15 ago 2014

Fuera de hora

Matias paso apurado frente a la pared marron, tan apurado como puede estarlo quien tiene todo el tiempo por delante, o como quien no tiene nada por delante del tiempo, que entonces es de una llanura interminable. En la cocina y se preparo unos cereales con leche y un jugo de naranja de asquerosidad sintetica. Comio de pie y apoyado en la mesada, y al terminar tiro todo en la pileta, incluso el cartoncito de jugo vacio,  contribuyendo nuevamente a la variopinta pila de trastos sucios. Estuvo aun un rato mas de pie, apoyado en la mesada, viendo cosas en el aire y sintiendo el frio de las baldosas que hacian un hermoso contraste de clarobsuros con el sol que entraba por la ventana que daba al patio. Cuando se canso volvio al comedor y se hecho en el sillon.
Fue cuando se estiro para alcanzar una silla en la cual poner los pies, que se dio cuenta: El reloj  despertador estaba fuera de hora. "Desactualizado" fue la palabra que se le vino a la mente. El objeto en cuestion era un artefacto negro o grisaceo, atemporal, uno de los primeros descendientes de la era electronica, marcaba siempre en un verde brillante y futurista la hora exacta con sus minutos, y con una letra verde palida, mucho mas pequeña y en la parte superior, el dia, el mes y el año, en ese orden. Fuera de eso, no hacia otra cosa salvo sonar todos los dias a las ocho de la mañana. No vamos a perder ahora justamente el tiempo contando como es que el despertador estaba en el comedor, debajo del telefono y sobre una pila de papeles, y no en la pieza, supuesta locacion de origen exigida por el Feng Shui y por el sentido comun de estirar el brazo. Imaginen si quieren (aunque la verdad nunca es simple, siquiera la de las pequeñas traslaciones) que Matias dormia muy a menudo en el comedor.
 Matias recordo entonces que esa mañana no habia sonado. Le extraño entonces no haberlo notado antes, pero penso que era natural el no notarlo, ya que ese dia (y desde hacia muchos dias) se levantaba siempre a las ocho, sin ninguna razon, con la misma regularidad irracional con la que el despertador emitia pitidos y daba la hora. Solia olvidar, tal vez como todos, las razones o los oscuros mecanismos que hay detras de las cosas que hacemos a diario. Las cosas se comienzan a hacer como por imitacion (y la palabra "mito" escondida nos dice cuan mitologica nos es toda accion en sus inicios) y luego se nos explica, si tenemos suerte, la causa de eso que venimos haciendo de una manera cuasi-religiosa. Pero tal explicacion es inutil, pues la olvidamos muy pronto, y tal vez es por esto se nos dan tan pocas explicaciones. Al olvidarlas, volvemos al ritual casi voluntariamente, con alivio y tranquilidad, a la rutina y la costumbre, pero ahora con la oscura conciencia de que hay una razon para hacer esto o aquello.
El despertador estaba fuera de hora. La narracion simplifica en una sola observacion lo que no fue  de ningun modo una observacion inmediata, sino que conllevo dos constataciones que Matias tuvo que realizar antes de emitir el juicio acerca de la desarmonizacion del reloj del despertador respecto a el resto de los relojes de la franja horaria del sur de America. Primero mirar el reloj de la cocina, el cual marcaba las 10:32, y luego mirar su reloj de pulsera, que marcaba, expresando una minima diferencia atribuible a un pequeño defecto de la pila, las 10:33. Fue cuando volvio a mirar, como pasando la vista por cada uno de los objetos del comedor, como solia hacer en esas tardes infinitas que componian su vida, que se percato de que el despertador estaba atrasado o tal vez congelado en las 9:00. Colocolar lo ultimo como lo primero, o el principio al final, lo inmediato como deducido, lo deducido como intuicion. Todos vicios literarios.
