16 nov 2019

Capitulo XIV

La tierra del oeste, nerviosa ante el cambio que se avecina. Los estados del oeste, nervioso igual que los caballos antes de la tormenta. Los grandes propietarios, nerviosos, sintiendo el cambio, pero sin saber nada acerca de su naturaleza. Los grandes propietarios, dirigiendo sus esfuerzos contra lo inmediato: el gobierno en expansion, la creciente unidad de los trabajadores; atacando los nuevos impuestos, los proyectos; sin darse cuenta de que estas cosas son resultados y no causas. Resultados, no causas. Las causas yacen en los mas hondo y son sencillas: las causas son el hambre en el estomago, multiplicado por un millon; el hambre de una sola alma, hambre de felicidad y un poco de seguridad, multiplicada por un millon; musculos y mente pugnando por crecer, trabajar, crear, multiplicado por un millon. La funcion ultima del hombre, clara y definitiva: musculos que buscan trabajar, mentes que pugnan por crear algo mas alla de la mera necesidad: esto es el hombre. Levantar un muro, construir una casa, una presa y dejar en el muro, la casa y la presa algo de la esencia misma del hombre y tomar para esta esencia algo del muro, la casa, la presa.: musculos endurecidos por el trabajo, mentes ensanchadas por la asimilacion de lineas nitidas y formas que fueron parte de la concepcion de la obra. Porque el hombre, a diferencia de cualquier otro ser organico o inorganico del universo, crece mas alla de su trabajo, sube los peldaños de sus conceptos, emerge por encima de sus logros. Se puede decir que cuando las teorias cambian, se desmoronan, cuando las escuelas y las filosofias, cuando oscuros callejones estrechos de pensamiento, nacional, religioso, economico, crecen y se desintegran, el hombre extiende una mano, avanza tambaleante, penosamente, a veces en direccion equivocada. Habiendo dado un paso adelante, puede resbalar, pero solo medio paso, nunca dara el paso entero hacia atras. Esto se puede decir del hombre y se sabe. Es evidente que cuando las bombas caen de los negros aviones en medio de la plaza del mercado, cuando se ensarta a los prisioneros como si se tratara de cerdos, cuando los cuerpos aplastados se desangran entre la suciedad y el polvo,  De esta forma se puede uno dar cuenta. Si no se diera ese paso, si el dolor de avanzar  a trompicones no fuera algo vivo, las bombas dejarian de caer estando vivos los que las arrojan, porque cada una de las bombas es la prueba de que el espiritu no ha muerto. Y teme el momento en que las huelgas dejen de producirse mientras los grandes propietarios siguen vivos, porque cada pequeña huelga aplastada es la prueba de que se ha dado el paso. Puedes saber esto: teme el momento en que el hombre deje de sufrir y morir por un concepto, porque esta cualidad es la base de la esencia humana, esta cualidad es el hombre mismo, y lo que le diferencia en el conjunto del universo.
Los estados del oeste, nerviosos ante el cambio que comienza. Texas y Oklahoma, Kansas y Arkansas, Nuevo Mexico, Arizona, California. Una familia expulsada de su tierra. Padre pidio dinero prestado al banco y ahora el banco reclama la tierra. La compania de tierras - es decir, el banco cuando posee tierras -  no quiere familias para trabajarlas, quiere tractores. ¿es algo malo el tractor? ¿no es buena la energia que abre los largos surcos? Si el tractor fuera nuestro, seria algo bueno, no mio, sino nuestro. Si nuestro tractor abriera los largos surcos en nuestra tierra, seria bueno. No de mi tierra, sino de nuestra tierra. Entonces podriamos amar ese tractor igual que amamos esta tierra cuando era nuestra. Pero el tractor hace dos cosas: remueve la tierra y nos expulsa de ella. Apenas hay diferencia entre el tractor y el tanque. Los dos empujan a la gente, la intimidan y la hieren. Hemos de pensar en esto.
Un hombre, una familia, obligados a abandonar su tierra; este coche oxidado que cruje por la carretera hacia el oeste. Perdi mis tierras, me las quito un solo tractor. Estoy solo y perplejo. Y por la noche una familia acampa en una vaguada y otra familia se acerca y aparecen las tiendas. Los dos hombres conferencian en cuclillas y las mujeres y los niños escuchan. Este es el nucleo, tu que odias el cambio y temes la revolucion. Manten separados a estos dos hombres acuclillados; haz que se odien, se teman, recelen el uno del otro. Aqui esta el principio vital de lo que mas temes. Este es el cigoto. Porque aqui "he perdido mi tierra" empieza a cambiar, una celula se divide y de esa division crece el objeto de tu odio: "nosotros hemos perdido nuestra tierra". Este peligro esta aqui, porque dos hombres no estan tan solos ni tan perplejos como pueda estarlo uno. Y de ese primer "nosotros" surge algo mas peligroso: "yo tengo un poco de comida" mas "yo no tengo ninguna". Si de este problema el resultado es "nosotros tenemos un poco de comida" entonces el proceso esta en marcha, el movimiento sigue una direccion. Ahora basta con una pequeña multiplicacion para que esta tierra, este tractor, sean nuestros. Los dos hombres acuclillados en la vaguada, la pequeña fogata, la carne de cerdo hirviendo en una sola olla, las mujeres silenciosas, de ojos petreos, detras, los niños escuchando con el alma las palabras que sus mentes no entienden. La noche cae. Era la manta de mi madre, cogela para el bebe. Esto es lo que hay que bombardear. Este es el principio: Del "yo" al "nosotros".
Si tu, que posees las cosas que la gente debe tener, puderas entenderlo, te podrias proteger. Si fueras capaz de separar las causas de resultados, si pudieras entender que Paine, Marx, Jefferson, Lenin, fueron resultados, no causas, podrias sobrevivir. Pero no lo puedes saber. Porque el ser propietario te deja congelado para siempre en en el "yo", y te separa para siempre del nosotros.
Los estados del oeste se muestran nerviosos ante el cambio inminente. la necesidad sirve de estimulo al concepto, el concepto estimula la accion. Medio millon de personas moviendose por el pais; un millon mas impaciente, dispuestas a partir, y otros diez millones de personas empezando a sentir el nerviosismo.
Y los tractores abriendo multiples surcos en la tierra vacia.

John Steinbeck, "Las Uvas de la ira"

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