9 abr 2012

Dialogo en Plaza de Mayo

Fue en un dia de viento y en una Buenos Aires insoportable, en un tiempo inasible entre la tarde y el mediodia, cuando Micaela cruzo la Plaza de Mayo. La plaza estaba dividida como siempre, en vendedores de pochoclos y garrapiñadas por un lado y en vendedores de pulseritas, gorros, y pipas por el otro. Tambien en esos vendedores que colocan pequeños pedazos de tela con costuras sobre un pedazo de tela mas grande, cuadrado y sucio(le dicen ropa, los muy canallas), y desde luego, tambien en esos sospechosos comerciantes de alfajorcitos vencidos que nunca venden nada pero que estan presentes en las periferias de toda plaza centrica.
Micaela siempre bordeaba las plazas por su perimetro. No le gustaba cruzarlas por el centro, pues en estas zonas interiores polulaban casi siempre rateros de mala muerte y predicadores religiosos. Ademas habia siempre borrachos y demas truhanes, acobachados en los recovecos, siempre dispuestos a molestar con su miseria a cualquier traseunte. Plaza de Mayo era especialmente desagradable, pues a estos accidentes propios de toda plaza centrica, se le sumaban los campamentos socialistas y de todo tipo de protestas, las vallas antimotines que cortaban la plaza convirtiendola en una mole deforme y laberintica, que obligan  a realizar desviaciones ridiculas para llegar a uno o a otro lado de la plaza. No habia que olvidarse de las pintadas politicas, las banderas, los bombos y petardos (aditamentos todos que hacian parecer a la Plaza una enorme y vulgar trinchera).
Micaela miro panoramicamente la plaza mientras caminaba por uno de sus costados. La presencia policial era inexistente, y habia tres pequeñas manifestaciones juntas. Nadie entendia de que era cada manifestacion. A nadie le interesaba. La misma Micaela veia solo una molesta mezcla de ruidos y gritos vulgares. Odiaba haber elegido cruzar aquella plaza. La arquitectura de los bancos y de la casa de gobierno hacian aun mas grotesco el desorden de la plaza. La casa Rosada estaba tambien vallada contra los motines, lo que hizo que Micaela recordara los libros de Orwell y mostrase entonces su ironica sonrisa, amplia y hermosa.
Micaela era toda, ella misma, un ser Sardonico. Su risa y su sonrisa eran siempre desproporcionadas, desbordantes, llenaban no solo la cara y el espacio de su dueña, sino que emanaban llenando el aire a su alrededor. El animo de Micaela contagiaba, desordenaba al resto.
Al llegar a la mitad de la plaza se encontro con una de las tan temidas vallas. Paredes de acero enrejado que logran detener a los efectos de las causas pero nunca a las causas mismas. Mecanicamente doblo entonces a la derecha, hacia el interior de la plaza, abandonando Rivadavia. Habia quedado con Federico en el bar que estaba en la esquina de Moreno y Balcarce, por lo que debia Cruzar la plaza furiosamente en una diagonal apresurada. Micaela resoplo y aferro con mas fuerza el pequeño bolso a cuadros que llevaba. Tenia puesto un saco corto a cuadros azul y negro sobre una camisa blanca que asomaba sobre el boton desabrochado del saco, y tambien una bufanda negra. Un cinturon ancho, probablemente de cuero, en el que finalizaba una hebilla de bronce, la ceñia por arriba a de la cintura. Unas medias bucaneras y un bar de botas de cuero marron, casi hasta la rodilla, con finalizaciones en piel, finalizaban el conjunto. Micaela habia pensado colocarse, como ultimo detalle, una vieja boina negra que poseia, y que le daba ciertos aires, mitad a pintora francesa y mitad a activista de izquierda, "Una Tania mas, o una panfletista de la Uba, mejor no", habia pensado en una ultima y fugaz contemplacion en el espejo. Por lo que la boina quedo tirada sobre la cama desecha.
No sabia por que iba adonde iba y a ver a quien seguramente ya la esperaba. Federico era un ex compañero de facultad, de sus primeros y hace poco fallidos intentos de estudios de Abogacia. Se le habia insinuado varias veces, en el pasillo una, en la cafeteria otra, se acordaba. Y lo habia cortado ambas veces, se acordaba tambien. Le habia parecido un tarado, un pretencioso. Si, habia que ver que era lindo y nada tonto, claro que si. Esa falsa seguridad la molestaba, lo hacia quedar como un superficial. Por eso o quien sabe por que, nunca la habia atraido para nada. Despues vino la crisis, el replanteo, las salidas en dias equivocados, el abandono progresivo de las aulas, y el irreflenable odio nacido del desengaño, por una carrera que no era lo que le habian enseñado a pensar que era.
Pero ese sabado se habia levantado casi sin dormir nada. El viernes habia salido, habia pasado algo raro a la noche, algo que la habia dejado en ese estado extraño, mezcla de tristeza y soledad. Estaba molesta consigo misma por no haber sido mas pragmatica, y "pelotuda, mas practica tenes que ser". Esas cosas. Se habia acordado de Federico de la nada, y quizas no de la persona de federico, sino de la disponibilidad. Sintio la necesidad de esa disponibilidad, de algo accesible, practico. Es cierto que ella no lo conocia mucho, pero todo en el le habia parecido simple, acotado, practico, aburrido por lo dado. Era un chico mas del monton, ella lo tenia totalmente resuelto. Le habia mandado primero un mensaje:
"Fede, como andas. ¡Tanto tiempo!. Vine al centro a hacer algunas cosas y me desocupo a las cuatro. ¿Queres que nos veamos?. Mica."
Le habia parecido estupido poner su nombre. Ahora que se acordaba, el tenia su celular. No tenia manera de saber si el lo habia borrado o si se acordaba de ella, pero una oscura y malevola seguridad le decia que se acordaba de ella y de su numero. La respuesta no se hizo esperar. Dos mensajes mas y la cita estaba concertada. Asi de facil. Micaela tenia conciencia de si misma y de su alcance. Se consideraba bastante linda desde varios aspectos. Era alta, pero no demasiado, morocha, de tez oscura o tal vez olivacea, que llenaba un rostro que tambien podia ser catalogado de amplio o pleno, decididamente mas largo que ancho, con mejillas ni demasiado tersas ni demasiado llenas. Todo su rostro tenia una plenitud innegable, con una nariz prominente y unas orejas graciosamente alargadas. La frente quedaba permanentemente oculta bajo el largo flequillo. Lo mas destacable eran sus ojos, oscuros, inmensos, desbordantes. El negro absoluto, ontologicamente absoluto de sus pupilas conrastaba con el vasto blanco del resto de sus cuencas. Todo en los ojos daban la apariencia de una insondable pureza, de una pureza casi geometrica. El pelo, totalmente oscuro, lacio y muy largo, propio de una japonesa o una egipcia clasica. Aceptaba su propia nocion de si misma  con una callada humildad y con un silencio estoico. No era vanidosa con las palabras, pero si con otras cosas, como la vestimenta y las miradas. Mientras cruzaba la plaza se proyectaba a si misma en el Bar, ya hablando banalidades, ya mirando el reloj, ya aceptando propocisiones o bien rechazandolas, ya desplegando estrategicamente sus sonrisas, sus carcajadas, sus miradas esquivas o lascivamente directas, sus calculados desvios, fingida indiferencia, sus tanteos con frases de un sentido doble, triple, polisemantico. Habia desarollado esa magica facultad que es la autoconciencia, y que no es otra cosa que verse a si misma viendose. Conocia, por ejemplo, la normal expresion de su rostro serio, el cual expresaba por naturaleza a una persona melancolica y distante. Sabia tambien como modificar la mirada, la expresion de las cejas y el angulo del pelo, del cuello, del perfil, para mostrarse sensualmente lejana o incomodamente interesada. Sabia que bastaba una sonrisa para rejuvenecer algunos años, y hasta corria el riesgo de presentar una apariencia casi infantil. Recordaba, casi llegando al centro de la plaza, la cantidad de veces que habia tenido malosentendidos relativos a su edad. Pero entonces, succedio lo que Micaela tanto temia.