Pero el reloj despertador... ¿estaba congelado o seguia midiendo el tiempo? Luego de observarlo indetenidamente cerca de un minuto, Matias vio con alivio que pasaba a marcar las 9:01, y se le ocurrio entonces que tenia dos tiempos distintos dentro del mismo espacio. Le gustaban las diversidades, incluso en las cuestiones espacio-temporales, y decidio entonces no sincronizar el despertador y asi respetar (y por que no apoyar, favorecer) su pequeña rebeldia respecto al tiempo oficial, siempre aburrido y despotico en su sincronica homogeneidad. Ya se imaginaba la revolucion del despertador en contra del totalitarismo del "tiempo oficial", y los encontronazos (primero simbolicos, luego armados) que esto ocasionaria entre el ejercito libertador del despertador ("el ejercito despertador", "el ejercito del despertar", el General Jose de San Martin, Despertador de America) contra las uniformes tropas del reloj de pared, marchando al unisono cual escuadron de las Wehrmacht. La marcha misma era el tiempo, las botas acompasadas marcaban segundos, y entonces la cruenta guerra de los relojes (¡Libertad de tiempo! , clamaban los despertadores) se le aparecia como una Blitzkrieg musical, como una lucha por el derecho a la armonia.
Luego su vista continuo vagando al igual que lo hacia el resto de su cuerpo, de un objeto a otro, del cuadro con motivos de paisaje de campiña a la vieja biblioteca, y de ahi al baño, y de nuevo a la cocina, y a la ventana que daba a la vereda y al cielo, y luego... Un proceso ligero que finalizaba cuando la tarde caia del todo, y entonces Matias salia caminar por la ciudad con el mismo desvario y falta de intencion que tenia cuando deambulaba por su casa. Al volver, unas horas mas tarde, miro de pasada el despertador: Marcaba nuevamente las 9:00. Matias siguio de largo, con el envion motriz de la calle, y se tiro en la cama vestido como estaba. Se durmio casi al instante, pero antes de abandonar felizmente la conciencia tuvo alguna comprension vaga y fugaz: ¿acaso habia alucinado ese "9:01"? ¿Acaso el despertador habia retrocedido ese minuto, ese intento de rebelion? Bien era posible que las tropas hubieran perdido la batalla, y que el tiempo oficial reacomodase poco a poco las ideas y los numeros.
Para cuando Matias se levanto era ya la media tarde. Segun el reloj de pared, las tres de la tarde.  El  despertador seguia obstinadamente dando las nueve. Nuevamente las nueve. La diferencia se mantenia. Como no tenia animos de almorzar nada, se sento en una silla y  comenzo a husmear en un libro de gramatica que tenia sobre la mesa del comedor. Lo abrio en una pagina al azar y comenzo a leer por encima y como pasando los ojos sobre caracteres ininteligibles, saltando las palabras para aprehender oraciones y a veces hasta parrafos, algo similar a las horrorosas tecnicas de lectura rapida que se enseñan en ciertos institutos que harian temblar a Santo Tomas. Pero Matias no aprehendia mas que una palabra,  algo concerniente a la concordancia. Eran como pedazos de cosas, como vehiculos semanticos que pasaban a gran velocidad por el espejo de su mente (En Enigma y a travez del espejo). Si, algo relativo a la concordancia de los adjetivos segun las terminaciones de los verbos. Aburridisimo.
Miro un largo tiempo por la ventana, y noto que el sol estaba ya casi a punto de esfumarse. Las sombras grisaceas que daban los arboles vecinos sobre la calle Billingurst se arrastraban, enormes y traslucidas, sobre es asfalto de la calle como arañas mitologicas. Eran una prueba cosmologica irrefutable de que debian ser las siete u las ocho de la noche. Por unos instantes, Matias se sumio en la confusion. Habia leido no mas de diez paginas, con un intervalo regular de ir a la cocina a abrir un paquete de papas fritas, y por mas que hubiese olvidado algo, todo el proceso no podia llevarle mas de media hora. Volvio a mirar el reloj de Pared, y este marcaba las tres de la tarde con cuarenta y dos minutos. Sin embargo, el ladrido intranquilo de los perros y el creciente desierto de las calles se condecian con la oscuridad que anunciaba la noche. Una de ambas partes, el reloj de pared o la vision de la calle anocheciendo, debia de estar equivocada. Y el despertador no contaba, pues marcaba las nueve y dos minutos. Se le ocurrio entonces mirar su reloj pulsera, y vio entonces con incredulidad que este marcaba recien pasadas las ocho de la noche. Al parecer, el reloj de pared  habia perdido la batalla. Los anarquistas habian triunfado: Ahora habia tres tiempos. ¿ o era que el reloj de pared habia comprendido, y habia entonces iniciado gustoso su propia desincronizacion, por propias y oscuras conveniencias o realmente convencido de los ideales revolucionarios del reloj despertador. Esa noche Matias no salio a caminar.
Tuvo un extraño sueño en donde habia un enorme y terrible gigante barbudo en una enorme acantilado rocoso y yermo. Penso en el  gigante polifemo, pero este gigante tenia ambos ojos, fieros y abiertos, y en su mirada habia algo de sabio y algo de animal salvaje. El gigante en cuestion, semidesnudo, bramia y gruñia como la sordida tierra cuando cruje, pues era atacado por varias mujeres tambien desnudas y fieras, pero al contrario de la horripilante decrepitud del oscuro gigante, ellas eran jovenes y hermosas, definitivamente solares. Algunas tenian pequeñas alas al modo de los serafines semitas, y atacaban con lanzas y hondas. Presa del terror y del odio, el viejo gigante se defendia con una terrible hoz de acero oxidado, con manchas de sangre y semen seco. Cada golpe recibido por el gigante era sentido por Matias como una vaga sensacion en la boca del estomago. Algo en el queria tomar parte por las hermosas y resplandecientes jovenes, pero otra parte, que sentia como la mas propia, no podia evitar sentir lastima y miedo por el enorme gigante, que no obstante le inspiraba tambien una profunda repugnancia. La batalla era ardua, la tierra se deshacia y el cielo tronaba, gozoso y enfurecido de ver sangre. Matias se sentia paralizado en un paroxismo de horror y deleite, algo que era un remolino o una fiebre.
En un determinado momento, Matias percibio que la batalla se habia desequilibrado, favoreciendo al bando de las muchachas. Estas eran en efecto mas jovenes y por lo tanto rapidas, y mientras que el gigante se defendia testarudamente, las jovenes atacaban constantemente, como hormigas y abejas, cambiando constantemente de formacion, cual si fuesen bailarinas o nadadoras sincronizadas. En cada nuevo asalto, Matias percibia como el cansancio y la frustracion iban aumentando en el gigante, mientras que la creatividad y la agilidad de las muchachas se mantenia impreterrita. Noto tambien que en cada lanzamiento o estocada, la jovenes gritaban una (o varias) palabras en un dialecto fiero pero melodioso. Aunque se esforzo por entender, le fue imposible oir el sentido de las expresiones, aunque estaba seguro que tenian un elevado sentido moral. Paz, Orden, Justicia. Finalmente, el gigante cayo dando un sordo gruñido, y todo se precipito en la nada.
Se desperto bien temprano, presa de la inaudita regularidad de su propio reloj biologico (regularidad que recien ahora parecia despertarse de un sueño de varios años de dependencia de falsos despertadores electricos). Noto con cierto fastidio que era jueves, y estuvo ocupado casi hasta el mediodia realizando un aburrido tramite municipal. De regreso a su casa, compro pilas para el reloj de pared. Mientras las cambiaba, volvio a ponerlo en hora consultando el Reloj pulsera, que marcaba las dos de la tarde con veinticinco minutos. Por las dudas encendio la television, la cual hacia un buen tiempo no encendia, como predefinida en el anticuario canal veinticuatro, que gentilmente mostraba la hora en su panel. Noto entonces que su reloj pulsera tenia un pequeño retraso de 7 minutos con el de la television. Solo entonces se acordo del sueño, y el sentido del mismo le vino instantaneamente a la conciencia, producto quizas de sus lecturas de Pindaro y Hesiodo: El viejo gigante de la hoz era Cronos, el viejo padre tiempo, y las hermosas y fieras muchachas eran las Horai, diosas apolineas de las estaciones y del orden universal, compañeras de las Moiras, las Musas y las Gracias.
Aprovecho la energia de esta feliz revelacion para poner el reloj pulsera tambien en hora, y conforme vio que ahora el reloj de pared, el de pulsera y el de la television marcaban armonicamente, en un verdadero cosmos, las dos de la tarde con treinta y siete minutos. En lo que respecta al reloj despertador, habia al parecer avanzado intermitentemente en su ausencia, pues ahora marcaba casi las 11 de la mañana.
Esa misma noche, mientras caminaba cabizbajo por la calle Parana, buscando un bar o un prostibulo, no podia dejar de rumiar el oscuro enigma que suponia el tomar partido por Cronos. De algun modo, habia comprendido y hasta simpatizado con la rebelion de sus relojes, exquisitamente simbolizados por las Horai en su sueño. ¿Por que entonces ese miedo, esa preocupacion por la caida del gigante? ¿Por que habia puesto todos los relojes en hora? ¿Acaso habia tomado partido por el orden? Pero no, penso mientras recordaba la fachada roja y Dantesca del Dada Cafe, en realidad no era tan raro. No era tan raro, habia que girar sobre los talones y seguir hasta Santa Fe o Alvear y enfilar para el bajo, y no era tan raro que el tomase partido por el orden. ¿Hacia cuanto se mantenia en el orden, en su propio orden? Habia sacrificado todo por ese orden tan parecido al desorden pero orden al fin. Que los dias se succediesen asi hace tanto tiempo no tenia tanto que ver con el azar como con una regla monastica. La postura de la impostura, la moral de la bohemia, eran de todos modos postura y moral. Si. No era tan raro que tomase partido por el viejo Cronos, que no obstante habia sido derrotado, derrotado al igual que el reloj de pared y el reloj pulsera. Era absurdo mirarlo ahora, porque si levantaba el brazo como ahora lo hacia y confirmaba el reloj veria (estaba viendo) que eran las 11 AM, que con ese frio y en plena noche eran para el reloj pulsera las 11 AM. De nada valia imponer un orden, porque sabia que el despertador y el reloj pared estarian ahora mismo marcando horas dispares, y que seguramente la television tambien habia sido derrotada. Era inutil la hoz.
Esa noche Matias no volvio a su casa. Era la primera noche en muchos años que no pasaba entre esas paredes tan conocidas, atestadas de relojes y libros, entre sillas y cajas de contenido olvidado hace tiempo. Esa noche habia seguido hasta dar por fin con en Dada Cafe, teatro ilusorio de el y de muchos otros que mas que lobos de la estepa eran perros callejeros.
Le gustaba ese sitio cerca del rincon. Quedaba fuera de todos los espejos, de los vidrios de la calle, de las miradas de los que entran y del aire. Pregunto por Colette y le Sen le dijo que no estaba, pero volvo al rato para decirle que si, que estaba pero que iba a tener que esperar un rato. Matias asintio y pidio otra ginebra. Las once de la mañan era demasiado temprano para ginebra. El reloj en falsa madera incrustado en la barra marcaba las 3 AM. Era dificil saber si obedecia a Cronos o a las horas, si formaba parte de la revolucion o seguia el viejo orden, cada vez mas debil.
