- Nombrar a alguien simplemente como "El Cronista" es descaradamente literario.
- No es literario para nada. Obedece a un criterio meramente funcional.
- Sera funcional, pero cuando decimos "El Cronista esto y el Cronista aquello" yo me siento como si estuviesemos hablando de El Estudiante Josef K o del Rufian Melancolico.
- Eso es porque has leido demasiado. Ese es casi siempre tu problema: Ves literatura en todo. La tenes metida en las retinas. Verias literatura hasta en una puta entregando el culo.
- Por supuesto. Para empezar Dostoievski, y tambien Sade. Y Baudelaire, y Rimbaud. Palabras mayores. Y despues todo el resto, los Henry Miller, los Hemingway y los Bukowski. Y... pero... espera...
- ¿Que?
- Espera espera. ¡El Cronista aparece en Los Premios!
- Por supuesto. Si la primera vez que lo vimos con Nasten fue en el London. Pero no tenes porque pensar que se trata de una mera copia o de un juego literarioimaginativo. No te ilusiones: no estas dentro de una novela de Julio. Esto no es "Los Premios", es otra cosa.
- ¿Que cosa es?
- Otra novela.
- ¿De quien?
- Mia.
"La duda nace del no estar conforme. El ser que duda es el disconforme, y las dudas que valen la pena son las dudas surgidas de un pensar profundo, conciente e inconciente. Lo que quiere estar donde esta y esta conforme con ello, ese, ese no duda... ¡Ese no se permite dudar! ¡Ese más bien quiere creer! Así pues, los filósofos tienen que ser por fuerza personas disconformes y criticas. Esa incomodidad es lo que Exhorta al movimiento." (D.O.D, Prologo)
16 may 2015
14 may 2015
BAM I
Hay que recuperar la Buenos Aires mágica, habia dicho Guillermina. Fue hace dos tardes atras, cuando estabamos aburridos entre un mate y el siguiente, yo un poco a la izquierda de la pava y ella un poco a la derecha de los bizcochitos de grasa. Lo habia dicho al aire, un poco como para si misma, o al menos un poco no para mi, no totalmente para mi o para ella, sino mas bien para el cronista invisible. El cronista invisible era siempre la tercera pata de todas nuestras conversaciones. Siempre hablabamos un poco para el. Me lo habia presentado Nastenka hace tiempo, y desde entonces era un amigo en comun para Guillermina y para mi. Ellas lo conocian de antes, "casi desde siempre" decian entre risas cada vez que salia el tema. Yo sospechaba y aun sospecho que Nastenka tuvo algo con el Cronista en algun momento de su existencia, algo fugaz pero magico, un paseo en montaña rusa o un verano de escapadas a la plaza del barrio o al balneario mas lejano, una cosa de esas que uno las vive casi con desden pero que despues vuelven con el aura de la edad de oro o de la libertad absoluta.
El cronista era un tipo genial, de lo mas simpatico, algo asi como una caja de resonancia. Al principio me habia parecido que lo del cronista era una exentricidad propia de Guillermina, la cual me empezo y me siguio cayendo bastante mal durante bastante tiempo. No fue hasta la aparicion de Nastenka que me convenci, que me tuve que convencer de lo serio que era el Cronista y, en fin, comenzar tambien yo a hablar un poco con el y para el.
El Cronista, como bien deja entrever su nombre, es un tipo bastante callado. No habla nunca. O mas bien: casi nunca. Registra todo, eso si. Lo registra quien sabe para que. Nastenka dice que para la posteridad, que para las generaciones venideras, que para los habitantes de Orco o de la Buenos Aires Magica. Habia aparecido en la mitad de una conversacion sobre el recorrido de los trenes. Lo habia citado Vera, la hermana de Nastenka, como fuente de una longitud inverosimil para el trayecto de la linea Belgrano Norte. Yo queria saber quien podia sostener semejante perogrullada.
- Vos no lo conoces. El Cronista es simplemente un periodista, un notero. Trabaja para un diario de Buenos Aires.
