8 ago 2012

Drozdova

Las librerias y el viento frio del centro. Apologia de Buenos Aires un dia de viento, un frio y (quisiera, buscaria que fuese) solitario dia de invierno. O el patio de la Facultad. Si, ya lo se: Escribo esto solo para mi. El patio circular, con forma de agora, con forma de anfiteatro, con gente y con el mismo frio y la misma soledad, el mismo silencio y tambien los mismos libros hablando de libros y las personas hablando de personas. ¿y por que, y para que, esa necesidad de vagar, de polular, de girar?.
Bueno, es sencillo. Me gusta la sensacion de ser un desconocido entre millones de desconocidos, de ir viendo y mirando sin detenerme en nada, o de detenerme sin que nadie se detenga.
Es verdad que los libros hablan de libros. Eso es algo bueno. Lo malo es que los libros no contestan. Y si contestan, tienen ese problema que decia Platon. Las personas en cambio, contestan siempre. El problema con las personas es que casi nunca hablan de libros. Y cuando el que habla de libros soy yo, las personas me contestan casi tan poco como los libros. Las personas pocas veces tienen referencias o notas al pie.
¿Que haria si no hiciese lo que hago? Estudiaria fisica, o economia, o teologia. Jamas trabajaria, jamas tendria una mano como la que decia Rimbaud. Aunque el si tuvo una mano, o dos. Pero tambien tuvo una sierra. Si bien yo no tendria una mano ni dos, tampoco (creo) tendria una sierra. Aunque hay veces que no se, hay veces en que pienso que podria tenerla.
Como cuando el viento esta ahi afuera y se escucha la lluvia golpear contra la pared y el sordido techo, y uno la ve a ella tan frivola, y se escucha un trueno terrible y dionisiaco, de la ventana hasta la darsena, ahi pienso realmente que no estoy haciendo nada, que todo deberia ser total o no ser totalmente, y quisiera entonces tener una sierra. Pero tal vez quiera tenerla por que no la tengo. No. Definitivamente odiaria tenerla.
Hace unos dias iba caminando por avenida Cordoba, creo que era Cordoba. Yo queria que fuese Juramento, tenia ganas, como siempre que llueve, de ir a Belgrano. Belgrano es un lugar para ir a morirse. Todo lo gris, lo marmoreo, lo silencioso, todo queda para ese lado. Las Barracas son un enorme cementerio, pero yo estaba en Cordoba. Doble en alguna calle y enfile para Santa Fe. En un momento entre a una libreria de nombre "nausée", si no mal recuerdo. Nunca la habia visto. Tenia dos anaqueles de vidrio tan simples como viejos, en donde se exponian varios libros en ingles y frances (en el lado izquierdo) y toda una coleccion de obras "rojas" en la derecha. Kropotkin, Trotsky, Bakunin, Stirner, y toda la gala de asesinos españoles. Entre directamente y deje el paraguas, hecho un animal a punto de sacudirse, en un paraguero de lata o simple y casual tacho,  que encontre en la entrada. Habia pocas personas, y la libreria constaba de 4 paredes con 4 estanterias enormes (seguramente caseras) que contenian en su mayoria obras de derecho en ingles, frances, latin y español. Los dos anaqueles proximos a la entrada tenian, como es costumbre en las librerias de Buenos Aires, titulos de oferta, novelitas escritas por señoras para señoras, obras clasicas de pesimas y muy pesimas ediciones, constituciones, biblias con tapa de plastico y bordes dorados, ejemplares del nuevo testamento donadas por predicadores arrepentidos, ediciones economicas de Borges y miscelanea de temas culinarios, fotograficos, economicos, ect. Descartando la ilusion de algun anaquel medianamente ordenado en alguna humanidad, vague casi por instinto hacia un largo caballete en los que habia, hacinados, cual un monton de hojas secas (la analogia fue exacta ) toda una cantidad de volumenes viejos y de las mas variadas colecciones y generos. Estaba buscando cierto dialogo de Eugenia Grandet cuando levante la cabeza y la vi y ella a mi. Tal vez la habia visto antes, al entrar, en un rincon al fondo, como una difusa mancha oscura enfundada en un sobretodo, o tal vez no. Me llamaron la atencion sobre todo los ojos. Habia cierto rasgo mongolico, oriental, en la conformacion de los pomulos y en la entornacion de los ojos. Levisimo, casi imperceptible. Era notoriamente argentina y sin embargo, tenia algo de Nordica, algo del Rin y de los Urales. La cara era mas ancha que larga, y los ojos verdes, rapidos como los de un conejo, pero largos como el ala de un albatro, miraban el libro abierto, alguno de todos esos, a unos pasos de distancia de mi Eugenia Grandet. No se que dejadez extraña me impulso a hablarle, y entonces me comento que tambien habia entrado llamada por el nombre de la libreria, que habia entrado buscando no se que ensayo teatral de Camus, que fue mi puerta para el existencialismo. Cruzada de brazos, enfundada en un saco negro, me dijo que era un tema que le interesaba, pero que ella no era pesimista.
- Que raro que, rubia, con esos aires de Moscovita, que no seas Nihilista
- ¿Yo? ¿Por que? Vos pareces mucho mas enjuto, un jesuita. ¿no seras de alguna orden, como la Stella Matutina?
La pregunta me parecia estupida a la vez que genial. Rei y le conteste que no, que andaba buscando un libro, "Secularizacion y Nihilismo", y me pregunto de quien, un Tal Visconti o Lissconti, ah, Si, introduce la vision de Varios autores sobre el tema, Hegel, Leopardi, Heiddegger, Nietzsche, Dostoievksy.
- Dostoievksy, que lindo.- Entonces sonrio y algun atisbo de belleza sacudio la tarde.
- Si. Nietzsche, Dostoievksy, Mainlander, Sartre-. Mi forma callada de fanatismo. La sierra.
- Toda una patota.
- Es la patota con la que yo ando.
Salimos y fuimos a tomar un cafe. Le dije que era una estupidez eso de decirme su nombre, que yo no queria saber nada de nombres. Me dijo si podiamos darnos nombres. Terminamos siendo Advotia y Rodia.
Creo que Rodia va muy bien conmigo. Llegamos entonces a donde ambos sabiamos que llegariamos, en un dia de frio y al declinar la tarde. Crimen. Crimen y Castigo. El dilema de Sonia, mis justificaciones morales, Hipocritas, me gusto mas su simplismo, su defensa de la libertad incluso en la miseria. Yo secretamente agradeci por la ausencia de algun Porfirio Petrovich en aquel cafe. Siempre he sido yo mismo muy buen Porfirio para saber cuando hay alguno cerca. Nunca me pregunto si escribia, pero creo que lo supuso o sencillamente, con ese atrevimiento de oriente, sencillamente lo dio por echo, pues me pregunto, luego de mirarme con desconfianza, si escribiria tambien algo, un relato o un poema, sobre ella. Le dije que tenia una voz muy linda cuando no pensaba en lo que decia. Lo que no nos cerraba de Fiodor era su solucion final, tanto demonio y tanto Prometeismo para una solucion tan rastrera. Le dije que si no le servia Nietzsche y no, que  nunca lo habia leido. Quedamos en encontrarnos por la tarde del Jueves en cierta esquina, y por un rato al menos, no volvi a pensar en la Sierra ni en Africa.
Ya solo, camino a otra calle, a ningun lado, lamente no haber pensado en el nombre de Liza.

2 comentarios:

Udjat dijo...

Me gusto mucho, pero me quede con ganas de ver mas conversacion, te extendiste poquisimo en ese aspecto, quizas porque quieras mostrarlo mas adelante. Tambien en la libreria fue todo demasiado espontaneo, aunque se que asi son ese tipo de cosaas, creo que la historia fue demasiado rapido.
Obviamente quiero que siga, es interesante y atrapante, mas que nada por esa necesidad de especificar o de mostrar muchas cosas que no se hacen ver en un relato tan corto.
Me llama la atencion, que el haya dicho que buscaba un libro primero, y luego cuando habla con ella dice buscar otro. No se si estaba mintiendo para demostrar interes, o si realmente buscaba varios libros. Tambien me interesa el nombre de la libreria, y me pregunto claramente (despues de verificar la traduccion de la palabra en frances), si tiene algo que ver con el libro de tu querido Sartre. Al final no se si consiguieron los libros que querian... los imagine en Cuspide, en el Cuspide al que fuimos la otra noche. Me gusto, quiero mas. Lo espero.
Cel.

Lucía G. dijo...

En unas pocas lineas describiste lo que siento y amo al estar en cualquier librería:
"Bueno, es sencillo. Me gusta la sensacion de ser un desconocido entre millones de desconocidos, de ir viendo y mirando sin detenerme en nada, o de detenerme sin que nadie se detenga."
Aunque realmente nunca termino hablando con nadie allí, como pasa en esta historia, pero me recorro los estantes, ojeo los libros de interés, me guardo los nombres en borradores de mensaje en el celu, y me voy, y quizá, dentro de unos meses, alguno de esos libros está en mis manos siendo leído.
Saludos!