26 ene 2018

El cascabel

Milena odiaba la casa, o eso creia. Para empezar, no le habian preguntado (que ella recuerde) si queria o no queria mudarse. La habian trasladado, mudado abruptamente, como si fuese un mueble o fuese pancho, el perro dachshund marron que habian comprado recien el año pasado.
Desde que estaba en esa casa, Milena dormia muy poco; Y lo que dormia, lo dormia mal. Antes, en la vieja casa, podia dormir de un tiron todo lo que quisiese; Podia dormir largas siestas verdes  en el fresco del jardin trasero, ya fuese a la sombra del sicomoro o echada en la hamaca paraguaya.
En la casa, todo eso era imposible. No habia sicomoro ni jardin. La casa no tenia ni siquiera un misero patio (se lo habia dicho inutilmente a Papa el primer dia, bastante desconsolada) y estaba horriblemente pintada. Era como si hubieran contratado a un pintor diferente para cada habitacion o, como mas tarde le dijo a Lisa, como si hubieran pegado con cinta Scotch habitaciones de casas diferentes.  La distribucion de los muebles no era menos desagradable, ademas de ridicula. Milena no podia caminar sin llevarse puesta alguna mesa ratona o sin mover de lugar algun cuadro con un marco estupidamente grueso. Andar caminando de cuarto a cuarto con las luces apagadas era sencillamente suicida. Pero lo peor de todo era la temperatura: la casa tenia una temperatura uniformemente espantosa.
De todas las cosas en la tierra creada por Dios, Milena odiaba, tenaz y religiosamente, el calor. Y justamente esa casa de porqueria era tan calurosa como una pava llena de agua hirviendo. Milena no podia creer lo rapido que se calentaba una habitacion cualquiera apenas minutos despues de que el sol de la mañana comenzara a darle a las paredes exteriores. Las paredes debian estar hechas de argamasa o de ladrillo cocido, como si algun aborigen extremadamente inteligente hubiese conseguido hacer pasar una choza de barro cocido por una casa normal  para luego vendersela al estupido de su papa. Cada vez que Milena sentia en el cuerpo la pesadez provocada por el calor, no podia evitar extender el odio a la casa hacia el odio hacia su papa (primero) y hacia el resto de la humanidad (despues) para terminar, al cabo de unos minutos, por declararle la guerra el universo entero.
Odiaba la desproporcion reinante, el bochorno silencioso de la tarde, el interminable ladrido de los perros, la inutil esterilidad de las paredes, el crepitoso arrastrarse de las sucias hojas por el pasillo colorado pero, sobre todo, odiaba al cascabel.
Casi siempre, el cascabel aparecia de tarde, justo cuando el punto maximo de calor invadia la casa, convirtiendo todo en una version babosa y transpirada de si misma. Justo cuando Milena sentia literalmente ahogarse en la pesada humedad del verano, casi al borde de la asfixia y asediada por las moscas y los mosquitos, se oia el sonido del cascabel.
Apenas lo oia, todo el odio (el de la casa, el de su papa, el de la vida misma) se concentraba, corregido y aumentado, sobre el Cascabel.
No habia ninguna razon comprensible para ese hecho, para esa concentracion casi sobrenatural de odio  y desprecio. Era como un iman. Sencillamente todas las disconformidades y pequeñas venganzas tendian a unirse en una gran celula de furia ardiente y ciega.
Y sin entenderlo en realidad, Milena comprenderia mas tarde lo que la pequeña Milena comprendio sin entender: El cascabel era su Nemesis. Inexplicable y ridiculemente, si, pero su Nemesis a fin de cuentas.
De todas las asquerosas y vergonzosas cualidades del Cascabel, la mas irritante era, sin duda alguna, su enloquecedora capacidad de no ser visto. En los meses que Milena paso en la casa, no pudo ver al Cascabel ni siquiera una vez. Lo peor del Cascabel era la terquedad de caracter que mostraba en presentarse mas como una presencia intangible que como un ser tridimensional, limitado por el espacio y el tiempo y por lo tanto subsumido a las limitaciones de la geometria y la fisica, los ejes cartesianos y Dios sabe cuantas cosas mas.  Milena lo habia sentido llegar siempre por el preciso pero no por eso satisfactorio sentido del oido. Por ejemplo, podia escuchar el Cascabeleo en la ventana del porsche, o sentirlo colarse por una ventana abierta del baño o de alguna pieza. A veces lo oia en algun lugar indeterminado del tejado. Era insoportable.  Sentia sus paso cuando caminaba por las tejas. Sentia el peso de su cuerpo cuando lo oia chocar contra el piso luego de arrojarse verticalmente desde alguna pared descuidada. Sentia los golpeteos solapados de sus pies cuando lo imaginaba reptando agazapado por el pasillo colorado. Pero mientras Milena corria hacia el lugar de los ruidos, oia al Cascabel alejarse sin dilacion.
