30 dic 2019

Faro (9)

Martin atraveso la reja y siguio el camino de gravilla. El camino era de piedritas rojas y anaranjadas muy similares al ladrillo molido. La luz del faro que se superponia como un holograma con la torre de los ingleses le daban al camino un aire surreal. Martin no se sorprendio de que al llegar a la torre una de las puertas de entrada estuviese abierta. De algun modo sentia que lo esperaban.
Entro en el faro y comenzo a subir hacia arriba por una escalera de caracol. La escalera era de chapa y cada paso que daba hacia temblar la estructura entera. Martin intento contar los escalones que subia para calcular la altura a la que se hallaba, pero perdio la cuenta despues de dos o tres docenas. Se sentia todavia un poco perdido, como si acabara de salir de una borrachera o de un sueño anestesico. No podia fijar la mente en nada.

Carta (8)

Algunos dias mas tarde, mientras rebuscaba algo entre un cajon lleno de papeles, Coneja encontro la carta. Era una de las tantas cartas de despedida que Martin ensayaba casi a diario. Ni siquiera era la definitiva, tal vez porque no habia una definitiva sino, como en todo, una constante serie de intentos fallidos que de algun modo constituian el asunto terminado.
Tomo la carta entre sus manos y comenzo a leerlo con el mate en la otra. De algun modo sabia que Martin escribia esas cartas. Lo sabia aunque no se hubiera encontrado, hasta ahora, con alguna de ellas. No las encontraba sencillamente porque Martin las destruia apenas las terminaba. Muchas veces incluso antes de empezarlas. Incluso las destruia, en su mente, antes de empezar siquiera a escribirlas, en una especie de aborto ideologico, de concepcion sesgada. Pero, por lo general, iban a parar al tacho de basura, al inodoro o a la hornalla de la cocina, lugares todos en donde Coneja no solia buscar nada.

No se como empezar esta carta. Supongo... estoy seguro de que es porque se que nunca vas a llegar a leerla. A veces creo que el hecho mismo de poner algo en palabras deforma ese algo de un modo indecible y atroz. Tan atroz, Coneja, que sinceramente creo que es imposible comunicar algo a través de este teléfono descompuesto. 
Empece esta misma carta cientos de veces. Algunas, incluso, llegue realmente a escribirlas. La gran mayoria, sin embargo, quedaron meramente en un intento puramente abstracto. De todos modos, supongo que la carta ya la habras recibido mucho antes. Estaba escrita en mi cara y en mis gestos. En mis palabras, en mi modo de mirarte o de no mirarte. Cosas que vos podes leer muchisimo mejor que una carta, que una atroz serie de palabras que arrugan y recortan la realidad de una forma imperdonable.
Esto es un adios, supongo. No hay mucho mas que decir si pretendemos (al menos yo lo pretendo) que esto sea realmente un adios y no algo asi como un tobogan por el cual pasear nuestras alegrias y nuestras penas para volver a encontrarnos, agitados y revueltos, al final de la vuelta, listos para volver a subirnos, listos para volver a saltar. La tentacion es grande, Coneja. 

Pero no puedo encontrar al lado tuyo lo que ando buscando. ¿Que es, entonces, lo que ando buscando? La mejor manera de describirlo es decirte que es algo que busco desde hace tiempo. Empezo como un vacio, como una mera carencia, al principio indefinida, como sentir que hay una media rota o una piedra en el zapato o que se ha olvidado algo pequeño pero importante. Luego, dia tras dia, mes tras mes, la cosa de va definiendo desde sus meras negaciones. Es como quien esculpe la figura que busca desde el trozo puro de roca: No llega a la definicion de la idea agregando sino mas bien quitando, restando, erosionando dia tras dia hasta que de la saliente deforme emana el busto, la mirada, la mano que sostiene la antorcha. 
Un poco asi es como yo, Conejita, fui tanteando, casi a ciegas, diciendo "no es esto", "no es lo otro". La necesidad de seguir buscando es lo que practicamente me marco el camino. Por eso es que ahora, convencido de que no esta aca, me veo obligado... quiero decir, tengo que...

