4 feb 2018

La Entrega

Santiago fue el primero en salir. Llevaba un ridiculo gorro de lana tejida. Era pleno verano. Llevaba tambien una no menos ridicula musculosa purpura. Sus brazos, demasiado esmirriados para el talle, le daban una marcada apariencia de espantapajaros.
Marcos y Juan, era sabido, vivian mas cerca. El punto de reunion era una inconfesable entrecruce de calles del partido de Vicente Lopez. Todo habia sido meticulosamente resuelto, y era un maravilloso dia de sol.
Aunque en realidad eso no importaba: el sol, las nubes, el viento. Autos, bicicletas, comercios abiertos. Para los no iniciados, ese martes era un dia como cualquier otro. Cantaban los pajaros, maullaban los gatos en los techos, moria la gente, pasaban los autos.
Era un dia mas y, claro esta, no lo era. Para nuestros amigos, ese martes tenia una enorme X roja marcada en el calendario secreto. Habian planeado cada paso.
La fase final habia empezado el dia anterior. Juan, Alma Mater del grupo, habia ido al kiosko esa incredulidad que es la unica fuerza que llegado el momento permite la accion. "Hacer las cosas como si fuese un sueño", habia dicho Santiago en una de las ultimas reuniones. Como un sueño, un juego, produciendo un cortocircuito entre el acto y su resultado. Actuar era la unica forma de no pensar. Habia tenido razon. Y como en un sueño, Juan habia hecho los arreglos. Narrar las peripecias de la Odisea al kiosko requeriria una historia aparte.
Marcos habia salido el segundo, ya casi bajo el sol del mediodia. Iba de bermudas viejas y con una casaca del glorioso Roma A.C, Club que en realidad no conocia en lo mas minimo. Ajustandose su gorra Nike gris (a esas alturas era una parte inseparable del chico), enfilo pegado a la pared de la fabrica. La pared producia un cono de sombra que duraba toda la cuadra, y Marcos avanzaba por esta especie de tunel como queriendose borrar de la vista de cualquier observador ocasional: como una rata por un socalo o una cucaracha pegada a la pared. De esta manera recorrio los cien o ciento ciencuenta metros que lo separaban de las paredes de ladrillo del cuartel general.
Y en el cuartel general, como es sabido, esperaba el comandante. Tambien iba de remera, el azulgrana del equipo numero uno de cataluña, donde en esa epoca hacia furor, cuando no, un media punta brasilero. Cuando Marcos llego a la entrada, el comandante ya esperaba. No mediaron palabra. Marcos siguio caminando y Juan, como si se estuviese enganchando de una locomotora o colgando de un camion, comenzo a caminar  primero atras y luego a la par. No hacian falta las palabras. Sabian que calles tomar, sabian que señales mirar. Ese tren inexorable en el que ambos viajaban con sus piernas los determinaba en cada gesto y en cada pensamiento no menos que si se tratase de un hecho natural predeterminado, de un huracan o un terremoto. Sabian exactamente adonde iban.
Pactado, decidido, determinado, enzarzado. Una serie de nudos hechos en la misma soga del devenir, bien apretaditos, uno al lado del otro. Santiago, que por esto y por otras cosas era el poeta del grupo, habia ilustrado con esa imagen la exactitud de la planificacion. Porque cuando uno quiere que no se desate el hilo, no hace un nudo: hace veinte. Uno encima del otro, como un paranoico, hasta darle tantas vueltas que el pobre hilo hijo de puta no sabe siquiera por donde empezar a soltarse. Asi pensaba Santiago, que para ser poeta tenia a veces luminosos momentos de una horripilante claridad practica, inhumana y casi industrial.
Y entonces se habia tomado el trabajo de diagramar hasta el absurdo: cada calle, cada giro, que esquina era mas o menos conveniente para pasar o no pasar. Cada vereda, cada comercio intermedio, habia sido estudiado hasta el consenso primero y hasta el hartazgo durante los triunviratos que hacian las noches libres. Y el plan se hubiera dilatado casi eternamente, y hubiese tomado proporciones pantagruelicas o SeveroArcangelicas si Juan, contraparte necesaria y decisiva, no se hubiese hinchado las pelotas en el sano y justo momento para decir "Basta". Y ese basta habia llegado hacia apenas una semana.
Finalmente se habian decidido por un oscuro caseron de dos pisos, ubicado en una locacion confidencial de la calle L... , en el confortable barrio de Olivos, muy cerca del Rio de la Plata.