Asi habia dicho Nastenka, y cuando yo le pregunte, como un estupido, que para que diario trabajaba el Cronista, me replico maliciosamente que, como era la Buenos Aires Magica a la que se referia, no tenia sentido nombrar al diario en cuestion, porque yo no iba a conocerlo de todos modos. Lo de invisible habia sido una contribucion mia, un epiteto bastante aburrido, por no decir obvio, e incluso hasta inadecuado, pues aunque era cierto que no podiamos ver la cara del cronista o decir de que color era la camisa a cuadros que solia llevar, su presencia en cada charla o en cada caminata se hacia sentir de una manera tal que ninguno de los dos (cuando eramos solo yo y Guillermina) o de los tres (cuando ademas estaba Nastenka) o de los cuatro (cuando tambien estaba Vera) se hubiese animado a dudar de su condicion de integrante. Habiamos discutido varias veces si el Cronista era invisible o no lo era. Para mi su invisibilidad era evidente, pero la argumentacion de Nastenka, apoyada con entusiasmo por Vera y Guillermina, tenia tambien su contundencia. Nastenka decia que si el cronista era inocuo e incoloro, completamente silencioso e intangible (me habia hecho aceptar separadamente y por adelantado, de manera mas bien Socratica, estos puntos) ¿como podia entonces uno saber, como efectivamente siempre sabiamos, no solo que estaba presente y escuchando, sino tambien si estaba o no tomando notas, si tenia puesta una camisa a cuadros o a rayas, o incluso si esta sentado en una silla o parado? Esas determinaciones, continuaba Nastenka, eran netamente espaciales, y como tales no podian captarse con el oido (salvo que uno fuese un murcielago) o el olfato, y entonces aunque el cronista no fuese ortodoxamente visible, era sin embargo visible de algun modo.
El cronista era un tipo genial, de lo mas simpatico, algo asi como una caja de resonancia. Al principio me habia parecido que lo del cronista era una exentricidad propia de Guillermina, la cual me empezo y me siguio cayendo bastante mal durante bastante tiempo. No fue hasta la aparicion de Nastenka que me convenci, que me tuve que convencer de lo serio que era el Cronista y, en fin, comenzar tambien yo a hablar un poco con el y para el.
El Cronista, como bien deja entrever su nombre, es un tipo bastante callado. No habla nunca. O mas bien: casi nunca. Registra todo, eso si. Lo registra quien sabe para que. Nastenka dice que para la posteridad, que para las generaciones venideras, que para los habitantes de Orco o de la Buenos Aires Magica. Habia aparecido en la mitad de una conversacion sobre el recorrido de los trenes. Lo habia citado Vera, la hermana de Nastenka, como fuente de una longitud inverosimil para el trayecto de la linea Belgrano Norte. Yo queria saber quien podia sostener semejante perogrullada.
- Vos no lo conoces. El Cronista es simplemente un periodista, un notero. Trabaja para un diario de Buenos Aires.
Asi habia dicho Nastenka, y cuando yo le pregunte, como un estupido, que para que diario trabajaba el Cronista, me replico maliciosamente que, como era la Buenos Aires Magica a la que se referia, no tenia sentido nombrar al diario en cuestion, porque yo no iba a conocerlo de todos modos. Lo de invisible habia sido una contribucion mia, un epiteto bastante aburrido, por no decir obvio, e incluso hasta inadecuado, pues aunque era cierto que no podiamos ver la cara del cronista o decir de que color era la camisa a cuadros que solia llevar, su presencia en cada charla o en cada caminata se hacia sentir de una manera tal que ninguno de los dos (cuando eramos solo yo y Guillermina) o de los tres (cuando ademas estaba Nastenka) o de los cuatro (cuando tambien estaba Vera) se hubiese animado a dudar de su condicion de integrante. Habiamos discutido varias veces si el Cronista era invisible o no lo era. Para mi su invisibilidad era evidente, pero la argumentacion de Nastenka, apoyada con entusiasmo por Vera y Guillermina, tenia tambien su contundencia. Nastenka decia que si el cronista era inocuo e incoloro, completamente silencioso e intangible (me habia hecho aceptar separadamente y por adelantado, de manera mas bien Socratica, estos puntos) ¿como podia entonces uno saber, como efectivamente siempre sabiamos, no solo que estaba presente y escuchando, sino tambien si estaba o no tomando notas, si tenia puesta una camisa a cuadros o a rayas, o incluso si esta sentado en una silla o parado? Esas determinaciones, continuaba Nastenka, eran netamente espaciales, y como tales no podian captarse con el oido (salvo que uno fuese un murcielago) o el olfato, y entonces aunque el cronista no fuese ortodoxamente visible, era sin embargo visible de algun modo.
12 may 2015
Postmodernidad
Ella cliclea. Es un clicleo ciclico, circular, repetitivo hasta el hartazgo. Cliclea o Clickea, puesto que no existe la palabra y entonces tampoco una forma de escribirlo. No existe la palabra. Ese es el problema. Ya no existe la palabra y por eso existe el click, el repiqueteo furioso y distante sobre el boton del mouse, nuevo yunque sobre el que el dedo - martillo golpea y colapsa maquinalmente.
La miro: Clic, clic, clic. La miro un poco con desgano, encorvado y con la palma en la cara (mas bien es la cara en la palma, la cara en la palma como un perro en el tapete), la miro como desde atras de mi mismo, como si detras de mis ojos, mas alla de la habitacion y de nuestros dias hubiese, muy muy lejos, otro yo y otros ojos. La miro a esa distancia: cliccliclicliclicliclic. No existe la palabra.
