29 mar 2019

Ayax

Para Celeste, que duerme hasta Sexta sin sospechar peligro alguno


Celeste dormía tapada casi hasta la cabeza. Medio de costado, medio boca arriba, media despatarrada, todo a medias. Salvo lo de estar tapada. Ahi se tapaba del todo o casi del todo. Muchas veces se le destapaban los pies y entonces corria peligro.
Fuerte, hermosa, valiente, Celeste era como Aquiles pero en version femenina. Y no el talon, sino ambos pies, enteros, eran su punto debil. Estaba escrito en el oraculo de Delfos que Celeste moriria el dia en que otro ser vivo tocase sus pies desnudos. Y cuando los pies de Celeste quedan vulnerables aparecen los caracoles.
Como es sabido, los caracoles son fieles servidores de Apolo. Apolo fue enemigo acerrimo del Pies Ligeros y odia a muerte a todos los que se le parecen. No fue otro sino este funesto dios de Pestes el que profetizo lo de los pies.
Mas de uno podria preguntarse: ¿Por que caracoles?. ¿No seria mas efectivo enviar las tradicionales serpientes? Bueno, resulta que los caracoles son mas faciles de encontrar en una ciudad humeda como Buenos Aires. Si el Dios quisiera enviar serpientes tendria que hacerlas venir desde San Miguel del Monte por lo menos. Tardarian dias en llegar y seguramente moririan de hambre y sed en el camino, o serian atropelladas por camiones o capturadas por inescrupulosos tratantes de animales. En cambio los caracoles, ademas de ser increiblemente asquerosos, son tan silenciosos como el mas silencioso de los reptiles. Trepan por las paredes, los demas insectos no los molestan, practicamente nada puede detenerlos.
Sin que Celeste lo sospeche, ya son numerosas las veces que este miserable diosucho intenta acabar con ella. Para desgracia y verguenza suya tenemos nosotros tambien poderosos aliados. Cypris y su escudero, amigos del bello Paris, se encuentran entre ellos. Siempre es mas dificil terminar con alguien que tiene enamorados que la protejan. Muchos no comprenden pero es justamente por eso que los troyanos tuvieron que matar a Patroclo antes de matar a Aquiles. Conmigo no la van a tener tan facil, y ya son varias las veces que he frustrado los intentos homicidas de Apolo y sus caracoles.
Para proteger el sueño y la vida de mi amada, mis luchas con los caracoles son cortas y frecuentes. La mayoria de las veces los descubro a tiempo. Por ejemplo, cuando recien estan ingresando a la pieza, trepando por la entrada o queriendo encontrar algun hueco en una ventana bien cerrada. Entonces, dependiendo de la cantidad (puede ser uno como veinte) y del tipo (puede ser el tipico caracol de jardin como una variante venenosa de Australia o Vietnam) Una vez, para mi completa incredulidad, el vengativo numen envio un horroroso ejemplar de Conus Geographus. Estos animalitos, del tamaño de una taza de Te, tienen un peligrosisimo veneno a base de insulina.
Otras veces los descubro cuando es ya casi demasiado tarde. Los veo trepando la cama con cara de inocentes (o mas bien, con caras que no tienen expresion en absoluto porque no son caras), con las antenitas oscilando y buscando siempre los pies de Celeste; o en el techo, cabeza abajo, justo encima de ella, listos para dejarse caer cual si fueran paracaidistas militares.
Esta mañana, por ejemplo, Celeste se tapo un poco mas de la cuenta, tanto que su cabeza de gorgona quedo casi en tinieblas bajo el acolchado. Ese tiron dejo al descubierto, naturalmente, ambos pies y tambien la parte baja de las pantorrillas. Para completar la desgracia, Celeste no llevaba medias.
Apenas quedaron los pies al aire aparecio, desde abajo de la cama, un gigantesco caracol. Nunca en mi vida habia visto semejante leviathan con antenas y caparazon. Era un magnifico ejemplar de Achatina Fulica, soberbio y regordete. Tenia el tamaño de una pelota de Rugby. Su color era de un pardo negruzo. Su aspecto, decididamente infernal. En mi interior me alegre de que Celeste, protegida por los suaves brazos de Morfeo (este dios siempre ha sido nuestro aliado) no tuviese que presenciar semejante horror. A medida que avanzaba iba dejando un oscuro charco de baba sobre el piso de madera. Iba a ser un tedio tener que limpiar el piso. De todos modos tenia que apresurarme: el Caracol habia comenzado a trepar.
Luchar a mano limpia con semejante coloso no iba a dar buenos resultados. Si bien no me considero un luchador exesivamente malo, lo cierto es que soy flaco tirando a enclenque, y ese caracol... bueno, tendrian que haberlo visto. No era cosa de tomar a la ligera. Si volvemos a la mitologia, yo me veo a mi mismo mas como un Ulises que como un Aquiles.  Y Ulises nunca hubiera peleado de frente contra Hector o contra Diomedes. Pense lo mas rapido que pude y se me ocurrio una idea.
Fui corriendo al comedor y descolgue mi maravillosa Claymore Escocesa. Para el que no este enterado de estos temas, la Claymore es una espada a dos manos oriunda de las tierras altas de Escocia. Pesa alrededor de 10 kilos. Mas que suficiente para partir al medio a cualquier caracol en la faz de la tierra. De todos modos, no queria dejar nada al azar. Corri a la cocina y rocie toda la hoja de la espada con abundante sal gruesa. Llegue a la pieza a los saltos, pensando que tal vez era demasiado tarde, y en que todo iba a terminar como una de esas horribles historias de Quiroga en donde el narrador llega siempre demasiado tarde para salvar a la victima pero siempre justo a tiempo para verla degollada o ahorcada o comida por las hormigas. Por suerte para mi, el caracol, en su intento de trepar verticalmente hasta el borde de la cama, habia resbalado y se habia caido al suelo sobre su caparazon. Y dado que el peso del caparazon del caracol, comparable al escudo de Ayax, no le permitia levantarse, este habia quedado fuera de combate cual si fuera una tortuga o un escarabajo. Usando toda la fuerza de mis brazos, levante la espada con ambas manos, listo para partir al monstruo al medio de un golpe limpio y seco. Pero viendolo asi, invalido para defenderse, con las antenitas olisqueando el aire y las ventosas como queriendose aferrar a la nada, senti piedad por el. Seguro de que no podia levantarse, baje la espada y procedi a limpiar la hoja con una servilleta. Luego volvi a colgarla en la pared. Volvi a la pieza y me lleve a Ayax (asi habia nombrado al Caracol) a la cocina. Despues de parlamentar un buen rato con el, decidi del todo perdonarle la vida.
Ahora Ayax vive en la terraza, y se encarga de mantener a raya a todos los caracoles que vienen, por encargo de Apolo, a atentar contra nuestra felicidad.

Los dioses siempre envidian la felicidad humana, por eso nos envian desgracias, pestes y Caracoles

2 comentarios:

Jora dijo...

Digno de ser relatado por Homero. Épico, real y místico a la vez, como todo mito de los viejos tiempos.
Pero no me queda claro como rosiaste la claymore con sal gruesa, tuviste que usar algún aceite previamente para asegurar la adhesión de la misma en la hoja de la espada...
¿Como es posible que ninguna divinidad no haya influenciado al gato negro para tocar los pies de Celeste? Se sabe que los gatos son de andar lanzando palmadas o zarpazos por que sí, por capricho, o por inexplicables musas felinas invisibles a nuestros ojos.

Sebastian P. dijo...

¿y quien dice que no hay alguna divinidad que no envia al gato negro? Pero esa ya es otra historia...