12 ene 2017

Paraiso recobrado y perdido

Lo primero fue completa oscuridad. Despues, casi al instante pero como un rio atravesando el valle, fue la leve sensacion del viento despeinandome. Y tambien el sordo zumbido del aire acondicionado, y el leve aleteo del ventilador sucio y destartalado, que marcaba algo asi como un tiempo de jazz, ocupando el espacio que en cualquier cuarto le corresponde al clocloqueo de un reloj de pared.
Casi al instante, o mas bien como traido por este darme cuenta, fue sentir la frescura de las sabanas contra los muslos y el estomago, y entonces (¿como no notarlo?) tambien cierto cosquilleo entre las piernas; Un extraño proceso de razonamientos casi inconcientes que me llevaron a sentarme en la cama y
- Me dormi en pelotas- dijo S.
a darme cuenta de que me habia acostado directamente despues de salir de bañarme, combinacion ganadora para vencer el calor de Febrero. Entonces me levante y me explotaste en la cabeza. Si: Explotaste. Fijate bien el cambio de persona. Antes narraba para mi mismo y ahora narro para vos. Y cuando digo que me explotaste quiero decir justamente eso: que tu imagen me cayo encima como un dolor de muelas o como un baldazo de agua fria. Si queres, te digo exactamente cuando: fue cuando puse el primer pie afuera de la cama. Primero fue una sombra, una vaga aprension, algo que era como el piolin de una serie de recuerdos caoticamente encadenados. Primero llega siempre el sentimiento, y recien despues, segundos, minutos, horas y hasta años despues, la compresión. Me puse a dar vueltas por la casa, solo entre el sonido de la heladera, el sonido de los grillos y el mudo canto de la luna. Y fuiste apareciendo, poco a poco, en pinceladas: primero tus ojos, que me miraban desde los rincones mas oscuros de la casa, luego tu pelo, primero en una forma, luego en otra, despues en una llamarada de incontables peinados y despeinados, despues de vuelta tus ojos, y detras de ellos varios fragmentos de poesia, "Condenado" de Baudelaire, "Christel" de Goethe, pero sobre todo otro, maravilloso, del cual nunca supe o pude recordar el nombre, pero que cantaba que "todo lo mejor de lo oscuro y lo brillante, se une en tu rostro y en tus ojos", si no mal recuerdo.
Claro que no los recorde todos al instante, sino que fue mediante un scotch y papel y lapiz que poco a poco fui escribiendo los versos sueltos, y mientras tanto te me aparecias ya con mucha mas nitidez: manos, hombros, pies, pantorrillas, cintura, cuello, espalda siempre arqueada como la de un lince, vientre, senos como dos lunas sobre el agua.
Tuve ganas de cambiarme y, aunque no fumo, ganas de fumar. Aunque no tanto ganas de cambiarme y de fumar como ganas de salir, de salir a la noche inmensa, a ese laberinto de calles y bocacalles, de esquinas y de pasos y de ecos de pasos, laberinto con mil minotauros y un solo hilo, uno que atraviesa avenidas y barrios y me lleva, entre mil peligros, hacia vos, Ariadna, la unica salida.
¿y por que no, eh? ¿por que no iba a cambiarme? ¿que me detiene? ¿Que son los horarios y las distancias cuando hay realmente un hilo? ¿que son las demoras cuando hay un camino y, aun mas importante, cuando hay alguien que espera? Porque entonces fue que lo supe: me esperabas. Lo supe categoricamente. Así como se saber tantas otras cosas: casi por oraculo. No te creas que es la primera vez. Así como esta, también supe tener otras predicciones, otras revelaciones. Pero nunca antes supe aprovecharlas; Lo que pasa es que la razón es demasiado estúpida y comprende siempre demasiado tarde. Muchas veces comprende cuando ya paso el tiempo de comprender. Ese retraso a veces son años. Cuesta mucho entenderse a uno mismo. Para cuando se lo logra, yo ya es otro.
No me importa. Me cambiare de todos modos. Saldré por esa puerta, recorreré el laberinto como oveja entre los lobos, pero mas bien como lobo entre las ovejas, como lobo entre los lobos, ¿para que vamos a mentirnos? Somos todos lobos y el que no que se joda.
Buen presagio esta luna llena. Buen presagio estas calles desiertas e iluminadas. Buen presagio el eco de mis propios pasos, mi sombra agigantada sobre el asfalto, ese perro solitario en el centro de la plaza, buen presagio.
Falta una cuadra para la salida, Ariadna. Falta una cuadra y me detengo. Me detengo y contemplo la noche. La contemplo y me asaltan otros fantasmas, otras dudas, otras cavilaciones. Pero no tengo tiempo, no tengo tiempo de esperarme, de esperar a que todos mis prejuicios encuentren argumentos para convencerme de lo que ya se. Nunca hay tiempo para nada, el alba amenazante quiere decapitar la noche, y  yo no tengo tiempo. Me desprendo de una parte de mi mismo y sigo adelante. Siempre puedo, con toda mi bibliografia, recuperarme y justificarme mas tarde. Citas sobran.
Llego al pie de donde estas, de donde creo que estas, de donde quiero que estes. Es Viernes y uno nunca sabe, uno nunca sabe, uno nunca sabe pero yo si. Yo si, porque si no estoy loco creo ver un hilo de luz que sale de tu persiana, y tambien un haz de luz que se desliza por abajo de la puerta. Entonces voy y golpeo. Un golpe, dos golpes, tres golpes. Silencio, la noche, los pajaros que ya cantan.
Silencio.
El murmullo imperceptible de un televisor casi sin volumen.
De vuelta: un golpe, dos golpes.
Silencio.
- ¿quien es?- tu voz se escucha como en un susurro, como a travez de una lija. Tu tono, siempre tan extraño.
- Yo
Silencio.
- ¿Estas sola? Abri.
Silencio. Siento que dudas. Pero no. Lo lamento mucho, creeme que lo siento. Lo siento pero ya no es tiempo de dudas. Ya me lo reprocharas despues, mas tarde, mañana, nunca si tenemos suerte. Ahora tenes que abrir o no abrir, y se decide todo. Pienso todo esto pero no te lo digo, no llego a decirtelo porque la puerta se abre.
Paso directamente a un cuarto oscuro, tan oscuro y solitario como el mio. Pero el mio es mio, y este es un cuarto que no es el tuyo. La puerta se cierra y la luz de la luna se esfuma. Por un segundo tuve a la vista la geografia de tu pieza: Libros apilados en una mesa, en el suelo, contra la pared, sobre la cama. El colchon echado en el piso, la ropa desbordando el ropero.
No hubo sonido, ninguno. Te acercaste o me acerque, poco importa, y antes de arrinconarte vi en tus ojos o en tu boca algo como un reproche. ¿reproche por vos o por mi? ¿por ambos? ¿o por los otros? ¿no tanto por nosotros sino que por los otros? ¿o precisamente reproche porque no hay nosotros? ¿porque nosotros es cualquier cosa menos vos y yo, porque nosotros es siempre un negativo?
Mientras cedias un poco a ese reproche, cedia tambien yo a mis interrogaciones idiotas, y tu boca y tu espalda empezaban a llenar gozosamente esos vacios esteriles que siempre lleno de preguntas, y mientras mas intentaba atormentarme con nuestro futuro o nuestra falta de futuro, mas el presente me aplastaba con su irreductible certeza, con esa aplastante realidad que eras toda vos, no un cumulo de ideas y palabras sino algo con olor y gusto, con volumen y textura. Ese fuego despiadado que se llama naturaleza, zorra astuta y vieja como el tiempo mismo, ese fuego junto con tu cuerpo quemo y ahogo toda preocupacion, todo escrupulo, y entonces, como siempre un poco torpe, nos caimos entre risas al colchon. Yo cai y vos caiste encima, por segunda vez en la noche de golpe y encima.
Silencio.
Para cuando sali de la tormenta, ya era de dia. Se habia encapotado el cielo y un furioso aguacero caia sobre la gran puta que es Buenos Aires.
- Roncas- me dijiste.
- Conseguite un colchon de dos plazas, en esto no se puede dormir - dije yo.
- Llueve - susurraste estupidamente.
Silencio. El sonido de la lluvia castigando las chapas. Un auto que pasa salpicando la vereda. El viento. Truenos de fondo, a lo lejos. Todo esta lejos, a lo lejos queda el mundo entero, ayer y mañana, tan lejos.
Me preguntaste si me iba a ir, y yo no respondi. Mi unica respuesta era apretarme contra vos como un animal contra el fuego. No queria dormirme, pero tampoco despertarme del todo. Despertarse era seguir, salir de ese equilibrio, de esa realizacion, era irse de ese pais que tanto nos costaba conquistar, que con tanta dificultad y suerte lograbamos erigir cada tanto, entre tanto desencuentro. Era un estado levisimo, tan fragil como el espejismo o la ilusion optica. Bastaba un mal pensamiento, un sonido estupido (el timbre, el telefono, el tono de mensaje) o una palabra para expulsarnos del Eden sin piedad, sin piedad y apelacion posibles, al menos hasta la proxima vez.
- ¿y ahora? ¿que vamos a hacer?- preguntaste casi para vos misma.
Silencio.
Ahi estaba, la caida.

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