31 ago 2016

Malthus

Sentado en una silla pretendidamente vieja, leo a Malthus. El mundo iba a la mierda, era sabido. Siempre habia estando yendose a la mierda y siempre se estaria yendo. Nada nuevo. En algun lado estaria sonando un telefono, dos telefonos, cientos de miles de telefonos estarian sonando en cientos de miles de lugares (pero por suerte no aca, donde la musica esta tan alta y el Wishky tan dorado y donde a fin de cuentas se esta tan bien) al unisono, como una lluvia de flechas traspasando la coraza electrica de la tierra.
Y mientras pienso en la th de Malthus, y en como ese apellido no puede sino ser una contraccion de MaltHouse, creo que un telefono suena mas cerca mio de lo que me gustaria creer. No importa, no pienso hacerle caso. Las conexiones con posibles origenes cerveceros de la familia de un autor son mucho mas comunicativas que lo que sea que me espere al otro lado de la linea.
Voy rodeandome de signos: un fonografo, un vaso de vidrio, dos maquinas de escribir, esta silla de cuerina negra en la que escribo, un disco de King Crimson, esa espada colgada de la pared señalando la muerte de los ultimos barbaros libres: Cosas, signos. Todas estas cosas construyen un muro, un muro que busca separarme de los telefonos y de la sobrepoblacion, tanto como busca preservar esas otras cosas de las cuales el muro es solo un simbolo muerto, una flecha que apunta hacia las culturas y los valores desaparecidos. Necrologias del clasicismo.
Hay un mañana que nunca llega y que yace siempre a la sombra de las horas muertas. Los signos buscan ser un anti espejo de esas horas, un art-deco de otras formas de vidas. Pero no todos estos signos estan tan muertos como parecen. Algunos solo simulan estarlo. Uno puede acercarse y tocarlos con el dedo, darle golpecitos con el indice e incluso apoyar la oreja sobre sus polvorientas cubiertas de cuerto o de carton, y juzgar por los resultados que no se trata mas que de materia inerte. Grave error, porque ante el menor descuido las cadenas de palabras vuelven a la vida, se encargan en poderosos voceros, dialogan a muerte entre si o con sus autores, desprenden todo tipo de ectoplasmas, hermosos u horribles, utiles o surrealistas, convovedores o ridiculos.
Ahora mismo uno de ellos esta, aunque no lo crean, de pie a mis espaldas. Lleva sobre los hombros el gran peso de media vida mal vivida, y en sus ojos la ligereza de la eternidad; Y todo el tiempo esta diciendo algo: "No existe responsabilidad mas que con uno mismo"

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