26 ago 2014

Despedida

- En una semana se te va a acabar, vas a tener que lavar la ropa -me dijo con fingido enojo.
- Que me importa, tengo el lavarropas - le respondi con fingida autosuficiencia.
Yo y ella, el Burro por delante y la Coneja por detras, viajabamos en un Dragon particularmente engordado de presas humanas. Era una mañana de frio y los Dragones corrian rapidos y llenos por las largas calles de asfalto. No tienen bocinas y son feroces. Habiamos sido engullidos por el ritmo de un modo frenetico, a los empujones. Habiamos sido engullidos o habiamos saltado dentro, con el sueño que teniamos encima nos daba igual. Uno nunca sabe si es agente o paciente, pero las cosas pasan igual como un algo empaquetado que casi no se presta al analisis.
- No es tan facil. Tenes que prenderlo -  me respondio, terca a perder la batalla porque no quedaba tiempo, porque se bajaba en la proxima vuelta de calesita y cada golpe tenia que ser certero y genial, cada estocada una divertida vuelta de tuerca. Sentiamos la velocidad de los Dragones no tanto como sentiamos el tiempo, que es tambien un enorme dragon que nos devora a todos y nunca se detiene. Yo como siempre le miraba el pelo y los hombros mas que las palabras e imaginaba dos espadas entrechocando. Discutiamos por una torta, y no recuerdo ya bien de que venia la cosa. Ella habia dicho "me bajo en la proxima" y se habia apretado inconcientemente contra mi, y aunque mi vanidad prefiera otras causas se que algo tuvo que ver lo apretado de los intestinos del Dragon, porque eramos como dos fideos en una sopa del dia anterior, donde nada puede moverse sin mover todo lo demas y donde mas que sopa hay un engranaje de elementos organicos que luchan por flotar o por hundirse. Ella se habia acurrucado, fue solo un instante, y entonces yo pase mi brazo por su cintura o tal vez ya estaba pasado, y nos besamos o tal vez no lo hicimos, porque discutiamos ferozmente los pormenores de la torta del dia anterior, y cuando de cuestiones gastronomicas se trataba, Coneja se mostraba siempre feroz y yo siempre despreocupado, con los choques que eso inevitablemente ocasiona entre dos animales con lenguaje; Ella indignadamente muy amarillo sensible y yo mas bien con surmenage, tirando al gris despreocupado. Pasabamos de su histeria desesperante a mi desesperante inutilidad, yo entre las ideas y ella entre las cosas, y en realidad intentabamos burlarnos un poco del sentimiento del tiempo y de estar engullidos, pues de otro modo nadie en su sano juicio chocaria tan despiadadamente por una torta.
- Uy, si! ¡Que dificil! ¿Cuantos botones hay que tocar, tres? Me lo vas a tener que explicar porque...
- Callate - me ordeno reprimiendo una carcajada que ya asomaba, puntiaguda y verde, en forma de un brillo en sus ojos, desencajandole de golpe el enojo y elevando su belleza al nivel de los serafines, los gatos y los nenes que reciben juguetes. Coneja tenia esas cosas: No me aguantaba las ironias pero las amaba de todos modos. Le hubiese encantado poder vivir sin ellas pero preferia, eligiendo esos momentos, soportarlas a no soportarlas, volverse loca a vivir tranquila, romperse el crisma hasta llorar y patalear a pedir un consejo. La risa de Coneja llegaba siempre antes que si misma, era risa antes de ser risa, porque el pelo se le inflamaba levemente con reflejos invisibles que de todos modos yo sabia verde jade y anaranjados, y los ojos despedian como una intensidad de tubo fosforescente, y todo su rostro se desencajaba solo por un pequeño instante, antes de la erupcion, y entonces yo siempre sabia cuando la Coneja se iba a reir, lo sabia con asombrosa certeza, pero con una anticipacion tan milisegundica que era completamente inutil, siquiera para enunciarla sibilinamente o para planear cualquier sincronicidad que asombrase a terceros.
Finalmente el Dragon se detuvo y entonces si me beso y la bese, acto doble que se confunde en uno, mucho mas fugaz de lo que acostumbradamente llamabamos ambos un beso, y a nada estuve de ceder a la tentacion de no soltarle la cintura, de mientras hacia el movimiento de alejarse, de desprenderse como una mariposa de la crisalida o una medusa del polipo, traerla de un tiron como quien tira de un latigo o un yo-yo, para abrazarla y besarla y ser una bola de zapatos y tapados mal planchados (sobre todo el mio), y seguir en el Dragon surcando los grises mares, como Vikingos, hasta quien donde, Hasta York, Granada o Palermo.
Pero ahora veo que estoy contando las cosas mal, y que habiamos pasado de la ironia al beso directamente y sin intermediarios, y que Coneja nunca me habia dicho "Callate", sino que sencillamente se habia reido y en su risa algo reprimida (seria por el enojo, el orgullo o el apuro de bajarse) por un dique de amplia sonrisa en la que luego, con una maestria que siempre me asombra, transformaria en beso en un movimiento continuo, because panta rei kai ouden chorei, como el desprendimemiento de un pajaro,el nado sincronizado, las luces parpadeantes de los boliches y de esas cosas que son continuas aunque discretas. Y en la risa y el beso habia estado, implicta pero inapelable, la orden de callar, pues es sabido que hablar, reir y besar a la vez es imposible.
- Andate a la mierda - me dijo al bajarse con expresion entre divertida y rabiosa. Y entonces yo debo haber dicho algo mas o tal vez no, pero es casi seguro que si porque ella se bajo de todos modos (debia bajarse) y me dijo "Andate a la Mierda" mientras se bajaba, o tal vez no dije nada y ella tampoco y de todos modos las palabras no importan, de todos modos siempre se me imponen las impresiones: impresiones de su pelo inflamado y de sus ojos, impresiones de sus hombros desnudos y su cuello mientras me da la espalda, impresion ahora de su tapado rojo, un regalo mio de otras epocas, de cuando aun ella no era Coneja y yo no era el yo de ahora, de cuando el tiempo era mas elastico y las despedidas mas largas que ahora,  pobremente reducidas a un beso y un "Andate a la mierda" o tal vez a solo el beso pero de todos modos a la fugacidad y a algo que era la tristeza de quedarme en el Dragon mientras ella me mostraba desafiante el dedo del medio en un gesto soberbio y tan hermoso que daban ganas de saltar, porque todavia quedaba en su cara algo de la risa anterior, algo de espasmo y corriente electrica que tan bien le quedaba con el tapado rojo y el cielo gris y el frio.
Todo quajaba en ese dedo y en ese gesto, en el Dragon que ya arrancaba, pero mas bien en el instante previo en que las puertas se abrian con ella sonriendome hermosa y mirandome fijo, con el dedo en alto cual pintura de Rafael o Lefebvre, congelando el tiempo en ese simbolo que era Coneja mostrandome el dedo y sonriendo, y yo pensando que toda despedida tiene algo de enigma y de contradiccion, como la sonrisa y el gesto ofensivo, el amor y el odio, la quietud y el movimiento, yo tristemente alejandome en el Dragon por la avenida, reinsertado por mi inmovilidad en el tiempo de las licuadoras y los microondas, y ella empezando a caminar, mirando al suelo y feliz, aun sonriendo pues la veo mientras me alejo, sonriente y cabizbaja, ya dispuesta ella tambien a salir del no-tiempo para reinstertarse entre los caminantes anonimos.
Por suerte la deje antes, mientras todavia sonreia, mientras el hilo todavia duraba, mientras el frio viento aun le desparramaba el pelo como en cascadas y el tapado rojo volaba al viento como las viejas banderas de la revolucion.

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