"Hay muchos otros nombres que no deberian ser escritos. No estoy completamente seguro de cual es el orden y hasta que yo no vea el orden de sus letras, su surgimiento y su rango, no los escribire; Porque puedo cometer errores ya sea de pensamiento o en papel."
El Sendero de la Mano Izquierda, Hermanos Jacob e Isaac ha-Kohen, 1265
Dado que Hashem habia creado al Hombre insuflando aliento en una forma el barro, el Rabbi utilizo el mismo material para construir el cuerpo. En construirlo habia tardado años con todos sus meses y cada uno de sus dias. No recordaba en que momento lo habia terminado, o si es que lo habia terminado realmente porque, le parecia, ninguna obra se terminaba nunca realmente. Todo estaba hecho y todo estaba tambien por hacerse. La obra, asi llamaba El Rabbi al Cuerpo, se hallaba entonces desde hacia quien sabe cuanto en un habitaculo oculto en el sotano de la sinagoga.
La Sinagoga, Atemporal. Ciertos mitos antiguos narraban que los dioses habian creado primero un espacio primigenio, una casa, un templo, y a partir de ese templo, como una piedra fundacional, habian construido luego la casa del universo. A partir de la tienda que contenia el arca se habia desplegado el enorme manto celestial cubierto de estrellas, y bajo ese manto todo lo demas. ¿Cuando, quien, habia levantado piedra sobre piedra para construir la sinagoga? Ya estaba alli, tan borrosa y difusa como la propia memoria del Rabbi.
Su pasado habia desaparecido hace años. Se habia esfumado como la forma original de las piedras que componian el campanario y el resto del edificio. ¿cuando, en que lejana juventud, habia llegado a esa aldea perdida, a ese pueblo oculto entre colinas, siempre brumoso, siempre ahogado en la neblina? ¿de que anchos mares o caudalosos rios habia llegado? ¿en que puertos habia descansado, que lejanas tierras habia conocido? ¿cuantos amores habia sufrido? ¿que valiosos amigos habia perdido en el camino? El viejo Rabbi no podia recordarlo. Todo ello se hallaba perdido, oculto tras una bruma tan impenetrable como aquella que cubria las casas y a veces amenazaba con descender y abrazarlo todo con su gelido soplo.
Siempre habia estado alli, si. El, el pueblo y la sinagoga se anudaban hacia el pasado como si fueran una misma cosa. La rutina, el rezo y el estudio de las diversas ciencias lo habian ocupado desde que era quien era. Quizas Hashem lo habia creado exactamente asi, tal como era ahora mismo. Sin pasado, sin infancia. Al Rabbi le gustaba adornar su condicion con estas reflexiones. Reia para si y el eco de su risa iba y venia por todo el Heikal.
En algun momento, es cierto, habia terminado la obra, el cascaron. Y al terminarla habia pensado que tenia que esperar. Pero ¿que era lo que habia decidido esperar? Una voz que era y no era su voz, y que parecia salir desde detras de su cabeza respondio por el: עֵת. Esperaba el tiempo señalado. Los dedos de su mente hurgaron en unos papiros inasibles. Su voz musito. Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora. Y la hora habia llegado.
Asi como El habia inspirado la chispa divina en Adam, asi el Rabbi debia insuflar tambien la chispa divina en el cuerpo. Asi y solo asi terminaria su obra. Luego descansaria.
Cada ente tiene su propia naturaleza. Y en la naturaleza de cada cosa esta lo que puede hacer y lo que no. ¿podria el Rabbi, siendo su vida como habia sido y siendo su naturaleza como era, comunicarle la chispa divina a aquel cuerpo de barro? Mientras bajaba las escaleras recordo a Aristoteles: oudèn dídōsin ho mē ékhei.
Segun el Libro de la Formación el embrion era siempre una sombra de su maestro. La chispa que iniciaba el fuego de la vida era solo suficiente para comunicarle movimiento y obediencia. No llegaba nunca a ser fuego, ni a arder con suficiencia. El embrion permanecia siempre en un estado mecanico. Por eso el Rabbi habia construido el cuerpo para que sea robusto y poderoso. Si no valia por su inteligencia, que valiera entonces por su fuerza. Fuerza y Obediencia, ¿acaso no eran tambien, o habian sido, antes, en sus años de juventud, sus dos principales virtudes? Asi habia sido, pensaba sonriente, antes de que el paso tirano del tiempo lo fuera desgastando. Ahora ya casi habia llegado al final de sus dias, y debia asegurarse que alguien o algo continuara con la proteccion de la sinagoga.
Paso a paso, sin apurarse ni retrasarse, llego al habitaculo y, tras manipular habilmente un mecanismo oculto, accedio al acotado recinto. El gigante de barro lo miraba de frente desde sus cuencas vacias. El Rabbi recordaba exactamente las palabras indicadas. las letras estaban trazadas en el lugar indicado, y solo solo faltaba agregar la Aleph al principio, y pronunciar el sagrado y secreto nombre de Hashem. La temblorosa mano del Rabbi trazo la letra y su boca quizo pronunciar el nombre pero, aunque lo sabia o creia saberlo, nada salio de su boca. Del nombre solo le quedaba una oscura sensacion. Lo sabia, lo habia sabido, habia creido saberlo, pero acababa de escaparsele. ¿se le habia ido al limbo, como su pasado, como todo lo demas? Una oscura sensaccion de horror lo invadio entonces. Quizo gritar, quizo proferir sonido, pero nada salia de su boca. Su garganta estaba cerrada. Las palabras, si alguna vez estuvieron, habian huido para siempre. Y entonces comprendio.
oudèn dídōsin ho mē ékhei.
Alguien, otro -¿Hashem? ¿ese que habia venido en barco, que habia atracado en puertos? - era el que habia dado la orden. Y El, mero eslabon de ese otro, era la pieza que aquella mano habia movido quien sabe hace cuanto. Toda su vida, su naturaleza misma habia consistido en acatar la orden. La tarea, por supuesto, habia sido imposible desde un principio. Si hubiera tenido inteligencia suficiente, El Rabbi se habria reido con la paradoja de una regresion causal infinita. Solo dios, despues de todo, puede crear como se debe. Pero de aquella chispa ya casi nada quedaba.
oudèn dídōsin ho mē ékhei.
Sintiendo que la oscuridad lo ganaba del todo, supo lo que tenia que hacer. Llevandose la mano a la frente, el Rabbi aparto sus polvorientos mechones y recorrio, riendo con una mueca muda, las tres letras de la verdad que llevaba en la frente. Mecanicamente borro la primera y volvio al polvo.