9 ene 2014

Discurso contra el absurdo consumismo individualista‏

¿Por qué tenemos que tener tantas cosas? Atenta contra el sentido y contra el bien común. Que en una famiia halla cinco celulares y dos o tres autos es casi ridículo. ¿Para que necesita una persona tener un teléfono encima todo el tiempo? Tener seis o siete pares de zapatillas es una ostentación de mal gusto. En mis momentos de reflexión, que son cada dia mas prolongados, añoro la época en que el hombre calzaba y vestia lo puesto, empuñaba solo lo necesario para la supervivencia y el cultivo de las artes, y dedicaba su tiempo de ocio a ocupaciones nobles como el sexo, la magia, la poesía, la guerra, la matematica o la filosofía.Actividades todas que junto a otras, como la cazeria o la astrología (¡y la alquimia tambien!) tenían una relación intima y directa con el mundo y sus problemas, con la vida y la muerte, con lo infinito y lo desconocido. ¿Cómo comparar ese purissimo genero humano con la broma de mal gusto del hombre de hoy?
Ya no nos asentamos de ningúna manera sobre nuestros pies: Hemos perdido la relación vital con la existencia. Estamos separados, como el prisionero platónico, varios grados de la realidad. Hemos descendido a cavernas aun mas profundas, a imágenes de imágenes. Nos asentamos en la maquina, nos asentamos en la burocracia, nos asentamos en las falsas ilusiones del amor y del consumo. Nuestros escritores no son mas Goethe o Ciceron, sino Kafka y Leopardi.
La necesidad de posesión individual es el mal de la época; Esa codicia pequeñoburguesa, esa ambicion tan rastrera como insignificante, que encauza la natural voluntad de poder del ser humano, aquella con la que en el pasado fundaba ciudades, exploraba los confines de la tierra , levantaba catedrales o pirámides, en ambiciones tan nimias como comprar el ultimo teléfono o cambiar el auto. Es deprimente lo pequeño que se ha vuelto el ser humano en el ultimo siglo. Los versos del Zaratustra  parecen profeticos:

Pues quería enterarse de lo que entretanto había ocurrido con el hombre: si se había vuelto más grande o más pequeño. Y en una ocasión vio una fila de casas nuevas; entonces se maravilló y dijo:
¿Qué significan esas casas? ¡En verdad, ningún alma grande las ha colocado ahí como símbolo de sí misma!
¿Las sacó acaso un niño idiota de su caja de juguetes? ¡Ojalá otro niño vuelva a meterlas en su caja!
Y esas habitaciones y cuartos: ¿pueden salir y entrar ahí varones? Parécenme hechas para muñecas de seda; o para gatos golosos, que también permiten sin duda que se los golosinee a ellos.
Y Zaratustra se detuvo y reflexionó. Finalmente dijo turbado: «¡Todo se ha vuelto más pequeño!

La condición humana se ha vuelto un capricho infantil, una neurosis. Giramos y giramos en círculos inmensamente pequeños: Estamos en un punto, sin atrevernos a saltar. Ya no somos fundadores, exploradores, inventores, seres libres, constructores: Somos simplemente usuarios, simplemente funciones, simplemente clientes, vendedores, consumidores, proveedores, ciudadanos, contribuyentes: Meras cifras despersonalizadas. La vida personal, único factor por el que debe medirse la riqueza o pobreza de una vida, arroja en los hombres de hoy dia unas rutinas y unos paisajes tan pobres, tan pequeños, con ambiciones y pasiones tan de hormiga, tan mediocres que es casi motivo de risa las terribles disputas que generan y los medios tan despiadados como rastreros que se usan para satisfacerlas, esos hombres – hormiga.
Nuestro problema ni siquiera es el del sentido o el del origen. Mucho menos el del destino o la meta. La humanidad ha dejado de preguntarse por si misma: Sus grandes problemas, sus congresos, son acerca de precios y ajustes, de transacciones y PBI, nuestro problema es el de la conveniencia y el confort. No podemos aspirar a nada mas: Somos demasiado pequeños para algo mas. Tenemos demasiado miedo, estamos demasiado cansados y descreídos para algo mas.

