8 may 2021

Entrada 2

 Hoy, al salir de mi puesto, mi cabeza seguia fija en los anillos. Por alguna razon no puedo quitarmelos de la cabeza. Es como si esas pequeñas formas cilindricas de intrincados dibujos y ahuecadas por el medio fuesen la llave de una cerradura que largamente se me esconde. 

Los pocos pasos que hay entre la puerta de mi edificio y el metro me dan una ventana demasiado corta como para que el recuerdo de los anillos me diga algo. Pero sospecho que, si tiro de ellos como quien tirase del piolin de un anillo, sacaria a la luz toda una retahila de cosas que, siendo sincero, no estoy del todo seguro de querer saber.

Estaba a punto de recordar algo cuando las escaleras del metro me borraron cualquier atisbo de luz solar. El metro es basicamente un hueco movil que nos deposita desde nuestro lugar de produccion a nuestro lugar de descanso.

No hay un termino intermedio: o se produce o se descansa para poder volver a producir.

Entrada 1

 Me mire las manos y vi anillos. Fue solo un segundo, una especie de espejismo. Los anillos no estaban ahi, pero habian estado. En otra epoca, no recuerdo si lejana o cercana, pero estuvieron. Yo usaba anillos. Los recuerdo. Eran hermosos. Plateados, limpidos. Solia usar dos en cada mano; Seguramente obedeciendo a alguna obsesion por la simetria que de algun modo conservo hasta el dia de hoy. 

En el dedo anular de la mano derecha usaba un anillo rigido de acero quirurgico. Solia tener otro anillo, muy anterior, de alpaca y bastante anticuado. Lo conservaba porque era un regalo o, mas bien, un intercambio. Pero esto mas bien data de una epoca tan antigua, tan prehistorica en mi vida - mis dieciseis años - que bien podria considerarse un recuerdo fosil. Este anillo de alpaca y barato me lo habia intercambiado una chica, muy rubia y muy linda, que solia conocer en ese entonces. Habia sido un gesto espontaneo y tonto, tonto en el sentido mas inocente posible, en ese sentido que los ingleses definen con la palabra Silly, y que creo que no tiene una traduccion adecuada en nuestro idioma mas que, quizas, la expresion "pavote". Pues, como decia, habia sido un gesto muy pavote de su parte. Habia visto mi anillo - un tercer anillo, el mas antiguo de todos, que era tambien de acero quirurgico y tenia una especie de cruz tallada, lo habia conseguido por monedas en plaza francia - y le habria gustado, por lo cual me propuso el intercambio. Su anillo, la ya mencionada baratija de alpaca, era sencillamente horrible. Tenia una forma tosca y, en el centro, habia una abertura de forma indefinida, que mirada con buenos ojos parecia un corazon pero mirada con ojos mas realistas era simplemente el espacio vacio en donde, en algun pasado aun mas remoto - pasado correspondiente quizas a la rubia madre de mi rubia amiga adolescente - habia estado incrustado algun brillante. 

La cuestion es que, como no podia ser de otro modo, acepte el intercambio, mas por ella que por el anillo, y mas por mi irresistible debilidad ante los gestos espontaneos que por mi tambien irresistible debilidad por las rubias. Tuve ese anillo durante algun tiempo hasta que un buen dia se partio asi como asi. Alguien, ya no recuerdo quien, le habia atribuido a tal rotura como alguna forma de presagio. Yo, ya un poco mas maduro para esa epoca, sabia que la causa era sencillamente la alpaca barata y el hecho de que en esa epoca practicaba tenis - una palabra ya desaparecida - constantemente y el anillo lo tenia justamente en mi mano habil, que es la derecha. Fue justamente la rotura de este anillo lo que me llevo a reemplazarlo por la solida sortija de acero quirurgico.

Casi instantaneamente tuve que conseguirme otro para el anular de la mano izquierda. Era hacerlo o volverme loco. Mis manos, que considero una de las pocas partes no horribles de mi cuerpo, tenian que estar siempre bajo un rigido principio de espejo. Tal asi que si tenia la uña larga del meñique derecho, tambien tenia que estar larga la del izquierdo; Y si por alguna razon sufria alguna quemadura o corte en el dorso de una mano, estaba obligado, por doloroso que fuera, a replicar la marca en mi otro dorso. ¿de donde vendria esta locura mia de no querer poder diferenciar una mano de la otra? 

