15 jun 2020

Meisterstuck

Ayer fue Sábado y se hizo asado. Mi viejo y mi tío no se veían hace mucho. Habían discutido en Pascuas o en Navidad, no lo recuerdo. El asado fue una especie de conferencia de paz. Habia salido bien, por supuesto, lo cual significa que había salido horrendamente mal. O uno y lo otro; Tal vez ambas cosas.
Mi tío llego al mediodía y se fue en algún momento indeterminado entre la noche y la madrugada. Habian empezado lento, ambos tratándose con distancia, con una falsa cortesía que se me antojo ridicula para dos personas que no solo se conocían de toda la vida, sino que eran hermanos.
A medida que preparaban el fuego y avanzaba el asado y, sobre todo, a medida que vaciaban botellas de cerveza y cajas de vino fueron recuperando su química habitual con la correspondiente pendiente de risas, anécdotas y viejas discusiones que sin embargo se discutían con el énfasis de una nueva. La pendiente positiva, euforica como era, llegaba hasta cierto punto y luego empezaba su ciclo descendente, que generalmente desembocaba en una nueva pelea ocasionada por una banalidad tan ridícula como la de la anterior. Acerca de estos asados que empezaban con abrazos y terminaban con tarascones tenia varias teorías.
Como tantas otras veces yo los acompañaba vaciando latitas de cerveza y viéndolos ahora abrazarse, ahora discutir, ahora putear, ahora reírse como quien mira una pelicula que vio demasiadas veces: anticipando las cosas al mismo tiempo que finjo sorprenderme de mi cara para afuera. __A cierta altura de la noche comencé  a sentirme cansado y francamente ebrio, por lo cual me fui a mi

 cuarto sabiendo que ni siquiera notarían mi ausencia, enzarzados como estaban ya en la enésima discusión acerca de quien sabe que. Ya en mi pieza me deje caer sobre la cama y me hundí en un sueño tan pesado como automático. En sueños crei escucharlos discutir un rato mas.
La mañana siguiente, luego de luchar un buen rato por levantarme, consegui vestirme y sali a comprar cigarrillos. Entonces me encontré el Taunus estacionado frente a la puerta. Fui y volví del Kiosko. Me encontré a mi viejo sentado a la mesa, con esa mirada perdida que le conocía tan bien y que era habitual en sus resacas. Tire los cigarrillos sobre la mesa y espere. ¿que esperaba? Ni yo mismo lo supe. Me miro y lo mire. Ninguno dijo nada. A ambos nos costaba volver en si después de una noche larga.

- ¿Roberto ya se fue? - le pregunte por decir algo.
- Mmmno - me gruño, sin mucha convicción. Pareció dudar unos segundos y de vuelta dijo que no, que seguro se habia ido en algún momento de la mañana. - Le dije que se podía quedar a dormir pero ya sabes como es, el pelotudo - agrego.
- Si se fue se habrá ido caminando, porque la cupe sigue afuera - le comente. De repente los ojos de mi viejo recuperaron su inteligencia. fue solo un instante, similar al parpadeo que hace la llama de una vela si le da una corriente de aire.
- Anda y mira si no dejo las llaves puestas, hacerme el favor - me pidió el mientras se llevaba una mano a la cabeza. Tuve ganas de contestarle que fuera el mismo a ver, pero sabia que esa mano en la cabeza simulaba un dolor de cabeza inexistente o exageraba uno real, y que fuera como fuera me iba a contestar con un pretexto. Fue a ver y efectivamente, las llaves estaban puestas. Para cuando volví de la vereda mi viejo ya se había ido a pegar una ducha. Me encerré en mi cuarto - es un decir, porque mi pieza tenia y siempre tuvo una puerta sin llave - a escuchar música. Entre tema y tema no escuche ningún ruido, por lo que supuse que de la ducha el viejo se habia ido a dormir de vuelta. Mientras yacia tendido en mi cama me rondo la idea de que era efectivamente muy raro que mi tio dejase el Taunus.
A eso de las cuatro o cinco de la tarde me arrastre hasta la heladera a rebuscar las sobras del asado con la intención de hacerme un sándwich  y entonces me lo encontré en la mesa, masticando algo que parecía ser un choripan.

- Veo que ya estas mejor - le dije sin detenerme. Me sonrió sin dejar de masticar, como diciendo "de maravilla". -¿quedo pan?
- En la panera.
- ¿Estas tomando algo? - le pregunte de forma retorica, porque ya había notado que ni siquiera se había puesto un vaso.
- Nada, ahora que lo decís. ¿abris una?
- Acá hay un par de latitas - dije cerrando la heladera. Corte dos o tres lonjas de un vacio de dudosa suavidad (mi tío se había encargado de la carne y era sabido que le salia dura como un zapato) y me arme un sanguche con tomate y salsa criolla. Me senté. La television, sin volumen, mostraba un resumen de los goles de la fecha del sabado. Comimos en silencio.

