30 jun 2017

17

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Strike One:

Mira Perez -había dicho Leinmann- es solo una reducción de costos operativos, la decisión la tomo la gerencia general-. Perez, que bien podía llamarse Lopez o Gonzales, que sabia que no se podía hacer nada, había preguntado si no se podía hacer nada de todos modos, a lo que Leinmann le había dicho que no, que no había nada que hacer, que ese mes que estaba por terminar iba a ser el ultimo, y que pasara al final de la semana por Recursos Humanos a charlar lo de la liquidación final.
Perez y Leinmann se habían dado la mano, y eso había sido toda la reunión. Cinco Minutos. Diez años de trabajo resumidos y finiquitados en cinco minutos. A razón de dos años por minuto. No había que dudarlo: Leinmann era un fenómeno. Con algo de resentimiento, Perez no pudo evitar agregar que mas que un fenómeno era "todo un Judio, un judío en buena ley, que le hacia honor al apellido y a la raza".  Claro que el jefe, Silberman, era también un judio, un judio Sefardi, pero un judío a fin de cuentas. Entonces Perez, que era descendiente de gallegos pero no por eso bruto, dudo. Perez nunca pensaba mal del jefe. El jefe por algo era el jefe, y si el jefe había tomado la decisión de cerrar el departamento entero para ahorrar costos, entonces el jefe sabia lo que hacia. Era mala suerte, no le gustaba nada, pero entendía que era necesario. Y si era necesario, ¿como podia ser injusto? Con este ultimo pensamiento, Perez remato la cuestión. Se puso el saco y tomo el ascensor. Eran las cinco menos diez. El salia a las seis, pero dado que era su ultima semana de su ultimo mes de su ultimo año, ultimo año de diez de salir siempre a horario, ¿que podía pasarle?
Perez no había llevado ese dia el auto. Los Viernes eran especialmente caoticos en el centro de la ciudad. Uno podia tardar el doble, a veces hasta el triple, si cometia el error de ir en auto un Viernes. Tenia pensado volver en el subte pero, ¡que diablos!, si era su anteultimo viernes, bien podia tomarse un taxi hasta casa. Perez, que creia estar a las mil maravillas, no habia notado que su despido lo habia afectado al menos un poco. De haberlo sabido, habria notado que tomar un taxi es basicamente lo mismo que volver en auto.
Como Perez ni leia ni escuchaba musica, se aburrio bastante en el viaje de vuelta, que termino costandole una hora y media y 350 pesos cash.
Al llegar a la puerta del edificio de departamentos, clon exacto de los 20 edificios identicos que poblaban la cuadra, y donde el y su mujer Noemi ocupaban el 17c, Perez se dio cuenta de que no tenia las llaves. Estupidamente, se giro para mirar el lugar vacio donde hacia 2 minutos habia estado el taxi. Pero acaso, ¿era seguro que se le habian caido en el taxi? No. Siempre llevaba la llave en el bolsillo interno del saco, invariablemente. Y era imposible que se cayese de ahi. Por consiguiente, la llave deberia estar todavia en el pequeño portallaves de su cubiculo, es decir, en la oficina. Claro como el sol del mediodia. Algo fastidiado por la incompetencia - que no era nada habitual en el ahora habil ex-coordinador de relaciones publicas - Perez se rasco la cabeza. ¿Deberia volver a la oficina a buscar la llave? Si no volvia, iba a estar sin llave hasta el lunes. Pero, maldicion, eran pocas y casi nulas las ganas que tenia de volver. Eran casi las siete de la tarde. Es cierto que los Viernes el solia quedarse casi hasta las ocho en la oficina, pero una cosa era quedarse planificando la grilla o revisando los audios de telemarketing y otra cosa era bancarse el trafico de la ciudad un viernes en hora pico. Si volvia ahora, iba a llegar a su casa a las nueve y pico de la noche. Es cierto que con la llave, pero casi a las diez de la noche. Era un fastidio. Preferia pasarse el fin de semana dependiendo de la llave de Noemi que hacer ese ida y vuelta en taxi.
En estas cavilaciones estaba Perez cuando se abrio la puerta de su edificio. Una vecina habia salido a sacar la basura, y Perez aprovecho la oportunidad para entrar sin tener que hacer bajar a Noemi. Iba a ser divertido golpear directamente la puerta del departamento. Hasta podia hacerse pasar por el portero. De cualquier modo, Noemi debia estar en casa a estas horas. Y si aun no habia llegado, siempre estaba la posibilidad de esperarla en el pasillo o de ir a molestar a el portero, que deberia tener una llave maestra o al menos una copia o el telefono de algun cerrajero cercano. De algun modo, a Perez le gusto la sensacion de llegar a casa tan temprano. Esto fue lo ultimo que penso antes de subir al ascensor y tocar el botoncito con el numero 17.