En este punto, la carta terminaba de modo abrupto. Los ojos de Coneja seguian recorriendo el espacio en blanco del papel como si detras de este la carta continuara en un lenguaje diferente e invisible. En un lenguaje que de todos modos ella podia entender.
Luego de leer este lenguaje invisible hasta acabar la carta en su totalidad, la hizo un bollito. Quemo el bollito en la hornalla mientras ponia a calentar el agua por enesima vez en el dia.


Mas tarde, esa misma noche (7)

Camino, camino y camino. Las calles que cortaban Libertador se extendian una tras otras. En algun momento llego a Figueroa Alcorta, a Pueyrredon, a Avenida Santa Fe. Un zumbido ensordecedor le llenaba los oidos. Sentia que, por primera vez en su vida, habia atrapado la soga.
Durante toda su vida habia sentido que buscaba a ciegas dentro del oscuro mar que era. Siempre a tientas, siempre manoteando. Varias veces, entre zambullidas y revolcadas, aquella soga lo habia rozado, lo habia tocado leve y fugazmente, lo suficiente para sentir el roce pero nunca tanto como para que le siguiera el rastro. Siempre que le pasaba sentia aquel miedo, un miedo como de tener arañas caminandole sonbre la cara o gusanos reptandole debajo de la piel. La araña le caminaba por adentro, le recorria las tripas, se arrastraba por sus huesos, paseaba por las ranuras de su cerebro. Llegaba hasta ese pozo vacio en donde - Martin se figuraba - estaba su espiritu, y quitaba un tapon desde el cual, ahora si, emergia la soga.
La Soga, El Fuego, Palomas.
Martin levanto la cabeza y sintio que despertaba de un largo sueño. Volvia a encontrarse, para su sorpresa, frente a la torre de los ingleses. El sol se asomaba timidamente desde atras de unos arboles. Eran las seis de la mañana.
Se froto los ojos y parpadeo. Le ardian. Mientras se los restregaba volvio a mirar la torre y entonces, por un instante apenas, le parecio ver un faro. No era que la torre se hubiera vuelto un faro sino que, obedeciendo un extraño efecto de imagenes superpuestas, el ectoplasma de un faro muy parecido a la torre aparecia junto a esta como si se tratase de una fotografia mal revelada. Del faro emanaba una luz natural que se dirigia al rio de la Plata. El reflector era bifocal, y el otro haz de luz apuntaba directamente a el camino de gravilla que serpenteaba por entre la plaza. Martin siguio el camino con los ojos hasta localizar su desembocadura en una de los tantos portones que tenia la reja que bordeaba la plaza.
Comenzo a caminar hacia la entrada, sintiendose guiado por una voluntad superior que, tal vez, no fuera otra que la suya propia.

12 dic 2019

Bollos (6)

Misma noche, pero mucho mas tarde. Bar en Retiro. Luces bajas, gente mas muerta que viva. Martin, sentado en una mesa, garabatea sobre una libreta. Si alguien se asomara por sobre su hombro, veria que escribe una carta.
Esta rodeado de bollos de papel, y de personas que son como bollos de papel: arrugados, redondos, comprimidos contra si mismos. Estrujados y revueltos con lo que en otro tiempo fueron las letras de su vida, ordenadas y preciosas, palabras sobre las lineas, florituras de caligrafia: Querido diario, hoy he tenido un buen dia.
Sabia que no iba a terminar de escribir la carta. La habia empezado varias veces. Habia tachado, corregido y vuelto a empezar. Pero, ¿como empezarla siquiera si no sabia lo que queria decir? ¿como terminarla si en realidad no queria decir eso que tenia que decir?
No queria escribir la carta. No la escribia. No escribiria nunca, probablemente. Y sin embargo, ahi estaban los borrones, ahi los bollos de papel arrancados de su libreta A4, una libreta de hojas cuadriculadas que supuestamente su empresa le habia regalado para que tomara notas en los cursos de capacitacion. Martin, que nunca tomaba notas mas que de las cosas que realmente le interesaba recordar, habia llevado consigo aquel bloc de notas durante todos esos dias de una manera aparentemente inutil. Y ahora, que el bloc cobraba pleno sentido, resulta que no lograba escribir la carta.
En aquel bar se sentia sofocado. Le pasaba lo de siempre: no podia escribir estando quieto. Tenia que caminar. Caminaria, por supuesto. Mas tarde que temprano pagaria o se iria sin pagar, pero de todos modos saldria a la calle y tomaria Avenida libertador, derecho y casi sin detenerse, hasta llegar a los bosques de palermo. Lo sabia como si estuviera viendo una pelicula repetida, vista ya mil veces.
Pero no aun, pero no todavia. Sabia que no escribiria la carta y, sin embargo, tenia que intentarlo. ¿tenia que intentarlo? ¿que cosa, de todos modos, era lo que debia intentar? Bueno, se decia a si mismo, intentar tenia mas que ver con la moralidad del esfuerzo mas que con el resultado en si mismo. De la misma manera de la que se intenta una tarea imposible pero necesaria. Intentaba para escapar a la inmoralidad de la renuncia. Queria escapar a la inmoralidad de la renuncia porque no podia ya escapar de la inmoralidad del escape.
Los bollos se acumulaban sobre la mesa, uno tras otro.

