18 oct 2018

Hace un mes que no escribo, pienso. En realidad no hace un mes, sino solo unos cuantos dias.
Ahhh, pero leo mucho. Eso si. Es maravilloso lo mucho que leo. Leer, muchas veces, es como mirar television o dormir: una fantastica excusa para no pensar. Y sin embargo siento que deberia escribir, que deberia hablar, que deberia pensar.
"Ya volvere a escribir algo, ya hablare, ya tendre ideas nuevas", pienso, y eso es una idea vieja. Los viejos surcos del cerebro por donde pasa la pua de la conciencia. Surcos ya gastados, las viejas zapatillas del pensamiento, las mas comodas y queridas de todas. Fantasias que vuelven una y otra vez, pavlovianamente. La loteria, la inmortalidad, la revolucion violenta en las calles, la capacidad de hacer la fotosintesis, un viaje eterno y perpetuo despues de la muerte. Fantasias que vuelven.
Siempre pienso que habra una proxima vez para todo. Ya volvere a verte, ya volveremos a tal sitio, ya escuchare nuevamente el canto de los pajaros, ya habra tiempo para ver el mar, haremos esto ahora y aquello la proxima. La proxima, mañana, luego. Pero cada dia hacemos o vemos algo por ultima vez. Personas y lugares, importantes o insignificantes, entran y salen de la ventanilla del tren en el que viajamos. Solo tenemos un vistazo, un instante fugaz para percibir ese arbol o ese perro blanco que parece un cachorro de oveja. Salimos por la puerta casi sin saludar, elevando la mano con desgano o solo encogiendo los hombros porque pensamos que ya habra una proxima vez.
A veces creo estupidamente que la gente esta en un cuarto oscuro esperando a que yo entre para renaudar su existencia en el punto justo en el que estaba cuando yo sali de ese cuarto, como si fuesen marionetas de algun teatro mecanico llamado vida. Como si los bares o las calles no tuvieran su traicionera vida autonoma e independiente, ferozmente mutable. Mis imagenes mentales son estaticas, el mundo es dinamico. Y entonces es imposible evitar la tristeza que me provoca el cambio de color de una pared o un corte de pelo o un cambio de dueños o incluso de cocinero. Siento como si esas cosas perdidas estuvieran vagando por algun espacio exterior, como si de buenas a primeras pudieran volver a ingresar, por la puerta trasera, al orden de las cosas.
Es como si la vida no fuera una linea sino mas bien las ramas de un arbol, en donde las mismas cosas se pierden y se reencuentran, se pierden y se reencuentran, se pierden y se reencuentran sin parar.
La gente se muere. Nace. Cambia. Miente. Aprende. Olvida. No puedo sentarme a la mesa dos dias seguidos con la misma persona. Porque yo tambien nazco, muero, cambio, miento, olvido, aprendo.
Lo unico que puedo hacer es sostener la mentira eliminando el engaño. Hay varias clases de mentiras que, como ciertos venenos, son benignos segun el caso.
Llegara el dia en que un poema sea mi ultimo poema. En que un cuento sea mi ultimo cuento, un baile el ultimo baile, un beso el ultimo beso. En su momento sera banal y a retrospectiva sera futil. En mi ultima charla hablare de banalidades, hare chistes ridiculos, mirare con desgano por la ventana o al monitor de una computadora. Y cuando intentes recordar esa ultima charla, con exigencias de hallar algo trascendental en ella, veras que en realidad no hay nada que recordar, o que honestamente no te acuerdas, y estara bien.

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