30 nov 2013

Trabajo Y Nihilismo.

Hoy en dia somos una sociedad que tiene al trabajo como una de sus premisas fundamentales. El hombre es, de un modo preeminente, un hombre trabajador. En una sociedad que esta estructurada sobre el sistema capitalista-financiero, y cuyos principales engranajes giran impulsados por el consumo constante y la necesaria reinvencion de los parametros de suficiencia y normalidad, el elemento minimo, es decir el individuo, es (se quiere, se espera que sea) un consumidor. El papel de consumidor es el rol que se nos asigna dentro de la sociedad. “El consumidor” es, de un modo primario e indubitable, nuestro rol social por exelencia.

El trabajo, por su parte, es la condicion necesaria que la mayoria debe realizar para poder cumplir con ese rol social que pesa sobre nosotros gracias a la constante influencia, coerción directa e indirecta, que se lleva a cabo por todos los medios imaginables al alcanze de la sociedad. Nuestra educacion es la del perfecto consumidor y la del perfecto obrero.

El trabajo, entendido según las exigencias de la industria y la conveniencia de los industriales y demas empresarios, es en su mayoria una tarea mecanica que tiende a igualar al hombre con los automatas. El ser del hombre, pasa a ser considerado en terminos de un mero hacer. Se efectua un recorte, una sangria ontologica del hombre, desde su status primigenio y total de ser humano, de un ser humano con una condicion total, unica e interior, con todo un potencial subjetivo y una realidad subjetiva, dueño de una unicidad inimitable, a un ser exterior, grosero, casi vulgar, a una existencia objetiva y objetivizante.

El enfoque constante y sostenido de la atencion en tareas completamente objetivas y exteriores al ser mismo de cada uno, tareas que en ningun aspecto requieren una expresion de la mismidad, y para las cuales solo es necesario un saber tan objetivo y frio como la tarea misma, una sabiduria exterior que en ningun momento suscita u obliga a una evolucion interior, sino a una mera polimathia, a un mero acumular conocimientos como quien junta cosas en un estante, manuales objetivos y externos al ser mismo, inutiles para todo desarrollo propiamente humano, es decir, propiamente individual, tiene como resultado la objetivacion del sujeto mismo o, dicho de otro modo, la deshumanizacion del hombre, la cosificacion de la personalidad, la cual queda progresivamente disgregada en un monton de meras "funciones".

Estas "funciones", en las cuales se disgrega o se organiza la antaño personalidad potencialmente subjetiva y creativa, originariamente unitaria, son solo la aplicacion practica de estos conocimientos alejandrinos y desligados, superficiales y ridiculamente practicos, no fundamentados, al campo de la experiencia. No es de extrañar que los grandes profesionales y tecnicos, cazadores de polillas, especialistas en medias izquierdas, desarrolladores de esmaltes para uñas de nuestros tiempos modernos, sean posibles al alto costo de todo lo subjetivo y propiamente personal.

Estas funciones, propiamente hablando, carencen de un sentido teorico, y su sentido nunca puede ir mas alla del la accion que persiguen o del producto que buscan. Es natural entonces que las funciones del hombre consumidor sean lo mas estrechas y limitadas posibles, y tambien es no solo logico, sino mas bien necesario, que mientras mas corto sea el movimiento, mas rapido se repita, creando asi un ciclo que termina siendo una voragine en donde se aniquila todo vestigio de personalidad en el hombre.
Luego de esta autentica "perdida del alma", solo queda la inercia de la perversa competitividad dentro de un circuito que no posee un sentido, que no posee ya un fundamento humano, y cuyo unico resultado posible para el trabajador es su constante idiotizacion y una posterior dependencia, propia de los automatas, seguida por una perdida de la sensibilidad y del sentido de orientacion, de una perdida del punto cardinal, y finalmente, un olvido del olvido, y una vida que se parece muchisimo a un desierto.
Al no tener otra cosa que funciones, los sentidos de nuestra vida son establecidos por los sentidos propios de las funciones. Asi, nuestros sentidos son limitados, materiales, impuestos por una autoridad exterior, completamente objetivos, completamente ajenos a nuestra personalidad o a nuestra completa falta de ella, cambiantes y contradictorios entre si.
La disociacion que sentimos en nuestra destruida humanidad es el resultado de la fragmentacion y posterior escicion de el orden unificado y cardinal de nuestra personalidad en un monton de funciones especializadas hacia lo externo, pero sin ningun fundamento, sin ninguna causa final de accion. Asi, nos encontramos con que hoy dia sabemos actuar muchisimo mejor que nuestros abuelos, pero que paradojicamente no sabemos cual puede llegar a ser el sentido ultimo y uno de todos nuestros aspectos o funciones. Ya no logramos darle sentido a nuestra vida en un todo coherente y direccionado, sino que mas bien oscilamos en un multiple y alocado perfeccionismo en todos los ambitos, completamente independientes uno de otro. Somos el campo de batalla de una lucha de ambiciones. Ambiciones antes internas, ahora exteriorizadas, disecadas, colocadas como objetos de lo que antes era el ser-sujeto, y ahora es una pura nada, un vacio horrible, un desierto que crece y crece. Tenemos un hambre mortal de lo subjetivo, y pretendemos saciar nuestra ser mordiendo las piedras de los objetos desalmados que la industria desarrolla precisamente a modo de placebo. La religion, el sexo y las drogas son tambien simples placebos, simples sustitutos, ridiculos y personales, de nuestra fallecida subjetividad, potencia creadora, del sentido-fundamento.
Somos un gran basurero de tareas aprendidas de memoria, de deberes establecidos con exactitud, cronometrados segun precisos relojes atomicos y protocolos de maxima efectividad y minimo esfuerzo, de chatarras de chistes faciles y sentidos de carton y papel mache, que salen a todo color por la television y las radios, parodia total y tenebrosa de Bradbury y Huxley.
No podemos ya imaginarnos como siendo nuestro propio sentido. No podemos ya imaginar al mundo segun nuestra existencia. No podemos ya volcar, como antes, nuestra subjetividad sobre la esterilidad de lo que ahora es la tan respetada realidad. Hemos perdido el poder de recrear el mundo, y lo hemos perdido por que hemos perdido la capacidad de re-crearnos, de re-inventarnos a nosotros mismos.
¿y como ibamos a hacerlo, si ya no nos miramos ni siquiera el ombligo? ¿como lo hariamos, si hemos aprendido a vernos, a ver a nuestro cuerpo como una maquina, a nuestra inteligencia como un recurso, a nuestra belleza como una cosa, si hemos aprendido a pensar como funciones incluso hasta a nuestros componentes mas materiales? Componentes que estan ahora tambien en fila, tambien en el basurero, orientados hacia fines que son por naturaleza medios (me refiero al dinero, claro esta). ¿Quien es ese sujeto que quiere sacar ventaja utilizando todas sus funciones? Y ademas, ¿que ventaja, que verdadera y real ventaja podria sacar cuando no hay un fundamento, es decir, un sentido unico, uno y unificante que coordine y diriga nuestra vida, sino que lo que hay son multiples aspectos que actuan de modo mecanico, segun convenciones establecidas y necesidades basicas? Una ventaja es algo que puede obtenerse cuandos se tiene una meta. Ventaja es, justamente, un ponerse por delante con respecto a otros. Pero en tanto y en cuanto somos seres subjetivos, debemos tener una meta unica y propia que coincide con nuestra personalidad. ¿a quien podriamos aventajar en esto ultimo y con que objeto?
El constante y cada vez menos interrumpido ritmo en que nos coloca la ejecucion de tareas puramente formales, tecnicas y mecanicas, nos llevan a entrar en un tiempo-cronometro, en un tiempo regresivo o en un tiempo creciente, en un tiempo-carrera. En este ritmo, estamos siempre en actividad, siempre en un movimiento meramente fisico, nemesis de la reflexion y de la pausa, en donde un implicito "keep moving foward", "keep running", "do anything but do something" nos acostumbra a un pathos en donde comenzamos a sentirnos tambien como algo externo, como algo vacio, como algo que responde de modo inmediato y predeterminado a estimulos y ordenes tambien predeterminadas. La falta de libertad en la perspectiva, la imposibilidad de un real cambio de perspectiva, y no de un cambio dentro de la perspectiva, es el comienzo de la objetivizacion de la fluidez subjetiva. La paralisis, la cristalizacion se lleva a cabo primeramente desde una sequia en las perspectivas. Al cortar la linea de la energia subjetiva mediante una repetición de actos rutinarios y sin sentido propio, se seca y detiene todo crecimiento personal, todo cambio y toda mutacion, toda fluidez y vida del carácter. Al obligarnos a gestos, reacciones, y pensamientos repetidos, forzados por acciones repetidas que no requieren reflexion, se arruina la personalidad, se pierden todos los aspectos que deberian hacer a la nocion completa y redonda de personalidad, y queda un mero “carácter”. E incluso este “carácter”, ultimo reducto bruto de la subjetivdad, aunque ya de una subjetividad animal, organica (mal carácter, buen carácter, ect) busca ser matizado, integrado, aprovechado o reprimido según convenga a la organización; Es decir, se busca canalizar y objetivar todo lo subjetivo, quitandole su soberana indiferencia respecto de toda meta ajena al sujeto y orientando este carácter en relacion a cierto fin externo. Es decir, se busca “funcionalizar” el carácter, hacerlo funcional a un fin externo, a un fin objetivo, hacerlo ya no subjetivo, no propio, sino externo y objetivo. Toda parcela de personalidad que este orientada a un fin concreto y objetivo no es ya personalidad sino funcion y herramienta de la personaliad, pues la personalidad es lo subjetivo por excelencia y el sujeto no tiene nunca otro fin que si mismo. Por eso mismo subsiste a la obtención o perdida de los fines externos, por eso mismo es sujeto.
Ya no podemos concebirnos como el "por que", como el "para que", de las cosas. Los porques y los paraques son siempre exteriores a nuestro desierto, son falsas banderas hacia las cuales corremos avidos de un sentido, de una plenificacion o una redencion, dependiendo de la tonalidad de caracter, que jamas podremos obtener en las ridiculas bagatelas producidas en serie por una maquina producida en serie por otra maquina. La humanidad es ya solo un recurso dentro de una maquinaria que no busca absolutamente nada. Hemos entrado en una inercia-tirabuzon, en una gran dispersion, en un movimiento centripeto. Nos hemos olvidado de nosotros mismos hasta el extremo de no reconocernos mas que en las cosas. Lo que hoy en dia se comprende por personalidad no es otra cosa que un maniqui inerte y mudo, una suerte de prote hyle Aristotelica cubierta y adornada por las mas estrafalarias prendas-objeto, decorada por los muchos discursos prefabricados, un constante vestir y desvestir esqueletos.
El Trabajo no es otra cosa que la negacion de los fundamentos. El trabajo es la praxis misma del nihilismo, es el proceso por el cual se esta dando, dia tras dia y todos los dias, la nihilizacion como una deshumanizacion, como una desintegracion de la subjetividad en aras del principio de especializacion. El hombre ha pasado a ser engranaje, se ha deconstruido en tornillo y arandela. Ahora, sobre el desierto, el hombre tornillo busca armarse juntandose con piezas industriales, llendo sin saberlo no en pos del hombre unidad, sino de la maquina compuesta, del sistema, de la gran piñata de papeles de colores.
El trabajo es el triunfo del principio de especializacion, de las causas inmediatas, de las causas-medio, la negacion de las causas-fin, de los fundamentos, la negacion de la metafisica, de la unidad de sentido, del estilo. Es la negacion de la personalidad en aras de la faceta, del perfil, del fraccionamiento insuficiente. Es la negacion de la simpleza y el comienzo del drama y de la histeria. Es el movimiento por el cual se llega a la dicotomia del ser y el hacer, por el cual se llega a distinguir, con una solidez pasmosa y con una diferencia tajante y cristalina, lo que uno es de lo que uno hace.
El trabajo es la corrupcion de la sensacion de la autosuficiencia en aras de la constante necesidad, de la exaltacion de la tranquilidad subjetiva a la histeria circense del desdoblamiento, de la fragmentacion de un uno suficiente y subjetivo a un monton de todos esteriles, imbeciles y nulos.
El trabajo es el triunfo del tiempo lineal y fragmentado hasta el hartazgo por sobre el tiempo circular y su inigualable y libre sensacion de eternidad. Es la fragmentacion, la aplicacion de la forma logica sobre el transcurrir del ser, es decir el tiempo, concebido como un mezquino hilo segmentado, con una tarea y un deber para cada segmento, dividido en un absurdo por la razon humana hasta el minimo perceptible por la mecanica. La destruccion del fluir indeterminado del tiempo circular, la libertad del instante eterno, es decir la eternidad misma, tiene como resultado algo como la destruccion del ser: Su reduccion ontologica a un particular concreto y ordenado en la historia, la cual desemboca sin dudas y via el proceso historico que ya postulara Bakunin, en el materialismo Brutal y en el mas esceptico y mortal de los nihilismos.
Tal encarcelamiento del instante, rebajado a un mero segundo, no uno y unico, sino carente de importancia dada su efimera condicion dentro de una infinidad de iguales efimeros, es una parodia de la degradacion de la humanidad en un mero individuo-cosa, en una unidad con codigo de barras, en una unidad numerica en vez de una unidad de sentido, de una reduccion ontologica que nos coloca como un cascaron vacio en el mejor de los casos, y como un cascaron adicto a los cascarones vacios, a los idolos industriales y lleno de mierda y de un hambre conciente por la mierda, hambre inconciente del antiguo sentido, desesperacion por el fundamento.
Solo superando todas las facetas de nuestro dinamitado ser, comprendiendolas como facetas, quitandole toda seriedad, burlandonos de ellas, cambiando sus causas, ridiculizando las causas de las facetas. No es mediante el rejunte que se puede volver al Apeiron original, no mediante un orden esquematico y jerarquizado de esas funciones, mero intento de una maquina o de un sistema filosofico finalista, sino que via la gran locura, a una metarazon, a una metalocura, a esa razon que, como dijo Oliveira, no posee como falencia a la perdida de la razon.