Asi que ahora caminaban. Punto C. Un viejo arbol de Moras. Escondido en su sombra, Santiago el mistico. Tambien llamado "El ridiculo" por sus detractores. Claro que el gorrito de lana y la musculosa purpura no ayudaban a acallar a los traidores.
La idea habia surgido en la mesa de un pub, la madrugada de alguna noche de la primavera anterior al verano de la caminata. En esa noche fatidica, Marcos se habia sentado frente a Esteban y Juan frente a Santiago. Con una chopera por espada, la mesa redonda habia quedado completa.
Y tal vez fue el nihilismo de esa noche, de todas las noches, rezumando por los cuatro costados, lo que provoco la sombra, el sutil corrimiento de la realidad simple y ordenado a ese otro que es siempre el germen de los mejores y de los peores proyectos del hombre.
La conversacion recaia (mas bien, se revolvia, agonizaba) sobre la paleta de banalidades cotidiana, el archisabido mundillo de chucherias de un grupo de chicos de 15 a 16 años: El futbol, las chicas, el colegio, las vacaciones que llegaban. Sin embargo, entre toda esa banalidad, se desplegaba una sombra, tenue y fina, parpadeante como el filo de un cuchillo.
La idea, como cosa en si, surgio apriori, casi de manera inconsciente y como camuflada entre muchas otras, como si entre una pila de monedas falsas hubiese una verdadera. Y en vez de delatarse groseramente, la sombra se fue insinuando de manera secreta entre los tres, acercandose de un modo ladino y oblicuo, acechandolos con el sigilo y la precision del tigre cuando caza a la gacela.
Y de repente, entre una frase y otra, la idea habia quedado clara (y con ella el plan entero, la completa cadena de razonamintos que emana de la revelacion) y tacitamente comprendida por los tres. Todas las noches siguientes que pasaron juntos, desde esa hasta la ultima, la culminante, fueron como una cuenta mas en la cadena que los acercaba al objetivo. Esa tarde, mientras caminaban al encuentro de Santiago, Marcos y Juan no hacian sino colocar una de las ultimas cuentas.
Santiago, que los esperaba bajo la sombra del arbol, los vio venir de lejos. Caminaban normalmente, como cualquier otro pibe del barrio, como alguien que no tenia nada mas urgente que hacer como no fuera jugar unos partidos de Winning Eleven en la Play.
- Hola - dijo Marcos. Hola por un lado, hola por el otro. Marcos, algo inquieto, pregunto entonces que donde estaba Esteban.
- Nos espera alla - dijo Santiago.
- Habiamos quedado de encontrarnos aca - dijo Juan, evidentemente molesto por la desobediencia de Esteban. - ¿te dijo por que cambio de planes?
- No- contesto Santiago - Pero de cualquier manera nos viene mejor, total tenemos que ir hasta alla de cualquiera manera, ¿no?
En vez de contestar, Juan encogio los hombros. Era uno de sus gestos particulares, como diciendo "bueno, en realidad me importa un carajo". Y como si este gesto hubiera sido un comando, volvieron a ponerse en marcha.
Caminaron los tres casi hasta llegar a destino. Unas tres cuadras antes, Santiago y Juan se frenaron en la vitrina de un kisko. Marcos continuo caminando como si no tuviese nada que ver con ellos. A los cinco minutos, Juan empezo a caminar en la misma direccion y, cinco minutos despues, Santiago cerro la marcha.
Cuando Marcos llego a la esquina acordada, Esteban ya estaba ahi. Iba de jogging y de sudadera gris. Pese al calor del dia, usaba una capucha que le cubria la cabeza. Marcos lo saludo.
- ¿que haces de capucha con este calor, ganso? - le inquirió.
- Por las dudas - dijo Esteban - mira si pasa alguien que conozco. Naturalmente, Marcos le dijo que era un cagon, y en esas estaban cuando aparecio Juan, que no por nada era el mas rapido del grupo.
- ¿y Santiago? - pregunto Esteban.
- Ya viene - respondio laconicamente Juan.
- ¿no se habra echado atras el puto, no? - dijo Esteban.
- No creo - contesto Marcos - vos sabes como es, siempre llega al ultimo.
Confirmando las palabras de Marcos, Santiago aparecio a los cinco minutos. Se saludaron entre todos con una serie de leves movimientos de cabeza.
Ya estaban ahi, no habia vuelta atras.
- Bueno, ¿y ahora? - dijo Esteban - ¿donde es?
- Tranquilo, es aca nomas - respondio Santiago.
- Aca nomas, aca nomas. ¿aca nomas, donde, pelotudo? - dijo nerviosamente Esteban. Odiaba las imprecisiones.
- A mitad de cuadra - sentencio Juan. - En vez de preguntar tanto, vamos de una vez.