11 dic 2019

Fuego (5)

Vereda, noche, quizas madrugada. Martin camina solo por lo que se representa como un largo pasillo entre las sombras. Camina y camina, con la cabeza gacha, las manos en los bolsillos, la mirada perdida entre las baldozas. Llega a una esquina y dobla o no dobla. Si dobla, cruza la calle o no cruza. Si cruza, cruza sin mirar. Si no cruza, significa que acaba de dar la vuelta a la manzana. Si da la vuelta a la manzana, recuerda la direccion de la que viene para no andar en circulos. Necesita tener la sensacion de estarse moviendo o, mas bien, desea la sensacion de que hay algo en su vida que se mueve.
Levanta la cabeza y se topa con un tipo o - y esto tiene mas sentido - se topa con un tipo y levanta la cabeza.  Intuye una pregunta, se detiene.
- ¿tenes fuego? - dice el hombre.
- No fumo - contesta Martin.
- No te pregunte eso - le retruca el hombre.
- No, no tengo - concluye Martin.
Ambos siguen su camino. Martin da algunos pasos y recien entonces comprende la pregunta. Se da vuelta para encarar al tipo pero o ya es demasiado tarde o nunca fue demasiado tarde, porque resulta que el tipo ha desaparecido, se ha esfumado como si nunca hubiera estado alli. No hay hombre, quizas nunca lo hubo.
Martin vuelve a caminar.
Fuego.
Y siente que cada casa que pasa puede ser la suya. Pero no lo es.
Y entonces camina como perdido, sintiendo a cada momento que esta a punto de llegar, que casi llega a su casa. Al principio lo toma como un juego, como una sensacion peculiar quizas producto del cansancio o de lo que toma o lo que fuma; Da igual. Luego se deja llevar, se entrega primero parcialmente y luego con totalidad a ese ejercicio ludico, a esa locura temporal. Luego, poco a poco, comienza a sentir una vaga desesperacion. Esta pegado, no puede sacudirse la sensacion.
Entonces sigue caminando, ahora realmente perdido, ahora realmente confundido, ahora realmente desesperado. intentando encontrar su casa. Pero su casa no aparece. Lo aterra la idea de que quizas su casa no aparezca nunca, que ha desaparecido para siempre. Comprende que jamas volvera a su casa.
El infierno lo ha ganado por completo.
¿Fuego? Eso habia preguntado el hombre. ¿y que le habia respondido el? Le habia dicho que no. Se le ocurrio entonces, si es que no lo sabia desde siempre, que ademas del fuego del infierno existe otro fuego: El propio.
Entonces, ¿lo llevaba? Mientras meaba en la esquina de Jonte y Rivadavia tuvo que aceptar que no, que no tenia aquel fuego, y comprendio que buscar la casa era buscar el fuego. Ahora, al menos sabia lo que buscaba. Tiro las llaves, que ya sentia como un peso muerto, en el primer tacho de basura que se cruzo.