La imaginacion que supera el temor y el temor que supera a la imaginacion, un terror que encierra una risa y una risa que encierra terror . La mascarada dionisiaca, donde cada salto es una caida y cada triunfo es tragedia, donde cada paso es un descenso, y en donde lo que ahora se llama trabajo no sea mas que un borde en extremo accesorio y en donde el mismisimo centro de la subjetividad sea un ocio. Un nuevo ocio, una nueva libertad para reinventarse, para desconocerse, para re-conocer el mundo, un mundo sin parametros fijos.

Ensayo: Teologia y Metafisica: un posible destino para esta epoca.

En la teologia, Dios esta al principio. Es la causa de la cual parten todos los absurdos. Al ser el mismo un absurdo, justifica, resuelve, absuelve (“perdona”) cualquier absurdo material o conceptual que podamos hallar en la realidad toda. Aceptar a Dios es rechazar toda explicación posible sobre este mundo; Incluso es negar todos los aspectos problematicos, contradictorios de este. Dios mismo es un absurdo. Es un absurdo porque, como bien dicen los teólogos, es conceptualmente ininteligible, absolutamente incomprensible para la razón. Es la excusa perfecta para ahorrarse hallar cualquier explicación demostrable, la “razón” perfecta para negarse a cualquier demostración de una causa o principio. Ni siquiera podríamos decir que Dios es una respuesta para los espiritus fatigados de tanto buscar respuestas, algo asi como un descanso en la escalera del conocimiento, pues colocando a Dios como el principio, uno queda salvado incluso de la visión problemática del mundo. Dios no supone ningún problema, pues es incomprensible y esta, como dijo San Anselmo, mas alla de aquello que ya no puede pensarse; Consecuentemente, el mundo como creatura, el mundo de dios, no supone tampoco ningún problema, pues esta creado por un ser perfecto, y aun suponiendo que nuestra idiotez o nuestra hipocresía no sean lo suficientemente elevadas para no ver el mundo como un problema (o dicho de otro modo, aun cuando nuestra santidad y nuestra Fe sean débiles), todo problema encontrado en este mundo manufacturado por el dios alfarero deberá ser lógicamente escalado al creador mismo, con lo cual caemos en un circulo vicioso que deja al mundo en un estado inexplicable o por lo menos eternamente inexplicado.
En la Metafisica, ciencia occidental posterior a la religión y, en relación con esta,  sin dudas un paso dado hacia delante en el campo del pensamiento humano, Dios no se halla al principio sino al final. Plotino, Agustin y Anselmo fueron todavía Teologos. Sus incursiones metafísicas eran sin duda no el centro de su pensamiento, sino catedrales lógicas y conceptuales que en el fondo eran apologías y explicaciones del principio divino. Descartes fue el primer metafísico occidental, en el sentido propio de la palabra. Quizas también, mucho antes, lo halla sido el gran Platon. Y en el mismo sentido, también Aristoteles. En la Metafisica dios no aparece ya como principio, sino como causa final. El verdadero metafísico (no el Teologo, por cierto), no llega a Dios (o a lo Uno, al Noumeno, a la Idea) mas que como un resultado. Dios no es ya un supuesto: Es una explicación en todo el sentido de la palabra: Responde a un problema. Para ser una respuesta es preciso que halla sido precedida por una visión problemática de algún aspecto. La metafísica no supone el principio: Es su búsqueda. La teología sencillamente supone el principio y, sin preocuparse de ningún modo por clarificarlo o justificarlo, “explica” el mundo según ese principio. Su explicación no es otra cosa que una descripción, sea histórica o religiosa, del mundo real según el principio, acorde al principio, por adecuación o contraste con el principio. Quien quiera ver la manera opuesta de proceder no tiene mas que leer una obra de teología, como por ejemplo la Teogonia o el Viejo Testamento, para tomar las dos grandes religiones antiguas que sin duda conforman los cimientos espirituales de occidente, y luego compararlas con la lectura de una obra verdaderamente metafísica, como algunos Dialogos de Platon, el libro séptimo de la metafísica de Aristoteles o sencillamente las Meditaciones Metafisicas de Descartes. En las obras teologicas, la explicación, la enunciación del principio es siempre lo primero. “Antes que todas las cosas fue el caos” o “en el principio creo dios el cielo y la tierra” es sencillamente la formula de enunciación del principio como causa de todo lo demás. Dios creando al mundo es la supocision de una causa trascendente como explicación. Lo interesante de una obra teologica esta en el desenvolvimiento, no en el principio; Esta en lo justificado, no en la justificación. Se llega al principio directamente, sin reflexión, por “revelación divina”, por pura invención, delirio o arrebato poetico. No se tiene piedad alguna con el resto de la humanidad, que no es profeta, y quiere llegar a comprender por la razón lo que algunos pocos “elegidos” dicen comprender por gracia divina. Una vez supuesto el principio, el resto de la teología es una mera descripción, una lectura histórica mas o menos tendenciosa y en algunos casos, pura fabulación. En una cosmovisión en donde el principio es trascendente y revelado no hay critica posible: Se acepta o no se acepta, se “cree” o “no se cree”. No es ninguna coincidencia que todas las causas que la teología atribuye a los efectos visibles (es decir a este mundo como efecto de uno o varios dioses o motores invisibles mas o menos personales) sean siempre absolutamente indemostrables, incomprobables e impalpalpables. No importa cuan infinitas, omnipotentes, sabias, eternas o amorosamente benevolentes sean esas causas: Jamas las hallaremos en sitio alguno, y es mucho mas seguro pasarse una vida tropezando con sus molestos efectos que hallar al menos un hilo de esa causa que los teólogos defienden.
Las causas de la teología son siempre consecuentemente mas grandes, bellas y justas que sus efectos. Pero, de un modo increíblemente repulsivo a toda lógica, estas causas no se hallan jamás en la realidad y, pese a todos sus atributos divinos, parecen desvanecerse apenas cerramos el libro o salimos del templo, tanto en calidad de principios éticos como metafísicos.
De hecho, cualquier idiota con un sentido del habito, de la cultura o de la costumbre lo suficientemente acentuados, sumado a una facilidad poetica o a algún desorden mental puede hacer teología: Basta con suponer un principio cualquiera y luego tener la inventiva suficiente para hacerlo ver como coincidente con algunos hechos mas o menos comprobados. Si logramos esto, podemos decirnos teólogos, profetas, “elegidos”. La religión no es otra cosa que las acciones reales que se derivan de la aceptación de los dogmas teologicos. La religión ha sido siempre la respuesta hecha a medida para los que no pueden, no quieren o no necesitan una respuesta al problema del mundo: Les brinda una forma de manejarse sin darles ninguna respuesta. Suponen la respuesta ultima antes de que la pregunta nazca. Matan la investigación y el desarrollo antes de que este se manifieste.
La metafísica en cambio comienza con la visión y el planteamiento de un problema. De hecho, la metafísica es la respuesta nacida de la incapacidad de la razón pura, del pensamiento especulativo, para hallar respuesta a tal o cual quiestion. La Metafisica es el refugio o la vuelta al absurdo, la abdicación de la razón realizado racionalmente. Toda la metafísica pende de un hilo, pero llegamos a este hilo buscando la solución de un problema real, utilizando razonamientos mas o menos ciertos, pero todos comprensibles, en su gran mayoría demostrables (y por lo tanto, refutables), todos comprensibles para el ser humano común, siempre  y cuando haga uso de su razón y su sentido común. La religión supone un absurdo eternamente absurdo como solución a este absurdo de aquí. La metafísica en cambio, explica un absurdo por otro. El progreso de una a otra esta en que la Metafisica tiene, por primera vez en la historia del pensamiento, conciencia clara de la carencia de los supuestos teologicos; Deja de suponer un principio e intenta, toscamente al principio, sutilmente después, llegar a un principio tan o mas explicativo que el teologico, partiendo esta vez no de lo anipotheton, de lo no hipotético, sino de lo problemático mismo, de este mundo, para llegar asi via el pensamiento a un principio que no pueda contradecir la realidad. Esto se nos hace patente principalmente en Aristoteles o en los primeros libros de las Meditaciones Metafisicas: Primero problematizo, luego pienso, y luego, mucho después, muestro los principios que explican y exponen la solución del problema. En la teología el mundo no es problema alguno: Dios creo, y punto. En la metafísica, Dios es la respuesta a una visión problemática del mundo. Esa es la causa de que la metafísica sea cien veces mas estricta y puntillosa, mas honesta, con sus miles de incongruencias y deslices (sobre todo en esos hibridos medievales) que la teología pura.
La metafísica es un intento fallido pero real para dar una respuesta y, como tal, es el inicio del “problema del mundo” en si mismo. Antes de la metafísica, se había visto el mundo como algo dado, como un milagro, como una constante teofanía, pero nunca como un problema, nunca como algo a resolver, nunca como algo que requiriese una explicación en el sentido fuerte de la palabra, una justificación. En los tiempos de la teología el sentido no necesitaba ser descubierto o explicado, sino que solamente necesitaba ser descrito, narrado, contado.
Esta claro que al dar como respuesta aquel viejo absurdo de Dios, la metafísica falla en su intento. Platon, Aristoteles y también Descartes son intentos fallidos, intentos al fin. Son intentos, los primeros intentos reales y serios por explicar los numerosos problemas del mundo, intentos por dar un conocimiento lo mas integral y sistematico posible acerca del mundo.
