Estoy muy mal de salud, dice. Me estafaron, dice. Gracias por ser solidarios, dice. Pueden comprobar todo lo que digo en la informacion que tengo en esta carpeta, dice. Miro. Tiene una carpeta. Una carpeta enorme, destartalada. Es tan grande que la mitad queda fuera del bolso. Es un bolso destartalado, casi sin costuras. Lleva un cartel colgado del cuello. Es una foto. Una foto de si mismo. Varios años mas joven. Sonriente. Sin barba. Se lo nota feliz, o al menos realizado. Al menos tranquilo. Sin hambre. Sin miedo.
¿Miedo? Me imagino que la cercania de la muerte siempre causa miedo. Tambien un poco lo envidio. Porque no tiene nada que perder. O al menos no tanto. Bah, no se. Nada mas que la vida, digo.
Camina despacio, como pidiendo permiso. La miseria descalificadora. La ropa que pierde color. La cara que va acumulando el cansancio. Los ojos que desbordan una tristeza infinita.
Me sorprende que quiera vivir. Que luche. Su lucha me desconcierta. Su subsistencia me interpela, a mi, que con enfundado en mi saco de lana gris y con el estomago bien lleno me escondo tras las paginas de una novela. Le agradezco a dios por la novela. Porque leer, ya saben... Leer es no estar donde se esta. El lector es esa rara mezcla de ausencia de la presencia. Leemos para salir de nosotros mismos, para evadirnos del horroroso subte, de las caras vacias, de la gente que con educacion y respeto nos pide una monedita (¡solo una monedita! ¡solamente un pedazo de niquel, hijos de puta!) para no morirse de hambre. O para comprar un remedio. O para evitar la noche asesina en la fria vereda.
No nos importa. Nos enfundamos en nuestros sacos, nos hundimos en nuestras mullidas bufandas. Enterramos los ojos desesperadamente en nuestros libros o nuestros celulares. Esperamos a que pase. Porque tiene que pasar. En algun momento, lo sabemos, mas temprano que tarde (Seguramente sean solo unos segundos) desaparecera por la puerta. Asi que aguantamos. Aguantamos el dolor y hasta la respiracion. Proyeccion mental hacia adelante o hacia atras: ¿que hice hoy? ¿que hare mañana? Todo muy interesante. Tantas formas de hacerse el dormido. Aguantamos como si fuese solo un mal trago, o un mal pedo, o un mal sueño.
Pero es ridiculo. Porque vienen uno detras de otro, los mendigos. O todos juntos, sin descanso. Como una continua letania de desamparo. No nos gusta lo que vemos. Lo que olemos, lo que oimos. No solo es un mendigo entre nosotros. Somos nosotros entre los mendigos. Y cada vez son mas. Mas y mas. Tanto que no faltara mucho para que seamos mendigos todos. Lo sabemos muy bien pero por lo menos tenemos celulares y estomagos llenos y mochilas y zapatos y supuestas ocupaciones.
Pero la empatia, la maldita empatia. Nos gustaria ser cyborgs. No sentirla. Porque sentirla es reconocer la semejanza, es negar el abismo infinito, es tender un puente. Y por ese puente es que los vemos llegar, es que nos abordan.
La miseria nos descalifica a todos. No solo a Dios o al Bien, y ni siquiera a la sociedad capitalista. Al genero humano todo, completo, incluyendo a los miserables.
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