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Strike Two:

Perez escucho el ruido desde afuera, casi desde el pasillo. Seguía pensando en la llave y en la broma de hacerse pasar por el portero, casi como un ejercicio mental. Sabia que no iba a hacer la broma, era malo para esas cosas. Cuando llego a la puerta, tuvo aun el gesto de llevarse la mano derecha al bolsillo izquierdo superior del saco, solo para sonreír: claro, pero que estúpido, si no tengo la llave. Y entonces escucho el ruido, o tomo conciencia de que lo escuchaba. Un chirrido acompasado, como el que haria una hamaca de plaza poco aceitada. Se detuvo antes de golpear la puerta y, por un segundo, repaso su inventario mental de ruidos del departamento 17c. Su buscador no encontró coincidencias. No obstante, lo invadió una vaga aprensión, un extraño sentimiento de malestar. Le extraño el cambio de humor. En vez de golpear la puerta, como tenia pensado, Perez toco el timbre de su propia casa. Se le habian pasado las ganas de hacer chistes.
Toco el timbre y espero. No hubo respuesta. Espero 20 segundos y, con paciencia, volvio a tocar, tres veces seguidas.  Entonces la hamaca se detuvo. Perez espero y volvio a tocar, ahora en tres prolongados timbrez largos, que denotaban impaciencia. Y estaba a punto de ir a buscar al portero cuando le parecio escuchar sonidos apagados que venian de adentro.
- Ah, entonces hay alguien - dijo o penso Perez casi maquinalmente. Y espero. Al cabo de un minuto, escucho del otro lado la voz de Noemi, preguntando naturalmente "¿Quien es?" Perez sencillamente contesto que se habia olvidado las llaves. Y penso que era fantastico que el cerebro humano pudiese reconocer las voces tan facilmente. No existia software de deteccion de voz que identificara tan bien y tan rapido una voz que el cerebro humano.
- Ah... bueno, espera que ya te abro - le dijo Noemi.- Naturalmente, Perez espero. Y aunque estaba, sin saberlo, bastante atontado por la noticia de su despido, no pudo dejar de notar que Noemi estaba tardando unos increibles casi cinco minutos en encontrar la llave, cosa rara si uno pensaba que la llave estaba casi siempre en el portallaves justo al lado de la puerta, o que a lo sumo podia estar sobre la mesa, o en la mesita de luz, o sobre el sofa. Impaciente, Perez toco el timbre de vuelta.
- ¿y che, sale o no sale esa pizza? - le espeto a su despistada mujer, sintiendose cansado por primera vez en el dia. Habia sido un dia no muy bueno, pero ya casi llegaba a su fin, o al menos, eso pensaba Perez.
- Ya te abro, espera - le contesto Noemi del otro lado. Perez noto que la voz de su mujer sonaba ausente, como si en vez de estar al otro lado de la puerta le estuviese hablando por telefono desde Dinamarca o desde el Polo Norte.
Cuando la puerta se abrio, al cabo de unos dos minutos mas, Perez tuvo un momento de confusión; Porque por un momento, en el lugar en donde tenia que estar la cara de su mujer, con ojos cafe y pelo castaño, esa cara mas ancha que larga, que le recordaba a veces a un perro pequines y otras veces a las tipicas hawaianas de Honolulu, le parecio ver la cara de un chico rubio y palido.
La confusion se transformo en sorpresa cuando ese segundo paso y Perez se dio cuenta de que efectivamente habia un muchacho rubio que mas que ser palido, estaba palido. Sin decir una palabra, y sin hacer otra cosa que un leve movimiento de cabeza, que Perez no pudo identificar como un saludo, como una disculpa o como sencillamente un gesto que reconocia su existencia, el chico, pues era poco mas que un muchacho de unos veinte años, salio caminando y desaparecio por las escaleras. Justo cuando se cerraba la puerta de estas, Perez pudo ver como el muchacho se calzaba una estupida gorra de algun equipo de la NBA. Perez entro y cerro la puerta, aun confuso, barajando entre su cansancio todo un malabarismo de posibilidades (aun cuando sabia que de un segundo a otro Noemi le diria que era un compañero del curso de Ingles o de la facultad o el nuevo cadete del estudio) cuando de repente se detuvo. Estaba a medio gesto de sacarse el saco. Todavia tenia una manga puesta. La otra, junto con la mitad de la espalda del saco, habia quedado colgando.
Perez, que bien podria haberse llamado Gutierrez o Sanchez (porque todos los gallegos se llaman mas o menos igual, era sabido), tuvo una revelacion. Y como todas las revelaciones, habia sido rapida y fulminante: Ya habia identificado ese ruido: Era algo que se movia, pero no una hamaca.


