4 jul 2012

El rejunte (Inconcluso)

El nombre de usuario y la contraseña se materializaron en los dos casilleros destinados, cada uno, a su dato correspondiente. Se meterializaron secuencialmente, impresos como por un golpe. Un golpe que mas que un solo golpe era un golpeteo sordo y tambien secuencial, de izquierda a derecha, desde otra dimension: La dimension del teclado. Y entonces, en paralelo, un tamborillero rapidisimo, casi mecanico, de stilografico, y un golpe espaciado y final. Entonces, con indiferencia, el accesso. Un parpadeo. Habia una nueva notificacion.
 - Una notificacion, ¡Que raro! - Exclamo mientras dirigia el mouse hacia una imagen en miniatura del globo, que aparecia resplandeciente, iluminada, llena de vida en un mundo palido y azul, un mundo de acero pulido, muerto o en descomposicion. En un segundo la pantalla se reconfiguro, mostrando una foto y un titulo. Un escalofrio le corrio entonces por la espalda, y casi se enderezo en la silla.
"Egresados de la Normal 10", decia el encabezado bajo el cual se desplegaba una foto tomada con una camara de rollo, de esas que se revelaban en las casas fotograficas y que eran ya en la epoca una reliquia. La calidad de imagen era facilmente distinguible. Paradojicamente, penso, las fotos de rollo tenian mucha mas vida a pesar de sus errores. Un reflejo de sol, por ejemplo, que empañe la foto o difumine un rostro, o una decoloracion propia del papel le daban a la foto mucha mas realidad, mucha mas sustancialidad que las que tenian las pateticas capturas en alta definicion de las camaras actuales.
- Que carajos... - La faz se le habia vuelto entonces ya mas sombria que de costumbre, y su cuerpo, ahora reclinado hacia atras en la silla, mirando fijamente la pantalla, casi se difuminaba en la tiniebla del cuarto. Ni una ventana abierta, ni una ventana levantada. El unico ruido era el que hacia el estoico ventilador de la computadora, sonido que parecia acompañar y evocar un pensamiento rumiante y cuchicheante que salia de la mente y de la boca. "Egresados de la Normal 10", volvio a mirar, y casi se rie. Realmente no podia creerlo. Una ola nerviosa nacio en alguna parte indefinida de su estomago, y en una espiral furiosa y arremolinada que duro apenas unos segundos, se expandio por todo su cuerpo y fuera de su cuerpo, llenando la habitacion de un todo nervio y un todo nausea, que finalmente se poso en las paredes y en las persianas polvorientas, dejando la habitacion presa de un silencio mas silencioso y de un frio aun mas frio del que hacia antes. Y entonces eso, un escalofrio. - Puta estufa, que falta me haces ahora. Ahora resulta que hay una reunion... - Su mirada se paseo entonces por la foto: Una formacion escolar de veintitantos alumnos. Mochilas, camperas entreabiertas, algun peinado raro. Una a una las faces iban siendo escudriñadas, con la correspondiente reaccion y evocacion de sentimientos, odios o indiferencias en su mayoria y un desprecio desprecio en los ojos celeste y la melena rubia de Aldana, y un odio particular la forzada postura de sergio.Aldana y Sergio eran dos puntos neuralgicos, dos agujas irritantes, dos epicentros en los que se concentraba su mirada perdida. Desde ellos, como si la foto fuese un grafico termico (y quien dice que en ese momento no lo fuese) se expandia lo personalisimo del odio representados por un ciego y vivo rojo, hasta los bordes mismos de la fotografia, marcados por un azul indiferente. El mismo se hallaba, enjuto y feroz al mismo tiempo, en estos margenes. Desde Aldana se extendia su nebolosa de amigas: La casi tan odiosa Sabrina Romero, la envidiosa y muy hipocritamente aduladora de Jimena Echegaray (Todo un apellido de aduladores, penso) y otros perros no tan cercanos pero no por eso menos serviles: Monica (neurotica, mosquita muerta) Marlene (¡Flor de puta, y encima con ese nombre tan falso, tan hollywodense! ¿quien era el padre, un leñador borracho emigrado de Kansas City?). El sistema solar de adolescentes que rodeaba al carismatico Sergio Pínola (Bufon, cerdo despreciable, ect) era tambien una zona anaranjada. Todos perros, serviles a su lider, atleticos, jugadores de futbol, andadores de motos, todos reidores natos, impulsores de chimentos, de riñas dignas de una primaria.
Leyo los pocos y desordenados parrafos que habia escrito la redactora de tal espacio (Monica, claro, cuando no. La muy insipida seria abogada o cucaracha de alguna abogada o abogado. Se la imagino entonces cabalgando sus buenos kilometros en las camas de algun estudio juridico. Un plan trazado cuidadosamente, por años, solamente para llegar a una supuesta reunion, y por eso habia creado tal espacio, para llegar a esta reunion y poder presentarse como la "señorita asistente" de alguna importante firma de cuervos). Era completamente logico, hasta esperado. Si a el mismo no se le habia ocurrido en esos años la obviedad de un plan tan cantado, tan grosero (pero no por eso menos terrible, menos condenable) era por el hecho mismo de su simplicidad. Esa simplicidad, como la simplicidad de los venenos o la simplicidad del paso del tiempo, se le habia escapado. Ahora se encontraba irremisiblemente atrapado en aquella trama ridicula. Era sin dudas de mal gusto. Reclinado en la profundidad de la silla, suspiro molesto. Releyo ahora con un poco mas de atencion, con animos de juez competente y malicioso, la estructura de esa media docena de pequeños parrafos (horribles, desorganizados, llenos de errores sintacticos y semanticos, pensó). Incitaban, con unas formas mitad nostalgicas, mitad divertidas, a la reunion. Intención que ya quedaba clara en el titulo, por lo que esos parrafos, completamente inutiles, no tenian otra intencion que (y esto era obvio para el) demostrar la hidalga hipocresia del espiritu nostalgico y amoroso de la autora.
La rueda del raton, atada por misteriosos mecanismos a las placas tectonicas de ese misterioso universo nebuloso y indeterminado, forzo al mundo a rotar hacia abajo y gracias a esto pudo ver la docena de frases que varios de los invitados (Jimena, Marcos, Dario, Y los infames Sergio y Aldana tambien) dejaron inmortalizados, todos en franca predispocision a su asistencia, ya fijada con lugar y fecha en los molesto parrafos iniciales. Una miniatura, dificilmente distinguible, mostraba algo que parecia una cara sobre una musculosa blanca, y sobre el cuello (lucia quizas un fantasmagorico collar barato) rasgos felinos (si), una sonrisa amplia (Aunque era demasiado chica la miniatura, y no era habitual una amplitud tal en su sonrisa), dos puntos negros y una mata de pelo negro y enrulado.A la derecha de la miniatura, aparecia un nombre felizmente conocido a la vez que tristemente olvidado: "Luana Lavrentakis".
- Luana, mira vos... - Se limito a decir, intentando mantenerse (¿para quien, ¿por que?) al margen de la creciente ola de tension que surgia en otra parte de su ser, en una parte muy distinta, diametralmente distinta y opuesta a la otra en la que aun manaba el rojo termico que emanaba de Aldana y de Sergio. Manipulando la rueda de las cuerdas aureas, volvio a ver la foto inicial. Se encontro con el mismo sentimiento desagradable en uno de los margenes, de un gris sin importancia, e inmediatamente vio a Luana en el margen opuesto de la imagen, casi contra el borde invisible del recuadro en donde se terminaba el universo de la Normal 10, en el partido de Coghlan, y comenzaba el mundo atemporal de un azul palido. Habia terminado de vivir en el caotico primer universo a vivir en ese mundo muerto y ridiculamente ordenado pero ordenado al fin. ¿A cual de ellos, o a cual otro, habia ido a parar Luana?. Volvio a enfocarla: Seria, sin la sonrisa de la miniatura, extraña, griega (el apellido, claro, "La griega", ¿Solo el habia leido a Dumas?) Penso en esa otra griega, delicada, misteriosa, callada, sin decir nada y con todo para decir. En eso quizas sea parecian una y la otra. Una sensacion de estupidez, de fastidio, de incomodidad, lo tomo por sorpresa. Pese a esto persistio en la contemplacion de la Luana del universo Coghlaniano, distraida, mirando de frente, los mismos ojos negros y de pajaro que veia a a vez, bidimensionalmente, en la miniatura. Estaba, como el, en el mismisimo filo de la foto, como queriendo saltar, como estando por obligacion, como a punto de desbordar de tal imagen. Pero, termicamente, habia una diferencia: Mientras que el era un gris uniforme, Luana era una mezcla de azul claro y azul oscuro. Lo unico Azul, y "Que raro". ¿Que decia la Lavrentakis?. En una escritura que, pese a no tener en realidad ningun error, no era sustancialmente diferente de las otras, noto el muy correcta y pulcra, anunciaba, sin pompa pero tambien sin austeridad, su misteriosa asistencia al evento.
Ahora, con este ultimo giro, todo habia tomado un nuevo giro. Veia que si bien el caracter despreciable y maligno del evento no se habia modificado (pues no podia ser menos que una trampa) tenia, por otro lado, el componente Bizantino de Lavrentakis, su pelo enrulado, su aura misteriosa, sus ojos negros.
- Pero no. Es estupido, una completa pelotudez. Que se vallan al carajo, si-. Era definitivo, y sin embargo, penso tambien que era una canallada, una cobardia no asistir. No iba a darles el gusto de que despotricaran contra el en su ausencia, de que se creyeran tan vivos, ellos, esos seguramente supervisores y putas de los mas variados generos. No cabia otra opcion, pues el resultado de un numero elevado a una potencia esta determinado de antemano, sea cual sea la potencia. Los iba a callar a todos esos Simonov's y Farfetchkin's y, ¿por dios, quien recordaria tales apellidos?. Dejo entonces el tambien, con una risa malevola, producto de su pensamiento comparativo entre sus intenciones y las de Monica, su epitafio metalizado, firma incuestionable que no solo prometia, sino que garantizaba, determinaba su presencia en la hora y fecha fijada. Volvio a mirar, con una inexplicable rapidez, la miniatura de Luana, y tras soportar la tentacion de amplificarla, se levanto de la silla y se tumbo, vestido y todo, en la cama.
Durmio poco y mal. Se levanto, y el zumbido de los ventiladores llenaba todavia el aire. La pantalla habia quedado paralizada en el mismo lugar en la que la habia dejado, y tenia una molesta sensacion de algo punzante en algo rincon de su existencia. Cosas como imagenes, o intentos de imagenes, un patio, una calle, una noche de mucho calor, y entre esas imagenes (que no cabia asegurar fuesen sucesos, pero que no podian ser tratados de otro modo) habia lapsos de tiempo inatrapable. No habia organizacion lineal (esto es algo que descubrio entrecerrando los ojos y como tanteando con algo en otro algo) entre dichas imagenes, y al pensarlas o evocarlas, giraban presentando diferentes ordenes. Se sento entonces en la silla y casi sin pensarlo, como un automata, obedeciendo quizas a alguna de esas combinaciones o a un capricho de su subconciente, manipulo el puntero, expresion misma de su voluntad, y amplio la miñatura de Luana. Este hecho le produjo, en los pocos segundos que le tomaba a esa otra dimension llevar a cabo la conflagracion universal, una mezcla de asco y alivio. Pese a su obstinacion inicial, no pudo resistir el peso de su curiosidad y  despues de solo unos segundos de estoica resistencia, se entrego al vortice de la contemplacion de la nueva Luana, que existia en ese mundo plano y mudo, pero que prometia (y eso era lo importante) ser la embajadora de otra griega de rulos azabaches y revueltos, existente en el mundo de los sonidos y los colores vivos. El resultado hubiera sido un goze si no fuese por que el mantenia la actitud despectiva en todo momento. Habia habido una proporcion mantenida, una escencia que se habia desenvuelto (no desarollado, no potenciado, no convertido en abogada o en estudiante de comercio, no en madre primeriza) con una misteriosa naturalidad. Los mismos ojos, casi la misma boca, y el mismo pelo y no el mismo, ya que el largo habia aumentado considerablemente, pasando ligeramente los hombros, aumentando prodigiosamente en volumen y en luminosidad. Todo un craneo de un brillante onix, en el que flotaba un aura que vibraba del brillante jaspe al tranquilizador jaspe. El onix siempre da una cantidad de matices inabarcables. La musculosa blanca era en realidad (se veia ahora a simple vista) una remera de manga corta, que parecia tener una inscripcion ilegible. Y era ilegible por que desafortunadamente los entes del mundo azul eran limitados, eternos, inmoviles, siempre identicos a si mismos como las Eidos Platonicas. "Es una lastima" - Penso - "que la foto se acabe a la altura del busto". Los ojos eran la expresion de ese desenvolvimiento de la naturaleza, las pupilas conservaban el color de las huris consagradas a Bastet, el color que tanto lo habia fascinado, el color por el que tanto habia leido, una y otra vez, las descripciones de Lady Ligeia.
Noto entonces que el globo terraqueo resplandecia nuevamente, y ese hecho lo llevo a la lectura de nuevos epitafios colocados bajo el suyo, unidos ahora temporal y espacialmente al suyo. Dos seres insignificantes que vagamente recordaba, certificaban sus negativas al encuentro. "Mejor asi, mientras menos tenga que ocuparme de indiferentes, mas tiempo voy a tener para darle su merecido a los que realmente se lo merezcan" . Este y otros pensamientos comenzaron a desfilar y a intantar una especie de danza circular, pero   el ya conocia la manera de detener tales danzas. Volvio a tumbarse en la cama, y se decidio a esperar a que sencillamente llegara el dia del encuentro.

Ese dia no se hizo esperar mucho. A quien no tiene ocupaciones u obligaciones de medir el tiempo, la realidad es solamente un conjuntos de hechos, de succesos aislados, y entre esos sucesos se halla el tiempo, tiempo que casi siempre es en el mejor de los casos una pura nada, y en el peor de los casos una espera que puede ser muy nociva tanto como muy provechosa, dependiendo del animo del que espera. En el caso de nuestro heroe, tales lapsos eran casi siempre una pura nada, o a lo sumo, una serie de minutos colmados por succesivas inventivas para engañar a la conciencia de ese nada, con el solo objetivo de acortar los lapsos.

1 comentario:

Jora dijo...

Casi me siento identificado con este héroe...
Por suerte por ahora todavía no me invitaron a esas reuniones miserables e hipócritas.