Gran parte de la invisibilidad del Cascabel consistia en su demoniaca inteligencia. La otra, en que era un animal de marcados habitos nocturnos. La oscuridad y el calor contribuian eficazmente en disminuir la agudez mental de Milena, que se sientia siempre como un animal acuatico intentando valerse en tierra firme. Habia esperado (en vano) varias veces detras de una puerta o bajo el marco de una ventana, armada con un palo o con una bolsa de nylon, lista para la implacable caza del odioso cascabel.
Milena estaba ferreamente convencida, desde la punta de sus trenzas hasta lo mas intimo de su ser, de que el Cascabel era un ente total y completamente maligno, creado exclusivamente para fastidiarla a ella y a sus dias con sus noches correspondientes. Sin faltar a la verdad, habia que aceptar que Milena lo habia odiado desde el primer momento, desde la primera recepcion sonora de la bolita de metal chocando contra las paredes de cobre de la campana en miniatura.
El Cascabel habia descubierto en si mismo (o eso creia) a un estratega tan impredecible como implacable. Si sus ojos color aceituna hubiesen podido expresarse en el lenguaje de las palabras humanas, no hay duda en que no habria dudado en compararse con un Napoleon o con un Tsun Bin.
Como si fuese una bestia particularmente sensible al odio, el Cascabel se habia percatado instintivamente de la enemistad de Milena, y  como buen adversario, no perdia la oportunidad de fastidiarla, de ridiculizarla o de burlarse de ella. Con feliz tino habia descubierto en el calor y en el atardecer dos puntos debiles de su enemiga, y no perdia oportunidad para atacarla desde los mas reconditos lugares de la casa, a la cual podia entrar por mil y una aberturas y escondrijos.
Las humedas paredes ofrecian convenientes conos de sombra. Las puertas siempre estaban entornadas. Las ventanas, quizas como resultado del calor agobiante, se mantenian enajenadamente abiertas a la espera de alguna inexistente corriente de aire. Entonces, sin hacer otro ruido que el tintineo de un cascabel, meterse por la ventana que estaba mas lejos del alcance de Milena, para luego comenzar a acercarse sigilosamente, escondiendose en las esquinas o entre los muebles mal apilados. El cascabel solia comerse las cosas que quedaban en los platos y destruir los pequeños objetos que tenian en olor de Milena. Lo hacia por pura diversion. Milena pensaba que lo hacia por pura maldad.
De todas tacticas posibles, la preferida del Cascabel era molestar a Milena a la hora de la siesta. La idea era de una sencillez demoniaca: consistia en rondar el cuarto de Milena desde todas las direcciones posibles, ya fuese caminando sobre el techo o paseandose bajo la ventana que daba al pasilo colorado, por la cual el sol entraba con su furia callada, convirtiendo la pieza en poco menos que una pava hirviendo.
A Milena la enloquecia no poder dormir. No importaba cuantos ventiladores usara, que durmiese tapada o desnuda, que cerrase la ventana o bajase la persiana. El calor estaba igual y, como si eso fuese poco, tambien estaba el asedio de ese cascabel asqueroso, inmundo, mas persistente que un enjambre de mosquitos. Lo peor era que, a medida que pasaban los dias, los ataques del cascabel se hacian mas y mas atrevidos, mas y mas violentos. Ya no le bastaba con aparecer y desaparecer, con enloquecerla toda la tarde con ese ruidito insoportable de bolitas moviendose en una campana miniatura. A Milena le habia parecido oir, justo esa misma tarde, al cascabel entrando por la ventana de su cuarto. Para cuando llego a encender la luz del velador, el cascabel ya habia salido. Habia vuelto a escuchar el campanilleo, y en el cuarto flotaba un inconfundible olor a pelo mojado. Desde esa tarde, Milena tenia siempre cerrada la ventana de su habitacion.
Lo siguiente fue arrojarse contra la ventana, o bien contra la puerta. Cuando el cascabel se arrojaba violentamente contra la puerta de madera o contra la ventana de vidrio y chapa, hacia un ruido espantoso. Milena no podia evitar, adormilada como estaba, sobresaltarse ante el golpe repentino. Para cuando salia afuera de la pieza, el astuto cascabel habia desaparecido, dejando algo como el eco de una risa en el aire.
Asi fueron pasando las semanas, y Milena comenzo a sentirse prisionera en su propia casa. Estaba mas irritable que de costumbre, y habia pasado de su habitual silencio hosco a una desvergonzada rebeldia de las palabras y los actos: constestaba siempre tarde y de mala gana, no comia nunca lo que le preparaban y habia convertido su habitacion en un completo desastre.
