4 mar 2020

Aproximadamente doce abejas

Aproximadamente doce abejas entraban y salian de un tacho de basura. Quizas eran menos, pero seguramente eran mas. No podia estar seguro, por supuesto, de si eran las mismas las que entraban y salian constantemente. Quizas fueran las primeras se iban - ¿pero de donde venian y a donde iban? - y eran reemplazadas por otras. Si era asi, entonces serian muchisimas mas.

- ¿Asi se sentira Dios?

Entre los ruidos de los autos y la charla insustancial de la gente, Pablo escucho la pregunta con una claridad extrañamemente sospechosa. Se dio media vuelta para intentar localizar lo que le habia parecido, ahora si casi con seguridad, la voz de un niño. No pudo localizarlo. La cola se habia hecho increiblemente larga en esos veinte minutos que llevaba esperando el Colectivo. Pablo sabia que la linea 53 tenia una frecuencia muy espaciada, pero ya casi media hora esperando era demasiado. Despues de todo Nazca y Rivadavia era una de las esquinas mas céntricas de todo Buenos Aires.

El olor a gasoil, de hecho producto de los incesantes colectivos y camiones que iban y venian, impregnaba el aire y le daba a toda la escena un aire mas sucio, si es que aquello era posible. Pablo se sentia saturado. Una sardina enlatada, un pez que se sofoca demasiado lentamente. Se acomodo la mochila mientras pensaba que le hubiera gustado escuchar la respuesta de la madre; Es decir, eso si efectivamente era un chico quien habia preguntado. Sintio el zumbido de una abeja demasiado cerca de su boca y no pudo evitar hechar la cabeza hacia atras con un gesto repugnante.

El vuelo de las abejas era fascinante al mismo tiempo que asqueroso. Siempre le habia repugnado esa capacidad de vuelto que tienen los insectos, esa capacidad casi anti natural de sostenerse en el mismo lugar o de incluso retroceder, como si fueran pequeños planetas tironeados entre la fuerza de gravedad de cuerpos mas grandes; Como si fueran basura flotando en la corriente de un riachuelo. Impredecibles. El vuelo de los bichos era impredecible. Parecia que oscilaban en el mismo espacio para en el momento siguiente, sin ningun tipo de logica, precipitarse directo hacia su cara o ir a inspeccionarle el cuello o la espalda. Porque, a pesar de todo, aquellos animalejos operaban con logica. Logica sorda e incomprensible, pero logica al fin; Estaban tironeados por hilos invisibles, como si los operase algun demiurgo torpe a la vez que astuto.

¿Asi se sentira Dios?

Pablo entendio como quien comprende subitamente una ilusion optica. De repente el cuadro o la mancha cambia sin cambiar, adquiere un nuevo significado que no obstante no es nuevo en absoluto pues siempre habia estado ahi, frente a los ojos del espectador. Lo que cambia, en esos casos, es la mirada. Y la mirada de Pablo se tansformo para poder entender asi, subitamente, como por arte de magia, la pregunta del niño. Claro que, por supuesto, podia ser una coincidencia, una pregunta realizada con un sentido completamente diferente, con un significado que nada tuviera que ver con el tacho de basura sacudido por el frenetico zumbido de las abejas.

Pero por otro lado, abejas rebuscando en la basura. Bichos que naturalmente estaban hechos para buscar entre las flores. Como las hadas, como los colibries; Se habian adaptado a la ciudad como las ratas y las palomas. Y ahora buscaban sobrevivir revisando quien sabe que porqueria (¿un helado? ¿un chocolate? ¿una mandarina putrefacta?) en los tachos de basura. El tacho de basura era la flor, o tal vez el panal.

Pablo se pregunto si la aparente desorientacion de las abejas - ¿les habran volcado el panal? - no obedecia mas bien a una orfandad de tipo estetico o metafisico. A un odio ciego comparable al del raton que corre ciego en su rueda. Los instintos, castrados de un medio natural en el cual desarrolarse, se desvian y deforman en verdaderas perversiones, en abominaciones de pesadilla. Curas manoseando criaturas, abejas hurgando en la basura. La civilizacion humana no era otra cosa que ese mundo de pesadilla.

¿Asi se sentira Dios?

Aproximadamente media docena de abejas hurgando en la basura le hizo comprender a Pablo que habia millones de seres humanos que estaban igual de echados a perder. Intentando sobrevivir entre el cemento y la radiacion. Olvidados de su panal, de sus flores, de esa telepatia con el resto de las cosas, conectados hasta con la muerte. Pero, ¿acaso alguna vez habia sido de otro modo?

Pablo aplasto con odio a una abeja que se le acerco demasiado. No le gustaba saber que tambien su vida era un constante buscar entre diversos tachos de basura.

- Si - dijo Pablo en voz alta, con la esperanza de que sus palabras alcanzaran al niño - Asi debe de sentirse.

Pablo solto un taco y abandono la parada del colectivo. Mientras se alejaba noto que la cola habia alcanzado un largo demencial. Llegaba hasta la esquina opuesta y daba la vuelta a la manzana. Siguio caminando sin voltear la cabeza. No queria ver donde terminaba, quizas porque temia comprobar que no terminaba en ningun sitio.

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