19 may 2012

La Ciudad de las Amazonas

Las orillas del mar Egeo, fatidico oceano al sur del mar negro, separado primero por Illion y mas tarde por Constantinopla, era visible desde el puerto de la ciudad de las Amazonas. Podia verse su eterno e inquieto oleaje, su marea espumosa y nunca tranquila, asediada por numerosos y traicioneros vientos, animado por todas las hijas de Nereo. La ciudad era, sin duda, la mas prospera de las 12 en tiempos del gran emperador del este, pastor de naciones. Bien era cierto que en el occidente se hablaba de la Ciudad de la Virgen, por la cual el Señor de los mares habia luchado y batallado, y sido derrotado, y no habia en todo el Peloponeso una luz tal como la de sus sabios, ni fortaleza como la de sus muros. Y quizas fuese cierto que Mileto compitiera un poco en sabiduria, pero no habia, repito, en tiempos del gran emperador, ciudad alguna en el Este como la ciudad de las Amazonas.
El sagrado templo a la Gran Diosa, coronado por la Ancestral estatua que, era sabido, desde siempre habia estado en el extremo oeste de la ciudad, sobre una de las colinas mas altas, visible desde tierra y mar, era una prueba irrefutable de la supremacia de la ciudad. No habia, en el mundo conocido ni plus ultra, templo como el de la Diosa.
El cielo de la costa Jonica era particularmente bajo y brillante en el area del templo, y el aire mediterraneo era liviano y puro. Insoportablemente puro para seres como nosotros, pero pristino para un nativo de la zona. La zona del templo era, como todo lugar sagrado, un lugar solitario y soleado, traspuesto por muy pocos. El dominio del gran emperador y su guerra con occidente tenian mucho muy ocupados a los habitantes. La proteccion del gran señor era una tranquilidad para la prosperidad, pero costaba cuantiosos tributos que aumentaban año a año, y los sitios de la guardia Persa se habian hecho sentir con fuerza en los siglos anteriores. Era mejor, era mas sabio, estar bajo el ala del dragon que al alcanze de su llamarada.
Solo unos cuantos niños correteaban por el templo, abandonados o libres del cuidado de sus preceptores, tan libres y tan seguros como era posible estarlo en un pueblo. A la sombra de unas columnas, se veia proyectarse una sombra que no era de niño ni de columna, sino de hombre. Daba de cara al sol y de frente al inmenso oceano, siempre en movimiento, que se abria a sus ojos desde la cima de la montaña. A simple vista, no parecia un Aristocrata. La toga era solo de medio cuerpo, y desaliñada, dejaba todo el torso al descubierto. Ademas, iba descalzo, y era sabido que todo señor, fuese Lidio, nativo o Persa, llevaba sandalias. Ademas, ¿que podia esta haciendo un noble o un rico comerciante, sentado entre las columnas del templo de la Diosa? No pude yo verlo de frente, pero daba la impresion de delirar o de murmurar por lo bajo cosas inteligibles. Adverti entonces que llevaba un rollo bajo el brazo. Esto me causo gracia.
Me acerque entonces para interrogar al extraño sobre su sospechosa presencia en el templo, pues quizas fuese un espia de occidente. Cierto es que yo, al ser un Xenos de Rhodas, no estaba obligado a conocerle, y ademas una apariencia tal, descalzo y con un rollo, era sospechosa sin importar la procedencia.
Al acercarme unos pasos, el hombre (pues era tal cosa) se giro hacia el este, de cara totalmente al sol, y pude comprobar entonces que se hallaba en la Plenitud. Se veia caer una barba gris y compacta, sobre unas facciones duras y bronceadas. Tenia el aspecto de un marinero, el fisico curtido y unos ojos que parecian haber visto demasiado, en este mundo y en otros. Comenze a hablarle en Farsi, y luego en Iranio Lidio. Al no recibir ni una respuesta ni una mirada, me di cuenta que no debia de ser leal al emperador. Me exprese entonces en Jonico, preguntandole violentamente que que venia a hacer al templo de la Diosa. A lo que, tambien en jonico, me respondio que venia a enterrar su rollo. Al preguntarle si pensaba regarlo tambien, contestome que lo enterraba para cuando los hombres esten suficientemente regados.
De mas esta que me parecio un insolente. No pude reprocharle que se ocupase de sus asuntos privados y publicos, puesto que jugar en los templos era propio de niños y no de hombres. Respondiome entonces lo siguiente:
- "Insolente eres tu, Xenos, Meteco o simple esclavo. Ocupense ustedes de los asuntos politicos. A mi mas me vale jugar con estos niños (y mostrome entonces un dado de marfil) que gobernar con ustedes el estado. No es de asombrarse que a esto le llames tu conveniente. Las moscas encuentran conveniente la mierda, y a eso lo llaman felicidad"
Naturalmente, me senti ofendido con tales groserias, y le espete, ahora en Lidio, que nada podia esperarse de un ignorante que perdia el tiempo con dados y niños. Para mi sorpresa, volvio a responderme, nuevamente en Jonico. Yo no creia que entenderia el Lidio, pues mas parecia un plebeyo que alguien instruido. Y esto respondio:
"Tu has de saber muchas cosas, mas es preferible saber pocas, y optimo saber solo una, con tal de que sea la verdad. Tu, como el poeta, al saber mucho no sabe nada. Me escuchas, si, pero no oyes. Crees estar, pero sin embargo duermes." Al decir esto, me miro, por primera vez, con desprecio. Me senti herido en mi amor propio, pues mirarme de esa manera, solo era consentido en el emperador o en uno de sus generales. A pesar de mi rabia, la expresion de su mirada me indico que, de alguna manera extraña, era un aristocrata, por lo que me quede impasible. Le conteste entonces que hiciese lo que le plazca y que, como ciudadano educado, no era mi deber prestarme a la discordia ni a actitudes belicosas o execivas, que esto era ofender a los dioses, los cuales eran justos y pacificos, y que mas aun, en el templo de la Gran Diosa, no deberia haber discordia. Pero mientras yo, indignado, articulaba estas cosas, el, ante mi atonita mirada, me dio la  espalda y, agachandose, cavo un hoyo con las manos, y coloco dentro el rollo que cargaba. Cuando yo cese de hablar, el se hallaba dando pequeños golpes  con el pie en el terreno suelto. Por fin, dijo:
-"Oigo lo que dices, pero como cadaver que eres, no dices nada. Mas bien te valdria callar, y asi dirias algo. Tu quieres detener la discordia, luego quieres morir" - Dicho esto comenzo a alejarse montaña arriba, pero diose vuelta una vez mas, y dijo, con una sonrisa ironica: "Si logras detener la discordia, todo se disolvera como la cebada en el agua". Dicho esto, continuo subiendo montaña arriba y, al percatarme que no tomaba un sendero para rodearla, realize que deberia tratarse de algun eremita. Eso explicaba su poca educacion y sus exentricidades. En un arranque de curiosidad, llame a uno de los niños, y le ofreci media mina si me decia como era conocido ese viejo extraño. Use la palabra viejo, y sin embargo, como dije, estaba en la plenitud. El niño, como todo niño, de honestidad indudable, respondiome que no conocia su nombre, pero que era conocido por todos. Al preguntarme como se referian entonces a el, me dijo que como "el oscuro".

3 comentarios:

Jora dijo...

El que esté leyendo esta publicación solo prueba, o que tu escritura es muy buena, o que yo soy un maldito irresponsable! (o un poco de ambas)

Pero me quedo con la intriga de si en verdad existió es "oscuro", o es todo ficción...

Jeny dijo...

Un beso grande Seba :)

Jeny dijo...

Un beso grande Seba :)