Sea por fatiga intelectual, por contaminación del pensamiento teologico, por impotencia natural o por un error en el método, la metafísica yerra en su respuesta. La metafísica yerra en la respuesta pero es la primera que acierta en la actitud y en la pregunta, la primera que problematiza la realidad, que pone en duda la actitud dogmatica y basada en supuestos de la teología. En la metafísica, la realidad queda deficiente o incorrectamente explicada, inexplicada en el peor de los casos, pero nunca inexplicable, pues como la metafísica es como método accesible a la humanidad toda, siempre esta la opción de que nuevos pensadores vengan a corregir y a enderezar los errores de sus predecesores. La metafísica es la superación de la teología y la madre del pensamiento científico, asi como la ciencia es la superación de la metafísica. Como dadora de respuestas acerca del problema del mundo asi como hoy se lo concibe, no cabe dudas que la ciencia también será algún dia superada. Como la metafísica llega al absurdo divino solo al final de sus argumentaciones, solo yerra al final. la religión, al suponer el absurdo divino al comienzo de sus elucubraciones descriptivas, yerra de cabo a rabo, pues como dice Aristoteles, “un error pequeño se vuelve grande al final”. Y, peor aun, como la teología no acepta discusión alguna tanto acerca de la naturaleza del supuesto como del hecho mismo, fundamental a la teología misma, de establecer un principio de modo apriorístico y dogmatico, no es factible de mejorar en algún aspecto. Por esto mismo todo intento de valorar el pensamiento religioso dogmatico queda siempre trunca, pues por mas inteligentes y practicas que sean las verdades intermedias a las que llegan los doctores y sacerdotes de cualquier dogma, estas estarán siempre basadas en supuestos mas amplios y difusos, todos ellos altamente improbables en su realidad, mas improbables mientras mas difusos. Cuando el sistema todo se basa en un absurdo que por naturaleza es imposible de refutar, e incluso inmaculado ante cualquier intento de refutación o problematización, entonces las conclusiones de dicho sistema serán no solo poco fiables y poco dignas de considerar, sino que por su naturaleza estacionaria y esteril a todo cambio merecen ser dejadas completamente de lado, tanto ellas como sus explicaciones intermedias y por supuesto, con muchísima mas razón aun, los principios en que se basan aquellas. Pero, mas alla de estos supuestos, lo que se debe repudiar es el hecho mismo de suponer, de dar por supuesto, de “creer”. Con la metafísica y aun mas con la ciencia se deja de lado a la fe como actitud de conocimiento, como postura Gnoseologica.
Como la metafísica intenta llegar a sus principios elevándose desde lo que problematiza, es consecuente que los principios éticos y estéticos que se derivan de sus argumentaciones tengan mucho mas sentido, tanto practica como conceptualmente. No es casualidad que la mayoría de las éticas del renunciamiento hallan sido producida por valores idealistas que siempre comienzan apoyándose en un dogma religioso que se expresa siempre en la misma forma lógica: Explicar algo desconocido-ahora por algo Eternamente-desconocido, por algo que ni siquiera puede ser progresivamente aprendido en un tiempo infinito, de algo que es eternamente igual de infinitamente alejado, de infinitamente distinto en esencia, de infinitamente oscuro respecto de nosotros. Las relaciones entre este Dios y el mundo que vemos todos los días están siempre, dado la contaminación que produce relacionarse con un ser eternamente alejado (de hecho, lógicamente tal relación es imposible, pues no hay línea que pueda llegar a lo que esta infinitamente alejado), viciadas y tampoco son dignas de tener en consideración. Y, por mero sentido común, si ni la naturaleza divina ni las relaciones de causa efecto respecto al mundo pueden ser tenidas en consideración, no debe asombrarnos que las máximas y reglas para dirigir al mundo de aquí resulten no solo incomprensibles y contradictorias desde el espectro teórico, sino también aberrantes, ridículas y hasta impracticables en la práctica. Por el contrario, las éticas que nacen de valores materialistas o “realistas” (no en el incorrecto uso de la palabra “realista”, que se le a aplicado tanto a Aristoteles como a Platon como a Parmenides como a Hume), los cuales son el producto de una metafísica o de una ciencia que comienza siempre por el mundo real (y acaba en el error de la causa divina y del idealismo o bien en el paso delante de la ciencia o de corrientes filosóficas como la critica, el escepticismo moderado o la fenomenología), son siempre mucho mas aplicables y comprensibles. Esto es asi por que al partir de un problema real en el mundo real, no pueden, por mas que yerren estrepitosamente en la solución, dejar de contemplar los aspectos mismos de la realidad que problematizan. Esto será asi siempre y cuando la peste teologica no vicie tanto al metafísico como para falsear la problematización misma o el mundo sobre el cual se problematiza. Este es el caso de todo el pensamiento medieval al menos hasta Guillermo de Occam. La metafísica Medieval, al contrario de la griega, estaba demasiado penetrada de la visión religiosa del mundo. No tenían esa fuerza que tenían verdaderos metafísicos como Heraclito , Platon y Aristoteles, los cuales a pesar de tener una ferviente visión religiosa de la realidad, podían pensar un problema haciendo aparte el fetiche divino, tanto por amor a la verdad como por conveniencia al problema mismo. Esa separación de la razón y la pasión o “fe” es el comienzo del pensamiento. Al no poder separar los su herencia cultural, llena de prejuicios religiosos y dogmas inútiles, del planteamiento de un problema o de la concepción teoríca del mundo, todos los “metafísicos” medievales no han sido mas que metafísicos en sus medios, en sus métodos, en sus caminos. Solo sus caminos eran metafísicos. Su punto de partida era teologico, y entonces no era de extrañar que su punto de llegada fuese teologico también. La cosmovisión era falsa, y de una visión falsa y dogmatica no pueden obtenenerse, según enseña la lógica, principios falsos y sistemas dogmaticos. No importa cuan brillantes sean en lógica esos caminos: La lógica, como bien enseño Aristoteles, es la ciencia de trasladar la verdad, no de hallarla. De supuestos errados no se llega sino a conclusiones erradas. Saquese de aquí las obvias conclusiones que ya están enunciadas arriba. El Medioevo es una época ya demasiado contaminada de idealismo, de parasitismo entre escuelas ya en decadencia, de un elitismo y una escolástica esteril,y de una infección religiosa de fe e idiotismo como pocas veces se ha visto (infección solo comparable a la que se da en nuestra época actual, con toda su filotecnia y su industrialización y hipertrofia en la comunicación y la expresión). No ha habido en esa época ni un solo metafísico: Fue el tiempo de los teólogos híbridos que, sin saberlo, incubaban en su celo por justificar el dogma la semilla de lo que seria la negación radical del dogma misma. No puede hacerse metafísica cuando el problema no se plantea en claros términos de realidad, y la teología medieval basa sus problematicas en palabras e ideas que están como el Socrates de Aristofanes: en las nubes. Y si bien es cierto que de entre los medievales, muchos espiritus sabios y no menos rigidos que los mejores de entre los paganos tenían una recta voluntad de ofrecer una solución a los problemas del mundo, lo uniforme de su visión en lo que respecta a los dos puntos principales de la teología (la existencia de un dios con ciertas características y el hecho de que este conocimiento es a priori e independiente de los resultados de un razonamiento) nos demuestra que los cimientos de su pensamientos estaban igualmente viciados por la fe.
Solo perseverando en la actitud problemática y tenaz de la metafísica es que podremos desintoxicarnos de ese largo periodo de “creer”. La ciencia es apenas el primer vástago que esa actitud a engendrado junto a la perseverancia humana en el arte de explicar esta realidad. La ciencia ha sido, tomada objetivamente, la primera forma de pensamiento que ha dado solo métodos asequibles a la humanidad (pues esto ya lo hacia la metafísica también) sino también soluciones reales a problemas concretos, con productos que son asequibles a una gran parte de la población, teniendo además la enorme ventaja de trabajar hipotéticamente.
Esperamos maravillas de este pensamiento en el campo de los valores, la economía y la ética, siempre y cuando no sea esta, la mas poderosa y efectiva de las armas, poseída por ideales arcaicos y superados (pues esto, la posesión de la metafísica por la teología, fue lo que sucedió en el Medioevo). Esta época es aun la de la posesión de la ciencia por la metafísica y por idealismo o, peor aun, de su posesión por la falta total de este idealismo, por su agonia, por el ultimo suspiro del idealismo, por el ultimo de los ideales, el cual no puede ser otro que la completa falta de ideales como un ideal. Este ideal vacio no es otro que el materialismo vas feroz y mas despiadado, y entonces no debe sorprendernos que actualmente veamos la sumisión del pensamiento científico y critico a las ordenes del materialismo despiadado, con consecuencias que no hacen sino multiplicar ese materialismo.
Vivimos un nuevo Medioevo, en donde lo superado sigue dirigiendo a lo superador. Fueron necesarios al menos mil años de Medioevo para que la metafísica y la razón se liberaran del yugo de la teología. ¿Cuánto mas será necesario para que la nueva razón, la razón critica, atea, limpia  y científica se libere del pérfido idealismo? No lo sabemos con certeza, pero esperamos ese movimiento, movimiento que culminara con una solución no solo real y asequible a una parte de la población, sino asequible a todos y cada uno de los seres pensantes, respuesta que estará libre de todo idealismo y por ende de toda residuo de religión (y por consiguiente, libre al fin de cualquier tipo de “elegidos”, de “elite”, de privilegios).