Se le acerco decididamente una mujer. Era una señora de unos cuarenta años, grande, cuadrada, de aspecto severo y varonil. Llevaba el pelo atado en una sola coleta y vestia un sobretodo marron claro que le llegaba casi a los tobillos. Micaela intento no mirarla a la cara y no pudo evitar pensar que "ese piloto es de hombre", pero la mujer del sobretodo se le planto directamente en frente y Micaela no tuvo mas remedio que detenerse. La mujer comenzo a hablar casi de inmediato. Su tono era monocorde:
- Hola, buenas tardes. Soy de la iglesia "Nuestra Señora de Fatima", y estamos realizando una colecta con motivo de colaborar con la tragedia del terremoto en Haiti. ¿Te gustaria Colaborar con uno o dos pesos? Lo que tengas... es a Voluntad.
Micaela penso que a voluntad no le daria nada a una mujer tan desgreñada y sospechosa.
- No, mira, no soy creyente yo-. La mujer la miro entonces con un gesto de compasion.
- Bueno, igualmente, no es cuestion de ser creyente, ¿Sabes?. Es cuestion solamente de querer ayudar-. La mujer se cuido bien de recalcar lo de "querer ayudar", y a Micaela le molesto que quisieran darle lecciones de humanitarismo. Algo en ella le reprocho lo idiota de su encuentro con Federico. Algo en ella buscaba una escusa para demorarse.
- Señora, no creo que con uno o dos pesos que yo le de se pueda ayudar a nadie. Ademas, disculpeme, pero se vive recolectando plata para toda tragedia que succede. Si uno quisiera colaborar con todas, no habria sueldo que alcanze.
- Nena - la Mujer del sobretodo adopto una expresion seria - uno colabora con lo que le importa. ¿A vos no te importa esa pobre gente? Bueno, a mi si. Me importan los menos afortunados-.
Micaela no pudo evitar una pequeña sonrisa. Sonrisa que seguramente turbo un poco los nervios de su interlocutora. La idea de "Menos Afortunado" le recordaba la mojigateria de los samaritanos. "Todos somos afortunados", se decia para si misma. "Algunos mas, otros menos, por que dios es bueno y dios creo todo, entonces todo es bueno. La compasion entonces como principio socialista".
- ¿A usted le interesa Haiti Señora? ¿Justo Haiti? ¿No cree que aca a la vuelta tenemos gente igual o peor que en Haiti?-. Micaela sintio haber puesto una ficha en su lugar. Le molestaba la hipocresia. 
- Me importa el Deber de la Caridad - Sentencio la Señora, Paladin de la mendicacion.
- Creo yo que la verdadera Caridad no esta en buscar ayudar a los demas, sino en buscar no ayudar.
- ¿Como? ¿Estas loca vos? Eso no es caridad.
- Si. Usted, Señora, pierde su tiempo-. Micaela volvio a lucir su sonrisa, esta vez maliciosamente. - Pierde su tiempo ayudando. Usted, sepalo, y tambien su iglesia, deberian buscar que no halla mas nadie que necesite ser ayudado. Esa es una misericordia mas autentica: Buscar que no halla nada por lo cual dolerse.
- Pero.. ¿No ves vos que nosotros buscamos justamente eso? La misericordia es ayudar al que..
- No.- Interrumpio Micaela - No, ustedes lo que buscan es compadecer, y que halla gente digna de su misericordia es lo que los mantiene despiertos. No voy a decir yo por que es asi. Tal vez eso les da poder, los pone por encima de esos que compadecen. Por ahi son unos perversos que se deleitan en el dolor ajeno, unos comediantes con una maligna benevolencia. No, señora, no se espante ni me insulte, por favor, que ya estoy cansada de verlos en cada plaza. Si. Ustedes quieren que halla desdichados para poder compadecerlos. ¿Como me explica sino que usted se compadezca por personas que ni conoce, ni vio, ni vera?-. Micaela puso los brazos en jarra y espero cualquier tipo de respuesta. Extrañamente, la mujer se habia calmado de repente, luego de que en el discurso de Micaela se hubiese puesto colorada y hubiese soltado algunos insultos por lo bajo. Ahora estaba palida a la vez que sombria.
