Como no podia dormir, Ivan daba vueltas en la cama. El silencio de la casa le provocaba un insoportable zumbido en los oídos. Sabia que cuando se alunaba era inutil intentar dormir. Pensaba cosas, imagenes que se le venian a la cabeza vaya uno a saber de donde. Incluso cuando intentaba no pensar. Si intentaba no pensar las imagenes se redoblaban. El calor y el silencio creaban una materia espesa e invisible que lo cubria todo.
Molesto, Ivan dio una patada que hizo volar la sabana encima del ventilador. Se había tapado y destapado varias veces en la ultimas horas. La sabana azulada ondeo en el aire y se recostó por un momento sobre en enrejado que protegía las aspas del ventilador de pie. Casi de inmediato se inflo como un globo y planeo por un momento, especie de fantasma, hasta quedar acurrucada en el piso, cerca de la puerta.
Ivan quedo boca arriba. Sentía la espalda y las piernas transpiradas. Con los ojos bien abiertos, miraba fijamente el techo de su habitación. A lo lejos sonaban todavía algunos estallidos. Volcancitos, tres tiros y cañitas voladoras que habian quedado rezagadas del festejo de las doce. Municiones sobrantes que ahora los olvidadizos o los demasiado borrachos hacían detonar con cierta desesperación. Lamentablemente, los estallidos eran cortos y espaciados. Si hubieran sido mas continuos, si hubieran logrado esa cacofonia belica que se escuchaba cada año a las doce de la noche, Ivan habría podido perderse en esa sorda sinfonía para así quedarse finalmente dormido.
Pero no. Pensaba. Pensaba precisamente en eso. En los estallidos y en la forma de quedarse dormido. Detrás de todo ese pensar estaba, por supuesto, otra cosa.
Esa noche lo habían mandado a dormir temprano. Bueno, en realidad, se había ido a dormir temprano por su propia cuenta; Habia comido con ganas y con empeño. Casi con rabia. Siempre comia asi en las fiestas, presa de la ansiedad. Cada navidad, desde que tenia memoria, Ivan sentía comprimidos y fusionados los recuerdos de las navidades pasadas. Cada navidad era, para Ivan, una mezcla de miedo y alegria, de algarabia y ansiedad.
Sentandose en la cama, Ivan penso en los regalos. Regalos. Cajas de colores, envueltas en ese maravilloso papel brillante, atada con cintas de seda o de celofan. Cajitas parecidas a diamantes o a cualquier otra piedra preciosa. Apilados unos contra otros, como si se tratara de alguna maquinaria futurista, de una extraña fuente de energia. Magicos. Ivan percibia que los regalos eran magicos. Comprendia que detras de aquel papel, de aquella magia, habia simples juguetes. O Ropa. A veces algun billete de dinero proveniente de algun banco. Comprendia - tenia ya casi diez años - que la ropa se hacia en talleres y que los juguetes los hacian las empresas de juguetes. Antes de romper los blisters que contenian los muñecos o los autitos, Ivan se fiajaba siempre en los logotipos de las marcas. Sabia que un logotipo autentico era sinonimo de un buen juguete. La magia, lo sabia bien, no estaba en los juguetes ni en el envoltorio, sino en el hecho mismo de la aparición, cada veinticuatro de diciembre, de los juguetes debajo del arbol navideño, envueltos como golosinas.
¿como llegaban alli? ¿de que manera transponian las puertas, los techos y las paredes? Ivan no entendia, nunca habia entendido, como los adultos, papa y mama, su hermana Romina ( que ya salia con chicos e iba a la facultad) podian aceptar aquella irrupcion magica, casi de otro mundo, que rompia las leyes y las reglas que aplicaban para todos los dias. ¿no les daba curiosidad? ¿no les daba miedo? Ivan sentia ambas cosas por igual, pero sobre todo sentia una fascinante curiosidad por verlo, por ver como ocurria el milagro.
Sentado en su cama, espero todavia un buen rato. Escuchaba. Los ronquidos en la habitacion de sus padres, justo al lado de la escalera. La tonada baja de una cancion que Romi habia dejado sonando en la computadora, bien bajito. Aguzo el odio. ¿algo mas? Nada mas. Su hermana siempre dormia con algo de fondo: la radio, la tele, musica. Era como si tuviese miedo del silencio o quizas - pensaba Ivan - no tanto del silencio como de la aterradora posibilidad que ofrece el silencio: la de escuchar cosas. Cosas lejanas o cercanas. Por ejemplo, el ruido de una ventana abriendose; El ruido de alguien que intenta forzar la puerta. El ruido de un auto apagando el motor justo detras del jardin trasero. Crujidos de ramas, voces susurrantes, un par de botas bajando por la chinenea, pisadas y crujidos debajo del arbol de navidad.
Ivan nunca habia visto a papa noel dejando los regalos. Papa y mama le decian que tenia que irse a dormir, que papa noel venia muy tarde, que ya veria los regalos por la mañana. Y, efectivamente, cuando se despertaba los regalos estaban ahi, y el se quedaba con la sensacion de haberse perdido lo mas importante de todo: la magia. No los resultados de la magia, sino la magia misma ocurriendo.
Por eso habia decidido, esta vez, tomar cartas en el asunto. Estaba despierto y dispuesto a contemplar el portento. ¿tendria que espiar? No tenia problema. ¿acaso aquel ser no lo espiaba todo el año? ¿como sabia, si no era que lo espiaba, si se habia portado bien o se habia portado mal? Necesariamente tenia que seguirlo para saberlo. Ahora le tocaba a el.
Avanzo despacio y sigilosamente por el pasillo. No queria despertar a nadie. Cuando llego al filo de la escalera, se saco las ojotas. Hacian demasiado ruido en los peldaños de madera de la escalera. Uno a uno, fue bajando. En el preciso momento en que llegaba a la planta baja le parecio escuchar un pequeño ruido en la ventana del frente. Completamente inmovil, se debatio entre huir a su pieza o seguir adelante. Si huia, tendria que esperar otro año para tener la oportunidad de verlo. Casi contra su voluntad, siguio adelante. Ahora los ruidos (muy tenues, como intencionadamente sordos) se escuchaban en el comedor, muy cerca o quizas justo en el lugar en donde estaba el arbolito.
Agachado, casi en cuclillas, Ivan se acerco a la entrada del comedor. Ocultando todo el cuerpo detras del marco de la puerta, empujo ligeramente la hoja hasta dejar el espacio justo para poder pasar la cabeza. Metio media cabeza y miro. No habia nada.
Al menos, eso creyo al principio. El comedor, en una penumbra solo iluminada por las silenciosas luces del arbolito, estaba cal cual lo habian dejado al terminar la cena. Entonces Ivan lo noto. Cerca del arbol, casi pegado a el, habia algo raro. No lo noto al principio por la sombra que caia en aquel punto de la habitacion, producto de la enorme estanteria contraria a la ventana. Pero ahi, justo en el lugar mas oscuro, habia algo. ¿que era? No era facil determinarlo. Mirandolo bien, Ivan penso en una caja. Una caja larga y alta, como la caja en la que habia venido la heladera que su papa habia comprado el año pasado. Una forma cuadrada o mas bien rectangular. Completamente oscura, mas oscura que la sombra en la que se escondia.
- como una sombra dentro de otra - murmuro Ivan, e inmediatamente se arrepintio de esto, pues aquella cosa sin dudas lo escucho. Ivan vio como la caja de sombra se movio lenta pero indudablemente en su direccion. Poco a poco salia del cono de sombra, y entonces pudo verla un poco mejor. Era un rectangulo perfecto. No tenia ningun detalle. Parecia estar hecha de carbon pulido. Los bordes eran maravillosamente lisos. Ivan tuvo ganas de tocarlos, pero estaba demasiado asustado para siquiera intentarlo. La cosa se avanzaba hacia el. Lo supo y , de repente, sintio miedo. El miedo le vino de repente y con fuerza, como un dolor de panza o una migraña. Quizo sacar la cabeza y correr a su cuarto, pero no pudo. No podia moverse, no podia gritar, no podia apartar la vista de aquella caja que se arrastraba hacia el lentamente, muy lentamente.
Unas horas mas tarde, los padres de Ivan se levantaron, tambien sigilosamente. Abrieron el ropero y buscaron en la parte superior. Sacaron varios regalos envueltos en celofanes verdes y rojos, atados con preciosas tiras doradas de cinta de envolver. Bajaron por las escaleras sonriendose y medio haciendo equilibrio con la gran cantidad de regalos que tenian para los chicos. Ese habia sido un buen año. Se sorprendieron bastante cuando encontraron, justo abajo del arbol, un monton de cajas envueltas en papel negro. Cuando quisieron abrirlas se dieron cuenta. No era que estuvieran envueltas, era que eran completamente negras. Cubos metalicos. No habia forma de abrirlos. Los tiraron a la calle inmediatamente porque tenian un horrible olor a putrefaccion.
Era la ultima navidad que iban a festejar pero, claro, ellos todavia no tenian idea.
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