Pensamos que en este nuevo renacimiento el hombre podrá al fin darse una respuesta a si mismo, podrá justificar la existencia en este mundo sin apelación alguna a un absurdo o a una dudosa promesa, podrá vivir esa existencia sin esclavizar a otros en el proceso. La meta es el nuevo renacimiento, y el único medio de llegar a el es solucionando los aspectos mas problematicos de la realidad… y solo de la realidad.

LAS BASES HEDONISTAS DE LA ETICA

LAS BASES HEDONISTAS DE LA ETICA

“¿Estamos obligados a ser fieles a nuestros errores, aún sabiendo que con esta fidelidad
Dañamos nuestro yo superior? No, no hay tal ley, no hay tal obligación; debemos ser
Traidores, abandonar siempre nuestro ideal”[1]

El objetivo, o más bien la tarea, en esta vida, es ser feliz. Hedonismo, si se quiere. O, mas bien, para ser realistas, cosa de porcentajes. De ahí la creencia en que para la llegar a la felicidad son necesarios sacrificios. Pero, ¿qué quiere decir llegar a la felicidad? ¿Quiere decir, acaso, que podemos llegar a ella de una vez y para siempre, para no volver a salir? Por supuesto que no. La felicidad no es, entonces, propiamente un objetivo. Los objetivos se alcanzan o se logran, y una vez alcanzados, quedan superados precisamente porque adquirimos sobre ellos una propiedad inviolable. Ganar una guerra o un campeonato, esos son objetivos. Requieren sacrificios, pero una vez logrados, somos campeones de ese campeonato o victoriosos de esa guerra, para siempre. Aleo Jacta Est, porque nadie puede cambiar un hecho, ni siquiera el mismo dios, como defendían algunos teólogos medievales.
La felicidad, en cambio, es un hacer. Así lo entendía Aristóteles, aquel filosofo pagano eminentemente ético. La felicidad entendida no como un objetivo, sino como acción, como una acción inseparable de la vida y del movimiento. Nunca se llega a ser feliz de una vez y para siempre, sino que se es feliz solo cuando se actúa y, más precisamente, solo cuando se actúa de cierto modo.
¿Qué papel juegan aquí, entonces, esos sacrificios de los que hablábamos al comienzo? Los sacrificios son sin duda acciones. La vida misma puede definirse como un ininterrumpido obrar, como un incesante devenir de acciones que se suceden una detrás de la otra de modo imparable. Hacer, pensar y actuar son todos modos de acción, de movimiento.
Por sacrificio se entiende o soportar un dolor presente para procurarse un placer futuro, o renunciar a un placer presente para conseguir un placer futuro aun mayor. Una tercera variante sería la de soportar un dolor o privarse de un placer, ambas para evitar un dolor futuro mayor, pero estas son solamente los reversos pesimistas o extremos del sacrificio, y aquí se trata mas bien de los sacrificios en aras de la felicidad, comprendiendo que si bien la felicidad consta de evadir los dolores, consta esencialmente de obtener objetivos placenteros.
Lo importante es que, sea en el caso que sea, el sacrificio es siempre la renuncia al placer. Un sacrificio, pensado como acción, es sin duda definible como una acción no placentera. Un sacrificio es una acción no placentera orientada teleológicamente (es decir, en miras a un fin futuro). El fin del sacrificio nunca está en el sacrificio mismo, sino en los resultados que pensamos nos dará en el tiempo. ¿De dónde adquiere entonces su validez y su sentido el sacrificio? De ninguna parte más que de su efectividad. Los sacrificios inefectivos son sacrificios inútiles, pues producen solo dolor o displacer.
Si dejásemos de lado el planteamiento teleológico de la felicidad, el sacrificio seria solamente una acción displacentera o dolorosa, y seria precisamente la acción a evitar. ¿No seria en ese caso, si pensamos la vida como la suma de la totalidad de momentos vividos, lo cual es idéntico a decir la suma de la totalidad de acciones realizadas, mas lógico creer que la felicidad se logra realizando la menor cantidad de sacrificios posibles? Esta postura es la de hedonismo simple, carente de todo idealismo.
Creer que la felicidad consta de cumplimiento de objetivos, para los cuales pueden ser necesarios sacrificios, es la postura del hedonismo idealista.
La cuestión es la siguiente: ¿es realmente efectivo el hedonismo idealista? o, dicho de otro modo, ¿podemos ser felices en una vida plagada de sacrificios, en una vida sacrificada? Si aceptamos la tesis que dice que la felicidad es una acción, entonces el hedonismo simple choca con el idealista. La pregunta, expresada con más profundidad, podría resumirse en: ¿es el objetivo un contrapeso suficiente para todo el displacer y el dolor del sacrificio? ¿Está justificado?
La solución es, según mi opinión, cosa de porcentaje. Grandes sacrificios solamente quedan justificados por grandes objetivos. De ahí que los objetivos pequeño burgueses o los de la más básica subsistencia no acepten, si se busca la felicidad, grandes sacrificios. Si fuese así, el estado de supervivencia o el de pobreza podrían tomarse por felicidad.
La respuesta a esta pregunta, que coincide con el concepto mismo de realización, se responde en el estado de ánimo del inquisidor.
Los sacrificios y las renuncias tienen sentido solamente en una vida humana, ordenada según fines e ideales, es decir, dentro de un esquema teleológico - ético.
En el resto de la naturaleza, deseo y placer son el norte que inmediatamente guían las acciones de los seres. El hedonismo simple antecede entonces al hedonismo idealista. La vida, librada a sí misma, no está sujeta a ningún sistema moral y, por ende, no está de ningún modo orientada a fines. Los sacrificios son entonces todos artificiales, no fundados en la naturaleza humana, sino en la sumisión a ciertas ideas como principios morales.
¿Cuál es el criterio que valide el uso de tal o cual principio moral? No puede ser otro que este: Que nos acerque, lo más posible, a la felicidad, no entendida esta como la sumisión al mismo principio (pues esto es absurdo) sino según los cánones del hedonismo simple, a saber: como un actuar placentero en primer lugar, y como un actuar no doloroso en el segundo.
La ética idealista debe tener, si quiere conducirnos a una verdadera felicidad, una base hedonista simple. Este hedonismo debe ser la base solida que nos permita cambiar de ideales con la frecuencia que haga falta para conservar nuestra felicidad.
Mas, ¿Qué es esta felicidad puramente hedonista, sino un suplir constantemente nuestras necesidades subjetivas? Una obvia dificultad de todo objetivo a largo plazo es el compromiso al que uno se somete al proponérselo. Dicho compromiso supone una responsabilidad por y ante uno mismo, en primer lugar, y ante los demás en segundo. No obstante, ¿de dónde, de que fuerza podría surgir y mantenerse el cumplimiento de este compromiso, si no es de nuestro deseo de placer?  La coherencia y la felicidad pueden coexistir solamente cuando nuestros ideales o principios éticos, en base a los cuales elaboramos nuestros objetivos, emanan natural y honestamente de nuestros deseos.
Con esto no quiere decirse que debamos renunciar a los ideales para abandonarnos a los deseos meramente fisiológicos. Ante cualquier acusación de Epicureísmo mal comprendido, responderemos con las respuestas que el mismo Epicuro tenia para quien  comparase a su sequito con los cerdos.  Lo que se le reprocha a la ética idealista, fundamentada sea en la noción de deber, sea en la de buen sentido, sea en bases biológicas deterministas, es que los principios éticos no pueden de ninguna manera ser fijos, y mucho menos a priori.
Estos éticas idealistas tienen su fundamento en la creencia de que en la vida interior o universo de hechos internos, existe un núcleo o substancia, conocido como yo o mente , que tiene una facultad activa llamada voluntad, y una forma que lo define de un modo subsistente. Esta forma es, según la postura específica de cada idealismo, o bien a priori, o bien determinada biológicamente, o bien propia de cada sujeto en particular, pero subsistente en ésta. Según esta postura, los principios éticos emanan de la forma de este núcleo o yo, y la ética o lo moral suele definirse como la facultad activa aplicada correctamente, es decir según la forma del yo.
Nosotros estamos en oposición a la concepción de un “Yo” fijo y determinado. Las únicas determinaciones o  “formas” del yo que aceptamos son las biológicamente necesarias, pues negar que hechos como las necesidades de alimentarse y preservarse no deriven en principios éticos de carácter universal, es atentar a un tiempo contra la experiencia y  contra el sentido común.
Los principios que emanan de estas necesidades son, por decirlo de algún modo, el sine qua non (condición necesaria, más no suficiente) de la felicidad, así como el non plus ultra de la pretendida universalidad en la forma del yo.
Aceptar  que existe una forma ya determinada del yo, es ceder peligrosamente la autonomía. Pues de aquí estamos muy cercanos a aceptar que hay principios moralmente universales, con validez objetiva. Este hecho, que los idealistas suelen aceptar en mayor o menor medida, suele contrastar con el hecho de la diversidad de principios éticos aun vigentes, y con las consecuencias que esa variedad produce. Los idealistas, en vez de derivar la infelicidad y los hechos inmorales de la acatación de principios caducos o sin validez subjetiva, derivan estos hechos de un incorrecto uso de la voluntad o de la no acatación a principios con validez objetiva.
El yo no es para nada algo cristalizado, algo estratificado, algo estático de lo que pueda decirse que tiene una forma , sino que es un cumulo de deseos que cambia constantemente, es más bien un conjunto dinámico en perpetuo cambio, del cual no podemos estar del todo ciertos[2].
Es necesario postular la autonomía psicológica si no queremos caer en un absolutismo ético y en una concepción “oficial” de la felicidad, definida por ideales que se supone objetivos.
La sumisión a principios éticos debe emanar de nuestro estado actual, comprendiendo este como la suma de deseos y necesidades psicológicas. Este estado, que bien podemos llamar situación, para enfatizar su carácter dinámico[3], está causado (aunque de modo contingente) por un estado anterior, a la vez que determina (también contingentemente, es decir, que puede hacerlo con cierta libertad creadora) el estado que lo sucederá.  Esta es la verdadera base psicológica, que podríamos llamar de carácter Heracliteo, que existe efectivamente por debajo e inherentemente  a ese yo uno y eleáticamente Semper eadem. Los principios éticos y los objetivos que, a partir de aquellos, nos dictamos, deben estar vitalmente sujetos al cambio de esta base psicológica o, dicho de otro modo, estamos obligados, si de ser felices se trata, a cambiar nuestros principios (y entonces nuestros objetivos y sobre todo nuestras acciones) tantas veces como sea necesario, con tal de que estos se adecuen lo más posible a nuestra situación.
Según lo anterior, entendemos por Vital todo principio que cumpla esta adecuación a la situación. Tomamos prestado el concepto “decadente”[4] para expresar todo principio que no se adecue a la situación, siendo más decadente cuan más alejado esta de nuestra situación actual, tanto en el tiempo como en distancia. Del mismo modo, son morales o vitales los objetivos que surjan de principios vitales, y morales todas las acciones que se realicen por hedonismo simple o teleológicamente según principios vitales. Inmorales, decadentes y putrefactos son los objetivos que emanen de principios decadentes, e inmorales todas las acciones que se realicen en sumisión a una autoridad o a un principio heterogéneo a la voluntad, así como también aquellas orientadas teleológicamente a principios decadentes.
Por autonomía (en el sentido moral) entendemos la capacidad plástica y valerosa de re – estructurar y cambiar constantemente nuestros principios de acuerdo a nuestra situación o estado actual.  Autonomía es la constante revitalización de nuestros principios morales. La decadencia es lo  opuesto a la autonomía, es decir, regirse por principios que, al no emanar de nuestra disposición interna,  no puede decirse realmente nuestra ni obediente a nuestros intereses reales o a nuestra real felicidad. La decadencia o estado de esclavitud nos hace permeables a regirnos por principios “ortodoxos” a la vez que caducos para con nuestras necesidades vitales y, por lo tanto, inútiles. Por lo anterior, se puede decir sin miedo a errar que libertad es sinónimo de autonomía. La única libertad posible es la que emana de nuestra necesidad y nuestro deseo de placer, que entendido correctamente es nuestro deseo de felicidad, tanto a un nivel meramente hedonista (el cual compartimos con todos los animales) como a un nivel mas profundo y complejo, que puede ser catalogada de “espiritual”. No obstante,  es  la dimensión meramente hedonista la más universal y la menos sujeta a cambios, mientras que la espiritual-psicológica es la más cambiante; De las variaciones de estados patológicos y psicológicos se compone la serie de estados actuales (o serie situacional).  Valor es la fuerza propia de la libertad , mediante el cual refundamos constantemente nuestras nociones morales clásicas (justo-injusto, bueno-malo, útil – inconveniente)  según nuestro estado actual. Puede entenderse libertad y autonomía como el valor de seguir nuestra obligación vitalista, es decir, nuestra obligación para con nosotros mismos.
Obligación o “deber” puede entenderse, espejadamente, en su sentido decadente, como la impotencia para valorar el mundo según nuestro estado, que tiene como resultado una adhesión a principios inmorales y una producción de acciones igualmente inmorales y decadentes. La mayoría de los “sacrificios”, en cuanto persigan objetivos caducos y vitalmente decadentes (cuando no muertos), deben entenderse en estos términos  decadentes de la noción de obligación o deber. Por otro lado, cuando los objetivos son vitales, no corresponde usar la palabra sacrificio, pues esta es comúnmente entendida como sacrificio de uno mismo. Las acciones vitalistas pueden distinguirse por el siguiente criterio: una acción vitalista pone siempre al sujeto actuante, en cuanto ser humano, siempre como fin. Nunca coloca a este como un medio para obtener otro fin o un objetivo. Poco importa si este objetivo es auto – impuesto o impuesto por una voluntad ajena.
Una ética honesta, que renuncie a pretensiones de objetividad científica, solamente puede desarrollarse como una introspección psicológica que, pese a quizás pecar de anárquica (o mas bien, de autárquica en cada individuo) esta sin embargo mas cerca de lograr el viejo objetivo eudaimonologico que, según se postula desde tiempos de Aristóteles, es el fin de la ética toda como ciencia practica. Es necesario renunciar a una felicidad universal según principios universales de validez objetiva, para lograr lo único que, como individuos espiritualmente separados, únicos e irrepetibles, está a nuestro alcance: una felicidad individual según la situación propia de cada cual.





[1] Friedrich Nietzsche, “Humano, demasiado Humano”, parág. 628
[2] a lo sumo, podría hablarse de un yo lógico, referencial, sobre el cual estructurar el lenguaje, pero esta noción no tendría referencia a objeto alguno en la realidad, y su utilidad debería demarcarse dentro de los límites del lenguaje y la comunicación.
[3] Respecto de la razón y forma de la serie en la cual podrían entenderse los cambios del yo, comprendiendo a este como una mera sucesión de situaciones psicológicas, mucho se puede hallar en la psicológica desde la revolución psicoanalítica y los posteriores aportes de la psicología analítica. No obstante, la psicológica toda nunca podrá ofrecer algo más que esquemas para una hermenéutica de este devenir de situaciones. Todo intento por determinar, de forma universal y necesaria, la forma de la serie, seria idéntico al intento idealista por determinar a priori la forma del juicio. Una postura vitalista como la nuestra se opone precisamente a este tipo de cierre,  que con la excusa de la objetividad científica termina concluyendo en absolutismos morales de desastrosas consecuencias para los individuos particulares, únicos seres existentes y sin necesidad alguna de tal objetividad, pues “la naturaleza nos lleva a representarnos la realidad de la misma manera que nos hace respirar” (Hume, Tratado sobre la Naturaleza humana, T141, SB 185, D 315)
[4] Usamos este vocablo entendido en el sentido Nietzscheano, sobre todo en Anticristo y Genealogía de la moral

26 nov 2013

Aquelarre

Bueno, hoy no va a haber cuento sino, como cada tanto, presentación de alguna banda o aspecto musical. Generalmente suelo decirle critica, pero en este caso mas que una critica es una apología, un rescate o mejor dicho un encomio, puesto que realmente es una de las bandas que, como los Beatles, Led Zeppelin o Pink Floyd, rebozan genialidad y no tienen puntos negativos. De hecho, incluso bandas como Queen y los Beatles tienen, a mi parecer, algún que otro disco pedorro o comercialon, no asi Led Zeppelin.
Esos discos pedorros de las grandes bandas suelen tener como principal causa o la fama de dicho grupo, y la presión de las discográficas, o bien la larga duración de esos grupos. A veces los grupos son como las parejas: duran mas de lo que tienen que durar.
Pero en Argentina, donde ahora abundan muchos grupos que llegan a la década, y hoy dia ya no se les cae una idea (Bersuit, Ataque, La renga, Kapanga, Catupecu, ect) hubo en otro tiempo un panorama completamente opuesto: bandas que duraban 2 o 3 años pero que tenían producciones originales. Esa época fue en la dorada época del 70, en donde lo mejor de la música argentina vio la luz.
La banda en cuestión, que quiero presentarles, es Aquelarre. Vallamos primero con los integrantes:
Los ex almendra, Rodolfo Garcia (batería y voz) y Emilio del guercio (Bajo y voz), Hugo Gonzales Neira (teclados) y Hector Starc, que venia de tocar en un trio (que creo que era tantor…) con machi Rufino (pro invisible) y Black Amaya (pro pescado rabioso). Como ven, son todos músicos de putisima madre, para quien conoce las bandas, que tenían una fuerte influencia del jazz rock y del blues.
La idea de la banda fue de Rodolfo Garcia, que junto con Del Guercio formaban una base rítmica solida y muy variada, llena de quiebres. Los teclados de Neira le daban la onda blusera, y La guitarra de Starc, que es uno de los mejores guitarristas que piso esta tierra criolla, hicieron de Aquelarre la mejor banda sinfónica del genero nacional, y tambien una de las bandas pilares de la década del 70.
La primera presentación oficial fue en el BA Rock, en 1971, y la ultima, en Montevideo en 1978. El pico de popularidad fue con su cuarto álbum, “Siesta”. Fueron, en el año 1976, la primera banda de rock en ir a tocar a Europa, en donde realizaron una gira por España, difundiendo el rock en castellano, cosa que en la misma España no existía (las bandas cantaban en ingles), por lo que es certero decir que Aquelarre fue el padre del rock español cantado en español. La banda tuvo un pequeño reencuentro en el año 1999, donde grabaron un disco en vivo, el ultimo. En el año 2008 se lanzo un box set con todos los discos, libros y material inédito, que hoy dia cuesta un ojo de la cara. Tambien hay algunos vinilos recopilatorios, y especialmente uno que tiene grabaciones de la gira por España, casi inconseguible y con el valor de una moto….
Discografia:

  • Aquelarre (1972)
  • Candiles (1973)
  • Brumas (1974)
  • Siesta (1975)
  • Corazones del lado del fuego (1999)

Musicalmente, Aquelarre es fundamentalmente una banda progresiva y sinfónica, adjetivos que a primera vista nos dicen que lo mas importante de esta banda es la Musica, por encima de las letras y del resto de las cosas. Esto es algo que parece casi obvio, pero que no obstante hoy dia no parece serlo tanto. Dicen que la buena música tiene 3 cosas: Ritmo, Armonia y Melodia. Aquelarre tiene las 3, y tambien tiene otras cosas que no pueden faltar en una buena banda, como ser improvisación, originalidad, capacidad de cambio y reinvención, una identidad musical, virtuosismo individual, y además de eso, tienen una capacidad lirica muy cuidada, que nos recuerda sin dudas a bandas como Vox Dei, Color Humano, Almendra, pero tambien a otras bandas como ELP, Yes y King Crimson.  Mas que eso, fundan una identidad rioplatense dentro del rock sinfónico, lográndose despegar de las enormes influencias de bandas inglesas, que en esa época y ahora tambien proliferan tanto.
Las letras de Aquelarre, a cargo de Garcia y del Guercio, son todas eminentemente poeticas, de un estilo mas bien impresionista y hasta surrealista, que nos hacen acordar a Spinetta. No por nada hay dos Ex Almendra en la banda, y recordemos que Del Guercio y Garcia se criaron musicalmente juntos con Spinetta, cursando todos el comienzo de la carrera de bellas artes. Algunas letras tienen no obstante, dentro de la poesía, criticas sociales (como no podía ser de otro modo en los 70), sobre todo letras como “violencia en el parque”, “arboles caidos para siempre”, “miren a este imbécil”, y otras. Constantes referencias a la naturaleza y a situaciones idílicas o mitológicas son normales en las letras.
La música de aquelarre fue evolucionando hasta su forma mas acabada, con el correr de los discos. En los comienzos de la banda, la impronta es de un corte mas rockero, con un sonido que si bien es cuidado, tiene arranques de rock and roll mas duro. Pese a esto, hay ya una insinuación estética de bases progresivas e fraseos mas que interesantes, que van mas alla de las bases del rock pelado. La Guitarra de Starc es directriz.
En Candiles, el sonido se hace mas pesado, mas doppler, mas bluseado, dándole mas cabida a los teclados de Neira, con un estilo que es muy cercano al de Vox Dei.  No obstante, ya hay melodías sin duda progresivas, como en “patos trastornados”. Los sonidos de órganos y los punteos de Starc se orientan mas a las melodías y no tanto a los solos.
En Brumas es donde se nota el cambio mas notorio del a banda, siendo este ya un disco innegablemente sinfónico, que arrastra todavía un poco la impronta rock – blues de los primeros años. No obstante, en canciones como “brumas en la bruma”, “Milagro de Pueblo” y “Aves Rapaces” podemos ver ya toda la magia de Aquelarre: Letras cuidadísimas y melodías sinfónicas, con una base rítmica impecable y pasajes instrumentales vastos y variados.
Siesta es, a mi parecer y tambien como dice la critica, el mejor disco de Aquelarre, en donde encarnan su verdadero sonido, siendo uno de los mejores álbumes que yo he escuchado. Presenta una unidad tematica y a la vez una riqueza melódica muy digna de oir. Influencias de Yes y ELP sobre todo. El sonido de jazz rock por momentos, y por momentos progresive rock. Con temas de 8 minutos (entre los que esta el que es para mi el mejor tema de la banda, “el hombre cercano”), Siesta es una perla que no pueden dejar de escuchar. Con este disco cierra aquelarre su etapa original.
“Corazones del lado del fuego” no contiene ningún tema nuevo, sino que es un selectivo de su discografía, mostrando la vigencia de la banda casi 30 años después, incorporando los sonidos propios de los 90 sin perder la escencia, y con mas de un pasaje de improvisación genial.

Antes de dejarlo con las canciones que mas me gustan, acoto simplemente que es increíble la falta de reconocimiento popular (no asi en la critica y en los melómanos, gracias a dios) que tiene esta banda. Estando musicalmente muy por arriba de otras bandas como Manal o Los Gatos (y hasta de sui generis y de Pescado) no han llegado a tener el reconocimiento que se merecen, estando a la altura de bandas como Seru o los Redondos en lo que a identidad musical se refiere.
Ahora si las canciones:


25 nov 2013

5 AM

Se despertó. La habitación estaba completamente vacía, en penumbras. Había un silencio liso y perfecto, que llenaba el cuarto. Le volvió entonces la paranoia de estar completamente solo. Solo y escuchando la lluvia golpetear afuera. Sintió entonces, como en una unidad compacta pero a la vez elástica y pegajosa, una sed terrible. Hacia, si, muchísimo calor. No era cosa de sentirlo, y eso era lo raro, pues no tenía calor para nada, sino más bien una sensación seca y áspera que le secaba la garganta. Los cantos de Maldoror seguían sobre la mesa, seguramente sobre la mesa de la cocina, allá abajo, dos metros mas abajo, lejos.
Sintió unas ganas terribles de mear, de ir a la cocina a tomar un vaso de agua, pero estaba el hecho de estar completamente solo y desprotegido. El camino hacia la cocina y hacia el agua refrescante era demasiado peligroso: Veintitrés escalones de madera ruidosa y crujiente, más tres pasos hasta ella,  y luego tres pasos más hasta la heladera. Y luego la vuelta, claro esta. No, demasiados pasos y demasiados ruidos para esa noche, para despertar a lo que fuese (el lo sabia) estaba acechando en la soledad de la casa. Deseo entonces oír un ronquido, una tos, un crujir de cama que le demostrase (pero era imposible) con evidencia científica que el no se hallaba solo. Eso hubiera sido suficiente para romper el hechizo (porque eso era). Había algo maligno, algo realmente maligno y diabólico, algo así como una fuerza perversa manejada a distancia por brujas o por gente muy mala y envidiosa, que ahora le oprimía el cuerpo entero, y que se manifestaba en la enloquecedora expectación de alguna señal, de algún movimiento (pero no, no porque eso era la lluvia y aquello el viento zarandeando con violencia la ventana, y aquello otro era seguramente un gato saltando de chapa en chapa, gato de mierda) que le revelase la catástrofe, la muerte inminente o el rapto infernal.
Entonces se sentó en la cama, agitadísimo, y dirigió una enloquecida serie de miradas, cubriendo con desesperación cada centímetro de la pieza, buscando atrapar con los ojos aquello que le lo oprimía y que ya le provocaba un calambre en el pie izquierdo. Pero nada, no había nada, no era nada, y eso era lo terrible: estar solo y sin que pase nada. ¿Podría acaso esa sensación de peligro, de horror vacui (pero no era eso, el sabia que no) prolongarse indefinidamente? ¿Que pasaba, ahora era cosa de tenerle miedo al silencio y a la soledad cada vez que estas se trenzaran en el aislamiento? ¿Que quería, con esos sobresaltos y salidas abruptas del sueño, con ese insomnio, con esa paranoia, ir a parar adonde, adonde se pensaba que iba a ir a para así? ¿O acaso iba a estar en guardia solo hasta el alba, solo hasta la salida del astro rey, que traía con sigo a todas las hijas de la luz y la razón, a iris y con ella al desvanecimiento de los fantasmas?
El cuarto se hallaba inmóvil, el silencio era perfecto. Empezaba a pensar mejor, a racionalizar, a buscar salidas lógicas, a intentar perderse en algún callejón lógico, que al menos era ya algo de la realidad diurna, pero lo asalto de nuevo la sensación de estar siendo observado, amenazado por algo. Si. Se encontraba dentro de una ratonera, dentro del más horrible cuento de Kafka.
¿no había soñado acaso, con una perfección que lo hacia sospechar de realidad olvidada, de reminiscencia o de otras dimensiones, no había soñado hacia apenas unos minutos (pero no lo sabia entonces, sino que recordaba en ese instante que) con cementerios y misas negras, con misas negras en el propio jardín de su casa, con unas esferas como bolas de billar, todas de colores opacos, que aparecían diabólicamente en el jardín cuando se suponía que nada tenia que aparecer, y entonces el y otros filmaban todo (porque había los medios), cubrían todo ello con fascinación periodística, pese al terror de que las bolas se materializaban y caían al piso? ¿No había también, en cada jardín (pero más en el suyo, que ahora tenía unas rejas góticas grandes y negras, propias de un cementerio ingles)tierra negra y apretada, y tumbas y un cielo opresivo y nebuloso? Si, y entonces había empezado, ya desde ese entonces, había empezado el miedo y una irresistible necesidad de volver la espalda y vigilar, de cuidarse la espalda de las brujas (entonces eran las brujas, y debían ser las 3 AM, horario de las brujas y misas negras) y de los asesinos, de hombres y mujeres malas y golpeadoras, de que todo el mundo se volviese en su contra, intentara matarlo o algo. El miedo entonces había empezado, como un ruido lejano y amenazador en la noche, a perturbarle el sueño ya desde el sueño mismo.
¿Que había pasado luego? Había también otra chica, y nenes y nenas en los jardines, y otras perspectivas que mostraban la misa, en donde había también un estacionamiento y una reja, y bolas que caían. Mas importante que todo era que adentro estaban su madre, su padre y su hermana, siempre durmiendo. Entonces descubrió algo. Con indecible horror recordó ( ¿pero cuando? ¿En el sueño o en ese momento posterior?) Que YA HABIA SOÑADO con la misa negra, con las bolas y con el miedo. PEOR AUN: LO HABIA SOÑADO ESA MISMA NOCHE. Oscuros y misteriosos son los designios y los aberrantes absurdos del sueño, porque de alguna manera, el supo que inexplicablemente había soñado toda esa noche con la misa negra, como quien obsesivamente ve una y otra y otra y otra vez la misma película, la cual se repite siempre con los mismos gestos, los mismos miedos, las mismas traiciones. La repetición suele, en la mayoría de los casos (volvía a llover con fuerza, se oían las gotas castigando las tejas) aminorar el efecto violento de una emoción, pero en su caso, o tal vez fuese el horror de tan incomprobable certeza, parecía que todo conservaba fantasmagóricamente ese miedo telúrico e inexplicable, y entonces se percato, ahí y en cada sueño, de que efectivamente había un miedo loco y telúrico, como de tierra mojada, pero miedo que no era a la misa negra o a las extrañas bolas de boliche, sino miedo a una presencia femenina (sin dudas la bruja) que estaba detrás de esa espantosa magia negra. Recordó otra escena: una filmación aérea de su casa y de su jardín, casi a las 3 AM. El reloj corría y alguien decía frases periodísticas sobre los próximos eventos. Y entonces, como en uno de esos programas baratos de eventos paranormales, exactamente a las 3 AM, se materializaba de la nada una porción escondida del jardín, que antes no estaba y que entonces (comparándolo con la realidad) no era parte de su jardín verdadero, sino un espacio nefasto creado mágicamente por los espíritus de la noche. Había algo de familiar y de intrincado en el diseño, algo que le recordaba a las tumbas y a los cementerios.
¿Que paso luego? No recordaba nada mas, salvo que en otra escena el se hallaba arrojando con violencia las bolas por encima de la reja, cosa que sabia no debía hacer, y llamaba a los gritos a sus padres y hermanos para que vieran todo eso, todo eso que pasaba en el jardín y que era horrible e increíble y hermoso y sobre todo que vinieran porque (esto no lo decía) se sentía enormemente en peligro y no quería estar solo cuando la misa se acabara, cuando se acabara eso que aunque horrible era como un juego y una irrealidad, y entonces apareciera ella, la oscura fuerza que si era real y no seria para nada agradable o caricaturesca, sino horrible y efectiva, mortal. ¿No era acaso ella misma esa presencia que astuta y paciente como una araña, llenaba el cuarto con el mas aparente y desinteresado de los silencios, tendiéndole una trampa como con hilos y cuentos chinos, para que el se levantara, incrédulo o estupidamente envalentonado, para que se levantara de la cama (lecho de paz y amor, único lugar seguro en toda la casa) y se pusiera entonces al alcance de todo tipo de bestias, fantasmas y lobos prestos a despedazarlo?
Subiendo lo pies en la cama, pensó que a lo mejor no. Que a lo mejor era exactamente al revés: un miedo atroz y unas pesadillas especialmente preparadas por ella para mantenerlo en la cama, presa de la paranoia y del miedo pero siempre en la cama. ¿Con que objeto, con que motivo paralizarlo así? ¿Saldría acaso, caricaturescamente, algo de debajo de la cama, o acaso del armario? Esto ultimo casi lo hizo reír, pero la risa fue estrangulada a la altura del estomago, y solo quedo una nerviosidad inútil que pudo eliminar con un silencioso pedo. ¿Seria acaso un súcubo, una horrible y huesuda vampiresa? Pero eran ya las cinco y veintiuno y nada había pasado. El había leído, no recordaba donde, que las brujas y súcubo atacaban siempre a las 3. 3 y 3, tres y trentaitres, pero no a las cuatro, a las cinco y menos que menos a las cinco y ventidos. Esa impuntualidad era imperdonable, y eso no hacia mas que demostrarle, que comprobarle, que efectivamente algo le andaba ocurriendo esa noche, pues también era cierto que la realidad ocurre siempre impuntualmente, y que las leyendas siempre las cuentan los sobrevivientes, y nunca los muertos y torturados, los cuales son siempre el alma misma del terror de la leyenda, y que entonces los datos de los sobrevivientes tienen que ser siempre aproximados, nunca científicamente correctos.
El miedo, que ya devenía un sordo terror pánico, rayante en la vomitiva inmovilidad o en la parálisis del cadáver, era para el siempre una intensidad desesperante, un dolor leve y agudo que le recorría el cuerpo, una paranoia asesina que lo tensaba entero y a sus anchas, listo para dar un horrible grito de autodefensa o para mirar cara a cara aquello que no dudaba, fantasma, ladrón o vampiro, lo aniquilaría apenas cometiera la torpeza de moverse o de quebrar el delicado y pasmoso equilibrio en que todo se hallaba en ese preciso instante. Era imposible respirar ya normalmente. Tenia la garganta demasiado seca y las sienes le latían con una violencia inesperada. ¿Que oía, que pasaba? Nada, absolutamente nada. Deseo entonces oír algo: criminales penetrando la casa, vagos y horribles murmullos en la planta baja, un maléfico ulular extraño, el canto de un cuervo, pero nada. Deseo también ver algo: un anima, una calavera ridícula, una procesión de Walpurguis, con fausto y Mefistófeles, subiendo por las escaleras para despedazarlo, deseo ver la salida del sol, pero nada. Nada, nada nada nada nada nada nada nada nada nada nada nada nada nada nada.
Nada, insoportablemente, opresivamente nada. Era insoportable. La ventana tenia rejas, era imposible salir, saltar e incluso gritar pidiendo ayuda. ¿Que quería, que mierdas quería entonces todo eso, eh? Empezó a proyectar el fin. Hizo toda su fuerza por escuchar que la ventana se abría lentamente, o que la silla se deslizaba o comenzaba a levitar, que algo, una figura femenina huesuda y hedionda, comenzaba entrar por la ventana o a salir de la pantalla del televisor, o escuchar que había pasos, quedos y livianos pero pasos al fin, que subían lentamente por la escalera y luego por el piso de su cuarto, pasos que eran solamente pasos pues nada se veía. Pasos que llegaban elegantemente (y entonces era una mujer) al pie de su cama, y entonces el sentía unas manos o unas garras que, invisibles o inexistentes mas que como una fuerza abstracta, lo estrangulaban en el mas indecible de los horrores. Fingió ver un espectro, un ectoplasma azul y ondulante como una sabana o un ave, que giraba o flotaba silenciosamente en el medio del cuarto, pero era inútil. Todo seguía absolutamente en calma, en silencio, dentro de la noche. Se sentó entonces contra la pared. Al menos podía eliminar así el andar volviéndose y mirando detrás todo el tiempo. El cuarto parecía ser seguro ahora, pero una insoportable ansiedad, algo así como un hilo detonante del terror mismo, lo obligaba a fijar su vista en las ventanas y en la escalera de caracol. ALGO podía aparecer o querer entrar en cualquier momento, y era su deber impedirlo a al menos notarlo. Nada le aterraba más que una discontinuidad que permitiera un horripilante susto, un ataque sorpresa, una burla a su cobardía. Eso era tal vez lo que buscaba la bruja: un agujero, un agujero en su psiquis y en su vigilancia. La muy hija de puta no se mostraría hasta no tener la partida ganada. Pero le seria inútil. El no saldría, nunca más si hacia falta, de su trinchera.
