9 oct 2014

Sirenas

Los empleados mueren de pena porque las sirenas nunca están en las oficinas o en ninguno de los aburridos puestos fijos que aquellos ocupan.
No esta del todo mal enamorarse de las sirenas. Nada mal, ni siquiera un poquito mal. De hecho, lo que se dice enamorarse, uno solo puede enamorarse de una sirena, es sabido. Es de una sirena o no es amor.
El problema radica casi siempre en ser empleado, porque a las sirenas, escurridizas y tintineantes, no les gustan para nada los empleados con sus cubículos. No les gustan los pisos sucios, los ascensores y los horarios fijos. Le huyen con particular aversión a los subtes, a las salas de espera y a los halls de bancos. Poco les importa si son pobres empleaduchos o empleadores con gordas cuentas bancarias; En sus mares ellas se rien por igual de esa manada de tontos con traje y maletin.
Las sirenas no solo no se enamoran de los empleados, sino que en cuanto lo hacen dejan de ser sirenas y se convierten en pejereyes o en amas de casa. Hay Muchas que los desprecian. Algunas incluso los odian. Los odian tanto que cuando ven pasar un empleado no pierden la oportunidad de arrojarle cascaras de nueces, carozos de aceituna o de salpicarlo dando furiosos coletazos.
Las sirenas y los empleados nunca se encuentran, salvo en excepciones artísticas como las novelas de Dostoievski.
Esto siempre sucedió asi, y asi seguirá sucediendo mientras queden sirenas vivas sobre la tierra o, mejor dicho, bajo las aguas. Los empleados continuaran, tontos y tercos, muriéndose de pena en bares y en callejones sucios, cual bolsas de basura, en sus aburridos domingos o en sus interminables jornadas estupidizantes, tomando colectivos que lo mismo da si van a mar del plata, a chascomus o al obelisco.
Lo mismo importa porque adonde quiera que vallan no habrá sirenas;
 las cuales nunca se daran por aludidas ni haran caso alguno de las codiciosas y lastimeras miradas de los empleados, de sus incomprensibles ruegos ni de sus ridiculas promesas de amor y riquezas, y es que las sirenas saben mucho de tesoros y de amores, pues viven generalmente en los amplios mares, colmadas de tesoros olvidados y de viriles tritones, siempre en universos plenos y luminosos con los que nada tienen que hacer los mundos de pasillos grises, blancos o verdosos de los empleados, en donde todo es kafkianamente de doble fondo y en donde la libertad se halla aplastada y olvidada, tan aplastada y olvidada como lo estan las montañas de oro en los cofres y naufragios de las sirenas.
Si bien es cierto que son numerosos los empleados que mueren de pena, tambien es cierto que este numero es casi nulo comparado con los empleados que mueren de causas mucho menos romanticas, como resfriados y accidentes de trafico, o que viven sus vidas de mosca hasta el fin de sus dias, lo cual es sin dudas mucho peor y tambien mucho mas corriente. De hecho, si uno toma en cuenta la totalidad de los empleados, el numero que es capaz de sentir pena (me refiero a pena verdadera, sheakspereana, y no a todo ese tipo de sufrimientos histericos leves como pueden ser la angustia de no llegar a fin de mes o de no cobrar tanto como el compañero de al lado, o la angustia de no tener una mujer tan linda como la del verdulero) es alarmantemente bajo. Por lo cual podemos con alivio o alarma declarar que la gran mayoria de los empleados es inmune a morir de pena, como asi tambien a enamorarse de una sirena, y esto tanto por la dificultad que tiene un empleado por dar con una sirena real (la mayoria de los empleados jamas ha visto una sirena y ni siquiera saben como lucen) y luego, aun mas, por trabar autentica relacion con ella, como asi tambien por la esterilidad de la mayoria de los empleados para el amor verdadero.
Como el empleado nunca ha visto (y probablemente jamas vera) una sirena (puesto que si la ve deja automaticamente de ser un empleado, y pasa a ser o un inmundo pedazo de estiercol con traje o bien un hermoso Triton) tendra sin dudas problemas para reconocer a alguna, milagro solo posible en el caso de que la sirena no logre verlo primero a el (esto es muy dificil, pues las sirenas son muy atentas y andan constantemente olisqueando el aire como los conejos).
Es sabido que el mayor de los empleados nunca deja de ser cabeza de raton, mientras que la mas insignificante de las sirenas es como minimo cola de leon.
