Tengo un reloj de bolsillo, y es mucho mejor que una de esas
horribles pantallitas de cuarzo, inmundamente frías e inmóviles. Mi reloj es
plateado y pretenciosamente antiguo, y tiene agujas que giran maravillosamente. Al igual que la mayoría
de los de la especie de bolsillo, tiene la forma de un alfajorcito, y al
certero impacto de mi dedo pulgar la tapa superior se abre como la corola de
una amapola o como una ostra, ente menos romántico pero no obstante guardián de
una perla, si se tiene suerte.
Claro que, en el caso de los relojes, estos no exhiben
perlas, sino un precioso engranaje lleno de bellísimas rueditas de acero
cromado, mundo de minúsculos contrapesos y de monadas inaprensibles que
constituyen un mecanismo ajustable que, con el preciso cuidado y el paciente
mantenimiento, da la hora de una forma tan soberbia y elegante que no se puede
mas que aplaudir y exclamar “oh” y “ah”. Pura belleza de precisión matemática.
Mezcla de ingeniería medieval y oscuros secretos alquímicos, parece que para
construirlo se hubiesen reunido todo tipo de astrólogos y sabios.
La principal diferencia entre mi reloj de bolsillo y esos
gélidos zombies digitales es que mi reloj es integra y esencialmente un reloj;
No un reloj por accidente, por modo o por una pasajera necesidad, no señor: la
relojidad de mi reloj no es una simple opción dentro de una paleta de
funcionalidades igualmente accidentales, propia de ese desorden caótico llamado
tecnología, que tantos adeptos ha ganado últimamente entre el vulgo, como no
puede ser de otro modo con todo lo que, en esta vida moderna, esta impregnado
de un increíble mal gusto. No. Mi reloj es enteramente reloj, con mayusculas.
Todo su ser esta planeado, orientado y diseñado para dar la hora. Su ser es ser
reloj, y esto es mucho decir. Mi reloj no es un bastarde, no es uno de esos
vergonzosos hibridos (ver hybris, del griego, exceso, nunca mejor aplicado) de
telefono, camara, licuadora, mejor amigo y tostadora. Gracias a dios mi reloj
no es de esos rompecabezas ridiculos, sino un ejemplar de pura cepa. Cada pieza
de mi reloj esta ensamblada de una forma nica, cada componente forma parte de un engranaje unico, existente
en un cosmos de regularidad que se expresa
en una circularidad infinta.
Ademas, vean que dentro de los relojes, no es uno
cualquiera: Es un regalo, y dentro de los regalos, es el regalo de una mujer.
No es cosa ahora de meterse con las relaciones entre el tiempo y el amor (ya
exploradas por la literatura), puesto que es sabido que el tiempo es enemigo
natural del amor, lo cual pueda clarificar de uno u otro modo el sentido del
regalo, su signo. Para probar esto puedo decir que como el amor se funda y solo
puede persistir en el instante, entonces el reloj, que solamente sabe de
esperas y de recuerdos, donde los relojes siempre estan detenidos y por eso
mismo naturalmente nadie los mira.
Porque, a fin de cuentas, ¿Qué es un reloj?. Un reloj es la
representación del tiempo, y el mejor reloj es aquel que no solo represente de
mejor modo al tiempo, sino aquel que sea, el mismo, una mejor representación
temporal. Mientras pienso en esto, el tiempo corre. ¿Qué mejor representación
del tiempo que el correr de las agujas, cuando el tiempo es, tal como lo
entendian los antiguos, algo fundamentalmente asociado con la fluidez y con el
movimiento?. Las pantallitas de cuarzo, tristemente planas y quietas (y mudas
de todo tic y de todo tac) no llega a plasmar el verdadero transcurrir del
tiempo. Sus minutos, meros cambios en palitos negros, dejan sin representar los
restantes cincuenta y nueve segundos de cada minuto, para no hablar de las
intercesiones entre esos segundos, que aunque imperceptibles para el ojo
humano, no dejan de representarse por el movimiento del segundero en los
verdaderos relojes. La representación digital es elitista, casi periodistica,
amarillista: solo cubre los sucesos, sin prestarle atención al proceso, a la
gestacion, al devenir. ¿Cómo explicarle a esa pantallita que el tiempo es un
fluir constante de instantes inasibles, anidados indistinguible e infinitamente
uno dentro de otro? Y que entonces, el movimiento continuo y omniabarcativo de
la aguja segundero, izquierda derecha, realiza una mimica mucho mas honesta de
la realidad ontologica de la sucesión, vulgarmente llamada tiempo.
Es cosa sabida (vox populi) que existen dos tiempos: el
sagrado y el profano. Para nosotros, simples mortales, el unico tiempo en el
que podemos existir es aquel profano. La eternidad no existe para nosotros mas
que poetica o analogicamente. Nuestro tiempo es el devenir que se dice en
pasado, presente y futuro.
La aguja, movil a la vez que simple, es una imagen simbólica
de ambos tiempos en uno: rueda y archivo
historico, eternidad y sucesión, sucesión en la eternidad. La aguja es en ese
instante en el cual gira alrededor del circulo parmenideo, el ser en si. Es el
titanico esfuerzo humano por llevar registro de lo absoluto, por volver al
infinito mensaurable.
Ahora bien, ¿es cierto que la aguja gira alrededor de los
numeros? Veo entonces que la aguja esta quieta, completamente congelada, y que
es el circulo el que
prodigiosamente gira a su alrededor, y conforme a su giro los numeros varian
lentamente a su alrededor, y que el tiempo
es la conciencia de la aguja sintiendo al circulo (la eternidad), no ya girar,
pues eso es solo para la aguja, ser tristemente lineal, sino sencillamente
rodearla, y entonces el tiempo es una vez mas, me parece, el transcurrir de la
aguja alrededor del circulo, y su saberse en movimiento.
La aguja vacila y , resentida, se detiene. ¿Esta quieta? Nuevamente
el círculo gira sin girar, ES. Todo fluye con un movimiento tan uniforme que es
la inmovilidad misma, y entonces la aguja percibe nuevamente que ella es la única
inmóvil en una eternidad que gira, y que al querer ser aprendida, una vez mas,
inútilmente, por la aguja, se transforma en un redondel segmentado en números
romanos con una aguja que incesantemente se mueve, que no ha dejado de moverse
en el tiempo, sin por eso interferir con la eternidad representada en todo
momento y simultáneamente por mi reloj de bolsillo.
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