3 jul 2018

Y ahi estaba yo...

Y Ahi estaba yo, en el hall del Arcabucero Inn. Sentia nauseas, la cabeza pesada como si me la hubiesen conectado a una manguera a presion y llenado de un aceite viscoso y denso. Sentia todo el cuerpo como hinchado. Sobre todo los dedos de los pies y las manos, ridiculamente enrojecidos en las puntas por el torrido frio de afuera o por la exagerada calefaccion del hotel. No recuerdo exactamente ni el dia ni la hora, pero era entrada la madrugada. Amanecia.
Amanecia y yo no habia dormido en toda la noche. En los ultimos tres dias, presa del panico o la fiebre de la huida, casi no habia dormido. O Quizas si, solo el primer dia, solo unas horas, enroscado en la bolsa de dormir con esa falsa sensacion de tortuga-en-caparazon.
Acodado la baranda miraba hacia abajo, al patiecito de la planta baja. Dos o tres mesas negras sobre el suelo colorado formaban una especie de pintura cubista. Visto desde afuera, debia de parecer que pensaba algo, que meditaba. En realidad, sostenia una ferrea lucha conmigo mismo por no vomitar lo que habia comido: dos tostadas con manteca y jamon y un te de coca;
Aunque no durmiera, no tenia sueño. O mas bien tenia y no tenia. El sueño no era ese ahogo pesado al que estaba acostumbrado sino una especie de pequeña corriente electrica que se manifestaba como un picor en los ojos y un pequeño pero molesto zumbido en alguna parte inasible de mis oidos. Si no le prestaba mayor atencion podia seguir despierto el tiempo que quisiese, siempre y cuando siguiese consumiendo hojas de coca cada dos o tres horas, en cualquiera de sus variantes: Te, Mate, Caramelos, Gomitas, directamente las hojas, pastillas.
El dolor de cabeza era terrible, pero podia soportarse siempre y cuando no me moviera mucho. Habia sido peor en los Altos, casi insoportable. Tambien el frio. Cosas de turista, ir directamente a alojarse en el area de mas altura de toda la ciudad. Me habia levantado dos noches, directamente a vomitar, con la cara hinchada y adormecida, como si tuviese una reaccion alergica a la vida, al aire, que se yo. Recien al segundo dia habia notado la pequeña pero vital diferencia de mil metros entre El Alto y El bajo, y entonces habia hecho como el caracol, antenas al viento y casita al sol, y me habia mudado al Arcabucero.
Esto pensaba mientras sentia pasar, como oleadas, la nausea que iba y venia. La altura hacia estragos en mi aparato digestivo. La sangre, ese fluido espeso y vital que en Buenos Aires corre por las venas con la facilidad de los rumores o los malos pensamientos, parecia haberse espesado. Ahora la sentia con la densidad del jarabe para la tos, del caldo estacionado. Mi pobre corazon porteño la bombeaba con trabajo y desesperacion. Llegaba hasta los capilares con todo el esfuerzo del mundo, casi por obra y gracia del señor. Uno a uno, señor arbitro, terminelo por favor, no de minutos. La pelota no dobla.
El Arcabucero era hermoso. Estilo español, decoración Cubana, techo de cristal al estilo Louvre. Paredes y mamposteria blanca, predominancia de suelos de baldosas coloradas, de tierra cocida, que me recordaban a las estampitas de la casa de Salta o al Museo Larreta en el bajo Belgrano. Muebles de cedro de cien años de antiguedad. Mesas redondas con incomodas pero bellisimas sillas de hierro forjado. Gran cantidad de plantas en pesadas macetas colgantes. Columnatas y cajoneras que uno podria encontrarse adornando la Catedral de Lujan. Alabardas, cascos y escudos de armas, mezclados con tapices de Vicuñas y sombreros mariachis. Todo ese rocambole de la america india, que siempre se metamorfosea en una ensalada rusa etnica para el hombre occidental.