Tabla de equivalencias (4)

Martin y Coneja son los alpinistas de la existencia. Algo, no se entiende bien que, los ata a la montaña. Cuando ese algo deje de estar, sin duda caeran al vacio. De un vacio a otro vacio. Martin, Coneja, Bar de por medio. Mesa de madera sucia, un calor insoportable. Martin tiene una cerveza, Coneja una coca cola aunque, obviamente, ninguno de los dos tiene nada porque ambos vasos estan vacios; Y Martin piensa que son un poco indigentes, como aquel otro indigente del vasito de plastico, y que a lo sumo la diferencia radica en el material del vaso, y en que el vidrio no solo es mas fragil sino que ellos tienen que pagar por eso, por ese vaso, y ni siquiera por poseerlo sino tan solo por usarlo, es decir por vaciarlo, y que apenas terminen de tomar la coca y la cerveza ( ya terminaron ) vendra un mozo implacable y se llevara los vasos de vuelta a la cocina.
Viene el mozo y se lleva los vasos.
Martin, Coneja, la mesa vacia y un vacio entre ellos. Ella no dice nada. Detesta el calor. Decidida a protestar contra la creacion entera, entabla contra esos 37 grados una muy digna huelga de hambre. El fastidio que le adorna la cara la hace mas hermosa. No lo sabe y, si lo supiera, no lo creeria. O bien lo creeria pero lo rechazaria, lo cual incrementaria a un tiempo su fastidio y su belleza. El efecto, se entiende, es el de una espiral ascendente.
Llegan nuevos vasos llenos, lo cual por supuesto aumenta el precio de la cuenta, pero a Martin no le importa. A veces se le da por calcular, ¿cuantos minutos en el infierno le cuesta un pasaje en colectivo? ¿cuantos mails tiene que enviar para pagar esa cerveza que esta pidiendo? No entiende como todavia ningun sabio confecciono el equivalente de las tablas de oficios medievales, estableciendo el costo que cada mercancia o servicio tiene en tiempo de trabajo humano.
Martin la mira a Coneja y comprende que no todo se podria descomponer en tablas semejantes. La cerveza y el pasaje en colectivo, si. El Alquiler, por supuesto. Un par de zapatos, un kilo de coliflor, un pasaje de Micro a Mar del Plata. Si si, claro que si. Pero ¿cual es el valor de las trenzas que Coneja se hace inflando los cachetes? ¿cuanto cuesta verse en esos ojos que rebozan desprecio? ¿cual seria el precio de su sonrisa o de su indiferencia? ¿como tasar, como medir el placer estetico que nos da estar en tal o cual compania? Martin piensa todo esto mientras el vaso se va vaciando, trago tras trago. El tampoco habla.
Coneja y Martin miran por la ventana como si esperaran algo. ¿Pero que?

Breve descripcion del Infierno (3)

Martin, 10 años. Escuela primaria, materia indefinida. Breve descripcion del infierno en el cuaderno verde papel araña de tapa dura.
Martin, actualidad. Ordenando trastos viejos, aparece el cuaderno. Sensacion arqueologica, de buscador de reliquias. Los dedos recorren como antaño los relieves del papel araña.
Fiel a su costumbre, Martin abre el cuaderno por la parte de atras.Viajero del tiempo, va pasando las hojas.Se topa con su vieja obra, quizas con su primera obra.
"Descripcion del Infierno", reza el titulo. Martin sonrie. Lee y cree leer a un polluelo de Blake. Lagos de azufre, lluvias de fuego, prados de agujas, rios de lava. Eterno tormento de los injustos, de los asesinos, de los traidores, de los ladrones. Cierra el cuaderno.
Piensa. Se levanta y va al cajon de las lapiceras. Toma una bic azul. Vuelve, se sienta frente al cuaderno abierto. La punta de la lapicera se posa sobre el primer renglon de una pagina en blanco. "Breve descripcion del infierno".
El Martin de 30 años piensa en el infierno: lagos contaminados, lluvia acida, prados de basurales, rios de muertos de hambre. Fabricas repletas de miserables. Aceras repletas de mendigos con vasitos. Eterno tormento de los explotados, de los oprimidos, de los desplazados.
Martin cree que vivir es ir metiendose progresivamente en el infierno. Sabe que todo infierno posible se vive aqui mismo.
Martin va y viene del infierno una vez por dia. Su Caronte es siempre algun coche del 106. Generalmente llega temprano. Le gusta tomar un cafe y mirar un rato por la ventana. Luego, casi en punto, se sienta en su cubiculo, su rinconcito de tortura particular y privado, avalado por todas las leyes de la propiedad privada; Durante seis horas se dedica a elaborar y revisar presupuestos, a atender llamados y a realizarlas, a encargar tramites y a tramitar encargos, a enviar mails, a recibirlos y a enviarlos de vuelta como si devolviera una pelota de tennis hacia la cancha rival. Martin sigue en ese tramo mas o menos hasta que suena la chicharra. Tal condena la cumple seis dias por semana.
Asi, la vida de Martin se resume en periodos de estar en el infierno y periodos de ir y volver. Tanta visita al reino de las tinieblas no es gratis, y de tanto andar por el infierno Martin ya apesta a azufre incluso cuando esta en su casa. Lleva el infierno consigo adonde quiera que vaya.
Ahora, sentado en un bar, piensa que el mundo es una interesante tormenta  de infiernos moviles, de infiernos con patas y perspectivas, de pesadillas que quieren llegar a fin de mes; Y que vivir consiste, hasta donde el sabe, en llevar el propio infierno lo mas lejos que se pueda. Brinda consmigo mismo por esas olimpiadas tan particulares y vacia su copa.

