Miro el resplandor de mis manos: algo como una pelusa, quizas una viruta muy fina, color madera; Sigo adelante. Esto es lo que sueño. Abro los ojos. No quiero abrir los ojos. No los abro, entonces. Abrir los ojos es algo activo. Los abro o no los abro. Escuchar, en cambio...
Escuchar es tan pasivo. Uno no puede no escuchar. Los oidos son como puertas siempre abiertas, sin llave. Uno puede taparselos, claro. Pero es incomodo usar las manos. Los brazos a fin de cuenta se terminan cansando. Cosa que a mi me pasa muy rapido porque soy muy quisquilloso para dormir. Necesariamente tengo que poner los brazos en una posicion determinada, o sino el sueño no viene. Y no solos los brazos, sino tambien las piernas, el torso, el cuello y la cabeza. Todo asi y de este modo determinado, o el sueño no viene. A veces no viene de ninguna manera y entonces pienso con tristeza que realmente todo es inutil.
Pero ahora avanzo por este campo verde-plateado y entonces comprendo que el sueño ya vino. De hecho, se esta yendo. Por eso digo: no quiero abrir los ojos, y no los abro; Y digo: no quiero escuchar, pero sin embargo escucho.
El sonido es como un jardin con senderos que se bifurcan. Una ola que me lleva aqui o alla. Me lleva a la calle en el sonido de una bocina o a la casa del vecino en el ladrido de alguno de sus perros de mierda, tan insoportables que me gustaria estrangularlos con mis propias manos. Me lleva a la fabrica de la otra cuadra en sus misteriosos golpeteos. Un martillero mecanico y metalico que por alguna razon me trae a la memoria las fabricas de armamento de la segunda gran guerra.
Entonces claro que el campo lleva a una de estas fabricas. Y no voy solo, no. Otros como yo andan conmigo, subiendo y bajando colinas. Llevamos fusiles y pañuelos rojos.
Me siento a punto de caer. Un vertigo mas mental que fisico y una resistencia a dejarme caer por la pendiente de cualquiera de esos sonidos que me llevan lejos de la deliciosa inmovilidad en la que me encuentro. Hay pocos placeres tan voluptuosos como el de no sentir el propio cuerpo. Cuando no siento mi cuerpo, es como si tampoco sintiera ciertas zonas de mi mente. Y lo que queda pensando es como una version distinta de mi mismo. Un mono, un robot, un lagarto, algo que ama el color azul y que sabe algo acerca de los peces de colores que ahora nadan en ese inmenso azul que veo. Percas, Bacalaos, extraños peces con pequeñas alas que seguramente debo haber visto en un cuadro.
Siento que este estado no puede durar y cuando estoy a punto de desesperarme (porque ya empiezo a sentir mi cuerpo y no quiero) descubro el maravilloso ruido del ventilador. Un sonido sordo, impersonal, monotono, como de un enorme tabano robotico y sin alma: Sonrio sin sonreir porque es justo lo que necesito. Me quedo en el tabano. Me aferro al zumbido con todas mis fuerzas. Ruido blanco, creo que asi le dicen. Algo que no evoca nada o que evoca la nada, da lo mismo. Me aferro a la nada como un naufrago a el madero que lo mantiene a flote. A mi el zumbido, sin embargo, me mantiene hundido.
El secreto para cerrar el oido es saturarlo con ese ruido cacofonico y blanco. Comprendo por que le dicen "blanco". Es liso, sin matices, blanco como una pared de hospital. Si me enfoco lo suficiente en ese sonido puedo dejar de oir absolutamente todo y - ¡esto es maravilloso - hasta dejo de oir el propio zumbido. Ya no hay zumbido, ya no hay sonido alguno. Estoy sordo.
Me felicito a mi mismo, pues pude librarme de la luz y del sonido. Sin ojos, sin oidos, sin cuerpo, juego a ser una crisalida. O un huevo. Es decir, eso que esta adentro del huevo. Algo sin forma. ¿un alma? Posiblemente un alma. Juego a ser espiritu. Me convenzo a mi mismo de que soy inorganico: No tengo pasado, no tengo futuro, no tengo presente.
No tengo familia, ni amigos, ni recuerdos, ni sentimientos, ni preocupaciones, ni cosas que hacer o que dejar de hacer. No tengo siquiera nocion del tiempo. Habiendo perdido tantas cosas, ahora quiero la gran victoria de perder tambien el tiempo. Quiero un pensamiento blanco, un no pensamiento, algo que sea como un puro divague, un derrape epileptico, una campanada que no termine nunca de caer, que se mantenga como un Om en constante expansión. Me cierro, me cierro, me cierro, me cierro...
Y entonces, como si hubiera cedido alguna especie de piso, caigo. Suevemente. Me hundo. Como si algo me tragase.
España. Por alguna razon comprendo que es España o tal vez Francia. La fabrica se alza a unos dos mil metros de distancia, gris y solitaria en la planicie verde plateada. Llevamos fardos en la espalda. El fardo es pesado y me causa un dolor punzante. Son minas. Minas y percutores. Descubro, feliz, que vamos a volar la fabrica.
