12 oct 2019

La zorra, el monje y el mapache


Mientras Basho, el nuevo monje destinado al templo, bajaba y subia por el sinuoso camino que lo llevaba a su destino, un mapache y una zorra lo observaban, ocultos ambos, desde uno de los muchos promontorios que habia en la boscosa region.
La natural proteccion que les ofrecia el peñasco les brindaba el placer doble de observar sin ser observados. El mapache, sobre sus patas traseras y la zorra, comodamente echada sobre su abdomen, seguian con los ojos el paso lento pero seguro del sacerdote.
- ¿cuanto crees que dure este? - pregunto el mapache mientras se sostenia con las manos sobre la cabeza una hoja de arce que habia transformado en una jingasa de hierro con el simbolo del Shogunato, tipica de los samurais.

- Mas o menos lo mismo que los anteriores - le respondio la zorra, sin dejar de menar lentamente la cola. El monje, que llevaba sobre la cabeza un kasa tejido con paja de arroz, con forma de hongo, que le ocultaba el rostro en un cono de sombra, levanto por un segundo la mirada - pues se habia sentido doblemente observado - y alcanzo a ver a ambos animales. Les sostuvo la mirada y descubrio que no hacian ningun esfuerzo por ocultarse. Los ojos del mapache habian quedado ocultos por su sombrero, pero alcanzo a ver los ojos de la zorra, verdes como el jaspe.

- Nam Myoho Renge Kyo - recito entonces el monje mientras renaudaba su paso. Aquella zona era conocida por albergar espiritus malignos. Pronto comenzaria a caer la tarde. No le faltaba mucho para llegar.

Apenas hubo recorrido las habitaciones del templo el monje determino que el lugar llevaba varios meses abandonados. Las hojas habian indundado el pequeño patio interior y el estado del jardin circundante era caotico. Afortunadamente no habia rastros de instrusiones o saqueos. Supuso que la misma reputacion del sitio, que habia causado la desercion de sus predecesores, habia contribuido a mantener alejado a los criminales. Lo primero era barrer el sitio y prender los incensarios.
Mientras el monje realizaba el reconocimiento, la zorra y el mapache habian realizado la apuesta de costumbre.

- A lo sumo tres transformaciones - habia arriesgado el mapache. La zorra, mas segura de si misma, creia que podia lograrlo con solo dos transformaciones. No obstante, tambien dijo tres. El premio era, como siempre, la caza del perdedor, durante un mes entero, para el ganador. Lanzaron al aire un Koban para echar suertes y el mapache obtuvo el primer turno.

A la mañana siguiente, mientras el monje continuaba la limpieza del templo, se presento ante la puerta un simpatico vendedor de medicinas. El hombre, que decia ser un comerciante del lugar, le pregunto al monje si podia ofrecerle algo para comer. El monje habia preparado ya algun alimento para su propio desayuno, por lo cual le ofrecio un cuenco de arroz, un cuenco de sopa y algunas rodajas de pepino encurtido. Mientras comia, el vendedor le confeso que, muy a su pesar, no tenia dinero para pagarle la atencion. Sin embargo, traia consigo unas maravillosas botellas de Sake de Kioto. Con una sonrisa complice, el mercader destapo una de las finas botellas de ceramica y, sacando de su bolsillo dos chokos color terracota y, cuidandose primero de servirse el, le ofrecio luego el otro a su anfitrion.

Pero el monje, que quizas en otro momento habria rechazado el sake siguiendo el quinto precepto, o que quizas lo habria aceptado interpretando el precepto a su conveniencia, habia descubierto que el comerciante era en realidad algun tipo de Tsukumogami, es decir, un ser magico de gran antiguedad con capacidad de transformarse en lo que sea. Si se miraban bien las facciones de su invitado, podian descubrirse ciertos rasgos que recordaban a un animal y, mas precisamente, a un mapache. Quizas era la puqueña nariz, demasiado pequeña para los pomulos, o lo gris del pelo, o el amplio bigote que le caia a ambos lados de la cara. El monje recordo entonces su encuentro del dia anterior. ¿acaso no habia visto un mapache y un zorro en lo alto de un peñasco? Justamente habia sido aquella actitud del vendedor, de servirse avidamente primero a si mismo antes que a su anfitrion, lo que habia levantado las sospechas del monje. Era sabido que los mapaches magicos eran avidos consumidores de sake. La unica forma de que un vino tan fino hubiera llegado a ese paraje remoto era mediante artes magicas.

