"En la altura intangible donde la habíamos exaltado, la preservaríamos de la caída"
Cortazar
¿por que, para que todo esto? No estabas en los lugares de siempre. El dia entero habia sido un satelite que intentaba orbitarte.Tenia que encontrarte de algun modo, y por eso caminaba bajo las largas sombras de Avenida de Mayo. En esta epoca del año, las sombras son interminablemente largas.
Nunca estabas en los lugares de siempre. Los lugares de siempre eran mis lugares de siempre. Estaban interconectados por tuneles o por marcas extrañas, eran puntos que formaban la figura de un mundo azul y difuminado, de un universo callado en donde cada cual permanecia en su mesa y cada mesa permanecia dentro del mundo propio. Los lugares de siempre eran mis lugares, y vos no entrabas en ellos. Nunca estabas, nunca habias estado, nunca estarias, y sin embargo no podia hacer otra cosa que buscarte inutil, locamente, como un raton en su madriguera o un empleado en su rutina, tozuda y ciegamente buscarte en bares y plazas y recorridos mas o menos sabidos, en caras y canciones, en poses y largas esperas.
Hubo momentos en los que te senti cerca. Eran momentos o epocas felices, porque estabas extrañamente cerca y era como si de planetas se tratase, momentos ciclicos, tarot y horoscopos fatalmente cumplidos, Mercurio en Venus, El Sol en Cancer, la suerte en alza y entonces todo estaba tan bien y era tan facil y siempre asi.
Bastaba en esos periodos en entrar en cualquiera de las librerias habituales, buscando los libros que nunca estaban, para encontrarte asomada sobre las obras completas de Perez Galdos o abstraida en una edicion rara del Martin Fierro como si de un acuario se tratase. Yo sabia que andabas por la zona: Lo sabia ni bien bajaba del colectivo, lo sabia apenas mi cara salia del agujero del subte. Era algo como un zumbido o una electricidad, algo ionico. Lo sabia y entonces comenzaba a buscarte.
Casi siempre fue en las librerias. En todos esos años, te vi casi siempre entre hojas y como en el espejo y el enigma de las ediciones y las editoriales, con bateas, estantes y vendedores de por medio. No fueron muchas veces, seis o siete, no se. Tal vez menos. Pero eso nunca me desanimo. Es sabido que para ser el padre de los que encuentran hay que ser siempre hermano de los que buscan, o algo asi. En las epocas felices me sentia siempre como a punto de encontrarte.
Una vez me parecio verte en el gato negro. Yo iba saliendo y me parecio ver tu perfil oscuro y un poco encorvado sobre la taza y las cucharas. Naturalmente no pude detenerme a cerciorarme que eras, que eras y entonces decirlte algo, decirte "te encontre", o "¿puedo sentarme?", decirte cualquier cosa pero hablarte, tender el magico puente de las palabras en algo que no fuese siempre el silencio y la cordial distancia de las librerias. No puedo dejar de pensar, ahora que los planetas han estallado e inutilmente te busco, que hubiera pasado si ese dia eras y yo te hablaba. ¿me hubieran mirado tus ojos de india desde atras de todo el pelo?
Tu pelo siempre me habia gustado. Negro y largo, con puntas que parecian flecos de cortina o crines de caballo. Tu pelo era un velo que te separaba un poco de todo, era como un enjambre que flotaba siempre sobre tu cara, escondiendo los ojos y la boca. Ver tus ojos era el premio mayor, y tambien la mayor dificultad. Siempre rapida, siempre oblicua, tu mirada se precipitaba impudicamente sobre todo: las manos, los pies, los carteles, las tapas y contratapas. Todo lo examinaban rapida y como ferozmente.
Luego venian las epocas oscuras, en donde buscarte era un tiempo perdido desde la primera cuadra y el primer cafe. Temporadas enteras en donde sentia, en donde sabia que ese dia no estarias, que no existias y que no importaba cuanto esperase en el mismo sitio o cuanto yirara por los sitios de siempre, que ese dia se terminaria sin verte, sin siquiera intuirte. Esas epocas podian durar meses enteros, meses en donde solo subsistias en mi imaginacion, ya fuese caminando por corrientes con una blusa blanca y una pollera azul, contra el viento de Junio, o desvistiendote frente a un espejo en el calor de Enero y en las inexistentes paredes de un cuarto de hotel imaginario. Un cuarto al que jamas entrariamos, o al que vos si, seguramente acompañada de otros seguidores, de otras victimas del fuego, fuego frente al que yo permaneceria eternamente como mariposa, como polilla, como cualquier tipo de coleptero, de bicho, de alimaña perseguidora, pero nunca como hombre.