Camino a través de este pueblo y mantengo abiertos los ojos: se han vuelto más pequeños y se vuelven cada vez más pequeños: - y esto se debe a su doctrina acerca de la felicidad y la virtud.
En efecto, también en la virtud son modestos - pues quieren comodidad. Pero con la comodidad no se aviene más que la virtud modesta. Sin duda ellos aprenden también, a su manera, a caminar y a marchar hacia adelante: a esto lo llamo yo su renquear -. Con ello se convierten en obstáculos para todo el que tiene prisa.

¿A que viene entonces tanta preocupación? Es una preocupación neurótica, una neurosis de piojos. Filas y filas de estos hombres pequeños (es necesario que sean pequeños, pues cada vez se amontonan mas y el espacio es cada vez mas escaso. Ya no hay aire) se apretujan en cubículos y calles persiguiendo sus objetivos demasiado pequeños e insignificantes, demasiado aburridos, demasiado prefabricados, demasiado reciclados, demasiado en serie. ¿no seria, para un griego o un romano, e incluso para un hombre del paleolítico si pudiese entenderlo, una comedia la tragedia moderna de la lucha por el confort y el “bienestar”? El ser humano actual es un adicto a sus propios prejuicios. Ha olvidado toda gloria de la especie y toda responsabilidad para con la historia. Vive en un difuso presente, demasiado ignorante para olfatear un rumbo, para mirar al pasado o al futuro en un intento por autodeterminarse. Ya no hay conciencia de época, ya no hay sentimiento de pertenencia a la humanidad. Las luchas y rencillas, verdaderas peleas de gallo, por obtener miserables beneficios no es otra cosa que un mendigar y un rebajarse continuamente.

Ay, también en sus hipocresías se extravió volando la curiosidad de mis ojos; y bien adiviné yo toda su felicidad de moscas y su zumbar en torno a soleados cristales de ventanas.
Cuanta bondad veo, esa misma debilidad veo. Cuanta justicia y compasión veo, esa
misma debilidad veo. Redondos, justos y bondadosos son unos con otros, así como son redondos, justos y
bondadosos los granitos de arena con los granitos de arena.
Abrazar modestamente una pequeña felicidad - ¡a esto lo llaman ellos «resignación»!

Esa codicia neurótica ha devenido en un sentimiento de codicia estrictamente individualista. Se nos ha hecho creer que el ser humano es naturalmente individual. Las asociaciones son, si es que aun existen, meros acuerdos que apuntan a maximizar el beneficio personal de cada cual. Esto no solo es despreciable desde un punto de vista moral y espiritual, sino un absurdo y una completa falacia que, si se la analiza, se revela como lo que es: un cuento chino o un caza bobos, una trampa del mejor estilo de timo o estafa, idéntico a las mentiras que se utilizan para atraer incautos a los juegos de feria y a las loterías.
La desvirtuada y psicótica carrera (¿hacia adonde, además?) en pos de la adquisición de bienes, que operan todos como verdaderos privilegios sobre la valoración y la autovaloración del sujeto, le han quitado al ser humano un campo importantísimo de acción, reduciendolo a ser un mero acumulador de porquerías y conocimientos sin ningún orden, forma o belleza. Sin la forma dadora de sentido, la materia es mera gula de la materia. Esta reducción del ser humano radica y tiene como producto al hombre - usuario

En el fondo lo que más quieren es simplemente una cosa: que nadie les haga daño. Así
son deferentes con todo el mundo y le hacen bien.
¡Vosotros os volvéis cada vez más pequeños, gentes pequeñas! ¡Vosotros os hacéis migajas,
oh cómodos! ¡Vosotros vais a la ruina -
- a causa de vuestras muchas pequeñas virtudes, a causa de vuestras muchas pequeñas
omisiones, a causa de vuestras muchas pequeñas resignaciones!
«Se da» - ésta es también una doctrina de la resignación. Pero yo os digo a vosotros los
cómodos: ¡se toma, y se tomará cada vez más de vosotros!