Comprendió entonces que las huidas de los monjes anteriores se debían, casi sin posibilidad de error, a los embates de aquellos seres sobrenaturales, los cuales parecian reclamar aquella zona como propia. Era sabido que los templos, si eran habitados y mantenidos por un monje, expulsaban de los alrededores a los Obake y tambien a los Yokai.

Amablemente, con una amplia sonrisa en el rostro, el monje rechazo la bebida. Si bien sentia curiosidad por probar el sake magico del mapache, presentia que hacerlo era demasiado peligroso. En el pasado habia escuchado relatos sobre bebidas magicas que lo emborrachaban a uno casi instantaneamente, o que lo volvian estupido o loco por largos periodos. Incluso podia llegar a morirse. Aunque tambien era posible que aquello solo fuese sake comun y que todo fuese una broma del mapache.

El vendedor insistio durante el resto de la tarde para que el monje, de una forma u otra, aceptara al menos un choko de aquel vino maravilloso. Incluso se ofrecio - con evidente mala gana - a regalarle una botella entera si lo probaba. Lo curioso era que, a medida que corria la tarde, era el vendedor quien, a lo mejor para intentar convencerlo - se tomaba un vaso tras otro. Al caer la tarde el vendedor, ya algo ebrio, se despidio alegremente del monje.

El mapache volvio enfurruñado al promontorio donde lo esperaba, burlona, la zorra. El mapache se habia confiado en la fama de borrachos que habitualmente tenian los monjes. El quinto precepto de Buda establecia jamas ingerir comida o bebida que turbara los sentidos y, aun asi, el mapache habia comprobado que la mayoria de los sacerdotes solian consumir sake en forma moderada.

- Parece que te has topado con un abstemio en toda regla - se burlo la zorra.
- Puedes burlarte todo lo que quieras - le respondio el mapache, fingiendo indiferencia cuando en realidad rabiaba por dentro. - Sin dudas que lo lograre en mi proximo intento.
- Es una lastima que no vayas a tener oportunidad, pues ahora es mi turno - dijo la zorra.

 Esa misma noche, mientras cenaba, nuestro monje escucho unos debiles golpes en la puerta del templo. Al mirar a traves del papel de arroz pudo notar la debil luz de una lampara. Otra visita inesperada, penso. Abrio la puerta y por unos momentos lo cego la oscuridad. Casi inmediatamente sus ojos se acostumbraron a la penumbra y se encontro ante una mujer bajita y muy anciana. El rostro de la anciana era un enorme pliego de arrugas que, asi y todo, le daban un aspecto simpatico. La anciana sonrio ampliamente y luego se presento. Su nombre era Komihu, dijo, y era una campesina del lugar que, enterada de que el templo ofrecia nuevamente servicios religiosos, se habia encaminado a recibir la bendicion. Tambien dijo que se disculpaba por lo inoportuno de su llegada a esas horas de la noche; Sucedia que su casa quedaba a buen tramo del templo y habia tenido algunos contratiempos en el camino. El monje, devolviendole la sonrisa - sentia una simpatia natural por los ancianos - le dijo que no lo molestaba y la invito a pasar.

El espacio en el que el monje habitaba dentro del templo era reducido, apenas una pequeña celda. Komihu no pudo evitar ver el cuenco de arroz y los encurtidos de pepino y nabo. El monje, al notar esto, le dijo que si gustaba podia ofrecerle algo de comida y que, por supuesto, tambien podia pasar la noche en el templo si le era demasiado tarde para regresar. La anciana puso algunas reticencias pero finalmente termino aceptando ambas invitaciones.

