. Esa noche simplemente supo que iba a matar a alguien. Otra vez, matar. Supo que mataria a alguna sombra. Odiaba a las sombras. El mismo era una. Un fetiche que mata. 

Penso que tenia mala suerte. Le habian revisado al entrar. Habia visto, desde lejos, de la esquina, como los patovicas revisaban a otros. Habia maldecido. Por unos instantes,  titubeo. Pero solo por un instante. No podia dejar pasar la oportunidad. No importaba si era mas dificil. ¿Podria hacerlo sin la mecanica facilidad del arma de fuego? Habia imaginado el fogonazo. La resistencia del gatillo. La pared manchada de sangre y grasa luego de que la bala hiciera estallar el cerebro como una calabaza. Prescindiria del arma la pistola, pensaba. Improvisaria. La bota habia pasado, lustroza, de reluciente cuero, no habia sido bien inspeccionada. El cuchillo estaba inserto en la bota como Ulises en el caballo de madera. Fue al baño y armo, rapida, fugaz, explosiva, una linea. En los sordidos inodoros se rasco el tobillo hasta desenterrar el filo. Relucia como un ojo humano, el filo. Podia ver su propio iris brillando en el acero bruñido. Barajo la hoha entre sus manos y barajo sus manos en los bolsillos de la cazadora. Y ahora estaba en la columna. Sus ojos tenian un cuchillo bien adentro. Si pudiera, le sacaria los ojos, pensaba mientras marcaba el paso con el talon, siguiendo al bajo y a la bateria, con ojos muertos (estaban muertos desde esa noche), con ojos que eran como dos misiles lanzados contra la existencia.

Fue como recibir un viento en la cara, un arañazo o una cachetada. Tuvo la sensacion de ver, pero sin ver, un delgado hilo rojo, una especie de proyeccion. Algo le señalo el objetivo. Lo vio. Estaba de espaldas, medio encorvado, como si fuese un espantapajaros. Llevaba las manos en los bolsillos de la cazadora. Lo mataria, iba a matarlo alli mismo, entre los sones de la flauta y el cimbalo, entre riff y riff de guitarra le abriria el cuello o le perforaria un pulmon. Los dos. Le perforaria los pulmones con el punzon que siempre llevaba oculto. Ahora, penso palpandose, tambien lo tenia. Empezo a caminar hacia el muerto. Cada vez mas cerca, muy lentamente, y siempre de espaldas

Sintio una descarga electrica, una voz muda pero clara como el relampago en una noche cerrada. Supo que alguien iba a morir, que alguien iba a matar. ¿no lo sabia ya, eso? ¿no lo sabia de mucho, de muchisimo antes? ¿no lo supo desde esa noche, desde que vio el cadaver? Fue esa noche cuando lo habia jurado. Que aquello no terminaria, que no podia terminar mas que con alguien matando y alguien muriendo. Sintio como casi lo rozaba. Envuelto en la bruma violacia, lo comprendio justo a tiempo.

El cuerpo metalico y punzante penetro en la carne como un colmillo, como una hoz en la tierra. Se enterro profundo en la carne, separo la grasa del musculo, astillo el hueso.Los parlantes lanzaban escalofriantes aullidos electricos. Una bestia siendo descuartizada llenaba el galpon con sus distorsionados alaridos. Algo se escapaba con la sangre. Mientras el charco se formaba en el piso, el sentia que algo duro, que una enorma madeja de alambre de acero oxidado se desmadejaba, se volvia de hielo, se derretia; Sintio que habian removido un tapon y que una inmunda pero irretenible diarrea se filtraba desde su pecho hasta el otro cuerpo, y de este, a traves de la herida, regaba y lamia el suelo de cemento, formando el charco. Cada centilitro de sangre que manaba lo hacia sentirse mas liviano, mas irreal, menos atado a esta tierra. ¿era el el que habia matado? ¿era el otro el que habia muerto?¿eso era, asi que eso era todo?

Logro salir y camino unas pocas cuadras. Sentia que volaba, sentia que no moriria nunca. La policia lo detuvo casi inmediatamente después.