- Mire, Señorita.. (Micaela noto el cambio de "Nena" por "Señorita", dicho sin duda con un odio helado). No se por que usted piensa tan mal... La Biblia nos enseña a aceptar las tragedias... A algunos dolores hay que aprobarlos, por que los manda Dios, y solo el sabe por que. Pero que halla que aceptarlos no signifique que nos guste que pasen las cosas que pasan. Yo no me duelo de las desgracias ajenas, y..
- Y si, ya se, aunque usted no se duela, Dios y San Pablo predican la ley de la caridad, ¿no?. Me dice usted que me esta pidiendo dinero por que dios asi se lo manda. Me parece muy bien o muy mal en realidad, pero si la caridad "desinteresada" me parece increible, una caridad por deber me parece ridicula ya .A usted algo la tiene que mover a estar aca todos los dias pidiendo monedas, no para usted, sino para gente que esta a miles de kilometros. Si, ya se, la palabra divina me va a decir.
- Si. Cristo vino y va a volver Señorita, crealo usted o no. Y cuando venga, solo los buenos y los justos se van a salvar. Los demas, los impios (y al decir esto, la señora aguzo la mirada en los ojos negros de Micaela) van a ir al infierno. La Salvacion depende de cada uno, por eso la Iglesia de nuestra señora de..
- Disculpeme que la interrumpa, pero usted esta aca por su propia salvacion. No me diga mas nada, que yo ya veo sus motivos. Al final, no son tan altruistas ni tan desinteresados como decia yo que no podian ser. ¿Ve?. Ahora nos entendemos-. Micaela metio su mano en el bolsillo de su saco.- Usted pretende que yo crea en su alma que compadece desinteresada de eso que compadece, pero su alma esta interesada en si misma. A usted, como a toda su iglesia, le interesa que halla miserables para ser compadecidos, para poder ser caritativos. ¿Por que esa perplejidad? Le pido por favor, acepteme eso.
- ¡No! Usted, Señorita, esta muy equivocada si cree que yo..
- ¡Señora! La interrumpo por ultima vez.- Dijo Micaela con una voz exageradamente cortes.- Quizas yo este equivocada. Por ahi no pueda entender que halla alguien tan bueno como usted. Pero tal vez, y digo tal vez solamente, tenga yo razon. Sea en ese caso o en este, tome, le voy a dejar dos pesos. Es bueno que la gente sea caritativa y (Una sonrisa de oreja a oreja volvio a poblar el aire) es bueno para nuestra salvacion personal que halla muertos de hambre y enfermos de cancer para poder ejercer nuestra caridad. Le dejo dos pesos: Un peso para la salvacion de su alma, y un peso para la mia propia, que la salvacion es un tema importante. Envielo asi y no sea desagradecida, que es pecado. Ahora que ambas somos caritativas con mi dinero, le digo buen dia y hasta luego.
La mujer del sobretodo se quedo parada en donde estaba, con el billete en la mano. Micaela le dio vuelta la espalda, y volvio por donde habia venido. De repente se le habian ido las ganas de verlo a Federico. "¿Llamarlo? No", se decia a si misma que "a ese idiota no vale la pena ni llamarlo ahora, ni volverlo a llamar. Se va a quedar esperando seguramente. Pobrecito.". Iba sonriendo sin proponerselo. Le gustaba tener el viento en contra. Despues de dar unos veinte pasos, se volvio, toda alta, arreglada y altiva, a mirar a la señora del sobretodo. Pero ya no estaba.

1 comentario:

Jora dijo...

Me gustó la publicación, como siempre!
Estoy de acuerdo con Micaela sobre su concepto de la caridad. Alguna que otra vez he querido decirle lo mismo a ciertas viejas samaritanistas… Dicho sea de paso. ¿Tenes el celu de Mica? ¡Jajajaja! Y sí, pobre Federico. Creo que Micaela, de tratarla más como un sujeto que como un personaje, le dijo a la vieja lo que se quería decir a si mismo. Por ese motivo se sintió como dando una limosna caritativa al citarse con ese Federico. Se dio cuenta entonces de su error y lo dejó plantado a Federico, que sería algo así como una versión amorosa de las victimas de Haití…

Mis saludos Maese!