- ¿me acompañas a llevarle el auto a tu tío? - me pregunto después de un rato.
- Depende de cuantas latitas nos tomemos.
- Solo estas, terminamos de comer y vamos - dijo el.
- Entonces si.

Mi viejo siempre había tenido algo con el coche de mi tio. A veces parecia que ese algo era admiración, otras, odio. ¿lo codiciaba, se lo envidiaba en pura regla? ¿o acaso sentía por el una verdadera repugnancia?  Como todo en la vida, la realidad era quizás mas compleja que uno o lo otro. La realidad solia ser una mezcla retorcida y endemoniadamente enrevesada de ambas cosas.
Mi viejo habia sido primero operario metalurgico y luego remisero, primero del auto de una agencia del barrio, luego, tras años de juntar plata, de un renault 18 del 96 que habia tenido que vender en la hecatombe del 2001. Como obrero, nunca habia podido tener un auto propio.
Mio tio Roberto, o Robert para los amigos, habia tenido una juventud bastante disipada. Segun yo sabia, estuvo muchos años como bola sin manija, viviendo de un poco de changas y otro poco de la ayuda ajena hasta que, en algun momento de mediados del 86 o del 87, habia empezado a instalar antenas televisivas con un amigo y la cosa habia prosperado. Habia prosperado con una facilidad que nadie se explico en ese entonces y, sospecho, que tampoco nadie se explica ahora. El (o tal vez el amigo, o ambos) habian logrado patentar un modelo de antena o quizas una mejora en un modelo existente, con tan buen tino que habian conseguido cierto contrato con el gobierno de la provincia. Con este contrato tuvieron muchisimo trabajo y muy buenas ganancias en la mitad de los noventa. Y entonces, justo en una epoca que para una gran cantidad del pais - en la que estaba incluido mi viejo - todo se habia venido abajo en un aluvion de despidos, de suspensiones, de inflacion , de flexiblilizacion, mi tio habia levantado cabeza y se habia comprado, entre otras cosas mas suntuosas que despues fue vendiendo, aquella Coupe Ford Taunus de color dorado arena que hasta el dia de hoy le ponia a mi viejo los pelos de punta.
Por supuesto, el nunca lo reconocio de forma expresa. Era demasiado orgulloso, demasiado egocentrico como para aceptar esa envidia. Tal vez lo que realmente le molestaba era la facilidad con la que mi tio habia paleado la crisis. Si bien habia tenido que ajustarse en algunas cosas, habia sabido colocar bien sus ganancias de esos buenos años y se las arreglaba bastante bien.
Mi viejo, en cambio habia tenido que vender su auto conseguido con años de trabajo, mi tio de alguna manera habia conseguido conservar parte de su - para mi viejo injusta - buena estrella incluso en plena catastrofe. Ademas de eso, tambien estaba el hecho de que la epoca en que mi viejo vendio el Renault 18 fue tambien la epoca en la que estaba separandose de mi vieja. La separacion la tomo siempre como un fracaso, como una derrota. Mi madre, de la que no quiero hablar mucho para no extender el relato, habia tomado las cosas de una manera mas simple y saludable; Para ella habia sido borron y cuenta nueva.
No podia negarse tampoco la posibilidad de que mi viejo, de que el resentimiento de mi viejo se originara en una asociacion de la Coupe Taunus con el pasado, con la epoca anterior a la crisis. En esa crisis, que para uno de los hermanos habia sido a la vez personal y publica, afectiva y politica, y que le habia costado tanto el auto como la familia, le habia permitido al otro conservar ese hermoso simbolo de estatus y de libertad que era el Taunus; Porque, hay que admitirlo, habia sido y seguia siendo un auto hermoso. Mi tio cuidaba el Taunus con una dedicacion casi enfermiza. Lo habia hecho pintar en el taller original al menos dos veces, siempre del mismo color, y usando la misma pintura de fabrica. El interior tambien se mantenia perfectamente cuidado. Y, mas alla de esto, las diferencias entre el Taunus y el Renault 18 eran patentes. Habian sido patentes ya en su momento. El 18 era un cuatro puertas - de lo cual sospecho, mi viejo estaba orgulloso al principio - un auto familiar. El de mi viejo era de un desgastado verde agua metalizado, que se fue despintando con el correr de los años. Mi viejo, a diferencia de mi tio, nunca pudo volverlo a pintar. Le iba haciendo arreglos. Siempre que podia juntar algo de plata se la terminaba gastando en alguna pieza mas importante que se iba desgastando: el embriague, el rotor de direccion, las bujias del motor, la bateria que se moria. Como mi viejo usaba el auto para trabajarlo doce horas por dia, las piezas se destruian continuamente en lo que poco a poco se iba volviendo una carrera de resistencia contra la economia. Finalmente, llego un dia en que se rompio una pieza que no pudo reemplazar, y desde ese entonces el 18 quedo varado en la puerta como un barco queda varado en una playa, despues de naufragar. No recuerdo si lo termino vendiendo por piezas o si lo liquido con alguno de los gitanos de la otra cuadra, pero lo cierto es que un dia desaparecio.
El Taunus, por otro lado, era un dos puertas. Mientras que el Renault 18 era un auto de baja gama, un gasolero, el Taunus era un auto americano producido en Alemania en la epoca de postguerra, una pieza maestra, una Meisterstuck hecha para durar. No se si calificaba como lo que las series americanas llaman "deportivo", pero del auto emanaba al mismo tiempo un aura de solidez y un no se que de libertad. Un dos puertas no sirve para la familia, no es un coche de alguien que asume compromisos. Y asi y todo -habia dicho mi viejo alguna vez - asi y todo ese dos puertas seguia en manos de su dueño irresponsable mientras que un (ex) padre de familia habia tenido que liquidar el suyo.

