13 may 2019

Nevada

Hubo una vez un pueblo donde comenzo a nevar. Nevo y nevo. Nevo durante dias sin parar. Poco a poco la nieve fue tapando las calles, las puertas, las ventanas, los buzones de correo, los carteles luminosos, los escaparates de los negocios, las huellas de aceite sobre el asfalto. Todo fue quedando blanco. Era como si una inmensa goma de borrar se posara poco a poco sobre las cosas. El enjambre de mariposas albinas desdibujaba todo dia tras dia; Hasta que un buen dia la gente ya no pudo salir. O tal vez fue que encontro la excusa perfecta para no hacerlo. Las calles, los parques, las rutas: Todo fue quedando desierto. Toda la vida humana se recluyo tras las rejas, tras las puertas, tras los nublados cristales. La gente vivia solo dentro de sus casas. Vivian de dos en dos y de cuatro en cuatro, y tambien los habia solitarios.
Paso un tiempo y la nieve, que no paraba, se acumulaba ya hasta en los techos de las casas. Muchas casas bajitas, de solo un piso, yacian ya casi completamente enterradas. La nieve sobre los tejados se acumulaba dia tras dia. Los tejados crujian cada dia con mayor insistencia, con mayor intensidad, y muchos se dieron cuenta de que mas temprano que tarde la presion haria colapsar las vigas y los techos. El entendimiento dio paso a la accion, y entonces los adultos comenzaron a cavar enormes madrigueras bajo las casas. Los que tenian sotanos corrian con ventaja, porque contaban ya de entrada con un nivel adicional. El resto tuvo que empezar desde el mismisimo piso de la sala o desde el baño, removiendo el desde siempre inutil bidet. Los adultos y los viejos de todas las familias pasaban dia tras dia diagramando y cavando. Cavaban tuneles, galerias, recamaras. Comenzaron a trasladar el mobiliario y los objetos de valor. Primero las sillas, luego las mesas, mas tarde las alfombras, luego los roperos llenos de ropa. Tambien trasladaron sus cocinas y heladeras aunque, claro, era obvio que no funcionarian sin instalaciones de luz y gas. Pronto las casas quedaron desiertas. Algunas familias se trasladaban enteramente bajo tierra y ya nadie volvia a verlas. No era de extrañar que continuaran cavando. Tarde o temprano las galerias de cada familia se conectaria con las del resto.

Un chico miraba por la ventana de la planta mas alta de la casa. El vidrio, completamente empañado, dejaba ver lo que parecia un dia soleado. Tan soleado como puede ser el mas frio de los dias de invierno, es decir, un dia con un sol palido y moribundo. Era una casa de tres pisos. El chico era el hijo menor de la familia. Era una de las ultimas familias de la superficie. Su padre, arquitecto en el mundo antes de la nieve, siempre había sido un perfeccionista. Queria cavar una madriguera ejemplar. Mas que un bunker, parecia que cavaba una inmensa camara mortuoria, una catacumba monumental. Se habia demorado en su obra mucho mas que sus vecinos. Con todo, ya habia terminado. Las ultimas dos semanas se las habian pasado bajando todos los muebles y objetos de valor. El descenso era inminente.
El chico se habia refugiado en la planta alta y casi no habia ayudado en nada. Se resistia a perder la ventana y el sol, el unico atisbo del mundo exterior. Quizas fuera una de las ultimas veces que podria ver el sol a traves de los cristales. Asi que miraba, miraba intentando captar todos los detalles. Entonces fue que diviso la ventana de la casa de enfrente. La ventisca la ocultaba casi siempre, pero ese dia podia verse casi con normalidad. El chico vio que en la ventana de la casa de enfrente se asomaba una cara. Era una chica. Tambien lo miraba. Tuvo entonces un impulso repentino. Escabullendose de sus familiares, el chico trepo por la chimenea. Si los calculos no le fallaban, podria deslizarse por la parte oeste de la casa, casi completamente cubierta por la nieve. Cuando salio comprobo que tenia razon. Le gusto sentir el aire y el frio. Los copos de nieves no eran ni radioactivos ni venenosos como le habian dicho sus padres. Ni siquiera pinchaba. Era suave, deliciosamente fria, casi imperceptible. El chico entonces de deslizo por la ladera oeste. La nieve habia formado una colina suave y poco ondulada que le permitio un facil descenso. Luego rodeo la casa. A la mitad de la calle la vio. Era la chica. El chico supo que ella habia tenido el mismo impulso: salir de su casa para ir a verlo. Ninguno sabia el nombre del otro. Se recordaban vagamente, de otro tiempo, de cuando las calles eran grises y calurosas. Casi no necesitaron de las palabras. Se entendieron instantaneamente.
En el mismisimo momento en que se encontraron a mitad de la calle sono un estruendo ensordecedor. Era como si cientos de bombas hubiesen caido sincronizadas al mismo tiempo: Todas las casas habian colapsado.
El chico y la chica escaparon a los bosques. Al poco tiempo se volvieron salvajes. Aprendieron a comunicarse con señas y miradas. Con el tiempo poblaron el bosque y la llanura de seres parecidos a ellos. Nunca mas recordaron nada de la nebulosa epoca del encierro en las casas pero, quizás obedeciendo a un oscuro instinto, le prohibieron a sus hijos acercarse a la entrada de las madrigueras.

2 comentarios:

Jora dijo...

Este es genial! Trabaja a muchos niveles. Puede tratarse de la alienación del humano moderno, de la fobia “al otro” en la sociedad, de la oposición de la modernidad autodestructiva y la vida natural, etc. Es como una fábula pero sin los animales. Me recuerda un poco a <¿casa robada?> pero con un final “feliz”.

Anónimo dijo...

Las primeras frases estan inspiradas en una cancion. Un dia, viajando en colectivo, le empece a escribir esta historia a Celeste en succesivos mensajes de chat. Como me gusto como fue quedando, la pase al Blog y le hice algunas correcciones.
Si hay una referencia es sin duda "la madriguera" de Kafka.
Hay quizas la idea de escribir una continuacion, que transcurre en el futuro, donde los salvajes, en un estado adanico, se encuentran con algunas alimañas "de aspecto humano" que salen de la antaño zona de las madrigueras.