Pero no dejo de existir. Con fastidio me acuerdo de Descartes y de esa insoportable capacidad humana de no poder dejar nunca de pensar. Claro, podria dormirme - y de hecho siento que el sueño viene, que el sueño me ronda como un jaguar rodea los templos en la verde jungla - pero eso seria volver a ser algo. Intento retomar la fantasia de la no existencia, pero me cuesta mucho trabajo. Una parte de mi cerebro se ocupa constantemente de contradecirme. Me recuerda mi nombre y mi apellido, se esfuerza por orientarme en tiempo y espacio. Me dice que es diez de Agosto, que estoy en el cuarto piso de mi departamento de la avenida Callao, que mañana es Martes y que tengo que ir a retirar los resultados del estudio que me hice en la clinica Mayo, que tengo que arreglar mis asuntos con Clara y mil cosas mas. Por supuesto que no doy credito a todas estas mentiras. Me obligo a pensar que la voz no habla de mi sino de alguien mas. Como si estuviera escuchando la radio o una conversacion perteneciente a otras personas. Me obligo a desconocer incluso los terminos mas basicos de esta conversacion. No solo no conozco a Clara, sino que no tengo idea de si es un nombre o un sonido absurdo que no significa nada. Mato, aniquilo los significados y dejo los significantes huerfanos y aberrantes, las reduzco o las deformo a expresiones guturales, producto de la locura. No se que es Agosto, no se que es Mañana, no entiendo a que se refiera la voz con departamento. No entiendo ni quiero entender. Lo logro por el momento. Sigo evadido del tiempo.
Llegamos la pared de la tarde bañados en la luz rojo sangre del ocaso. Las caras de mis compañeros son fieras y aguerridas. Hombres y mujeres son hermosos por igual. Jovenes, sin miedo. Alguien nos reune en semicirculo y nos da indicaciones. Es una mujer de mediana edad, que habla con acento de la toscana. Dice algo sobre las maquinas que fabrican obuses. Alguien, adentro - seguramente un espia nuestro - ha dejado cargas explosivas en piezas a pulir. Comprendo que la mision consiste en detonar los explosivos junto a estas maquinas.
El sueño se aleja en su orbita y entonces me figuro que en realidad estoy muerto. No estoy en mi cama, acostado, en esta especie de meditacion infantil, sino realmente muerto. Mori en algun momento del pasado y mi alma quedo atrapada en el limbo, esperando el juicio final o la proxima reencarnacion o quien sabe que, pero quedo varada o como un producto en una gondola. Imagino un gran repositorio cosmico de almas en donde todas las almas son exactamente iguales: lavadas, blancas, uniformes: un huevo o un pote de yogurt. Una gran farmacia cosmica con infinitos frasquitos-alma. O un Archivo. Lo importante es que estoy realmente muerto y no es tanto un juego como la lucha platonica del alma por liberarse de sus anteriores ataduras corporales.
Sueño o recuerdo que los explosivos tenian que detonarse con un percutor manual o, en otras palabras, que varios teniamos que detonar las minas a martillazos. La mujer que tenia acento toscano nos explicaba esto mientras nos miraba con ojos tan ferreos como las viejas vias del ferrocarril. Hacian falta voluntarios. Varios dieron un paso al frente. Yo estaba entre esos varios.
El fondo azul y los peces de colores son una imagen del pensamiento. Hay una nada pero en esa misma nada sin ojos sin oidos sin manos o piernas hay algo que se mueve como si tuviera brazos, que interpreta como si tuviera oidos y que juzga como si tuviera ojos. Son los peces de colores, es el universo de las ideas. Intento encontrar mi respiracion pero no puedo. ¿sera algun truco psicologico como con el ruido del ventilador? Recuerdo haber leido que nadie puede escuchar los latidos de su propio corazon. Me hundo una vez mas.
Abatimos dos o tres guardias. Nos consterno ver que eran españoles y no alemanes, como supusimos en un principio. Alguien habia dado la alarma y la soldadesca llegaria mas temprano que tarde. No podiamos perder tiempo. Mientras el resto formaba un circulo para cubrirnos, nosotros los voluntarios los valientes los martires nos apresuramos a colocar las minas debajo de cada maquina. Cada una de esas maquinas producia las maquinas de muerte y pesadilla con las que los alemanes reducian a polvo cada ciudad de Europa. Entonces coloco la mina debajo de la maquina y al grito de quien sabe que valerosa consiga descargo uno, descargo dos, descargo tres martillazos sobre la mina hasta que un resplandor insonoro me ciega en un color amarillo ocre. Nunca llego a saber si hemos tenido exito, pero quiero creer que asi es.
Quedo entonces de vuelta en la nada. El color ocre se va aclarando poco a poco y me asalta el vago temor de que ese tono ambar no sea otra cosa que la luz del sol llegando a mis parpados tras filtarse por la vieja persiana del departamento.
De un momento a otro voy a abrir los ojos y... ¿que sera lo que vea?
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