Su clicleo es un clicliclear indiferente, hueco, un cliclear de mecanografa, de mensaje secreto, casi de ultratumba. Sordo, su clicliclear es sordo. Y tambien es refractario. No solo con la mano: Tambien cliclea con los ojos. Esto es mas bien raro. No es que sus pestañas hagan ruido alguno, que hagan clic o hagan chik o croc, para nada. Es mas bien un sincronismo entre en dedo y la pestaña, entre el click y el parpado. Mirandola, no se si el click comienza en el dedo y repercute en el ojo o si, mas bien, comienza nerviosamente en el parpadeo temblequeante del ojo para luego estallar espasmodicamente en el dedo. Se me ocurre que es atravesada por pequeñas descargas electricas, que es un animal en una mesa de pruebas, atado con correas, sometido a estupidas averiguaciones, y me da un poco de pena como su cara, otras veces tan radiante y llena de fogonazos y tormentas, se parece tanto ahora a una bolsa o a un carton de leche. Neutra, sosa, clic.
El sol entra lentamente por la ventana, y nos ilumina como en un cuadro. Ella tan ausente, y yo tan ausente tambien. Un tapping de bajo y un piano machacan el fondo oscuro de la sala. Me doy cuenta que mi dedo gordo del pie tambien clickea. Es decir, marca el tiempo, que es un clicleo un poco mas ritmico que la punta del zapato hace sobre el piso. Jazz. Mas armonioso y menos frenetico, mas caluroso y menos maquina pero... al fin y al cabo...
No existe la palabra. Jazz y clic porque la palabra ya no existe, no fluye, no une. El clic y el jazz son como un fondo que disuelve las formas, que nos disuelve. Mientras la miro, la siento otra, es decir no la miro. La siento otra porque no soy yo quien mira. No estamos. Mientras el sol se oculta veo que no veo y hallo que no estamos, ni ella ni yo, y que lo unico que hay son dos cuerpos, uno ya tumbado y el otro rigido y hieratico como una estatua sagrada, como una estatua con una mano y un dedo que machaca sobre un raton.
La miro: Clic, clic, clic. La miro un poco con desgano, encorvado y con la palma en la cara (mas bien es la cara en la palma, la cara en la palma como un perro en el tapete), la miro como desde atras de mi mismo, como si detras de mis ojos, mas alla de la habitacion y de nuestros dias hubiese, muy muy lejos, otro yo y otros ojos. La miro a esa distancia: cliccliclicliclicliclic. No existe la palabra.
Su clicleo es un clicliclear indiferente, hueco, un cliclear de mecanografa, de mensaje secreto, casi de ultratumba. Sordo, su clicliclear es sordo. Y tambien es refractario. No solo con la mano: Tambien cliclea con los ojos. Esto es mas bien raro. No es que sus pestañas hagan ruido alguno, que hagan clic o hagan chik o croc, para nada. Es mas bien un sincronismo entre en dedo y la pestaña, entre el click y el parpado. Mirandola, no se si el click comienza en el dedo y repercute en el ojo o si, mas bien, comienza nerviosamente en el parpadeo temblequeante del ojo para luego estallar espasmodicamente en el dedo. Se me ocurre que es atravesada por pequeñas descargas electricas, que es un animal en una mesa de pruebas, atado con correas, sometido a estupidas averiguaciones, y me da un poco de pena como su cara, otras veces tan radiante y llena de fogonazos y tormentas, se parece tanto ahora a una bolsa o a un carton de leche. Neutra, sosa, clic.
El sol entra lentamente por la ventana, y nos ilumina como en un cuadro. Ella tan ausente, y yo tan ausente tambien. Un tapping de bajo y un piano machacan el fondo oscuro de la sala. Me doy cuenta que mi dedo gordo del pie tambien clickea. Es decir, marca el tiempo, que es un clicleo un poco mas ritmico que la punta del zapato hace sobre el piso. Jazz. Mas armonioso y menos frenetico, mas caluroso y menos maquina pero... al fin y al cabo...
No existe la palabra. Jazz y clic porque la palabra ya no existe, no fluye, no une. El clic y el jazz son como un fondo que disuelve las formas, que nos disuelve. Mientras la miro, la siento otra, es decir no la miro. La siento otra porque no soy yo quien mira. No estamos. Mientras el sol se oculta veo que no veo y hallo que no estamos, ni ella ni yo, y que lo unico que hay son dos cuerpos, uno ya tumbado y el otro rigido y hieratico como una estatua sagrada, como una estatua con una mano y un dedo que machaca sobre un raton.
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