¿Había soñado algo mas? sentía un vago dolor en la nuca y en las extremidades, prueba de que había dormido poco o que no había descansado mucho. Si, sentía una incomodidad espiritual, análoga a sentir un residuo de vomito pendiente, que aun nos ahoga y nos revuelve las tripas, o análogo a ese montoncito de mierda que aun nos queda expulsar con las ultimas pujas de nuestros intestinos, un residuo espiritual de algo que aun le faltaba recordar. No debía perderse en las múltiples y tal vez eternas repeticiones de los cambios en el jardín, de las rejas y las bolas que caían, de los reporteros y los nenes y nenas de los otros jardines. Tampoco en la soledad de esa noche onírica. Había dos cosas que lo inquietaban: La muchacha que en un momento del sueño estaba con el, silenciosa o diciendo cosas que el no podía oír, y también su madre y su hermana que no salían a ver, que no querían salir a ver lo que ocurría. Si, esa cobardía de la madre le molestaba. Recordó entonces que la madre le había respondido a gritos que ella de chica había visto cosas así, pero no. No le había respondido eso, sino que el era el que había pensado eso luego de la respuesta. La respuesta de la madre, clara en absoluto silencio de la noche, había sido que no le interesaban para nada ese tipo de cosas, y que tenía que dormirse para ir a trabajar al día siguiente.
Mentira, rabiosamente mentira. Era cobardía pura, cobardía pura y el lo sabia con total certeza. La madre, que presentía al igual que el que la muerte inminente rondaba esa noche en su jardín, no quería arriesgarse a salir de la casa, a ayudarlo, y pretextaba además los más bajos motivos, pereza y responsabilidad moral, para negarse. La hermana, claro esta, seguía convenientemente los dictados de la madre, y el padre, el único que podía rebatir ese dictamen, dormía pesadamente. El se hallaba atrapado fuera, pues recordó entonces que la casa se hallaba impenetrablemente cerrada por dentro, y que entonces el se hallaba desprotegido y desnudo (aunque era solo la sensación) en el pasillo y el jardín, presa fácil de las brujas y las animas que rondaban. Estaba solo, y nadie más que la muchacha podía ayudarlo.
Pero la muchacha, ¿que quería, quien era? ¿Que hacia ahí afuera, siempre a su derecha y a su izquierda, siempre un poco detrás suyo, en cada escena de perfil o en Angulo, siempre un poco en la sombra, siempre acuclillada o agazapada, exactamente como el y por eso sin duda amiga y compañera, que quería?
Intento entonces recordar a la muchacha, y se dio cuenta de que no tenia ningún rasgo saliente. Pelo negro y largo, muy flaca y menuda, con ropas siempre prácticas y cambiantes según la escena, pero siempre un jean y un sweater, un jean y una blusa, un jean y una remera simple, siempre descalza. Recordó que tenia manos finas y como de alambre. Lo único sobresaliente de ella eran dos cosas: el color gris parduzco (propio de un cadáver, pensó) de su piel, y la atrapante belleza de sus ojos negros. Eso lo detuvo un rato. Los ojos, no eran hermosos ni lindos ni sugerentes ni preciosos ni sublimes ni picaros ni agresivos ni estupidos ni seductores ni felices ni alumbrantes ni inteligentes: Eran bellos y misteriosos, esfingeanos, tortuosos, Kafkianamente tortuosos y tristes, pero no. Se dio cuenta que no eran tristes ni misteriosos, sino increiblemente negros, y que si le habian parecido hermosos era por el delirante brillo que tenían, por la fijeza de la mirada, que pese a las ojeras horribles y a la boca siempre seria y apretada, le daban una belleza innegable  al rostro entero. Pero era una belleza incomoda, ¿que sucedía? Se dio cuenta entonces que eran ojos de loca, si. Ya los había visto en el manicomio de Bolivia y haedo, una vez cuando estaba en primaria y se habian escapado de la casa de marcelito para ver a los locos. Ese brillo y esa estupida fijeza de demente y ido tomaban en los ojos de la muchacha un brillo dionisiaco y demente, totalmente alejado de lo sexual, era tristemente cierto, pero todavía con toda la peligrosa violencia de los locos.
Se percato entonces, como quien nota un nuevo pasaje en el laberinto, o como quien comprende una palabra clarificadora o asocia un recuerdo perdido al gran hilo de la vida diaria, que muy en el fondo, todo el sueño tenia un terrible matiz sexual, y que la muchacha lo excitaba entonces de una manera enfermiza y de ningún modo concebible, como debía pasarle a los dementes que se excitan con animales o con recién nacidos. En efecto, nada había ocurrido en el sueño que no fuese oscuro, silencioso y enloquecedoramente terrorífico, pero precisamente en la desesperación o en la impotencia de verse acorralado por la muerte estaba una de las fronteras de la calentura. ¿Defensa o mecanismo animal? ¿Proyección inteligente del superyo para sentirse poderoso, precisamente en el momento que se mas se sentía como un cachorrito enjaulado?
Sentado en la cama y temblando, se dijo que si. Que había como una libido animal que buscaba también sexualizar cualquier componente que se prestase a ello, y que entonces la muchacha era mas bien objeto y ocasión que causa y provocación de la calentura inconciente, que no había notado en el sueño y que se había confundido e integrado al miedo y a la sensación de desamparo. No podía recordad nada mas del sueño del jardín o de la muchacha, pero al pensar nuevamente en la madre y en la hermana, recordó una escena que estaba completamente aislada del resto, y que no dudo a asociar a un sueño independiente pero que había ocurrido inmediatamente después del otro.
Era solo una escena: El se hallaba en la cocina, próximo al cuarto de su madre y su padre, donde también estaba, por alguna extraña razón, la hermana. Pasaban algunas cosas, las luces se prendían y se apagaban, y de repente TODAS LAS PUERTAS que daban al exterior se hallaban abiertas. Solo, completamente solo, llamaba a toda su familia para que viera aquello, pero nadie respondía. No podía abrir la puerta de la pieza de su madre (volvía a llover) y entonces se disponía a cerrar las puertas de calle una por una. Sentía que, en el sueño pero también en la realidad, la madrugada estaba próxima. De algún modo todo se asociaba al sueño de las misas negras. La siguiente escena saltaba, con la naturalidad de la total discontinuidad, click click, al cuarto de baño. El estaba haciendo pis y luego tiraba el botón, abría la puerta del baño y entonces veía que la puerta del cuarto de los padres se abría sola, despaciosamente y haciendo crujir poco a poco la madera. Tuvo la impresión, muy leve y casi inconciente, de que soñaba y de que esa puerta que se abría ocurría en otro plano lejano y distinto, donde el dormía y donde en esa pieza no había ya nadie.
La puerta quedo abierta en el silencio de la casa, y entonces se sintió acompañado y supo al instante que la muchacha estaba nuevamente detrás suyo. No giro la cabeza, no hacia falta verla para sentirla ahí, detrás suyo, como una presencia que estaba igualmente asustada e intrigada por ese fenómeno inexplicable de una puerta que se abre sola.
- ¿escuchaste, vistes? Le pregunto a la muchacha
- Si, se abrió sola. Y no hay nadie.
- Nadie, nadie en toda la casa, entonces imposible que la abra alguien - Dijo o pensó, que en los sueños es exactamente lo mismo.
- Nadie mas, tenes razón. - La voz de la muchacha era hermosa y familiar, indudablemente joven.
Salio entonces del baño y se acerco a la puerta. Sentía que la muchacha lo seguía, lo acompañaba muy tenuemente desde la derecha. Por alguna razón, tal vez porque sintió o imagino una mano fría y delicada tomándolo levemente de la muñeca, no se atrevió a entrar a la pieza.
¿Que paso luego? No podía recordar ninguna imagen mas, ni siquiera una sola, pero podía sin embargo evocar (recordar seria exigir demasiada precisión) una serie de anhelos o proyecciones, principalmente de su pieza y su cama, y de un deseo ávido y certero que se dirigía hacia la muchacha, hacia la chica que le impedía de algún modo ir hacia la pieza, y también sintió un odio, por la madre y la hermana y por todo un genero de lo femenino de la casa, que se parecía de algún modo inexplicable, por alguna tortuosa conexión de túneles subterráneos, al deseo que sentía por la muchacha y por todo lo amenazante de las misas negras y hasta, ridículamente, las bolas de boliche.
Había cierta filiación natural con la muchacha, cosas como palomas y revoloteos de una conciencia de incesto o de prohibiciones naturales o morales, que mas claras se mostraban cuanto venían con un odio hacia quien sabe que, y también porque eran sin dudas sobrepasadas por el deseo y por las ganas de coger, de revolcarse y coger interminablemente quien sabe porque, con la muchacha aquella, simple excusa, tal vez como un escape de todo aquello, de la muerte y de la parálisis.
Había solo un modo de comprobarlo, y ahora, que los pájaros cantaban los primeros cantos de la mañana, y que la palidez grisácea de la aurora se veía por la ventana, era el momento de realizar esa comprobación. El valor le vino o del cansancio o de los temblores o de los calambres, pero tal vez fuese la sensación de que con el sol el mal finalmente se debilitaba, que el temor a la bruja retrocedía y que con la claridad definida de los espacios y el canto de los pájaros, el aspecto terrible y onírico, propenso a la locura y la esquizofrenia, se retiraba para dejar paso a un terreno solo misterioso. Otra opción era, claro esta, el resto de tensión que le había proporcionado la calentura que le generaba el misterio de la muchacha. Porque claro, había la posibilidad de que todo eso hubiese ocurrido de algún modo , de que la misa negra, las ventanas y el jardín hubiesen sido testigos, también en esta realidad, de algo más que de la luz de la luna y los paseos de los gatos. Poniéndose de pie, noto que pese al ya indudable calor, temblaba como una hoja. Le tomo 5 largos minutos superar los calambres y los temblores en las piernas. Por fin, descalzo  y en calzoncillos, bajo por la escalera de caracol, diciéndose a si mismo que quería un vaso de agua. En esos casos era siempre necesario engañar a la razón con algún pretexto. Era algo que había aprendido de Esquilo y Sófocles: El hombre solo puede ir hacia su destino gracias a una enorme cadena de mentiras y engaños, nunca directamente. Así, medio Edipo y medio en calzones, cagado de calor, se encontró en la cocina, mirando perplejo la inmovilidad de las cosas y escuchando el zumbido de la heladera. Un sudor frió le recorría el cuerpo: Estaba seguro de haber cerrado, esa misma noche, la puerta del cuarto de sus padres.
Por el leve Angulo de la puerta indudablemente entreabierta, no llegaba a verse, desde el filo de la escalera, absolutamente nada. Presa del pánico, pero también de la excitación y del mareo de una razón que vomitaba excusas, casualidades, posibles olvidos y teorías físicas posibles que explicasen el fenómeno, todo a la velocidad del rayo y junto con otras teorías, tesis y antitesis que las negaban y volvianlas a afirmar, tuvo como una certeza física de presencia, de otra presencia. Estupidamente, miro a sus espaldas. Nada, solo una pared de un pálido naranja. Con violencia, giro hacia adelante y se maldijo por bajar así la guardia. Noto entonces que sus manos se aferraban como garras a la baranda de la escalera. Comenzó a sentir que las sienes le latían con violencia, y entonces respiro. Respiro profundamente y cerro los ojos, perdido en una búsqueda de esa sensación de lo extraño que lo había asaltado en el sueño, y luego en la cama y en el cuarto a lo largo de la noche.
Así estaba cuando escucho nítidamente un ruido como de cartón rasgado o raspado, y ese ruido solo podía ser la puerta corrediza del baño, abriéndose o cerrándose. Recordó, aun con los ojos cerrados, haber cerrado la puerta del baño la noche anterior. Entonces abrió los ojos.

Vio entonces que la abertura de la puerta era mínima, del espacio de un puño cerrado, y entonces era natural que solo pudiera verse un brazo o, como estaba viendo entonces, una mano (una mano huesuda y de un color gris plomizo), que abría despaciosamente la puerta corrediza, dejando asomar un perfil, una silueta femenina y de pelo largo, casi oculta por el marco de la puerta del baño y que miraba, sin duda por el Angulo de su cabeza, hacia la puerta entreabierta del cuarto de los padres.