No obstante y aun en esas espocas seguia buscandote. Te buscaba aun con mas locura que cuando te sentia proxima. La desesperanza era una musica tan buena como su contrario. Entonces eran los paseos imaginarios, los fantaseos rutinarios sobre conversaciones improbables, sobre invitaciones audazmente realizadas y aceptadas, sobre bares y restaurantes y dialogos memorables en donde vos me contabas sobre tu pasado en Colombia o Venezuela, pasado poblado de campo y sabor a tierra, de viajes entre pueblitos montañosos, fiestas con Acordeones y escapadas romanticas en el dia de los Muertos, y yo te contaba un pasado ficticio de aventuras con los compañeros del colegio de la recoleta, irrupciones nocturnas al cementerio que jamas ocurrieron, escapadas por el balcon de mi primera novia, y entonces ambos nos reiamos de todas las torpezas de la adolescencia. El dialogo proseguia saludablemente hasta la puerta de madera que franqueaba tu casa (porque siempre vivias en casas y siempre sola) o bien hasta la puertas de vidrio polarizado de los hoteles de alojamiento. Nunca ibamos a mi casa, jamas te contaba mi verdadera vida. Mis fantasias excuian sistematicamente toda intromision de la realidad cotidiana. Las baldosas, los bebes en sus cochecitos, los mendigos y las facturas a pagar quedaban como aniquiladas por nuestros paseos, por la oscuridad de tu piel siempre tan oscura, oscurisima toda vos y mas que nada tus ojos, pozos de agua, sombras de la sombra. Y no obstante, en toda la irrealidad de la que mi imaginacion era capaz de dotarte al verte perfecta, residia la hilacha de la dimension fantastica. La irrealidad, en su perfeccion, se denunciaba a si misma y con ella te denunciaba tambien a vos. Tu presencia tan fuertemente evocada se declaraba entonces en todo su caracter falso, puesto que tu figura esperaba a mi voluntad para caminar o para sonreir, y tus palabras eran las mias, tus gestos mecanicos y como de cine eran solo mi anhelo, y algo como un agujero le restaba vida a todo el conjunto. Entonces el dialogo se evidenciaba burdamente como un ridiculo monologo, como el monologo de uno que espera en un cafe, cafe de por medio, y que imagina como una lucha contra el hastio. Entonces el mundo era insipido y gris, y todo era ridiculo, feo, absurdo.
Cuando la realidad me presionaba hasta esos bordes me levantaba del banco o de la mesa y salia a caminar febrilmente hasta cualquier hora, a veces hasta la mañana siguiente. Luego caia rendido en mi cama o en la cama de alguna puta cualquiera, jurandome abandonar para siempre los juegos y las persecuciones, evitar para siempre las calles y los lugares en donde podia llegar a intuirte. Eso tambien era engaño, pantomima, imaginacion. No era otra que el reverso de aquellas escapadas imaginarias al hotel o que los ficticios paseos por bosques y parques. Parte de la busqueda, parte del juego, cuarto menguante o cresciente, diversos giros de la rueda en la que giraba hacia años, siglos, con vos siempre esquiva y yo siempre persecutor, enterno persecutor.
A veces pensaba que vos tambien me buscabas. Que salias tambien los dias de lluvia, hermosa y quien sabe donde, que salias y tomabas colectivos o taxis, que te bajabas en Callao y entrabas un bar. Elegias cuidadosamente la mesa que daba a Corrientes. Y entonces mirabas la lluvia con expresion ausente y lejana, con mi propia expresion, y veias caer las gotas y el vidrio empañado y tu propia cara entre la niebla, extraño mapa de ojos, nariz y labios. Y entonces tal vez yo me asomaba por Corrientes, tambien lejano y envuelto en un sobretodo. Pero la lluvia y el viento eran demasiado, y vos ya bajabas la mirada hacia el mar cafe con leche del continente taza, y entonces la linea milagrosa se volvia tragiconostalgica, y yo pasaba de largo desde la vereda del tiempo, marchandome en tu reloj, marchandome para siempre, anulando una vez mas la intersección, la oblicuidad, el tan esperado corte de la recta de tu vida con el zigzag de la mia, me alejaba y me alejaba y vos revolvias la taza y solo mirabas tus ojos espejados sobre el mar cafe con leche.
Pensar que vos me buscabas era terrible. Pensar que me buscabas era la tentacion de cambiar la busqueda por la quietud, era un descenso aun peor en la cobardia, un dejarte a vos la odisea mientras que yo me refugio en un cine o en una barra. Cobarde, cobarde y cobarde. Penelope Cagon que ni siquiera a Cenicienta llega. Pero no era solo cobardia. No era solo cobardia porque cuando pensaba que vos tambien me buscabas me asaltaba el miedo de que, cuando hay dos que buscan, generalmente nadie encuentra nada. Buscar es un reconcentrarse en los lugares de siempre.
Ademas (y este pensamiento me salvaba) vos no podias buscarme. No. Vos no sabias, nunca supiste que existia, que existo. Lamentablemente la existencia de los otros se nos impone de la manera mas burda, mas grosera. Yo no podia permitir entrar en tu conciencia, en la conciencia de la cual tu boca y tus manos eran como la frontera, entrar en tu pelo remolino y en tus ojos cenit, tan groseramente. Por eso nunca te hable en la libreria. ¿Que podia decirte que no fuese grosero, mundano, trivial, ridiculo? ¿Como podia entrar en tu elevada esfera de mujer que se pierde entre libros, sin rebajarme a mi mismo a la esfera del pobre idiota desesperado que intenta un flirt incluso en la sagrada casualidad? No era una cuestion de coraje tanto como era una cuestion estetica. Tu boca, tus ojos, tus hombros fragiles de ninfa, tu sonrisa arrasadora, yo no las amaba mas que como las flores de una belleza superior. El imaginarme usando una de los refritos orales que ciertos hombres y mujeres utilizan para tender trapos entre si y los otros me provocaba una verguenza y un asco indecibles. Nausea ante la cual no podia retroceder de otro modo mas que preguntando ridiculamente por un libro o por una direccion al vendedor, en tono quedo y lo mas normal posible, para despues hechar una ultima mirada a tu pelo y a tu vestido violeta (la ultima vez usabas uno violeta). Una vez en la calle no podia volver a entrar (seria ridiculo) o mirar siquiera hacia adentro. Eso iba contra las reglas del juego, eso atentaba contra la moral del buscador que habia en mi. Una vez que salia, el juego volvia a comenzar. Podia darlo por terminado ese dia, y entonces volver a mi pieza o salir, felizmente liberado por un tiempo, a recorrer disquerias y librerias de modo autentico, o podia autodestruirme en algun bar en sospechosas companias. Tambien podia volver al juego casi inmediatamente.
La regla para volver a tirar al aro era salir fuera del area de triples. Mi regla para volver a buscarte era perderte de vista por un rato, quince minutos, media hora. Era de todos modos una regla estupida, porque nunca pude encontrarte dos veces en un mismo dia. Eso habria sido demasiado, habria precipitado el final del juego muchisimo antes de lo que yo queria. Yo nunca lo hubiese terminado, creeme. Sucede que a veces los momentos llegan y uno tiene que actuar sin estar preparado. No, no a veces. Siempre.
Y mientras yo no te realizara, mientras no agotara tu imagen en mi, mientras tu presencia siguiese siendo superior a mi fantasia, el juego continuaria. Hacia falta dotar a la imagen de vida propia, de tu vida, para poder liberarme del juego. Incluso en los momentos de mayor extasis, incluso en los pinaculos de mi potencia creadora, vos permanecias esclava de mis designios. Sin mi voluntad, sin mis comandos, quedabas inmovil y como tiesa. Tu imagen era como el automata o el cascaron de la chica que yo buscaba incansablemente, dia y noche. Y ese esfuerzo, esa constante animacion de tu cascaron, denunciaba siempre y casi desde el vamos lo ilusorio de mis fantasias, exponia despiadadamente lo imaginario de tu imagen. Evidenciaba lo torcido de mi deseo. Denunciaba tu ausencia. La unica forma de terminar el juego era dotar de vida a ese cascaron, imbuirle un alma. ¿Pero como? La busqueda y nuestros pocos y fugaces desencuentros solo bastaban para componer ese cascaron, para componerlo en todos sus detalles geometricos y holograficos. De tus movimientos tomaba la regla para todo movimiento posible, de tu piel y tu pelo toda la sensualidad, de tu boca y tus ojos deducia y componia tu personalidad, tus respuestas, tus tonos. Usaba todo tu fenomeno para la composicion del maniqui, sin que quedase casi nada. E incluso me era insuficiente: Mucho y muy variado debia colocarlo yo completamente de mi autoria, cerrando bestialmente los ojos ante esa violacion ontologica.
¿Que necesitaba? Necesitaba algo mas, algun componente nuevo. Me di cuenta de que era un dia como cualquier otro, que tal vez fue la tarde del gato negro o la tarde de la libreria, cuando llevabas un vestido floreado y un hermoso sombrero de ala ancha que me llevo luego a hacerte decir lo del pasado colombiano o venezolano: Lo que terminaria el juego seria tu voz. Al hablarme, dotarias de vida al mero cuerpo que eras para mi. Si. Era logico y armonico, un cierre caleidoscopico y espejado para el juego. No ser yo, sino que seas vos la que me hable, la que con tu belleza exotica tendieras el puente que descendiera y salvase el abismo. Jerusalen Celeste, Gracia divina, quedaria yo absuelto entonces de las vulgaridades. Si vos tendieras el puente... la conversacion, la situacion, que digo, ¡yo mismo ingresaria a tu esfera! Y entonces... entonces tal vez mi realidad llena de cripticos se tornaria libre y descubierta, pletorica de un ritmo vivo, de tu ritmo. Entonces el juego terminaria: Sisifo dejaria su imaginaria piedra, y todo seria posible.
Entonces debias ser vos, sin ninguna intervencion o ayuda de mi parte, la que tienda el puente. Solo eso seria un ascenso. Todo lo contrario o degradaba o prolongaba la cosa. Mas, ¿como lograrlo? No habia modo. Yo solo podia ponerme a tu alcance, solo podia estar lo mas cerca posible. La gracia era siempre un movimiento de lo superior hacia lo inferior, nunca lo contrario. No puede forzarse. El milagro, la iluminacion, ocurre o no ocurre.
Ocurrio un dia de otoño. Las buenas epocas se venian espaciando con alarmante constancia. Hacia un tiempo temia por vos, pensaba que tal vez te habia pasado algo, algo terrible, la muerte o una amputacion, que tal vez te habias casado o estabas en vias. Incluso pense que podias haberte cansado del juego y salido de la ciudad, del pais, del continente. Cualquier cambio que afectase tu fenomeno destruiria el juego de la peor de las formas: una forma en la que yo perdia sin perder, renunciaba no por la destruccion del maniqui, sino por una renuncia tuya que me dejaba con un eterno maniqui a medio hacer, por siempre esclavo.
Mientras caminaba por Avenida de Mayo, entre los hermosos arboles que ensombrecen el asfalto, pase frente a una libreria, y el corazon repentinamente me dio un vuelco. Una rafaga me recorrio la espina dorsal, y senti la tan conocida sensacion electrica. ¡Estabas, estabas, volvia la epoca de alza, el cuarto creciente! Quise seguir caminando pero algo me detuvo. La intuicion venia directamente de la libreria. Mire el cartel que decia "El Tunel" y entre.
La libreria era pequeña y antigua. Estaba dividida en tres pequeñas salas contiguas y comunicadas por algo asi como arcos sin puerta. todas las paredes estaban llenas hasta el techo de estanterias viejas e irregulares, llenas de volumenes igualmente irregulares y viejos. Me di cuenta entonces, como siempre me pasa con las librerias, de que ya habia estado en esa libreria hace algun tiempo. Te encontre en la ultima de las salas, casi al final de la misma, un poco agachada y entonces casi oculta bajo una pila llena de diccionarios, viejos y nuevos testamentos, ediciones del Quijote principio de siglo e incontables volumenes de historia argentina. Tus ojos quedaban ocultos por el ala de cuervo que tenias por flequillo. Te inclinabas sensualmente sobre algo, dejando al descubierto la boca y las manos. Habia algo telurico en ese ocultarse de tus ojos en la maleza oscura. Estabas tan cerca, tan cerca y no obstante cerrada en una impersonalidad maravillosa. Tuve una sensacion vertiginosa y como tubular, como si entre nosotros no mediasen libros y mesas y toda una dimension cartesiana y tridimensional, sino un tubo, una dimension enteramente tubular. Era precisamente un tunel dentro del Tunel, un tunel que yo habia creido madriguera y laberinto por el cual corriamos, por el cual yo habia corrido por tanto tiempo, buscandote, y donde vos tambien habias corrido por tanto tiempo pero sin saberlo, escapandote y huyendo siempre sin saberlo, siempre sin voz y siempre con los ojos ocultos. Senti que el tunel comenzaba a desmoronarse vertiginosamente, y entonces vi que veias que te miraba. Tus ojos me miraban como desconfiados detras del flequillo, negros y desconfiados como los indios mirarian a los españoles. Senti que tenia que acabar con todo, con el juego y con el laberinto, y sin decirte nada me acerque unos pasos. Fingiste volver al libro, lo se. Era una novela de Thomas Mann. Fingias volver al libro pero era inutil. Mi presencia se habia impuesto inquietantemente. Senti que me vigilabas, que de reojo, tal vez por curiosidad, tal vez por fastidio, tal vez por otra cosa, me medias con tus ojos o eso que no son los ojos pero que de todas formas usamos para vigilar al otro sintiendolo o no sintiendolo en un campo visual que, precisamente hablando, era mas bien intuitivo y casi tactil que visual.
Como ya era tarde para volver atras (y ademas habia que terminar el juego) me acerque aun mas, hasta el limite mismo de tu espacio. Habia que tener cuidado de no romper el fragil equilibrio, y para ello yo debia mostrarme sin mostrarme, proponerme sin imponerme.
Se que algo precipito todo el resto. Se que hablamos, que tu voz rompio el silencio y que el maniqui se tansformo en ser vivo, que el circulo se cerro, yo me encargue de cerrarlo.
Luego de verte, mientras te veia, luego de hablarte y mientras te hablaba increiblemente y contra todo pronostico, sentia que era mas imperioso que nunca soldar el fantasma, que era necesario llevar todos esos rios a una petrea esclerosis. Conflagracion final, esa tarde lo era sin dudas, y no queria de ningun modo dejarte salir de ella. No podia permitir nuevamente la imagen, la proyeccion, el holograma despotico de mis pensamientos y mis horas. Tenia que acabarlo, crucificarlo, cerrarlo en mil ataudes de mil clavos cada uno.
Hablamos, lo se con tanta lucidez. Nunca, nunca podre olvidar la lucidez de aquel momento. Esa lucidez seria una piedra en el pozo de mi conciencia, una piedra que se hunde, que constantemente se esta hundiendo, y la siento hundirse y no puedo hacer absolutamente nada para evitarlo.
Ya se hundia en ese entonces, mientras flotabas sobre Lotte in Weimar como solo saben flotar los hipocampos y las medusas. ¿Se hundia? Si, era como la sensacion de hundirse. Habiamos hablado, hablariamos. Pero aun no. El antes y el despues se confunden un poco, se confundian en esa sensacion de acercarse paso a paso, de ser tragado por un vertice. Habia una colision de fuerzas, una lucha centripeta a la vez que centrifuga, y tambien la sensacion de que poco a poco pero inexorablemente el juego se detenia, detenia su marcha. ¡por primera vez te me aparecias entera y estatica, casi accesible! Sentia que uno a uno se derribaban los muros del juego, que uno a uno de desplomaban los pilares de lo dinamico que siempre te volvian maniqui incompleto y fugaz, sentia que las catedrales del juego de desplomaban como si se tratase de una pared vieja y descascarada, detras de la cual la realidad de caracter euclidiano se asomaba.
Estaba tan cerca como podia, casi encima tuyo, al filo de tu frontera flequillo y tu frontera esfera, de ese espacio en donde empezaba tu territorio y comenzaba el mio. Toc toc. Sentia que todos los puentes tocaban por fin tierra y sin embargo aun faltaba uno, faltaba el principal. Toc toc. Solo podia esperar ese lazo de tu parte, soga para abordar, estribo para subir, señal que acabase con todo. Solo podia esperarte. Mientras esperaba recorde unas palabras entre Maria y Castel: "muda y ansiosa" ¿acaso no estabamos ambos mudos y ansiosos, esperando sin esperar pero en todo caso sabiendo, sabiendonos como rodeados por algo que era el juego y que poco a poco nos enrollaba y en el enrollarnos perdia su velocidad, se coagulaba y se configuraba en lo que poco a poco seria una figura, una forma, una estatua? Por fin levantaste la cabeza y me miraste. Me mirastes oblicuamente, como si miraras algo por detras o por debajo de mi. Cuando nuestros ojos encontraron te dimensionaste. Epifania, Descendiste desde el cruce de miradas. Aterrizaje ontologico de tus ojos y tus labios, de tu pelo y tus hombros, de tu verdadero peso y dimension, torbellino en el que te plantabas ante mi en toda tu trivial insignificancia, en tu belleza mundana de mujer que busca libros. Inconcientemente, como siguiendo un mandato de alguien que estuviese detras o debajo de mi mismo, me lleve la mano a la cintura.
-¿vale la pena llevarmelo? -Me dijiste. Entonces hablamos, entonces es cierto que habiamos hablado. Yo dije que por supuesto que si, que era un buen libro, uno exelente entre los buenos, y mientras te lo decia me acercaba un poco mas, siempre un poco mas mientras te decia noseque sandeces sobre Thomas Mann, sobre su Nobel de 1929 o sobre su ascendencia Carioca, siempre acercandome con la fria conciencia del reptil, con la mano ligeramente cerca del cinto y con la especulacion de la vivora o la tarantula, mientras vos me escuchabas con expresion divertida o tal vez burlona, pero sea lo que fuese siempre inconciente de estar siendo rodeada. Se que no te diste cuenta.
¿Como, si te hubieras dado cuenta, hubieses hecho lo que hiciste entonces? ¿como fue que me quitastes el libro de la mano, como fue que me diste la espalda?
-Voy a la caja - dijiste. Recuerdo que lo dijiste. "Voy a la caja". Cuando mi mano se aferro a tu hombro me di cuenta que habia algo, Maria. Casi no supe que era cuando tu cara se dio vueltra entre confundida y asombrada, y ni siquiera lo descubri en ese instante de fugaz pero intenso terror en tus ojos, producto de verme el cuchillo en la otra mano. Tu hombro desnudo bajo mi mano era algo como una apoteosis, como el peso de ese ultimo puente que bajaba y nos liberaba a ambos, a ambos pero sobre todo a vos que ya recibias incredula la primera puñalada en las costillas, pececito o corderito, ovillito de incredulidad (en efecto, quien hubiese pensado que en una libreria y con un libro de Thomas Mann en la mano, casi imposible de aceptar por la rapidez, ect). Fue instantaneamente un grito ahogado por el dolor y la contraccion de la segunda puñalada, caracol retrayendo las antenas, huyendo de las puñaladas demasiado lentamente hacia la casita, hacia una casita-caparazon a la que nunca llegarias, a la que te esforzabas en llegar con un nuevo grito que expresaba no solo terror, sino tambien furia y algo de asco. Con ese asco intentabas justificarte, intentabas una defensa metafisica contra la puñalada que te cortaba el escape y la pantorrilla, y entonces comprendi de que se trataba esa sensacion de absurdo que me habian provocado tus ultimas palabras. Ibas para la caja. Ibas para la caja, para la caja, efectivamente. Una puñalada tras otra, e ibas para la caja. "Tu Parles", pense mientras bajaba el brazo por ultima vez.
Irias definitivamente a una caja, porque es lo que corresponde a todo maniqui bien terminado. Al menos te llevarias un buen libro, un libro exelente.
2 comentarios:
Che, este relato es una trampa inescrupulosa... Genera una inercia terrible, cargadísima de alegorías y dejabues que no sé si provinieron del inconciente colectivo o los pusiste intencionalmente... Y al final hiciste un amague. Es decir, que el relato es el relato del juego y el fin del relato es el fin del juego (o los juegos para ser detallista) pero no hay un final feliz o triste, solo un final con irreverentes puntos suspensivos.
En fin, en líneas generales es tu estilo y me encanta.
Ehem... No sé cual final prefiero. Este segundo final es demasiado explícito, quizás por ello me parece como desconectado del relato... Pero puede ser por que no leí todo el relato esta segunda vez sino solo el final, jajaja!
Yo hubiese puesto los dos finales, pero resaltados como la cita del inicio y con títulos temáticos visibles instando al lector a elegir uno y no tentarse (o más bien sí) a leer el otro... Pero ese experimento sería más bien un Cadaver Exquisito :P
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