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Strike 3

Lo que ocurrio a continuacion se desarrollo de una manera tan rapida que Perez casi no tuvo tiempo para pensar. Solo mas tarde, mirando como un auriga la borra del pocillo de cafe que tenia en frente, pudo ver la secuencia entera una y otra vez.
El chico rubio saliendo y bajando por las escaleras, el entrando y cerrando la puerta de su casa, Noemi sentada en la mesa, novedosamente palida y fumando un cigarrillo, la pregunta mas retorica que necesaria, la ya sabida respuesta (pensándolo bien, era la segunda pregunta retorica y la segunda respuesta sabida que hacia y recibía en el día) la larga explicación de Noemi, que el escucho o mas bien no escucho: si, el chico era efectivamente algo mas que un adolescente, si, el chico era el compañero de algo o el amigo de alguien, y si, se habían estado viendo y habían estado cogiendo como conejos, bueyes, salamandras, martillos neumaticos o como lo que sea, claro que esto no lo dijo Noemi sino que lo penso el, Perez. Luego Perez notando que si el chico habia bajado era porque tenia llave, negativa de Noemi, Perez bajando las escaleras con la esperanza de hallar al infractor, desilusion o mas bien tranquilidad al no encontrarlo, vuelta al departamento, mas explicaciones y, ¿como era posible? también recriminaciones y firuletes oratorios de Noemi, que oscilaba entre la autojustificacion y el arrepentimiento. Perez recordaba que se había mantenido en silencio durante casi toda la charla, casi como si no le interesase el asunto o como si le estuviera ocurriendo a otro, no a el, sino a su vecino o al señor del kiosko de diarios. Tambien recordaba una cosa curiosa: durante toda la charla, y casi desde que entro al departamento, Perez no habia dejado de pensar en sus llaves. ¿no era gracioso, casi ridiculo? Lo habian despedido, su mujer lo habia cagado con un pendejo que apenas habia aprendido a dejar de cagarse encima, y el dale y quetedale pensar en sus llaves, en como habia sido tan boludo de haberse olvidado las llaves, y en que era un fastidio tener que pasarse todo el fin de semana pidiendole a Noemi que le abriera y le bajase a abrir.
Bueno - pensaba Perez mas tarde, frente a su cafe - al menos ahora eso no iba a ser un problema.
¿que habia pasado despues? Perez habia ido al cuarto, habia visto la cama mal hecha, habia esbozado una sonrisa sarcastica y le habia dado una patada a la cama, arrancado la colcha y, en fin, hecho un desastre en la habitacion. Recuerda que se lamento de no haber tenido un hacha o algo parecido.
Luego había vuelto al comedor, esperando ver la reacción de Noemi. Para su sorpresa, ella seguía sentada a la mesa, fumando un cigarrillo tras otro. Era como si a ella tampoco le importase, como si toda la escena fuese para ambos una de las aburridas peliculas que solian ver los domingos a la tarde, cuando no habia otra cosa que hacer. Peliculas que se miraban casi sin prestarles atencion.
En algun momento, no sabia cuando, se habia hecho silencio entre ambos. Noemi habia quedado sentada en la misma silla del principio, y el, Perez, en el sofa. En algun momento Noemi se habia levantado y le habia dicho "Me voy a acostar, decime en algun momento que es lo que vas a hacer", y luego fue y se acosto como si nada. Perez se habia levantado, dispuesto a seguirla y a decirle... a decirle no sabia que, pero algo. Pero, inexplicablemente, hizo otra cosa. Sencillamente apago la luz del comedor y volvio a sentarse en el sofa. Se quedo en la oscuridad un tiempo, y entonces maquinalmente se levanto, agarro las llaves de Noemi y salio del edificio.
Y ahora estaba ahi, a las 12 de la noche, tomando un Cafe enfrente del obelisco. Aunque para ser sinceros, no lo estaba tomando en absoluto. Solo se limitaba a mirarlo, a mirarlo y a repasar la escena una y otra vez. Primero subia en ascensor, luego tocaba el timbre varias veces, luego salia el chico, rubio y muy joven, casi un adolescente, luego entraba y se sacaba el saco, luego....


