Por lo general los empleados toman subtes por la mañana, y tambien por la tarde. Toman subtes con frecuencia y con pasion. Generalmente esa pasion es el odio, pero es sabido que las pasiones son mas parecidas entre si de lo que parecen. Suben en Malabia, En Dorrego, En Bulnes o en Plaza Miserere, dependiendo de cuanto tengan ganas de caminar ese dia. Tambien influye mucho en esto las ganas que tienen de pisotear y ser pisoteados o de evitar los colectivos atibosrrados siempre de otros incontables empleados, a veces de algunos delfines y nunca de siquiera una Sirena.
Si suben en Malabia, entonces subir es un eufemismo, pues la palabra correcta seria "entrar", si fuese posible entrar en el vagon atibosrrado de empleados hasta el borde mismo de la puerta y tambien mas alla. Si el empleado dispone de un punzon, de un hacha o de una picana, puede intentar abrirse paso a travez de la muralla humana que se comprime como una pared viva de zapatos y maletines; Si no posee alguno de estos elementos o de otros que ejerzan derechos similares, esta perdido, y debera resignarse al colectivo, al cual tampoco podra subir como no sea trepandose de una ventana o viajando en el techo (opcion poco recomendable en dias de mucho frio o calor, mucho viento y lluvia).
Si logra subir al Dragon, comienza entonces la verdadera odisea: una lucha estrategica y mortal, tanto fisica como psicologica, no digo ya por conseguir un asiento, sino por evitar que una lluvia de codos, hombros, tetas duras y punzantes y portafolios asfixien sistematicamente al pobre empleado en cuestion de segundos. Esto no seria del todo tan terrorifico, si no fuese porque tambien tienen que hacer frente a una terrible fuerza centrifuga, la cual, si el empleado esta cerca de puertas o ventanas, pugna por expulsarlo del vagon, generalmente hacia los caños de los tuneles, con resultados mas o menos mortales o paraplejicos. Tambien es usual que, sobrecargados de peso, los vagones exploten a presion como un inmenso globo de acero y plastico, y entonces todos los empleados vuelen como incredulos perdigones hacia las paredes de cemento, redecorando el paisaje cual pelicula de horror. Si los empleados siguen y siguen subiendo y el vagon no explota o se desarma parcial o totalmente, ocurre que el aire dentro del vagon se acaba por completo, por lo cual no es raro que, llegando el dragon a la estacion terminal, sea plaza de mayo o Catedral, los empleados del Metrovias tengan que llamar a la morgue para trasladar decenas de cadaveres asfixiados. Ha habido Dragones enteros en donde no ha llegado vivo un solo pasajero.
Los Delfines nunca tienen este problema, pues dejan pasar los Dragones llenos hasta que encuentran uno vacio, sin importarles el hecho de que muchas veces deban esperar dias enteros.
Los empleados que quieren llegar con vida a su puesto deben resistir la fuerza de gravedad que parece querer concentrarlos hacia el centro del vagon, en donde yacen los cadaveres de los que no resisten la fuerza centripeta, en forma de una bola de trajes arrugados y cuerpos negros y ya pudriendose. Quedar contra un caño es fatal, tropezarse es fatal, casi todo es fatal, puesto que estacion a estacion mas y mas y mas empleados siguen subiendo, estrolando y comprimiendo cual aserrin a los que, ya arriba del vagon, pugnan por impedirles esa subida, por lo que cada vez que las puertas del Dragon se abren ocurre una verdadera batalla campal, que nos recuerda a los enormes combates medievales de ingleses contra galeses o franceses, de españoles contra moros, de franceces contra borgoñeses, de cristianos contra arabes; Solo que aqui son los empleados en viaje contra los empleados que quieren viajar.
Apenas el Dragon llenisimo de empleados que ya estan luchando entre si por respirar y por conseguir una mejor posicion para el codo, para el torax o para sacarse de encima a las empleadas gordas y malhumoradas que no solo gritan y gimen cual puercos, sino que ademas arañan y muerden, las hordas de empleados que esperan sobre el anden lanzan sus intimidantes gritos de guerra, mientras golpean rabiosamente sus maletines o hacen sonar sus celulares a todo volumen. Los viajantes no se hacen esperar, y responden lanzando gritos rabiosos o cantando con todas sus fuerzas arengas de combate. Cuando las puertas se abren es la locura total, el desmadre: Piñas, mordiscos, patadas y tirones de pelo son los embates iniciales. Luego puede darse que los empleados del anden intenten tironear en proporcion tres a uno a cualquier empleado cercano a la puerta, el cual se resistira con todas sus fuerzas, siendo ayudado por sus compañeros de viaje en una claro ejemplo de moral laboral y mutua ayuda entre los peregrinos. Si el empleado es expulsado del vagon, alguno de los de abajo ocupa rapidamente su lugar, lanzandose de cabeza al espacio libre. Muchas veces es rechazado a trompadas por los furiosos viajantes, pero si logra quedar arriba del subte para cuando las puertas se cierran, automaticamente pasa a formar parte de la tripulacion. Los empleados desalojados se convierten, a su vez, en parte de los furiosos piratas de anden, dispuestos a todo por un lugar.
Estas cruentas guerras por un espacio en el dragon suelen durar los pocos segundos que las puertas permanecen abiertas en cada estacion, lo cual no evita que, debido a las olas y avalanchas humanas que se forman, decenas de empleados caigan a las vias antes o despues de la apertura de las puertas. Si caen antes, generalmente luchan con todas sus fuerzas por salir, sobre todo si caen delante de la locomotora. Si caen despues o durante el cierre de las puertas, casi en su totalidad son arrollados por el Dragon, quedando reducidos a un cardumen de visceras y huesos rotos. Los cuerpos triturados por los dragones crecen minuto a minuto, y no es nada raro que el servicio se vea interrumpido varias veces al dia solo para limpiar las vias desbordantes de cadaveres destrozados.
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