Una tarde, esa actitud le trajo problemas. El incidente no fue grave, pero como resultado fue enviada a la cama sin cena mediante. Milena dio un portazo, apago la luz y se acosto. En la pieza hacia mas calor que nunca. Milena dio varios giros en la cama. Pataleo y braceo, y las sabanas y almohadas terminaron en el suelo. Apretando ferozmente su cara contra el colchon, Milena se mantuvo en inmovilidad total. La ventana, casi cerrada en su totalidad, dejaba abierto un pequeño rectangulo de oscuridad. Milena sabia que, tarde o temprano, el cascabel iba a presentarse. Lo espero pacientemente por algunas horas, pero al final termino por adormilarse. Se habria quedado al fin felizmente dormida si no hubiese oido, casi en sueños, un sonido seco y escabroso. Era una toz. Milena tuvo un segundo para pensar, extrañada, que nadie que no fuese ella misma podia toser en esa habitacion, porque estaba sola. Pero esto ultimo no pudo terminar de pensarlo, ya que un dolor agudo en el costado la hizo literalmente saltar de la cama. ¡un golpe, eso habia sido un golpe! El temor y el sobresalto de Milena se transformaron inmediatamente en odio. En el preciso momento en que le habia llegado el dolor, algo en su mente se lo habia susurrado. No, no habia sido un golpe, habia sido una mordida.
Y en el mismo instante en que Milena salto de su cama, y en el mismo acto de saltar, dio un manotazo feroz. El manotazo cayo, por instinto o por pura suerte, sobre una sombra negra que habia salido disparada de su cama en el instante mismo en que ella saltaba.
Milena dio un grito atroz. Su mano se habia cerrado, violenta como una pinza, sobre un cuello peludo y apestoso. Lo que fuese que hubiera atrapado, se retorcia desesperadamente por zafarse de la presion de la mano. Milena penso que era una suerte descender del fornido mono. Sus manos eran largas y aterradoramente fuertes para ser las de una nena de trece años. Con una sonrisa apenas insinuada, Milena hecho todo el peso del cuerpo sobre el cascabel. Intento usar la otra mano para agarrarlo de algun lado. Recibio algo que dolorosamente interpreto como otro mordisco, y entonces lo que hacia que Milena fuese Milena, dejo de funcionar.
Se paro y arrastro a la cosa. Se llevo el pulgar derecho a la boca y chupo. Sangre. La mordida sangraba. El sabor ocre e inconfundible de la sangre. Milena apreto los dientes. Levanto en peso a la cosa y la golpeo contra el piso. Luego la levanto y volvio a golpearla contra la pared. Ahora la sujetaba con las dos manos. Cada vez que el cuerpo de la cosa golpeaba algo, Milena escuchaba el sonido del cascabel, que solo contribuia a renovar el odio que sentia. Lo golpeo hasta que ya no pudo levantar los brazos.
Milena abrio la puerta y camino hacia el baño. Todavia tenia aferrada aquella cosa peluda, caliente y apestosa con la mano izquierda. Mientras caminaba, miraba al frente. No vio lo que era aquella cosa hasta que entro al baño y la dejo caer en el centro del piso de baldosas verdes. Para prevenir cualquier escape, le puso un pie encima. De todos modos, aquello no parecia moverse. Milena entonces prendio la luz. Ahi en el piso, respirando con dificultad, habia un enorme gato tricolor. En el cuello tenia un collar de cuero con un cascabel. Milena lo miro con asco. El pelaje blanco, negro y de un marron verdoso que se asemejaba a la mierda, parecia increiblemente sucio. Milena aumento la presion que hacia con el pie sobre las costillas del gato, y este emitio un leve quejido. Milena retiro el pie, y entonces el gato intento ponerse de pie. Antes de lograrlo habia recibido una patada directo a la cabeza, la cual volvio a dejarlo en posicion horizontal. Milena se dio cuenta de que el cuarto de baño, ese dia, a esa hora de la madrugada, estaba maravillosamente fresco.
Todas las mañanas, la mama de Milena iba al baño primero que nadie. Primero se lavaba la cara. No una, sino dos veces. Luego, claro esta, los dientes. Y despues, si tenia ganas, se sentaba a hacer pis mientras leia algun suplemento de espectaculos o alguna revistita. Imaginen ustedes la convulsion de tripas que habra tenido al levantar la tapa del inodoro y encontrar al cascabel completamente embutido, con medio cuerpo fuera del agua y medio cuerpo, mitad en la que lamentablemente estaba la cabeza, sumergido.

No hay comentarios.: