17 sept 2017

Colectivo

Cuando el astro rey empieza timidamente a asomar entre las gruas del puerto y los bodegones de la Darsena Sur, el primer coche de la vieja linea 712 comienza su recorrido.
La terminal, antiguo baldo sobre la calle Pinzon, no era mas que una playa de estacionamiento saturada de manchas de aceite. A esa hora, 3 o 4 colectivos dormitaban entre mates y nubes de gasoil, y los estoicos choferes podrian recordarle a algun historiador a esos gauchos emponchados que, frente a una misera fogata, resistian el frio de la mañana. En algun momento alguno de ellos, por azar o por un misterioso e inexplicable sistema de loteria, abandonaba la ronda y con paso cansino subia a su coche, giraba la manivela que mostraba, en el frente del colectivo, el recorrido del Ramal A, Isla Maciel - El Palomar. Luego el chofer encendia el motor, no sin algunos problemas, porque se sabe que sobre todo en invierno los viejos motores a gasoil tienen sus buenas recaidas. Si el motor encendia, nuestro heroe lo dejaba ronronear un ratito, en el cual bajaba a tomarse el ultimo mate o a descargar una gloriosa meada contra la pared del fondo. Y despues arrancaba.
El primer tramo del recorrido, sus primeras 10 cuadras, por decirlo de algun modo, las hacia el colectivo por Aristobulo del Valle, calle bastante baqueteada como pocas, sensible a las inundaciones y a las camisetas de River. Este trayecto, salvo los dias de tormenta, era el mas facil de todos. En las primeras paradas, como si fuese a proposito, casi no subia nadie. Era comprensible. A esas horas, el alguna vez industrial barrio de la Boca no alberga mas que borrachos y rezagados, seres tales que prefieren la tradicional traccion a sangre a cualquiera de los innobles medios modernos de locomocion. Una nostalgica vista de la Bombonera, fria y silenciosa a esas horas, coronaba el feliz tramo.
Con la primera curva comienzan los problemas. Cuando el coche abandona Aristobulo del Valle es para enfilar por Avenida de los Patricios, mitica calle de combates antiguos y modernos, por la cual se mantiene durante largas y duras cuadras, hasta llegar a Juan de Garay. Tres o cuatro personas estan a esta altura ya sentadas, ocupando los majestuosos asientos individuales del lado izquierdo del colectivo. Asientos para lectores y dormilones, para madrugadores. Asientos que brindan la tan codiciada privacidad, el soberano derecho de comer una naranja o de tirarse un pedo, y el siempre salvador consuelo metafisico de la ventanilla, condicion necesaria del ansiado viaje astral o proyeccion, que es a lo maximo que puede aspirar un pasajero que no tenga sueño. 
Si uno quiere conseguir uno de estas maravillosas butacas individuales, entonces tiene que subir, como mucho, en la primera parada de Avenida de los Patricios. Si uno sube en la tercera, o siquiera en la segunda, lo mas probable es que vaya a parar a los asientos dobles del lado derecho, donde puede que consiga una ventanilla, o puede que no.  
Uno podria pensar que si estos asientos son un bien escaso y si la demanda es elevada, entonces la primera parada de Avenida de los Patricios deberia estar poblada por una inmensa bola humana de individuos, individuos que librarian un feroz combate apenas se abriera la puerta del coche. Pero, querido lector, esto solo probaria que usted no ha viajado lo suficiente en transporte publico. Ojo, tampoco es que las batallas no ocurren. Que ocurren, ocurren. Pero no siempre, y no siempre de la misma manera. En el estado de naturaleza, las virtudes cardinales son dos: La fuerza y la Astucia; Y el pasajero porteño emplea cada dia, para llegar o volver de su trabajo, tanto la una como la otra y, las mas de las veces, ambas. Entonces ocurre que hay quien viendo que la parada rebosa ya de pasajeros, se corre a la parada siguiente, para luchar una batalla mas facil por un asiento de menos categoria que, al fin y al cabo, es un asiento de todos modos. Cualquier desacuerdo en las filas para subir es resuelta con duelos al estilo ingles, generalmente pistolas o espadas. 
Lo importante de recalcar es que en el tramo de Avenida de los Patricios los pasajeros aun se ciñen, si bien es cierto que de mala gana, a las reglas de la caballerosidad y civilidad propias de nuestro tiempo y espacio.
Pero cuando el colectivo dobla en Juan de Garay, con direccion a cruzar la 9 de Julio lo anterior deja progresiva y agresivamente de ser cierto.  Los asientos desaparecen en un abrir y cerrar de puertas, y el maximo galardon a conseguir es un espacio de pie junto a algun asiento. Los pasajeros de pie suelen recurrir, para conseguir un asiento, a todos los estratagemas de la sensibleria y a todos los chantajes de la moralidad habidos y por haber. Asi es que mientras la gente sube y sigue subiendo, no hay quien no finja un desmayo o una nausea repentina, y desfilan diariamente falsas embarazadas y dudosos ciegos y cojos. Por su parte, los pasajeros que vienen sentados desde los primeros tramos no escatiman en pantomimas y recursos para mantener sus posiciones. Pueden fingir la mas perfecta inconciencia o el mas violento de los calambres. Pueden inflingirse traumatismos o irradiar el mas cinico y descarado de los disimulos, todo sea con tal de no ceder un asiento. La batalla por la horizontalidad es una implacable guerra psicologica, una despiadada seleccion natural en donde los honestos, los sensibleros y los empaticos terminan necesariamente de pie y apretujandose entre si, mientras que los cinicos y psicopatas, los amorales y los canallas van durmiendo en sus comodas butacas. 
Cuando el colectivo cruza la 9 de Julio, abandona el pintoresco y aun seguro territorio de San Telmo para inciar su oscuro trayecto por los pantanos de la zona de Constitucion, y aqui, con el coche ya completamente lleno y el chofer sometido a las torturas psicofisicas del pesado transito porteño, las cosas se complican aun mas. Y asi como los que no tienen auriculares comienzan a sufrir el bombardeo de las frenandas, los bocinazos y, digamoslo, las sendas puteadas de los cientos de conductores matinales, los que no tienen barbijos y mascaras adecuadas comienzan a sufrir las torturas del hedor humano y del combinado de flatulencias y diversos snacks que para ese momento llenan el interior del coche como un vapor soporifero. Esto, que dificilmente se tolera en invierno, se vuelve en verano una batalla por cada centimetro cubico de aire. Es aqui cuando los propietarios de las ventanillas, ahora convertidos en burgueses, comienzan a explotar las rentas cobrando elevadas sumas por unos segundos de aire fresco.
Lo anterior mencionado, por terrible que parezca, poca cosa seria comparado con los piratas. Cualquier porteño que se precie de serlo sabe que, al menos desde los tiempos de las primeras invasiones Inglesas, Constitucion es territorio habitado por los descendientes de rubios y apuestos Inglesitos que, gracias al consabido sindrome de Estocolmo y al apuro que los los English Sealers tenian por rajar hacia las Malvinas, terminaron quedandose en Buenos Aires y casandose con señoritas bien o, si eran feos o poco afortunados, con alguna que otra astuta criadita. Esta genetica corsaria sumada a las desastrozas consecuencias del Peronismo y al fenomeno conocido como aglomeracion urbana dio por resultado las feroces bandas de piratas urbanos que desde bicicletas o pequeñas chalupas motorizadas siembran el terror el las calles de Constitucion. En este trayecto, sobre todo en el tramo que va desde Entre Rios a Jujuy, hay que tener cuidado de cerrar bien las ventanas (mas facil en invierno que en verano) y de alejarse de las puertas, pues de lo contrario un robusto par de manos puede arrastrar al descuidado pasajero al navio de los ladrones, donde es irremediablemente saqueado y apaleado. Tambien es normal que los habiles corsarios se cuelguen de las ventanas para manotear lo que puedan y luego tirarse en plena marcha.