22 oct 2018

Para encontrarme tengo que meter el brazo en el charco, casi hasta el codo. Y revolver, hacer girar la mano y agitar los dedos como si cada uno de ellos fuese la cabeza de un caracol. Estirar las antenas al maximo, hacer fuerza hasta sentir con la yema el fondo lodoso, pantanoso del charco. Cada dia que pasa tengo que buscar un poco mas. Cada dia que pasa el charco es un milimetro mas profundo. Cada dia que pasa el fondo se aleja, se hunde un poco mas. ¿llegara el dia en que no conseguire hallarme, el dia en que mi propio fondo sea demasiado profundo, demasiado hundido para mi brazo? ¿como hacer crecer el brazo, como evitar la erosion del lecho del charco?
Busco y busco. No debo hablar, no debo pensar, solo debo buscar. Tantear aqui y alla hasta que finalmente me encuentro, me hallo, me reencuentro con esa particula inasible en la que me reconozco a mi mismo mas de lo que me reconozco en mis ojos o en mis manos o en cualquiera de mis ideas. Eso que me hace ser yo, como una libelula o una luciernaga, algo fragil entre las manos recien sacadas del charco. 
Si, pero que es. ¿que es esa cosa que sale del charco? ¿y por que se hunde, por que?
Ahora, sentado entre ustedes, siento que nuevamente se me escapa. Con otros dejo de ser yo. Aquello se retrae, se confunde con la hierba, se entierra. Y sin embargo, en su ausencia esta presente como nunca. Y se que yo soy yo y no este o aquel otro. Yo. Sebastian. Diferente de Pedro y de Juan. Algo que no son ni mis ideas ni mis recuerdos sino una forma de concebirme a mi mismo, precisa y vaga a un tiempo. Precisa por lo reconocible, por ese decir "heme aqui, esto y no otra cosa, y esto soy yo, Sebastian, y no Pedro ni Juan". Vaga por lo morfologicamente indefinible, por lo cambiante, por lo constantemente mutable de su configuracion. Una forma burbujeante, sin aristas, sin afuera ni adentro. 
¿Cuantas veces, cuando era niño o cuando era adolescente o cuando era joven, crei hallar la forma definitiva? Cada vez creia hallarla, cada vez volvia a perderla. Hasta que un buen dia me di cuenta de que no habia forma definitiva, de que no habia nada que persista, de que yo soy solamente mi reconocerme a mi mismo. No puedo atraparme, no puedo clavar la mariposa en un corcho. Puedo reconocerme en otros espejos como lo que no soy. Puedo reconocerme en los espejos de lo que se me asemeja, puedo reconocerme en los mensajes vedados que me envio en los sueños.
No soporto tenerme entre las manos durante mucho tiempo. ¿que haria conmigo? ¿que constuiria?
Entonces lo dejo caer, me dejo caer de vuelta al pozo, al lago, al rio, al torrente de ideas y de voces y de proyectos en el que nado como una serpiente. Mis elementos. No puedo vivir mucho tiempo por afuera del torrente, pero tampoco puedo vivir siempre en el. Envidio a los que pueden vivir constantmente fuera del agua. A los pajaros, los caballos y los zorros astutos, que no quieren las uvas que no pueden alcanzar. Yo no puedo obtener las uvas, y tampoco puedo dejar de quererlas. Quiero las uvas y el deseo de las uvas y el dolor del deseo de las uvas, oh Nietzsche. 
Envidio y odio y desprecio a los que pueden vivir constantemente sumergidos. A los peces y las algas y los bancos de coral, a todas las criaturas del fondo marino a las cuales mataria cualquier sutil cambio de presion. Para ellos el vivir constantemente inmersos en la corriente de los deberes y los haberes, para ellos ser completamente identico e inseparables de sus constantes ideas, sentimientos y presiones, para ellos ser iguales a la succesion de vagones por el foco de la conciencia. Para ellos la felicidad de no preguntarse acerca de la felicidad. La seguridad. Sufrir y amar sin grietas, sin titubeos, sin espacios entre las notas o sin silencio entre las imagenes.
Para ellos la estatua de hielo, el agua congelada y esculpida de tal forma que ellos llaman "yo", que ellos identifican con "Yo". ¿pero cuanto frio es necesario para mantener la estatua? Sostienen la estatua al precio de congelar sus aguas, de no fluir. Su rio no es un poderoso torrente de primavera. Los peces no saltan ni se agitan. Duermen bajo la superficie congelado. Es un lago fantasma en donde solo se refleja el cielo. Ponen esto aqui y esto alla. Hacen minutos de los instantes, horas de los minutos, dias de las horas. Consiguen realizar el milagro del Martes y del Jueves, logran en cada momento tener algo especifico y necesario para hacer. Cada hecho esta precedido y antecedido. A ese invento lo llaman la vida.

Cinco gustos

Estabamos en la mesa. La mesa era una tabla oblonga de madera de cedro. El marron rojizo del cedro estaba perfectamente pulido y tenia unos arabescos de mosaico que oscilaban entre el dorado y el arenilla. Apoyando mis codos en la mesa, cargaba todo el peso de mi cuerpo sobre la tabla, como si fuese un naufrago en alta mar, abrazado a un tablon de la galera recien destruida. Y bien podria ser que la mesa hubiese sido, antes, parte de una Galera. Quizas volviese a serlo en el futuro. De cualquier modo, era solida, me daba una reconfortante sensacion de solidez. Como un sarcofago, como los pilares de un monumento megalitico.
Amaba y odiaba a la mesa. Nos daba sombra, si. Nos daba prestigio, si. Nos servia contra el viento y el sol, si. Pero nos sobreviviria, nos enterraria a todos.
Micaela era liviana. Lo habia notado hace unos dias, cuando se sento encima mio por primera vez. La primera vez no me molesto. No soy tan susceptible. La segunda tampoco. La tercera ya comenzo a gustarme un poco, ese papel de falso tio o de falso hermano mayor. Claro que cuando nos vieron empezo a incomodarme. Ahora volvía a sentir el peso casi inexistentes de sus piernas.
Tambien sentia el peso de los ojos: de mis hermanos, de mi padre, pero sobre todo de mi madre y de mi Tia. Ojos de Basilisco. Ojos que nos acuchillaban con hastio, con incomodidad. Por supuesto que sabian que yo no hacia nada, que no correspondía a los jueguecitos de Lolita a los que Micaela me sometia en esos dias. Y sin embargo, ahi estaban los ojos que me vigilaban, que me miraban como si yo tuviese un poco la culpa de todo eso, de ser pobres, de que mi madre le debiese tanta plata a su hermana arpia, de entonces tener que recibirlos en casa año tras año cuando venian de vacaciones a Buenos Aires, o de que su hermana arpia tuviese una sobrina prematuramente ninfomana.
Me hacían gracia, ya a mi edad, las maniobras tan obvias de la Lolita improvisada. Como con la colegiala de Ferdydurke, lo obvio de las maniobras no las hacian, despues de todo, menos efectivas. Un cuerpo es siempre un cuerpo, por mas burdo que sea.
Lo cierto es que yo no podía o no quería tomar alguna acción o reprimenda concreta. Por fuera de esas situaciones incomodas, Micaela me caia bastante bien. Incluso podia decir, en mi fuero interno, que me gustaba. Habia decidido hacer rabiar a mis hipocritas familiares y todo sin mover un pelo, sin ponerle un alto, saliendo del paso con sonrisas a media o evadiendo los pueriles intentos de seduccion con bromas igualmente pueriles o fingiendo ser un tonto del bote, el hombre mas lento sobre la corteza terrestre.
Pero esa situacion, los ojos y los carraspeos en la mesa, las piernas desnudas de la adolescente, las estupidas sospechas de mis familiares  o tal vez lo generalmente fastidioso de mi existencia en general me hicieron cambiar de opinion. Imperceptiblemente deslice la mano oculta por el angulo interior del muslo de mi gallinita inquieta, la cual fingio maravillosamente no darse cuenta de nada. Le mire los ojos, forma de avellana, color aceituna, para atisbar alguna llamarada de fuego verde o algun espejo de hielo azul, pero no encontre nada de esto. Solo se revolvio un poco sobre mis piernas, como si buscase empollar un huevo inexistente o, a esas alturas, ya no inexistente del todo.

- Anda a comprar helado - dijo mi madre. Querian helado, habian dicho. En la mesa habia restos de ensalda de remolacha fria. Agria como ellos. Y ahora querian helado. Querian que vaya a comprarlo. Yo. Justo yo. El unico con una gacela de minifalda sentada encima. ¿y por que no iban ellos? Pero claro que sabia porque.
Me dictaron los gustos. Cinco gustos. Gustos ridiculos, absurdos, inexistentes, pesadillescos. Nadie me pregunto que gusto queria yo. Movi las piernas para sacudirme a la colegiala de sonrisa provocadora. Micaela anuncio campante que venia conmigo. Descontento general perfectamente disimulado. Un maravilloso microsegundo de silencio. Perplejidad, enojo y resignacion. Pasaron en sus ojos uno detras del otro, engarzados entre si como los vagones de un tren de carga. ¿no se opondrian sin denunciar sus sospechas? No podian, no lo hicieron. Hubo ojos como manos que me empujaban sutil pero ferozmente hacia una replica. Pero empujaban en vano. No hubo replica. Nos fuimos.

Ibamos solos, libres de los ojos, libres de la casa, libres de la autoritaria seguridad de la mesa de roble. Micaela caminaba como una bailarina, y yo me sentia como si me hubiese salido con la mia. Apenas hicimos algunos pasos y ya me tenia de la mano. La mire y se reia. Comprendi que se burlaba de todos ellos, y probablemente de mi tambien. Pero yo le gustaba y ellos no. Esa era la diferencia. A ellos los despreciaba, los odiaba. Principalmente a mi tia. Quizas me habia visto ese mismo filo metalico en la mirada. Mientras jugueteaba con mis dedos empezó a hablar pestes y tormentas de toda su familia y tambien de la mia, sin preocuparse por ofenderme o incomodarme. Realmente me gustaba cuando hablaba asi, con esa irreverencia.
¿cuando habia yo jugueteado asi, con las trenzas y los dedos de una adolescente? Ya no podia recordarlo. Me sentia afiebrado, ridiculo, casi furioso. Decidi que desde ese momento estaba enamorado de Micaela, mas por rebeldia y fuerza de voluntad que por algun otro misterioso mecanismo de esos que tan comunmente se le atribuye al amor. Yo no sabia que era el amor. No lo sabia ni queria saberlo. Las piernas y los dedos de la adolescente eran despertarse de una pesadilla en otra pesadilla.
Podia decidir odiar, podia decidir amar. Eso era nuevo para mi. Habia descubierto un lago, una puerta, un nuevo tipo de movimiento.
La colegiala me gustaba porque era feliz, y era feliz porque no sabia en que consistia la felicidad. Ni siquiera se lo preguntaba. Tal vez ahí estuviera la cosa.
Llegamos a la heladeria cogidos por la cintura. Pasamos de largo la heladeria. Que se consigan su helado como puedan, esos imbeciles. Ademas, nos habiamos olvidado los cinco gustos. Cruzamos la calle, doblamos en una esquina a la derecha, en otra a la izquierda. ¿quien llevaba a quien? No lo sabiamos. ¿a donde ibamos? No lo sabiamos con certeza. Teniamos algo de plata, un poco mas de lo necesario para comprar un kilo de helado. Las posibilidades eran infinitas.

18 oct 2018

Como Cazan las Leonas

Se desperto de repente, sobresaltado. Cuando despertaba sintio como si le hubieran dado un golpe, un golpe pero desde adentro. Abrio los ojos e inmediatamente constato que no sentia dolor alguno, mas alla de una subita presion en las sienes propia de los despertares apresurados. Mirando la oscuridad, se mantuvo sin pensamientos solo por un instante, y luego inmediatamente tuvo miedo. Sabia que tenia que ir al baño, que tenia cruzar el pasillo y... sin saber por que o como es que lo sabia, supo que no estaba solo. Sentia la presencia de alguien mas.
Se destapo hasta las rodillas y se sento en la cama. Dio un par de torpes golpes en la mesa de luz, casi volcando el vaso con restos de gaseosa, hasta que encontro lo que buscaba. Pulso la perilla y entrecerro los ojos, cegado por la irritante luz electrica del velador sin pantalla. Se tapo el ojo derecho con la mano y haciendo foco, miro con ahico hacia la puerta entornada. Su mirada se perdia en la rendija de la puerta, un amenazador rectangulo de negrura. Sintio como si mirase una fosa marina, como si mirase un abismo. Supo que desde la oscuridad, algo en el pasillo le devolvia la mirada.
Estuvo asi, largos minutos, atisbando al pasillo con el telescopio de su ojo izquierdo. Detestaba haberse despertado asi, a mitad de la noche. Eran exactamente las cuatro y dieciocho de la madrugada. Faltaban dos o tres horas para la salida del sol. El sol era lo unico que podia salvarlo de aquello. La luz electrica no alcanzaba. Apenas bastaba para que eso del pasillo se mantuviese a raya, agazapado pero acercandose, como una serpiente o un cocodrilo. Y entonces se dio cuenta: ¡tenia que ir al baño!
Tenia unas ganas irremediables, irresistibles, impostergables de hacer pis. Se hubiera dado cuenta al instante si fuese de dia, si no hubiese sentido como un golpe, si aquello no lo mirase sin ojos desde el pasillo, siseando, reptando... y mientras tanto la uretra comprimida como un ladrillo, aguantando, bien por el momento, pero no por mucho tiempo.
Penso en apagar la luz e intentar dormirse, pero supo que seria en vano. Su mente podia abstraerse de cualquier cosa. Confiaba en poder dormirse en un terremoto o antes de ir a una guerra. Podia intentar olvidarse de las ganas de hacer pis o podia intentar olvidarse de la cosa del pasillo, pero no podia olvidarse de ambos. Tenia que hacer pis, tenia que asegurarse de que lo del pasillo fueran solo imaginaciones suyas.
Salio de la cama, haciendo un bollo las sabanas. Tenia las piernas transpiradas, fruto de no haberse destapado del todo. Algo en su cuerpo habia encontrado el valor para moverse, como si hubiera encontrado una llave en el fondo de una piscina. Se estaba poniendo las ojotas cuando escucho un ruido. Venia del pasillo. Se oia y dejaba de oirse. ¿a que sonaba? a pasos. Pequeños pasos, pasitos como de paloma o de gato, acolchonados... si. Eran pasos acolchonados, pero de algo que escondia cuchillos entre los almohadones de las patas. Penso en una paloma enorme y monstruosa, que lo esperaba con ojos vacios como botones, algo asi como un pterodactico de alas plegadas o un velocirraptor emplumado. Los pasos parecian alejarse hacia el living, hacia la cocina, hacia la puerta de la calle, solo para (al parecer) acercarse de nuevo al living, al pasillo, casi hasta la puerta de la pieza. Iba y venia. Patrullaba. Algo rondaba por la casa.
Parado en la habitacion, se lamento de no tener ventanas, se lamento de estar solo. Si al menos pudiera llamar a alguien, golpear las paredes, de algun modo pedir auxilio. Pero estaba solo. No podia hacer ruido, ¿quien escucharia, que diria de todos modos? y tenia que salir, tarde o temprano, de la habitacion.
Tuvo una idea. Entre su pieza y el baño estaba el pasillo. Podia llegar al baño de tres saltos. ¿estaria abierta la puerta del baño? Creia que si. Si salia cuando los ruidos parecieran venir de la cocina o de la puerta de calle, podria llegar al baño antes de que aquello llegara hasta el.
Espero a que los pasos se alejaran y salio a los saltos. No se le habia ocurrido la posibilidad de que la aquello del pasillo fuese mas de uno, de que los pasos fuesen solo una trampa, algo similar a la tactica de caceria de los leones. Mientras pensaba esto, a la velocidad del relampago, tambien llego a pensar que habia llegado a salvo. Pero cuando quiso cerrar la puerta del baño, sintio que algo le aferraba el brazo. Luego ya no pudo pensar.
Lo que paso a continuacion no tenemos manera de saberlo, pero podemos hacer las especulaciones gratuitas de rutina. Por los restos encontrados en el suelo del baño, que aquello del pasillo tenia garras y colmillos, y que eran varios ejemplares de cuerpos fuertes y pesados. La autopsia determino que la causa de muerte fue por asfixia. Se cree que la victima habria sido derribada y luego estangulada tapandole los la boca y los orificios de la nariz. Por la cantidad de sangre y organos faltantes, las teorias apuntan a que son depredadores carnivoros.
Identicamente a los casos anteriores, se lo hara pasar por un asesinato. Estos ataques ocurren, en estos dias, cada dia mas seguido. Las autoridades, tanto medicas como policiales, no tienen una idea definida de la naturaleza de los o las asesinas. Los peritos hablan de sectas, los ufologos de alienigenas, los criptozoologos de extraños animales al estilo del chupacabras.
Las muertes estan aumentando, pero claro, cierto es que hay en este mundo problemas mayores, como el Cancer o los accidentes de trafico.