- ¿todos juntos? - le pregunto Esteban. Marcos y Juan se miraron entre si. Juan levanto los ojos al cielo. Bien mirada, era una pregunta bastante estupida.
- No - le dijo Juan despues de unos segundos - mira, vamos a ir de la vererda de enfrente. Primero voy yo y nos anuncio. Si veo que esta todo bien, les levanto la mano y ustedes se cruzan.
- Barbaro - dijo Esteban, que odiaba arriesgarse el mismo. Le gustaban los planes que minimizaban las perdidas. Entonces siguieron el plan.
Caminaro hasta mitad de cuadra, justo hasta un taller mecanico que estaba tristemente cerrado. Eran los efectos de la crisis de hacia unos años. Como muchas otras cosas, el pais no acababa de recuperarse. Juan cruzo la calle en silencio, y se paro frente a una puerta de rejas color pizarra. Era una de esas viejas casas con verja y jardin, aunque el jardin habia sido reemplazado por baldosas grises. Una puerta de chapa con vidrios templados no permitia ver mucho mas. Juan toco el portero electrico y espero.
Desde enfrente, los demas vieron como Juan tocaba el pequeño pezon de metal y luego esperaba. Luego de unos segundos, la reaccion de su cuerpo les parecio indicar que alguna respuesta salia del portero automatico. Vieron como Juan ladeo la cabeza y la acerco al portero. Pasaron unos segundos, probablemente Juan estuviera diciendo algo y del otro lado llegaba una respuesta. Juan asintio con la cabeza varias veces, y entonces levanto el brazo.
Como si hubiesen llamado a la carga, los tres cruzaron la calle. Juan les dijo entonces
- Bueno, hay que entrar. Son cien por cada uno, como habiamos arreglado. Denme la guita a mi y yo garpo-. Marcos saco sus cien pesos y se los paso a Juan. Luego le toco a Santiago. Esteban fue el ultimo en ceder el billete, pero antes de hacerlo, hizo una ultima pregunta.
- ¿te explicaron bien como es?
- Entramos, esperamos que pasen las chicas, elegis a una y despues ya sabes - le respondio Juan, de mala manera. Esteban iba a decir algo mas, pero Santiago entonces, con inesperada decision, abrio verja y entro. Camino directamente y dio un par de golpecitos. Claramente se escucharon las dos vueltas de una llave en la cerradura. En el umbral habia una chica de unos veinte años. Iba de jean y blusa azul. Parecia del Norte, Tucumana o tal vez Jujeña.
- Pasen, pasen- les dijo con una voz que parecia un susurro.
Santiago paso. Luego Juan, y despues los demas. La chica los hizo pasar a un salon bastante destartalado. Parecia una casa ocupada hacia muy poco tiempo. Juan y Santiago cambiaron una mirada que traducia alarma. Marcos, por el contrario, estaba mas bien ausente. Se habia bajado la visera de la gorra, como si quisiera pasar desapercibido. Esteban parecia el mas nervioso de todos.
- Sacate esa capucha de una vez - le dijo Juan con un tono de fastidio. Esteban se bajo la capucha. La chica habia desaparecido por una puerta lateral. Al cabo de cinco minutos, volvio a aparecer.
-Bueno, bueno - dijo con su voz susurrante - tienen que ir pasando de a uno. Pasan por esta puerta de aca, y aca al lado estan las chicas. Una vez que se deciden, pasan a los cuartos, ¿si?
Santiago y Juan dijieron que Si. Marcos y Esteban no dijieron nada, pero sacudieron la cabeza de arriba a abajo.
- Bueno - dijo la chica, mirando fijamente a Juan. - ¿quien pasa primero?
Juan espero unos segundos. Parecia deliberar algo.
- Esteban, pasa vos - le dijo Juan.
- ¿yo?- pregunto estupidamente este.
- Si si, ¡Vos, boludo, vos! - le dijo Santiago.
Esteban lo miro a Marcos, que seguia amurallado tras la vicera de su gorra Nike.
- ¿no hay problema, no? - le pregunto Esteban. Tenia la esperanza de que Marcos quisiese pasar primero que el.
- Anda tranquilo - le dijo Marcos.
Como para cortar la deliberacion, la chica lo tomo a Esteban de la mano y le dijo "Veni, que no te van a morder", y asi, de la mano, se lo llevo al cuarto contiguo. Pasaron unos segundos, tal vez unos minutos. En algun momento, a Juan y a los demas les parecio escuchar golpes o algo parecido, algo como un ruido sordo. Afuera ladraron algunos perros.
Pasaron otros cinco Minutos, y entonces la chica volvio a aparecer.
- ¿Listo? - dijo Juan.
- Listo.- dijo la chica, y sonrio.
- Acordate - le dijo Santiago - son cien por cabeza.
La chica no dijo nada, pero continuaba sonriendo. Como para cambiar de tema, les dijo si no querian un mate. Santiago y Marcos no querian, Juan si.