Si el colectivo alcanza la Mezquita de Al Hamad (pues hay casos legendarios en donde ilustres piratas han secuestrado colectivos enteros hacia oscuros desarmaderos) uno puede estar seguro de haber sorteado a los piratas. Pero no es motivo alguno para alegrarse, pues es precisamente en la Mezquita donde comienzan las guerras religiosas. Siendo Boedo una mezcolanza de Judios Rusos, Arabes de la mas diversa calaña, Animistas del norte y extrañas sectas de Evangelistas Coreanos, era inevitable el conflicto. Es asi que el buen porteño, que desde la cuna es catolico, apostolico y romano, tiene que sacar a relucir su herencia europea y conformar improvisadas Ordenes del Temple. Se dan entonces dentro del coche acaloradas disputas teologicas y encarnicados debates sobre la naturaleza de Dios y Jesucristo, sobre la Transubstanciacion y las partes del Alma, se proclaman bulas y edictos, se compran y venden  indulgencias y medallitas de la virgen, los poetas recitan la escritura y nunca falta la administracion de algun sacramento: Bautismos, Extremaunciones, Confesiones, etc.
Pero no todo para por la dilucidacion del orden celeste y por el destino del alma. Porque en Boedo comienzan a subir todo tipo de inflintrados y carteristas que, bajo un bien llevado disfraz de madre soltera o con la mascara del oficinista se dedican, verdaderos artistas, al latrocinio y al bolsilleo, al puntaje y la estafa, al palomaje y la extorsion. Los hay de todos los sabores y colores. Operan en grupo o en solitario, cooperando o compitiendo. Utilizan absolutamente todos las tecnicas conocidas, y varias desconocidas tambien. Muchos de ellos nunca han sido atrapados, y hay otros que son tan buenos que ni siquiera se los puede identificar. No es raro entonces que en pleno concilio, mientras tres rabinos y un pai umbanda intentan llegar a un acuerdo sobre el origen del mal, alguno de los conferenciantes proclame indignado que le falta su billetera, proclama que solo sirve para que el resto se lleve compulsivamente las manos al bolsillo seguro, y entonces no faltan nuevos y amargos descubrimientos acerca de la pericia sobrenatural de los rateros porteños. Las acusaciones van de un lado al otro y pese a que en contadas ocasiones logran atrapar al ladron y molerlo a palos, por lo general el gremio de ladrones opera con la efectividad matematica  de un casino, escapando diez por cada uno que capturan.
Mientras la marcha continua, Juan de Garay se vuelve Asamblea, luego Vernet, para en determinado momento cambiar de nombre cada cien o doscientos metros. Para este momento el colectivo es una masa compacta de seres humanos, un verdadero hormiguero de empleados y monotributistas. Para cuando el colectivo llega a las proximidades del Parque Chacabuco, las asperezas entre los pasajeros deberian estar debidamente limadas, y establecidas las jerarquias que permiten el surgimiento de la identidad, del llamado espiritu colectivo.
Si no lo han logrado para esa altura del trayecto, entonces es que el colectivo ha fracasado como sociedad y como ente organico. Significa que sus partes no hay podido superar su egoismo como individuos. Un colectivo que no alcanzo el minimo de trascendencia en Parque Chacabuco esta destinado a sucumbir es violentas guerras civiles o a ser presa segura de las amenazas externas que se avecinan.
Lo primero son las bandas de escolares. Sobre todo al mediodia y al caer de la tarde, verdaderos malones de macacos en guardapolvo acechan a los colectivos que pasan. Los choferes tienen ordenes de no detenerse en las paradas y de ir lo mas rapido posible, pero eso no detiene al salvaje. Armados con escuadras y transportadores, y los mas avanzados con compases y punzones, atacan furiosamente el colectivo. Es sobre todo en los semaforos cuando logran abrir alguna puerta. Si el colectivo no ha establecido el orden interno y la jerarquia necesarias para montar una guardia eficiente, entonces el salvaje penetra y destruye. Su principal objetivo es el secuestro de pasajeros para el trafico de esclavos, asi como tambien para su consumo directo, pues hay respetables estudios de cientificos del CONICET que prueban que los las tribus escolares son en su mayoria canibales.
