8 jun 2020

Narracion medieval inconclusa

Una mañana, después de varias semanas de trabajo arduo, dimos por terminadas nuestras armaduras. Las habiamos forjado pieza por pieza, guiándonos por el modelo oculto de nuestros sueños. Habiamos hallado, siguiendo estas indicaciones, una cantera cercana en donde encontramos el hierro.
Me probe mi armadura y la juzgue estupenda. Consistia en una cota de malla lo suficientemente ajustada para protegerme pero no tanto como para impedir mis movimientos. Vi que mis compañeros tambien juzgaban sus armaduras como sobresalientes, y basto una mirada entre nosotros para comprender que estabamos listos.
Caminamos fuera de la fragua, y una vez en campo abierto probamos la resistencia de nuestras piezas intercambiando moderados golpes. Yo era inferior en fuerza a Tarko. Incluso el mas suave golpe de su maza hacia temblar el terreno en donde caia, cuando yo me apartaba. Heine, el caballero, me superaba no solo en fuerza, sino tambien en destreza. Los amplios circulos que describia su acero plateado dibujaban estelas en el aire. Comprendi que mi fortaleza no radicaba ni en la fuerza ni en la habilidad, sino en la rapidez de mis ataques y en mi aguda observación del combate. Por eso mismo elegi como arma no una espada ni un mazo, sino un largo estilete de agudo acero que, si bien no servia ni para cubrirme ni tampoco para destrozar el escudo de mis oponentes,  era perfecto para apuñalar la carne. Luego de este pequeño y final entrenamiento, dejamos todo listo para partir al dia siguiente, y gastamos el resto de la tarde en tomarnos un merecido descanso en donde no faltaron las historias, el vino y la carne de ciervo.
Grande fue nuestra sorpresa al dia siguiente, pues de alguna manera, quizas guiados por ese oscuro arte que siempre depende del mal, nuestros enemigos se habian enterado de nuestras intenciones y habian abandonado su oscuro y herrumbroso castillo para darnos muerte. Nos despertaron los feroces golpes de su hachas contra el porton de cedro que era la entrada al modesto torreon donde nos habiamos preparado durante esas semanas. Sin tiempo de ponernos nuestras armaduras, solamente atinamos a vestirnos con nuestros ropajes y a tomar, cada uno, su arma predilecta. Tarko eligio una mostruosa estrella de la mañana, que habia forjado el mismo tomando el mineral mas oscuro y duro de la cantera. Heine eligio, por supuesto, la misma espada a dos manos con la que habia practicado el dia anterior. Habia forjado esa arma y solamente esa arma, y habia dedicado todo su tiempo en perfeccionar su acero y en adaptar exactamente las formas del acero a las que su destreza y fuerza le sugerian. Yo tome el estilete antes mencionado y, dado que mi arma era ligera y que no solia usar escudo, tome tambien un sable ligero para ocupar mi mano menos habil. Armados asi, saltamos por las ventanas del piso superior de la torre, para evitar ser acorralados por nuestros enemigos en un espacio reducido. Apenas tocamos tierra, nos juramos salir victoriosos o morir por la causa, y nos separamos corriendo cada uno en una direccion opuesta.
Nuestros adversarios no eran otros que los terribles hermanos que aterrorizaban a la region desde hacia varios años. Algunos decian que eran de la raza de los gigantes que habian sobrevivido al diluvio, y otros los asociaban mas bien con la infausta raza de los ogros devoradores de hombres.
Hacia muchisimos años habian llegado a la region de un dia para otro, estableciendose primero en los bosques salvajes del oeste, donde no llegaba ni siquiera la autoridad real. Cuando los relatos de viajeros desaparecidos o de heroicos sobrevivientes marco aquel bosque como una zona prohibida, los hermanos se habian trasladado a un viejo castillo en ruinas, deshabitado hacia incontables generaciones.
Este castillo megalitico era desde siempre un verdadero misterio para los sabios del reino. En primer lugar, porque era mas viejo que el mas viejo de los libros y manuscritos, figurando ya en todos ellos precisamente como un misterio. Tambien se lo mencionaba en viejas canciones y adivinanzas, pero su origen o el origen de sus dueños era un secreto insondable.
