7 ago 2012

Contra la idea de Destino


Para hablar de destino, tenemos que hablar en primer lugar de tiempo. La concepción de "Destino" esta indisolublemente ligada a la concepción lineal del tiempo, es decir, a pensar que el tiempo es algo así como una línea que va desde el pasado y hacia el futuro. Pensando en estos términos, decimos que hay un pasado, un presente y un futuro. En donde hay un movimiento de un punto X a un punto Z, puede hablarse de progreso y de finalidad. Así, puede decirse que Z es el destino de toda A que parta de Z. Esta organización o manera de pensar el tiempo es un craso error. Acepto que es muy útil a la hora de organizar nuestro día, nuestro mes, nuestro año, la historia universal en fechas acumulativas, años que se incrementan de uno en uno, y, en fin, para organizar la vida. El tiempo lineal es una herramienta similar a una regla. Medimos un trozo de madera y decimos que mide un metro. Pero en realidad el trozo de madera no mide nada, y solo le aplicamos una medida para poder determinarlo con fines a nuestros fines, para tornarlo mas fácil de manejar. Igual caso se da con el peso. Si miramos la naturaleza con una óptica no antropocéntrica, vemos que la verdadera organización del tiempo es el círculo. El tiempo es cíclico, como las estaciones, como la vida y la muerte, el día y la noche, la salud y la enfermedad, la humedad y la sequedad, y los invariables movimientos circulares de los cuerpos celestes. La idea de un tiempo que se acumula y la idea de una propósito al final de esa supuesta línea, y digámoslo de una vez, la idea de un destino, es una pura invención humana, provechosa de modo utilitario, pero no por eso real.
No hay pasado, no hay futuro, no hay tiempo lineal. Solo hay presente. El único tiempo existente es el instante presente que retorna eternamente: ahora, ahora, ahora, ahora. Un segundo eterno que viene y viene y viene, llega llega y llega, se va y vuelve por el polo opuesto, gira. La organización del tiempo es circular, y las concepciones lineales de pasado y de futuro son solo formas de entender el instante presente, que es lo único que realmente existe. Lo único que hay en todo momento es el ahora, el instante, el segundo que corre. El tiempo es un fenómeno que se da en el espacio, y el espacio, todo el espacio, se da en el presente. Ese segundo es siempre el mismo. ¿Por que habría mas de uno, con que necesidad? Hay que acostumbrarse a preferir las explicaciones simples a las complejas. Algo que es posible explicar satisfactoriamente con un solo concepto, es inútil explicarlo con dos. Economía de recursos o, como dice el dicho: Si lo bueno breve, dos veces bueno.
Pensemos en el pasado. ¿En donde se halla? ¿Esta en sitio alguno? Solo en nuestra memoria. Pensemos ahora en el futuro: Mismo caso. ¿Donde se halla más que en nuestra imaginación? Decimos que el pasado “paso”, y que el futuro "viene". Meros errores provocados por la lingüística, confusión de la declinación verbal con la verdadera realidad de las cosas. Si el pasado realmente paso, no existe en ningún sitio, pero como podemos hablar de el, no obstante no ha terminado de pasar, sino que esta pasando constantemente. Igualmente con el futuro, el cual, si realmente viene, no existe tampoco en ningún sitio. Pero como podemos hablar de el (incluso algunos afirman poder conocerlo en el presente), entonces no seria descabellado pensar que ya esta aquí. Lo que no ha terminado de pasar no es realmente pasado, y lo que esta aquí no es realmente futuro. Ambos convergen en el instante presente, y no solo convergen en el, sino que son por el, gracias a el, puras especulaciones o imaginaciones acerca de el. Queda demostrado entonces que tanto el pasado como el futuro son formas de ver el presente, y que ese mismo presente es siempre el mismo instante. Que ese instante no “pasa” a ningún sitio ni “viene” de sitio alguno, se deduce de la imposibilidad de que algo exista por fuera de la existencia. Y como todo lo que existe, sea el hombre, dios o el universo entero, existe en el presente, luego por fuera del presente nada existe, ni el espacio ni el tiempo. ¿De donde podría venir el instante siguiente mas que de si mismo?. Vemos claro ahora que el instante es solo uno y siempre el