Dejamos los platos sin lavar en la pileta de la cocina - al final siempre terminaba lavandolos yo - y nos subimos al Taunus.

- ¿no es raro que haya dejado las llaves puestas? - le digo. Porque, ciertamente, era raro. El barrio no era de los mas peligrosos de la ciudad, pero tampoco estaba la cosa para dejar un Taunus tan lindo con la llave puesta y, ademas, mi tio cuidaba muchisimo de ese auto.
- Mnse - volvio a gruñir mi viejo. Hizo varios intentos y finalmente consiguio arrancar el auto. Me di cuenta que parecia nervioso. ¿nervioso? Seria porque era la primera vez que manejaba el Taunus.
- Tomamos mucho anoche - me dijo - Por ahi penso que no estaba para manejar y por eso lo dejo.
No era una mala explicacion. Tomamos por Alberdi, que es la calle de mi casa, y le pegamos derecho hasta entroncar directamente con la colectora General Paz. Mi tio vivia cerca del Tigre y teniamos un viaje corto de media hora mas o menos.
 - Tira bien el Taunus, ¿no? - me pregunto el viejo. Yo le respondi que si, porque habia visto que iba acelerandolo poco a poco. Era algo muy distinto, un coche con ese motor, siempre a nafta, ¿no? me decia el, y yo volvia a decirle que si en el momento justo en el que pasabamos del carril lento al carril intermedio, y luego esquivando una traffic demasiado lenta para el carril, de vuelta al lento pero solo por un segundo, porque inmediatamente volvimos al carril medio y el Taunus ya iba en tercera y casi pisando la cuarta. El motor tira parejito parejito, como un reloj suizo, una maravilla, sabes, y yo decia que si, que era una maravilla como respondia pero ya una de mis manos se agarraba del la manija de la puerta y la otra iba reptando por el asiento, buscando como quien no quiere la cosa el cinturon de seguridad que no aparecia por ningun lado - pero de todos modos a esa velocidad y por autopista un choque era fatal - hasta que finalmente deje mis dedos agarrados del respaldo del asiento, porque el Taunus rugia como un tigre por el carril rapido.
¿Se habra tomado el colectivo el tio? pregunte y el viejo respondio mne o no se y no volvi a preguntar porque vi que disfrutaba llevando el Taunus por encima de los cien y pico, y ademas porque no queria distraerlo con charlas insustanciales, que ademas eran estupidas porque sabiamos que el tio nunca tomaba ni el tren ni el colectivo ni un carajo, porque siempre iba a todos lados con el Taunus salvo esta vez, porque los que ibamos volando la Meisterstuck eramos nosotros. Volando, del rapido al medio para esquivar un suran que no es que fuera demasiado lento - pero no volaba - y entonces la puta que te pario correte del medio y vuelta - justo a tiempo para no chocar contra el Focus que estaba adelate - al carril rapido en donde por ahora, gracias a dios, no habia ningun coche.
- ¿no podemos ir mas lento? - le pregunte yo o mas bien, habria querido preguntarle, pero ya estando donde estabamos y sabiendo lo que sabia no quedaba mas que verlo sonreir mientras el Taunus tiraba parejo y estable como un jumbo jet.
Claro que el viaje hasta Tigre llevaba su tiempo y en algun momento alguien - mi tio tal vez, pero quizas no - iba a encontrar al Taunus dado vuelta y convertido en una masa informe de fierros y olor a quemado con uno, con dos o con tres cadaveres adentro.

2 comentarios:

Eri dijo...

Uff cuánta intensidad! Juega con las expectativas del lector hasta lo último, me mantuvo tensa por momentos.

Jora dijo...

Por un momento pensé "el tío se quedó durmiendo en el Taunus", pero es un dos puertas, a menos que esté en el baúl... ¡Chan!