25 ago 2011

El buscador del Absoluto

Era de tarde. Esto no es seguro, pero yo me imagino que deberia ser de tarde, o quizas de mañana. En el ombligo del mundo el sol brillaba con una fuerza tranquila y reposada. Alrededor de un bloque de piedra circular, que sobresalia medio metro del piso, como un enorme tapon petreo sobre la grava, se habian reunido 18000 almas. Se encaramaban, todos dispersamente sentados, sobre las gradas que circularmente rodeaban la piedra. Podia verse desde la cima de la colina, muchas otras colinas semejantes que tenian tambien piedras y gradas, teatros, anfiteatros y altares. Otras simplemente no tenian nada. Al este se veia la ciudad. Una ciudad cuadriculada y radiante, del color del marmol de la Isla de Paros. Al oeste una inmensa roca se levantaba  como una cordillera y, sobre ella, una gran cantidad de templos y salones de justicia. Algo asi como un Olimpo o una Jerusalen divina descendida, materializada aqui en la tierra. Mas al oeste, Italia, Hispania y las columnas de Hercules. Al Este, Niza. Al norte los barbaros y al sur el inmenso mar, y Non plus ultra. El ombligo del mundo, como les decia. 18000 almas y las fiestas Panhelenicas o las Olimpiadas o los certamenes. Se habia perdido la guerra contra los oligarcas pero el arte habia seguido siendo residente fijo de la ciudad. Toda la ciudad estado conformada por seres libres que ejercitaban la isonomia y la isoagoria de una forma que haria sonrojarse a nuestros politicos, estaban sentados, esperando el comienzo de la funcion. Se estrenaba una nueva obra del Filosofo del Escenario. El genial Euripides de Salamina se hallaba detras de bambalinas, detras de algun guion irreverente e inmoralista. Una trama mas propia de Sartre que de sus rivales o sus maestros. Un Hereje, un Ateo, un Corruptor de la juventud solo comparable a aquel terrible y demoniaco moscardon para el burro pachorriento que solia ser a veces la ciudad.  Todavia no era tiempo de los 30, del destierro en Pella para uno o de la Cicuta para ese subersivo moscardon. Hay quien dice que incluso algun brillante meteco de Jonia o de Siracusa estaba ese dia sentado en las gradas, rodeado de discipulos e interesados rebosantes de bolsas de oro. Por Fin la Obra dio comienzo. "Las querellantes" quizas era el nombre. Una fantastica orquesta de coros y flautas (en las cuales sin embargo ya no se oia, como en las obras del Eleusino, la voz de Bromios) acompañaba la intrincada trama de persas, argivos, dioses que se meten los cuernos y lamentaciones acerca del bien y de la justicia y de la etica, y sobre todo un relativismo que indignaba a los buenos ciudadanos.
Entonces, uno de los actores (hay quienes dicen que fue el mismo maestro, es decir, Euripides) exclamo teatralmente la siguiente frase, la cual estaba en el guion:
- "¿Que es vergonzoso si no lo parece asi al que lo realiza?"
El publico quedo en un nervioso y casi agresivo silencio (aunque fue solo un segundo, un segundo eterno). Tales aseveraciones, que seguramente eran aplaudidas por Gorgias y Protagoras, y lejanamente por los espiritus poeticos y amorales de Heraclito y Jenofanes, y llevados al ridiculo y al extremo por ese terrible Aristofanes, eran las que lo iban a llevar a la condena y al destierro en una sociedad de principios homericos.
Pero, en el mismo instante en que la frase fue pronunciada, las 18000 almas sentadas se sorprendieron ante la violenta reaccion de un solo ser. Y yo diria que 17999 pares de ojos se posaron sobre la persona que entonces se puso de pie. Era ya conocido por varios y luego, mucho despues, seria conocido por la humanidad entera. Un poeta de un metro 80, toga de lino de una sola pieza (lo cual delataba ya su procedencia oligarca y aristocratica, y hasta filoespartana), una barba enorme y un fisico imponente se alzaban en una actitud torva y eminente. Un brazo extendido hacia arriba y adelante, amenazante y profetico, en la punta del cual se coronaba un dedo extendido indice extendido. Gesto sublime que mil años despues retrataria Rafaello Sanzio en el Quinticcento. Con una voz potente a la vez que clara, el hombre lanzo una sentencia que resono a lo largo del anfiteatro, dirigida como una flecha para el dramaturgo Euripides, para los inmoralistas y profanos, y tambien para todo mercenario del conocimiento:
- "¡Lo vergonzoso es vergonzoso, lo parezca o no lo parezca!"
Fueron las palabras que pronuncio aquel idealista, aquel hacedor de ciudades ideales, antes de abandonar el espectaculo colina abajo, Rumbo hacia la ciudad, rumbo hacia Siracusa, Rumbo hacia el Eidos, rumbo a la inmortalidad del alma. La cual ha conseguido sin dudas.

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