Colette se demoraba en su siempre silenciosa aparicion, y Matias se sentia bastante inquieto, inquieto de un modo inusual. Nunca se habia sentido inquieto dentro del Dada. Tampoco nunca se habia sentido inquieto dentro de su casa, y sin embargo esa inquietud que lo habia llevado hasta alli, tan solapada e inexplicable que parecia un chiste o un producto histerico, lo llevaba ahora a tamborillear la mesa con la mano y el piso con los pies, a no querer volcar su vista sobre el reloj de la barra, a decirse que de ningun modo podian ser las once de la mañana, ni las nueve ni las ocho, porque afuera habia plena oscuridad y hasta luna cuarto creciente.
Volvio a su casa la tarde del dia despues. Recordaba solo fragmentos. Habia estado en el Dada, se habia acostado (finalmente) con Colette, luego habia bajado nuevamente al Dada y tomado una ginebra tras otra hasta que (seguramente) habia salido y deambulado nuevamente por las calles. Recordaba haber estado confusa y trabajosamente parado frente a la torre de los ingleses, y haber visto que el reloj (pero esto debia de estar mal o ser un sueño) de la torre marcaba las 11 PM a plena luz del dia. Habia tomado algo mas por la zona y luego tenia la intuicion de haber estado un rato mirando el agua en las darsenas. Habria pensado en Sabato y en sus lugubres pajaros arrancaojos. No tenia nocion alguna de cuanto tiempo habia pasado o de como habia vuelto. Noto que no tenia ya el reloj pulsera, y que el despertador marcaba las 9:00.
Se enderezo en la cama y se vistio. Era un milagro que se hubiese desvestido. Su desnudez le traia el recuerdo de la buhardilla de la noche anterior, del cuerpo de Colette desnudo y moviendose encima como un jinete sobre un andaluz, como un pulpo sobre una anemona. Colette desnuda tenia mucho de gato siames, no habia duda. Ahora se lamentaba por los mareos y el efecto de irse a la cama y casi ebrio, casi como un muñeco idiota y retardado. Seguro le habia facilitado las cosas, y sin embargo aun se sentia incomodo, como con una persistencia de que todo su orden, su antiguo orden, estaba desmoronandose o ya desmoronado.
Lleno la bañera de agua fria y se metio dentro casi mecanicamente. Una Extraña cadena de ideas se empezo a forjar en su espiritu sumergido: Demoronandose, El Orden, La Calle, el aire , Piazzola (¿pero por que Piazzola?),Los Relojes, el orden, la calle, el orden que se desmorona en la calle, en la calle se desmoronan los relojes, el orden del aire que se desmorona, la revolucion de los despertadores, el Dada Cafe, las piernas de colette, desmoronandose, los ultimos años y la calle o la falta de ella, y el aire o la falta de el, y el las pequeñas tetas o la falta de ella,  el orden y El Orden, Cronos y las horas, las horai, mejor dicho. En esto estaba cuando sintio el frio y varios calambres. Salio a rastras de la bañera y se enfundo en una toalla, tiritando. Noto raras las manos y los pies. Al mirarse, vio extrañado que estaban alarmantemente blancas. ¿cuanto tiempo habia estado en el agua? Sentia los pies entumecidos y la respiracion se aceleraba ridiculamente. Al mirar hacia la ventana vio la tenue oscuridad de la madrugada y sintio un escalofrio que culmino en punzada estomacal.
