29 jun 2017

Paseo

Cuando me quise dar cuenta, estaba de vuelta en la calle. En las calles, plural, para ser preciso. Estar en una calle es una cosa, estar en las calles, otra. Uno entiende que una calle no es una calle, que no es un segmento numerado que viene de un lado y va al otro, sino que cada calle es una pequeña parte del circuito, de un circuito cerrado y con vida propia, que no conduce a ningun lado mas que a si misma. Las calles.
Y ahi estaba yo, recorriendo las rectas y chocando contra las curvas, como un furioso globulo blanco o como el plateado y reluciente ruleman de un flipper. Un banco de plaza, campanillas electronicas. Un bar de estacion, lucecitas de led. El gran Flipper del peregrino urbano.
Caminaba furiosamente, persiguiendo mi sombra o perseguido por ella. No queria saber nada, no queria tener mas nada, no queria ser nadie mas.
Gozo del movimiento o fastidio de la quietud, Caminaba.
Atravesaba Cafes, Cafetines, Señoras Cafeterias, Confiterias, Pattiseries.
Atravesaba Restaurantes, Ristorantes, Restaurants, Fondas, Fondones, Galpones, Sucuchos, Bodegas, Bodegones, Puestos de panchos y hamburguesas, Fast Food's, Franquicias.
Evadia puestos de garrapiñadas, tarjeteros de telefonia celular, de stand up's, de shows teatrales, de prostibulos.
Recorria galerias, calles, pasajes, avenidas, peatonales, calles de adoquines, biciendas, paseos, boulevares.
Circundaba plazas, plazitas, parques, parquecitos, Baldios, Jardines, meros espacios verdes sin denominacion.
Exploraba Iglesias, Catedrales, Basiliscas, Casas de Putas, tiendas de Antiguedades, disquerias llenas de polvo, Librerias Babilonicas.
Conversaba con Mozos, con gente de la calle, con extranjeros desorientados, con agentes de Bolsa, con perros y gatos, y sobretodo con borrachos.
Perseguia discretamente a gente con sobretodos grises o verdes, a ancianos de boina, a Judios Ortodoxos por la zona de Balvanera, a cualquier Japones o Japonesa en Microcentro, a lindas pelirrojas donde sea que las encontrase.
Y donde sea que estuviese, en la cama o en mi casa o muerto, estaba en la calle, siempre en la calle. Pinball. Tilt tilt tilt. Como dijo Perec: Puedes jugar o no jugar, pero no puedes salvarte del tilt.
Me perseguian la noche, las callejuelas oscuras, las palomas, los vendedores ambulantes de medias y calzoncillos, los testigos de jehova, los militantes de greenpeace, las vendedoras de tarjeta shopping.
Me evadian los dias de mucho calor, los viernes a hora pico, la gente que come en los restaurantes de puerto madero o en Rond Point, los billetes de 500 pesos, los idiotas que compran libros de Pilar Sordo o de Paulo Coelho o de Rhonda Byrne.
Se me repetian insesantemente: En las disquerias, "20/10" de Nito Mestre. En las Librerias: "La cartuja de Parma" de Sthendal. En las iglesias, las estatuas de San Jose y el Niño. En las tiendas de antiguedades, los sables del ejercito argentino.
Nunca aparecian: En las disquerias, "Bubu" de Anabelas. En las librerias, "Lilith" de George MacDonald. En las iglesias, iconos de Adan y Eva. En las tiendas de antiguedades, los gramofonos Victor. En los puterios, las asiaticas.
Virulear y virulear el asfalto de las calles y el concreto de las veredas, hasta que ceden los zapatos o cede el terreno. Un cafe o un porron de cerveza, el refugio de un diario o de un libro o de una vereda llena de gente que siempre corre, que corre como por una cinta mecanica, que corre como la sangre por las venas, como los productos por la banda de caja, y asi y asa.
Y a veces, muy cada tanto, cuando el ahorro de energia es suficiente, romper la hipostasis, salir del circuito cerrado que es Buenos Aires. Ir mas lejos, aun mas lejos de las lejanas Tigre y Lujan. Tomar las grandes rutas, las serpientes de piedra que conducen al frio o al calor, al mar o la montaña, al lago o la selva. Para recorrer otros circuitos de otras formas.


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