La segunda razon por la cual el castillo era una interrogante era por su forma, tan diferente del estilo tradicional e incluso del arcaico imperante en el pais, sino ademas por sus desmedida geometria pues parecia, en efecto, construido para gigantes. Sus arcos y puertas eran del doble o hasta del triple de la medida de un hombre. Incluso sus ventanas y claraboyas se abrian en alturas francamente inutiles a todo uso. Algunos sabios habian conjeturado que de antaño los hombres eran, sin duda, mas grandes de lo normal. Seguramente fue por esto ultimo por lo cual los funestos hermanos eligieron por morada a esta fortaleza que, si bien presentaba un aspecto derruido, tenia todavia en el torreon oeste una construccion solida, la cual todavia no se habia derrumbado a pesar de los siglos. Fue justamente esta torre, la cual luego habian ido fortificando con el paso de los años, donde se alojaban los ogros actualmente y desde la cual ejercian el terror entre los habitantes de la zona, ya fuera robando ganado como raptando jovenes y doncellas para tenerlas como esclavas o exigir cuantiosos rescates en oro o bienes.
Fuesen ogros o gigantes, eran sin duda seres malvados, y de su naturaleza maligna daba testimonio la sobrenatural caracteristica que tenian de proyectar una sombra tanto multiple, pues de cada uno irradiaban varias sombras como los rayos de una rueda, como movil, puesto que cada una de estas sombras era cambiante y parecia estar dotar de vida propia. Se decia que estas sombras no eran otra cosa que las almas encarceladas de sus victimas, las cuales eran cuantiosas, pues el actual rey (y anteriormente su padre el viejo rey) habia establecido una onerosa recompensa en oro y plata sobre la cabeza de cada uno de los demonios, por lo cual era habitual que famosos campeones del reino o de reinos vecinos se aventurasen a acabar con ellos, lamentablemente sin exito alguno mas que coronar una nueva cabeza en las picas que los hermanos tenian sobre la muralla de la torre. Tarko, Heine y yo nos habiamos jurado poner fin a esa situacion, pero ya es hora de volver a la narracion y al momento mismo de nuestro combate.
Siendo tres su numero, igual que el nuestro, se lanzo cada monstruo detras de uno de nosotros, por lo cual el combate se resolvería en tres luchas simultaneas de uno contra uno.
Me aleje lo mas que pude en la dirección que había tomado, sin ceder a la fuerte sensación de mirar atrás, pues escuchaba los alaridos de mi perseguidor, asi como tambien los de los otros dos gigantes. Cuando senti que los pasos de mi enemigo estaban lo suficientemente cerca, gire sobre mis talones y me dispuse a enfrentarlo con mis armas en la mano. Aunque todavia habia distancia entre nosotros, pude comprobar que su estatura era casi del doble de la mia. Si bien no era propiamente un gigante, cuya estatura se decia que triplicaba o cuatriplicaba la de un guerrero normal, si era una figura terrorifica que casi me duplicaba en tamaño. A diferencia de mi cota de mallas, tan ligera como reluciente, aquel llevaba una armadura tan extraña como tosca, que mezclaba una coraza de cuero con piezas de tosco hierro unidas por correas.
El temible gigante se lanzo contra mi hechando humo por las fauces como si se tratase de un terrible toro. Sus faz, ya horrenda por naturaleza, aparecia pesadillesca bajo las contorsiones de su furia. Sin temer ningun ataque de mi parte, se lanzo sobre mi a la carrera y me descargo un mazazo aniquilador. Yo habia leido que las mazas y las almadenas eran las armas preferidas de los gigantes, y pude comprobar cuan terrible era su poder al sentir el temblor que la almadena genero cuando impacto en la tierra, justo en el lugar que ocupaba mi cuerpo unos segundos antes. Habia esquivado el golpe con la suficiente ligereza como para poner un cuerpo de distancia entre su arma y armadura. Mientras me agazapaba para esquivar el proximo golpe, que ya no tardaba en llegar, pues aquel bruto levantaba la gigantesca maza como si se tratase de una pluma, le agradeci a la sagrada providencia la feliz eleccion de mi armadura ligera, que tanta movilidad me daba.