El progreso cultural y material es solo posible con un pensamiento comunitario, dentro de una sociedad que traza sus propios limites, que delimita en conjunto sus objetivos y que lucha por ellos con plena conciencia de pertenencia a un pueblo. Sin pueblo, sin polis, no hay cultura posible, sino solo un consumo de bienes que son meros utiles o, mejor dicho, meros objetos inutiles mas alla de su hedonismo pasajero, puesto que no hay util posible si no se sabe para que pueden llegar a ser utiles. El fin determina los medios, nos lleva hacia ellos, los construye plenos de sentido. Si la utilidad de un objeto se reduce al hedonismo o a una utilidad meramente pratico – tecnica, entonces la mejor politica es la propiedad comun o compartida. Pretender lograr alcanzar la propiedad privada y exclusiva para objetos que cubren necesidades superfluas o, mejor dicho, vicios y caprichos, es no solo ridiculo, sino perjudicial para la sociedad, para la naturaleza y para el espiritu humano.
Con esta moral y estos fines tan burgueses, tan caprichosamente cortos de miras, el ser humano pierde jurisdiccion sobre el gran mundo y sobre la gran vida, sobre la verdadera vida, sobre el ancho mar, las islas lejanas, la lucha directa contra la muerte, el sentimiento de la finitud, el respeto a lo desconocido, y con ello pierde la oportunidad de acceder a los verdaderos sentimientos propios de la humanidad: El gran amor, el gran odio, el gran asombro, el gran entusiasmo, la terrible colera o el verdadero espiritu solidario, el tan nombrado como poco practicado humanitarismo, que no significa otra cosa que una estima por la mera condicion humana. Hoy en dia el hombre es demasiado pequeño , demasiado vil, demasiado rastrero y demasiado neurotico para ser humanitario; Tambien para ser pirata, guerrero o amante.
Hace aproximadamente dos siglos, Kant nos advertia en “¿Qué es la ilustracion?” acerca de los peligros de la minoridad. Hoy, despues de tanto tiempo,  e incluso luego de enormes guerras y revoluciones que sacudieron el globo en todos los aspectos, podemos decir que la advertencia de Kant esta mas vigente que nunca.
Nosotros los pigmeos y raquiticos de las grandes ciudades o de los barbaros campos, obreros o campesinos, amos o esclavos, tendemos hacia los mismos objetivos ruines y aburridos. Solo queremos sentirnos bien, estar seguros, ser moderadamente felices. Nuestra moderacion, nuestra cobardia, es de mal gusto. El heroismo nos repugna. Solo podemos tolerar a heroes como los de Celine, Kennedy Toole o Salinger. Nuestro amar, nuestro odiar, nuestro obrar y todo nuestro vivir se realiza moderadamente, de un modo medido, en voz baja, mediocre. Ya no nos atrevemos a las grandes empresas. Mas aun: Ya no tenemos idea de lo que pueda ser una gran empresa, no podemos ni siquiera pensarla o imaginarla. Nuestra entera cosmovision se reduce a nuestras estupideces y porquerias diarias sobre sueldos, chismes, television y alimento. Nos creemos superiores a las bestias, pero ya Leopardi nos demostro que, si aceptamos esos terminos eudaimonologicos, estamos entonces muy por debajo de ellos. Deberiamos abandonar esas ideas o bien volvernos cinicos.
¿Quién puede llamarse hoy dia un hombre, sin sentir que la condicion humana es algo demasiado mundano, demasiado castrado, casero y domesticado? ¿Quién puede sentir orgullo de su humanidad? Pero, ¡que digo! ¡Si somos ya demasiado pequeños para el orgullo! Este no hallaria, en nosotros, una puerta suficientemente alta para entrar.
Hubo un tiempo en que el hombre era tan alto y fornido, tan severo y terrible, tan profundo y osado, que construia Catedrales de enormes puertas y altisimas bovedas celestiales. ¿Tenemos aun algo que ver nosotros con aquellos constructores de piramides y creadores de dioses?

No hay comentarios.: