¡Que solitario y que frio es Buenos Aires! El barrio del once, ¡Que pesadilla!. Algo que ni Poe ni Marx ni Dante ni Rimbaud podrian plasmar. Un oceano de oscuridad desesperante, y de lugares oceanicamente oscuros y melancolicos. Un paraiso para locos, caminantes, autistas, anarquistas, soñadores siniestros y Noctambulos. Para mi.
Que inmensa soledad, que abandono, que espantosa libertad se puede sentir entre las curiosas sombras que, anonimas como yo, nadie sabe si van o vienen.
Que tosca y pesadillesca es la voluntad del hombre cuando se torna en resistencia contra el ritmo biologico, la geografia, la fisiologia y, en fin, cuando se vuelca todo esto de una forma caotica en una mezcolanza imperfectamente perfecta. En Buenos Aires.
¡Que locura, que ausencia de orden en la estructura! Si dios aun viviese, la gran broma de esta ciudad vista de arriba acabaria por matarlo. No creo que ni Sodoma ni Gomorra y ni aun Babilonia causasen tanto dolor de vista a la inteligencia universal del supremo arquitecto  que nuestra querida desinteligencia particular y colectiva hecha de fierros y hormigon.
Y a su vez, que atrevida, que putrefactamente atrayente, que propia y nostalgica. Gracias a vos, querida ciudad, aprendi que es posible (¡y hasta que grado!) amar y odiar a una misma cosa. Y esto al mismo tiempo, y no a pesar de, sino por eso mismo.