2 sept 2015

Una Botella de Vodka Polskii

Martin tomo una botella de Vodka Poskii, de 350 cc, y se aproximo a la caja. No habia algun motivo en especial para elegir esa botella entre otras. No conocia la marca, y eso era todo. Ya conocia, bastante bien, a las clasicas: Smirnoff, Absolut, Skyy, Eristoff. Le habian dado muchas buenas horas y dolores de cabeza proporcionales. En realidad, habia entrado buscando una botella de Stoli, pero ultuimamente no habia caso. Conseguir una misera botella era mas dificil que llevar una vida honesta. Ademas, solo tenia 100 pesos en el bolsillo. Si hubiese habido Stoli, tendria que haberlo robado.
El dia habia empezado frio y aburrido y, a medida que transcurria, se tornaba frio y horrible. Realmente, hubiese preferido meterse a tomar un cafe en el Gato Negro o en el London. Un cafe con leche y una porcion de torta costaban aproximadamente 80 pesos. Y el solo tenia 100. El cafe y la torta significaba pasar la noche completamente sobrio, a base de agua de la canilla. Era viernes y las noches de los Viernes eran desoladoramente largas. ¿Que otra cosa podia hacer? Le hubiera encantado salir a tomar una cerveza a Palermo o a Villa Crespo. Una o dos Pintas de Cerveza en algun Irish Pub. Y una hamburguesa. Minimamente hablamos de 200 o 250 pesos. No podia permitirselo. No podia permitirse muchas cosas, ultimamente. Gracias a dios el gas y la luz seguian llegando, como magicamente, por obra y gracia del señor. La electricidad llegaba cortesia de la incauta vecina, que no veia o no queria ver el grosero cable que colgaba del suyo. Pero Estela no era tonta, y Martin sabia que tarde o temprano tendria que negociar. Las solteronas son duras e inflexibles, y Martin sabia exactamente el pago que se le exigiria. Al diablo con ello, de todos modos. Aun no habia llegado el dia. Ese pensamiento de "aun no" le servia bastante a menudo para no hacerse problemas. 
¿Que diablos pasaba? La cajera era sin dudas demasiado estupida. Estaba tardando una eternidad en realizar no se que complicada operacion con el Pinpad. El gordinflon que atendia, que llevaba una caja de algun vino importado, parecia no tener ningun apuro, por lo que la infinita idiotez de la cajera se prolongaba indefinidamente. Martin miro a la cajera: Alta, caucasica, Pollera tubo, blusa blanca y saco negro, impecable. Pelo recogido y unos anteojos de diseño que le daban un aire a ejecutiva de piso presidencial. Una verdadera puta. Una puta inutil, pero al menos bastante linda, y muy alta. A Martin le gustaban las mujeres que eran mas altas que el. 
Como la cosa, contra todo sentido comun, se prolongaba, la atencion de Martin se desvio hacia los vendedores (nada peculiar, todos ellos pierrots gastronomicos), luego hacia las botellas (Zubrowka, Gin Bombay, Copa Cabana, Old Crow, ect). Luego se fijo en la fila. En realidad, eran solo tres personas: El, el gordinflon que intentaba llevarse la caja de vinos, y un anciano alto y elegantemente vestido. Martin era el ultimo en la cola. Parecia mala suerte, pero con 100 miserables pesos en el bolsillo, uno no podia pretender privilegios. 
El caballero elegante, que vestia de impecable franela azul y saco negro de paño ingles o Kashmir de la india, tendria seguramente una treintena de billetes de cien pesos en su billetera, por descontado. Tambien tendria, con toda seguridad, varias cuentas bancarias. Cientos de miles de billetes de 100 pesos. Martin, que no habia comido nada desde el dia anterior, sintio un vuelco en el estomago. Sin embargo, se mantuvo firme en su posicion, concentrandose en la calva cabeza del anciano. Surgio en el un odio repentino hacia el anciano. Mirandolo bien, daba asco.  Burgues asqueroso. El viejo tenia todos los caracteres de la burguesia acomodada. Empezando por la ropa, hecha a medida y seguramente de sastre, o al menos de las elegantes tiendas que en su tiempo competian con Harrods. Luego era el porte, la forma de pararse. Una forma de pararse que solo el dinero puede proporcionar. Holgada, casi desafiante, pero tambien tranquila, como si tuviese todo el tiempo del mundo. De hecho lo tenia, porque tenia dinero. La plata puede conseguir absolutamente todo: desde cerveza y hamburguesas a tiempo y buen porte. Dependia de la cantidad, era claro. Y el viejo aquel tenia mucha, mucha pasta. Burgues, viejo podrido y burgues.
Martin miraba ahora con odio la calva del anciano. No era completamente calvo, pero se acercaba. Conservaba aun, blanco y brillante, esas dos holgazas de pelo que nace cerca de las orejas. El pelo era blanco y brillante, muy bien cuidado. Todo el anciano parecia recien sacado de un lavavajillas. Estaba reluciente, completamente asceptico. A Martin se le ocurrio que si lo olia, seguramente oleria a limon o a alguna colonia de primera marca. Penso en Old Spice. Otra cosa que lo enfurecia era la postura del anciano. Recta, amplia, de una facilidad casi militar. Si el anciano hubiese estado ligeramente encorvado, el enojo de Martin se hubiera disipado, se hubiera canalizado contra algun ente abstracto: el capitalismo, la modernidad, el monetarismo. Pero el anciano estaba parado demasiado correctamente. Su espalda era, enfundada en el saco de paño ingles o de carisimo Cashmir de la India, demasiado cuadrado como para no despertarle un odio natural.
- Burgues asqueroso - murmuro Martin, mas para si mismo que para el anciano, que de todos modos no le prestaba la menor atencion, pues hablaba con un vendedor, exageradamente servil este, sobre Brandys y demas tertulias escocesas. Mientras el anciano, que al parecer habia tenido o tenia viñedos, intentaba explicarle al vendedor la diferencia entre un Bourbon y un Scotch de Kentucky, Martin metio instintivamente la mano en el bolsillo de su raida campera de jean. Dentro, muy en el fondo del bolsillo gastado, tan gastado que incluso podia pasarse un dedo por uno de los agujeros, estaba la navaja mariposa. A Martin, que no por nada se apellidaba Corsicca, le encantaba esa navaja. La habia comprado por nada, hacia muchos años, en el Parque Centenario. La consideraba como un resquicio de su descendencia italiana, como algo muy propio de los mafiosos de Sicilia y Cerdeña. La navaja mariposa era artera, su naturaleza misma consistia en esconder la hoja. Facil porte, facil descarte, facil armado y desarmado: Eran todas caracteristicas propias de la rapiña, de la puñalada en la oscuridad. Venganzas, ajustes de cuentas, dedos y orejas cortadas como advertencia (Sylock y Antonio), quizas algun ojo. Idas y venidas del Proletario. Penso tambien en ese otro italiano, que ponia bombas en los bancos y embajadas, aterrorizando a los burgueses. Miro al anciano. Seguramente, el padre o el abuelo de aquel vejestorio habria vivido aterrorizado, por unos meses, de Di Giovanni. ¿Que era Di Giovanni? Un paria, un animal de trabajo, un italiano que vino con una mano atras y otra adelante, como decia su abuelo. Pero a diferencia de su abuelo, Di Giovanni no habia venido a esclavizarse en una fabrica, en un almacen o en un puesto de pescaderia del puerto. Habia venido a poner bombas, a dispararle a sangre fria a burgueses y traidores, a gritar "E viva la annarchia!" y tambien a ser fusilado. Miro nuevamente al anciano. ¿Cuantas cajas de vino llevaria? No cargaba ninguna. Claro. Habia hecho un pedido, y seguramente se lo enviarian al domicilio. Tipico, tipico del capitalista acomodado. Todo por encargo. Que lo muevan ellos, los otros, los que no hacen encargos, los que viven al dia. Los trabajadores. Los cabecitas negras. Los eternos parias, proletarios, burros de molino. El no era Di Giovanni, no tenia pistolas ni bombas, pero al menos... al menos tenia, en el bolsillo, en su mano derecha, una esplendida navaja mariposa. Solo era cuestion de hacer el archisabido movimiento de muñeca y, ¡zas!, la navaja sacaba su lengua de acero. Siete centimetros de acero. Siete centimetros de Italia del Sur, de Cossa Nostra. Siete centimetros de historia, de lucha de clases.
¿Que haria luego? Martin miro al anciano. Aunque era bastante alto, no era lo que se dice fornido. Ademas, estaba de espaldas. Solo tenia que acertar una, una unica puñalada. Bien dada, entre las costillas, y seria todo. Tardaria a lo sumo dos segundos, tal vez tres. En el tercer o cuarto segundo ya estaria corriendo, y antes de los diez segundos estaria doblando la esquina. Los vendedores parecian distraidos. Uno conversaba con el anciano, el otro miraba porfiadamente a una señora que se debatia entre un Ron de pesima calidad y un Vodka Barato. El tercero estaba en el fondo del almacen, paseando entre los vinos mendocinos. La licoreria Bramante's no tenia seguridad ni cuidadores. La puerta, de hoja doble, se abria empujando en cualquier sentido. Solo habia que correr. Apuñalar y correr. Guerra de guerrillas. Pirateria, como los vikingos. 

Mario, el vendedor mas veterano de la licoreria Bramante, ubicada sobre calle Florida, sostuvo con sorpresa al anciano con el que estaba hablando. El caballero, cliente regular de la tienda, se habia desplomado inesperadamente. El joven detras suyo lo habia apuñalado. Esteban, otro de los vendedores, estuvo muy cerca de apresar al criminal, bloqueandole el paso en la puerta. Lamentablemente el joven, pues no era mas que un muchacho, logro escapar con ayuda de la suerte.

Martin saco la navaja mariposa y automaticamente desplego la hoja. Siempre lo habia fascinado esta facilidad. En sus tiempos libres, que por esa epoca eran todos sus tiempos, se la pasaba abriendo y cerrando la navaja. El movimiento tenia algo lindo, algo de contrapeso, de armonia. Era como cargar un cañon o hacer figuras con las manos. Era todo un experto.
Todo ocurrio en un instante. No pudo precisar bien donde entro la puñalada. Fue cosa de un segundo, de medio segundo, de nada. La navaja mariposa no sintio resistencia. Entro como si fuese en una planta de lechuga o en un almohadon. "No dio en ningun hueso" llego a pensar Martin, pero cuando lo penso ya estaba corriendo hacia la puerta. No supo si el anciano acuso el golpe, si llego a entender algo, si se desplomo o se mantuvo de pie. En un segundo todo era llegar a la puerta, llegar y derribar de un golpe al vendedor que intento cerrarle el paso. La reaccion del vendedor enfurecio a Martin. ¿Como habia reaccionado tan rapido? ¿Que era, ese vendedor? ¿un vendedor o un policia? Si habia reaccionado con tanta rapidez era porque esperaba algun acontecimiento de ese tipo.
De todos modos, Martin amago a tirar un puntazo con la navaja y cuando el vendedor se concentro en esa mano, le descargo un puñetazo con la izquierda, haciendolo retroceder. Para suerte de Martin, el vendedor tropezo con varias cajas de Chabils que estaban a modo de Stand cerca de la entrada, dejandole el paso libre. En cinco segundos llego a la esquina. En quince, se hallaba a tres cuadras del lugar. Vio a un colectivo frenar y casi arrancar al instante. Practicamente se colgo de la puerta y subio al coche. Agradeciendo al chofer, pago y se sento en un asiento individual, mirando a la avenida. Habia escapado. Ahora no podria ir al centro por un tiempo y, por otro tiempo, no podria andar por la zona de San Nicolas. Bramante's era otro sitio prohibido, de ahora en mas. 
En algun momento, despues, tendria que bajarse de ese colectivo (no sabia cual era) y buscar otro, que lo lleve a su habitacion, a su mugrienta habitacion de pension. Luego de eso, lo esperaba la noche del viernes, larga y aburrida. Siempre es larga y aburrida para los que no tienen plata para hacerla mas corta. Pero, despues de todo, no era tan malo. Al menos tenia una botella de Vodka Polskii, y cien pesos en el bolsillo.

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