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Batter Out!

A la una y algo de la mañana, Perez tuvo una idea estupida: Iba a ir a recuperar sus llaves. Como coordinador que era, tenia tarjeta de acceso 7x24, lo que significaba que podia entrar a la empresa cualquier dia a cualquier hora... con cualquiera. Perez tuvo otra idea estupida. Sonrio sarcasticamente, por segunda vez en el dia. Llamo al mozo y le dijo que se llevase el cafe. Y no, no queria la cuenta. Queria una cerveza. Mas tarde se tomaria varias mas, y despues un Whisky. Salud. No todos los dias lo liquidan a uno.
Mientras tomaba y miraba pasar la gente, Perez comenzo a sentir un odio inexplicable. No hacia Noemi, tampoco hacia el muchacho. No hacia Silberman, su jefe judio que habia decidido mandar a tomar por culo a todo su departamento, el incluido, y tampoco hacia Leinnmann, aquel otro semita chupa culos del jefe, mas chupaculo imposible, incluso mas que el mismo. El odio era para todos y para nadie. Simplemente odio. Odio y ganas de tener un hacha o una pistola automatica. 
Perez lo penso un poco mas: ¿no era acaso odio a que el mundo siguiera girando? Es decir, a uno le podian liquidar 10 años de carrera en cinco minutos, era increible. Tambien era increible, incluso mas, que a uno le pudieran liquidar 15 años de relacion (¡5 de matrimonio incluidos, señores, en esa oferta increible!) en otros cinco minutos. Era asi de facil. Lo unico que hacia falta eran un jefe judio y un pendejo rubio. El resto era coser y cantar. Y lo mas increible de todo era que al mundo entero le importase un rabano. Lo increible era que el, Perez, pudiera estar tan tranquilo, solo dos horas despues, tomandose una cerveza en el centro, y no incendiando la oficina o descuartizando a la puta de su mujer. Bueno - penso Perez - a lo mejor estoy loco, a lo mejor ya lo estaba antes de esto.
En ultima instancia, no importaba. Lo importante ahora era unirse a las ligas neonazis y matar a Leinmann, a Silbermann y ya que estamos a todos los judios posibles, a los judios y tambien a las chicas de cara mas ancha que larga y de pelo y ojos castaños. A todas las Hawaianas y a todas las que se parezcan. Y por si acaso, tambien habria que acabar con los chicos rubios con gorras de la NBA.
A eso de las tres y monedas, Perez pago la cuenta y salio del cafe con un leve tambaleo. No acostumbraba a tomar, o al menos no tanto como esa noche. Para esa hora, el Perez coordinador felizmente casado del dia anterior estaria durmiendo, soñando ya con los desafios del dia siguiente. El Perez actual, de situacion laboral y sentimental dudosa e incierta, caminaba medio borracho por Avenida 9 de Julio. 
Luego de caminar dos o tres cuadras, Perez se recupero un poco. Ya caminaba derecho, pero en su cabeza habia varias ideas que daban vueltas. Una de ellas tenia mas fuerza que el resto. Y era la de que ese dia habia tenido algo raro. El hacia siempre las cosas bien. Porque cuando uno hacia las cosas bien, las cosas te llevaban a buen termino. La escalera o sube o baja, las vias van siempre a una estacion. De alguna manera, Perez sospechaba que el habia tenido la culpa. No habia estado a la altura. Lo primero de todo era salir temprano. Esta bien, lo iban a despedir pero... ¿acaso lo habian despedido ya? ¿que sabia el si Silberman no tenia pensado en su fuero interno trasladarlo a otro sector? No era imposible. Pero el se habia ido temprano. ¿que pretendia al irse casi una hora antes? Era el coordinador, el que tenia que dar el ejemplo, marcar el paso. Irse temprano justo el dia en que lo despedian era, si no un acto de rebeldia inutil, aceptar que la batalla estaba perdida. Lo segundo, que habia terminado por ser fatal, habia sido olvidarse la llave. Era consecuencia de salir temprano. Le habian truncado su ritmo habitual, con ese despido, y de ahi todo habia salido mal. De algun modo oscuro que no podia comprender, pero que intuia con una seguridad ferrea, sabia que Silberman y Leinmann eran los culpables del final de su relacion con Noemi. No tenia ningun sentido, pero asi era, asi era por mas que intentara negarlo. Y por ultimo, la frutilla del postre habia sido la estupidez, ahora lo veia claro, de tomarse un taxi. Todas y cada una de esas decisiones lo habian llevado a ese desenlace ridiculo, increible, absurdo. Si hubiese llegado una hora antes o una hora despues, entonces estaria durmiendo en su cama, tal vez pensando una forma para quedarse en la empresa No tenia sentido. Y si lo pensaba bien, el tema del chiste y de subir directamente, sin tocar timbre... aunque es cierto, se decia Perez, que era su propia casa, y que tocar timbre hubiera sido mas bien raro, pero... pero al menos si tocaba timbre le hubiera dado a Noemi la posibilidad de hacer desaparecer al rubio como por arte de magia. Perez comprendio, un poco molesto consigo mismo, que le molestaba el hecho de haberse enterado casi tanto como las guampas en si. Porque una cosa es ser guampudo y no saberlo - sentenciaba Perez mientras estaba llegando a Cordoba - y otra muy diferente es serlo a sabiendas. 
Cuando llego a la altura de Avenida Cordoba, Perez doblo para el lado de Callao. Andaba cabizbajo y con las manos dentro del sobretodo. Sonreia. Y bueno - penso para si - si hoy andamos con la mira torcida, entonces disparemos hasta pegarle a algo.