Mientras comian esta le fue narrando al monje los pormenores de su vida. Siempre habia sido pobre, habia llevado una vida en extremo dificil. Hacia tiempo que arrastraba una penosa y larga enfermedad y, segun decia, estaba cansada de vivir.

- A decir verdad, honorable Bonzo - le confeso la anciana - estoy aqui para que usted me ayude a terminar con mi vida. De niña escuche que ustedes los monjes conocen todo tipo de medicinas y tambien... algunos venenos. No quiero volver a mi vida de privaciones, asi que le pido que me proporcione alguno que sea lo mas indoloro posible.

Mientras la escuchaba, el monje comprendio: Se trataba de una nueva prueba. Mientras la anciana habalaba no habia podido evitar reparar -quizas con la ayuda de los cielos- en un pequeño cascabel que asomaba por entre la manga del kimono de la anciana. Mientras asentia y fingia deliberar, Basho en realidad pensaba en las circunstancias. ¿no era raro que aquella anciana se le hubiese aparecido en plena noche? Ella se habia justificado para esto pero ¿acaso era cierto que hubiera aldeas a media jornada del templo, cuando el mismo habia viajado dias y dias desde que habia atravesado la ultima aldea? Aquel era un paraje remoto y - ahora se daba cuenta - no habia forma que los aldeanos de cualquier cercana se hubiesen enterado tan rapidamente de su presencia en el templo, sencillamente porque no se habia topado con ninguno.

No dañar a ningun ser viviente salvo para salvar la propia vida era el primer precepto, y sin dudas el mas importante, de los que debian seguir los que integraban el Sangha. Fuese la anciana Komihu una nueva impostura de algun espiritu maligno o fuese una pobre mujer sin ganas de vivir, de ninguna manera podia ayudarla.

Llenando su corazon de sagrada compasion, le explico a aquella mujer - o lo que fuese - que no le recomendaba el suicidio de ninguna forma, puesto que hasta la vida mas dificil podia servir para el perfeccionamiento de la propia alma y tambien para ayudar a otros, pero que si aun asi estaba determinada a suicidarse, el no podia ayudarla a hacerse daño de ninguna manera.

La sinceridad y la buena voluntad en las palabras del monje parecieron impresionar a la anciana, la cual parecio sentir verdadero arrepentimiento de sus ideas anteriores. Terminaron de comer en un respetuoso silencio y luego el monje se dedico a improvisarle a Komihu un jergon en una de las salas del templo.

Basho paso la noche en profunda meditacion. Comprendio que si queria permanecer en ese templo cumpliendo el destino que le habia sido encomendado debia preparar su espiritu para soportar cualquier embate, cualquier tentacion. Por la mañana comprobo, sin sorpresa, que la anciana habia desparecido sin dejar rastro.

Grande fue la alegria del mapache cuando vio volver a la zorra sin el orgullo con la que la habia visto partir.

- Al parecer el sentido del deber de nuestro amigo es mas fuerte que su compasion - canturreaba el mapache, aprovechando su turno para burlarse. La zorra, mas altiva que de costumbre, paso a su lado sin dignarse a contestarle. Ahora - penso el mapache restregandose sus patas delanteras - tengo una segunda oportunidad que no puedo dejar escapar.

El mapache tenia ya preparada su jugada, pero asi y todo decidio dejar pasar un par de dias. Sabia que los dos ultimos intentos se habian succedido uno detras del otro y que habia que dejar correr el tiempo si queria atrapar al monje con la guardia baja. La zorra, aparentemente apatica, aprovecho no obstante estos dias de calma para espiar al monje en su dia a dia.

Pese a sus intenciones iniciales, el mapache era una criatura impaciente y su propia ansiedad lo llevo a actuar apenas una semana despues de la llegada del monje. Eligio para su acometida una calurosa noche sin luna, en la cual las sombras envolvian todas las cosas en oscuras y borrosas telas de gasa.

Agazapado tras un matorral, espero a que el monje saliera del templo a hacer sus necesidades, y entonces le salio al encuentro bramando y hechando fuego por los orificios de la nariz. Se habia transformado en un horrendo Tengu, un demonio con un temible cuerpo de guerrero en armadura y con una monstrusa cabeza de pajaro con pico de halcon, sobre los hombros.

El monje sufrio al instante el impacto del encuentro. Pero como era valiente por naturaleza, resistio el impulso primario de darse a la fuga; Accion inteligente ademas de valerosa, pues es sabido que no hay nada mas efectivo para desatar el terror en el corazon que darle la espalda a un ser pesadillesco. Serio y contraido, el monje se encaro con la faz rojiza y humeante del demonio. Al ver que su adversario no huia - el mapache habia contado con esto - el tengu desenvaino dos monstruosas espadas y dio algunos pasos hacia el sacerdote, mientras daba un aterrador bramido acompañado por fuertes rafagas de viento.

Basho dio un paso atras - pero solo uno - y ahi se detuvo. ¿Seria esto tambien una treta del Tsukumogami? Si lo era, habian ido demasiado lejos. Hacerse pasar por una anciana o por un mercader era una cosa. Tomar la apariencia de un demonio del viento era, sin dudas, pasarse de la raya. Tambien cabia la posibilidad, pues se hallaba en las montañas despues de todo, de que aquello fuera un verdadero Tengu. En ambos casos, solo cabia una cosa por hacer.

El monje esquivo al demonio lanzandose hacia un costado y luego, de dos o tres saltos, se metio dentro del templo. Corrio hacia el altar de la deidad y acelerada pero respetuosamente tomo del atril una Shirasaya. Cuando volvio a salir se encontro, frente a frente, con el demonio humeante. El monje, que en su juventud habia tomado clases de kendo, desenvaino rapidamente su hoja y levantando la espada, adopto su postura: los pies ligeramente separados, la espada tomada con ambas manos a la altura del rostro. La mano izquierda seguia la linea central del cuerpo, mientras que la derecha se cerraba en un puño a la altura de su nariz.

- Hidari hanmi, hasso no Kamae - murmuro. El filo apuntaba directamente al enemigo,  y  Basho imaginaba, tal como le habian enseñado, una linea circular imagiaria a unos treinta centimetros de su pie izquierdo. Lo esperaba. Si el tengo atravesaba esta linea, el golpe descenderia como un rayo sobre su hombro o sobre su cabeza. Espero unos segundo que le parecieron muy largos; Pero el Tengu, que hace unos instantes parecia decidido a aterrorizarlo, ahora daba la impresion de dudar. Basho en cambio ya no dudaba de que se trataba del Tsukomogami: un verdadero demonio habria atacado sin duda alguna.

- ¡Has! ¡Kotsu! - grito Basho, y realizo una finta mientras daba un paso adelante. Asustado por la fiereza del monje, el mapache habia retrocedido. Era increible que un religioso adoptase esa postura beligerante. Mas que un bonzo, parecia un ronin. ¿que hacer? ¿debia atacarlo? La espada en lo alto y la mirada fija del sacerdote, que lo esperaba de frente y sin miedo, alzandose como un arbol (el mapache se sentia empequeñecer momento a momento) lo disuadia de una verdadera pelea. Mas alla de su apariencia demoniaca, que era pura ilusion, era un mapache de carne y hueso. Un golpe de aquella espada podia matarlo sin duda alguna.

El monje dio un paso, y luego otro, hacia el mapache. Este dudo un instante y luego, de un salto y todavia en forma de tengu, se interno en el follaje, perdiendose inmediatamente de vista. Basho aguardo todavia un instante y lentamente envaino su espada.

Encaramada en lo alto de una encina, la zorra habia observado toda la escena, no sin deleite. Sin dudas no iba a ser tarea facil deshacerse del sacerdote. Estaba claro que era honrado, recto y valiente. La zorra penso que el mapache estaria en esos momentos furioso y avergonzado, y estuvo tentada a ir a buscarlo para no perder la oportunidad de burlarse de el y de restregarle en la cara su segunda derrota. Pero no lo hizo.

Aunque el monje sea valiente - penso la zorra - y sea recto, y sea honrado, es al fin de cuentas un humano, y todos los humanos tienen puntos debiles. Y el punto debil de muchos hombres - pensaba la zorra mientras se deslizaba hacia el suelo por el tronco del arbol - y sobre todo de los hombres religiosos, suelen ser las mujeres. Mientras caminaba hacia la puerta del templo, la zorra abandono progresivamente su pelaje y sus garras, sus colmillos y sus orejas puntiagudas. Su pelo colorado se transformo en un maravilloso kimono de seda del mismo color, y su pelo blanco en unas sandalias de madera. El resto de su cuerpo se transformo en una hermosisima mujer joven. De la zorra solamente habian permanecido los ojos verdes como una esmeralda.

La zorra golpeo la puerta y se presento ante el sacerdote como una artista ambulante. Declaraba haberse perdido en la montaña y le solicito, con voz lastimosa, que le permitiera pasar la noche en el templo. El monje, que ya habia tenido bastante con el tengu, reconocio inmediatamente el verde de los ojos de la zorra - los cuales habia el primer dia - en los ojos de la muchacha; Lo cual, sin duda, fue una suerte para el pues, de otro modo, no habria resistido a los encantos de la muchacha - que era realmente preciosa - quien empezo a insinuarsele primero de forma velada, luego de forma clara y precisa, con todas las armas de seduccion que tenia preparadas. Habia comenzado por, alegando que hacia demasiado calor dentro del templo, quitarse el kimono. Debajo de este llevaba unas prendas menores que apenas le cubrian el busto y la entrepierna. Esta falta de decoro, que escandalizo al monje, fue tomada por la chica a modo de guasa. Habiendo empezado con tan buen pie, la zorra estaba segura de su victoria y, sin embargo y contra todo pronostico, para cuando toco el alba del dia siguiente, la chica se tuvo que despedir de su anfitrion sin poder habido seducirlo.

Una vez solo, el Monje se dedico a finalizar los arreglos del jardin y a terminar de barrer el patio interior. Paso el resto de la tarde primero cortando leña para los proximos dias, y luego meditando. Contaba con que, despues de todo aquello, los Tsukumogamis se dieran por vencidos. Oro y oro durante horas, hasta casi entrada la noche.


Esa misma tarde, y mientras Basho buscaba la iluminacion, la zorra y el mapache se hallaban de vuelta en un promontorio boscoso.

- No es normal que un hombre adulto pase toda la noche sin sentirse atraido por una hembra joven - le decia la zorra al mapache (que se revolcaba de risa sobre un monton de hojas de arce).
- Tal vez sea que tu cara era horrible o que apestabas a orina - se burlaba este.
- No seas estupido. Mi transformacion fue perfecta. Una cara hermosa, casi una copia de Izanami sama. Piernas largas y esbeltas, ojos grandes y oscuros, piel blanca como el marmol, sin macula.
- ¿y la vestimenta? ¿no te habras presentado cubierta de harapos no? ji ji ji - continuaba burlandose el mapache. Por toda contestacion la zorra le lanzo un bufido, y estaba a punto de darle un mordiscon cuando el mapache dejo de reirse y de un salto se encaramo en un arbol, adivinando sin duda las intenciones de su compañera.
- Bueno, bueno - dijo el mapache con animo tranquilizador - no tiene caso que nos indispongamos entre nosotros solo porque hasta ahora no hemos tenido exito. Creo que sabes, tan bien como yo, que si fallamos en el proximo intento seremos nosotros los que  tendremos que abandonar esta region que nos es tan querida.
- Esta claro que no podemos asustarlo o espantarlo, y tampoco engañarlo para que rompa sus votos - dijo la zorra mientras todavía pensaba en lo impecable que habia sido su metamorfosis.
- Ni roba ni bebe ni le teme a los demonios - se quejo el mapache
- Ni se deja embaucar como cualquier hombre - se quejo la zorra.
- Podriamos combinar nuestros esfuerzos - le sugirio entonces el mapache. La zorra, sin embargo, se nego aduciendo que una vez que dos seres magicos como ellos realizaban una apuesta, los dioses no consentian en trampa alguna. - No - decia la zorra - tu tienes un intento mas, puesto que has sido mas atrevido en tus predicciones. Yo, por el contrario, todavia tengo dos. Y el siguiente turno es tuyo.
- Bien - le respondio el mapache, contrariado por su dificil situacion - eso solo significa que esta vez debo lograrlo a como de lugar.
Ambos se separaron y, cada uno por su lado, pusieronse a pensar la mejor manera de utilizar sus oportunidades restantes.
El mapache, que era de esas personas que utilizan siempre sus mejores armas, ya habia utilizado sus cartas preferidas. Su forma de Tengu era sin dudas su carta de triunfo. Con ella habia conseguido espantar a incontables personas. Su otra forma preferida, la de comerciante o borracho o jugador, tenia muchas variaciones pero el tipo de engaño - lograr que su victima beba o robe o cometa algun acto moralmente bajo - era basicamente el mismo, y no funcionaria con aquel monje. Como era un mapache macho, no tenia la ductilidad ni la habilidad de adoptar una seductora forma de muchacha. En esto la zorra lo aventajaba bastante. Todas la ideas que se le ocurrian al mapache eran siempre variaciones de sus primeros dos fracasos. Penso durante toda la noche y durante casi todo el dia siguiente y, para cuando nuevamente la diosa Amaterasu volvia a su cueva, tuvo una buena idea.

La zorra, por su parte, se habia echado al sol a tomar una siesta y, mientras le llegaba el sueño, habia repasado sus encuentros con el monje. Luego de repasar concienzudamente sus impresiones de ambos encuentros, concluyo dos tres cosas. La primera, que aquel monje era especial y diferente del resto de los monjes que habian embaucado en esos años. Segundo, que aquel monje le gustaba enormemente y, tercero, que no estaba tan segura de querer ahuyentarlo de alli. Asi y todo, tampoco estaba dispuesta a abandonar ella misma aquel paraje al cual habia llegado a acostumbrarse; Por lo que, fiel a su modo de ser - propio de un ser que habia vivido ya varios siglos - decidió que esperaria hasta la resolución del intento del mapache para decidir que haria ella misma.

El plan del mapache y su posterior fracaso ocurrio como de la siguiente manera: al mapache se le habia ocurrido que una buena forma de hacer desistir al monje era haciendole la estancia insoportable. Para esto realizo el viejo truco de aumentar y aumentar el tamaño de sus testiculos hasta darles la forma de dos enormes tambores, con los cuales esa misma noche comenzaria a tocar de forma ininterrumpida, acompañado por su estridente voz. Su objetivo era no dejar dormir al monje ni siquiera una sola hora. Dado que el mapache tocaba desde una frondosa rama de abedul, la cual quedaba fuera del alcance del monje, este no podia localizar de donde venia exactamente el insoportable golpeteo.

Y si bien es cierto que finalmente el mapache fracaso, tambien es cierto que - hay que decirlo para hacerle justicia - estuvo muy cerca de tener exito pues, durante las primeras noche, Basho casi no pudo pegar un ojo. Cuando ya le era imposible intentar conciliar el sueño, se dirigia a la sala del templo a meditar. Si lograba alcanzar un estado de paz interior, ignoraba por completo el sonido de los tambores. Si no lo lograba, no tenia alternativa que salir a caminar. Penso en dormir en las montañas, pero el molesto sonido parecia acompañarlo, como si se tratase de una maldicion, a donde sea que se dirigiese.

Lo que estropeo el plan, aparentemente perfecto, del mapache fue que, con el correr de los dias, el monje terminaba por acostumbrarse al sonido de los tambores, y al cabo de cinco dias acabo quedandose dormido en pleno recital. La unica respuesta posible del mapache era aumentar la fuerza con la cual golpeaba los tambores de manera de despertar al religioso. Todo el asunto acabo convirtiendose en una batalla de desgaste, batalla que ganaria el que tuviera mayor paciencia y restencia; Y dado que los tambores del mapache no eran otra cosa que sus propios testiculos, los cuales golpeaba dia y noche cada vez mas fuerte, el animal empezo a sentir con el correr de los dias un creciente dolor en las partes bajas. Cuando una noche el monje no solo no parecia molesto por los tambores, sino que incluso empezo a acompañar la melodia con su shamisen, el mapache supo que su estrategia habia fracasado.

Asi y todo, el mapache no queria creerlo. Se rehusaba a aceptar su derrota, se rehusaba a abandonar aquella region montañosa y, sobre todo, se rehusaba a perder ante su eterna rival. Por todo esto el mapache continuo y continuo golpeando los tambores con todas sus fuerzas, hasta que el dolor fue demasiado para el y cayo desmayado.

El mapache estuvo durmiendo toda la noche, y tambien el monje, que comprendio que habia superado una nueva prueba. Algo en su interior le decia que, de algun modo, ya no tendria tantas molestias.

Por la mañana, apenas desperto, el mapache acepto su derrota. Junto sus pertenencias en un paquete y se lo ato en la espalda. Mirando a su alrededor, comenzo a alejarse. Le hubiera gustado despedirse de la zorra, aunque esto significara declararse vencido ante su rival. De todos modos, esta no aparecia por ningun lado. El mapache comprendio que la zorra no queria despedirse de el. Nunca habia sido, es cierto, muy afecta a desplegar sus emociones. 

De todos modos - pensaba el mapache mientras emprendia su marcha - lo importante ahora es encontrar un nuevo sitio para vivir. Hay todo un mundo alla afuera. Buscare un sitio libre de templos y de monjes.

Desde lo alto del promontorio, la zorra miraba, pensativa, alejarse a su compañero de tantos años. Lo miro alejarse por un largo rato hasta que, finalmente, el pequeño punto gris que era el mapache se perdio de vista definitivamente. Durante un buen rato, la zorra siguio mirando el horizonte. Finalmente, muy lentamente, se incorporo. Trepo a un arbol y luego a otro y asi, dejandose caer como una cometa, comenzo a descender hacia el templo.

Tenia una oportunidad mas, una transformacion mas. Si fallaba, tambien tendria que irse. Pero - la zorra comprendio - solamente si fallaba. ¿tenia realmente que fallar? Comprendio que solamente fallaria si lo intentaba. ¿tenia que intentarlo?

Cuando Basho abrio la puerta, se encontro nuevamente con los dos pequeños fuegos verde jaspe. Sentada en el suelo, la zorra lo miraba en su verdadera forma, agitando suavemente sus tres colas.

- Para serte sincero - le dijo el monje - estaba deseando que volvieras.
- La ultima vez te mostraste muy frio conmigo - le dijo la zorra.
- ¿Quieres, esta vez, decirme tu verdadero nombre? - dijo el.
- Solamente si me permites quedarme - le respondio ella.


2 comentarios:

Jora dijo...

Muy bueno! Es una fábula japonesa en todas sus letras. No sé hasta qué punto sacaste coas del folklore o las inventaste. Sobre ese mantra, es el de la Flor de Loto. Tengo una cosita con él, es el que usan los adscriptos a la secta neobudista de la Soka Gakai que en Japón tienen un partido político y todo. Se la dan de filósofos pero son unos dogmáticos místicos y repiten el mantra una y otra vez como si obrase milagros. Pobre mapache! D:

Sebastian P. dijo...

Si, es una fabula japonesa con todas sus letras. Es bastante conocida y tiene muchas variantes, como toda leyenda del heian. De hecho hay un monton de cuentos esopicos sobre Tanukis (mapaches) y Kitsunes (zorros, que por lo general son siempre zorras) Hay muchisimo material. Hasta grabados y todo. Yo agarre cosas de varias de estas leyendas-mitos.
Hay una version muy buena y libre de el historietista de "Sandman"... Neil algo, no me sale el apellido, que en colaboracion con un dibujante nipon hacen una historia de una zorra, un mapache, un monje y un Hechicero. Diego la tiene, yo la lei hace un tiempo y siempre habia tenido ganas de escribir algo de eso.
Respecto al rezo, si. Originalmente tenia ganas de que el Bonzo fuese Shintoista, pero la etica budista era mas rica y mas util para la trama del cuento.
Si, al mapache le fue mal :C