El anillo que consegui para el anular izquierdo fue un anillo de plata con motivos celtas. Una vez que descubri este tipo de anillos, no pude ya despegarme de ellos. Mas tarde obtuve uno para el mayor de la mano izquierda, y casi instantaneamente tuve que poner otro en la derecha.

Asi que, por mucho tiempo, lleve cuatro anillos en las manos. Y justo hace un instante, cuando por casualidad deje caer mi vista cansada en mis dedos, vi por un segundo estos cuatro anillos. 

Inmediatamente despues vino la tristeza. Tristeza proveniente del hecho de que, como con tantas otras cosas en mi vida, no se que ha sido de ellos. Mis manos, mas viejas, y los dedos de mis manos, mas desnudos, se mueven incansablemente sobre una pequeña superficie cuadriculada plagada de letras, numeros y simbolos. Mi unico consuelo es que todavia son simetricas. La diferencia estriba, esta claro, en que antes eran simetricamente hermosas y ahora son simetricamente horrendas. El aburrimiento tambien puede ser simetrico, circular, siempre identico a si mismo. Imaginense ustedes recorrer una habitacion cuadrada - o bien circular, lo mismo da - en donde las paredes son siempre exactamente igual de blancas, exactamente igual de lisas, exactamente igual de frias. No hay en ellas ninguna mancha, ninguna rotura, ningun desnivel, nigun desperfecto. Son total y perfectamente identicas en cada una de sus pulgadas. Ahora imaginen que, desesperados, y luego de recorrer estos muros buscando el mas minimo signo de alguna singularidad para recordar, nos arrojemos al centro de la habitacion deseando, sin dudas, que en este centro haya un pozo como el narrado por Poe, un pozo horrendo y bestial pero al mismo tiempo fresco, novedoso y hasta bondadoso, pues una caida corta y mortal es siempre preferible a una eternidad de tantear superficies exhasperantemente lisas.

Pues bueno, no hay pozo. Solo mas pared. O bien, no hay pared pero tampoco hay otra cosa: no hay absolutamente nada. Si pueden emular esa sensacion entonces estaran sintiendo lo mismo que yo siento al mirar mis dedos moverse mecanicamente sobre el teclado.

De algun modo me siento como aquella chica de Margaret Atwood: Defred. Es decir, casi no logro recordar nada de mi vida pasada. De mi verdadera vida, o de cuando la verdadera vida estaba presente en mi vida diaria, quiero decir.

¿que hacen mis dedos, que aprietan tan mecanicamente todas y cada una de las teclas? Supuestamente, deben redactar informes. Informes sobre alguien o sobre algo, de alguna manera especifica, que sera informada luego - o quizas nunca - a tal o cual supervisor de algun area determinada. En realidad, no lo se con certeza. No lo se ni me importa. Es asi hace años. Funciono, por decirlo, en lo que podriamos denominar "piloto automatico". Aunque, para decirlo mejor, no es tanto que "funciono" en piloto automatico como que soy absolutamente un piloto automatico. Mis dedos saben exactamente que es lo que tienen que escribir y en que tiempo. Lo mismo con mis ojos, mis brazos, mi lengua o el resto de mi cuerpo. Cada uno, como si fuera un soldado o un profesional muy bien entrenado - que es exactamente lo que son - sabe interpretar su funcion a la perfeccion. Cualquiera que me viese diria - y en cierto modo tendria razon - que soy un obrero productivo, funcional y totalmente capaz. 

Claro, en esto ultimo nuestro observador hipotetico no se equivocaria. Lo que no veria, lo que no puede ver, es que puedo ser capaz al mismo tiempo que soy completamente inconsciente y totalmente ajeno. No comprendo las razones de mis acciones y, mas importante, no me interesa comprenderlas.

Creo que las razones importantes, si existen, tienen que ver mas con el hecho de que ya no use anillos que con lo que sea que continue escribiendo durante mi jornada laboral.