Los padres de Esteban, esa noche, iban a llamar a lo de Marcos. Y a lo de Juan, y a lo de Santiago, ya pasadas las doce. Claro, claro que Estaban sorprendidos. ¿Que Esteban no habia aparecido, que no aparecia por ningun lado? Por supuesto, si sabian algo los llamaban inmediatamente. Pero si, por supuesto, era raro, era rarisimo. Por favor, faltaba mas, buenas noches.




1 comentario:

Jora dijo...

Es genial!
Es muy misterioso y va tirando la data de a poco, primero pensé que planeaban un acto terrorista, luego que iban a robar algo, luego que era una fantasía religiosa, luego pensé "van de putas", pero por un segundo apunté la posibilidad de que hayan ido a comprar mariwana...

Las personalidades son muy arquetípicas, y tranquilamente uno puede proyectar a los personajes en algunos amigos o conocidos de secundaria o del barrio.

Hay algunas partes puntuales con errores de sintaxis, muy probablemente por escribir de una tirada. Por ejemplo "(...) habia ido al kiosko esa incredulidad que es la unica fuerza (...)"

La situación en el kilombo, o prostíbulo, es bastante cruda y realista. O al menos según me han contado, ja... Cuando se cierra la continuidad con la mención del mate me pareció muy brusco, pero correcto en cuanto a lo narrativo.

No me convence el párrafo final. O más bien, no sé qué pensar. Y combinado con el título. Me da la sensación de que hay algo oscuro o muy poco esperable. Como que alguien murió, o que el prostibulo no era tal cosa, o que pasó algo luego de salir, o a lo mejor nada. O se quedaron toda la noche. Si querías generar incertidumbre, está perfecto.