25 nov 2020

Una pequeña molestia

Estaba dando vueltas en la cama cuando, de repente y sin ningun tipo de preambulo, senti una molesta picazon en la planta del pie izquierdo. En verano habia empezado hacia una semana pero recien ahora se dejaban sentir los primeros calores del año. 

Tengo que confersarlo: odio el calor. No me averguenza admitir que espero cada verano como quien espera un castigo o una tortura. Pese a todo, no me resigno, lo cual significa que siempre estoy bien preparado. El aire acondicionado pseudoindustrial que tengo en mi pieza me permite permanecer fiel a mi costumbre de dormir siempre tapado, incluso con treinta grados. En fin, que me rasque un par de veces y volvi a la insufrible tarea de intentar dormirme.

Ultimamente me cuesta mucho conciliar el sueño. Lograr quedarse dormido es un pequeño milagro que realizamos diariamente. Deberia existir una palabra para todas esas cosas que realizamos sin comprender cuan facilmente ocurren hasta que, por alguna razon, dejan de ocurrir con la consabida facilidad. Recien ahi nos damos cuenta de que no tenemos la menor idea de como hacemos mucho de lo que hacemos habitualmente. Descubrimos, no sin mezclar un poco de horror con la sorpresa, que muchas de las cosas mas importantes de nuestras vidas, de las que dependdemos absolutamente, dependen a su vez de oscuros mecanismos acerca de los cuales no sabemos absolutamente nada. Mecanismos que solo podemos atestiguar, sin controlar ni comprender. Lo normal es que no nos interese mucho comprenderlos. Pero esto es precisamente porque funcionan. Y, cuando no lo hacen, suele ser ya demasiado tarde para ponerse a aprender. 

A los pocos minutos volvi a sentir en el pie izquierdo un hormigueo extraño. Esta vez, acompañado de un calor. Era como si tuviera los pies pegados a una estufa o muy cerca de una fogata. Pero no ambos pies, sino solamente el izquierdo, y no todo el pie, sino mas bien exclusivamente la planta. ¿verdad que era algo raro? El resto de mi cuerpo, incluido mi pie derecho y todo mi pie izquierdo exepto la planta, estaba frio, tan frio como si recien lo hubiera sacado de la heladera. Al calor - hormigueo succedio inmediatamente un cosquilleo nervioso, como si miles de pequeñas patitas me caminaran por la planta del pie. Comezon.

Me volvi a sentar en la cama y, cruzandome de piernas, me dedique a rascarme a conciencia y no sin cierta saña esa jodida planta del pie izquierdo. ¿asi que queria picar? Bueno, ya iba yo a sacarle las ganas. Me rasque con fuerza durante uno o dos minutos, hasta dejar casi insensible la zona. Volvi a acostarme pero a los pocos segundos volvi a sentir, ahora mucho mas fuerte, un terrible calor que me inflamaba ahora todo el pie, no solo la planta. 

Se me ocurrio que esto podia ser una contrareaccion a la furibunda rascada de hacia unos instantes. Algo similar a lo que ocurre cuando, luego de perder la sensibilidad de una zona por falta de irrigacion sanguinea, ocurre cuando la sangre vuelve a fluir por el miembro de una forma abrupta: esa mezcla de paralisis y pinchazos. Incluso podia ser alguna extraña reaccion alergica. No lo sabia. Intente aguantar estoicamente la molestia pero, al cabo de unos minutos no pude evitar volver a sentarme. El calor era ahora mas parecido a una inflamacion febril. Sentia el pie entumecido hasta el tobillo, y tenia la impresion de que, si encendia la luz, veria mi pie izquierdo rojo e hinchado como si lo hubiera mordido una tarantula o una vibora. Ese pensamiento me divirtio al mismo tiempo que me alarmo, pues no era del todo descabellado pensar que me habia picado algun insecto. ¿acaso no habia muchisimos insectos, como mosquitos, pulgas y garrapatas, que tenian picaduras indoloras? 

Sabia que estaba cediendo a la paranoia, y que si entraba por esa pendiente seguramente me quedaria sin dormir la noche entera. Ya me habia ocurrido con anterioridad. Tener alguna inquietud, alguna duda estupida, y darle cabida, darle aceptacion en mi fuero interno. Era desastroso. Como si fuera algun tipo de adiccion, la primera distraccion siempre desembocaba en otra, y finalmente perdia en absoluto no el sueño, sino la capacidad de sosegarme para dormir. 

Pero fue inutil. Volvi a sentarme con las piernas cruzadas y prendi el velador. ¡Por supuesto que tenia el pie rojo! Y tambien hinchado. Si bien me desagrado verlo, no puedo mentirles diciendoles que no me agrado acertar con mi teoria. Sin embargo, la victoria fue solo parcial. Si bien el pie estaba notoriamente hinchado y rojizo - sobre todo los dedos, que presentaban un desagradable aspecto de Wiener Wurst - lo cierto es que no pude encontrar en mi revision nada que se pareciera a una picadura de insecto. Toda la superficie del pie estaba limpida y rojiza. 

Puse el pie sobre una almohada y volvi a acostarme, esta vez boca arriba y todavia con la luz encendida. Despues de todo, aquel calor que latia y latia no era del todo desagradable. La comezon habia desaparecido del todo, quedando reemplazada o sepultada por aquella presion, por aquel abotargamiento que me daba la placentera sensacion de que mi pie izquierdo se hallaba semi desconectado de mi sistema nervioso. Tenia la impresion de que podria clavarle una aguja sin sentir verdadero dolor, y seguramente hubiera hecho la prueba si no fuese por el hecho de que no tenia agujas a mano. Me distraje pensando en experiencias similares de adormecimiento o perdida de la sensibilidad, abstrayendome a tal grado que estuve a punto de quedarme dormido. Seguramente lo hubiera logrado de no ser porque, justo en el momento en el que estaba por despedirme completamente del mundo real, volvi a sentir una intensa picazon, pero esta vez el el pie izquierdo. 

Solte un verdadero taco y volvi a incorporarme, esta vez cruzando la derecha sobre la izquierda para poder rascarme la mierda de pie. No pude evitar notar que me costo un poco mas cruzar las piernas. Y fue hasta que termine de rascarme el pie derecho que note que la hinchazon del pie izquierdo se habia  extendido hasta abajo de la rodilla. Ahora la Wiener Wurst ocupaba toda la extremidad inferior. El adormecimiento tambien era mayor. Si bien era leve cerca de la rodilla y en el gemelo, era casi total por debajo del talon. Tal que no podia mover los dedos en absoluto, y el unico movimiento que podia obtener del pie era un patetico temblequeo. 

En este punto, la mayoria de las personas hubiera entrado en panico, se hubiera puesto en pie de algun modo, probablemente cayendo y tropezando varias veces, hasta llegar al telefono mas cercano, y a los gritos hubiera llamado una ambulancia o al medico mas cercano. No fue mi caso. ¿que sentido tenia todo aquello? Para empezar, no tengo telefono en mi casa. Vivo en una zona bastante apartada. Segundo, no me gusta la gente, lo cual explica las razones compuestas del punto anterior. Tercero, ¿necesitaba yo mi pie izquierdo en ese momento? En absoluto. Lo que necesitaba, en cambio, y con urgencia, era dormir. La falta de sueño durante algunos dias era quizas la razon mas poderosa para explicar que, en aquel momento, me diera todo absolutamente igual. 

Estaba verdaderamente en un estado morboso. Era uno de esos estados en donde la parte del alma que se encarga de sentir y de recordar se despega completamente de aquella otra parte, fria y como de aracnido, que se encarga de los razonamientos, de las conclusioones logicas y de todos aquellos "por lo tanto" y "por consiguiente". Fue aquella araña la que me susurro, si se me permite el simbolismo, que quizas la misma secuencia se repitiese para el pie derecho. Esto me intrigo. Solo habia una manera de saberlo, y aquella era la que consistia en volvere a acostar, apagar la luz y esperar. 

Al cabo de unos quince minutos no pude resistir mas. Volvi a encender la luz y comprobe la validez de mi sentido aracnido: habia ocurrido tal y como esperaba. E incluso habia descubierto una nueva y valiosa informacion: la progresion de aquello que me succedia era creciente. Pues ahora no solo tenia Wurstizada ambas piernas por debajo de la rodilla, sino que la pierna izquierda de hallaba roja y pelada, casi como si la hubieran hervido por tiempo prolongado, casi hasta la zona del muslo interior. No faltaria mucho para que la pierna derecha siguiera el mismo camino. ¿que pasaria entonces?


Rosacea, Psoriasis, Herpes, Lupus. Se me vinieron a la mente como en un aluvion. Habia visto numerosos casos parecidos en ficciones medicas televisivas. En aquellos casos el paciente era salvado por algun medicamento impronunciable. O bien perdia la extremidad. O bien moria. Pero eso era en la ficcion. La vida real, pensaba yo, tenia que ser a la fuerza o mas interesante o mucho mas aburrida. Por lo cual me inclinaba a pensar que morir o perder mis piernas no era una posibilidad real y concreta. La cosa habia empezado de un modo mas bien raro y no podia acabar mas que de un modo igualmente inverosimil. Mis piernas mutaban y se convertian, cada una, en un calamar. O bien estallaban y quedaban a la vista dos femures y demas huesos de oro solido, lo cual me revelaba que yo era de alguna otra especie. O bien la picazon se extendia a todo mi cuerpo, y llegado cierto punto reventaba cual un chorizo que se deja al fuego por demasiado tiempo, o como un grano. O bien la progresion se iba en sentido inverso y terminaba desapareciendo. Cualquier cosa era posible. Todas estas posibilidades eran preferibles a la picazon. Seria lo que tuviera que ser.

Apague la luz, di un par de vueltas y luego mas vueltas, arrastrandome en la cama con el peso muerto de mis piernas. Mis movimientos me recordaron a los que hace un perro en una alfombra hasta ovillarse y empezar a roncar. En algun momento me quede dormido. 

















Repulsion Magnetica

 El metro, una formacion cromada del mas puro color plata, se detuvo en la estacion terminal. Las puertas se abrieron como si las impulsara una fuerza magica. Sin palancas, sin producir el mas minimo ruido, la mas minima friccion. Un aire gelido invadio la ya refrigerada estacion.

Los pasajeros que se hallaban sentados - ya nadie viajaba parado, eso era algo de los libros de historia, propio de una epoca en que los metros eran ridiculamente lentas y sus frencuencias absurdamente espaciadas - bajaron de la formacion arrastrando los pies, produciendo un confortable fru fru con su comodo calzado. La luz de la estacion, una luz uniforme y confortable color verde limon, era testigo todas las mañanas de aquella doble procesion ordenada y silenciosa: por un lado, la camada de pasajeros que bajaba en la estacion final. Por el otro, la nueva camada de pasajeros que subia en esa misma estacion, que para ellos no era la final sino la inicial. Una cosa curiosa, que seguramente contrastaria con los viajeros de metro de las decadas anteriores, era que las caras - confiadas, placidas, regordetas - de los pasajeros que bajaban era tan fresca y descansada como las caras de los pasajeros que subian. Poco importaba que los unos vinieran de su trabajo y los otros estuvieran recien yendo hacia el. Las fronteras entre el trabajo y la vida de ocio habian desaparecido hacia ya mucho tiempo. Se trabajaba en todos lados y se jugaba tambien en todos lados. Muchos de los trabajos eran ya ciertamente un tipo de juego - cumplir con metricas, alcanzar objetivos que impactaban en mundos distantes, lograr cifras cada vez mas dificiles, mas absurdas, mas astronomicamente delirantes; Muchos juegos eran ya ciertamente un trabajo en toda regla: tenian horarios fijos, responsabilidades, consecuencias economicas y hasta sociales. Ambos ganaban dia a dia en grados de complejidad. Grados de complejidad que habrian, sin duda, enloquecido al zapatero o al plomero de los mundos anteriores, pero que a los abotargados y bien comidos habitantes de la ciudad les parecia natural. Los juegos y el trabajo enlazaban de forma tal que era imposible saber en donde empezaba uno y terminaba el otro. Los mismos terminos "juegos" y "trabajo" eran resabios del pasado oscuro. Sobrevivientes linguisticos muy parecidos a "Dios" y "Alma". Palabras que todavia sobrevolaban el hablar cotidiano de todos pero que, stricto sensu, no significaban ya nada. 

La gente, todo el mundo, estaba ocupada. Tenia "asuntos". Hacia esto o aquello y por supuesto recibia por estas tareas tal o cual remuneracion. ¿como no iban a recibir un pago si cumplian con sus objetivos? Todo el mundo sabia muy bien que era cuestion de esforzarse, de alcanzar la cifra, de cerrar el trato, de vencer al jefe final para obtener luego la natural recompensa por el esfuerzo. Esfuerzo y recompensa eran algo tan obvio, tan simple, tan endemoniadamente facil de entender que hasta los chicos de primaria se maravillaban, leyendo la historia del pasado reciente, de que pudiera haber en el mundo tantos problemas relacionados con la falta de tareas y la falta de recompensas. ¿Es que antes no habia cosas por hacer? Esta pregunta se repetia incansablemente en todos los salones de educacion inicial.

Una vez que bajaban los que llegaban, subian los que esperaban ordenados en el anden. Por supuesto, esperar era mas bien un eufemismo, otra palabra fantasmagorica. Nadie esperaba realmente nada. Las formaciones de metro se succedian una casi inmediatamente detras de la otra, dando la impresion de una verdadera cadena de montaje logistico. De hecho, la separacion entre unidad y unidad era solamente de unos pocos metros. Mientras que apenas veinte años atras tan sincronicidad y coordinacion hubieran sido sencillamente imposibles (amen de causar un monton de accidentes) ahora todo ello era posible gracias a la implementacion de poderosos sistemas de levitacion magnetica. El sistema del metro era tan maravilloso como sencillo. Cada formacion tenia una carga magnetica que se activaba con la electricidad del riel. Misma electricidad que mantenia en maglev a los vagones sobre aquel, y que les permitia desplazarse con absoluta falta de ruido y rozamiento. Esto eliminaba totalmente las piezas mecanicas. Un mecanismo de contracarga electrica hacia lo propio con los frenos. Esta misma carga, acentuada en los vagones primero y ultimo de cada unidad, fijaba la precisa distancia entre formacion y formacion. El campo magnetico artificial de los vagones primero y ultimo era siempre negativo, lo cual hacia sencillamente imposible la colision entre las unidades. Estaban salvaguardadas por un irrompible colchon de repulsion magnetica. Los vagones intermedios segian entre si una orden de -+-+-+- , lo cual les daba a las formaciones una coaccion magnetica que los mantenia siempre unidos. Esta ruleta magnetica funcionaba con una precision tal que dejaba a los tradicionales relojes suizos como una chucheria made in China. 

Por su parte los andenes no eran, como antaño, un precipicio directo hacia las vias, sino que estaban entubados en un maravilloso vidrio templado holografico, en donde los pocos pasajeros que no tenian a mano su movil podia mirar interesantes animaciones o las noticias del dia. Este tubo tenia sendas entradas que se sincronizaban exactamente con las puertas de cada vagon de metro, haciendo virtualmente imposible los accidentes y los tan temidos suicidios. 

Una vez que los nuevos pasajeros subian al metro, tomaban asiento. Cuando los asientos se llenaban una buena cantidad de pasajeros viajaba parado. Esto no era en absoluto una molestia, e incluso habia quienes elegian entrar ultimos para poder hacer el viaje a pie. En un mundo donde casi la totalidad de los asuntos se ralizaban sentado o incluso acostado, estirar las piernas era un verdadero placer.  Todo este recambio se producia en apenas unos veinte o treinta segundos. En tan solo ese tiempo los pasajeros quedaban sentados, alumbrados por una simpatica luz azul acero. Las puertas se cerraban sin producir el menor ruido y el viaje comenzaba en el silencio mas absoluto, tan solo interrumpido por el casi inaudible murmullo de las turbinas refrigerantes. 

La musica ambiental era innecesaria, pues todos los pasajeros estaban completamente insertos en sus dispositivos. La gran mayoria usaba algun movil de realidad virtual, pero tambien habia quien usaba tabletas o moviles mas clasicos con proyecciones holograficas. Cada tanto algun pasajero sorprendia esgrimiendo algun libro de papel, lo cual era tomado como una expocision de clasicismo, como quien se vestia con ropas de la decada del sesenta o con diseños que imitaban los uniformes de las grandes guerras. Eran modas esteticamente bellas.

El tramo entre estacion y estacion era de unos pocos segundos, aproximadamente de unos treinta por estacion. El metro recorria casi cincuenta estaciones, trazando una especie de doble espiral de entrada y salida, llevando y trayendo gente continuamente desde las periferias a la city y viceversa.

Como era un viaje matutino casi nadie bajaba en las estaciones. Esa era una de las pocas cosas que no habian cambiado desde los tiempos antiguos: la dispocision de la ciudad. La City, antiguamente llamada centro o microcentro, era el corazon laboral, politico y financiero de la region. A esa hora de la mañana habia mucha mas gente yendo hacia la city que volviendo de ella. El viaje transcurria tranquilo y fluido, pero a partir de la vigesima estacion comenzo a ocurrir un fenomeno que, aunque habitual, nunca dejaba de producir en nuestros pasajeros una marcada incomodidad.

En esa estacion subio el primero de ellos. No tenia tableta, ni movil de realidad virtual. Ni siquiera tenia un celular, es decir, esos viejos dispositivos con botones que algunos padres les dan a sus hijos en el jardin de infantes. Nada, absolutamente nada en las manos. Nada en los ojos. ¿Que ser extraño era ese que miraba de frente, buscando los ojos del resto de los pasajeros? Pues ni aunque hubiera tenido un movil VR hubiera pasado desapercibido. Su ropa, su cara, su olor. Cualquiera de estas cosas lo habria delatado. Pero, sobre todo, aunque hubiera vestido un perfecto disfraz de ciudadano normal, lo habrian delatado sus ojos. No tenian la fria placidez que poseian el resto de los ojos. Eran ojos que miraban, ojos que querian, que pedian algo. La diferencia era notable. Los ojos de los pasajeros, en cambio, mostraban el regocijo de quien no tiene problemas o bien, el regocijo de quien cuando tiene un problema puede solucionarlo yendo a comprar la solucion a alguna tienda cercana. 

Entonces succedio lo que todos temian, lo que algunos, por haberlo vivido ya unas cuantas veces, incluso comenzaron a proyectar unos segundos antes de que ocurriera realmente. El sujeto - Un NN que no devolvia registros al ser escaneado por gafas VR - comenzo a dar un discurso dirigido a los viajeros del vagon. El discurso era grotesco y confuso, y mezclaba un monton de palabras que los confundidos pasajeros no podian - ni querian - entender. "Buenas tardes" (no era aquello una especie de saludo, una arcaica convencion social en desuso?) "Molestias", "Calle", "Necesidad", "Colaboracion", "Dios". 
Una joven de ojos negros, envuelta en un comodisimo marron de piel sintetica, desvio por unos instantes la mirada de su pantalla y no pudo evitar sentirse indignada. ¿con que derecho se la arrancaba asi, via esa cantaleta horrenda de palabras sin sentido, de sus asuntos, de sus responsabilidades? ¿ no sabia aquel tipo que su tiempo valia? Mejor aun: ¿no tenia aquel tipo nada de lo que ocuparse? y, lo mas importante de todo, ¿que diantres queria aquel hombre tan raro? Por supuesto, el pensamiento de la chica duro cosa de un segundo, apenas el tiempo suficiente para expresar un gesto de fastidio. Volvio a ponerse las gafas y no le dijo nada de esto. Varios pasajeros tuvieron gestos similares. 

El sujeto continuo con su cantaleta por dos o tres minutos y luego comenzo a recorrer el vagon con una bolsa abierta en sus manos. Aquello era el colmo de lo incomprensible. ¿que queria? ¿acaso vendia algo? ¿no sabia acaso que la venta ambulante, sin ningun tipo de licencia, estaba estrictamente prohibida, y que la compra ambulante era igualmente punitiva? La mayoria de los pasajeros se limito a sonreir beatificamente o a hacer de cuenta que no notaban al individuo. Solo dos o tres, adoptando un aire de ingenuidad ofendida,  negaron con la cabeza. 

Por supuesto, varios pasajeros sabian exactamente que el sujeto que ahora se bajaba del vagon con su bolsa vacia era un mendicante, un pobre, lo que antes se llamaba "desocupado" y ahora tenia el nombre, mas preciso y realista, de "ilegal". Lo que no sabian los pasajeros, salvo alguno que hubiera trabajado en la organizacion del metro, era que los vagones tenian instaladas camaras. Estas camaras fotografiaban o filmaban al molesto mendicante, el cual era detenido inmediatamente al bajar del metro. Una vez apresado, el ilegal era cordialmente conducido a la comisaria mas cercana, y luego no se lo volvia a ver nunca mas pidiendo por la misma zona. ¿se lo volvia a ver por algun sitio en absoluto? Como la mayoria de las personas hacia exactamente el mismo recorrido, nadie podia decirlo con exactitud, pero nunca conoci a nadie que dijiese haber visto al mismo ilegal en dos oportunidades. Antes, la existencia de los ilegales asotaba al metro y al resto de la ciudad como una plaga de langosta. Luego, con el correr de los años y el perfeccionamiento del sistema, habian ido desapareciendo como el resto de las molestias. Cada tanto aparecian aqui y alla, pero luego iban a la comisaria y de algun modo se encargaban de ellos. ¿de que modo? A nadie le importaba realmente, asi que nadie preguntaba. Las cosas funcionaban demasiado bien, de una forma demasiado silenciosa como para hacer preguntas.

Lo extraño fue cuando, en la siguiente estacion, volvio a subir uno de estos tipos raros. Este tenia un extraño baston blanco en la mano derecha, y se tambaleaba de un modo misterioso. Incomodos algunos, asustados otros, los pasajeros sentian algo analogo a estar viendo un fantasma: algo que no podia, que no debia estar alli, entre ellos, y sin embargo ahi estaba. Cuando la formacion se puso en marcha, el ilegal comenzo con un discurso parecido al del anterior. Como la repetecion de una misma escena, los pasajeros volvieron a apretar las muelas, a subir al maximo el volumen de sus reproductores de video, a fingir que recibian algun mail importante o una llamada de vida o muerte. El ilegal - un viejo paliducho de barba rala - fue y vino por la formacion con su andar inseguro, golpeteando aquel extraño baston que blandia en su mano derecha, mientras que ahuecaba la mano izquierda en un extraño simbolo. Un muchacho joven, que por sus ropas era sin dudas estudiante universitario, tuvo la idea de que quizas se tratase de alguna seña religiosa, y que aquel hombre seguramente era lo que se llamaba un "sabio" o al menos un iniciado de alguna sociedad secreta. Su curiosidad casi lo lleva a escuchar un poco del discurso del ilegal, pero llevaba en sus manos la gestion de una ampliacion importante y no podia distrarse ni perder un solo punto. 

Para sorpresa y estupefaccion de nuestros pasajeros, aquella mañana subieron al metro gran cantidad de ilegales: grotescas mujeres con varios chicos sucios de cada mano, extraños sujetos que ofrecian productos inutiles o meramente simbolicos, un monstruoso ser que se movia en lo que parecia ser un vehiculo no motorizado de dos ruedas, un sujeto que era practicamente un torso, sin piernas ni pies, que clamaba "solidaridad" ( varios pasajeros buscaron la palabra en internet, sin resultado alguno) mientras reptaba por el suelo del vagon; luego varios hombres jovenes e mirada amenazante, que mas que implorar parecian exigir algun tipo de compensacion por parte de los viajantes. Uno de ellos fue tan insistente que uno de los pasajeros estuvo a punto de marcar el codigo de terminacion en su movil, pero finalmente el ilegal decidio bajarse en la proxima estacion. Varios pasajeros no pudieron dejar de notar que habia varios guardias esperandolo inmediatamente a la salida del vagon. 


- Es curioso - le dijo esa misma tarde la chica de ojos negros a su compañera de cubiculo - que puedan acercarse tanto. Y por curioso quiero decir incorrecto. 

Su compañera, naturalemente, estuvo de acuerdo. Mientras tomaban un cafe, sus caras redondas y rebosantes de felicidad parecian decir que los tiempos ya estaban maduros para solucionar absolutamente, de forma cientifica y radical, todo tipo de problemas 

Aquella misma noche, mientras dormia en su comoda cama lunar de sabanas plateadas, bajo una luz negra que simulaba la mas perfecta oscuridad, la chica de ojos negros, ojos ahora totalmente cerrados, dormia profundamente y al mismo tiempo soñaba con un dispositivo similar al de los vagones; Un dispositivo verdaderamente maravilloso. Todavia no tenia bien claros los detalles - despues de todo era un sueño - pero seria algo que utilizara alguna fuerza tan poderosa, tan inapelable, tan impersonal como la fuerza magnetica. Ese algo no dejaria nada librado al azar, de desharia por fin de todos los escollos morales y filosoficos. Si uno no queria que la gente pise el pasto, era completamente inutil poner un letrero. Esta leccion se la habian dado, como a todo el mundo, en la escuela primaria. Si uno no queria que pisen el cesped, levantaba un muro alrededor del mismo. Un muro o un campo magnetico, porque un muro no deja ver el pasto, pero un campo magnetico si. La chica sintio una subita emocion que no pudo definir. Si hubiera tenido un vocabulario mas amplio o, mejor dicho, si hubiera manejado el vocabulario de la era pasada, sin dudas habria calificado a su sueño de teofania. En fin, que aquella noche soño con un dispositivo que impedia fisicamente que los ilegales se acercaran a los ciudadanos decentes. Levantaba un muro invisible pero infranqueable. Asi, el incordio podia parlotear todo lo que quisiera, que seria lo mismo que los animales del zoologico: algo gracioso, triste o interesante, pero en ultima instancia inofensivo. 

Al dia siguiente ya estaba presentandole la idea la departamento tecnico de la empresa para la cual trabajaba. La chica de ojos negros era, como todos, un ser eminentemente practico e inmediatamente tuvo el objetivo de materializar su sueño. Sabia que era posible. 

- Y eso no es todo. Si alguno de estos ilegales intenta romper el campo magnetico, suponiendo que se use un campo magnetico, claro, lo ideal seria que el campo reaccione de algun modo ejemplar - la chica de ojos negros hablaba con entusiamo -  se me ocurre que expandiendose subitamente para mandar a volar al ilegal unos cuantos metros, para que aprenda de una vez como son las cosas. ¿a usted que le parece?