Si hubiese tenido que enfrentar al hermano que me toco en suerte con un equipo pesado, o con caballo, ristre y lanza, no hubiera tenido ninguna posibilidad, pues era imposible cubrir tales golpes con un escudo o frenarlos con una espada. Mi unica superioridad era mi velocidad, y toda mi estrategia consistia en esquivar los ataques de su arma - que ya veia eran demasiado lentos para mi - y esperar el momento oportuno para asestar mi golpe. ¿que esperaba? Lo cierto es que buscaba una apertura en su armadura, un hueco por el que mi estilete pudiera penetrar en una estocada limpia y clara. Mientras evadia su arma iba comprobando, poco a poco, que las correas que unian piezas de acero se iban aflojando por el movimiento, y en algunas partes ya no se pegaban al cuerpo de mi enemigo. Sin embargo, el principal problema que tenia para asestar mi golpe era la gran estatura y fuerza de mi atacante. Si evadia mi golpe o me atrapaba incluso despues de recibir una puñalada no letal, era mi fin. Aquel bruto podia estrangularme con una sola mano o directamente romperme el cuello. Incluso una de las tantas rocas podia servirle de mortero para mi craneo, puesto que mi yelmo era tambien liviano. Mi unica esperanza, a la cual me aferraba mientras retrocedia ante los bamboleos de la almadena, era cansarlo y poder aprovechar una ventana para una estocada limpia.
Con el correr de los minutos, de unos minutos que se me antojaron eternos y en los cuales crei morir una y mil veces, comprobe que efectivamente los ataques del gigante se hacian mas lentos. Si bien seguia atacando de forma furibunda, la ferocidad de sus nuevos ataques provenian de su furia al no poder conectar los golpes mas que de una fuerza verdadera. Su confianza inicial se redoblaba en una furia irracional, pues ahora no solo gritaba sino que parecia maldecirme en algun lenguaje extraño y grotesco. Descubri tambien que, como no me consideraba una amenaza en absoluto, no se cuidaba de guardar la distancia o de retirarse luego de bajar la maza. Luego de intentar golpearme con el mango de la almadena - logre agacharme justo a tiempo - aquella bestia salto hacia adelante y, tomando quizas el mazo demasiado por el extremo del mango, asesto un terrible golpe horizontal, tan fuerte y aplastante como si un puño bajase de los cielos. Luego de haberlo observado pude preveer la trayectoria del ataque y, en vez de hacerme hacia atras o hacia un costado, me lance hacia adelante y esquive el golpe al colocarme entre el mazo y sus manos. Debido al cansancio o quizas a la fuerza del golpe, o tal vez al incorrecto agarre, al fallar -el golpe provoco un terrible estruendo que hizo temblar las piedras del lugar - mi enemigo quedo con la espalda y los brazos demasiado extendidos hacia adelante y, en consecuencia, o fue capaz de levantar de vuelta su arma de manera instantanea. Vi la duda en sus ojos y en ese mismo instante me lance hacia el con todo mi ser.
Impulsando mi cuerpo hacia adelante, di un salto para posicionarme a la altura de su pecho y le lance un golpe de revez con el sable, que corto justo a la altura de la rodilla. En el mismo movimiento sincronizado atravese su ingle de lado a lado con el estilete. Retire el estilete y salte hacia atras, quedando inundado por un chorro de sangre que manaba de su herida como una cascada. Apenas di tiempo a que mi enemigo de desplome, pues cuando cayo de rodillas volvi a saltar hacia el y le rebane la cabeza de un sablazo, rematando la cabeza trinchandola con el estilete. Todavia incredulo de mi suerte, mire el cuerpo, que aun parecia vivo, pues conservaba su postura arrodillada. La sostuvo aun unos segundos hasta que, cediendo a las leyes de la naturaleza, toda su mole se desplomo a tierra. Habia vencido. Tembando de miedo, aunque tambien de emocion, emprendi el regreso hacia la torre. Llevaba en mi estilete, como trofeo, la cabeza de mi enemigo. Y sin embargo, todavia no era tiempo de celebrar. Si Tarko y Heine no habian tenido mi mismo desenlace feliz, tendria que prepararme para una nueva lucha. Esto, por supuesto, vendria a ser parte de una historia mas larga, pero hasta aqui basta para que conozcan que, hayamos triunfado los tres o haya yo muerto luego, merezco ser recordado con honores, pues tal como dice una vieja cancion del reino: Pocos y fatuos son los instantes felices de los campeones.

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