En general, los empleados no solo tienen problemas para enamorarse de las sirenas, sino tambien para enamorarse en general, sea de cabras, mujeres o potuses. Esto es toda una paradoja porque, en primer lugar, todo empleado tiene una tendencia tragica al enamoramiento, medio o fin que casi nunca pueden lograr debido a su embrutecimiento producto de la rutina, y dentro de los enamoramientos, los empleados son tercamente propensos a enamorarse de las sirenas, pese a que nunca hayan visto una y no sepan siquiera como lucen, con lo cual tenemos que los empleados que estan enamorados de una sirena y mueren de pena, la mayoria de las veces no estan enamorados de una sirena real, o bien no estan realmente enamorados de una sirena, sino que o estan enamorados de algo como la sombra o el cuento o el mito de una sirena, que bien puede ser un cuadro, una cancion de Charly Garcia o una mujer muy hermosa o con buen culo o muy bien vestida o simplemente con olor a pescado, o bien estan enamorados de una autentica sirena, pero ese estar enamorados no es el amor real, sino otro tipo de relacion o sentimiento o idea con respecto a una sirena, y entonces cuando dicen amar a una sirena resulta que solo quieren comprar una sirena o caramelos, o que quieren violar una sirena o acostarse con ella a cambio de dinero, e incluso su confusion es tal que hasta dicen amar a una sirena cuando la odian con feroz conciencia o cuando estan envidiosos o celosos de los tritones o de las sirenas mismas. En ambos casos estos errores no les impide a los muy estupidos morir igualmente de pena, inutilmente.
Los problemas para enamorarse son, pese a las apariencias, mucho mas graves para las sirenas y los tritones, y es que dado que ocho de cada diez hombres y mujeres son empleados y empleadas, gerentes y prostitutas, curas y amas de casa y demas variedades de productos de gondola y bichos oriundos de la generacion espontanea, una sirena o un triton tienen grandes dificultades de hallar a sirenas y tritones (dado lo penoso de sus circunstancias actuales, no hacen diferencia de sexo) de los cuales enamorarse, con lo cual pueden pasar largos y penosos años antes de que una sirena logre, no digo ya enamorarse, sino tener una noche decente con algun hombre, pues es sabida la impotencia y la falta de imaginacion en la cama de los empleados, tan distintos a los lascivos tritones, primos acuaticos de los satiros y faunos. Igual infortunio sufren los tritones, que no pueden reprimir el asco de una pestilente ama de casa o de una secretaria de botox y plastico, fingida hasta en los gestos para desnudarse, con las contorsiones y cantos de una sirena salvaje. Los empleados no tienen estos problemas propios de especies en extincion, pues cualquiera que vaya a un subte o a un boliche puede ver pilas y pilas de empleados titilando entre si en esos dialogos y pobres franeleos que ellos llaman "relaciones", "cachondeos", "levantes" o "flirts", y que tanto se parecen a los tramites y a las fotocopiadoras. Lo curioso es que los empleados se desprecian entre si aristocraticamente, y persisten cual Faeton o Antigona en su tragico empeño por amar a una sirena o a un triton, pese a que esto es precisamente lo que paulatina pero indeteniblemente va estinguiendo a las sirenas, y que tarde o temprano terminara por extinguir tambien a los empleados.
Algunos, los mas sensibles, logran ver sirenas en los ojos de las mujeres jovenes. Si son buenos escritores luego escriben, basandose en estas visiones, pequeños relatos de no mas de una carilla.
Pese a estas dificultades para amar, los empleados no tienen problemas para proliferar (al igual que los conejos y las alimañas), para comprar diarios y comida rapida, para comprar televisores o para hacer escapadas relampagos a pinamar, por lo cual no hay peligro de que, a corto y mediano plazo, los empleados se extingan como variedad de las porquerias; Claro que cuando ocurra la epica muerte de la ultima sirena (que sin dudas morira de aburrimiento en una hermosa playa del caribe mientra el mundo entero compra telefonos y mira programas de talk - show) los empleados enfrentaran una situacion limite comparable con el meteorito de yucatan o la glaciacion, puesto que perdida para siempre la posiblidad de morir de pena por el amor verdadero, iran paulatinamente cayendo en cuenta cabal de su miserable condicion de empleado, lo cual los transformara automaticamaente en algo distinto (pues una cualidad esencial del empleado es la ilusion perpetua de ser algo diferente, ilusion que depende sin dudas de que haya un objeto magico sobre el cual proyectar eso otro, y que sino eso son para ellos las sirenas), en algo distinto que sospecho se parecera mucho al codigo de barra o al perfecto arquetipo de carrito de supermercado.
Los empleados intuyen, yo creo que inconcientemente, este lejano pero certero fin, y entonces crean sociedades de beneficencia, se hacen veganos o viajan unas semanas por Europa.
Las sirenas poseen en este aspecto el orgullo de los ombues, y continuan cazando pescaditos, despeinandose o haciendo el amor con los tritones, completamente inmunes a lo que pueda pasarles mañana o pasado mañana.

No hay comentarios.: