28 sept 2019

Vuelta a Telen


Laura y su hijo llegaron un domingo a la tarde. El tren, que había recorrido el ultimo tramo a una velocidad exasperantemente lenta, llego a la estación realizando un lastimoso traqueteo, dando la impresión de una criatura moribunda que llega a su madriguera justo con sus últimas fuerzas.  Cuando la exhausta formación se detuvo del todo, bajaron y se amontonaron con el resto de los pasajeros que traían, como ellos, el equipaje en el vagón de carga. Recibieron las dos valijas polvorientas y comenzaron a caminar por el andén. Apenas salieron del alero que bordeaba la estación, notaron que hacía calor. Mucho calor. Laura casi pudo sentir en la boca la pegajosa humedad del aire. Un aire pesado que parecía escaparse mientras más se lo buscaba. Telen era un pueblito perdido en el interior de la provincia. Federico se agarró de la mano de su mama y busco en su cara la forma correcta de encarar todo aquello. Laura sonrió y entonces Federico también. El chico quería ayudar llevando una de las valijas. A Laura le gustaba consentir aquellos arranques de altruismo que tenia a veces su hijo así que salieron de la estación con una valija cada uno.
Las calles, en su mayoría, eran de tierra. Casi no se cruzaron con gente en las primeras cuadras. Laura caminaba, en parte inmersa en los recuerdos que le iban volviendo (había vivido en Telen buena parte de su vida, se había ido hacía muchos años) mientras Federico se dedicaba a examinar ese mundo totalmente nuevo, tan distinto de su departamento en Buenos Aires, con ojos como platos. La casa de la abuela quedaba a veinte minutos de caminata desde la estación.
Laura le decía así, “la abuela”, en vez de “mama”. Se había acostumbrado a ese distanciamiento, a esa forma indirecta de parentesco sobre todo nombrándosela a Federico. La abuela esto, Fede, y la abuela lo otro. Aquel recurso de la tercera persona la había ayudado a despegar la figura de su madre de todo lo que no quería, pero tendría que enfrentar más temprano que tarde: los reproches, la amargura, el orgulloso “te lo dije”.
Al irse del pueblo se había peleado con su familia. Peleada y de novia. Lo primero precisamente porque lo segundo. Y ahora volvía soltera - o más bien separada, lo cual era incluso peor - y con un nene. Sabía que esa vuelta tenia a los ojos de su madre – que eran en realidad los ojos del pueblo entero – toda la apariencia de una capitulación, de una derrota. Volver así era como volver con una deuda. Endeudada. Y cuando se esta endeudada hay que pagar un precio. ¿Qué precio – en forma de reproches, de comentarios cínicos, de susurros – tendría que pagar ella? Pagaría el precio que le indicaran siempre y cuando fuese ella y solo ella la deudora. No permitiría que su hijo heredara nada de ello.
- Con tu nieto - le había dicho a su madre por teléfono, una semana antes. La Abuela se había desecho en ironías y frases mordaces que iban cayendo una tras otra, como palazos sobre el lomo de un perro. Había elegido, por primera vez en mucho tiempo, callarse y agachar la cabeza. Necesitaba un lugar donde quedarse.
Incluso sumergida en esas brumas noto como Federico se soltaba de su mano y lo miro correr delante de ella. Las veredas y las casas parecían desteñidas, como si la última lluvia se hubiera llevado todo el color que había en ellas. Laura miro la calle y decidió que estaba bien. No había coches a la vista y recordaba como ella misma había corrido por las calles del pueblo. Sin accidentes. Después de todo, Telen era un pueblo tranquilo. Se encargo de ambas valijas mientras el chico exploraba unos metros por delante.
Al doblar una esquina se cruzaron con un grupo de perros callejeros. Laura los miro con lastima. Federico, con verdadero interés. En alguna época habían tenido un perro. Tuvo ganas de darles algo: una galletita, un poco de agua, lo que sea. La miro a su mama como pidiéndole. Laura entendió que quería el paquete de galletitas que ella llevaba en su bolso. Le negó con un gesto de la cabeza. Los perros los demorarían. Estaba cansada y quería llegar lo antes posible. Si comenzaban a detenerse en cada cosa que le llamara la atención a Federico, no llegarían nunca. Siguieron caminando durante un rato, torciendo esquinas aquí y allá hasta que vieron el almacén.
Laura lo recordaba vagamente. Era un construcción vieja, muy vieja. De las mas viejas del pueblo. Originalmente aquel caserón había sido un almacén de ramos generales. Luego una pulpería y finalmente como un restaurante turístico que había sido aniquilado por la crisis inflacionaria de finales del 89.
Estaba hecho en parte de madera y adobe, aunque la parte principal, la fachada y el salón eran de ladrillo colorado. El techo, recubierto de tejas, se sostenía sobre unas sempiternas vigas de quebracho. Lo había cruzado, de chica, muchas veces. A la derecha del almacén se extendía una prolongación del mismo terreno, con construcciones todavía mas antiguas. Galpones, tierra baldía en donde crecían unos yuyos altos que terminaban en una especie de espiga dura e inútil. No recordaba si en otro tiempo había vivido alguien allí. Ahora, sin dudas, estaba abandonado. Las ventanas estaban tapiadas y la puerta acumulaba diarios y revistas viejas en la entrada. El sol, anaranjado y enorme, se hundía en el horizonte declarando que la tarde tocaba a su fin. Mientras atravesaban la larga cuadra Laura observo el aspecto salvaje y caótico del pastizal. Tenía sin dudas un aspecto sombrío. El abandono en que estaba era inquietante hasta para un pueblo como Telen.
La sobresaltaron unos gritos repentinos. Un poco mas adelante vieron moverse la maleza que bordeaba al apretado alambrado que bordeaba la propiedad. Uno de los alambres del medio se hundió bajo el peso de una mano. Varios chicos iban saliendo, uno tras otro, por la abertura. Se reían a los gritos y gritaban groserías. Instintivamente Laura tomo a Federico de la mano y apuro el paso.
Mientras se alejaban, Federico giro la cabeza y vio a que uno de los chicos levantaba del piso una piedra. Por un momento pensó lo peor pero luego vio como el chico tiraba la piedra con fuerza al medio del terreno. Al sentir el tirón, Laura también se detuvo. Vio como los demás chicos también arrojaban piedras. Siguiendo la trayectoria de los proyectiles vio que le apuntaban a un destartalado espantapájaros que se mantenía, casi oculto por los altos yuyos, en el medio del terreno.
El espantapájaros en cuestión se conformaba de una cruz de madera. Originalmente debió de estar forrada de paja, pero ahora este forro se había desprendido en varias partes, lo que le daba el aspecto de hueso carcomido. La apariencia humana le venía solo de una vieja campera militar que vestía los palos horizontales y parte de los verticales. La cabeza era un bulto de paja informe sobre la que todavía llevaba un sombrero de Ala ancha que a Federico le recordó al señor que salía en el paquete de Avena Quacker.
Mientras contemplaba al espantapájaros Laura sintió un peso en el estómago. Fue algo inconsciente, tan leve que seguramente lo paso por alto. Una sensación lejana y vaga como cuando, recién despertada, la atormentaban los restos de una pesadilla que luego conseguía olvidar del todo. Le había parecido recordar al espantapájaros de la misma forma en que recordaría a un viejo amigo de la temprana infancia ¿no había también ella, hace mucho tiempo, arrojado piedras de modo similar? La respuesta esa pregunta comenzó a emerger de sus profundidades como un horrendo pez prehistórico. Subió y subió hasta que una enorme sombra se hizo visible en la superficie del mar, eso fue todo. Fue solo el atisbo de la sombra. El pez volvió a sumergirse. Después de todo, el viaje la había cansado más de lo normal. 
 Solía espantar esas sombras revolviéndose el pelo o lavándose la cara. Gestos todos destinados a conjurar el mal. Agito su mano en un gesto similar y le dijo “Vamos” a Federico en el tono correcto para que el chico comprendiera que debían continuar.
- Un Cuaquero - le explico Laura mientras volvían a andar.  Federico volvió a mirar al espantapájaros y le pareció ver algo similar a una sonrisa. No tenía boca, es cierto, pero algo en la paja contraída simulaba la mueca. Federico, que después de todo era un chico con mucha imaginación, pensó que no tenía nada de raro que algo pudiese mirar sin ojos y sonreír sin boca. Como además era educado, levanto la mano y le dedico un tímido saludo. Mientras se alejaban lo emociono ver – o creer que veía – como el espantapájaros le devolvía el saludo, agitando levemente uno de sus brazos de palo. Justo entonces sintió un leve tirón en el brazo. La orden muda de mama para seguir caminando.
Mientras Laura arrastraba a Federico los chicos seguían arrojándole piedras al espantapájaros. Los Cuervos, enfilados sobre los cables de alta tensión, sobre los postes y sobre el techo de la vieja casona, los observaron alejarse. Los pájaros se habían mantenido astutamente en silencio, como no queriendo dar a conocer su presencia. Pero apenas la pareja se alejó, comenzaron a graznar atravesando con sus chillidos el silencio de la tarde.
Esa misma tarde, después de que se instalaran dejando las valijas en un cuarto que madre e hijo deberían compartir de ahora en adelante (la casa tenía solo dos cuartos y Laura prefería no dejar solo a Federico), estuvieron tomando mates en la entrada de la casa. Laura preguntaba cosas del pueblo. Quería saber que había pasado con el viejo almacén, si la perfumería de tal seguía abierta o si había cerrado, que había sido de Fulana o de Mengano, si habían tenido hijos o si había habido muertes. Su madre le iba respondiendo con desgano. Ambas sabían que aquella charla - la primera que tenían en mucho tiempo - era como una frágil hebra de mimbre que podía resquebrajarse ante la menor brusquedad y a la menor torpeza. Laura evitaba hablar de su separación y la abuela se moría de ganas por meterse de lleno justamente en ese tema. Federico, por su parte, se dedicaba a ordenar y desordenar media docena de frutas plásticas que había un una vieja panera bajo el televisor. Mientras lo hacía pensaba en aquel Espantapájaros tan simpático y singular que le había devuelto el saludo aquella tarde.
Mas tarde cenaron y se acostaron y, entonces sí, Laura volvió a pensar en los chicos de las piedras y en su sorprendente crueldad. Los chicos siempre eran así: crueles, despiadados. Todos los chicos de Telen, así. Los de Telen y los de todos los otros sitios que conocía. Crueles como viejos, despiadados como perros salvajes. Se sorprendió a si misma sintiendo odio por aquellos chicos. ¿Qué le pasaba? – se dijo a si misma mientras daba vueltas en la cama - ¿acaso le había llegado la hora de volverse misántropa? Sintió un poco de miedo ante aquella actitud que le recordaba mas a su madre que a si misma. Vamos, que a ella hasta le gustaban los chicos en general. Además, era mentira que todos fueran así, unos perros pulgosos. No era así misma cuando chica. Y tampoco Federico, que ahora era también un chico de Telen. Le costo bastante quedarse dormida.
Esa noche tuvo la que oficialmente seria la primera, pero no la última, de las pesadillas en Telen. No recordaba gran cosa del sueño. Solo fragmentos: estar viajando en una balsa sobre un rio silencioso en un mundo absolutamente negro. Negro como la pez. Un mundo completamente silencioso en donde el sonido no existía. Luego la balsa volcaba y ella se hundía irremisiblemente, o al menos eso suponía. Luego de eso, el sueño continuaba, pero no podía recordar gran cosa. Quizás llegaba a una costa. Quizás encontraba cosas entre los arbustos: tripas. Cosas como chinchulines y mollejas crudas pudriéndose en una enorme parrilla. Y también, cosa curiosa, graznidos de cuervo.
Al día siguiente, bien temprano, Laura salió de la casa bien vestida y maquillaje. Iba a ver dos o tres posibilidades de encontrar trabajo. Luego, si hacia rápido y le iba bien, pensó en pasar a visitar a alguna de las pocas amigas que tenía en el pueblo.
Federico se despertó bastante más tarde, mientras escuchaba a su Abuela - la mama de mama - diciéndole que ya era tarde para andar durmiendo y que ahí todo el mundo se levantaba temprano. Mama le había explicado que, durante las mañanas, si ella encontraba trabajo, se iba a quedar siempre con su abuela. A Federico no le hacia la menor gracia tener que pasar tiempo con aquella señora tan quejosa y malhumorada.
Después de desayunar la abuela saco afuera la vieja reposera y después de sentarse a leer una vieja novela que no acababa nunca, le dijo a Federico que jugara. El chico la miro como diciendo ¿jugar a qué? Pero la Abuela se concentró en el libro y por toda respuesta mascullo que podía andar por ahí, explorando, siempre que se mantuviera cerca, a la vista de ella. Federico, obediente, se puso a explorar con diligencia el jardín delantero. Rápidamente descubrió un pequeño sapo y varios hormigueros. Mientras planificaba una posible guerra entre la nación hormiga contra el dragón-sapo sintió que alguien lo observaba. Pensó que era su abuela, pero cuando levanto la cabeza no vio a nadie. La abuela se hamacaba lentamente en la vieja reposera sin prestarle ninguna atención. Iba a volver a sus hormigas cuando de repente lo supo: aquella mirada - cariñosa, afectiva, interesada - no podía venir más que del buen espantapájaros.
Laura regreso al mediodía. Estaba contenta: había tenido suerte. El puesto de cajera en el supermercado no era su trabajo soñado, pero era una buena manera de empezar. Al menos - pensó mientras se acercaba a la casa - podría pensar en alquilar algo dentro de algunos meses. El calor del mediodía y el éxito de la entrevista la habían disuadido de sus intenciones iniciales de visitar alguna amiga. Quería simplemente llegar a la casa y abrazar a Federico. Se daría un baño rápido y luego podría cocinarle algo rico mientras miraba las caricaturas de la tarde. Churros, tortafritas, lo que fuera.  
Cuando transpuso la reja del jardín la sorprendió encontrar a su madre completamente dormida en la silla. El silencio que reinaba la puso inquieta.
- Mama, despertate - le dijo, sacudiéndola sin miramientos - ¿dónde está Federico?
- Por ahí - le había dicho su madre, todavía medio dormida. Laura repitió la pregunta y entonces sí, ya despierta, su madre le dijo que había estado jugando en el frente, en la vereda, por algún lado…
Los gritos de Laura no se hicieron esperar mucho. Porque Federico no estaba. No estaba en la vereda, no estaba en el jardín, no estaba “por ahí”. No estaba en su pieza, no estaba en el patio del fondo, no estaba en toda la puta casa, gritaba Laura. ¡No estaba! Lo buscaron, ahora ambas, primero por la casa y después por toda la cuadra. Laura corría con los ojos desorbitados, llamándolo a grito pelado. La abuela lo buscaba con la mirada, muda y resentida. Le parecía la ridícula la idea del chico desaparecido, la paranoia de su hija, toda aquella cosa como de telenovela. Telen era un pueblo chico. Todos se conocían y los chicos sencillamente no se perdían. Estaban siempre por ahí, aquí o allá, o quizás allá a la vuelta, mas lejos o mas cerca, pero siempre en algún sitio. Por supuesto que el nene no tardaría en aparecer, y por supuesto que su hija – que al parecer se había convertido en una porteña con todas las de la ley – era una exagerada. Así lo pensó la abuela y quizás hasta lo dijo en voz alta, como si hablara con una vecina invisible. Y algo, muy cerca o muy lejos, le dio la razón, Empujada por esta fuerza, termino al cabo por volver a su casa, decidida a esperar que al chico se le ocurriera volver de donde sea que se hubiese metido. Su hija en cambio había seguido buscando, cada vez más lejos de la casa, desplegando sus pasos en una enloquecida espiral. Recorrería todo el pueblo de ser necesario.
Laura no conoce la zona, no puede recordarla bien. Da vueltas y más vueltas, va y viene, llega al centro, vuelve. Se siente desconcertada, aterrada, confundida, furiosa. No razona o lo hace por instinto. Se le vienen ideas sueltas, verdades que se repite a si misma: Federico no es así, no suele alejarse mucho. Pero no conoce la zona, Telen es un pueblo tan chico, tan tranquilo. Pero los chicos suelen despistarse, suelen perderse tan fácil. Policía – pensó en un rapto de terror – tengo que ir a la policía, a hacer la denuncia. Estaba a punto hacerlo cuando de repente recuerda a los chicos de las piedras, y, por asociación, recuerda también el viejo almacén de ladrillo colorado. Decide que vale la pena buscarlo allí. Intenta encontrar el camino, pero para su sorpresa descubre que está perdida, que de algún modo esta desorientada. Todo – las calles, las esquinas, las fachadas de las casas – tiene un aspecto sombrío y laberintico. Diferente, como si detrás del pueblo que ella conocía y en el que había vivido buena parte de su vida, hubiera otro distinto. Mas retorcido y oscuro. Lleno de espinas, habitado por murciélagos burlones y por crueles jaurías de niños callejeros. O como si, sin darse cuenta, se hubiese quedado dormida y ahora estuviese caminando por un Telen distinto. Un Telen donde Federico había desaparecido: El Telen de su peor pesadilla.
Laura rehace el camino varias veces hasta que consigue llegar a la estación de tren. Estaba asustada, al borde del llanto. Pero no podía detenerse. Sentía que, si se detenía ahora, aquella realidad sombría se coagularía. Se volvería su única realidad. Y eso… eso no podía permitirlo.  Haciendo acopio de sus fuerzas, rehízo el camino de la tarde anterior, trazando el mismo camino, intentando no desviarse, siguiendo cuadra por cuadra exactamente la ruta del día anterior, hasta que, finalmente, se topó con la fachada del Almacén.
Es casi la misma hora que cuando lo vio el día anterior, casi el mismo atardecer. Si Laura estuviera más tranquila, notaria que siente un fuerte Deja Vu. Tal vez por eso le extraña no ver a los chicos, quizás también por eso no le extraña ver a los cuervos observándola desde los cables o desde el tejado. Si hubiera estado más tranquila, habría notado que a los cuervos los recordaba no del día anterior, sino de muchísimo antes. De otro tiempo, de un tiempo en el que Laura también arrojaba piedras. Si hubiera estado más tranquila, habría notado que entre los arbustos faltaba la tétrica figura del espantapájaros.
Federico había continuado jugando un buen rato con las hormigas. Las había clasificado en diversas razas. Luego se había inventado una guerra o algún conflicto entre ellas. Pero las hormigas, tercas en su devaneo, se emperraban en seguir la aburrida ruta llevando palitos y pedacitos de hojas, y no se dignaban, de ninguna manera, a seguir las ordenes que él les transmitía telepáticamente. Aburrido y con sed, se dio vuelta para pedirle a la abuela un vaso de jugo. Entonces descubrió dos cosas de manera simultánea. Primero, que la abuela dormía como un tronco en la reposera y, segundo, que en realidad no tenía tanta sed como le parecía. Lo que tenía era aburrimiento. Mas bien, lo que tenía era curiosidad. Mas bien, lo que vos tenes, son unas ganas terribles de venir a verme, ¿no? Le dijo una voz que sonaba mucho como la suya propia. La voz, claro, no había lo que se dice hablado. Mas bien había susurrado. Un susurro inaudible, en forma de pensamiento. Federico pensó que era natural que, si el podía susurrarles pensamientos a las hormigas, también alguien pudiera susurrarle a el.
Siempre hay cosas nuevas para aprender – decía la voz, y Federico pensaba que tenía mucha razón, porque hasta el día anterior nunca había visto muñecos de palo que saludaran o que pudiesen mirarlo a uno sin los ojos, o sonreírle - de una manera simpatiquísima - sin boca y sin dientes.
Ir a verlo. Efectivamente, se moría de ganas. ¿Cómo no lo había notado antes? Y ahora tenía la oportunidad perfecta, pero… ¿podría llegar hasta allí? Creía recordar el camino. La voz, por otro lado, ya se había adelantado y le aseguraba que por supuesto llegaría. Un chico tan inteligente, tan especial como el – le decía la voz - solamente necesitaba ponerse a caminar para llegar a donde quisiera ir, y además se iban a divertir mucho en su casa, en ese baldío tan divertido, tan privado, tan acogedor. Federico supo que llegaría de una manera fácil y rápida, como si tuvieses un hilo atado en el dedo y yo tirara desde acá, le explicaba la voz. Y es que, lo sentía, algo tiraba de él. Volvió a mirar a la abuela y, tras comprobar que roncaba, abrió la reja del jardín y empezó a caminar.
No había caminado mucho cuando descubrió, que se encontraba frente al almacén. No tenía muy claro como había llegado hasta allí. No por el mismo camino del día anterior. Tampoco podía decir si era por un camino distinto. Había hecho todo el camino distraído, pensando en las musarañas. Solo había temido encontrarse a los chicos de la tarde anterior, pero por suerte no se los veía por ningún lado. El sol del mediodía se reflejaba con fuerza en las paredes ocres del frente del almacén. Las ventanas tapiadas, la puerta vieja y los ladrillos descascarados no le ofrecían a Federico ningún espectáculo entretenido. Paso el almacén y llego hasta el alambrado del terreno. Busco con los ojos, entre aquellas plantas altas como juncos, al espantapájaros. No tardó mucho en divisarlo. Con alegría descubrió que, tal como él pensaba, aquella cosa era especial. No solo volvía a saludarlo - movía tímidamente, arriba y abajo, su extremidad de palo- sino que además se había movido de sitio desde la tarde anterior. Ahora se encontraba en la parte más profunda del sembrado.
Sonriente, pensó Federico. Porque aquella cosas sin duda estaba sonriente. Tenía al menos, le parecía, una expresión alegre y divertida. Y giraba, giraba sobre su eje como una calesita, como la cajita de música que mama guardaba en sus cajones. Mientras mas veía girar al espantapájaros, más sentía Federico que tenía que acercarse, como si con cada giro aquella cosa enrollara un hilo con el que lo tenía envuelto. Si alguien hubiera estado mirando la escena, solo habría visto a un chico que miraba el terreno desde la vereda y que se escabullía por abajo del alambrado para internarse entre las plantas.
No llego a oír los cuervos. De haberlos oído quizás le habría alarmado la cantidad que había y la rapidez con la cual lo iban cercando. Pero no los oía ni los veía y avanzaba tranquilo, como hipnotizado, contento el también, contento como en un sueño, tan contento como el amigo espantapájaros, que le hacía señas para que se acercara, para que se acercara todavía más, solo así podía mostrarle algo muy interesante, algo muy hermoso, algo sorprendente, algo…
Pero no pudo terminar la frase. Un dolor terrible, sin comparación con cualquier cosa que hubiera sentido antes, le corto absolutamente todas las ideas. Era un dolor absoluto, infinito. Un hierro al rojo vivo en el ojo. Un cuchillo, llego a pensar, alguien le había clavado un cuchillo en el ojo. Pero entonces escucho los graznidos y supo que eran pájaros. Uno de esos pájaros negros y horribles lo había atacado. El dolor en el ojo no le permitía pensar, no le permitía abrir el ojo sano. Se sentía inmerso en un torbellino color rojo. No se dio cuenta que estaba en el piso, que gritaba y chillaba. Sus chillidos - guturales, como de sapo - eran completamente extraños para el mismo. Con el dolor del ojo se mezclaba una sensación acuosa que le producía una parálisis en el resto del cuerpo. Era como una alarma, una alarma silenciosa que le explotaba dentro. Continúo hipando hasta que le empezó a faltar el aire. Curiosamente, volvía a pensar en las hormigas. Poco antes de que los cuervos le cayeran encima logro abrir el ojo que le quedaba y alcanzo a ver el extraño baile del espantapájaros. Giraba y giraba, como un trompo, como una calesita, sobre sí mismo. Federico llego a pensar que le decía adiós, y tal vez escucho esa palabra.
Luego perdió el conocimiento, o tal vez la cercanía de la muerte lo paralizo por completo. Si esto no hubiese ocurrido, quizás habría gritado más fuerte; Quizás hubiera intentado escapar o pedir ayuda. Pero tenía la garganta congelada y los pensamientos como atravesados por corrientes eléctricas. Después incluso todo eso pareció despegarse de el cómo un parche y solo quedaron dos cosas: dolor y miedo.

No ve a los chicos, tampoco ve a los cuervos. No los ve, pero los escucha. ¿donde? - se pregunta Laura - ¿dónde están? Se da cuenta que los graznidos, todos ellos, vienen del terreno, del medio de las plantas altas como juncos. Ella duda, pero solo un instante. Luego levanta, tal como le vio hacer al chico la tarde anterior, una línea del alambrado y pasa la pierna; Después se agacha y pasa la cabeza, el hombro, y listo, ya está del otro lado. Tiene la certeza – ahora lo recuerda – de haberlo hecho antes. Luego se abre paso entre esas mazorcas estériles, secas como paja. Apenas se ha internado cuando se da cuenta de que esta en lo correcto. Los cuervos están en el fondo, bien adentro del terreno. Sin saber porque, Laura se apresura. Siente (no sabe porque, todavía) que algo le aprieta en la garganta y en el estómago. Cree que son los nervios, la ansiedad de encontrar a su hijo. Mientras avanza, se da cuenta que no, que no son los nervios, que es el miedo. Algo le viene del fondo, del pozo de su mente, en forma de oscuros presentimientos. Tal vez sean imágenes (chinchulines, mollejas, intestinos, un hígado) del sueño de la noche anterior.
Después de avanzar un poco más, se da cuenta que más adelante el sembrado se detiene, que las mazorcas se acaban. Da unos pasos más - ya está llamando a Federico a los gritos - cuando escucha ruidos. Ve pasar una sombra, dos, tres, muchas. Piensa en ratas y serpientes. El ruido de aleteos y los graznidos la convencen de que son los cuervos. Laura sale de entre los yuyos y alcanza a ver una masa de plumas negras, picos y garras. Se siente confusa ante lo que ve. Primero, confusa -todavía lo llama al nene a gritos - y después aterrada -sigue gritando pero de modo no articulado, de un modo primitivo, gutural, inhumano - porque nota que ese amasijo de cuervos parece tener, muy vagamente, la forma de un cuerpo humano. Del cuerpo de un chico. Entonces le llega el olor, fuerte, ácido, como a hierro, de la sangre. Siente un vuelco en el estómago, ve formas, unas negras, otras luminosas, bailar ante sus ojos. Siente que va a desmayarse, pero no, solo se le aflojan las piernas y cae de rodillas. La figura humana hecha de cuervos que desgarran, de picos que arrancan, de garras que despedazan algo debajo de ellas, apenas se inquieta por sus movimientos. Hay cada vez más y más cuervos. Llegan de algún sitio, formando una gran sombra sobre el claro en el baldio. Descubre que cerca del bulto tres o cuatro cuervos luchan por una zapatilla ensangrentada.  Protegiéndose la cabeza con una mano (porque los cuervos caen en picada) Laura se arrastra. Entonces ve lo que de algún modo ya sabe. Debajo de la parva hay una masa suelta de intestinos, un hígado, dos pulmones, un corazón del que ya casi no queda nada, masas de músculos, tendones desgarrados, huesos (muchos de ellos ya pelados). En los trozos de tela desgarrados reconoce la ropa de Federico. Antes de desvanecerse, de desmayarse, tal vez de morirse, escucho algo.

- Hay que tener cuidado – le dijo una voz tenue, sarcástica, apenas susurrante- los chicos se pierden muy fácil.

27 sept 2019

Wingdings

nombre masculino
  1. 1.
    Acción de devanar.
  2. 2.
    Componente de un circuito eléctrico formado por un hilo conductor aislado y devanado repetidamente, en forma variable según su uso.



Sui Generis tocaba en el parque sarmiento.
El pasto, primero que nada fue el pasto. Y despues fue el cielo. Un cielo estrellado, infinito. Un cielo que daba la sensacion, si uno lo miraba, de tener encima capas y capas de otros cielos mas etereos e inalcanzables. Un Cielo que me hacia pensar en que en realidad todos estabamos sumergidos, sin saberlo, en alguna materia intangible pero vital. Lo mismo sentirian los peces si tuvieran una conciencia mas avanzada.
Inmediatamente recorde los carnavales. Las ferias, la magica duracion de las noches de verano porque, ahora era obvio, era verano.
A lo lejos se escuchaban tiroteos, bombardeos. Pero no, no era eso. Eran acordes. Sonidos enormes salian por enormes parlantes. Golpes de bateria, una linea de bajo, notas de una guitarra sucia y distorsionada. Poco a poco iba recuperando mi capacidad de percibir normalmente, como un ciego que recupera la vista tras una operacion o como un soldado que recupera su sentido de equilibrio luego de la explosion de una granada.
¡Charly, ese era Charly Garcia! La voz, quemada y acatarrada, era inconfundible. Charly salia por los parlantes. Ergo Charly estaba tocando en vivo en un parque, en un bosque o en una pradera y bajo un cielo de verano. Me decepcione al comprender que todavia no estaba lo bastante solido como para reconocer la melodia. Era una melodia melancolia, triste y... ¿acaso ese que cantaba no era Nito Mestre? Charly gritaba buenas noches y algo encajaba en mi cerebro. Algo que era como una llave que abria un pequeño cofre en mi memoria. Entonces supe que estaba en el parque Sarmiento, que el que tocaba no era ni Charly ni Nito sino Sui Generis, y que la fecha exacta era el trece de septiembre del año 2001. Faltaban siete meses y veintiocho dias para la caida de las torres gemelas. Una cuenta rapida y certera me informo que tenia trece años.
Respire profundo e intente sentarme. Entones me di cuenta de que ya estaba sentado. Fue la primera noticia que tuve de mi cuerpo. Me mire los brazos y las piernas. Efectivamente, aquel chico flacucho y sin barba era mi yo de los trece años. Intente recordar, segun indicaba el manual, quien era yo realmente y que es lo que hacia ahi. Solo pude traer algunos datos sueltos pero, segun me parecia, verdaderos. Venia del año 2030. Tenia (es decir, mi edad real) entre cuarenta y cincuenta años. Habia viajado al pasado a cumplir una mision especifica y, cuando la cumpliera y siempre y cuando la cumpliese, me permitirian regresar. Si fallaba, bueno... ¿que pasaba? Segun tenia entendido mi conciencia futura (es decir, la real) se iria diluyendo poco a poco en mi conciencia de los trece años y, al cabo de unas dias e incluso de unas horas (estaba documentado que el periodo variaba de individuo a individuo) mi conciencia "moriria" y el cuerpo que tenia entonces seguiria siendo el de ese chico de trece años que habia sido yo hacia veinticinco. Mi cuerpo - es decir, mi verdadero cuerpo, el cuerpo adulto - quedaria alla en el futuro como un cascaron vacio o como carne para trasplantes o experimentos. Bien pensado, y dado que no podia todavia recordar cual era mi mision, era un panorama horroroso. Pero, ahora lo sabia, conocia muy bien los riesgos. Todos firmabamos un documento que liberaba al comando de cualquier responsabilidad por lo que ocurriera en el viaje.
Mire al escenario - Charly saltaba de un lado al otro arengando al publico mientras Nito se mantenia calmo - e intente concentrarme. ¿habia venido a ver el recital? Por supuesto que no. ¿Por que habia recordado la cantidad de dias que faltaban para la caida de las torres? Instintivamente tuve la seguridad que que debia seguir esa pista. Se me venia a la cabeza una especie de dibujo o esquema que consistia en tres simbolos: una calavera similar a la usada para elementos toxicos, una estrella de david y una mano subiendo el pulgar. Calavera, estrella, pulgar arriba. Cuando mi mente puso estos tres simbolos juntos recibi por respuesta las siglas NYQ33. ¿por que esos tres simbolos tenian que ver con el viaje y que relacion habia entre los simbolos y la expresion alfanumerica que parecia corresponderle? No tenia ni la mas minima idea. Escuche que una voz me hablaba. Quise ignorarla pero seguia hablando. Decia algo del escenario y me llamaba por mi nombre.
- ¿Que? - pregunte mientras me giraba. Me encontre con la cara de un chico de mi edad - de mi edad de entonces - ligeramente cacheton y ligeramente pelirrojo.
- Que armaron un escenario espectacular che, ¿ o no?
- ah si si, zarpado - le dije sin pensar en la respuesta, como dejando que otro, tal vez el chico que era verdadero dueño del cuerpo, respondiera. Supe que si podia hacer esto era porque todavia nuestras conciencias estaban saludablemente separadas.
Mientras mirabamos el escenario espie de reojo al chico pelirrojo. ¿Quien era? Sus facciones me sonaban lejana pero indiscutiblmente conocidas. Habia sin dudas alguna familiaridad, lejana en el futuro pero sin dudas muy presente en el momento en el que estabamos. Sentia estar a punto de descubrir algo en este aspecto cuando la melodia que sonaba en el escenario me llamo poderosamente la cancion. La habia escuchado muchas veces, hacia mucho tiempo, y ahora volvia a oirla a todo volumen. Entonces recorde el nombre del chico pelirrojo: Marcelo. Era un amigo mio de la infancia o, mas precisamente, de la primaria. Claro. Con esta edad todavia debiamos de ir a la primaria. Sexto o septimo grado. Septimo, mas precisamente. Recordaba que cuando habia pasado lo de las torres yo llevaba ya el guardapolvos abierto y lleno de firmas y dibujos que era algo asi como un distintivo honorifico de los que estan prontos a egresarse. Casi habiamos cancelado el viaje a Cordoba cuando ocurrio lo de las torres. Al final no lo habiamos hecho, y todo habia parecido volver a sus causes normales. O eso me parecio entonces.
Pero luego, a medida que pasaban los años, los noticieros iban arrojandonos panoramas cada vez mas oscuros. El ataque a las torres habia encendido la colera, siempre dispuesta, de los americanos contra la zona de oriente medio. Habian invadido Afganistan a los pocos meses del atentado y luego, no conformes con la captura del supuesto culpable (nunca estuve del todo seguro de que lo fuese) se dedicaron a perseguir complejas redes de terrorismo y subversion que, en su gran parte, eran invencion pura y exclusivamente suya y, en menor parte, eran una reaccion a esa invasion. Con el correr de los años las tensiones habian escalado y el resto de paises se habia metido ya sea para un bando o para el otro. Un buen dia comenzaron los estallidos nucleares en uno y otro bando, y para cuando me quise dar cuenta (recien habia terminado la secundaria) el mundo se habia sumido en un caos perpetuo de donde no habia vuelta atras. Las comunicaciones se habian caido y regiones enteras habian quedado aisladas para siempre.
Fue por esa epoca en la que comenzaron a llegar los tanques y los aviones. Tanques negros, sin bandera, sin ningun tipo de logo o emblema. Primero habian tomado los campos, los centros de distribuicion, las plantas de energia alejadas de la ciudad. Luego habian llegado a las ciudades mismas. Tropas de uniformes negros que, sin dar explicaciones, cortaban calles y ocupaban posiciones estrategicas. Lo que siguio fue todo muy rapido y confuso. De repente habian desaparecido los medios de comunicacion. De un dia para el otro se clausuraron las prensas, se cayeron las frecuencias radiales, fue imposible volver a conectarse a internet. Finalmente, comenzaron a cerrar los comercios, principalmente supermercados y grandes marcas que eran la moneda corriente. Cuando la gente se agolpo en Plaza de Mayo (recuerdo haber ido yo tambien, lejos de las columnas centrales) se produjo una verdadera carniceria. Los soldados abrieron fuego desde los tanques y jeeps, barriendo a fuego de metralla a cientos y cientos de manifestantes. Ese mismo dia la radio, en un mensaje que se mantuvo en el aire, repitiendose, durante una semana, decia que el territorio (no decia ya Buenos Aires, y ni siquiera Argentina) habia sido puesto bajo el control de un gobierno de coalicion para la emergencia.
Con el pasar de los meses nos dimos cuenta de que, desde algun lado, nos habian implantado una dictadura. Los sospechosos eran los de siempre: Los norteamericanos. Pero no habia ninguna certeza. Lo mismo podian ser los alemanes o los britanicos. Es cierto que los soldados hablaban ingles y parecian mas bien chicanos, pero tambien se decia que hablaban Portugues y hasta Frances. Era todo muy confuso. Las condiciones comenzaron a empeorar de manera estrepitosa: falta de alimentos, falta de hospitales, falta de limpieza, constante desempleo y una represion feroz para cualquier intento de provocar un desorden. Fue por esa epoca cuando, viendo derrumbarse el mundo que habia conocido hasta entonces, me habia integrado en la resistencia. Al principio eramos muchos y muy desordenados. Luego la misma caceria que habia contribuido a empequeñecernos nos habia dotado del orden y la organizacion necesarias para subsistir. Practicamente vivamos en cloacas y sotanos, como las ratas. Habiamos comprendido que la dictadura existia en el territorio para mantenerlo aislado, dislocado y como desconectado del resto del mundo. Era sencillo. Alguien, cualquiera de las potencias (tal vez todas ellas juntas)  habian visto la oportunidad (¿pero no era mas bien un plan?) para acabar con las sociedades democraticas. Mas adelante adoptamos un enfoque mas fatalista, mas conspiranoico. No era que se habian aprovechado, era que lo habian planeado. Nos dedicabamos a arriesgar la vida distribuyendo panfletos que denunciaban estos supuestos planes improbables. Ninguno estaba seguro de que realmente existiera la conspiracion, pero cuando empezaron a perseguirnos supimos que de algun modo estabamos sobre la pista correcta. Tratabamos de evitar los enfrentamientos, pues casi siempre terminaban en verdaderas matanzas por su parte.
Habia estado un tiempo (¿un año, dos?) huyendo entre las provincias cuando me vi forzado, junto con un par de compañeros, a abandonar el pais. Nos habian ido cercando en la zona de la bahia de San Julian. Logramos escapar, justo a tiempo, en un barco que nos llevaria al sur de Francia, en donde  se rumoreaba que habia un gran foco de resistencia. Y fue precisamente cuando llegamos y me intregre a la resistencia francesa que comprendi que, de algun modo, habiamos tenido razon. Los franceses habian logrado, en un verdadero milagro, montar una red pirata de comunicacion con algunas de las que antaños habian sido grandes ciudades: Berlin, New York, Amsterdam. Fue precisamente de New York, donde habian caido las torres, de donde les habia llegado la informacion mas importante: todo parecia indicar que el atentado habia sido perpetrado por el propio gobierno. Un ataque de falsa bandera. Ahi me convenci, quizas por primera vez, de que habia un plan finamente orquestado a traves de los años. Habia sentido redobladas mis ansias de resistir y justificadas todas las privaciones y persecuciones en mi pais.
Un atentado de falsa bandera, un ataque autoperpetrado. Expertos en demolicion lo habian comprobado en el breve periodo de caos que habia seguido al atentado. Algo sobre los cortes de las vigas, supuestos explosivos detonados de forma sincronizada, algunas incongruencias y hasta imposibilidades en los tiempos y las formas, la inexplicable caida de la tercera torre, no les habian dejado duda de que habia sido lo que llamaban un trabajo interno. Se culpaba a la CIA, al FBI, a la NSA y a cualquiera de las cientos de sombrias agencias de inteligencia del gobierno americano.
Las persecucciones en Francia eran igual de sanguinarias que en Argentina. No dejaba de soprendernos, luego de toda una vida en el mundo democratico, lo rapido que todos parecian aceptar que se habia terminado, aparentemente para siempre, cualquier cosa parecida al estado de derecho. Los soldados tenian completa impunidad para disparar a quemarropa. Nosotros haciamos lo propio cuando teniamos oportunidad, pero por lo general nos moviamos de forma muy inteligente. Sabiamos que el tiempo de luchar llegaria, si, pero mas adelante. En esos momentos creiamos que lo mas importante era, sobre todo, comprender. Comprender quien era el enemigo y cuales eran sus objetivos. Solo entonces podriamos desbaratarlos, solo entonces se podria formar un plan de accion.
Lo mas grave de todo era lo efectivos que habian sido en controlar a las grandes masas, a la poblacion. En Europa los medios de comunicacion no habian sido sesgados completamente, sino de forma parcial, dejando operar solo a los que obviamente respondian a los intereses de aquellos que habian montado todo aquello. Esos medios repetian una cantaleta constante que usaba la palabra "terrorismo" por los cuatro costados y que aseguraba la necesidad de seguridad en la union y de la union en la seguridad. La mayoria de la gente estaba atemorizada y confusa por lo que ocurria, y elegian acomodarse a la nueva realidad creyendo las explicaciones oficiales a rajatabla y con una ferocidad que era proporcional al miedo que sentian. Eran como animales ciegos temblando en un rincon. En los años siguientes nos fuimos formando un panorama de lo que habia sucedido, mientras que el mundo se volvia mas y mas violento, mas y mas caotico, mas y mas inhabitable.
La invencion de la maquina del tiempo (un bicho que enviaba al pasado la conciencia del viajero) habia sido inventada solo unos meses antes de que yo me ofreciera de voluntario.
- Voy al baño - me habia dicho de repente Marcelo, el chico pelirrojo. El recital habia entrado en una pausa y los Sui Generis caminaban al trasfondo del escenario.
- Vamos - dije yo, que tambien habia sentido ganas de orinar. Tenia que recordar exactamente a que habia venido a esta epoca. Sabia que la fecha era cercana a la caida de las torres y que necesariamente tenia que ver con, de algun modo, detener este evento. Pero no podia recordarlo. Sabia que el viaje en el tiempo tenia esos riesgos: daños a la memoria, bloqueos, grandes espacios en blanco. Seguia a Marcelo en la oscuridad de la noche, mientras nos alejabamos poco a poco de la masa de gente. Recorde que el parque Sarmiento tenia varios baños distribuidos a lo largo del complejo, pero tambien que estos estarian llenos y que sin duda iriamos a hacer pis a alguna arboleda alejada.
¿cual era mi mision? ¿que era lo que tenia que hacer ahi, ese dia (mas bien esa noche) en ese parque, en ese recital de Sui Generis? Esa habia sido, ahora lo recordaba, la primera y la ultima vez que habia visto en vivo a Charly Garcia, mi musico preferido. ¿eso tenia algo que ver? ¿era relevante? Alarmado me di cuenta de que estaba confundiendo los recuerdos e impresiones de mi conciencia actual con la conciencia del Sebastian de 13 años con la cual compartia ese espacio llamado cuerpo.
Sin dudas tenia que evitar la caida de las torres. Ese habia sido el evento. El puntapie inicial del plan maestro, lo que habia provocado la reaccion y el aval para la guerra. Si las torres no caian no habria guerra y si no habia guerra el mundo resistiria... quizas por un tiempo. Ya habiamos meado y volviamos de la arboleda por uno de los caminos que llevaban de vuelta al escenario (Charly habia salido de vuelta y se sentaba sobre el piano a interpretar, con la guitarra, una version demente del himno nacional)
- ¡Hola! ¡Hola! ¡ey! - dijo una voz a nuestras espaldas. Me di vuelta y vi a dos chicas de nuestra edad que nos miraban con una sonrisa burlona en el rostro. Una era caucasica y con el pelo enrulado, con cara de estupida. La forma de la cabeza asemejaba a la de una pera invertida. La otra era trigueña y de rasgos felinos. Los ojos, verdes, me recordaban algo indefinido.
- Hola... - las saludo Marcelo. Parecia confundido o nervioso. La naturalidad de las chicas contrastaba con el nerviosismo de mi amigo. Descubri que yo tambien estaba nervioso, cuando no tenia razon para estarlo. Descubri que el nerviosimo no venia tanto de mi como de mi cuerpo y de mi conciencia actual. Claro, es que una de las chicas me gustaba. No recordaba su nombre o su rostro, por lo cual se me aparecia ahora como una total desconocida. Salude con alguna expresion neutra y quedamos asi, frente a frente. No atinabamos a decir nada.
- ¿que hacen aca? - les pregunto finalmente Marcelo, medio en tono de reproche.
- Vinimos a ver el recital - dijo una.
- ¿que hacen dos chicos tan lindos como ustedes solos en una noche asi? - dijo la otra. Note que habia subrayado mordazmente lo de "lindos" y lo de "solos". Claramente nos estaban tomando el pelo. Senti que el nerviosismo crecia y tuve ganas de dejarlas ahi con sus risitas estupidas y volver a pensar en lo importante, en las torres, en las guerras y en la necesidad de cambiar el futuro, pero tambien -y al mismo tiempo - sentia la necesidad de hacer absolutamente lo contrario, es decir, olvidarme de todo aquello y dedicarme a vivir mi vida normal: el recital, la escuela, esas dos chicas de ahi.

¿una guerra? ¿las torres gemelas? Escuche de ellas en algun lado, creo que en un documental pero... ¿que tiene que ver? Es ridiculo que piense en las torres. Esta noche estoy raro, mas bien desde hace un rato. Charly esta tocando ahi y yo pensando en cualquier estupidez. ¡Ni siquiera escuche la letra de "pequeñas delicias"! Toda la vida esperando a que toquen para arruinarlo no prestando atencion; Y encima justo ahora aparecen Karina y esta otra, ¿como era que se llamaba?

Karina - me dije a mi mismo - la de ojos verdes esta se llama Karina. Lo recorde de una manera prodigiosa, casi magica, como si alguien me lo hubiera transmitido por telepatia. Ese alguien, seguramente, era yo mismo. Vi, ya no con tanta desesperacion, como Marcelito seguia luchando con su timidez. Estaba a punto de hacerle un chiste cuando de repente tuve la certeza que yo habia ido a esa epoca matar a alguien. A matar a alguien o al menos a detenerlo. Sobre eso no habia el menor asomo de duda. Mas alla de eso mi mente se encontraba con una barrera infranqueable, un espacio interior que me representaba como un inmenso bloque de concreto de color blanco. Solido, sin fisuras. Inamovible en su nulidad. Al querer moverlo me encontraba con que era imposible. Era como si me hubieran borrado la memoria. Note que Karina y la otra chica decian algo y que entonces Marcelo se daba increiblemente a la fuga. Corria. Sin entender lo que habia pasado. Mi mente adulta se hallaba enfrascada en mover aquel bloque.
- Tu amigo nos tiene miedo - dijo la otra chica.
- Es un tarado - sentencio Karina.
Descubri que yo tambien, es decir, mi yo de aquel entonces - que al parecer tambien era un tarado - estaba a punto de darse a la fuga. Sabia que Marcelo estaria en el mismo lugar de antes, refugiandose en el recital. Ahora me parecia recordar algo mas de aquella noche. ¡es verdad! aquellas chicas nos habian estado siguiendo y acosando de manera inexplicable durante toda la tarde. No recordaba la razon de por que. En cambio, recordaba que le habiamos dado el esquinazo durante todo el recital. ¿con que motivo? ¿que tenian las chicas esas, totalmente normales desde mi perspectiva, para que las evitasemos de esa manera tan infantil?
- Nada - dije en voz alto - Nada en absoluto.
- ¿nada que? - dijo la otra chica.
- Nada de nada - le respondi - Estaba pensando en voz alta.
- ¿no vas a salir corriendo a buscar a tu novio? - se burlo Karina
- No. Y no es mi novio pendeja - le respondi. Ambas notaron rapidamente mi cambio de actitud.
- ¿que vas a hacer, entonces? - dijo la otra chica. Le dije que nada o que, mas bien, no sabia, pero que si querian podian acompañarme, que estaba buscando a alguien.
Y era cierto. Buscaba a alguien. Pero, ¿a quien? A alguien que de algun modo estaba implicado o era muy importante para el futuro. A alguien que, por alguna razon, le gustaba Sui Generis (pero no era seguro). Alguien seguramente era Argentino (pero no era seguro), a alguien que podia ser hombre, mujer o cualquier cosa. Cai entonces, quizas por primera vez en toda la noche, en lo ridiculo e imposible que se me antojaba mi mision. Al mismo tiempo comence a dudar, nuevamente, de la realidad de la mision, de la realidad del futuro y de la realidad de aquel parque. ¿Cual era, en efecto, la realidad? ¿era aquel futuro del que venia o decia venir, con sus guerras y todos sus años de sufrimiento, años que ahora se me antojaban falsos, meras pesadillas que no recordaba del todo? ¿era la realidad la dualidad que sentia y pensaba por separado, que podia mantener - como de hecho mantenia mientras caminabamos bordeando los limites del parque - una conversacion anodina y banal con Karina y con la cara de pera mientras que al mismo tiempo se preguntaba acerca de la realidad? ¿ o acaso todo aquello, la dualidad y el futuro eran mera locura, una locura temporal llamada adolesencia y potenciada por la noche, por Sui Generis, por las latitas de cerveza que habiamos tomado a escondidas en la casa de Marcelo y por aquellas chicas (una claramente me gustaba) que nos habian estado rondando? Las dos realidades, anudadas por la enloquecedora sensacion de ser dos personas al mismo tiempo, oscilaron en mi cabeza por un tiempo que me parecio eterno pero que seguramente no debe haber superado la media hora. Las chicas me habian guiado a un sector muerto del parque, donde anteriormente (ahora lo recordaba bien) habian estado las canchas de futbol para once jugadores. Por alguna razon habian sacado los arcos y dejado crecer el pasto. El ultimo farol se veia a lo lejos, a uno setenta o cien metros de distancia. Nos habiamos alejado de todo. El sendero por el que habiamos llegado doblabl sobre si mismo hasta hacer un circulo completo. No habia mas que regresar. Mire a las chicas como esperando de ellas algun gesto o palabra que indicara el regreso, pero ninguna se decidia a nada. Conversaban entre ellas sin ninguna preocupacion aparente. En cierto momento, me sorprendio que Karina sacase del bolsillo de su pantalon una cajetilla de cigarrillos y un encendedor. Mientras la miraba encender el cigarrillo - los ojos verdes resplandecian de una manera misteriosa a la luz del mechero - algo en mi cedio de manera imprevista pero total, como una pared que se derrumba luego de años de soportar, al parecer sin problemas, una estructura defectuosa. Por un segundo senti un terror indefinido y natural, como si algo me hubiera explotado al lado o como si algun objeto que venia hacia mi a gran velocidad se hubiese detenido justo enfrente mio. Era, al mismo tiempo, una sensacion de alivio y perdida.
El parque se habia impuesto como la realidad incontestable. Rapidamente comence a olvidar todo lo referente al futuro. O bien, si no a olvidarlo, si a considerarlo como lo que realmente era: una fantasia de un chico timido y propenso a las fabulaciones. Karina termino su cigarrillo y luego le dijo - mas bien le ordeno - a la cara de pera que se fuese a buscar a Marcelo. Esta la miro entre desconfiada y sorprendida, pero obedecio. Emocionado, supuse que aquello era una simple treta para quedarse sola conmigo. Vimos como la otra chica se despedia de nosotros y empezaba a caminar por el sendero. La miramos hasta que se perdio de vista. A lo lejos, el escenario despedia luces y humo, parpadeando como un juguetito enloquecido. Se escucharon unos estruendo (como bombas) y entonces Karina y yo miramos al cielo alarmados.
- Fuegos Artificiales - dije yo, como si el hecho, obvio por si mismo, necesitase alguna explicacion. Supuse, apenado, que el recital estaba tocando a su fin. Era una lastima pero, de todas formas, no me faltarian en el futuro mas oportunidades de ver a Charly. De todos modos, tenia en ese preciso momento mi oportunidad con Karina, la chica que me habia gustaba hacia años. Me acerque e hice un torpe intento por tomarle la mano. No hizo nada por evitarlo, pero la miraba se mantenia fija en los fuegos artificiales. El cigarrillo se le iba consumiendo lentamente entre los labios. Finalmente, lo dejo caer al piso.
- Nunca vamos a encontrarlo - me dijo Karina, todavia mirando al cielo. Los fuegos habian terminado y la noche era absoluta. A lo lejos se escuchaban ruidos, cantos, acoples de guitarra.
- ¿encontrar a quien? - le pregunte, mientras me reafirmaba en esa realidad, absorto de todo salvo de la mano que agarraba.
- No lo se - dijo ella. - Se supone que tenemos que encontrar a alguien... pero no me puedo acordar bien... pense que tal vez vos... -. Sorprendido, le dije que no tenia la menor idea de lo que me estaba hablando. Y sin embargo, algo mio, como una segunda conciencia o como el recuerdo de un sueño lejano, me decia que aquello que Karina me decia tenia el mayor sentido del mundo. Luche por aferrarme a esta sensacion, pero fue inutil.
- Yo tambien vengo de alla - me dijo, seria. Ahora me miraba, o al menos eso creia. Estaba muy oscuro.
- ¿De donde? - volvi a preguntar. Me sentia al mismo tiempo estupido y aterrado.
- ¡No se! - chillo inesperadamente ella, como molesta por mis preguntas - ¡vos tenes que decirme de donde, tarado! Se que venimos de un sitio, vos y yo... antes, estoy segura, esta misma noche, podia recordar de donde y para que, pero ahora... ahora todo me parece un sueño.
- No entiendo ni jota de lo que decis, Kari - le dije. No podia decirle que de algun modo yo tenia una sensacion que, aunque mas debil, era similar.
- Quizas ya no seas vos entonces. Yo todavia soy yo misma... o eso creo. Presta atencion: me acabo de acordar que el tipo que teniamos que despachar lleva una cadena de oro con una medallita
- ¿una medallita de que?
- ¡No se! Todo esto me parece casi una locura... -. Entonces note un cambio en ella. Fue un cambio sutil pero total. La postura, la forma de hablar, los gestos, habian cambiado.
- La conciencia oscila entre el ahora aqui y el ahora - dijo - No podemos mantenernos estables. Es una de las consecuencias de viajar. Hay otros siete de los nuestros en parque, buscando al objetivo. Aun asi es seguro que ninguno recuerde gran cosa... nos atacaron justo antes de viajar, la conciencia no llego limpia.. - note entonces que le costaba un esfuerzo, cada vez mas grande, hablar y mantener esa extraña aura que parecia haberse posesionado de ella - Es ridiculo, nueve personas para encontrar a un solo tipo en esta multitud... ¿sabes cuanta gente vino hoy al recital? - me pregunto. Habia una mueca ironica en la pregunta.
- Mas de cien mil personas - le asegure.
- ¿y como podes saberlo ahora mismo? - volvio a preguntarme. Estupefacto, me di cuenta de que tenia razon. Le habia dado esa cifra con una seguridad estadistica. Es mas, estaba seguro de haberla leido en algun lado. Intente por unos segundos recordar donde podia haber sido, pero senti nuevamente aquella pared vasta e infinita haciendo presion en alguna parte de mi cerebro. Y luego, todo cedio de vuelta.
Charlamos un rato con Kari de lo que habia sido el recital, del cielo y de algunos de nuestros compañeros de septimo. Finalmente, haciendo acopio de mis fuerzas, me decidi a avanzar. Nos besamos torpemente un rato y luego, todavia confusos y con esa insoportable sensacion de estupidez, caminamos de la mano por el sendero oscuro. Nos soltamos cuando empezamos a ver gente.

Al dia siguiente, mientras desayunaba un cafe con leche con unas tostadas, encontre esta noticia en el diario del Clarin de la mañana. Mientras la leia tuve un incomprensible brote de alegria (primero) y de angustia y pesimismo (despues)

Charly y Nito visitaron al joven herido en el recital


Los integrantes del dúo Sui Generis, visitaron ayer durante diez minutos al joven herido el sábado último durante el recital que el dúo brindó en el Parque Sarmiento, y le regalaron una guitarra y un CD.


"El chico está bien, creía que estaba mal pero está bien", señaló Charly García, quien pidió que le "pregunten al gobierno" si estuvo bien o no el operativo de seguridad en el recital que él y Nito Mestre dieron en el Parque Sarmiento el sábado. Mestre, ante la misma consulta, reclamó que tiene que haber "más seguridad en la calle, no sólo en un recital". No obstante, consideró que el episodio "puede pasar en cualquier ámbito. Le quisieron sacar la medallita, dos o tres tipos lo quisieron asaltar". El subsecretario de Salud del gobierno porteño, Edgardo Trivisonno, consideró que el dispositivo montado por la policía y custodios privados contratados para el espectáculo "funcionó perfectamente". Trivisonno calificó el asalto del joven como "un hecho accidental; a veces se puede filtrar algún delincuente, como ocurrió, pero el operativo de seguridad funcionó perfectamente", afirmó. López, de 20 años, fue apuñalado el sábado último en el Parque Sarmiento, en ocasión del recital gratuito que ofreció Sui Géneris, al que asistieron más de 100 mil personas. El joven fue acuchillado por desconocidos al intentar resistirse a un asalto, y permanecía ayer internado en la Clínica Esperanza, ubicada en Tres Arroyos 2060, con lesiones en el hemitórax izquierdo, la espalda y el abdomen. Tras la visita, Nito Mestre señaló que el muchacho "se emocionó mucho", Enfadado por el caso, Charly García -que apareció en el hospital con un casco y pantalón celeste con blanco, a modo de Bandera Argentina- amenazó a los delincuentes que robaron y apuñalaron a López. Según la policía, fueron cuatro los delincuentes que protagonizaron la agresión. "pidan disculpas y vayan en cana", advirtió Charly.

Relei la noticia dos o tres veces, atravesado por una oleada de pensamientos confusos que se acabaron tan pronto como empezaron. Luego pense que le tenia envidia a la victima. Despues de todo, ¡habia recibido un disco y una guitarra del mismisimo Charly! Yo mismo me hubiese dejado apuñalar por quien sea con tal de conocer a Sui Generis. Luego termine de desayunar y me prepare para ir a clases. 
Era un dia esplendido, afuera hacia un sol radiante. Septimo grado no estaba tan mal, uno tenia mas libertad para las cosas y hasta se podia entrar un poco mas tarde a clases. Bueno, ya era hora de irse.

23 sept 2019

Ronda nocturna

Me hallaba, como siempre, trabajando. Esa noche me tocaba hacer la ronda nocturna de Bellcline. El sitio era un edificio abandonado, de ocho pisos, que habia sido comprado hacia unos meses por la telefonica holandesa Bell's & Cline (comercialmente BellCline). Los holandeses pensaban restaurarlo y convertirlo, en doce o quince meses, en su cuartel general. Y Mientras tanto, se conformaban con que el lugar no se convirtiera en un hotel gratuito para indigentes y drogadictos, los cuales estaban en la ciudad a la orden del dia. Precisamente por eso estaba yo alli, con mi linterna y mi handie, haciendo esa estupida guardia nocturna.
Teoricamente, debia revisar los pisos cada dos horas, pero lo cierto es que solo lo hacia una o dos veces por noche. Una a las doce de la noche y otra a las cuatro de la mañana. Casi nunca encontraba a nadie. Solo una o dos veces habia encontrado a algun sujeto que, sin pensarlo, se habia aventurado con su colchon a los pisos superiores. En esos casos, me tocaba despertarlo - de lejos, con la linterna, para evitar ataques sopresa - y pedirle amablemente que se marchara. Si el sujeto no se iba a la primera (como era habitual) yo seguia molestandolo hasta que, siempre muy lentamente y refunfuñando, terminaba por levantarse, recoger sus cosas y bajar por las escaleras (no habia asensores) hasta la salida, mientras yo lo seguia iluminandole el camino. Algunas veces hasta charlabamos, fumando un cigarrillo, en la puerta del edificio. Me habia tomado la costumbre de darles cafe y cigarrillos a esos pobres tipos que solo querian pasar la noche. Casi no me habia topado con drogadictos o sujetos peligrosos. En esos casos, o si el sujeto no se movia o se negaba a marcharse, tenia que hacer uso de mi arma secreta: El handie que me comunicaba directamente con la central, desde donde podian llamar a la fuerza publica para que se llevase al tipo. Esto funcionaba mejor como amenaza que como verdadero procedimiento. Al escuchar el beep del comunicador y escucharme mencionar la palabra "policia" hasta los mas tercos decidian que no valia la pena pasar la noche en la comisaria, donde no se los trataba lo que se dice con cariño. Si alguno no hubiese querido irse, lo cierto es que la policia habria tardado horas en enviar a un oficial, momento para el cual el ocupante ya se habria marchado por voluntad propia, pues nunca solian quedarse pasada la salida del sol.
Cuando empece con el trabajo, me habian advertido que cabia la posibilidad de encontrarme con sujetos peligrosos o con gente que incluso podia aparecer muerta en los pisos. Me llamo la atencion que, si esto era asi, no me diesen algun tipo de arma para hacer las rondas. Mas adelante entendi que no lo hacian porque aquello del peligro era una pura especulacion, o bien porque les importaba un carajo lo que me pasara.
El estado general del edificio era ruinoso, basicamente una pila de escombros y muebles podridos. Fui revisando, sin ganas y apurado (me daban mala espina esos lugares tan abandonados y como de pelicula de terror) piso tras piso. Al llegar a la entrada del cuarto piso encontre, contra la pared que daba acceso al ala, un hatajo de cosas envueltas en una manta. Cuando alumbre de cerca aquel bulto -una manta escocesa, una mochila verda raida de donde colgaban una holla y una sarten y varias cosas por el estilo - descubri que se trataba de Lucas.
Lucas era un indigente, un chico de unos catorce o quince años. Lo habia descubierto ya una vez, refugiado en una de las oficinas del segundo piso. Esa vez lo habia acompañado hasta la puerta y convidado a fumar. Como agradecimiento, tal vez, me habia contado su historia. Lo habian echado de su casa y estaba en la calle desde hacia apenas unos meses. Por razones que no quiso contarme, no queria volver ni ir a la policia, pero no tuvo reparos en aceptarme los pesos que le ofreci para que se pagase un albergue aunque sea por esa noche. Luego de aquello me lo habia cruzado, en dos o tres ocasiones, caminando por la calle. Me habia saludado con un movimiento de cabeza. Si habia dejado sus cosas solo podia significar que habia venido a pasar la noche. Quizas penso que en un piso mas alto tendria menos oportunidades de ser descubierto. Volvi a revisar las cosas: no estaba el colchon. Empece a recorrer las oficinas con la seguridad de que lo descubriria de un momento a otro. Cuando estaba llegando al fondo del ala, aun sin verlo, pense que a lo mejor se habia ido a otro piso, pero entonces el haz de la linterna encontro un par de pies sobre un colchon. Comence a mover el haz lentamente para llegar hasta su cara, pero me di cuenta de que algo le estaba cayendo encima. Instantaneamente pense en una gotera, para lo cual apunte directamente al techo, e inmediatamente sufri un sobresalto. ¡una cara, habia visto una cara! En el rapido movimiento, que iba de los pies de lucas al techo, el haz de la linterna habia descubierto una cara y un cuerpo, un brazo, una mano, que estaban al lado de Lucas, sobre el. Mi cerebro unio esas imagenes al sonido y a la gotera y comprendi que ese segundo sujeto se estaba orinando sobre Lucas. Cuando volvi a apuntarlo -apenas una decima de segundo despues de haber apuntado al techo - el sujeto ya corria en la oscuridad. Di un par de pasos en su direccion pero comprendi que iba rumbo a las escaleras traseras, y que si se decidia a escapar piso abajo me seria imposible alcanzarlo. Ademas, seria inutil. Volvi la linterna hacia Lucas y vi que este se habia incorporado, tal vez despertado por el ruido o, mas seguramente, por la luz de la linterna. Para no cegarlo con esta, le apunte nuevamente a los pies.
- Hola Lucas - le dije.
- ¿Pero que carajos? ¡que olor a mierda! - exclamo el, furioso. Senti lastima por el chico, el cual habia sufrido un ultraje asqueroso.
- Un hijo de puta te acaba de mear encima - le dije, intentando sonar lo mas respetuoso posible. Escuche algunos ruidos - del piso inferior o tal vez de la planta baja - lo cual me hizo girarme automaticamente. El haz de la linterna barrio el piso y descubri que habia algo, algo pequeño y cuadrado, tirado. Me acerque al objeto y me agache para levantarlo.
- Esto... - dijo Lucas - esto no tiene olor a pis.
Alumbrando el objeto mientras lo sostenia ante mis ojos, descubri lo que era. Plateado y brillante, tenia en las manos un Zippo.

21 sept 2019

Fantasmas

Era un dia de lluvia. Habiamos paseado sin pensar en nada, cruzando las diagonales, saltando sobre los charcos y deteniendonos en los portales cuando la lluvia era demasiado molesta. En determinado momento paro de llover y cruzamos la avenida hacia a el parque de enfrente.

Ahora charlabamos en sentados en un banco.

- ¿Crees en los fantasmas? - me pregunto Yuka.
- No - le dije - No creo que existan. Mas bien me parecen cuentos.
- ¿En serio? - volvio a preguntarme
- En serio. Existir, existen. - intente precisar - pero solo en la imaginacion de la gente, en las narrativas, es decir, en la creatividad del que cuenta y en la imaginacion del que escucha.
- Ahhhh - dijo Yuka, sonriente - Pues yo creo que existen de verdad.
- ¿si? - le pregunte - ¿donde? ¿en un mundo de ultratumba?
-  No - dijo Yuka, haciendose la misteriosa.
- ¿Donde entonces? - quize saber.
- Aca, en este mundo - dijo ella.
- ¿Aca, aca vos decis aca mismo?
- Si. Aca es aca, este mundo, Esta plaza, esta lluvia, este cielo encapotado. Es el unico mundo que existe - explico Yuka. - En este mundo estan todas las cosas.
- Pero si fuese asi, Yuka, entonces veriamos los fantasmas como vemos el cielo, la lluvia y la plaza. Yo puedo ver la plaza, puedo ver la lluvia, puedo ver el cielo. Vos tambien podes. Existir en este mundo significa precisamente eso: que vos puedas y que yo pueda.
- ¿Podes verme a mi? - quiso saber Yuka.
- Por supuesto - sonrei.
- ¿como soy? - inquirio ella.
- Bajita, de pelo oscuro y ojos negros. Tenes el pelo mojado y me miras con cara de curiosidad.
- ¿y que mas?
- Llevas un sobretodo gris. Tenes las manos muy pequeñas, sin anillos. En la mano derecha llevas un paraguas trasparente.
- Bueno, yo no puedo verme - dijo ella - todo eso que vos decis, lo ves vos. Yo no se si existo asi, como vos decis. Yo me siento como una gaviota o como un caracol. Tampoco se si existo asi, como yo siento que soy. Entonces, ¿existo como vos me ves o como yo me siento? - quizo saber Yuka. La conversacion habia tomado un rumbo filosofico que no me desagradaba del todo.
- Vos no podes verte por una mera cuestion de los limites del ojo humano. Pero si estuvieras frente a un espejo, verias sin duda algo muy parecido a lo que veo yo cuando te miro. Quizas no exactamente lo mismo, pero si algo muy parecido. Entonces vos existis asi, quizas no exactamente como yo te veo, pero si de un modo que me permita a mi, o a cualquier otro que te conozca, o a vos misma cuando te miras al espejo, decir: Ahi esta Yuka. No creo en los fantasmas porque nadie los ve.
- Pero hay gente que los ve. Por eso existen las historias - se defendio ella.
- Hay gente que dice haberlos visto. Lo mismo pasa con los unicornios y con Cthulu. Cuando digo que nadie los ve quiero decir que nadie los ve en el momento, por ejemplo, ahora o por la calle. Yo nunca he visto un fantasma, ni conozco a nadie que diga haberlo visto un fantasma.
- Yo puedo verlos - dijo entonces Yuka. Empece a reirme ante lo testaruda que era. Note que sonreía pero de algún modo sus ojos me miraban serios. Era obvio que Yuka no iba a abandonar su postura mientras pudiese refugiarse en algun subjetivismo. La llovizna amagaba a caer de vuelta. Yuka abrio su paraguas y se acerco un poco mas de manera que nos cubriese a ambos. Decidi seguirle el juego un rato mas.
- ¿Asi que podes verlos? - volvi a preguntarle.
- Puedo - dijo ella. Sonreia como si supiera que no le creia, como si fuese ella quien me seguia el juego. Su sonrisa inmovil y su mirada, fija en mis ojos, parecian alentarme a seguir preguntando.
- ¿Los ves muy seguido? - le pregunte.
- Todo el tiempo - me confio Yuka.
- ¿Incluso ahora? - dije yo.
- Incluso ahora - me aseguro ella.
- ¿vez alguno, me estas diciendo que ves alguno ahora mismo? ¿No iras a decir que soy yo, cierto? Yuka, yo ya vi sexto sentido. - Yuka rio de buen grado ante la broma, pero me aseguro que si, que ahora mismo veia fantasmas. Le pedi que me precisase exactamente en donde.
- Atras tuyo, y atras mio. Y alla - dijo señalando algun lugar en la calle mojada - y tambien alla, entre los arboles. Y en la plaza, van y vienen. Siempre esta lleno de fantasmas; Estan por todos lados, son casi tan numerosos como las personas - dijo Yuka. Luego procedio a explicarme que como estadisticamente los muertos, dado la gran cantidad de milenios que habian transcurrido en la historia humana, debian de ser muchos mas que los vivos, aquello tenia mucho sentido.
- Si cada persona que muere se vuelve un fantasma, entonces imaginate, debe haber cien de ellos por cada uno nuestro. El mundo, entonces, es mas de los fantasmas que de nosotros los vivos - sentencio Yuka.
- Pero Yuka - dije yo entonces -  si son tantos y existen realmente, ¿como es que no puedo verlos?-. Yuka me miro entonces de un modo diferente. En sus ojos habia algo de burla y su siempre presente curiosidad. Pero tambien se habia agregado una curiosidad nueva, diferente. Espero unos segundos y finalmente me pregunto - ¿queres verlos? - Me explico entonces que habia, si yo realmente estaba interesado - una forma de verlos. Y que ella, si yo queria, podia enseñarme. Se me ocurrio que aquel juego podia tomar un cariz novedosamente favorable, y le dije que por mi estaba muy bien. Yuka se acerco entonces aun mas, tanto que su cara estaba practicamente pegada a la mia. Su flequillo mojado me humedecia la frente. Ella giro un poco la cara y me dijo que la mirase fijamente a los ojos. Sus ojos, vistos de cerca, eran completamente fascinantes. Las pupilas eran de un negro profundo y tenebroso, que contrastaba bellamente con el blanco de las escleroticas. Me concentre en las pupilas y a los pocos segundos distingui unas pequeñas manchitas blancas, como hilos de niebla, los cuales bailaban lentamente. Tambien vi, como si se tratase de un pequeño televisor convexo, la calle que estaba a mis espaldas y que, comprendi, Yuka miraba en ese momento. Miraba la calle a traves de los ojos de Yuka. Y era en esa calle, perfecta reproduccion miniaturizada, con su paso de cebra y sus minusculos charquitos, con el cordon y el comienzo de la vereda, por donde se veian estas figuras nebulosas de forma indefinida. Tuve el repentino deseo de darme la vuelta para comprobar que, como me parecia obvio, no habia nada ahi. Estaba a punto de hacerlo cuando senti las pequeñas manos de Yuka que, tomandome de los hombros, me mantenia en mi lugar por la fuerza.
- No dejes de mirarme a los ojos - dijo como leyendome el pensamiento. Enfocandome en la vision de la calle comence a sentir que, poco a poco, las pupilas de Yuka iban aumentando de tamaño. Crecian poco a poco y, con ellas, como si fuese una pantalla sobre la que se proyectaba la realidad, crecia la imagen de la calle. Sus ojos crecieron tanto que, en determinado momento, se superpusieron completamente a mi campo de vision. Maravillado me di cuenta de que, de alguna manera, veia la calle que tenia a mis espaldas. Y sobre esta calle, nebulosas pero claras y completamente distinguible, flotaban dos o tres figuras de forma y tamaño humanos. Eran algo asi como sombras o figuras hechas de algo que parecia ser vapor condensado o algodon muy muy fino. Como si estuvieran hechos de nubes, pense. Se volvian translucidos u opacos segun algun mecanismo interno que no pude distinguir. Una de las figuras se balanceaba en su lugar, como si estuviese borracha o fuese sencillamente estupida. Las otras se movian muy lentamente hacia la derecha, como si quisiesen doblar la esquina. Entonces senti que unas manos me sacudian y me encontre mirando nuevamente a Yuka. Los ojos me ardian levemente y veia todo un poco desenfocado. Me restregue los ojos varias veces y las cosas volvi a ver todo con normalidad. O eso creia.
- ¿los viste? - me pregunto entonces Yuka, emocionada.
- Si - tuve que admitirle - no se como lo hiciste, Yuka. Deberias ir a la television como hipnotizadora.
- Los viste porque estaban ahi. Estan - se corrigio Yuka. Y agrego - Date vuelta.
Me gire entonces hacia la calle y, contra todo pronostico, volvi a ver las sombras. Parpadee varias veces, incredulo, e incluso volvi a frotarme los ojos. ¿soñaba, estaba durmiendo? No me lo parecia. Ahi, en frente, en la vereda, venia fantasmas. Y no solo en esa vereda. Mirando a mi alrededor vi que, tal como me habia dicho Yuka, los alrededores estaban plagados de aquellas sombras.
- Yuka... como... - atine a decir.
- No se - se limito a decir ella. - A mi tambien me enseñaron. Lo demas lo deduci sola, seguro que vos sacas tus propias conclusiones.
- Te enseñaron... - repeti como para mi. Pensaba que quizas Yuka proviniese de una familia de mediums o tuviera alguna vieja tia que fuese Sacerdotisa en algun templo. - Yuka - volvi a decir - ¿quien te enseño?
- Ahhhh - dijo Yuka - Fue... - y entonces se detuvo. Su cara adopto la impresion de quien recuerda algo olvidado hace mucho o de quien siente nacer una duda en su interior. Volvi a preguntarle, pensando que quizas tenia cierta reticencia a revelar a su maestro o maestra. Yuka seguia callada y como sumida en alguna cavilacion importante. Estuvo callada algunos minutos y luego dijo algo como
- Ahora que lo pienso, hace tiempo que no la veo...
Entonces comenzo a llover con mas fuerza. Yuka me tomo del brazo y comenzamos a caminar hacia la parada del metro. Quedaba poco tiempo de sol y, como ambos sabiamos, yo tenia que entrar a trabajar. En el corto camino que nos separaba de la estacion le hice, emocionado, muchas preguntas a Yuka acerca de la naturaleza de los fantasmas y de los alcances y limites de esta nueva percepcion que me habia enseñado. Pero Yuka parecia ausente y no contestaba mis preguntas. Unos momentos antes de que llegase el metro, descubri que temblaba. Era la primera vez que la veia asi.
- ¿Estas bien? - le pregunte. Justo en ese instante llego el metro y la masa de gente que teniamos a nuestras espaldas comenzo a empujar con la misma desconsideracion de siempre. Fui arrastrado dentro del metro y entonces Yuka, que habia quedado en el anden y estaba como dormida, parecio darse cuenta de que nos separabamos. Justo antes de que la puerta se cerraba note que avanzaba hacia mi. Su mirada demostraba preocupacion o alarma. Desde el anden intento gritarme algo que crei una advertencia.

Esa misma noche, al salir del trabajo, fuimos con varios compañeros y compañeras a tomar cerveza a un bar de after. Durante toda la jornada laboral (trabajo en un restaurante) yo habia visto, maravillado, a los fantasmas-sombra que polulaban, impersonales, entre  las mesas y tambien entre la gente de la calle. Mirandolos uno comprendia que no eran amenazantes. No era solo su color blanco nube o sus movimientos pasmosamente lentos y carentes de agresividad, como si fuesen cometas movidas por el viento. Era mas bien la impresion que daban de encontrarse separados de nosotros por una barrera dimensional intraspasable. Si tuviera que precisarlo mas, hubiera dicho que mi seguridad consistia en la certeza, nacida quien sabe de donde, de que yo los veia a ellos pero ellos no a mi. No me sentia observado ni notaba que mis miradas tuviesen algun efecto en ellos.
Mientras tomabamos con mis compañeros no pude evitar, sobre todo despues de cierta cantidad de cervezas, mencionar el tema de los fantasmas. Recordando mi anterior conversacion con Yuka, fui habilmente guiando a mis compañeros hasta colocarlos en la misma posicion. Cuando llegaron al punto de mostrarse completamente escepticos y hasta burlones, les revele mis dotes extrasensoriales y los desafie a que, si se atrevian, adquiriesen de mi, completamente gratis, la capacidad de ver fantasmas. Todos se mostraron, como imaginaba, maravillados con la oferta. Los cinco se acercaron y me miraron a los ojos. Mientras lo hacian fije mi vista en un grupo de sombras que se agolpaban contra la vidriera. En las caras de mis compañeros vi como empezaban a vislumbrarlos a traves de mis ojos. No sabia cuanto tiempo debian mirarme para adquirir "la vision", pero en cierto momento las expresiones de sus caras se aflojaron de modo tal que daban la impresion de estar dormidos o borrachos. Intui que habian entrado en el mismo trance por el que yo habia pasado esa misma tarde. Uno a uno los fui sacando del trance y luego me diverti con sus reacciones. Entre todos me acribillaron a preguntas y tuve que confesarles que yo mismo habia aprendido el truco hacia apenas unas horas, que me lo habia enseñado una amiga con la que solia quedar y que yo tambien esperaba volver a verla para saciar las mismas dudas que tenian ellos. Prometi irles contando todo lo que supiese a medida que me enterase, y ya estaba a punto de pedir una nueva ronda de cervezas cuando note que algo habia cambiado. Con creciente intranquilidad empece a sentir que las sombras me observaban. Mire a mi alrededor y note que, en efecto, parecian dirigir su atencion hacia a mi. Dos o tres parecian empezar a gravitar en mi direccion. Me enfoque en una de esas dos, intentando descubrir si de algun modo me miraba. Al mirarla me di cuenta que aquella cosa sentia mi mirada. Mientras mas la miraba, mas parecia inquietarse. Era como si no soportase mi mirada. Y entonces, de repente, se volvio completamente opaca, oscura como una sombra de verdad, y luego comenzo a volverse roja, primero de un rojo opaco, luego de un rojo brillante y sangriento. Y entonces, con una velocidad sorprendente, se lanzo hacia a mi dando un espantoso alarido. Sorprendido y aterrado, lance un grito casi tan horrendo como su alarido y lanzandome al piso logre esquivar, casi por nada, el ataque. Pero ya el resto de las sombras, como si hubieran escuchado el grito de su compañera, comenzaban a rodearse y a volverse negras. Aterrado comprendi que tenia que escapar y sali corriendo del bar sin dar explicaciones a mis compañeros que, al parecer, no tenian idea de lo que habia pasado. Mientras corria sentia que de todos los rincones me perseguian enfurecidas sombras rojas como la sangre. Solo entonces comprendi, mientras corria por mi vida, que algo se modificaba cuando uno le enseñaba a otros. Si uno transmitia aquel poder, entonces ellos, los fantasmas, empezaban a verte. Recorde entonces las palabras de Yuka: debe haber cien de ellos por cada uno de los nuestros. El mundo, si lo pensas, es mas de suyo que de nuestro. 
En plena carrera divise, un poco mas adelante, un puesto de bicicletas del gobierno. Se me ocurrio entonces que, si alguien podia ayudarme, esa era Yuka. Saque la bicicleta de su puesto justo a tiempo para escapar de los espectros que me rodeaban y sali, a todo pedal, rumbo al departamento de Yuka. El viaje fue corto y tortuoso. Puesto que los espectros me divisaban a cierta distancia y se volvian agresivos casi a los pocos segundos de verme, tuve que esquivarlos en varias oportunidades con el considerable peligro que eso significaba. Estuve a nada de accidentarme. Finalmente llegue a la cuadra del departamento de Yuka. Baje de un salto de la bicicleta y corri al palier. Si no encontraba a nadie en la entrada - el portero, una vecina que saliese o entrase - entonces estaba perdido. Los espectros no me darian tiempo suficiente a tocar timpre y, menos aun, a esperar que Yuka bajase. Sintiendome un idiota me di cuenta de que no se me habia ocurrido llamarla. Mientras me acercaba - corriendo - hacia la entrada pude advertir que habia gente en la entrada de su edificio. Primero me parecio que era mucha gente y luego, a medida que me acercaba, vi que en efecto ese semicirculo que rodeaba la puerta era anormal. Me abri paso a los empujones -alguien, quizas un policia - intento detenerme. Me disponia a entrar cuando vi, con infinita desesperacion, el motivo de la concurrencia. Unos pasos adentro de la puerta de entrada yacia, inmovil y boca abajo, el cuerpo de una chica. Y cerca, a pasos del bulto blanco con botas de lluvia, se hallaba tirado un paraguas trasparente. Reconoci a Yuka y de un salto estuve a su lado. Al darla vuelta supe que estaba acabado. Estaba muerta. Su rostro expresaba, desfigurado, el infinito terror que habia sufrido en sus instantes finales. Y en sus ojos o, mejor dicho, donde antes habian estado sus ojos habia dos cuencas sanguinolientas. Senti a mis espaldas una infinidad de gruñidos y entonces grite con todas mis fuerzas.



20 sept 2019

Venganza

Iba caminando por el pasillo cuando se me ocurrio mirar por la ventana. Ahi fue que los vi. Caminaban por el patio, justo atras de las canchas de futbol. Iban tomados de la mano. Aunque ya estaba al tanto de lo que pasaba (Luciana me habia dejado ya hacia una semana) verlo fue una cuestion completamente diferente. Inmediatamente senti el cuerpo invadido por una serie de sensaciones y recuerdos: Su pelo lacio, como de princesa china, sus ojos ligeramente alargados, su risa facil, sus senos pequeños y firmes insinuandose debajo del uniforme; Las tardes interminables en las que, no hace mucho, todavia caminabamos por el patio o por los bosques de Palermo. Los viajes que habiamos planeado juntos, el sueño de, una vez graduados, ir a la misma universidad. Y luego todo eso, de vuelta, pero transformado, deformado por el ridiculo, puesto a la luz cruda pero innegable de la realidad. Y luego de vuelta, como lo que era: un sueño ridiculo. Y de vuelta: Una estupidez. Y de vuelta: una pesadilla. La oleada de bienestar que me habia invadido al principio fue inmediatamente sustituida por una de dolor, que inmediatamente dio paso a una de rabia, seguida por una de incredulidad. Mientras miraba desde la ventana como Luciana se alejaba las olas se succedian una tras otra a toda velocidad; Y cada una me atravesaba como una corriente electrica, o como un calambre, o como una aguja infectada tremendamente larga, y luego desaparecia.
Los segui con la vista hasta que desaparecieron tras las instalaciones deportivas. Aunque ya sabia lo que seguia (las instalaciones estaban siempre desiertas a esa hora y nosotros habiamos ido muchas veces a refugiarnos y buscar un poco de intimidad) me quede todavia un rato mas frente a la ventana. Como si mirando fijamente aquel edificio color verde agua pudiera recuperar lo que ya habia perdido. Pero, ¿acaso no podia en absoluto? ¿no habia ninguna forma de volver con Luciana? Aprete los puños y presione mi frente contra la ventana, buscando la respuesta. La verdad es que no lo sabia. Me habia dejado hacia casi una semana. Habia sido repentino, muy repentino. Al menos para mi. No habiamos tenido ninguna pelea, ningun confrontacion y, nuevamente segun desde mi perspectiva, la relacion tampoco se habia enfriado. Sencillamente me habia botado. Las explicaciones habian sido pocas, simples y demoledoras: Estaba enamorada de Daniel. Daniel. Un nombre horrible, un nombre espantoso, sin dudas el nombre mas grotesco y desagradable jamas creado por el hombre. Una porqueria hebrea y vomitivamente mojigata que significa "Dios es mi Juez". ¿Daniel que? le habia preguntado yo. O quizas fue ¿que Daniel? ¿Daniel nuestro compañero de clases? Si, ese Daniel. Pero era imposible. ¿o no? ¿no lo era? Al parecer, no. No era imposible, no era una broma y lamentaba (¡ella, ella se lamentaba, ja!) que me lo tomara asi. Pero asi era. Me habia dejado, se habia llevado sus cosas de mi pieza (nuestra secundaria es tambien un internado, uno de los pocos internados mixtos) y se habia vuelto a reacomodar en la suya propia. 
Daniel, Daniel. ¿Que podria decirles del hijo de puta de Daniel? Era un tipo grandote, de espaldas anchas, mas alto que yo. Era parte del equipo de futbol. Iba siempre afeitado o era lampiño, quien sabe. Llevaba el pelo corto. Daba siempre una desagradable impresion de estar recien bañado. Apestaba a olor a colonia. Era rosado, saludable, siempre sonriente. Un bebe enorme que usaba camisas almidonadas y cantaba en el coro eclesiastico.  Lo que mas me molestaba es que era un buen tipo. Ayudaba a todo el mundo y, ¿lo dije? siempre estaba de buen humor. Incluso a mi me habia dado una mano mas de una vez en alguna materia. Y es que aunque no era especialmente inteligente (de hecho, ahora comprendia, siempre lo habia considerado un estupido, un lelo) si era muy dedicado. 
Bueno, resultaba que ese lelo me habia robado a la chica mas linda del mundo. A una chica que queria y que todavia quiero como un loco, como un estupido, que despues de todo es lo que soy. Porque para no ver venir una cosa asi, siempre lo dije, hay que ser un estupido, hay que ser un verdadero imbecil. Le gustaba Daniel. Me lo habia repetido a mi mismo, en esas semanas, como un disco rayado o como un autista. La frase me daba vueltas en la cabeza, me hacia un ruido, un ruidito a pieza suelta. Me faltaba un tornillo. Ese tornillo suelto se llamaba "me gusta Daniel" y andaba dando vueltas dentro de mi sistema. No podia sacarlo. 
Mientras caminaba deprimido hacia la biblioteca (yo tambien estudiaria un poco, como Daniel, la puta que lo pario) descubria que por algun perverso mecanismo psicologico, el odio que deberia haber sentido hacia Luciana por lo que consideraba una traicion -nos habiamos burlado de Daniel en varias ocasiones y ahora no podia evitar pensar que en esos momentos ya sentia cosas por el, y que entonces tambien se burlaba de mi, como seguramente se burlarian ahora, entre beso y beso, detras del deposito de pelotas- se transformaba en odio hacia Daniel. Entonces no era tanto que yo la habia perdido o que ella me habia dejado como que el me la habia robado. Entre a la biblioteca convencido de eso ultimo.
Me la habia robado y tenia que devolvermela. O mas bien, tenia que recuperarla. Tendria que haber un modo, una forma de justicia que me restituyera lo que era mio. Porque, ¿acaso no habiamos jurado que siempre iba a ser mia, y yo de ella? ¿no nos habiamos prometido, medio borrachos es cierto, pero prometido al fin? ¿como pudo ella zafarse de aquellas promesas? ¿como logro asi, de un dia para el otro, olvidarse de mis ojos y de mi cara? Porque, de esto estaba seguro, ella no sufria. No habia sufrido nunca. Antes de salir conmigo habia salido con un tal Esteban, de una clase superior. Varias veces durante nuestra relacion la habia sondeado en busqueda de algun resto de melancolia, pero nunca lo habia encontrado. Tampoco lo habia visto en nuestra ultima conversacion. Yo ya estaba muerto para ella. Cuando me dejo, solo me estaba notificando. Muerto, muerto, muerto. ¿desde cuando? ¿como? Las preguntas me asaltaban, en forma de muecas grotesas, de obscenas risotadas, una tras otra, mientras caminaba entre las viejas estanterias, intentando salir de la vista de cualquiera, escondiéndome mas de mi mismo que de otros, buscando refugio en alguna historieta o novela corta para leer, pensando por cuanto tiempo mas seguire sintiendome asi, muerto. Fue en ese momento, mientras pasaba los dedos por los lomos sucios de las revistas, que surgio en mi un inmenso odio y un feroz deseo de venganza. Contra Luciana primero, contra mi mismo despues (ambos contrarrestados, uno por el amor que todavia sentia por ella, el otro por el amor propio que jamas dejaria de sentir por mi mismo) y finalmente, como algo que va cayendo en una materia espesa hasta que se asienta en el fondo, contra Daniel. Lo odie intensamente, sin limites, con una ferocidad tal que llegue a sentir asco, verdadera nausea que se tradujo en fuertes retorcijones de estomago. Desee con toda mi alma que mi odio lo alcanzase en alguna forma, de alguna manera vaga pero certera y, lo mas importante, letal. Siempre letal. Daniel me habia robado a Luciana; Me habia quitado lo mejor en el mejor momento de mi vida; Su estupida cara de bebe y sus camisas sosas me habian depositado en el infierno, y ahora, si existia alguna justicia en este mundo, entonces existiria tambien algun mecanismo - legal o ilegal, lo mismo daba - por el cual se me restituyera - porque no era venganza, era justicia - mi estado anterior. Y mi estado anterior, la felicidad de las semanas anteriores, que por perdida quizas exageraba pero que de todos modos se me representaba como inmensa e infinita, era algo que solo podria volver a sentir con Luciana a mi lado. Sentia esta necesidad de retribucion con tal rabia que casi pude llegar a conocer el ansiado mecanismo. Pero luego esa sensacion se acabo de repente y solo quedo la rabia y la frustracion. Ahora entendia a las personas que realizan brujerias o macumbas. Lamente, quizas por primera vez, no ser una persona religiosa o siquiera con tendencia a lo sobrenatural. Un dios castigados al que pudiera rezarle me hubiera venido a las mil maravillas.
Pero no habia nada que hacer. Luciana no volveria conmigo. La conocia lo suficiente como para saber que no serviria de nada arrastrarse. Ella era de ese tipo de personas que son como los pozos o estanques. Tranquila, silenciosa, pero completamente inflexible. Tampoco ganaria nada haciendole la vida imposible a Daniel o dandole la paliza que mi cuerpo me pedia darle. De hecho, lo mas seguro era que fuese yo quien se llevase la paliza. Como ya dije, Daniel era un tipo fornido que jamas buscaba pelea con nadie. Vamos, un monaguillo del carajo. Buscarle pelea era colocarse automaticamente en el lugar de hijo de puta o de despechado (era ambas cosas) y tambien, sobre todo, lograr que la indiferencia en la que Luciana me mantenia se convirtiese en un odio solidamente justificado. No. De ninguna manera me interesaba convertirlo en Martir. Lo que menos queria era darle oportunidad para humillarme. Es decir, otra mas. 
Estuve pensando estas cosas y recorriendo la biblioteca como un automata durante un tiempo indeterminado. No queria pensar en el edificio del complejo deportivo. No queria pensar en el deposito de pelotas y en las colchonetas que - yo bien lo sabia - se apilaban en uno de los costados. Las habiamos visto, Luciana y yo, cada vez que habiamos ido a magrearnos en la oscuridad polvorienta del deposito. Los habiamos visto como una posibilidad, como una tentacion. Tambien como un horizonte al que algun dia (eso pensaba yo) llegariamos. Todavia no, me habia dicho ella cuando yo se lo propuse. Todavia no. Lo habia repetido la vez siguiente. Luego decidi no insinuarselo una tercera vez. Quizas fue tonto de mi parte. Ahora estoy seguro de que si lo fue. El demonio que me dominaba desde el abandono me susurraba al oido que Daniel lograria con ella en su primera visita al deposito lo que yo no habia logrado en meses enteros. Seguramente ahora yacerian juntos, semidesnudos, ella fumando y el con cara de imbecil (pero de un imbecil feliz y satisfecho) y entonces ella tal vez le diria (casi con seguridad) que ya habia estado ahi con su novio anterior. Llegue a un paroxismo de frustracion al imaginarme la escena y sin que mediase pensamiento alguno le propine un puñetazo a uno de los estantes. El estante temblo ligeramente y varios libros y pilas de revistas se fueron directamente al piso. Mire a mi alrededor para ver si alguien me habia visto, pero al parecer la bilbioteca estaba mas desierta que de costumbre. Mire los libros tirados en el suelo. Daban la impresion de ser alguna especie de ruina simbolica. La ruina del conocimiento, la ruina de la ilustracion, la ruina de la civilizacion occidental. Pense en la gente que habia pasado semanas o meses escribiendolos. Sufriendo o gozando mientras las paginas se iban llenando. Todo para terminar formando una pila de papel encuadernado que luego pasaria el resto de su existencia en oscuros sotanos o, peor aun, en librerias de escuelas secundarias, donde nadie nunca jamas leia. 
Volvi a sentir los retorcijones de estomago. Necesitaba comer algo. Necesitaba emborracharme y sobre todo necesitaba ir a cagar. Volvi a mirar la pila y decidi, siguiendo mi vieja costumbre, llevarme algo al baño para leer. Elegi del monton de revistas un viejo numero de Nippur Magum. Me gustaba el olor a viejo de esas historietas, y tambien la coloracion de las tapas, y como la nitidez del blanco y el negro se mantenia a pesar de las decadas. No era un lector asiduo de historietas (ni de nada) pero habia leido algunos numeros de Nippur de Lagash o de Dago que habia encontrado en la misma biblioteca. Camine por el pasillo que me sacaba de la biblioteca y me meti en el primer baño que encontre. Apenas me sente en la taza comence a sentirme verdaderamente deprimido. El odio no habia desaparecido, pero comenzo a ser eclipsado por la creciente sensacion de ser una nulidad absoluta. Pasaba las paginas para adelante y para atras, sin intentar siquiera entender la historia y apenas mirando los oniricos paisajes mesopotamicos o las grandes murallas de Lagash. Comence a pasar las hojas una atras de otra, intentando saltearme la historia entera para ver directamente el final del numero. Las paginas se me resbalaron y me encontre de repente con el apartado final que casi siempre se usaba para publicidad y anuncios. Me llamo poderosamente la atencion uno en particular. Ocupaba casi toda la pagina. Estaba impreso en letras negras sobre un fondo furiosamente amarillo que no se habia descolorado. 

¿CANSADO DE ALGUNA SITUACION? ¿ALGO TE MOLESTA? ¿ALGUIEN TE HACE LA VIDA IMPOSIBLE? SI TE PASA ALGO DE TODO ESTO Y NO ENCONTRAS RESPUESTA LLAMA AL NUMERO QUE FIGURA DEBAJO A LAS 2:34 DE LA MAÑANA  - 2:34 - ¡ACORDATE, NI UN MINUTO MAS, NI UN MINUTO MENOS, TENES UN MINUTO PARA LLAMAR! Y CONTALE TU PROBLEMA A LA SEÑORITA VENGANZA. ELLA SABE ESCUCHAR Y SIEMPRE ENCUENTRA SOLUCIONES.

PD: ¡LA SEÑORITA ATIENDE TODOS LOS DIAS DE LA SEMANA!

Abajo del anuncio habia un numero de telefono y los costes (en australes y pesos) del minuto. Era, al parecer, una de esas rocambolescas lineas de servicios que tanto se habian puesto de moda en la edad oscura, es decir, en la edad anterior al internet. Se me ocurrio que bien podia ser alguna bizarra linea de ayuda psicologica o un muy sutil y bien disfrazado anuncio de servicios sexuales. Abajo del telefono y de los costos habia (siempre suelo leer la letra chica de lo que sea) una linea mas. Era una oracion en tipografia mucho mas chica. Entendi que, tal como pasa con cualquier letra chica o conjunto de terminos y condiciones, la reduccion de la tipografia apunta a evitar su facil lectura, ya sea pasando desapercibido o poniendo a prueba la paciencia del lector. La linea decia:

La señorita es eficiente y comprensiva, pero tambien muy sentimental. ¡no te olvides de llamarla para agradecerle su ayuda la noche siguiente!

Me costo un buen trabajo leer esta ultima linea, y casi tuve que adivinar algunas palabras porque, al contrario de lo que pasaba con el resto del anuncio (la tipografia era brillante y muy clara) las letras parecian desgastadas casi hasta su desaparicion. Tarde unos segundos en comprender que el anuncio parecia misteriosamente dirigido a mi, y en que los servicios de la señorita Venganza se ajustaban muy bien a mi situacion actual. Riendo para mis adentros arranque el anuncio y me lo guarde en el bolsillo. 

Luego el dia continuo mas o menos de la misma forma: compadeciendome de mi mismo, pensando en Luciana y odiando al imbecil de Daniel. Volvi a mi pieza y luego de bañarme y comer algo me puse a mirar television. Pero no estuve mucho tiempo distraido. Los tornillos que me habian sonado flojos todo el dia seguian flojos durante la noche. Y ahora se habia agregado un tornillo nuevo: el tornillo señorita Venganza. Saque el anuncio y lo volvi a leer una, dos y tres veces. Era fascinante. Decidi que, aunque el telefono seguramente ya no existia (parecia obedecer a la vieja morfologia, ya en desuso) haria el intento de llamar durante la madrugada. Tambien decidi que pasaria emborrachandome las cuatro o cinco horas que me separaban de la hora para llamar. Realice un viaje rapido al supermercado (teoricamente no podiamos salir del complejo pero la realidad es que lo haciamos constantemente), en donde me aprovisione de varias cervezas y de dos botellas de ron. Serian mis invitados de lujo. Volvi a mi pieza y procedi a embriagarme lenta pero sistematicamente. Mi depresion y mi rabia habian generado una buena cuota de ganas de autodestruirme. Si no hubiera sido porque no queria perderme de hacer el intento de llamar al telefono del anuncio, me hubiera desbarrancado directamente hacia la inconciencia. Pero en cambio me fui apuntalando: queria estar ebrio, si, pero lo suficiente como para poder hacer esa llamada. Despues ya tendria tiempo de excederme. El tiempo paso y cuando mire el reloj faltaban diez minutos para las 2:34. Saque mi celular, para ir controlando la hora, y espere. A las 2:33 marque el numero y apenas vi que la pantalla marcaba el 34 presione el boton de llamar. El iconito verde permanecio unos segundos en su intento de conexion y luego salio una voz, la computadora de movistar, que me informaba que el numero era inexistente. Volvi a intentar dos veces mas, obtuviendo el mismo resultado. Y bueno. Era previsible. Estuve a punto de reirme y de aceptar mi fracaso cuando se me ocurrio que, siendo el telefono antiguo, quizas respondiera solo a la linea local. Por suerte habia una linea fija en el hall central, el cual quedaba a varios metros de las piezas. Practicamente corri hasta el telefono y marque el numero. Todavia eran las dos y treintaicuatro. Tras marcar el ultimo digito, hubo un instante de silencio. Entonces contuve el aliento. ¡llamaba, estaba sonando el pulso de llamada! El pulso sono tres o cuatro veces y entonces alguien atendio. Escuche claramente como descolgaba el tuvo. Hasta ese momento no habia considerado, ni por un momento, la remota posibilidad de que me atendieran. Paso un segundo y del otro lado no se emitia sonido. Me parecio escuchar una respiracion muy tenue, como si mi interlocutor contuviese el aliento. Senti entonces que, fuese lo que fuese, aquello habia dejado de ser una broma para pasar a ser algo serio. Sabia que, dijiese lo que dijiese, tenia que pensarlo primero. La voz del otro lado parecio confirmar mis pensamientos con un leve carraspeo. Me vinieron a la cabeza varios fragmentos del anuncio, mezclados o cambiados: ¿tenes problemas?, ¿algun problema? ¿no encontras respuesta? ¿tu novia te dejo? ¿te dejo por un pelotudo, por un bebe crecido que canta en el coro? ¿seguis siendo virgen? ¿ te sentis patetico? ¿alguien te hace la vida imposible? - Escuche mentalmente todas las palabras como si alguien me las susurrara al oido - Luciana no te quiere, no te quiso nunca y nunca te va a querer. NUNCA. NUNCA. Jamas va a volver con vos mientras este Daniel. Ella lo quiere a el, esta enamorada de el como nunca lo estuvo de vos. No sos nada. Por eso jamas la tocaste. Por eso ahora se revuelca con el. Tu unica esperanza es que Daniel desaparezca, que salga del mapa. Si el no estuviera vos podrias... hallarias la forma de recuperarla, de hacer que todo sea como antes, igual que antes, mejor que antes, mucho mejor... ¿queres, queres, queres, queres? ¡¿QUERES?!
Por un segundo tuve una vision de Daniel, o de algo que parecia ser un muñeco suyo increiblemente realista. Estaba ahi, parado en el medio de la nada, y al segundo siguiente tambien, pero atravesado desde todas las direcciones posibles por agujas, por largas agujas de tejer; Como si fuese un alfiletero o un erizo. Fue solo un segundo, pero lo sufienciente como para ver como las agujas le salian por los dedos, por el ano, le hacian saltar las uñas y le reventaban los ojos como si fuesen granos llenos de pus. 
Y me di cuenta de que si, si lo queria. 
- Si - dije fuerte y claro por el tubo. Del otro lado solamente se escucho un largo suspiro, y luego nada. Solamente un tono que se repetia regularmente. Habian colgado. Colgue el tubo y me fui directamente a la cama. Ni siquiera termine la latita de cerveza que tenia en la mano. Recuerdo haber tenido un sueño horrible y fragmentado.

Al dia siguiente me levante con resaca, con el tiempo justo para bañarme y vestirme. Cruce el patio y note que ya todos habian entrado al salon. Entre, salude con desgano y ocupe mi lugar. Todavia no habia llegado el profesor. Al instante me di cuenta de que todos me miraban. Luciana no estaba en su banco. Daniel tampoco. Busque a alguien, al que sea, con la mirada, y me tope con Gianni, que me miraba de reojo al igual que esto.

- Eh Bruno, ¿que pasa? - le digo. Bruno se agacha y se acerca. Me mira como evaluandome. Inmediatamente comprendi que habia pasado algo. Algo serio.
- ¿y? - le digo.
- Lo mataron a Daniel - me dice. Me lo dice rapidamente, como si no quisiera que lo escuchen. Lo cual es completamente ridiculo. Si  todos me miran como me miran es porque ya lo saben. Tambien noto un dejo de risa o nerviosismo en su voz. Como si me estuviera contando un chiste o algo increible. Siento yo tambien ganas de reirme y entonces lo comprendo. Gianni no cae. Los demas no caen. Y yo tampoco lo hago. Es ridiculo. 
- ¿como mataron? - le pregunto, casi sin poder articular. Tengo que hacer grandes esfuerzos por no empezar a reirme a las carcajadas. 
- No se sabe quien... lo encontraron en su pieza... Estaba hecho mierda, Sebas. Completamente destrozado, como si lo hubiese agarrado una jauria de perros... ¿vos entendes?
- ¿Me estas jodiendo no, Brunito? - le pregunte, queriendo forzar una sonrisa. Pero no podia. Estaba serio. Y el tambien. No me contesto, pero volvio a sentarse en su asiento.
- Bruno, bruno - le susurro - ¿Y Luciana? 
- Ya se entero. No se si lo vio o no. Ya llamaron a los padres. Llamaron a los padres de todo el mundo. Ya debe estar la policia revisando todo.
Daniel muerto, pense. Muerto. Hecho mierda, segun las elocuentes palabras de Gianni. Hecho mierda, es decir, reducido a mierda, a polvo. ¿Perros? Pense que si le hubiese sugerido "agujas" hubiera dado una mejor descripcion. Recien entonces el impacto de todo lo ocurrido, la noche anterior y esa mañana, me golpeo de lleno con toda su fuerza. Inmediatamente me senti mareado. Apoye la cabeza en una mano y cerre los ojos. Estaba congelado, completamente aterrorizado. No podia ser coincidencia. Y tampoco podia ser lo otro, es decir, el horror de creer que algo, aquello que estaba del otro lado del telefono - pero aquello tenia nombre y hasta genero: era la señorita Venganza, atent y comprensiva - habia tomado mi recado y lo habia ejecutado (al parecer sin perder ni un segundo) al pie de la letra, e incluso agregando detalles de su propia cosecha. Daniel muerto, Daniel hecho mierda, Daniel descuartizado, Luciana libre, Luciana sola, Luciana triste y viviendo un infierno pero finalmente sola, disponible, nuevamente disponible y con la enorme necesidad de que alguien la consuele, de que alguien este ahi para ella, de que alguien, ¡vos! - yo por supuesto - llenase el vacio que - la mala suerte, esas cosas pasan, pobre Danielito era un buen chico je je je - le habia dejado la tragedia de Daniel. 
Esa mañana nos mantuvieron en el aula hasta pasada las tres de la tarde. Luego supimos de que en ese espacio la policia y hasta la cientifica habian revisado todos los cuartos, incluyendo el mio y el de luciana. Buscaban evidencias. Durante esa mañana me habia metido varias veces la mano en el bolsillo para tantar que el anuncio, arrugado, seguia en el bolsillo de mi pantalon. Poco a poco lo fui haciendo añicos hasta que quedo reducido a un montoncito de miga de papel. Ya me encargaria de tirar el pantalon al lavarropas. A la tarde me encontre con Luciana. Practicamente se arrojo a mis brazos. Estuvo llorando abrazandome un buen rato. Me hubiera gustado llorar con ella, para mostrarle que yo tambien sentia enormemente el horror y la injusticia de lo que le habia pasado a Daniel, pero estaba demasiado ocupado en volver a sentirla, en sentir el calor de sus pechos, el suave roce de su pelo, los musculos de la espalda... todo. La fui consolando como pude hasta que, por esa natural tendencia que, imagino, nos obliga a intentar salir del dolor por cualquier tobogan posible, termino besandome y yo a ella. Destrozada como estaba, no dudo en decirme que me necesitaba y que no la dejase sola en aquel trance. No sabia si realmente me necesitaba porque volvia a amarme o si me necesitaba como necesitaba una soga o un salvavidas, es decir, como yo la habia necesitado a ella durante toda la semana, para no morirme. De cualquier modo, me daba lo mismo. Volvi a besarla, intentando no dejar que el deseo ni el - ¡para que negarlo - perverso sentimiento de triunfo que me embargaba atravesase las barreras de mi cuerpo y le comunicase a Luciana algun indicio de la verdad. Y la verdad es que yo - o mas bien la señorita Venganza, la vieja y buena señorita Venganza por orden mia - habia matado a Daniel. Y lo habia hecho sin dejar rastros. Porque era obvio que la policia no habia encontrado ni encontraria nada. Quizas luego nos revisasen a todos y hasta interrogasen a alguno. A Luciana seguramente, y quizas a mi tambien (porque un ex siempre es sospechoso) pero todo seria inutil. El anuncio tenia toda la razon: La señorita siempre encontraba la mejor solucion.

Cuando la deje a Luciana en su cuarto, ya estaba seguro haberla recuperado. Volvi a mi pieza hecho una tromba y contento como un circo. Ahora podia, ¡ahora si!, dedicarme a beber como dios manda. Comence a reirme a carcajadas. Era increible lo rapido que podian cambiar las cosas en solo unas horas. Ayer a esta hora estaba tomando para borrarme y ahora tomaba como un rey, para festejar. Senti algo de pena por no poder retribuirle a la señorita por su esplendido trabajo. No es que estuviese feliz por la carniceria tanto como que no terminaba de creerme todo aquello. A Daniel lo habian hecho papilla, y yo habia llamado la noche anterior a un numero en el que... ¡vamos! ¿que tenia que ver? Claramente era una coincidencia monstruosa, digna de alguna historia de ficcion, pero nada mas. De algun modo se habia hecho justicia y habia actuado aquel mecanismo que yo no encontraba mientras paseaba por la biblioteca. Mientras pensaba esto las latitas iban cayendo una detras de otra. Cuando se acabaron pase al ron. 
Si, una coincidencia. ¿que tenia yo que ver? nada. ¿Señorita Venganza? Puras estupideces, je je je. Lo importante es que Luciana y los ojos de Luciana y la risa de Luciana habian vuelto conmigo, y que de vuelta todo serian tardes de andar de la mano, escapadas al rio o, ahora si, al colchon del deposito, volverian los sueños universitarios y el proyecto de irnos juntos de vacaciones. Todo era Luciana, Luciana y mas Luciana. Si... mañana... o dentro de un rato... ¿que hora es?... iria a su pieza y cogeriamos, cogeriamos como nunca y se escucharia en las piezas de al lado y... ya no queda mas ron pero van a temblar las piezas, Si señor, si señora, Si señorita, y mas que nada Señorita muchas gracias por sus servicios, ja ja ja, han sido inesmitab... inme... inestimables y.. quizas hasta nos suspendan del ruido que vamos a hacer. Podria... podria ir ahora mismo a la pieza de Lu si no fuera tan tarde porque, ¿que hora es? Quise entonces sacar el celular pero, ebrio como estaba, se me cayo al suelo. Al intentar agacharme senti que todo se fue de foco. Me habia caido yo tambien. 
Riendome y murmurando chanzas, toque el boton para ver la hora. Eran las 2:32. Tuve entonces una sensacion extraña y urgente, como la que tenemos cuando no queremos olvidarnos nada en un viaje importante o, mas precisamente, como cuando sentimos que hemos perdido algo en algun sitio sin recordar que es o donde lo dejamos. Era una alerta. Se me habia escapado algo o, mejor dicho, algo se me estaba escapando ahi mismo. Volvi  a pensar en la policia y en el recorte del anuncio. No habia dejado pruebas, eso era seguro, entonces que carajo podria... e inmediatamente recorde que

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¡no te olvides de llamarla para agradecerle su ayuda la noche siguiente!¡no te olvides de llamarla para agradecerle su ayuda la noche siguiente!- ¡imbecil! - grite horrorizado, fuera de mi. Me puse el pantalon y, con el telefono en la mano, corri por el pasillo. ¡llamarla, habia que llamarla para agradecerle! ¡para agradecerle! ¡habia que agradecerle! Horrorizado vi que ya eran las 2:34. Pero habia llegado. Doble el pasillo y busque el mostrador donde estaba el telefono. Crei estar soñando cuando vi que estaba ocupado. Habia alguien, un chico al parecer, que estaba hablando.  Corri hacia el y lo sacudi del hombro. Fuese quien fuese me iba a dar el telefono. El chico me giro y yo di un grito al tiempo que caia hacia atras, de culo, al piso. Ante mi tenia la cara lampiña, redonda, asquerosamente de bebe recien nacido, de Daniel. Sonreia mientras me miraba. Subitamente comprendi. Hablaba con la señorita Venganza.