Entonces ella me pregunto por mi cumpleaños, y yo le conteste que el dieciseis de Julio. Ella me dijo "que bueno" o quizas dijo "sos de cancer" y nos embarcamos (mas bien, se embarco sola) en una charla insustancial sobre los signos y sus caracteristicas.
Yo la escuchaba hablar. Es decir, no la escuchaba. Me interesaba mas el tema de mi cumpleaños. ¿cumplia realmente el dieciseis de julio? Al responderle habia nacido en mi un creciente sentimiento de inseguridad. ¿como podia estar seguro de mi fecha de cumpleaños?
Estaba vivo y, por consiguiente, habia nacido un dia especifico. Claro que tambien podia ser que existiera eternamente, como el mundo. Esto, sin embargo, presenta un problema: el de la memoria. Si soy eterno entonces tengo que tener una memoria eterna o, al menos, mucho mas extensa que los treinta años que recuerdo o creo recordar. Ademas, como segundo obstaculo insalvable esta el proceso de crecimiento fisico y mental del cual soy consciente. Tengo treinta años, pero hace cinco tenia veinticinco y hace quince, quince. Puedo recordarme de veinte años y de trece años; Puedo reconocer las similitudes y las diferencias, comprobar los desarrollos en diversos ambitos. Entonces, muy a mi pesar, tengo que rechazar la hipotesis de que soy eterno.
Comence a existir en algun momento determinado. Eso es nacer. Es seguro que si acepto la arbitraria division del tiempo en dias de 24 horas de 60 minutos cada una, con minutos de sesenta segundos cada uno, se llegue retrocediento a una fraccion de tiempo precisa en la que yo nazco. Pero para que todo esto sea posible es necesario poder retroceder, aunque se de forma hipotetica. Y poder retroceder, lo mismo que para poder avanzar, hace falta poder moverse en el tiempo y, para esto, es necesario poder constatar que, de hecho, nos movemos. En resumen, para esto tiene que ser necesaria la unidad de medida temporal.
Noto que no puedo precisar esta medida. ¿cual esta esta medida? ¿el segundo? ¿que es un segundo? La respuesta me viene a la mente: la sesenteava parte de un minuto. Busco una definicion mas precisa y me encuentro con esta: "la fraccion de 1/31.556.925,9747 de la duracion de un año solar medio entre 1750 y 1890". Busco una definicion aun mas precisa y actual, la del tiempo atomico, que me dice que "Un segundo es la duracion de 9 192 631 770 oscilaciones de la radiacion emitida en la transicion entre dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isotopo 133 del atomo de cesio a una temperatura de 0K". Me detengo ahi. Es suficiente para mi. Ambas definiciones establecen al segundo solo como una fraccion de cierto movimiento, sea una fraccion de la rotacion de la tierra o sea la duracion de tantas oscilaciones. Siempre hay un movimiento y alguien que lo mide y que lo fracciona. El segundo atomico mide ese exacto numero de vueltas  y no otro para igualarlo al anterior segundo astronomico. Pero en ambos casos la percepcion de la duracion y el aglutinamiento de esa fraccion de rotacion o traslacion terrestre o de oscilaciones atomicas en una unidad llamada segundo esta a cargo del sujeto perceptor, es decir, de un ser humano. Y no puedo estar seguro de la exactitud de estas percepciones.
Mas aun, esas mediciones funcionan en tiempo presente. ¿que significa que un reloj de Cesio 133 haya medido 86969650649616e18 veces desde mi supuesto nacimiento? ¿quien mantiene en algun sitio esa cantidad de oscilaciones para decir que han transcurrido treinta años? ¿Acaso el tiempo existe en otro lado mas que en la memoria humana? ¿quien puede fiarse de la memoria?
Es mas, vuelvo a lo anterior. Recuerdo haber tenido cinco años. Recuerdo mis diecisiete. Mis veintitres. Mas, ¿recuerdo el completo transcurrir de toda mi vida, aglutinada y extensa en una suma de tiempo igual a los treinta años que digo tener ahora mismo? Por supuesto que no. Solamente un ser prodigioso del tipo del Funes Borgiano podria recordar absolutamente toda su vida, y le llevaria exactamente esa cantidad de tiempo vivido el recordarlo.