Lo mas lindo de todo eran los cuadros. Pinturas de la escuela española del siglo diecinueve, con marcos tallados de cipres y cedro , casi todos de Arcangeles con fusiles y alabardas. Arcabuceros Alados, Armeros Celestiales, Miguel con Arcabuz y cuenco de polvora, Arcanos Arcangeles, Alados Arcanos Arcangeles Arcabuseros, que acrecentaban las arcas de la arquitectonica arca, llena de arcos y arqueros, que era el hotel Arcabusero. Tararin, tararan. Los juegos de palabras me ayudaban con las nauseas. Arcadas, esa era otra que podia usarse. Arcada, nombre femenino. Plural Arcadas. 1: Conjunto o serie de arcos. 2: Vano cubierto por un arco. 3: Movimiento violento del estomago que incita al vomito. ¿y no era acaso la vida un conjunto o serie de arcos, el arco nacimiento, el arco primera infancia, el arco niñez, el arco adolescencia, y asi? ¿no estaba acaso el arco primer amor, el arco primera vez en un quirofano, el arco irse a vivir solo, el arco ruptura, el arco ser abuelo, el arco quimioterapia, finalmente el arco muerte, el gran finale de la saga de la existencia? Si esto era asi ¿en que arco me encontraba yo? ¿en el arco viaje? ¿en el arco crisis de la mediana edad? ¿en la sexta entrega del arco nihilismo, del arco hastio? ¿e inserto dentro de que arcos mayores? ¿era la mia una subtrama de la pequeña burguesia, del asalariado aburrido, del pseudointelectual de clase media aspiracional de un pais tercermundista? Con estas preguntas uno puede entretenerse una noche entera. Por ejemplo:  ¿no era tambien la vida misma un gran vano de nada cubierto por un gran arco, por el arco de la existencia? ¿algo asi como un arcoiris de aire y luz que va de la nube al lago y del lago a la nube? No puede apresarse, no puede destruirse, no puede conservarse. Es hermoso pero fragil, y el mas leve cambio lo destruye. ¿habia venido a Bolivia buscando la olla de oro al final del arcoiris? Despues de todo, emprender un viaje era siempre trazar un arco, realizar un vertiginoso movimiento parabolico en el aire o en el agua o sobre el mapa. La parabola obedece a dos fuerzas, la interna y la externa. Uno mismo es el proyectil. Todo viaje es interno y externo a un tiempo. Viajamos para poder viajar, nos movemos para movernos, cambiamos de sitio para cambiar, transformamos el paisaje para transformar nuestro paisaje interior, un poco al modo de los alquimistas medievales. Viajar es la gran obra. La olla de oro al final del arcoris era la piedra filosofal, el santo grial, las manzanas del jardin de las hesperides. Hacer un viaje es recorrer un camino: el camino de Santiago, el Bushido, el camino del guerrero, el Tao: Al final de cada viaje esperaba el misterio. Y el misterio era este: que en los viajes el final estaba en el medio o, lo que es lo mismo, que el medio es el fin y el fin es el medio. Misteriosa identificacion de proceso y producto, de Arché y Télos, de arcadas y hoteles. Milagrosa fusion del tiempo libre y el negocio en un constante ocio donde el tiempo libre es el negocio. Impostergable reconciliacion con la vida en todo lo que esta tiene de gratuita, de aleatoria, de transitoria y transitiva, de impredecible: eso era viajar.
Habia elegido el segundo piso por el ventanal. Teniendo en cuenta como me sentia, deberia haber elegido el primero. Mientras mas cerca de la madre tierra estuviese, menos sufriria de la ira del cielo. Pero el cielo de La Paz era hermoso e irreal. Era como mirar un cielo de Cezzane o de Gaugin o de Peinturé o de Patinir. Ya fuese atardecer u ocaso, cenit o nadir, el enorme ventanal de cristal era un monitor de cuatroscientas pulgadas que constantemente me reproducia el soberbio y mudo encanto de la naturaleza. Hacia apenas dos o tres dias que estaba en el hotel, pero salir a ver el amanecer al ventanal era ya una costumbre casi ritual.
Estaba sucio de un modo indecible. Me picaban bastante el pecho y los antebrazos, quizas producto de la constante presion que la camiseta termica ejercia desde hacia mas de setenta y dos horas.
Resumen: Frio, sueño, mareos, Arcadas. Y sin embargo ahi estaba yo, feliz como un chico en su fiesta de cumpleaños, en el segundo piso del Hostel Arcabucero, balanceandome como un borracho en la baranda pintada de negro. Sufriendo bastante, es cierto, pero alli estaba. Habia viajado. Por fin, despues de tanta espera, de tanta vida, lo habia logrado. Me habia sentido casi obligado a hacerlo, urgido por una exagerada ideologia del "ahora o nunca" mas que por una experiencia de lo caprichosa y fragil que puede ser la vida en cualquiera de sus formas de estabilidad. Yo habia tenido un trabajo de ocho a cinco, una casa con cuentas, con facturas que llegaban religosamente los primeros dias de cada mes, con deudas que vencian los siete y los quince con la puntualidad de un reloj suizo. Habia tenido tardes ocupadas y fines de semana tan divertidos como cronometrados en su diversion. Libros, discos, muebles. Habia tenido muchas cosas. Ahora tenia solo una mochila y una riñonera llena de dolares y de pesos bolivianos que habia cambiado en el paso fronterizo de La Quiaca a Villazon y, mas tarde, en El Alto. Y lo habia conseguido: dejar por fin de leer y escribir historias para vivir la propia.
Y vaya que lo habia conseguido. Primero de todo, habia escapado de Buenos Aires y del Mundo-diario y del mundo-semana y tambien del mundo-internet. Tren a San Miguel de Tucuman y apenas dos horas despues, el tiempo justo para caminar la ciudad con la mochila a cuestas, micro a la Quiaca. En el micro la conoci a Daniela, una jujeña de ojos grandes y dulces, preciosos como los de un venado. Habiamos fumado todo el camino a la Quiaca, pasando sorprendentemente por alto la aparente prohibicion de fumar arriba de un micro de larga distancia. El micro iba semivacio, y la privacidad de los asientos del fondo nos creaba la falsa sensacion de burdel turco, de Abdallah Guech, con Daniela entre frazadas y mochilas, fumando con su boca gruesa y sus rulos negros, y tambien conmigo, oscuro jeque barbudo de tenebrosas ojeras, tirado sobre mochilas y con los pies sobre asientos vacios. Ella iba a un congreso feminista en Cochabamba. Yo no tenia idea de adonde iba. En la Quiaca dormimos un dia en la terminal, abrazados bajo cuatro frazadas para luchar contra el frio de mayo. Cruzamos la frontera por el cruce ilegal. Ella tenia papeles y yo tambien. Lo hicimos solo para divertirnos. Ella ya habia cruzado ilegalmente antes, esa vez me conto que no tenia documentos, que le habian robado en Villazon. Yo nunca habia cruzado la frontera por un paso escondido y queria probarlo. Lo hicimos a pedido mio.
En Villazon ella tenia que ver a unas amigas. Me invito a quedarme unos dias. Despues, decia, podiamos ir juntos en el micro a La Paz. Ella se bajaba en Cochabamba, y yo me bajaba con ella o seguia, como mejor me pareciese. Le habia contestado que mejor no, que yo seguia directo, que Villazon era demasiado parecido a La Quiaca y que queria seguir, dejar atras Argentina lo mas pronto posible, como si la sombra de la cotideaneidad fuese un monstruo tentacular que pudiese incluso cruzar la frontera. Y habia sido un poco eso, el carpe diem instintivo: cuidado con la fuerza gravitatoria de los cuerpos: del cuerpo pais pero tambien del cuerpo Daniela. Seguir con ella era correr el peligro de engancharme como un vagon a esa locomotora de diecinueve años con ojos negros e ideas revolucionarias. Y yo tenia que seguir. Seguir siempre para arriba, aunque eso significase hacer las cosas mal.
En la Paz habia sido la voragine, el espiral. De algun modo me sentia en un espiral, es decir, en un circulo que es siempre el mismo pero cambiante: la misma ruta pero distinta, mas arriba o mas abajo, tirabuzon ascendente o descendente. Me habia fascinado la plaza San Francisco, ese ambiente tan bohemio y tan internacionalista, tan plaza Serrano lejisimo de Palermo. Aunque vivia ahogado y como pidiendo la hora en el minuto noventa, me sentia mentalmente como completamente libre de equipaje, ligero como un bailarin de teatro Ruso, iba por las calles con una completa sensacion de irrealidad. Me hacia feliz el comercio callejero, la ausencia de esa institucionalidad burguesa tan presente en las zonas comerciales de Buenos Aires. En la paz todo era popular, publico, informal. No habia la Fifth Avenue o la Avenida Alvear ni un carajo. No habia espacios V.I.P y si los habia no los veia, no me interesaban en lo mas minimo. Me habia fascinado la iglesia de San Francisco, con su aire del Virreinato y sus elevadas y grisaceas murallas.
Al Arcabusero habia llegado un dia casi por casualidad, bajando cuadras por la calle Linares. Me habia llamado la atencion inmediatamente por la fachada acotada pero colonial, marcadamente española. Ese dia volvia del mercado de las brujas, con la mochilita cargada de totems, de piedras, de cadaveres de vicuña disecados. Normalmente, despues de los vagabundeos de la tarde, solia ir al Golden Lion, un Pub ingles donde se comian alitas de pollo rostizadas con Bacon y sin dudas el unico lugar en el que se podia tomar una cerveza decente en todo el centro o, por lo menos, el unico que yo conocia. Un verdadero Pub Ingles, si queda fuera de inglaterra pero mas que nada si queda en La Paz o en Buenos Aires, tiene esa infaltable aura cosmopolita que junta a sudacas y europeos borrando las de otro modo insalvables diferencias de idioma, cultura y temperamento. En el Golden Lion habia de todo: Franceses, Italianos, Alemanes, Yanquis, Chinos, Peruanos, Chilenos, Argentinos, Brasileros. Lo que no habia o casi, salvo alguno de los empleados, era Bolivianos. Golden Lion: un oasis de la vieja Europa en el medio de la cultura precolombina y a un tiempo colonial de La Paz. Wifi y Weise Bier, aparadores repletos de botellas de Brandy y Scotch pero todo bajo una enorme bandera de Bolivia, tan grande que podia haberse usado en un partido de futbol.
