Mario queria mucho a Romina, y entonces, luego de algunos encuentros casuales en plazas, supermercados y de uno muy afortunado en la sala de espera del Doctor Ramirez, odontologo y anestesiologo, se decidio a llamarla por telefono para citarla.
Romina, que encontraba a Mario muy simpatico y solicito a escuchar absolutamente cualquier fonema que ella pronunciara, sin importar si habia sentido, conexion o relacion alguna, estaba esperando de buena gana ese llamado.
El telefono, aparato de un verde ezquizoide, extraño paralelogramo de plastico duro con botones, comenzo a agitarse en unos sonoros berrinches electricos, y Romina penso que su telefono parecia un animal moribundo.
- Hola.
- Hola, ¿Romina?
- ¿Quien mas?
- Y, anda a saber. Uno marca y del otro lado puede pasar cualquier cosa.
- Tonto.
- Me recibi hace poco, sobre todo haciendo cosas como estas. Y Hablando de tonterias, ¿queres salir a algun lado?
- Si. De hecho me gustaria salir a varios...
La conversacion prosiguio segun los canones normales que proscribia el tratado Mario-Rominiano, establecido solemnemente en el encuentro casual del consultorio de Ramirez. Tratado del todo muy insensato y poco serio, que trataba, con nobles fines, de desestablecer las pautas de comunicacion entre dos personas que visiblemente querian empezar algo. Para Mario, ese algo quedaria determinado en gran parte por las reglas y modismos que se usaran en los dias siguientes, que adquirian asi un cariz decisivo y determinante. Teorias mas teorias menos, succedio que Mario la cito a Romina en un tiempo y espacio absolutos.
Y Romina, pese a toda su buena voluntad y a su inquebrantable buen humor, se encontro entonces en un aprieto, pues la principal clausula del tratado Mario - Rominiano decia "Esta determinantemente prohibido la nocion "hablar en serio" y su complemento "hablar en broma", y mas que nada, esta prohibida la nefasta pregunta (¿me estas hablando en serio?) que intente establecer esa vil dicotomia entre realidad y fantasia, entre ser e invencion.
Romina sabia que Mario vivia en una realidad unica, en donde esa distincion no solo no tenia el mas minimo sentido, sino que ni siquiera podia ser comprendida.
- Pero, ¿En donde nos vemos?
- ¿Me estas pidiendo un lugar especifico?
- Si, ¿como queres que te encuentre sino?
- Ya te dije, te espero en el espacio absoluto, dentro del tiempo absoluto. Aunque claro, puede ser al revez si vos queres.
- ¿Podes decirme algo mas, darme alguna manera de orientarme? Realmente me gustaria verte. Absolutamente verte -. Romina desplegaba una de sus mejores cartas. Sabia que no tenia sentido intentar interrumpir el juego. Si lo hacia, quizas ya nunca se renaudaria, el orden esencial de Mario se romperia, como un puente de hilos que se cae con la primera lluvia, todo quedaria trunco. Entonces habia que jugar. - ¿Hola?
- Si si, hola. Sigo aca. Mira, estaba pensando que no, que no puedo decirte mas nada.
- ¿Nada de nada? ¿Ni del tiempo ni del espacio?
- Y... no. Con el tiempo me pasa esto: si nadie me pregunta lo que es, lo se perfectamente. Pero si alguien me lo pregunta, ya no lo se con tanta seguridad. Lo mismo me pasa con el espacio. Lamento mucho no poder ayudarte...
No habia caso, y Romina tuvo que decir que si. El telefono fue nuevamente silenciado por la consternada mano de Romina, que imaginaba que cuando una cuelga un telefono, hay en algun lugar alguien que tambien lo cuelga o bien lo deja colgando y emitiendo pitidos e interferencia, y que donde un segundo antes habia conexion, comunicacion, cierta especie de telepatia con tubos y cables, habia ahora un silencio y como la ruptura de algo que era un puente o un cuadro, y de ese intento de totalidad quedaban dos personas tristemente paradas o sentadas junto a un telefono. De todos modos, la cita ya estaba arreglada.
Dos semanas despues, con muchas caminatas por plazas, parques, bares, supermercados y estaciones de tren, Romina volvio a llamar a Mario. Las tardes anteriores no habia obtenido respuesta, por lo que ya estaba sospechando una amarga desaparicion del simpatico Mario, cuando un "Presto" salio del auricular como proveniente de un continente lejano.
- Buenas noches. ¿Estas ocupado?
- No. Gracias a dios soy un territorio libre de ocupaciones e invasiones foraneas. Desde la ultima guerra mundial que no sufro ninguna ocupacion.
- Ah, mira vos -. dijo Romina, sinceramente amargada por recibir informacion tan poco interesante para ella.
- Si. Es la diplomacia, ¿vistes?. Vos en cambio me sonas mas descolorida, menos flor, un poquito mas hosca. ¿Que te pasa?
- Mario, ¿te acordas de que tenemos que vernos, no?
- Por supuesto. Una cita es una cita. El principio de identidad no me deja mentir, es incontradictible, si existe tal termino.
- No, no existe. Es un neologismo horrible, pavote.
- Sea. ¿llamastes para cancerlar la cita?
- Para nada, pero sobre el lugar y la hora...
- Si, ¿que?
- ¿Como voy a saber cuando tengo que salir para verte? Vos sabes muy bien que establecer la cita es dibujar un puntito en una hoja en blanco, en una hoja infinta. Tic, tic, como en los ejes cartesianos. X e Y. Lo que vos hicistes el otro dia no fue invitarme salir, fue otra cosa. Fue proyectar el deseo de verme a un plano en el que la consumacion es imposible. Sos un mal jugador, pateas la pelota fuera de la cancha. ¿No ves que asi matas el juego, que congelas las cosas? Ahora todos los jugadores son tambien espectadores, todo el publico, toda la cancha, espera a que la pelota se ponga en juego nuevamente, pero...
- Pero sabes que la pelota nunca mas va a volver a rodar, que desaparecio, que algun bruto la saco de la cancha de un patadon telefonico.
- ¿Y no te parece triste?
- No. Lo que pasa es que vos sos chabacanamente mujer, y con esto quiero decir que no te gusta el futbol. Por eso elegiste mal la analogia para decir lo que podrias decir mucho mejor usando otros ejemplos, o sencillamente con la realidad misma. Tu error esta en la incorrecta apreciacion de los espectadores. Mira: El futbol, como otras cosas, es una pasion, y como tal, lo ultimo que quiere es terminar. Las pasiones son enemigas del transcurrir, libran, creeme, terribles batallas a muerte con las manecillas del reloj. Vos decis que es triste que los espectadores se queden mirando la pelota, triste toda esa quietud y ese silencio, decis que yo pateo el deseo fuera de la vida, cuando en realidad lo estoy salvando, lo estoy poniendo a resguardo del tiempo, del devenir y la terrible erosion. Imaginate un partido que jamas termine, que se este jugando continuamente. ¿Patear la pelota fuera de la cancha? Para nada, Romina, para nada. Lo que yo hago, sabelo muy bien, es sacar los arcos.
Romina, desde su lado del cable telefonico, no pudo evitar maravillarse, sentimiento que transubstancio en una sonrisa que fue como una fogatita en la oscuridad de la sala. ¿Mario seria siempre asi, tan sorpresivo, tan transformador de las cosas?
- ¿Sacar los arcos?
- Si. Que no te sorprenda.
- ¡Sos todo un mago!
- Un alquimista mas bien. Xul Solar fue un poroto al lado mio, ahora escucha. Creer que el deseo se congela o se hace inaccesible por la simple carencia de movimiento es, sencillamente, un grosero desconocimiento de las leyes cosmicas. Solamente vivimos en los tiempos muertos, no entre penal y penal, si queres seguir con el futbol, sino en los intervalos y en esas terribles esperas. No es tanto el torno o la radiografia que muestra el cancer, sino la eterna espera en una salita indiferente, llena de nenes que lloran y de señoras de un culo gordo y demasiado grande para las sillitas... y, en fin, la emocion esta en la espera.
- Pero te estas contradiciendo, ¿de que espera me hablas? No tiene sentido esperar al tiempo absoluto. Es como querer llegar al espacio absoluto recorriendo los lugares especificos. No se va a llegar nunca llendo por las veredas comunes.
Fue Mario ahora el que sonrio (pero maliciosamente) desde la comodidad de un sillon marron infestado de libros y gatos.
- Es cierto: por las vias comunes no se va a llegar nunca. Pero comprenderas que, como en muchos sistemas magicos, las palabras a veces tienen dos significados: uno profano y uno sagrado o iluminador.
- Entonces - realizo Romina - ¿el tiempo absoluto no es un tiempo, y el espacio absoluto no es un espacio?
- ¡Exactamente! - exclamo Mario sibilinamente - y por eso tus ejes cartesianos pueden ponerse a bailar una mamushka en colores, que no van a servir de mapa. Yo te cite... de un modo no del todo ortodoxo, pero te cite al fin. Y vos accedistes, ahora no podes echarte atras.
Tres años despues, Romina caminaba por las calles del centro Cordobes. Hacia realmente mucho calor, y toda la mañana habia sido un divagar por los alrededores del hotel, como buscando algo perdido, y luego habia sido el hastio y las ganas de ir un poco mas alla. Como sonambula, se habia subido a uno de los pocos omnibus que pasaban por la zona rural en la que se alojaba, y habia seguido hasta ver negocios y edificios altos. Era una cosa de no creer, una enfermedad incurable de algunos porteños. Uno se anda quejando durante meses y meses del encierro de la gran jaula metropolitana, y cuando al fin se anima a meter algunos bartulos en un bolso y a tomarse un micro hacia cualquier provincia, comienza a sentir esa nostalgia por los pasajes apretados y por la luz de neon. Hasta termina quejandose por el viento, por la arena o por la tierra que vuela.
Como una vidriera le llamo la atencion, cruzo la calle y comenzo a sentir como una incomodidad. ¿Que era? Si, era propiamente la sensacion de sentirse observada. Dio unos pasos mas, como disimulando, hacia la vidriera, y fingio contemplar unas horribles jirafas de madera, mientras lanzaba pequeñas miradas de soslayo para ver si descubria a su observador.
Era imposible ver nada si seguia mirando esas jirafas, asi que cansada de esa mise-en-scene, levanto la cabeza y comenzo a buscar, entre curiosa, enojada y fastidiada, si habia o no algun observador. Entonces lo vio. A dos negocios de su vidriera, en un bar que mas que bar era una pizzeria que venturosamente se habia incrustado entre una aburrida fila de negocios de ropa y accesorios. Mario estaba sentado en una de las dos mesas que estaban sobre la vereda. La miraba fijamente a la vez que distraido, con una sonrisa de esas que cuando se disimulan en la boca va a parar a los ojos. Sobre la mesa habia una cerveza a medio tomar. Sobre la mesa habia dos vasos.
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