Luego, una vez que el coche hubo doblado en Carabobo, por donde sigue hasta Gutierrez, son los Ambulantes. Estos "Ambulantes" son milenarios clanes de gitanos. Suelen cambiar dudosos productos por efectivo o especias, y si bien no son tan peligrosos como los escolares, lo cierto es que las mas de las veces terminan por timar y robar a muchisimos de los pasajeros que, medio adormecidos por el frio o o el calor, pero mas que nada por los horrores vividos, se dejan seducir unos por los hermosos ojos de las gitanas con pañuelos colorados, otras por las hermosas camisas de colores que dejan al descubierto varoniles pectorales. Particularmente peligrosos son sus niños, los cuales atacan generalmente a otros niños a bordo, con una rapidez y efectividad tales que para cuando la madre escucha el llanto o la queja, el pequeño gitanillo ya esta a plena risotada bajando por la puerta de atras.
Una vez que el colectivo llega a Gutierrez, el pasajero sabe que ha sobrevivido a una buena parte del trayecto; Que esta, por decirlo de algun modo, en la alta mar del recorrido. El transito, ya lento anteriormente, se vuelve en Gutierrez de una lentitud abrumadora, ridicula, increible. Hacer las 37 cuadras que van desde Villa Devoto hasta el cruce con Santos Lugares puede llegar a demorar cinco o seis horas, y eso en un dia de sol con viento a favor. Como el colectivo no puede acelerar en las paradas, los irritados pasajeros que esperan subir en este tramo se organizan en terribles guerrillas urbanas que intentan tomar el colectivo de una vez y para siempre; Asi succede que en cada semaforo el conjunto entero de los pasajeros debe formar filas y pelear una batalla por la soberania del coche. Es una de las pruebas mas duras que tiene que afrontar el colectivo. En este tramo, la unidad nacional debe prevalecer ante todo. Es aqui que los colectivos, con motivo de transformar a cada pasajero en un hoplita, se vuelcan a ideologicas autoritarias como el fascismo o el bolchevismo. No es de extrañar que entonces lleguen a Santos Lugares muchos colectivos de ferrea disciplina, en plena revolucion industrial y completamente militarizados. 
Estas guerras civiles por Gutierrez son largas y sangrientas, y suelen trastornar y transformar de tal modo a los pasajeros que la Linea 712 recibe constantemente quejas de afligidas esposas y de desconsoladas madres, quienes exigen que les devuelvan a sus hijos y esposos y no a esos dogmaticos automatas. No obstante, la cifra de colectivos que logra salir airosa a estas guerras es estremecedoramente pequeña. Muchos son los que suben, pero poquísimos los escogidos que llegan a ver el glorioso puente de la General Paz, que separa la Capital Federal de la Provincia de Buenos Aires.
Allende dicho puente y Plus Ultra, nadie sabe que ocurre. Hay quien dice que la famosa inscripcion latina "O Vos, qui intratis, omni spe auferte" no se encuentra sobre la puerta del infierno, sino escrita con aerosol en el cruce de la diagonal 41 de General Paz. Otros eruditos sostienen que aunque la inscripcion si esta en la puerta del Infierno, su autor la habria copiado de la diagonal. Un tercer grupo dice que la discusion es esteril, puesto que "Infierno" y "Avenida General Paz" son dos voces que hacen referencia a la misma dimension espiritual. De cualquier modo, como el Porteño es tanto supersticioso como un cerdo nacional-elitista, la verdad es que el grueso de los pasajeros prefiere bajarse en este limite y, si por alguna razon de fuerza mayor tienen que cruzar a la provincia, hacerlo por el salvoconducto espiritual y fisico de un remis.
Como personalmente no hay registros ni bitacoras de algun pasajero que haya realizado el trayecto restante entre Santos Lugares y El Palomar, la narracion restante no puede atribuirse ya la veracidad del experimento cientifico, y ni siquiera el de la hipotesis, sino el de la mera especulacion. El colectivo continua vacio, y nosotros podemos seguirlo Ad Speculun at Aenigma, mediante la alegoria y el paralelismo mitico.
