"La duda nace del no estar conforme. El ser que duda es el disconforme, y las dudas que valen la pena son las dudas surgidas de un pensar profundo, conciente e inconciente. Lo que quiere estar donde esta y esta conforme con ello, ese, ese no duda... ¡Ese no se permite dudar! ¡Ese más bien quiere creer! Así pues, los filósofos tienen que ser por fuerza personas disconformes y criticas. Esa incomodidad es lo que Exhorta al movimiento." (D.O.D, Prologo)
23 ene 2017
¡Hay que pagar!
I
- ¡La tierra a los campesinos, los talleres a los obreros!
El grito resonaba en cada esquina, en cada aldea, en cada cruce de caminos. Y por lo general, era seguido por una lluvia de balas y de cargas de caballeria, que siempre dejaban su buena cosecha de cadaveres. Estos cadaveres, no obstante, no permanecian muertos por mucho tiempo. Solian, si no se los ataba bien, levantarse al cuarto dia. Pero a diferencia de Cristo, estos resucitados no repartian evangelios: repartian bombas. O puñaladas. Puñaladas y disparos a quemarropa, casi siempre en un callejon, o en una calle oscura y desierta, o en la salida de una taberna. Asesinos matando asesinos, vengadores aniquilando vengadores para vengar vengadores. Ucrania, la vieja Ucrania, tierra de campesinos y bandoleros, de generosos bebedores de tupida barba y hermosas muchachas de rubia trenza, estaba revuelta. Revolucionada, dirian algunos.
No era solo el eco del estallido de la hermana rusa, ahora devenida quiensabeque de conventillo sovietico. Era lo mismo y no lo era: Alli, la cosa ya había terminado. Los rojos le habían cortado la cabeza a la hidra democratica, y sanseacabo. En Ucrania, en cambio, la cosa continuaba. La caida del viejo Zar no habia dejado ningun gobierno para succederlo. La Volnitza, aquella herencia guerrera del pueblo Ucraniano, no habia permitido que los rojos tuviesen influencia entre ellos. El amor por la libertad se despertaba continuamente contra cualquier poder que quisiera someter a los campesinos, llamase como se llamara.
Asi ocurrio que, en los primeros tiempos, fueron los mismos campesinos los que, en su frenesi libertario, arrastraron a los terratenientes y oligarcas fuera de sus suntuosos palacios, para fusilarlos en la plaza publica. Identico destino sufrian los pocos explotadores industriales, los parrocos, los politicos, y todo aquel que otrora se beneficiara del antiguo regimen. Los succesivos e inefectivos gobiernos "democraticos", meros titeres de una clase acomodada que queria erigirse en nuevo gobierno, no hizo mas que consolidar este movimiento autonomo del pueblo. Este habia agarrado a la revolucion por las astas y con las manos desnudas. Y no permitiria que nadie se lo sacase. Al menos, no sin pelear.
El infame pacto de los rojos, nombrado como "Brest-Litowsk" por los roedores historicos, le abrio la puerta a las Langostas. Estas langostas, de uniforme gris y mirada turbia, entraron a Ucrania por la puerta grande. Desde el oeste y en inacabables vagones, descendieron como una plaga sobre la libertad del pueblo. Arrasaban absolutamente todo, sin distincion, casi con total indiferencia: Cosechas y maquinas, mujeres y niños, oro y sangre, tiempo y vida. De un dia para el otro se erigieron en señores, en reyes y reinas del saqueo. Dia tras dia, semana tras semana, innumerables trenes vacios se llenaban con los tesoros de Ucrania, y partian para el Oeste, para nunca regresar. La represalia, la horca o el plomo eran lo unico que ofrecian a cambio.
Fue una total vuelta al pasado, una revancha de los cobardes, un asesinato en masa. Pero fue tambien el comienzo del fin. Y como si de un organismo enfermo se tratase, la resistencia comenzo a surgir. Primero, muy espaciadamente. Vengadores anonimos, en la sombra. Uno por cada aldea. Luego dos, mas tarde un pequeño circulo de conspiradores. Muy pronto, lo que eran cientos de escaramuzas de valientes aventureros se volvio un movimiento organizado y terrible. Los asesinatos al azar eran ahora golpes dirigidos por una mano oscura e inasible. Nadie sabia donde estaba esa mano ni cual seria el proximo blanco. Sin embargo, los insurgentes susurraban siempre una palabra, amparada siempre por la oscuridad y protegida por el silencio: Batko.
Batko esto y Batko aquello. Aqui y alla, en todos lados y en ninguno. Y mientras tanto, la pila de cadaveres de langostas crecia y crecia.
Claro que las langostas no se quedaban atras. Como insectos que eran, recibian cada golpe con incredulidad y contraatacaban rabiosamente. Tal era la situacion que, por cada langosta que se retorcia patas para arriba, caian luego dos o tres insurgentes y, por supuesto, media docena de pobres inocentes. Era la guerra civil, y estaba en pleno auge.
II
Fue por esos tiempos de sangre y polvo que el insigne general istakoz, eminente estratega de las langostas, tan famoso por su crueldad, irrumpio a sangre y fuego en la aldea de Polie. En ese momento, "el movimiento", como lo llamaban sus integrantes, habia conseguido formar varios grupos de casi un centenar de jinetes cada uno. Atacaban aldeas y propiedades rurales, incendiando y matando langostas a mansalva, para luego desaparecer antes que estas enviasen a su ejercito. Era la guerra de guerrillas. La velocidad de los jinetes era el factor crucial. Las langostas, aunque fuertemente armadas con sus caparazones y pinzas, eran especialmente lerdas para moverse. Era asi que los jinetes podian tomar seis o cinco aldeas en un dia, solo para proclamar un par de consignas, fundar una comuna simbolica y huir. Una mismo territorio podia cambiar de bando tres o cuatro veces segun que ejercito lo ocupase.
Polie era una de las aldeas centrales del movimiento. Se rumoreaba que gran parte de los aldeanos formaban parte de la guerrilla, y hasta habia quien afirmaba que el cuartel general de Batko estaba alli. Con estos rumores, no era de extrañar que Polie se transformase, para desgracia de sus aldeanos, en la Jerusalen de la cruzada revolucionaria. Polie habia sido tomada por los insurgentes numerosas veces, y recuperada numerosas veces por las langostas. En su ultima incursion, los jinetes negros habian incendidado la iglesia y colgado al parroco, a la vez que robado e incendiado varias casas de campo, pertenecientes a los acaudalados terratenientes. Habian resistido varios dias el asedio de las langostas, pero al divisar a las legiones de istakoz, se retiraron al yermo.
Istakoz no se tomo el trabajo de perseguirlos. Por el contrario, se acomodo en la plaza principal, y desde alli dio las ordenes para la ya sabida carniceria: Paso 1, ahorcar a todos los insurgentes capturados. Paso 2, ahorcar a todos los aldeanos sospechosos de albergar o ayudar al enemigo. Paso 3, ahorcar todo aldeano sospechoso. Paso 4, confiscar lo confiscable e incendiar el resto.
Cuando se estaba por cumplir una semana de la estancia de istakoz en Polie, comenzaron a llegar rumores de una contraofensiva del enemigo. Segun se decia, un destacamento de Jinetes se dirigia hacia la aldea vecina de Hirke, con el objetivo de conseguir suministros e intentar reconquistar Polie.
Cuando le llego la noticia, Istakoz vio su oportunidad. Sabia que la informacion podia ser incierta, y sabia que tal vez los guerrilleros podian estar advertidos, pero si no era asi... si no era asi, entonces podia sorprenderlos. Si lograba atacarlos antes de que llegaran a Hirke, desarmados y medio muertos de hambre como estaban, entonces lograria acabar con la resistencia de la region. A istakoz le gustaba la idea: era osada, muy propia de un estratega. Si, aplastaria el contraataque antes de que se geste. Los borraria de la faz de la tierra. Les demostraria la enorme diferencia que habia entre un mugroso campesino, se llamase Patko o como sea, y un Istakoz, una langosta de sangre pura, educado en la nobleza y graduado en las prestigiosas escuelas de guerra. Les quedaria clarisimo.
Sin perder un minuto, Istakoz dio las ordenes y se puso en marcha. Era cuestion de tiempo, todo cuestion de tiempo. Asi se lo habian enseñado. Si tardaba demasiado, los rebeldes llegarian a Hirke y el ataque sorpresa se malograria. No habia tiempo de marchar con el pesado ejercito langostiano. Era demasiado lento y ruidoso. No. Ademas, era innecesario. Con su guardia personal, conformada por 200 langostas a caballo, era suficiente. La escoria estaba desarmada y en franca desventaja. No habia que perder tiempo. El mismo, el gran Istakoz, encabezaria la marcha para major gloria deus.
Con estas y otras grandes ideas en mente, Istakoz partio de Polie antes del mediodia.
III
La estancia de Lugansk era conocida en la region. Dado que la estancia quedaba tanto a medio dia de Polie como de Hirke, era un lugar estrategico para apearse y descansar unas horas.
En los tiempos antiguos, la estancia habia pertenecido a los descendientes de una orden monacal. Donde ahora se levantaba el casco antiguo de la elegante casa de campo, antes habia operado un antiquisimo monasterio, perteneciente a la orden ya mencionada. Estos habian sido los primeros en sembrar la tierra aledaña, y el viejo molino, restaurado varias veces, era en su original obra suya.
Lugansk, que hasta antes de la guerra habia sido una de las joyas de la aristocracia local, se convirtio durante la guerra en una fortaleza de langostas y nobles ucranianos. Debido a su casco amurallado y a su posicion elevada, nunca habia sido tomada por los rebeldes.
Kurileko, el propietario de la estancia y señor de esas tierras, era un acaudalado campesino de la region. El los tiempos del zarismo, su estancia producia directamente para Rusia. Poseia alrededor de 60 almas, segun la vieja usanza. Kurilenko era un ferviente conservador y devoto creyente del antiguo regimen, tanto del orden terrestre como del celeste. Y asi como en las alturas reinaba Cristo, sobre la tierra reinaba el Zar. La justicia consistia en respetar precisamente este orden impuesto de arriba abajo y de uno a muchos. Segun estos principios, se las habia ingeniado para sostener un pequeño feudalismo dentro de sus tierras. En los tiempos que corrian, Kurilenko era admirado por los demas terratenientes y nobles, bien visto por las langostas (su estancia era casi la unica que las langostas, con vias a ganarse un aliado local, no habian saqueado) y, claro esta, odiado a muerte por los rebeldes campesinos.
Kurilenko habia sufrido dos intentos de asesinato desde el comienzo de la guerra. El, que no necesitaba nada para abrazar primero la causa del Zar y luego la de las langostas (ambas eran para Kurilenko representantes terrestres del mismo orden divino) se volvio luego de estos atentados un colaborador aun mas acerrimo de las langostas. No tenia reparos en denunciar a cualquiera que le pareciese sospechoso. Y si este se encontraba dentro de sus tierras, procedia a ejecutarlo el mismo sin dilacion.
Como respetable Kulaki que era, Kurilenko poseia una pequeña pero bien abastecida guardia armada. Dentro de sus tierras, esta guardia ejercia de policia, juez y jurado. Acostumbrado como estaba a mandar de un modo despotico, la voz de Kurilenko era, dentro de sus dominios, una ley inapelable, sujeta solo a la voluntad de Dios y de sus representantes terrenales, llamese Zar o Rey de las Langostas.
Istakoz no conocia personalmente a Kurilenko, pero habia escuchado de el, e incluso se habian carteado en alguna oportunidad. Istakoz sabia que tenia en Kurilenko a un fiel colaborador. Era un perro Ucraniano, si, pero uno bien educado: sabia reconocer a un amo cuando se este se presentaba.
Cuando Istakoz y sus langostas estaban a 10 verstas de la estancia, Istakoz designo un mensajero para que se adelantase. Kurilenko debia tener todo listo para la llegada de las langostas.
IV
Kurilenko estaba en su estudio cuando el mensajero llego a Lugansk. Eran casi las ocho de la noche. El terrateniente sabia que Istakoz estaba en Polie, por lo que consideraba y hasta esperaba una posible visita, pero lo repentino de la situacion le hizo saber que la situacion era de emergencia. Aun en bata y pantuflas, puso patas arriba a toda la servidumbre, mandando a poner inmediatamente agua y alimento para los caballos, y tambien una posta con todos los caballos de la estancia. Por suerte, Kurilenko solia cenar en calidad y cantidad. Como señor feudal que se creia, noche a noche llenaba su enorme mesa de Cedro frances con cuantiosos alimentos. De todos modos, ordeno al cocinero y a sus ayudantes que preparasen el triple de lo habitual, y puso a todas las mujeres a preparar te y arenque para las tropas, catres para el descanso y, en fin, todo lo necesario y lo no necesario tambien. Incluso mando a traer a una banda de musicos que, casualmente, estaba de paso por sus tierras.
Istakoz y el resto de sus tropas llegaron aproximadamente dos horas despues y, milagro del despotismo, encontraron todo maravillosamente dispuesto. Los caballos tuvieron agua y alforja, los cansadas soldado-langostas comida y descanso. Kurilenko, por su lado, se habia encerrado en su salon luego de dar las ordenes, y esperaba que Istakoz se presentara de un momento a otro.
Efectivamente, Istakoz se dirigio al casco luego de ubicar a sus hombres. Vania, el criado mas antiguo de la servidumbre, y lo mas parecido a un Maitre que habia en la estancia, salio a recibir al celebre general vistiendo sus mejores botas y una librea casi impecable. A Istakoz le cayo bien aquel hombre, que con un acento indudablemente campesino, pero seco y casi militar, lo anuncio en la entrada y lo condujo, como si de un principe se tratase, hasta el salon en donde se encontraba Kurilenko. Otro criado, apenas un muchacho, abrio la pesada puerta desde adentro.
- Mi señor - le anuncio Vania a Kurilenko - aqui ha llegado vuestra Excelencia el general Istakoz.
- Muy bien, Vania - le respondio Kurilenko en tono seco y despectivo - Largate de aqui y deja de parlotear. Tu tambien, Piotr - dijo mirando al muchacho - Cenaremos Vuestra Excelencia y yo, a solas. No quiero que nos molesten, ¿comprendes?
- Comprendo - respondio Vania, y haciendo una reverencia desaparecio. El muchacho se escurrio rapidamente y cerro la puerta.
- Bien, Kurilenko, muy bien - dijo el general Istakoz, con tono complacido. - Sabe usted tratar a estos perros. Y pese a que usted tambien es un perro, deja clara la diferencia de especie.
- Por supuesto - respondio Kurilenko atisandose el tupido bigote - la servidumbre siempre sera servidumbre.
