"toma y daca. Para crecer fuerte, coma caca"
Cronica de un Iniciado, Abelardo Castillo.
"Donde huele a mierda huele a Ser"
Antonin Artaud
Habia una vez en un baño en donde un señor hacia caca, o habia una vez un señor haciendo caca en un baño. El señor hacia caca, eso es innegable. Estaba en el asunto desde hacia una media hora, y sentia las piernas un poco entumecidas, el señor. El baño era, huelga decirlo, un baño publico, de estacion de omnibus o bien de hotel, con los cubiculos inodoro y los inodoros cubiculo, especie de defecadero en serie o confesionario moderno, en donde los señores de corbata o saco se sacan la corbata y el saco y hacen bellisimos sorongos del tamaño de una mojarrita y tambien pequeños y pintorescos soretitos del tamaño de un tomate cherri o una pasa de uva.
El señor cagaba, cagaba tranquilo, felizmente, sin conciencia del enorme milagro que realizaban sus intestinos, completamente ignorante de los multiples y paralelos procesos mecanicos que llevaban, a fuerza de puro puje, las sustancias fecales desde el intestino hacia el tracto final, en donde el ano les daba su forma final; Cual molde de balancin, cual dios creador, el ano le imponia a la informe hyle fecal la tan ansiada Eidos, la morphe Aristotelica. La mierda nacia y nacia, tambien inconciente de su ser producto de un acabado sistema digestivo, verdadera proeza gastrica con miles de años de evolucion, y el culo era la enorme picadora, la guillotina magica, la compuerta o puerta trampa que constantemente trac-trac-trac ,ecce sorete, como una banda perfecta banda de produccion. ¡oh culo! ¡Ni siquiera a las vacas es necesario envidiar!
El señor cagaba. Los soretes que caian al pequeño pocito de la tazad de porcelana eran como el azucar de un te fetido y gigante; Eran un metro, tic tac, plop plop.... plop. Solo la tragica caida de los sorongos rompia el silencio, rompia la inerte meditacion del señor y de las piernas del señor, que ya comenzaban a hormiguear de tanto aplastarse contra la fria porcelana. El estomago punzaba, las piernas hormigueaban, la cisterna goteaba y el ruido del agua era como el comienzo de un placido sueño, el sueño del señor que burguesamente se deja ir en su cagadera habitual, porque cagar es bueno, porque cagar es bello y justo, porque cagar es un derecho natural y, ¡que diantres!, es una obligacion moral. Los perros, las madres, los enfermos y hasta las pudicas jovencitas cagan. Cagando, el señor no solo se sentia mas liviano y como paradojicamente limpio (pues es sabido que en esas circunstancias el culo...), sino que tambien se sentia un poco mas cerca de la humanidad.
Pero, ¿cagaba solo? Era dificil saberlo. O bien cagaba solo o, como el, los demas cagones cagaban en total silencio. Ni un pitido de celular, ni un misero pedo, y ni siquiera un suspiro de esos que salen cuando uno comienza a aburrirse, uno de esos que uno larga cuando el intestino ya no se mueve pero el culo (el ano, hablando con exactitud) siente aun una pesadez como metafisica, como si virtualmente (pues es imposible) hubiese aun algo metido en el recto, algo que lo irrita una puja falsa, que deja al culo pujando al aire como si tuviese hipo.
He aqui que el señor, intentando determinar si cagaba solo o acompañado, escucho unos ruidos mas alla de la puerta de entrada.
La manifestacion estaba preparada desde hacia al menos una semana. Entraron con pancartas, y uno de ellos, o mas bien una, una chica flacucha, alta y de rulos, tenia un megafono en la mano. Los efectos del megafono dentro del baño revestido de azulejos era devastador. Eran un grupo de aproximadamente diez personas, muchachos y muchachas jovenes. Algunos tenian pancartas, pero todos tenian en su mano derecha un diario.
- ¡Abra la puerta! - Chillo la del megafono.
- ¿Que quiere? - dijo el sorprendido señor.
- Querra decir que Queremos, señor - Respondio el megafono, y con voz de indignada agrego - ¡queremos que se suba los pantalones y abra la puerta! - Sendas aclamaciones y gritos siguieron a la propuesta.
- ¡Vayase! - grito el señor. - ¿Es estupido o no ve que esta ocupado? ¡Pase a uno libre! -. La muchacha de los rulos no contesto, pero intento abrir la puerta primero suavemente, luego con brutalidad. Como el señor, siempre a buen recaudo de su privacidad, habia puesto la infaltable falleba, la puerta no se abrio. La muchacha de rulos, nuevamente megafono en mano, volvio a exigir la total e incondicional apertura de la puerta, pedido quizas muy sensato y sencillo de cumplir, pero que al señor se le antojaba, tal vez tambien con completo sentido comun, como inadmisible y, por que no decirlo, como una locura.
- ¡vayanse, vayanse o llamo a la policia! ¿acaso no se puede siquiera cagar tranquilo? ¡no hay derecho! -. La muchacha tomo aire para lanzar un nuevo y estentoreo imperativo desde el megafono, cuando sintio una mano en el hombro. Otro muchacho, de pelo tambien enrulado pero muy rubio, que ademas tenia una tupida barba y unos anteojos ochentosos, se adelanto y con mucha delicadeza le quito a la muchacha el megafono de las manos. Se acerco hasta la puerta misma del cubiculo, y en un susurro calmado y frio le dijo al señor que para llamar a la policia tenia que abrir la puerta de todos modos, y que era absurdo y casi brutal que el los obligara a hechar la puerta abajo, cosa que podian hacer de todos modos e inmediatamente, puesto que habian venido bien preparados.
El señor no respondio inmediatamente. Su silencio evidenciaba una penosa reflexion en su interior. Al cabo de varios segundos, que tal vez transmutaron en pocos minutos, tanto el muchacho como la muchacha sintieron el metalico y seco ruido de la falleba al correrse. El muchacho coloco suavemente la mano sobre el picaporte de la puerta y, al ver que esta cedia al mero peso de la mano, abrio la puerta con una sonrisa triunfante, llena de suficiencia. En el centro del cubiculo, sentado sobre la tapa del inodoro cerrado, se hallaba el señor con los pantalones bien puestos y la cara llena de dignidad, como un rey en su trono.
- Salga del inodoro, señor - dijo el muchacho. Su tono seguia siendo como si hablara entre compresas mojadas. Decia todo esto con una amplia sonrisa. Pero el señor no salia, sino que se cruzaba de piernas como muestra de insolencia o tal vez de nerviosismo. - No salgo - decia, y miraba con dureza al muchacho y despues a la muchacha, y al grupete que detras de ellos ya se contenia o se agitaba, y que ahora, impaciente por la testaruda negativa del señor a salir de su cubiculo, comenzaba a gritar "¡fuera, fuera del inodoro!" y "¡cagador irresponsable, inconciente!" y "¡cada sorete es una responsabilidad!" y "¡la caca en la bolsita!". Este ultimo parecio gustar al grupo, mientras golpeaban el piso y las paredes freneticamente comenzaron a gritar "¡la caca en la bolsita, la caca en la bolsita, la caca en la bolsita!" y, con el obvio motivo de romper la resistencia psicologica del señor, entonaron luego a viva voz una cancion.
"señor irresponsable, señor irresponsable/ la cosa esta que arde, que arde, que arde/ y el agua no merece, merece, merece / llenarse de sus heces, sus heces, sus heces / por eso yo te digo, no hagas que te repita / cagueta hijo de puta, de puta, de puta/ la caca en la palita, palita, palita / ¡no uses el inodoro, ponelo en la bosita!"
El señor no parecia prestarle atencion a la cantinela, pero ya era patente que su nerviosismo aumentaba con el correr de los segundos y que, tarde o temprano, terminaria por salirse del cubiculo. Los manifestantes tambien parecian saber esto y seguian con estas y otras cantinelas, golpeando y aullando salvajemente hasta que todo el baño temblaba y se sacudia como un flan, rugiendo el derecho de la bolsita y la palita para todos los soretes no ya del mundo, sino del universo entero.
- Esta bien - dijo el señor - Sepan que me retiro, pero no porque ceda a sus cancioncitas estupidas o - y esto lo aclaro mientras miraba con dos rayos al muchacho de los anteojos - porque yo les tenga a ustedes, mocosos de porqueria, ningun tipo de miedo. No, no se crean que les temo siquiera un apice - mientras decia esto se encaraba frente a frente al aun sonriente pero tal vez ya no tan seguro muchacho de lentes y barba tupida - o que de algun modo comprendo o cedo ante sus bagatelas ideologicas, ante sus ridiculas pretensiones - ¡Callese! - le grito enfurecido alguien de la pequeña multitdud - ¡Callese y salga de una vez!
- Si, eso mismo - dijo el Muchacho - Nosotros no queremos oirlo, compañero. No nos interesa ya a esta altura un intercambio cultural o un debate o siquiera una charla con usted, no. ¿que nos interesa entonces?
- Nos interesan sus soretes - dijo la Muchacha del megafono - Sus soretes y solamente sus soretes, asi que callese y vayase de una vez. - Dicho esto, la muchacha se metio con actitud resuelta dentro del cubiculo y levanto rapidamente la tapa y la segunda tapa, con forma de herradura y donde minutos antes reposaban las peludas y confiadas nalgas del señor. - ¡Guantes! - dijo la muchacha, y entonces otra muchacha, esta no mas de quince años, de pelo renegrido y muy lacio, se acerco y con la celeridad de una enfermera le entrego un par de guantes amarillos de latex. Una vez enguantada, la muchacha dijo ¡Bolsa! y, nuevamente, la muchachita le entrego una pequeña bolsa transparente, de esas con cierre hermetico. El señor miraba todo esto con una cara oscura y retraida, ya preso de la indignacion y la rabia. <No era posible que esos... esos... esos canallas no solo lo irrumpiesen ilegalmente en un baño publico e interrumpiesen el sacrosanto proceso de defecacion, con todos las consecuencias fisicas y psiquicas que la interrumpcion de ese proceso esjatomeditativo provocaria, sino que ademas pretendiesen ahora, en una violacion total de la propiedad privada y publica (privada porque eran sus soretes, publica porque publico era el baño), decidir el destino final de ese producto de su cuerpo, de esos soronguitos y sorongotes que le habian llevado no solo una considerable inversion (pues anoche habia cenado langosta) sino tambien seis o siete horas de paciente e ininterrumpido proceso de digestion, de aplicacion artesanal de encimas y acidos, de artistico empleo de jugos gastricos, de trabajosos micromovimientos de los intestinos, higado, riñon, esfinter y de las demas moleculas de esa hermosa maquina que el era. ¿Y pretendian ellos... ¡ellos, justamente ellos! pretendian ellos decidir el destino final de sus sorongos, de todo sorongos, del sorongo? ¿se apropiarian con esa grotesca violencia, con esa impunidad, del destino de la mierda humana? ¿que mundo era ese en el que vivia, que mundo, señor, si uno no tiene derecho sobre su propia caca? >
Y mientras pensaba todo esto, el señor se revolvia como un hamster en su rueda, como un convulso en la camilla, y observaba como, con desesperante lentitud, la muchacha metia la mano en el agua ya algo turbia del inodoro, revolviendo en busca de los controversiales pedazos de mierda, y en el preciso momento en que la cara de la muchacha dejaba sospechar que habia atrapado algo, el señor intento algo desesperado: Viendo que ya nadie le prestaba atencion, pues se hallaba ya casi al borde de la puerta de salida del baño, y que el los manifestantes habian dejado en el suelo o apoyadas en la pared sus pancartas de "¡la caca a la bolsita!" y "palita o muerte" y "derechos del agua: no queremos tu bosta!", cerrandose como en un coro en torno a la muchacha, tomo entonces carrera y, dando un enorme salto, intento atravesar la pared protectora de manifestantes y, de un manotazo, tirar de la cadena, unica salvacion posible para sus soretes de la impudica bolsita. Y aunque no pudo atravesarlos con el salto, la sorpresa de los manifestantes fue mas grande de la que esperaba, puesto que estos no reaccionaron a tiempo y entonces el señor se lanzo como una saeta hacia su cubiculo y, ya adentro, esquivo en una milesima de segundo a la muchachita de pelo lacio, quien ferozmente le habia tirado un tacle a las pantorrillas. ¡Heroico, Cabral Soldado heroico, Sargento Cruz en rescate de Martin Mierda! ¡ahora solo faltaba la cadena! Pero cuando ya se disponia (y es que todo esto ocurrio en un instante, en un segundo) a tirar ferozmente de la cadena (¡Victoria, victoria!, ¡santo derecho a cagar!, ¡propiedad, propiedad privada!) sintio un certero pero feroz puñetazo en los riñones, y todo su cuerpo se contorsiono como un muñeco de trapo. Rapidamente quiso incorporarse y tomar aire, pero este parecia haber desaparecido del universo, y la exhalación de contrajo en una mueca idiota y dolorosa en donde nada entraba, y ademas en ese mismo segundo volvia a recibir otro poderozo tirabuzon en las costillas, piña tan bien dada que al segundo siguiente el señor era un ovillo en el suelo, luchando por respirar y por no soltar la bosta que aun tenia dentro de sus intestinos, y esto un poco por decoro y un poco por no darles a esos canallas mas sorongos para embolsar. El muchacho, todavia con la barba rubia y tupida, todavia con los anteojos ochentosos, lo miraba desde muy arriba con su sonrisa amplia y algo despreciativa. - Asi vas a aprender a no tirar mas de la cadena - le dijo burlonamente, y la muchacha volvia a meter la mano en el inodoro, buscando uno a uno las bostitas, metiendolas una a una en la bolsa hermetica y transparente, y entonces los demas comenzaron nuevamente a golpear y a agitar las pancartas y a cantar, a cantar a favor de los derechos de la mierda y de no se que del agua y de sus principios vegetarianos o vegetativos, no se sabia bien, y a favor de la homosexualidad o de la homeopatia o de la homeostasis o de los homocigotas, de las bondades de la papa, del maiz o de la combustion espontanea, de la lucha de clases y de las clases de lucha, cantando y golpeando siempre y ahora revoleando los papeles higienicos por todos lados, revoleando casi todos pero incendiando algunos, incendiando y aullando mientras la ahora triunfal muchacha parada sobre el inodoro cerrado levantaba por encima de su cabeza la bolsa hermetica bien cerrada y llena de mierda, proclamando con su megafono que ese baño quedaba justamente clausurado.
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