- Pensar envejece - le digo yo. Por la sorpresa de su cara me doy cuenta de que interrumpi su hilo del noseque conductual de la gente se sagitario.

Nota: Este texto, sin contar la nota precedente, tiene 4157 caracteres. Si tomamos como promedio que tardo 1 segundo en escribir cada caracter, entonces escribir este texto requiere 38.213.770.267.890 oscilaciones de la radiacion emitida en la transicion entre dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isotopo 133 del atomo de cesio a una temperatura de 0K

Wald Hutten (2)

Acostado en su cama. Los ojos cerrados. Ladridos de perros. Nausea. Verde. Rojo.
¿Como se puede sentir nauseas apenas uno abre los ojos? Incredulo, esto es lo primero que piensa Martin cuando se despierta. Asco. Asco de algo. Martin intuye que del dia, que de tener que levantarse. Del mundo. Dolor de cabeza apenas madrugado. Asco a la luz y al mundo de las palabras. Si, sobre todo de las palabras. Suena la alarma, otro dia que comienza.
"Wald Hutten, la libreria, alguien espera en el dia que comienza". Esa frase le viene a Martin desde algun lado, como por control remoto. Es y no es el quien la piensa. Porque no piensa, sueña. Dormita, ha vuelto a quedarse dormido. Sueña.
Va y viene desde el umbral, varias veces. Muchas veces nada, solo oscuridad o el plano naranja-rojizo del sol entre los parpados cerrados. La vaga molestia de saberse en infraccion: deberia estar cambiandose para ir a trabajar. La camisa y la corbata esperan.
Escapar. Escapar de la nausea, de la corbata, del dia. Huir cada vez mas lejos, hundirse. Una nuez dentro de una tortuga dentro de una almendra dentro de una caja fuerte. Hundirse mas y mas profundo en un abismo insondable, cada vez mas lejos de la superficie. Completamente fuera del alcance de las palabras y de los rayos solares. Cada vez mas y mas lejos, mas dentro de si mismo. El sueño es el ultimo refugio de los despiertos.
Manotazo de ahogado, manotazo a la alarma. Negacion de la existencia, del tiempo. ¡Zarpar, zarpar a tierras lejanas!
El primer sueño fue una chica. Estaba embarazada del hombre incorrecto, o tal vez casada con un tipo que no era el padre de su hijo. El segundo sueño fue Martin. Estaba en una isla de grecia. . Se reencontraba con amigos.Y luego "alguien espera, en Wald Hutten, en el dia que comienza"
Insiste implacable inportuna alarma impositiva. Martin termina de despertarse. Esta vez el despertar es total, han caido los puentes. Se sienta en la cama y siente como se aleja un tren invisible. Siente olvidar algo muy valioso: la ruta que lo lleva a los grandiosos tesoros de si mismo. La ruta es reemplazada con el horror de tener que irse a trabajar. Fugaz alienacion de la existencia diaria. Comienza otro dia.
Ya olvidado de todo, parpadea. Pone Play. Se restriega los ojos Salta de la cama. Adentro y arriba todo, en este orden: medias (negras), pantalon de vestir (gris), camisa (celeste) y zapatos (negros). Sube el cierre de su pantalon, ajusta zapatos. Luego los botones de la camisa, de abajo hacia arriba: uno, dos, tres, cuatro, el quinto, a punto de salirse. Cinco, seis. ¡Fantastico, Martin, verdaderamente fantastico! Pero faltan todavia los botones de los puños: primero uno, luego el otro. Listo. Asombroso. Menos de dos minutos. Martin es un maestro en el arte de vestirse sin ganas.
Sale de la pieza. Se peina (es un decir). Se lava la cara pero no los dientes. Pasillo, living, comedor. Abre la laptop. 8 nuevos mails infectaron la casilla durante la noche. Los borra a todos sin leerlos. Quiere un Te pero no hay tiempo. Martin - habia dicho el supervisor - la llegada tarde es suspension. Suspension. Suspension del te, del Tao, del sueño. Suspenderlo todo o suspension. Por lo que no hay te ni tao sino tic tac. Martin abre la puerta y sale a la calle sintiendo una vez mas haber desaprovechado algo importante. Camina dos cuadras y espera el 106.

10 dic 2019

como jugando al sapo (1)

En el año 2017 de nuestro señor, y mientras un implacable sol anaranjado aplasta los muros rojizos de la torre de los Ingleses, Martin espera el 106. Son las seis de la tarde.
El odioso colectivo se demoraba y la gente que llegaba iba formando una fila que ya se tomaba dimensiones monstruosas. Al verlos apilarse como granos de arena o, mas bien, como mercaderia en la gondola de un supermercado, Martin piensa todos ellos se parecen mucho; Como las plantas o como los automoviles. Se parecen mucho. Ellos o algo en ellos - la vieja esencia aristotelica - los iguala. Y ese "ellos" tambien incluye, por supuesto, al propio Martin, que lo sabe y por eso los mira con las manos en los bolsillos y un aire de fastidio pero tambien de alegria.
La escena es un decorado, piensa. La vida, una obra de teatro. Yo mismo, mera utileria.
Como obedeciendo la señal de un director invisible, un harapiento se acerca. Su cara es la cara de todos. La cara de la humanidad entera es la cara del hambre. Tiene en la mano un vasito de plastico. Pide una o dos monedas. Los ojos de Martin se encuentran con los del tipo aquel. Va del vasito a los ojos y de los ojos al vasito que se agita mudo en su vacuidad. Martin siente la humedad de la camisa pegada a la piel. Siente la billetera en su bolsillo derecho como una acusacion.
La mano va a la billetera. Martin tiene exactamente dos monedas. Ni mas mi menos. Dos monedas de un peso. Las arroja al vasito. Primero una, luego la otra. Como jugando al sapo. Una, dos. ¡ahi van! Martin las ve volar de su mano, describir un arco en el aire. Mariposas hacia la llama. Espera escuchar el tintineo del metal contra el plastico.
Mariposas a la llama.
Moneditas a la nada.
Y Martin recuerda a su abuela diciendole "no le des de comer a las palomas"
Y siente algo negro en el estomago.
Sucias palomas. Ratas con alas. Ratas sin moneditas, Ratas con vasitos vacios. Con pelo y con manos, con ojos tan vacios como los vasitos.
No les des, decia su abuela. Nunca les des de comer. No sea cosa que se alimenten, no sea cosa que se acostumbren, no sea cosa de que crezcan demasiado.
Clap clap. Dos sonidos sordos, amortiguados. No hay tintineo.
Un señor de la fila tiene un traje azul a rayas. Ve volar las mariposas y no oculta su disgusto. Mira a Martin en franca desaprobacion. Su abuela tambien se lo debe haber dicho. Mira a Martin. Le aconseja.
- Haces mal el darle - dice el señor. Luego explica algo referente al trabajo y a los complejos mecanismos psicologicos de la motivacion y el incentivo. Martin solo piensa "ratas con traje" y responde cosas como "mire usted" y "le parece".
Si Dios existiera y viera la escena, transportaria al sujeto de traje azul a una isla desierta.
El 106 llego justo a tiempo para salvarlo.