30 dic 2019

Carta (8)

Algunos dias mas tarde, mientras rebuscaba algo entre un cajon lleno de papeles, Coneja encontro la carta. Era una de las tantas cartas de despedida que Martin ensayaba casi a diario. Ni siquiera era la definitiva, tal vez porque no habia una definitiva sino, como en todo, una constante serie de intentos fallidos que de algun modo constituian el asunto terminado.
Tomo la carta entre sus manos y comenzo a leerlo con el mate en la otra. De algun modo sabia que Martin escribia esas cartas. Lo sabia aunque no se hubiera encontrado, hasta ahora, con alguna de ellas. No las encontraba sencillamente porque Martin las destruia apenas las terminaba. Muchas veces incluso antes de empezarlas. Incluso las destruia, en su mente, antes de empezar siquiera a escribirlas, en una especie de aborto ideologico, de concepcion sesgada. Pero, por lo general, iban a parar al tacho de basura, al inodoro o a la hornalla de la cocina, lugares todos en donde Coneja no solia buscar nada.

No se como empezar esta carta. Supongo... estoy seguro de que es porque se que nunca vas a llegar a leerla. A veces creo que el hecho mismo de poner algo en palabras deforma ese algo de un modo indecible y atroz. Tan atroz, Coneja, que sinceramente creo que es imposible comunicar algo a través de este teléfono descompuesto. 
Empece esta misma carta cientos de veces. Algunas, incluso, llegue realmente a escribirlas. La gran mayoria, sin embargo, quedaron meramente en un intento puramente abstracto. De todos modos, supongo que la carta ya la habras recibido mucho antes. Estaba escrita en mi cara y en mis gestos. En mis palabras, en mi modo de mirarte o de no mirarte. Cosas que vos podes leer muchisimo mejor que una carta, que una atroz serie de palabras que arrugan y recortan la realidad de una forma imperdonable.
Esto es un adios, supongo. No hay mucho mas que decir si pretendemos (al menos yo lo pretendo) que esto sea realmente un adios y no algo asi como un tobogan por el cual pasear nuestras alegrias y nuestras penas para volver a encontrarnos, agitados y revueltos, al final de la vuelta, listos para volver a subirnos, listos para volver a saltar. La tentacion es grande, Coneja. 

Pero no puedo encontrar al lado tuyo lo que ando buscando. ¿Que es, entonces, lo que ando buscando? La mejor manera de describirlo es decirte que es algo que busco desde hace tiempo. Empezo como un vacio, como una mera carencia, al principio indefinida, como sentir que hay una media rota o una piedra en el zapato o que se ha olvidado algo pequeño pero importante. Luego, dia tras dia, mes tras mes, la cosa de va definiendo desde sus meras negaciones. Es como quien esculpe la figura que busca desde el trozo puro de roca: No llega a la definicion de la idea agregando sino mas bien quitando, restando, erosionando dia tras dia hasta que de la saliente deforme emana el busto, la mirada, la mano que sostiene la antorcha. 
Un poco asi es como yo, Conejita, fui tanteando, casi a ciegas, diciendo "no es esto", "no es lo otro". La necesidad de seguir buscando es lo que practicamente me marco el camino. Por eso es que ahora, convencido de que no esta aca, me veo obligado... quiero decir, tengo que...

En este punto, la carta terminaba de modo abrupto. Los ojos de Coneja seguian recorriendo el espacio en blanco del papel como si detras de este la carta continuara en un lenguaje diferente e invisible. En un lenguaje que de todos modos ella podia entender.
Luego de leer este lenguaje invisible hasta acabar la carta en su totalidad, la hizo un bollito. Quemo el bollito en la hornalla mientras ponia a calentar el agua por enesima vez en el dia.


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