Ahi fue que la encontre a Ariane, un poco antes o un poco despues de ingresar al Arcabucero. Todas las cosas podian ocurrir un poco antes o un poco despues. No habia necesidad de orden cronologico. Puede haber sido primero el Arcabucero y despues el Golden Lion, o primero el Golden y Ariane y precisamente por eso despues el Arcabucero.
Estaba sentada en una de las mesas del fondo. Era una mesa repleta, como casi todas las del Golden.
Yo tomaba una cerveza tras otra, acodado en la barra de madera pulida y barnizada, escuchando temas de Zeppelin y Creedence. Miraba todo sin mirar y era feliz con esa sensacion de saberme como ajeno a todo, casi resbalando de la realidad misma. La vi cuando me gire buscando el baño. ¡Carajo, que hermosa es esta chica! - pense. Y era verdad. Era hermosa, hermosisima. Tanto que daba rabia. Pense que era fatal, que Iba a pensar lo mismo cada vez que la viera. Hay bellezas que te impactan a la primera, como la noticia de una muerte pero que, si uno las sobrevive, van reduciendo su efecto poco a poco; Y hay otras de las que no podes librarte. Ariane tenia una belleza de esta segunda clase, que en realidad es la clase primera o deberia serlo, la belleza redonda y absoluta, arrebatadora, indignante por agresiva, odiosa por invasiva, esa belleza de la que tanto han escrito por siglos poetas y novelistas, y de la que en ultima instancia absolutamente nada puede decirse quizas salvo ¡carajo, que linda es esta mina, carajo!
Senti una descarga electrica desde la coronilla hasta la punta de la verga. La cerveza subio y bajo de la cabeza como la alarma de un patrullero. Fui y volvi del baño. Ella seguia ahi en su mesa, charlando en ingles y portugues en esa ensalada rusa de nacionalidades. Poco a poco, note que su mesa iba adelgazando. Cuando me di vuelta para mirarla por enesima vez vi que estaba sola. Vi que levanto la mano llamando a un mozo. Eleve una plegaria mental para Tyche por la ocasion y otra para Baco por mi costumbre de pedir las cervezas de a botellas y no de a vasitos. Recuerdo que me vio venir, con la botella y dos vasos, directo y decidido a su mesa. Creo que me sonrio, o que al menos sonreia. Pero su expresion normal era siempre la sonrisa, o al menos la sonrisa engatusada, envainada, la sonrisa amartillada y a punto de dispararse por la menor de las causas: sonrisa de felicidad, de divertimento, de alegria, de desprecio, de burla, sonrisas de todo tipo, hasta de tristeza.
Me sente y entablamos charla. Ahi me entere que se llamaba Ariane y que era Brasilera, de Rio mas precisamente. Estaba en rio haciendo unos talleres literarios sobre Serendipias y escritura automatica. Ninguno de los dos hablaba el Ingles con Fluidez, y como mi Portugues era aun mas rudimentario, fue una suerte que Ariane hablase el Español con una claridad encomiable para una carioca. Le gustaban Garcia Marquez y otros escritores del Boom (no recuerdo cuales) y Caetano y Botafogo (y no recuerdo cuales mas). Trabajaba en una sucursal del Santander Rio. La charla se prolongaba cerveza tras cerveza. Yo habia pagado las primeras. Ella habia pagado las siguientes, y finalmente habiamos tenido que salir a la calle fria. En el portico de entrada la bese con furia y sin perder tiempo la invite a mi cuarto a seguir la fiesta.
- No puedo - dijo ella. - Tengo fiesta en mi "Hotal". - dijo ella. El resto del grupo habia ido para alla. Ella ya habia quedado en ir. Iban a ir otras amigas mas tarde, dijo, no podia faltar. Yo tambien podia ir, si queria. ¿queria? Claro que queria. ¿como mierda no iba a querer? Me anoto la direccion de su hotel en un papelito y desaparecio menenando un culo maravilloso.
Eso habia sido apenas hacia unas horas. Habia vuelto al hotel para cambiarme y alli estaba yo todavia, luchando contra mi apunamiento agudo empeorado por las cervezas. ¿seguiria todavia la fiesta en el hotel de Ariane? Tenia la direccion en el papelito, no era lejos, apenas unas cuadras pasando la plaza murillo: Tenia dolares en el bolsillo, esos papelitos magicos que se pueden trocar por un "si puedo" para casi absolutamente cualquier cosa; Tenia aparentemente todo el tiempo del mundo por delante. Tambien tenia unas nauseas terribles pero, en cuando se me pasasen un poco, estaria libre.


Habeas Data:

Ventanal del segundo piso del Hotel "El Arcabucero"

Vista desde el segundo piso donde se aprecia la decoracion Española
Golden Lion





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