¿Que ocurre en este trayecto? Hay varias lineas mitologicas. Una de ellas asocia, por simples triangulaciones topografica, al recorrido restante como dominado por la conocida y a la vez desconocida secta de los ciegos, de la cual tanto Juan Pablo Castell como el valiente Fernando Vidal Olmos nos dieron testimonio, incluso a costa de sus vidas. Esta linea, apoyada por numerosos textos Gnosticos y por algunos inoportunos comentarios de Maestres Masones, que la linea 712 (¡7+1+2=10!) no es otra cosa que una representacion terrestre de la Tetraktys Pitagorica, y que el viaje tendria como objetivo la seleccion de adeptos o futuros hierofantes o, quien sabe, quizas hasta victimas sacrificiales en desconocidos rituales de la Secta. Claro que la teoria de la Tetraktys tiene en sus opositores el justo reclamo del faltante del numero 3. Sus defensores, no obstante, aducen esta falta a las sutilezas propias de la secta, y sostienen que de todos modos el 3 esta presente como numero correspondiente a la cantidad de digitos de la cifra.
Una segunda linea, de corte innegablemente escatologico, aduce que la solucion se encuentra en el destino final de la linea, en su ultimo destino, "El Palomar", tambien conocido como "Ciudad Jardin". Es evidente que poco o nada se sabe de estas tierras, y que su misma existencia entraña para los estudiosos un misterio comparable a la Atlantida o el Dorado. Los defensores de esta linea llaman nuestra atencion en que tanto "Palomar" como "Ciudad Jardin" son dos sutiles alusiones al Paraiso o Jerusalen Celeste; Efectivamente, "Palomar" nos recuerda a Casa de Palomas, y la paloma es el simbolo por excelencia del espiritu santo, de donde concluimos que Palomar vendria a significar, asombrosamente, "Casa del Espiritu Santo". Por su lado, "Ciudad Jardin" nos hace pensar en el Jardin del Eden o en la Ciudad Prometida. Que Antiguamente la localidad del Palomar fuese conocida como Palomar Este parece acentuar aun mas esta interpretacion, ya que el paraiso quedaba, como es sabido, al oriente del Eden. La linea 712 seria entonces nada mas ni nada menos que el tan ansiado camino hacia la salvacion, que arranca en el riachuelo (¿alegoria del Jordan?) y termina en Moron. Que Moron sea conocida como "Capital del Oeste" parece ser un oscuro juego de palabras en contraposicion a la ciudad del este. No olvidar que el escudo de Moron posee como icono a la virgen de la concepcion.
Por ultimo, hay una tercera linea que, si bien esta bastante desprestigiada, no podemos dejar afuera si queremos darle voz a todas las opiniones. Esta corriente, conformada en su mayoria por filosofos del positivismo logico y el circulo de Viena dicen que el colectivo viajaria vacio porque desde Santos Lugares hasta el Palomar "No hay un carajo".

1 comentario:

Jora dijo...

Si no te identificás con el relato, es que nunca fuiste proletario.

Falta la especulación más grande. ¿Qué clase de seres son los colectiveros? ¿Pasan tantas desafortunadas aventuras, incluso luego por una travesía espiritual, y luego regresan? ¿Son parte de alguna tribu o secta que conducen esperando la muerte o nunca regresar? Algunos me han dicho haber reconocido a los mismos colectiveros en diferentes viajes, yo no estos seguro de haberlo hecho o haber forzado a mi mente a reconocer una cara amiga para reconfortarme antes de afrontar la abominación del viaje.

Otro colectivo fatal es el 85, que viaje de las lúgubres tierras de Ciudadela Norte, hace un recorrido por buena parte de la ciudad hasta la Boca, para luego volver a su tierra de origen. Quizás, recolectando víctimas para algún tipo de ritual, o captando futuros adeptos.