6 mar 2019

Otra variacion sobre la puerta del infierno

En esta ciudad hay una puerta que da directamente al infierno. Bueno, no directamente. Hay que seguir una serie de tortuosos pasillos zigzagueantes en los que mas de uno puede perderse para siempre. Si se atraviesa esta serie de pasillos que muchos han dado en llamar laberinto, se llega al mismisimo infierno. Asi como lo oyen. O al menos eso cuenta la leyenda.
Hay quien dice que el infierno no es otra cosa que el laberinto mismo. Que no hay diferencia entre el pasillo y el infierno. Que nunca se llega al infierno realmente, que la esencia del infierno es justamente su eterna ausencia. Pero esta es solo una variacion de la Leyenda original, la cual hablaba efectivamente de un infierno. En la leyenda original ( o al menos en la mas difundida, porque hablar de "original" en un mito es casi irrelevante) el infierno es un oceano. Un oceano aplastante y denso, negruzco como la pez. Un oceano de alquitran. Si uno anda desprevenido y abre la puerta el oceano se le viene encima.
La leyenda se dice asi, "La Leyenda" con mayusculas; Porque leyendas hay, cada una con su nombre, muchas y muy variadas. Pero asi como Aristoteles es siempre "El Filosofo" y Averroes es siempre "El comentador", asi tambien "La Leyenda" a secas es siempre el secreto de que, aqui y ahora, en esta ciudad de cien mil puertas, hay una de ellas (no se sabe cual y entonces puede ser cualquiera) que conduce al infierno. Hay quien dice que esta puerta va cambiando continuamente, dia tras dia, y que nunca es la misma puerta dos noches seguidas. Algunos adivinos han propuesto que la puerta cambia con las fases de la luna. Algunas Hetairas han dicho, susurrando y entre sonrisas sugerentes, que "puerta" es solo una metafora de raja, y que ellas saben bien como abrir y cerrar la puerta.
El origen de la leyenda se pierde en el tiempo. Es, como minimo, tan vieja como la ciudad misma. Hay quien dice que es incluso mas vieja, es decir, anterior a la fundacion de ciudad, que es lo mismo que decir que es anterior a la fundacion del mundo, porque la ciudad o es el mundo o es su orden perfecto. ¿Que habia antes de la ciudad?, preguntan los niños; Uno les dice que un bosque o que no sabe, pero la verdad es que antes de la ciudad no habia nada, no podia haber nada. En todo caso si habia algo es mejor no darse por enterado. Si habia algo antes de la ciudad entonces ese algo es el infierno. 
Nuestra hermosa ciudad, con sus murallas, torreones, zigurats, palmeras, maravillosos jardines colgantes y estanques, fue fundada hace siglos por los dioses del cielo y de la tierra. Y si bien nos hemos hecho ilustres por nuestra cerveza y nuestras prostitutas, lo cierto es que son las puertas de la ciudad las que la hacen unica y diferente. Y no me refiero a las ocho grandes puertas, tan elogiadas por los sabios y arquitectos, y ni siquiera a la luminosa puerta de Ishtar (de la cual, dicho sea de paso, se dice que es una copia exacta de la puerta del cielo) sino a todas y cada una de las puertas. E incluso, con especial enfasis, me refiero a las puertas insignificantes, a las puertuchas comunes y corrientes. La puerta del fondo de la pescaderia, el tabique del callejon. Claro, esto solo lo perciben los habitantes, no los turistas. Estos buscan lo espectacular. Nosotros sabemos que el diablo esta en los detalles.
Como toda sensacion cotidiana y familiar, es muy dificil de explicar a lo que me refiero cuando hablo de lo especial de las puertas de mi ciudad. Supongo que se puede hablar de un constante sentimiento de vertigo ante las puertas. Y aunque, como  es obvio, la ciudad esta plagada de miles de puertas de todos los tamaños y colores (puertas de palacios, puertas de barracones, puertas de comercios y puertas de templos) lo cierto es que, si uno se fija bien, hay algo en comun entre todas ellas. Algo asi como una sombra o una esencia de puerta, como si un mismo fantasma se escondiera detras de todas ellas pero de ninguna en particular. Hay en la ciudad una parabola que reza: Preferible es la inseguridad de la puerta abierta a la certeza de la cerrada.
Es aqui donde la ya mencionada leyenda toma relevancia. A nosotros los babilonios nos encantan las puertas abiertas y, si nos dan a elegir, preferimos las cortinas a las puertas y los marcos a las cortinas. Nuestros templos poseen hermosos arcos que dejan entreveer las salas acojinadas en donde nos esperan las enloquecedoras Hetairas de Inanna. Aborrecemos las puertas cerradas y tapiadas, los tabiques y las cerraduras. En cada puerta cerrada vemos un oceano listo para aplastarnos, para ahogarnos en alquitran no sin antes quemarnos las entrañas. Nuestra ciudad esta plagada de ladrones. Nosotros los odiamos, pues la delincuencia nos obliga a cerrar las puertas, generando asi potenciales entradas al abismo infernal. Los ladrones extranjeros se aprovechan de nuestra locura y saquean nuestros templos y recintos sagrados. Nosotros los maldecimos y, cuando los atrapamos, nos regocijamos sacandoles los ojos y cortandoles las manos.
Odiamos vivir con este miedo, siempre en la proximidad del infierno. Ni siquiera nos atrevemos a cerrar la puerta de nuestro cuarto. Los mas supersticiosos arrancan de cuajo las puertas de sus casas. Tampoco confiamos en los espejos que, como se sabe, son una subespecie de las puertas. Si de nosotros dependiera, abririamos de par en par todas las puertas de la ciudad. Mas como siempre una de estas contiene nuestra destruccion, no nos atrevemos siquiera a empezar.
Por supuesto, se nos ha dicho que bastaria con no abrir nunca mas cualquier puerta que se cierre. Esto, nos dicen, eliminaria la posibilidad de inundaciones y, mas importante aun, acabaria con el miedo. Los que asi hablan no conocen el final de la leyenda.
Y es que esta escrito: la puerta no esta hecha para que nosotros entremos, sino para que algun dia el infierno salga. 

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