V
- Veo que se dispone usted a comer - comento mordasmente Istakoz, mientras observaba la mesa. Todo estaba impecablemente servido. La mesa se hallaba alumbrada con velas, y los candelabros, asi como la vajilla, eran de la mejor plateria. Contrariando a las costumbres de los nobles eslavos, que mandaban servirse los platos de a uno y en orden, Kurilenko gustaba, siguiendo una tendencia que el mismo catalogaba de "europea y verdaderamente señorial" en mandarse servir todos los platos juntos y de una vez. Asi es que en la mesa podia verse el repertorio completo: Pelmenis de carne, hongos y verdura, Borsht frio y caliente, pasteles de carne de cerdo, de esturion, de arenque y de salmon, una enorme fuente de Golubtsy, bañados en salsa de tomate caliente, pollo Tabaka, Pirozshky, arenque ahumado, jamon, Varenky y, por supuesto, en una enorme cuenca de barro, Strogonoff, el favorito de Kurilenko. Para complementar el paladar habia, claro esta, Vodka de varios tipos, y tambien diversos vinos, entre los que destacaba un sensacional Tokay, famoso en toda la region. Istakoz vio con gusto el festin que tenia delante, el cual se antojaba aun mas apetitoso en cuanto que Kurilenko no habia tocado nada.
- Aunque bien mirado, veo que aun no ha comenzado - observo Istakoz.
- Por supuesto que no - dijo Kurilenko, fingiendo una afectada indignacion - ¿que clase de gentilhombre seria yo si me dispusiese a comer estando en camino su ilustrisima? Claro que no. He estado, crealo o no, disponiendo todo para que a su llegada encuentren inmejorable atencion. - El tono de Kurilenko era orgulloso y sincero. Istakoz se alegro de tenerlo por aliado.
- Gracias. Demas esta que es usted como parecia y como se cuenta: un caballero civilizado, en regla. ¿empezamos entonces?
- Sientase usted como en su casa - dijo Kurilenko en tono zalamero - sirvase a su gusto. Si no hay algo de su agrado, ordene y se le traera. - Istakoz se quito su capote y, sin mas consideraciones, se sento rudamente en la silla del cabezal opuesto.
- Hizo bien en despachar a la servidumbre, Kurilenko - aprobo Istakoz - preferiria que me sirva un burro a comer algo que hayan tocado las manos de un sucio mujik.
Comenzaron a comer en silencio. Kurilenko, siguiendo el orden tipico de los platos. Istakoz de manera aleatoria, como obedeciendo a un instinto secreto. Luego de algunos comentarios mas acerca de la inmunda naturaleza de los campesinos Ucranianos, la conversacion recayo sobre la situacion presente.
VI
A Istakoz le gustaba narrar sus hazañas militares. No perdia oportunidad de hacerlo en cualquier mesa distinguida. Como todo militar langostiano, Istakoz era un megalomano consumado, y solia adornar y colocar todo tipo de florituras y exageraciones a sus relatos. Mientras comian y bebian copiosamente, Istakoz le narraba a Kurilenko una de sus recientes epopeyas.
- Vea usted, Kurilenko, vea usted. Esa chusma inmunda nos habia cercado cerca de Divriki. Nosotros eramos alrededor de 50. ¿entiende? Y teniamos solo una ametralladora. Ellos tenian dos divisiones. ¡dos divisiones! Pero, ¿que son dos divisiones de cobardes contra 50 langostas? ¡Nada!
Kurilenko disfrutaba del relato.
- Entonces - continuo Istakoz - ¿que cree que hize? ¿cree acaso que me mantuve a la defensiva? ¿eh? Diga, digamelo si lo cree, Herr Kurilenko.
- No se apure usted, Istakoz - lo tranquilizo Kurilenko - Cuenteme que hizo.
- Usted sabe como somos. Ni nos rendimos ni retrocedemos. Nuestros informantes nos alertaron que el enemigo queria cortarnos la retirada por el bosque. ¿que cree que hicimos? La logica, mi querido kulaki, la logica exigia que, sabiendo los planes del enemigo, cambiase yo nuestra ruta de escape. Pero vea, aqui se diferencia el genio del hombre comun. Esa misma tarde y a toda marcha, doblando y hasta triplicando el paso, atravesamos el bosque a todo galope, justo por donde el enemigo acampaba y nos esperaba. - Y aqui Istakoz no pudo evitar un ataque de risa. Tosio un buen rato, escupiendo y golpeteando la mesa. Finalmente dio un gran trago a la jarra de Tokay y continuo - Nos esperaban, vea usted, pero no nos esperaban tan pronto. Confiados como estaban, creian que no llegariamos hasta el dia siguiente. Pero llegamos con la niebla y la noche, y los encontramos armando sus tiendas de campaña. Los caballos ensillados, decenas de ametralladoras apiladas. ¡como una flecha, como un martillo, como un rayo, caimos sobre ellos! En filas de dos mis jinetes atravesaron el cerco, a puro sable, volaron cabezas. Rompimos el cerco, capturamos casi la mitad de las ametralladoras y los caballos, y con ellos huimos. - Istakoz hizo otra pausa. y dando un sonoro golpe sobre la mesa, que hizo temblar los platos, bramo:
- ¡larga vida al rey langosta!
- ¡larga vida! - lo secundo Kurilenko dando palmadas, algo ebrio ya de vodka y vino.
- Y bien, Istakoz - dijo Kurilenko al cabo de un rato - Cuenteme ahora, si puede, acerca de la situacion actual. Como caballero que soy, comprendo que lo... efectivo de su venida debe obedecer a una situacion exepcional.
- Esta usted en lo cierto - le respondio Istakoz, frunciendo el seño. En sus ojos relucia un brillo metalico. - Lo que le dire ahora es solo para usted, Kurilenko. Sepa que lo tengo en alta consideracion, y solo por ello le revelare lo que sigue: En estos momentos me hallo en plena persecusion.
- ¿y a quien persigue? - pregunto Kurilenko.
- ¿a quien? ¿a quien mas sino a la escoria rebelde? Bien sabe usted que hasta hace algunos dias Polie estaba en manos de la basura campesina.
- Hasta que usted llego - agrego un complacido Kurilenko. - No sabe usted, general, lo agradecido que estamos, tanto yo como toda la gente respetable de esta Nacion, si, Nacion, por ayudarnos a combatir a la insubordinacion de ciertos sectores... de cierto sectores que intentan atentar contra el sagrado orden... sagrado orden que debe reinar siempre en una nacion independiente...
Kurilenko, atragantado de comida como estaba, debia hacer continuas pausas para hablar y respirar.
- ¿Independiente? ¿que quiere usted decir con eso de "independiente"? ¿no sera usted un fanatico de la rada o del parlamento? - pregunto Istakoz socarronamente.
- Claro que no es mi primera opcion - carraspeo Kurilenko - Si de mi dependiese, señor mio, volveria a instaurar al glorioso Zar en su trono eterno. ¡no hay que cederle nada a esa canalla! ¡enterrarlos a todos, desde Petliura hasta el ultimo de los roñosos Mujiks!
- Asi me gusta - aprobo Istakoz - ¡Asi es como debe pensar un caballero, Kurilenko! ¡sin consesiones!
VII
- Sin conseciones - se rectifico Kurilenko, como reflexionando. - De cualquier manera, general, es una suerte que pasara usted por aqui. En los ultimos dias, creame que si no fuese por mi guardia personal, habria temido por mi seguridad. Esa canalla rebelde se filtra por todos los poros.
- Por lo que tengo entendido - dijo Istakoz en tono serio y preocupado - esos infelices han atentado contra usted en varias oportunidades. - Al oir mencionar los atentados, Kurilenko se indigno profundamente.
- ¡meras agresiones de un grupo de brutos, de animales! - Bramo el Kulaki - ¡Querer alzar su mano, una mugrosa mano campesina, esclava, contra un señor! Esas bestias entienden, por suerte, tan poco de estrategia como de derecho divino. Pueden intentarlo cien veces mas, que solo chocaran contra la piedra de mis muros o contra el filo de mis bayonetas.
Al oir aquellas sinceras imprecaciones, Istakoz no pudo evitar reir sonoramente, de puro gusto. Ante la sorpresa de Kurilenko, aquel le aclaro lo siguiente.
- Subestima usted, señor, la inteligencia de los rebeldes. Sepa que estan mas cerca de nosotros de lo que usted cree.
- ¿a que se refiere? - pregunto Kurilenko.
- Me refiero, señor mio, a que no confie en nadie que no sea de su absoluta confianza. - le confió Istakoz, tragandose acto seguido uno de los ultimos platos de sopa.
- ¿por que? - volvio a preguntar estupidamente el señor de casa, mientras que, para no quedarse atras, devoraba sin parar un Varenky tras otro.
- Si no duerme con un ojo abierto, es posible que no despierte - le aseguro Istakoz con una sonrisa helada. - Sepa que ellos tienen individualizado a cada terrateniente, a cada parroco, a cada comisario, a todos sus servidores y, en fin, a cualquiera que los persiga. Elaboran listas, vea usted. Listas negras.
Al oir esta declaración tan precisa, Kurilenko se detuvo en seco, dejando a medio comer un pedazo de arenque. Satisfecho del efecto de sus palabras, Istakoz continuo:
- Usted, amigo mio, si tiene suerte, esta en una de estas listas, créame. Y si no tiene suerte, esta en varias. Cada uno de nosotros, incluyéndome, esta a estas alturas identificado por estos canallas. Si esta guerra continua, a cada oficial, a cada guardia, a cada patriota le espera una muerte segura a manos de uno de esos despreciables asesinos.
- ¿es acaso posible algo asi? - se horrorizo Kurilenko.
- ¿posible? - se mofo Istakoz - Pero si esta ocurriendo a diario en todos los rincones del pais.
- No en las aldeas donde reina el orden - le indico Kurilenko, que de algun modo buscaba reinstalarse en su seguridad de noble y protegido - Esta en las escrituras, mi querido general. El mal puede creer ganar, pero al final el bien prevalecera. ¿quiere usted otra copita de Vodka?
- Si es tan amable - acepto el general. - Pero, crealo o no, asi es la situacion aqui, y tambien en toda aldea o itsba que yo haya arrasado desde que estoy en estas tierras. Polie, sin ir mas lejos. Ha pasado de manos varias veces. ¿acaso cree usted, Kurilenko, que esa ridicula guerrilla podria tomar y retomar las aldeas si no tuviese estrecha colaboracion de los mismos aldeanos?
Ante el silencio dubitativo de Kurilenko, Istakoz arremetio de vuelta.
- Claro que no, Herr Kurilenko. Aunque usted no quiera creer y, por absurdo que parezca, una gran parte de los campesinos prefiere este caos al orden correcto. Simpatizan con los asesinos, con los delincuentes.
- Ya sabre yo poner en vereda a los que descubra - sentencio Kirilenko, sombrio.
- Usted lo dijo. Aqui el mal es un mal social, y hay que extirparlo de raiz, a fuerza de la horca y la antorcha.
VIII
Asi transcurria la charla entre el general Istakoz y el señor Kurilenko, y como no era posible de otro modo, Kurilenko saco a colacion el famoso tema del misterioso e inasible lider guerrillero.
- ¿como es que no han podido capturar al cabecilla, a ese tal Bakto, patko, o como sea que lo llamen?
- Vea usted - contesto Istakoz mientras devoraba una ultima pata de pavo - no creo que exista tal cabecilla. Si bien antes le dije que esta escoria estaba organizada, no creo que respondan a un mando. A mi parecer no son mas que bandadas de delincuentes y asesinos que obran bajo un principio comun. ¿ no le parece?
- ¿y que principio es ese? - pregunto un intrigado Kurilenko.
- La destruccion de este pais - sentencio Istakoz - Se oponen a todo progreso, a todo orden. Quieren una tierra de nadie para seguir saqueando y matando a la gente de bien, como usted y yo.
- pero descuide - continuo Istakoz - nosotros las langostas estamos aquí para impedirlo. Estamos aquí para que el pillaje termine.
- ¿pero y ese tal Patko? - volvio a preguntar estupidamente Kurilenko, ya aturdido por el vino.
- Un simple fantasma, en el mejor caso. - Sentencio Istakoz - Lo mas seguro es que sea un pobre campesino, un bruto. Si existe, le daremos caza tarde o temprano. A el y a su ridiculo grupo de aventureros. Descuide. Recibira lo que se merece.
- Asi lo espero, querido general - le manifesto Kurilenko. Istakoz vio que, pese a la aprobacion de sus palabras, el rostro de Kurilenko reflejaba una inquietud.
- ¿que es lo que lo aqueja, querido amigo? Hable con confianza - lo insto el general.
- Usted dispenseme, Istakoz - se excuso Kurilenko - pero ¿como es posible que estos grupos, que usted supone formados de la peor canalla, esten aterrorizando a las poblaciones? ¿no deberiamos hablar acabado ya con ellos? - Kurilenko pronuncio con enfasis el "deberiamos", pues temia insultar de algun modo al general con su pregunta.
- Interesante paradoja, no crea usted que no me lo pregunto. - reflexiono Istakoz, aceptando la observacion - Vea, creo que si usted analiza la naturaleza de esta canalla, encontrara por si mismo la causa de su persistencia.
Kurilenko reflexiono un tiempo, pero al cabo no fue capaz de encontrar la razon que aducia Istakoz.
- Se lo dire entonces - continuo Istakoz - La rapidez es la peculiaridad de toda alimaña. Las cucarachas, las ratas y hasta las pulgas son rapidas. El actual estado de anarquia reinante propicia las condiciones perfectas para que surjan estos grupos. Imagine que Ucrania es un cuerpo putrefacto. Uno limpia una parte, pero en la otra la peste se reproduce. Ha sido una tarea de nunca acabar. Mas no se desanime. Con paciencia y metodo los eliminaremos a todos, se lo aseguro.
IX
La cena habia casi llegado a su fin. La ultima declaracion del general habia dejado conforme al señor feudal, que concienzudamente intentaba quitarse del diente una espinilla de arenque. Istakoz, por su lado, tamborilleaba felizmente con los dedos sobre la mesa. Habia sido una cena fantastica.
Fue entonces cuando dos bruscos y repentinos golpes en la puerta interrumpieron las meditaciones de uno y otro. Kurilenko, visiblemente irritado, fruncio sus espesas cejas.
- ¡El diablo se lleve a Vania!. Le dije que no queria molestias. - musito para si mismo, colerico.
La puerta se abrio de improviso. No era Vania, sino uno de los soldados langosta. El soldado hizo una caricaturesca reverencia y dijo:
- Mi Señor general, ya están listos los encargos que ordeno.
- Perfecto - aprobo Istakoz - Nos marchamos en diez minutos. Pon todo en marcha.
- A la orden - acato el soldado, y sin hacer caso al señor de casa, desapareció dando un portazo.
- Disculpeme usted, general - dijo Kurilenko - ¿a que encargos se refiere su subordinado?
Dandose unos golpecitos en el pecho, Istakoz acabo su vodka de un trago.
- Sepa usted, querido anfitrion, que nos llevamos todo su ganado.
- ¿Mi ganado? - se atraganto Kurilenko - ¿que quiere decir usted? Nunca se hablo... quiero decir... yo no le he permitido...
- Usted aquí ni permite ni deja de permitir - lo interrumpio Istakoz en un tono tranquilo. - Estamos en guerra y precisamos de todo lo necesario. Por supuesto que también nos llevamos su grano, sus armas, sus medicinas si las tiene, y todo metalico de valor.
- Pero... mi queridismo general, usted comprendera que...
- Por supuesto - volvio a interrumpirlo un sonriente Istakoz - todo lo que no podamos cargar con nosotros, lo quemaremos. Las istbas, el granero, los almacenes y este casco, claro esta.
De repente, como si comprendiera lo que le esperaba, Kurilenko palidecio. Pero no, no comprendia. Una parte de su ser se negaba a creer que tales cosas le ocurriesen a un caballero, a un noble, mejor dicho.
- General - rio Kurilenko - acepto su sentido del humor, pero comprende que incluso para la ocasion una chanza como esta es demasiado... demasiado para un caballero y... yo siempre... yo siempre he colaborado con...
- Con las langostas, claro esta - se antipo Istakoz - y es una lastima que lo reconozca usted con tanta facilidad, siendo Ucraniano. Si veo alguna langosta por aqui, le contare de su lealdad, querido Kurilenko.
Palideciendo ahora de verdad, Kurilenko comprendio. Lentamente, apoyo el tenedor en la mesa. Su mirada se dirigia a la escopeta de caza que colgaba de la pared opuesta. Siguiendo la mirada del gentleman, Istakoz hizo una mueca burlona.
- Ni lo intente, amigo mio. Estaria muerto antes de dar el tercer paso. - dicho esto, el general se puso de pie. De alguna manera, parecia mas grande que cuando entro. De algun modo, tal vez bajo el efecto del terror que lo embargaba, por primera vez y como nunca, Kurilenko vio al general como un gigante.
X
- ¿quien... quien es usted, señor mio? - articulo el terrateniente - Sepa que no es propio de caballeros incurrir en este tipo de engaños...
- Es una suerte entonces para mi no ser un caballero - sentencio el desconocido, con ojos relampagueantes. - Señor - continuo el supuesto general Istakoz - sepa usted que, en efecto, si soy un general; Aunque no, claro esta, del tipo que usted imaginaba. Mi nombre, por el momento, no tiene importancia. Puesto que en breve va a morir, deberia alcanzarle con saber lo siguiente: estoy designado por el comite central revolucionario para formar y sostener batallones de guerrilleros y campesinos en la region sur de Ucrania.
- ¿Comite Revolucionario? Por lo que veo, no es usted sino un titere de los rojos - dijo un furioso y desengañado Kurilenko.
- ¿de los rojos, dice? Creo que se hace una idea errada del comite al que integro. - la expresion del usurpador oscilaba entre la broma y lo terriblemente serio- Nosotros, señor terrateniente, no le rendimos cuentas a ninguna nación. Le rendimos cuentas al pueblo de Ucrania, y por pueblo entendemos a la union de campesinos y trabajadores libres, claro esta.
- ¿y el señor? - pregunto Kurilenko - ¿acaso el señor no forma parte del pueblo? Yo, si usted no lo sabe, contribui al progreso de esta tierra. Mi abuelo la recibio como un yermo esteril, y hoy dia produce...
- Lo unico que usted y los suyos han logrado - lo interrumpio cortante el pseudoistakoz - es contribuir a la pobreza de los que viven aqui. Eran pobres cuando su abuelo o quien sea tomo estas tierras, y son muy pobres ahora. Que usted los fusile o los azote no cuenta como un progreso. Usted y el resto de los señores no forman parte del pueblo, forman parte de sus males- Kurilenko comprendio que tanto el tono como los movimientos de aquel hombre emanaban una resolucion inflexible, furibunda.
- Y me imagino que ustedes son la cura, la salvacion - respondio ironicamente.
- Se equivoca. - dijo el extraño - Nosotros no salvamos al pueblo. El pueblo se salva a si mismo. Es la unica manera en que puede salvarse.
Kurilenko reflexiono, hizo calculos. Si. Solo necesitaba reponerse, necesitaba pensar. Por muy temerario que fuese, era un solo hombre. Un hombre osado, que se habia atrevido a infiltrarse en el terrible ejercito de langostas, a meterse solo, como un suicida, en su estancia. ¿que podia un solo hombre contra el resto de los jinetes y contra su guardia personal? Si. Era cuestion de razonar
- Muy bien, caballero - comenzo a decir Kurilenko, retomando su tranquila pose señorial - Sepa usted que, pese a lo indignante de su proceder, le reconozco yo su valentia, su osadia. Pero sepa que, haga lo que haga, su situacion aqui es harto comprometida.
- Digamos que estoy al tanto de lo comprometida que esta aqui mi situacion - le respondio el general- pero, por si acaso, ¿a que se refiere usted, Kurilenko?
- Observe que, aunque usted consiga matarme aqui, lo cual dudo, pues en mis tiempos fui jinete de cosacos, le restaria a usted batirse no solo con los soldados langosta, sino con el grueso de mi guardia personal. Y dudo que la pistola o el sable que lleva encima le sean suficientes.- Kurilenko sonrio satisfecho. Habia expuesto bien la situacion. Al suicida aquel solo le restaria negociar.
- Por lo cual - continuo el terrateniente - lo mejor que usted puede hacer es, a lo sumo, negociar su salida. Eso puedo yo, en honor a su arrojo, y mas alla de lo errado de su causa, la cual no comparto, decia que eso puedo yo asegurarselo, tanto a usted como a sus posibles colaboradores, solo bastaria que...
- Aguarde, aguarde usted un momento - lo interrumpio el general rebelde - ¿vio usted al soldado que entro hace unos instantes? Mas alla de su apariencia, tiene solo 17 años. Su nombre es Stschuss. Es Aleman de origen, pero se crio aqui en Ucrania.
- Caballero, creo que usted no comprende...
- No sabe usted lo talentoso que es Stchuss para las operaciones - continuo el general, haciendo caso omiso de Kurilenko. - en tan solo seis meses llego a ser capitan de un destacamento. Como es de confianza, siempre le asigno las misiones mas peligrosas. Hace unas horas, por ejemplo, vea usted que ese niño dirigio la emboscada contra el verdadero Istakoz y sus desafortunadas langostas de la cuales, mucho me temo decirles, no sobrevivio ninguna. - El guerrillero dijo esto y, al tiempo, se señalaba una mancha de sangre, ya seca, que cruzaba el uniforme a la altura del cuello.
- hemos tenido especial cuidado en quitarles los uniformes antes de acabar con ellos - continuo, sonriente, el impostor - sin embargo a algunos hubo que sablearlos con traje y todo... en fin... le decia a usted que Stchuss, luego de dirigir este ataque, viene y me solicita el asalto a su estancia. Y yo le digo ea, Stchuss, ya has hecho suficiente, pero el insiste e insiste. Fijese que casi me muero de risa cuando entro, hace unos instantes, a darme la seña de que habiamos tomado la estancia.
- Usted no creera que... - comenzo a decir Kurilenko, pero se detuvo.
- Efectivamente, señor mio - le confirmo el impostor - su guardia personal fue pasada integramente por sable. Se imaginara que 40 o 50 guardias, desprevenidos y semi armados, no son rival para 100 guerrilleros armados y organizados.
- Pero... no es... - Kurilenko estaba mudo de espanto. Atino a hilar alguna frase dos o tres veces y luego, rojo de colera, o tal vez de verguenza, mantuvo la cabeza gacha, obstinado en mirar sus puños cerrados.
- Quiero que sepa que yo le agradezco a usted la cena - dijo el general revolucionario - le agradezco tambien el ganado, el trigo, y todo lo que nos llevamos. Con eso, salda usted algo de su deuda. Sin embargo, sepa usted que no es suficiente. La sangre, camarada Kurilenko, solo se paga con sangre. Sus guardias, que asesinaron campesinos inocentes, ya pagaron. Tambien las langostas. Ahora solamente falta usted. Yo, si de mi dependiese, lo perdonaria.- el general hablaba suavemente y con expresion lugubre, como comprendiendo la situacion de Kurilenko. Sin embargo, una sonrisa se dibujo al mientras hablaba. - yo lo perdonaria pero... usted sabe, Kurilenko. Hay que pagar.
Sentado en su asiento, Kurilenko vio alzarse el brazo de su invitado. El brazo apuntaba hacia el. En la punta del brazo, una mano. En los dedos de la mano, una pistola. En la pistola, una bala. Solo una.
- Caballero... - Kurilenko tenia que intentar, al menos, negociar su propia vida - reconozco plenamente su victoria. Ya lo ve, a eso me reduzco: seria ridiculo negarla. Sepa tambien que comprendo mi situacion pero... en virtud de mi origen y posicion, me gustaria que considerase la posibilidad de hacerme prisionero de guerra.
El general escucho atentamente la propuesta del señor Kurilenko. Escucho atenta y pausadamente cada palabra y cada silencio; Y sopeso, tal cual la mano sopesaba el peso del arma, en la balanza de su alma la vida de ese hombre. Lo considero unos segundos, eternos.
-y me seria muy util su vida - le respondio a Kurilenko, mirandolo a los ojos - pero... por otro lado y, como le explique hace durante la cena...
Kurilenko llego a escuchar, durante un brevisimo segundo, el martilleo del revolver, que respondia al gatillo como un pajaro asustado.
- ¡sin concesiones! - bramo el general, ahora erigido en su asesino.
y abrio fuego.
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