El reloj de pared marcaba las 3 de la tarde, el reloj despertador marcaba las 9 de la mañana. Echado en el piso del living, Matias percibia el mundo a un ritmo extraño e irregular. No podia pararse, chapoteaba en el suelo como un cangrejo. Se convulsionaba en pequeños espasmos pero no podia ser tan grave. Era cosa de agarrar la frazada y cerrar las ventanas. Tal vez prender un poco la estufita, sin darle tiempo al cuerpo de enfriarse aun mas, y luego levantarse, levantarse y restaurar el orden, rehabilitar al viejo Cronos, salir en su defensa y volver al Dada a buscar a Colette, buscarla para mostrarle el despertador, para iniciar ellos tambien una instauracion del orden propio, cosa que iba a ser muy facil en cuanto cesacen los escalofrios y se le desagarrotacen los musculos. Llegar al Dada o al London era muy facil, muy facil, muy facil, habia que tomar por la calle esa de la cervezeria la barra y doblar para algun sitio, sentir que los escalofrios dejan de pasar y guarecerse con la frazada para luego entrar y buscar un ascensor o una mesa que llame o pregunte por Colette para hecharse la frazada encima o meterse debajo del escritorio para ver si asi cesan los escalofrios y las puntadas, no era o habia sido tan dificil caminar o cerrar las manos para Colette o el despertador, para las nueve de la mañana nueve de la mañana nueve de la tarde, las muchachas resplandecientes atacaban con lanzas y jabalinas.

Cuando Despunto el Alba, el reloj despertador marcaba las nueve de la mañana.







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Anexo opcional: Ficha Tecnica de Colette

A Colette la habia conocido en un bar de la Calle Cordoba. Ya la habia visto antes en la plaza que se enfrenta a la facultad de Ingenieria, teñida de colorado y con un tapado negro y fragante, resistiendo el viento y como esperando algo. Pero habia sido en ese bar de la Calle Cordoba que ella se habia acercado a su mesa (como se habia acercado a antes a otras dos) a dar a entender con palabras poco comprometedoras que era muy facil y muy caro verla desnuda, tenerla encima, sentir su lomo arquearse como el de un delfin. Nunca habia sucumbido a aquella tentacion que imaginaba de cuanto en cuanto, hasta la noche del Dada Cafe.
Colette era muy rubia y de baja estatura. Tenia el pelo largo y liso, la frente un poco amplia. Su silueta daba la impresion de lo bidimensional, su mirada era perfida y algo fria, con esa estupidez o indiferencia que caracterizan a las razas pachorrientas del frio norte. Matias se habia alegrado de no encontrar ningun rastro de la rojiza tozudes de lo peor de la raza Inglesa o Alemana, que da esas mujeronas fuertes e iracundas de grandes senos y manos hechas para la lluvia. Por el contrario, Colette se le antojaba del norte de Italia o Francia, pese a ser indudablemente local.
Matias no sabia su nombre verdadero o pretendia no saberlo. Colette decia llamarse, y asi se llamaba. La veia siempre en el Filo o en el Dada, o en los varios locales de la zona del Bajo, Retiro o San Telmo, siempre a la busqueda de acompañantes dispuestos a desembolsar un buen fajo por una revolcada. La habia encontrado varias veces y de vez en cuando ella se sentaba a su mesa. Se habian contado varias cosas, el todas verdades y ella seguramente todas mentiras o circunstanciales, pero de ese sostenido anonimato habia surgido cierta familiaridad entre los dos, familiaridad que Matias no dudaba era para Colette la familaridad del conocido o del cliente habitue, y que para el era una sana distraccion de buen culo y ojos verdes. En una de estas charlas (creia) le habia preguntado la razon del seudonimo, a lo que ella le habia respondido que Colette habia sido una puta francesa miembro de la Legion de Honor, y que ella tambien era de la vida pero muy honorable. Y era cierto, pues pocas veces habia visto a Colette acompañada de algun tipo que no valiese realmente la pena, tanto fisica como socialmente.
Ademas de ser Rubia y de baja estatura, Colette no tenia rasgos sobresalientes. Tal vez en esto radicaba su belleza: Era simetrica. Todo su cuerpo expresaba una perfeccion de caracter pequeñoburgues. No tenia virtudes y entonces tampoco defectos. Sus ojos verdes y algo chicos le daban un aire opaco de perfil, pero oscuro y atractivo de frente. Tal vez producto de la rutina dialectica que era parte ineludible de su trabajo, no hablaba mucho. Parecia siempre a la espera de algo. Matias creia saber que era.
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