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New Hitter

Sobre Cordoba, casi esquina Montevideo, Perez encontro lo que buscaba. La chica se refugiaba del viento en un viejo portal. Perez se detuvo pretendiendo prender un pucho, y la observo. Era una morocha bastante linda para la zona. casi 1 60, pelo largo y negro, buen culo enfundado por unos jeans tipo chupin. Campera de cuero sobre camisa de Jean. A Perez le gusto el aire Rockabilly de la chica, y decidio que era esa. No le importo quedarse con la primera que viese. De cualquier modo, no era como si se fuese a casar con ella. Y si se casaba, al menos ya sabia con que se estaba casando. No iba a andar tropezandose con la misma piedra, no señor.
Para sorpresa de Perez, la cosa fue facil. El pregunto el precio, ella respondio, Perez le agrego una buena suma, y le dijo con aire indiferente que iban a ir a un sitio de su eleccion. La chica acepto sin problemas, solamente pregunto la zona. Cuando se entero que era en el centro y que Perez le pagaba en taxi de vuelta, no puso mas objecciones. Caminaron casi sin hablar por Cordoba esperando un taxi, puesto que hacia demasiado frio para esperarlo parados. En el camino, Perez compro dos cervezas y una inmunda petaca de alguna porqueria bien graduada. Apenas pisaron Callao aparecio un taxi como caido del cielo.
Llegaron a destino a los 10 minutos. A las 3 de la mañana las calles del centro son un maravilloso desierto para los conductores. Cuando se dio cuenta adonde entraban, la chica lo miro a Perez, extrañada. Perez la tomo del brazo y siguio hacia la entrada.
- ¿estas seguro que podemos entrar aca? ¿no seras algun loco vos, no? - le pregunto ella, aminorando la marcha.
- Claro que puedo entrar - le contesto con fingido aplomo - yo soy practicamente el dueño, nena - vos nada mas pone cara de que sos cualquier cosa menos lo que ya sabes.
- Mira que yo no quiero lios o cosas raras- volvio a atajarse la chica. - al primer problema me voy - agrego.
- No va a haber ningun problema mientras me sigas el juego - le contesto friamente Perez - Ahora callate y ganate el sueldo.
Perez paso la tarjeta una vez, e hizo pasar rapido a la chica. Volvio a pasarla y entro. Los muchachos de seguridad hacian turnos nocturnos. Ese dia estaba Esteban. Perez sonrio. No iba a haber problemas. Esteban le debia unas cuantas. Cuando pasaron por el molinete que iba a los asensores, Perez se limito a mirarlo y sonriendole le dijo - una menos, ¿no?
Sin dudarlo, Perez subio al asensor, y la chica atras suyo. Toco el piso 17. Justo como el de su casa. Se ve que era un dia lleno de conexiones rarisimas.
Al salir del asensor, Perez le paso la mano por la cintura a morocha. Mientras caminaban, la mano se fue deslizando hasta quedar bien agarrada al culo de la chica. Perez la guio al ala este. Una vez ahi, primer pasillo, casi al fondo. Se detuvieron en la oficina que semejaba una gran pescera, con sus paredes de vidrio trasparente. La puerta de madera tenia una pequeña placa en dorado que rezaba: Federico H. Leinmann, Chief executive officer. Perez empujo suavemente la puerta que Leinmann siempre dejaba sin llave, porque dejar sin llave las puertas era una demostracion tanto de poder como de confianza en sus empleados. 
- Adelante señorita - le indico Perez. La chica entro, y Perez entro tras ella. 
Una vez que terminasen, iria sin falta a su cubiculo a buscar su llave.



2 comentarios:

Jora dijo...

Dejando de lado las visualizaciones. Una maravilla de interpretación. Los intentos de justificación de los hechos que de no haberlos implicarían en un genocidio psicópata en plena tarde del Viernes, o estruendosos actos bandálicos en plena medianoche...
La resignación de Perez y Noemí bienen al pelo, en el caso de ella ya sabía que estaba contando los días como un preso, o al menos eso pienso. Aunque es una gran pálida que el pendejo rubio tuviese llaves, ya era como de la familia, ja!
El final es excelente, una inútil forma de sacarse las ganas de desquitarse con su mujer y con su jefe. O quizás, un intento de sentir una vez en la vida lo que le hubiese gustado hacer nomás conseguir asentarse en el puesto que probablemente imaginaba que iba a ser su recompensa por tanta lealtad y trabajo duro. Me pregunto si después de todo iba a seguir pensando el resto de su vida que en realidad todo fue su culpa por salir temprano y tomarse un taxi...
Espero, al menos, que se haya tomado el tiempo de afanarse una de esas fabulosas abrochadoras de oficina!

Sebastian P. dijo...

No es seguro que el chico rubio tuviese llave. Tampoco se sabe como escapo. Puede que haya tenido suerte y haya salido cuando entro un vecino, e incluso puede haber molestado al portero para salir. Noemi dijo que el chico no tenia llaves. Uno puede creer que miente, pero quien sabe.

Cuando termine de escribir el cuento se me ocurrio una variante genial para una segunda parte. Si el chico tiene llaves, puede volver. Supongamos que no se haya ido, supongamos que se queda por la zona, para ver que pasa. Supongamos que el chico piense, como es natural, que Perez la puede echar a Noemi del depto en cualquier momento, y que si es asi ella tal vez lo llame para que la ayude. Entonces se queda en el bar de enfrente digamos, y al rato lo ve salir a Perez, que va para el centro como ya sabemos.
Noemi, que esta acostada, lo escucha salir. Al ratito se levanta y cae en cuenta de que, como Perez se llevo su llave, esta encerrada en el departamento. Lo llama por celular al chico y, mientras Perez esta en el centro, el chico vuelve al 17c. Asi, se podria dar la situacion magistral de que mientras Perez se garcha a la prostituta en el piso 17 de su empresa, el chico se garcha a su mujer en el 17 de su casa. Es genial porque, mas alla de la vuelta, todo sigue igual: Perez en el trabajo mientras se garchan a la señora. Decime que no es fantastica la idea!

Por ultimo, dudo que Perez se robase una de las geniales abrochadoras MIT que suelen tener en las empresas. El tipo de gente que se roba las abrochadoras se las roba mientras trabaja, como yo.