mismo. Y es que, dada la imposibilidad de otro instante que este, el transcurso del instante presente equivaldría al cese de la existencia universal. El problema del tiempo se complejiza cuando queremos pasar a determinar eso que hasta ahora he referido con la palabra “instante” o con la expresión “instante presente”. ¿Qué significa? Significa el tiempo activo, el tiempo que esta ahora en existencia, algo así como la conciencia inmediata del existir. Pero, ¿Cuánto dura el instante, cuantitativamente hablando? ¿un segundo? ¿un milisegundo, o un microsegundo tal vez? Parece ser que, al menos teóricamente, el tiempo, del mismo modo que el espacio, y ambos por la misma razón, es divisible hasta el infinito. Por suerte, el problema de la exactitud es enteramente nuestro, y nada tiene que ver con el tiempo en si, puesto que si como vimos el instante es único, y se repite eternamente girando de un modo circular sobre si mismo, entonces no tiene sentido saber “cuanto tiempo” es un instante, porque esto tendría sentido solo si hubiese otros instantes; Y del mismo modo que conocer el centímetro nos es útil si existe el metro, y que conocer el gramo es útil con respecto del kilogramo, así también conocer la medida del instante seria útil solo si este pudiese medir una unidad mayor. Tal es el sentido del segundo en el tiempo lineal. Si todo el peso del mundo es un gramo, no tiene sentido conocer cuanto pesa un gramo, sino cuanto pesan sus subdivisiones, ya que la idea no es conocer el cuanto del todo, sino medirlo y fragmentarlo para controlarlo y aprovecharlo mejor. El conocimiento de la exactitud de una medida nos sirve solo si podemos multiplicar esta medida para encontrarla en el mundo real, y así medir el mundo mismo. Dicho de otro modo, conocer el gramo es útil si todo esta compuesto, respecto de su peso, de muchos gramos, es decir, tiene sentido si hay otros gramos. Conocer el centímetro nos es útil si hay otros centímetros, y conocer cuantitativamente que es un instante nos es útil solo si hay otros instantes. Pero no hay otros instantes, sino que como ya vimos, hay solo uno, eterno, giratorio, y como único que es, total. Si el tiempo se mide en una unidad y esa unidad (unidad indeterminable) es el instante, y el instante es uno, luego ese único instante es la totalidad del tiempo. Y si el instante es la totalidad del tiempo, entonces poco podría interesarnos conocer su cuanto, y nos contentamos con saber que su valor es el del todo. El tiempo es entonces instante, todo, uno, indiviso, inseparable, único, propio a la vez que cualquiera, inviolado, e indisoluble, puesto que disolver el tiempo seria equivalente, como ya vimos, a negar la existencia. Pero las cosas existen, y entonces el tiempo también. Por otro lado, aun si nuestra curiosidad fuese enorme y estuviésemos interesados en conocer la cantidad exacta del tiempo o, dicho en parábola, deseáramos conocer “cuanto mide el instante”, esto no seria imposible en la practica. Y es que no podemos medir la totalidad del tiempo (y el instante es la totalidad del tiempo, como ya se vio) por la misma razón que no podemos medir la totalidad del espacio. Y esa razón es, a saber, la siguiente: Es necesario para medir que el que mide este por afuera de eso que se esta midiendo. Podemos medir un espacio determinado, por ejemplo, el perímetro de la plaza San Martín, por que estamos físicamente separados de ella, fuera de ella. Si bien es cierto que compartimos el mismo espacio, naturalmente continuo, pues cualquiera puede llegar hasta ella desde cualquier punto en el universo sin que la distancia conlleve hablar de un espacio diferente, también es cierto que considerando la plaza como una entidad finita, esta se encuentra espacialmente distinta de nosotros dentro del espacio en si. Como estamos por fuera de ella podemos medirla en relación con el resto del espacio conocido, según una unidad de medida espacial convencionada. En cambio, no podemos medir la totalidad del espacio. Y no por que esta sea infinita (teoría además lógicamente indemostrable) sino por que deberíamos estar por fuera de la totalidad del espacio. Del mismo modo, deberíamos estar fuera del tiempo para medir el tiempo, y esto tan imposible como el estar fuera del espacio.
Entonces: el pasado es nuestra conciencia del instante, conciencia del “todavía”, y el futuro es nuestra especulación de que el porvenir se dará regularmente, nuestra conciencia del “otra vez”. Especulaciones muy útil para fijarnos metas y para dormir tranquilos, pero no por eso menos especulación, puesto que nada asegura que el sol siga saliendo regularmente.
Es una cosa muy cierta que el pasado solo existe en tanto lo recordemos (¿pues en donde estaría sino en nuestra memoria?) y que el futuro solo existe si lo imaginamos. Ambas cosas existen dentro de nuestra cabeza, y nuestra mente es solo una virtualizacion de nuestro cerebro, cosa muy física y real, el cual existe montado en una medula espinal, injerta entre músculos y huesos, todo un conjunto muy material, muy real, muy lejos del reino de las abstracciones. Por todo lo dicho, queda comprobado que el pasado y el futuro son solo modos de entender el presente, queda comprobado que existen ambos solo en el presente, que dependen del presente como la mente depende del cuerpo físico, y que habiendo solo presente, muy difícilmente pueda existir nada predeterminado, puesto que debería estar predeterminado en algún sitio. Tal sitio no puede ser un sitio futuro ni un sitio pasado, y debería ser entonces, descartada la linealidad de la dimensión temporal, necesariamente un sitio que existe en este instante, es decir que existe ahora mismo, en un espacio naturalmente continuo pero físicamente otro, espacialmente otro.
Dijo Nietzsche que "en ultima instancia no se tienen vivencias mas que de uno mismo", es decir, que si uno es violento, siempre vivirá situaciones violentas, y que si uno es tranquilo, pues vivirá tranquilamente y que, al final, cuando uno tiene ya una personalidad formada, se vive mas a si mismo que a los demás. Cosa muy aceptable, puesto que en todo momento estamos con nosotros mismos, aun estando solos, no podemos dejar de ver y de pensar el mundo con nuestra óptica propia, dejar de escuchar según nuestra interpretación, y de emitir juicios puramente subjetivos. El destino podría ser entendido como el resultado de nuestra personalidad, de nuestro "yo", en un eterno devenir, en un azar, pues sepan que la ley que gobierna el universo no es la del orden, la del cosmos, sino la del caos y la del azar, de la cual el orden no es sino el heroico esfuerzo del ser humano por ordenar esa desorganización de mil demonios, ese desbarajuste universal, esa ciega anarquía que es la existencia. Una personalidad constante seria algo así como el resultado de una variable predefinida, programada para comportarse de tal modo, en un entorno de millones de variables aleatorias e ingobernables. Todo concepto de un Dios unitario o de un Universo entendido como una gran inteligencia cósmica, con una voluntad única, teleológica y racional es una ficción económica realizada por el hombre para imponer una visión que hiciera mas fácil instrumentar una existencia ordenada a un universo que por si mismo es natural (permítaseme aquí oponer pedagógicamente el termino humano al termino natural), múltiple, contradictorio y caótico. En el mejor de los casos esta acción podría verse como una transpolacion que el hombre realiza de sus propias categorías (lógicas y solo artificialmente necesarias para su conveniencia) hacia o sobre la naturaleza, la cual no es por si misma de carácter antropocéntrico, ni tiene miramientos alguno con la conveniencia del hombre, y ni siquiera con supervivencia.
No hay regularidad en la naturaleza, sino una regularidad en la percepción humana para captar ciertos aspectos de la naturaleza, y toda ley no es otra cosa que una obstinada, sostenida y sistemática ignorancia de las excepciones. Quizás se me pregunte que de donde viene esa regularidad en la percepción humana, ya que como la percepción humana es el resultado de los órganos sensibles, y los órganos sensibles son el resultado de una evolución de la naturaleza, entonces la regularidad en la percepción humana podría derivarse de la regularidad de la naturaleza, con lo cual probaríamos que, contra lo dicho antes, si habría una cierta regularidad en la naturaleza. Pero esto no es cierto, y no hay tal regularidad. La regularidad en la percepción humana se explica no como un derivado de la regularidad natural, sino como el resultado de la adaptación del ser humano a la irregularidad de los fenómenos, del mundo exterior, y de la naturaleza misma. Esta regularidad puede ser fácilmente explicada como el efecto ultimo de un mecanismo de conservación, supervivencia y hasta evolución, el cual se da en el hombre con motivo de facilitarle a este la existencia en un medio hostil. De cierto modo, la regularidad seria también, inevitablemente, natural, pero su naturaleza seria de una especie posterior a la naturaleza propiamente dicha, un derivado, una producción, algo que podríamos llamar “segunda naturaleza” o “humanidad” sin miedo a equivocarnos. Claro que la razón de la conformación de esta segunda naturaleza no puede ser el resultado de un cambio en la mecánica eterna y circular sobre la cual se monta la naturaleza anterior, que es siempre ella misma, ni puede ser tampoco ninguna rebelión de una naturaleza ajena, si es que nos consideramos en línea con esta primera naturaleza, sino que debe ser vista de un modo gnoseológico, a saber, como una óptica particular que tiende a querer ver la permanencia dentro del cambio. Dicho error puede ser bien atribuido a una falencia en la voluntad o en la capacidad psicológica (o mejor dicho, en su madurez) del hombre, visto este como un novicio en su papel de especie dominante, o bien puede ser producto de una natural incapacidad de nuestros sentidos para captar la dinámica real que no solo subyace, sino que también conforma y de cierto modo “determina” (si es que se me permite la palabra, y por eso mismo agrego las comillas) cada fenómeno externo.
No habiendo mas que un eterno instante, y sin discurrir con mas detalle sobre la naturaleza del tiempo, y comprendiendo también la naturaleza caótica e indiferente del universo (pues si algo tiene lo que llamamos naturaleza es esa maravillosa tendencia a ser indiferente a nuestros pensamientos, necesidades y aburridas categorías racionales), queda solamente clarificar eso que conocemos como "personalidad" o como "yo". Espero, querido lector, que no me crea demasiado temerario al poner en duda también la seguridad, la unidad de la personalidad como algo numéricamente uno y siempre idéntico a si mismo. Por ejemplo, digo normalmente que yo, Sebastian, he madurado o he crecido o me he vuelto mas inteligente o mas estupido o cualquier modificación del carácter. ¿Es esto cierto? Decir que yo he cambiado es decir dos cosas en una. Cuando digo esto quiero expresar que en mi persona, entendida como un todo, hay una parte que se modifico. Pero al decir esto, digo también implícitamente que hay una parte que se conserva igual. Pues si digo "Yo" significa que sigo manteniendo una identidad que me conserva como el mismo, el mismo aunque distinto. Si acepto que al cambiar una parte, cambia también la identidad del todo, entonces no puedo hablar ya de un Yo, y tampoco entonces de una personalidad propia de ese yo. Si el yo cambia continuamente, no hay continuidad entre los diferentes yoses, los cuales cambian constantemente y sin detenerse, y mi propia personalidad, y digo "propia" solo por cortesía, seria algo tan dinámico y además tan impersonal o, mejor dicho, tan multipersonal, que difícilmente podrían las decisiones tener continuidad entre el yo de hoy y el de mañana, lo cual me lleva sinceramente a dudar del sentido de los objetivos que tan gallardamente nos planteamos día a día. También existe la posibilidad de que halla algo dentro de mi personalidad que se mantenga constante, cierto nucleo inmutable que permanece mientras que la periferia de mi personalidad es la que deviene y muta. Refutar esta postura de un nucleo de la yoidad o self requeriria extenderse mas de lo que este articulo se propone, pero puedo aventurar dos problemas con los que esta postura se topa. En primer lugar, si esta parte que no cambia es la parte mas importante, el nucleo, debe ser a su vez la parte mas activa de nuestra personalidad, la parte que decide y que influye sobre el resto. Al ser la parte mas activa, es la parte que mas se ejercita sobre las otras conciencias, y a su vez debe ser la parte que mas es influida por los otros núcleos. El desgaste o la evolucion se dan en primer lugar en las partes mas activas del todo. Es de creer entonces que, de darse algún cambio en la personalidad (y la realidad nos muestra que si se dan) este cambio se daria en la parte mas activa, y esta parte es la mas importante de nuestra personalidad, puesto que todos estamos de acuerdo en que el yo o la conciencia es la parte mas propia dentro de la estructura psiquica del individuo. En segundo lugar, si tal nucleo o yo central es completamente identico a si mismo y no esta sujeto a cambio, entonces este nucleo deberia ser por fuerza innato, ser una personalidad o una semilla de personalidad determinada desde el nacimiento. Concepto que nos acerca mucho al de Alma. Cabria preguntarse en estos casos por la funcion de la educación y la formación en un universo en donde el alma inmortal e inmutable de cada uno determina a priori nuestra forma de ser, sin capacidad alguna de ser influida por la experiencia externa o por el azar. No obstante, un nucleo tan petreo que no estuviese jamás sujeto a cambio es mas una ficcion propia de la negacion de la realidad, el hecho por excelencia del pensamiento racional, que un dato extraido de la realidad empirica. Pocas cosas hay mas variables que el carácter. Como dijo Sartre, “Yo es otro”. 
 Tal vez sea todo esto demasiado atrevido, pero la biología misma parece sugerirnos este camino al mostrarnos que nuestras células se destruyen constantemente, dando espacio a nuevas células que, aunque idénticas a las anteriores, nada tienen que ver con estas. Con solo pensar que actualmente, no tienen ustedes ni una sola célula que la que tenían cuando eran un embrión, y que tienen menos del 15% de las células que hace dos o tres años, muestra mas claro lo relativo del "Yo". Tanto en el macrocosmos como en el microcosmos, reina la multiplicidad, el azar, el desorden y el sinsentido. El orden es solo un estado de transición, un sueño, y las categorías humanas solo son un sueño dentro de otro. El universo mismo tiende al caos. La voluntad del universo, y digo universo para no decir de los infinitos átomos en movimiento, sin unidad ni fin alguno, es la entropía.
De hecho, la fisica cuantica nos ha demostrado ya que el atomo mismo es, en cuanto a – tomo (ente indivisible, simple y no compuesto del cual se componen los demas) una mentira. Las mismisimas particulas sub atomicas han demostrado también no ser las tan ansiadas “particulas elementales”, los sujetos últimos, y asimismo paso con los quarks. Al llegar al nivel molecular seguimos viendo aun organización, y parece mas sencillo aceptar una solucion de continuidad forzada y ridicula, como la prohe hyle Aristotelica a un hallazgo real de una particula simple, constituyente. Toda unidad es una ficcion del pensamiento racional, y la necesidad misma de la unidad para comprender el mundo no es otra cosa que la optica propia del hombre. Toda optica no es mas que una vista en perspectiva de un objeto. El objeto permanece, en cuanto objeto y como tal, eternamente oscuro para nosotros. Todo ser compuesto presupone un o unos componentes mas simples que lo constituyan, pero a su vez, la existencia misma (y con ella la vida, que no es otra cosa que una rara infección de esta ultima) es identica a la organización. Por lo que hallar un sujeto realmente simple y realmente uno es no solo una contradicción, sino un imposible.
Lo repito: la voluntad del universo es la entropía. Todo lo dicho anteriormente, mas allá de su fuerza dialéctica, téngala o no, es fácilmente comprobable en la realidad diaria. La entropía o tendencia al caos reza que dada una acción, los resultados posibles tienden a ser lo mas lejanos posibles al estado inicial del que partió la acción. Es decir, cuando algo sucede, el estado de ese algo se desintegra, cambia, muta. Esto es lo mismo que decir que el universo tiene al desorden, al caos. La vida del hombre es esa comedia en la que trata de ordenar una cosa mientras a sus espaldas se desordenan 2. Pero la fuerza del universo y las ganas de esos átomos a desparramarse sin orden alguno, ganas que obedecen a una fuerza ciega y al parecer constante, terminaran al fin triunfando.
Si desean ustedes probar que realmente el universo tiende al desorden, les propongo un sencillo experimento. Tomen un pilón de hojas de algún cuaderno, bloc, resma o anotador. O mejor, un mazo de cartas. Sosténganlo en la palma de su mano. Obsérvenlo, atiendan al orden del rectángulo compuesto de finas láminas. Ese es su estado inicial, ordenado por el hombre. Ahora sencillamente tiren ese mazo hacia arriba. o suéltenlo. O póngalo cerca de un ventilador. En fin, aplíquenle a ese mazo cualquier fuerza. Cuando arrojen el mazo hacia arriba, este subirá y luego bajara, presa de la fuerza G. Seguramente, el mazo se desparramara por el piso siguiendo un orden aleatorio. Si el universo obedeciese a una regla racional, el mazo de cartas debería caer ordenado.

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